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Irrealidad por ItaDei_SasuNaru fan

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Notas del capitulo:

¡¡¡hola queridos amantes y fanáticos del yaoi!!!

¿Me extrañaron? No, yo sé que lo que extrañaron fue la continuación. Así que aquí viene otra vez y con Lemmon ( >///< ).

No voy a alargarme mucho: No es el último capítulo, aún falta un epílogo. A todos los que son cuidadosos, verán que agregué una nueva advertenica al FF. Si no la han visto, revísenlo y con eso les diré todo.

Recuerden: Es mi primer lemmon. Sean muy atentos a un error o alguna incoherencia, y yo haré mi mejor esfuerzo por mejorar.

Espero que lo disfruten...

 

A todos lo que esperaron el lemmon con ansias, les dedico el capítulo...

 

Disclaimer: ...

 

Que pereza escribirlo...

Capítulo 12

 

 

Doumeki dejó de respirar justo en ese preciso momento.

Se congeló su mundo.

Boqueó unos instantes sin saber qué decir y sin saber mucho menos qué hacer.

─¿Estás… seguro? ─fue lo único que logró atinar a preguntar el “shockeado” morocho.

─No te lo estaría diciendo sino… ─Watanuki se veía endemoniadamente tranquilo, si le preguntan a Doumeki. Aunque claro, el pobrecito morocho aún no procesaba correctamente toda la información─. Ya estamos solos… ─El dulce morenito susurraba lento cerca de su boca, como quién cuenta un sucio secreto. Lo miraba directo a los ojos y el más alto vio algo que no supo identificar en los ojos contrarios. En resumen, Doumeki estaba embobado y a punto de golpearse para cerciorarse de que no estaba soñando─. Y tenemos toda la noche… Shizu-chan~

Y exactamente eso fue el detonante.

Doumeki mandó de vacaciones a su cordura.

 

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De alguna inexplicable manera lograron llegar a uno de los cuartos. Un cuarto muy distinto a los demás había que destacar.

 El mayor, cuando al fin logró abrir la puerta y entraron, azotó la puerta detrás de él sin importarle la fuerza que empleó. Justo después de cerrarla, Doumeki empujó a Watanuki contra ella, encerrándolo utilizando su cuerpo. Milagrosamente, ninguno no se había separado en ningún momento. Era una necesidad insaciable de mantenerse juntos la que los mantenía pegados completamente. Sencillamente no querían separarse. Era una batalla dentro de sus bocas en la que no se sabía quién era el dominante ya que nadie quería ceder. Habían incluso aprendido a respirar usando la nariz, tanto así era el desenfrenado deseo de fundirse y no distanciarse.

─Espera… ─dijo Watanuki en un segundo en el que logró interrumpir el beso─. ¿No lo vamos a hacer aquí en la puerta o sí?

Doumeki bien pudo haber pasado por alto la interrogante y continuar atacando la boca del menor, sin embargo, a pesar de su irrefrenable excitación, jaló a Watanuki hasta una cama de grandes dimensiones. Al llegar a un terreno que Watanuki consideró apropiado, volvió a unir sus bocas en un beso tan salvaje que empujó a Doumeki hacia atrás.

Cayeron en el colchón que estaba lleno de almohadas. El morocho quedó debajo del moreno de ojos azules, y por supuesto, Doumeki aprovechó la posición que tenía para poner a trabajar sus manos. Del cuello de Watanuki, pasó a recorrer los hombros y dibujó diversas figuras por toda la fina espalda; sujetó con sus grandes manos esa cintura que tanto le gustaba acariciar, originando en el menor una sensación cosquillosa. Levantó un poco la camisa y metió las manos dentro, descubriendo un detalle que le encantó: Watanuki tenía hoyuelos en la parte baja de la espalda. El exorcista sonrió extasiado en el beso y continuó su recorrido. Siguió con su transcurso hacia abajo, hasta llegar a las caderas y el hueso sacro.

Y posó sus manos en todo lo que se llamaba “Watanuki Kimihiro”.

Doumeki apretó con delicia y regocijo la retaguardia de Watanuki, haciéndolo gemir de sorpresa dentro del beso.

Había que destacar que llevaba un buen tiempo queriendo hacerlo.

Sí, admitía ser un pervertido.

Porque si no lo fuera, no estaría masajeando con sus fuertes manos los redonditos glúteos de su histérico delirio, con la más pura posesión. Cuando el mayor decidió seguir avanzando, invirtió las posiciones. Dio vuelta de tal manera que Watanuki quedase debajo de él, atrapado entre su cuerpo y el colchón. Totalmente a su merced. Debido a la posición en la que habían quedado, Watanuki abrió más las piernas para que Doumeki se acomodase mejor. Lo que ninguno previó fue el contacto que surgió a partir del movimiento. El morocho encajó perfectamente, pero se juntaron las crecientes erecciones generando un sonoro gemido de parte del morenito y un sexy gruñido por parte del morocho.

El ojos-azules estaba más que cooperativo.

Doumeki casi enloquecía de alegría. Aunque no por eso era brusco.

El morocho interrumpió el contacto bucal y llevó sus manos hasta las del propio Watanuki para desenredarlas de su cuello. El moreno frunció levemente el ceño por la interrupción, pero se distrajo totalmente cuando el mayor coló de nueva cuenta las manos en el interior de su camisa y la fue subiendo para retirarla. Watanuki levantó los brazos para hacer la acción más fácil y contempló con diversión como Doumeki aventaba la prenda sin compasión hasta un rincón del cuarto.

Una vez fuera la camisa, las manos del más bajo volaron hasta el rostro de piel canela para seguir con lo que dejaban pendiente. El morenito era consciente de la desquiciada adicción que tenía por los labios de Doumeki. Sencillamente le fascinaban sus besos. Cada uno de ellos. Eran celosos y posesivos. Eran firmes y dominantes. Pero increíblemente, también eran amorosos y dulces. Eran amables y tiernos. Y esa insólita combinación volvía a Watanuki completamente loco.

Sin embargo, Doumeki quería probar todo de él en un instante; así que el mayor no alargó mucho el beso y movió sus labios hasta irlos posando en distintos lugares de la faz del menor. Primero besó las mejillas, demostrándole al moreno bondad y cariño. Besó los párpados cerrados, con la suavidad de una hoja que cae en la superficie de un lago, plasmando ilusión. Besó la frente, mostrando la más intensa devoción y retornó a los labios para besarlos con la pasión de un completo enamorado. En medio del beso, las manos canela no se quedaron quietas.

Watanuki se dejó hacer, sintiéndose glorioso.

Doumeki terminó el ósculo, para seguir con la zona entre la oreja y el cuello.

El morenito tenía piel muy blanca, por lo que el morocho no resistió ni un segundo en sus ansias de besarla. Descubrió que era débil contra el cuello de Watanuki. Sencillamente le encantó saborear la piel tersa y suave. Comenzó a succionar la parte expuesta, sintiendo inmediatamente los escalofríos del que estaba debajo de él. Chupó hasta que sintió que era suficiente. Observó con maliciosos ojos  como la zona había quedado roja, estando seguro de que para el día siguiente esa marca estaría morada y resaltada.

<<Sólo mío…>> pensó para sí, Doumeki Shizuka. Lo miraba con algo parecido a la adoración.

Realizó un rápido, pero eficaz y minucioso escrutinio. Tan fija era la verde mirada que el menor se comenzó a sentir incómodo.

─¿Qué… qué tanto miras…? ─dijo Watanuki desviando la mirada.

Doumeki no se dignó a responder, iniciando el recorrido con los labios por el pecho del menor. Comenzó besando suavemente su cuello, aspirando el aroma natural de su piel y el olor que emanaba su cabello. Agradeció que el ojos-azules tenía el pelo corto, ya que así no tenía ningún inconveniente. Bajó hasta uno de los pezones; primero besándolo, luego lamiéndolo repartiendo un agradable calorcito por el cuerpo de Watanuki, para luego pasar a succionar con delicadeza. El otro botoncito era atendido por una de sus manos; que masajeaba la aureola con la punta de los dedos, más tarde sujetaba y pellizcaba con apacibilidad el pezón ya erecto. Con esos simples gestos, lograba percibir como el cuerpo debajo de él temblaba levemente. Sintió como ambas manos se posaron en su cabello. Escuchó los tiernos y sinceros gemidos del moreno, demostrando cuanto le gustaba la caricia. Doumeki adoró todos esos sonidos y todos esos gestos.

─Ahhh… ah… ahhh… ─jadeaba Watanuki sin vergüenza, aunque era porque probablemente no se había dado cuenta de que estaba haciendo ese sonido. La mano libre de Doumeki, la ocupaba en recorrer otra vez la zona baja del menor─. ¡Ahhh! ─exclamó el uke, cuando sintió un seguro apretón en su trasero─. ¡Doumeki! ─regañó, captando la atención de su seme.

─No oí que te quejaras la primera vez que lo hice…

─Eres tan pervertido…

─Pero sólo contigo… ─contrarrestó atacando nuevamente la boca contraria, que lo recibió gustosa. Esta vez, sus manos se deslizaron por la línea del pantalón hasta tocar el botón. Abrió la prenda con cuidado, porque lo último que quería era obtener una reacción violenta. Sin embargo, como éste parecía ser el día de las sorpresas, Watanuki si reaccionó, pero no de la manera en que Doumeki esperaba. Cuando estaba a punto de empezar a retirar el pantalón del moreno…

─Ah no… Yo no voy a ser el único sin ropa ─y se incorporó de tal forma que terminó sentado en amplio regazo del más alto, creando una fricción más fuerte y más deliciosa que la anterior. Watanuki jaló de las puntas la camisa de Doumeki, con una fuerza tan extraordinaria que los primeros tres botones salieron despedidos en todas direcciones.

─¿Ansioso?

─No tienes ni idea… ─contestó el otro con la vista vagando por el pecho recién descubierto. Dirigió sus manos a lo que quedaban de los botones y los abrió con rapidez para despejar al fin, de tan molesta prenda, el torso de piel morena. Una vez fuera la camisa, Watanuki sonrió de una manera tan, pero tan lujuriosa que Doumeki no puedo evitar comentar:

─Jamás creí que fueses tan atrevido… ─Watanuki soltó una risita dulce y respondió:

─Tal vez… pero sólo contigo… ─y jaló de nueva cuenta a su morocho hacia él. Mientras Doumeki abría el pantalón del menor junto a la ropa interior con total libertad, las manos de Watanuki viajaban por la ancha espalda de su amado. Una vez desabrochadas, el ojos-azules levantó las piernas tomando una posición parecida a la de una vela. Ya fuera las prendas inferiores del menor, la absoluta atención del mayor recayó en toda la zona recién liberada. Bajó con rapidez y sutilidad hacia abajo repartiendo un camino de “piquitos” pasando por el ombligo hasta llegar a la entrepierna. Sin embargo, en contra de lo esperado Doumeki no inició por allí. Primero su mirada, acompañada de sus manos, contempló y acarició los suaves y cálidos muslos de Watanuki. Apoyó una de sus mejillas en uno de sus muslos internos, luego fue besando con dulzura y delicia, con los ojos cerrados, simplemente respirando suave y poniendo a prueba sus conocimientos. Con la apunta de los dedos repartía caricias “luz”. Eran apenas unos ínfimos roces por toda la inmaculada piel blanca, pero que enviaban corrientazos fuertes por toda la columna del menor haciéndolo arquearse y gemir sin decoro, con los ojos apretados. El más alto utilizaba la punta de las uñas y de los dedos, dibujando muchas cosas en el blanco y puro lienzo de la piel expuesta, y justo cuando parecía acercarse a la entrepierna, continuando con los delicados roces, se alejaba repentinamente para seguir con alguna otra parte las piernas. Acarició de igual manera las pantorrillas, con la misma lentitud y con el mismo patrón.

 

Watanuki estaba muy asombrado; Doumeki lo estaba tratando con una delicadeza tan inmensa que el propio Watanuki se sentía hecho de cristal.

De manera súbita, el ojos-azules percibió la respiración cálida de Doumeki cayendo justo en su zona íntima. Casi previniendo lo que iba a suceder a continuación, exclamó con rapidez y desespero:

─¡No, no, no, no, no, no, no…! ─y fue demasiado tarde. Watanuki se interrumpió abruptamente para comenzar a jadear sonoramente y dejarse caer hacia atrás. ¡Qué boca la de Doumeki! Sentía como, con un perfecto manejo, no utilizaba los dientes y bajaba y subía por su miembro con suavidad─. Ah… ah… ahhh… ah… Dou… meki… ─gemía con sensualidad el menor. Sobra decir que el aludido no perdía ningún detalle de las reacciones del contrario. Watanuki enterraba las uñas en las almohadas desperdigadas por la cama. Doumeki se movía a una velocidad tortuosa. Lo estaba prácticamente matando de placer─. Más… más… ─ordenó el atendido. El servidor complació. Sin mediar palabra, el morocho inició un ritmo más rápido, logrando que los gemidos del moreno sólo aumentaran de intensidad. Doumeki tenía especial cuidado de atender las zonas sensibles, de sólo utilizar de vez en cuando la punta de los dientes, de repasar con la lengua la rosada punta, de bajar hasta el tronco y la base repartiendo la calidez de su boca y su respiración. Todo esto sin apartar la vista de su uke. Watanuki se retorcía en la cama, cual elegante serpiente. En algún momento, flexionó las piernas de pura excitación. Sentía que la temperatura de su cuerpo estaba más alta de lo que había estado alguna vez. Percibía como una fina capa de sudor cubría su cuerpo. Creía que el aire le faltaba en los pulmones. Era consciente de, lo que él consideraba, como los vergonzosos sonidos se escapaban de su boca sin tener el menor control sobre ello. Sin que imaginara, comenzó a sentir el calor concentrarse en el bajo vientre─. Dou… Dou… meki… ya no… ─intentó prevenirlo, ya que apenas podía articular palabras. Doumeki escuchó el llamado y se preparó mentalmente. Tal y como lo esperaba, Watanuki liberó un líquido caliente que inundó su boca en lo que escuchaba como soltaba un gemido de larga duración. El moreno tembló de pies a cabeza; la eyaculación fue inevitable. Las pupilas de sus ojos se dilataron; experimentando algo parecido a haber llevado un peso muy grande y soltarlo de repente, creando en la base de su miembro unas contracciones magistralmente placenteras que le quitaban el aire y lo llevaban a una dimensión diferente.

Doumeki, por otro lado, tragó todo el semen recién recibido. Sentía un sabor curioso. No era desagradable. Era curioso. Indescriptible. Quizás, el adjetivo que mejor se le aplicaba era…

─Watanuki… sabe a Watanuki… ─pensó en voz alta, observando con ojos pícaros los últimos resquicios del orgasmo de su delirio.

─¿Por qué… por qué… no te… apartaste…? ─jadeó Watanuki en voz baja, cuando recuperó la habilidad del habla.

─Porque no quería.

─¿No te… desagradó…? ─preguntó el moreno con evidente timidez (la primera hasta el momento), evidenciada por sus hermosas mejillas teñidas de rojo y la mirada desviada.

─No ─contestó Doumeki, acercándose a los labios tan anhelados para él─. ¿Sabes por qué? ─Watanuki negó con la cabeza─. Porque sabía a ti… Y es lo más delicioso que he probado.

─Eres un depravado… ─dijo el menor con una pequeña sonrisa.

─Y aún no termino… ─dijo Doumeki, en un tono que le reveló a Watanuki que aún faltaba lo mejor. Unió sus bocas nuevamente y procedió a liberar su excitación, que ya llevaba bastante tiempo queriendo salir. El sonido de los botones desabrochándose y el repiqueteo de la bragueta sonando, activó otra vez la lujuria del más bajo, haciendo que su erección comenzase a erguirse orgullosa entre ambos vientres. Watanuki, completamente a propósito, se separó de los labios del más alto y contempló con (muy insana) intriga la zona que estaba a punto de ser expuesta. Una vez que Doumeki hubo retirado los pantalones y la ropa interior de su persona…

─Do… ¡Doumeki! ─exclamó parcialmente asustado y completamente sorprendido, un ruborizado Watanuki.

─¿Qué? ─contestó el nombrado sin saber todavía que era lo que había puesto tan estupefacto a su moreno.

Watanuki tenía los ojos desorbitados, la mandíbula abierta a todo lo que daba su rostro, las mejillas encendidas en un violento sonrojo y su propia erección terminó de erguirse de golpe ante la imagen del cuerpo de su morocho completamente desnudo.

Parecía que se le había olvidado respirar.

<<Es… ¡Es enorme!>> aulló Watanuki en su mente. Tragó con fuerza ante la nueva perspectiva que se abría ahora ante sus ojos.

─Doumeki… ─fue lo único que pudo balbucear el menor en medio de su atontamiento. El mencionado, en vez de seguir preguntándose qué era lo que tenía a Watanuki tan embobado, se limitó a trazar una trayectoria entre los ojos azules y el punto que miraban. Siguió la línea imaginaria y…

─Oh… ─dijo el morocho. Cuando regresó la vista hacia el menor, observó un gesto que ya conocía: Watanuki se estaba relamiendo los labios. El mayor vio como el ojos-azules le devolvía la mirada y acercándose peligrosamente a su boca, susurró:

─Te sonrojaste Shizuka… ─Ahora fue el turno de Doumeki quedarse boquiabierto.

Watanuki lo estaba provocando demasiado. Jamás imaginó encontrarse en semejante situación.

─Después dices que soy yo el depravado…

─Y no miento ¿verdad…? ─Doumeki no respondió, limitándose a acercarse a una mesita de noche contigua a la cama. Watanuki no lo perdía de vista. Sacó de uno de los cajones un curioso tubito con algo gelatinoso dentro─. Un segundo… ¿Ya tenías planeado esto?

─No.

─¿Entonces cómo…? ─Doumeki no tenía ganas de hablar precisamente, así que volvió a probar los labios que no se cansaba de saborear. Manteniendo al más bajo lo suficientemente ocupado en el beso, el más alto untó tres de sus dedos con el contenido del tubo. Una de sus manos viajó hasta el Sur del cuerpo del menor, llegando hasta los glúteos, para luego separarlos con delicadeza y tantear la zona que buscaba. Justo cuando encontró su objetivo, introdujo uno de sus dedos. Watanuki pegó un gran salto, pero Doumeki no lo dejó separarse del beso y ahogó el gemido que intentó escapar. El dígito se introdujo con lentitud, con clama, sin prisas. Poco a poco iba abriéndose camino entre la carne virgen. Comenzó haciendo movimientos suaves y circulares, únicamente dedicados a acostumbrar a Watanuki a su invasor.

 

Watanuki se sentía extraño. Muy extraño. Sin embargo, gracias a la paciencia que Doumeki estaba poniendo en cada uno de sus movimientos fue capaz de relajarse rápidamente. Pronto sintió un segundo dedo ingresar a su entrada haciéndolo sujetarse más fuerte de su amado. Esta vez la punzada fue un poco más fuerte. Se abrazó más fuerte a Doumeki, mientras los gemidos se fundían en ambas bocas. Notaba como los dedos transformaban su actividad en un intento de ir estirando los músculos, cosa que estaban logrando muy exitosamente. Cuando sintió el tercer el dedo entrar en él, se tuvo que separar de los labios del mayor para soltar un ronco jadeo. La punzada fue más fuerte esta vez. Notó mayor actividad en su interior pero sin abandonar el toque de ternura. Casi le daban ganas de llorar por el amor y paciencia que estaba poniendo Doumeki en prepararlo, era un gesto tan cargado de cariño que lo conmovió hasta lo más profundo de su ser; porque sabía que el morocho ni siquiera se había tocado. Pero estaba plenamente seguro que tres dedos no tenían comparación al miembro que tan sólo hace minutos había contemplado. Ningún punto de comparación. Quizás por eso Doumeki se estaba tardando más con esos tres dedos; porque sentía su preocupación. No obstante, Watanuki ya no daba para más.

─Basta… ─murmuró de repente el moreno con vos quedita y jadeando─. Ya basta… Entra ya… ─Doumeki le interrogó con la mirada, corroborando la petición recién pronunciada. El moreno notó inseguridad en los verdes ojos que admiraba y sabía a qué se debía─. Sé que no me harás daño… Yo confío en ti… ─dijo sonriendo, otorgándole al otro la suficiente confianza para proseguir. El mayor asintió con la cabeza y retiró sus dedos.

─Levántate un poco… ─susurró Doumeki, creando un ambiente más íntimo. El menor acató la orden y elevó las blancas piernas para enredarlas en la cintura de color canela. El morocho llevó su excitación hacia la entrada del menor. Antes de entrar, volvió a mirar fijamente a Watanuki. Éste, sólo sonrió dulcemente y asintió. Inició introduciendo la punta de su erección. Watanuki derramó las lágrimas que había contenido antes por la emoción, sólo que esta vez por el dolor que le causaba la intromisión─. Voy a entrar rápido… ─anunció Doumeki.

─Pero…

─Así te dolerá menos…

El morenito dudo por unos instantes, pero luego asintió y Doumeki procedió a introducirse de lleno.

─¡¡¡Aaahhh!!! ─dejó salir Watanuki por culpa del brusco movimiento. Salieron otras traviesas lágrimas de sus ojos mientras abrazaba al morocho con fuerza, pegándolo contra sí y enterrando las uñas en su espalda.

Doumeki, lejos de sentirse adolorido por los ardorosos y nuevos rasguños en su espalda, se sentía en algo parecido a la gloria. Las paredes internas del menor apresaban su miembro con una fuerza tal que se sentía punto de venirse. Pero contuvo su lujuria y esperó a que su moreno se acostumbrara. Era tan intenso el esfuerzo que hacía por contenerse y no hacer nada, que estaba temblando. Pero no iba a permitirse hacerle daño a lo que más amaba en el mundo.

No.

Primero muerto.

Aunque, sin poderlo evitar, salvajes gruñidos salían de entre su boca cayendo justamente en el oído de Watanuki. Se decidió por besarlo otra vez, ya que sabía lo mucho que al ojos-azules le gustaban sus besos. Fue un método muy efectivo de relajación ya que sintió, como poco a poco, con lentitud, la presión sobre su miembro iba bajando. Pasó un tiempo indefinido hasta que se oyó de repente en aquella habitación…

─Ya… puedes empezar…

Y así hizo. Comenzó saliendo poco y entrando nuevamente de a poco. En cada empuje salía un poco más y entraba con un poco más de fuerza. Eran movimientos lentos. Sensuales. Que estaban desquiciando a Watanuki; ya que notaba a la perfección como Doumeki entraba y salía de su interior.

Sentía su calor.

Su fuerza.

Su excitación.

Era una sensación entre ardorosa y placentera, pero para nada desagradable.

Una, dos, tres…

Perdía la cuenta de cuántas veces Doumeki se sumergía en su cuerpo.

En medio de del erótico baile que conformaban sus cuerpos, Watanuki se dio cuenta de algo: Se había perdido totalmente. Le había entregado su alma al morocho, su corazón, su cuerpo, sus pensamientos, su existencia, su confianza. Su todo.

El menor escuchó de repente:

─No aprietes tanto… ─dijo el mayor con la voz más grave de lo usual. La deliciosa presión en su miembro estaba a punto de enloquecerlo─. O no voy a aguantar…

─Es que… me vuelves loco… ─soltó el moreno absolutamente sincero. Lo estaba volviendo loco de placer. Esa sencilla frase basto para que el más alto comenzase a aumentar el ritmo de las embestidas─. Ah… ahhh… Aaahhh… ─gemía con descontrol Watanuki. El mayor bombeaba con mayor fuerza esta vez y en un momento justo, tocó algo dentro de Watanuki que lo hizo soltar un alarido de completo placer. Tapó su boca, ya que consideró el sonido demasiado vergonzoso. Doumeki, que percibió el gesto, tomó con una de sus manos la extremidad de Watanuki y la retiró para acto seguido susurrarle al oído sin dejar de embestir:

─No quiero que te calles… Quiero que grites… Quiero escuchar todo lo que de tu boca quiera salir… ─y no liberó la mano contraria, dejando al otro sin alternativa. Watanuki comenzó a gemir cada vez más fuerte, cada vez de manera más intensa. Doumeki se movía dentro de él con precisión y maestría. Ya tenía desde hace tiempo la ligera idea de que la experiencia seria muy gratificante, pero imaginó que sería por la novedad de la misma. Sin embargo, lo más inusitado era que se sentía demasiado bien. Doumeki, simple y llanamente, lo hacía endiabladamente bien. Cada choque, cada embestida lo estaba llevando a un lugar desconocido hasta entonces.

─Dou… Doumeki… ─decía el más bajo entre jadeos. De manera inconsciente soltó─ Más… Shizu… quiero más…

Había lapsos de tiempo en lo que el morocho no creía lo que estaba escuchando. Éste era uno de esos lapsos. Pero, independientemente de su nivel de incredulidad, obedeció con agilidad y salió de su interior por un instante. Cuando Watanuki estaba a punto de replicar por la repentina pausa, Doumeki arremetió otra vez tocando ése punto que lo trastornaba y que lo elevaba hasta el cielo. En medio de los temblores que invadían al morenito, buscó la boca contraria para fundir la suya con ella. En medio de la caricia sucumbieron incontables jadeos y gemidos. Indefinidos gruñidos y silencios. En la habitación gobernaban las respiraciones fuerte de ambos chicos, el rechinar y el crujir intenso de la cama, el retumbar del buró contra la pared, dando a demostrar lo apasionado del acto y de los involucrados.

Watanuki se atrevió a pensar que tenían muy buena suerte de que el templo no tuviese vecinos cerca, ya que no podría cargar con la cara de pena al día siguiente; porque minimizar los sonidos que estaban saliendo de su boca en ese momento… Imposible.

Sin que ninguno de los dos lo advirtiera, comenzaron a sentir las contracciones en el bajo vientre; indicadores infalibles de que el fin estaba cerca. Sin intermediar palabras, la velocidad aumentaba cada vez más; ambos sabían que necesitaban un ritmo más desenfrenado.

El éxtasis los golpeó simultáneamente.

Watanuki apretó su entrada con más fuerza que todas las veces anteriores al momento de venirse, y clavó las uñas en la espalda canela.

Al ser una presión tan delirantemente placentera, Doumeki se vino sin poder contenerse.

Se abrazaron en medio del clímax y no se soltaron aún cuando éste hubo pasado.

Cuando recuperaron la respiración, Watanuki tuvo que decir:

─Eres… ─Doumeki contuvo la respiración─ Eres… increíble… Eso fue… Wow…

A Doumeki le volvió el alma al cuerpo.

Salió del interior del menor, escuchando un último gemidito escaparse de la boca del moreno. Con las últimas fuerzas que quedaban en su cuerpo, se recostó a su lado.

Ahora estaba seguro de que la fantasma no lo buscaría.

En medio de su silencio, se abrazó al cuerpo que sabía que le pertenecía de ahora en adelante. Watanuki le devolvió el brazo y de paso lo besó lentamente. Estuvieron besándose lo que puedo haber sido una eternidad. Cuando terminaron la caricia, el mayor se recostó en el pecho del menor, mientras los gráciles dedos del moreno jugaban con su cabello. En medio de ése cómodo silencio, Watanuki no pudo dejar tranquila su curiosidad y preguntó:

─Doumeki…

─¿Hm?

─¿Cómo…? ─se rascó una mejilla sonrojada, ya que no encontraba la manea correcta de formular la pregunta─. ¿Cómo…? ¿Dónde… aprendiste a…? ─al tardarse tanto en hablar, ocasionó que el mayor lo volviese a ver. Y tener la mirada de Doumeki ensombrecida por el post-orgasmo no lo ayudaba precisamente. Le encantaban esas esmeraldas oscuras y serenas…

─Oye… ─dijo el morocho de repente al ver que Watanuki tenía la mirada perdida.

─No me digas “Oye”.

─Te quedaste callado de repente…

─¿Eh?

─Ibas a preguntar algo.

─¿En serio?

─Sí.

─¡Ah! Es que… Quería preguntarte dónde… o más bien cómo… aprendiste a… Hacer todo… eso… ─desvió sus zafiros.

─¿El qué? ─preguntó Doumeki divertido.

─¡Ya sabes a lo que me refiero!

─No.

─¡A lo que acabamos de hacer, grandísimo estúpido! ─el sonrojo del rostro del moreno era furioso.

─¿A lo que te acabo de hacer?

─Voy a golpearte tan fuerte que…

─Miku me ayudó.

─¿Qué dijiste?

─Miku me ayudó.

─¡Ya entendí eso! Pero… ¿Cómo?

─¿Recuerdas el sobre que llevaba cuando salimos de su casa?

─Sí…

─Pues ahí iba todo.

─¡¿Todo?! ─interrogó el menor alterado.

─Sí.

─¿Y aún lo tienes?

─Ajá.

─¿Dónde lo tienes?

─No tengo la obligación de contestarte.

─¡Te voy a…! ─y antes de que la amenaza fuera dicha, los labios de Watanuki fueron sellados por los de Doumeki. Y claro, Watanuki no pudo resistirse. Aparte de que no quería. Cuando concluyó el beso con un último roce en los labios, el ojos-azules dijo:

─Eres un tonto… pero te amo tanto…

─Lo sé ─contestó el morocho con una pequeña sonrisa victoriosa.

─Eso no es lo que tienes que responder, idiota…

─Hmp…

─¡No me hagas “Hmp”!

─Ya sé… pero yo te amo más…

─Eso está por verse…

Y cayeron juntos y abrazados, en el más profundo de los sueños.

 

Notas finales:

Si no leyeron las notas de arriba... ¡Leanlas, son importantes! Necesito saber su opinión.

 

Ahora...

¿Merezco rr? ( ^^ )


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