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El décimo círculo por PokeGirl Uchiha

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Notas del capitulo:

Bueno :) lo prometido es deuda así que he aquí el cap esperado con lemon xD sii para todos los pervertidos :')!!

Antes que nada quería agradecer a Yumi por mis dos preciosos nuevos fan arts que están de lujo >.< gracias en verdad me has alegrado la semana!! :D 

http://i268.photobucket.com/albums/jj29/pokegirl_01/Lamire.jpg

http://i268.photobucket.com/albums/jj29/pokegirl_01/AlessandroyFiredoll.jpg

Allí están para los que quieran verlos :)!!

Este cap va para todos mis lectores de Perú que nunca han ido a Machu Picchu x)!! Los quiero~

Gracias a todos por sus reviews así sin más no los distraigo! :D

Lyosha yacía solo en su cama. La noche había caído, miró el reloj. Aún era demasiado temprano para estar acostado. El reloj apenas marcaba cuarto para las once de la noche. No sabía bien qué había hecho mal, pero Lamire le dijo que prefería hacer el trabajo de esa noche él solo y al no haber nada más que hacer terminó en su apartamento a una hora que hacía mucho no estaba.

Sabía que podía llamar a alguno de sus “amigos”, pero de repente no le apetecía estar con ninguno de ellos. Últimamente sentía un vacío en su corazón que ni el sexo desenfrenado podía llenar. Era la primera vez que sentía ese vacío tan profundo. Si bien no era la primera vez que lo experimentaba era la primera vez que esa sensación tan incómoda había llegado para quedarse.

Estuvo dando vueltas por toda la cama. Desde hacía un tiempo sentía que era demasiado grande para él solo. Buscó en su celular el número de Dante, su pulgar tembló vacilante mientras pensaba si debía llamarlo o no. No sabía bien que pasaba por su mente en los últimos días, pero se sentía culpable porque a veces se encontraba recordando a su ex. Sabía que éste no pensaba en su persona. No se sentía mal por ello. Tan mal. Pero a veces sentía que la vida era muy injusta porque él seguía allí con sentimientos confusos cuando Dante de seguro ya estaba siguiendo con su vida y aunque fuera difícil de creer él en verdad le deseaba que fuera feliz.

Sin embargo lo que le había dicho Ariel le había dejado pensando. ¿Y si siempre se rendía antes de que la verdadera lucha empezara? Cerró sus ojos con fuerza. No comprendía por qué él divagaba en esas cosas. Se supone que al ser un asesino no debería pensar en cosas como el amor, en su mundo no había cabida para esa clase de sentimientos. Sin embargo noches como esa se permitía ser débil y querer volver a enamorarse de alguien. No comprendía cómo Lupo en los años que lo conocía jamás lo había visto experimentar la añoranza por compañía.

Quizás Lupo era una roca o él era más sentimental de lo que quisiera admitir. Sus acciones lo delataban. La manera que había retado a Morello no había estado bien, sin embargo no podía evitar pensar que tenía que proteger a quienes él apreciaba. Ya había fallado una vez y no podía perdonarse ese tipo de errores. Él jamás iba a perdonarse.

Estar pensando en esas cosas siempre lo ponía en un pésimo humor. Al final solo logró sentirse más solo. Y como no tenía a nadie a su lado y Lyosha era Lyosha hizo lo que podría esperarse de él en una situación como esa: Puso una peli porno y se olvidó del resto del mundo.

***

El reloj marcaba casi las once. No comprendía por qué se había tenido que quedar precisamente él a cerrar todo el lugar. Jamás le habían pedido tal cosa, pero vino Hamid y le explicó que eran órdenes de Dante. Por fortuna Alessandro no le había llamado aún. Así que aún tenía tiempo para cambiarse su uniforme. Una vez listo, estaba terminando de guardar las cosas cuando escuchó el sonido del parlante de la guitarra eléctrica. Ariel extrañado salió al frente, pero lo que se encontró allí lo dejó mudo.

El restaurante estaba casi a oscuras. Casi. Había una mesa separada del resto que estaba tenuemente iluminada por la luz de la velas; allí había una cena dispuesta para dos. Elegantemente decorada. Ariel caminó hasta la mesa sin saber bien qué pensar, pero cuando el sonido de unas notas provino del escenario comprendió todo y aún así no podía creerlo.

Alessandro estaba sentado en el taburete donde él solía cantar, en sus manos yacía la guitarra de uno de sus compañeros— Buenas noches, señor Miderhive— dijo con una preciosa sonrisa que casi le hace contener el aliento— ¿Me concedería el honor de pasar esta velada junto a mí?

Ariel sabía que tenía que hacer un comentario igual de ingenioso, pero no podía salir de su asombro así que solo se le ocurrió preguntar: — ¿Qué es todo esto?

Alessandro sonrió más. Como un niño que estuviera haciendo una travesura— ¿No es obvio? Vamos a cenar, la vamos a pasar bien y después te voy a hacer mío— dijo al micrófono con voz sumamente sexy que hizo Ariel se quisiera saltar los dos primeros pasos para llegar al último—. Sin embargo quería demostrarte que tomo nota de lo que deseas que cambie— le explicó mientras afianzaba la guitarra—. La canción que siempre me hace pensar en ti, mi ricura, es ésta— Ariel le miró incrédulo. Sin embargo esos ojos no mentían, le miraban fijo mientras sus largos y finos dedos tocaban los primeros acordes. Al parecer aún tenía muchas cosas que aprender de Alessandro; una de ellas era que tocaba la guitarra, la segunda era que tenía una preciosa voz—: I’m not a perfect person, as many things I wish didn’t do, but I continue learning, I never meant to do those things to you…

Ariel seguía allí de pie escuchándolo cantar con una mezcla de emociones que no había experimentado. Jamás pensó que de entre todas las canciones que  podría cantar le dedicara precisamente esa: “The reason”. Una sonrisa salió en sus labios. No sabía si debía sonreír o llorar; una parte de él le decía que era un poco de ambos.

And all the pain I put you through I wish that I could take it all away and be the one who catches all your tears …

No podía evitar sentir que sus ojos escocían cuando le miraba a los ojos y le cantaba de esa manera. A veces creía que le habían cambiado a la persona de la cual se había enamorado. Aquello le aterraba de sobremanera, pero lograba tranquilizarse al pensar que no se lo habían cambiado, sino que era que finalmente lo estaba empezando a conocer.

I’ve found a reason to show a side you didn’t know a reason for all that I do and the reason is you…

No podía dejar de sonreír. Alessandro se quitó la guitarra de encima y caminó hasta él. Ariel le miró sintiendo que era la primera vez que en verdad le permitía amarlo. Alzó la mano para acariciar aquel rostro tan varonil— Rompiste todas mis expectativas— susurró antes de besarlo con amor. Pasó sus manos alrededor del cuello de la persona a quien le pertenecía su corazón. Ahogaba suspiros entre besos, sentía su cuerpo estremecerse de felicidad, de dicha, una absurda felicidad que esperaba que no tuviera final—. Te amo, Alessandro…—Éste solo hundió su rostro en aquellos cabellos rojizos—Alessandro. Todo lo que dice la canción no es cierto ¿verdad? — Preguntó con temor—. Es decir la parte que dice que vas a irte…—Se separó y le indicó que se sentaran en la tarima del escenario—Alessandro... —Veía el semblante triste de su pareja y empezaba a sentir pánico ante la idea que en verdad pensara dejarle—. N-no me digas que tú…

—Hoy fui a hablar con Samuel Shiheflit— empezó con voz queda mientras buscaba la mano de Ariel—. Prometió ayudarte, sin embargo, me pidió que te mantuviera alejado de aquello que te hizo caer en las drogas— Silencio. Ambos se miraban sin saber si debían seguir teniendo esa conversación—. Así que yo debería alejarme.

Ariel negó con su cabeza al sentir que era incapaz de hablar. Lo único que se le ocurrió fue abrazarlo aún a sabiendas que ese era un vano intento de retenerlo—No lo hagas—pidió—. No me dejes. No cuando empiezo a tenerte.  ¿Es que quieres rendirte?

Alessandro tomó la barbilla de Ariel haciendo que le mirara fijo—Yo nunca me rindo— le susurró—. Es solo que no quiero hacerte sufrir.

—No lo haces. Tú eres mi felicidad— le aseguró—. No voy a perderte. Tú mismo dijiste que estas decisiones se toman entre dos. Yo no quiero que te vayas y tú no quieres irte, entonces ¿por qué no ser felices juntos?

Alessandro miraba a Ariel quien no quería ceder. Una parte de él le decía que era mejor dejarlo, pero la otra se sentía seducida esas las palabras —Ser felices juntos—susurró como si no hubiera comprendido el significado de esas palabras. Lo vio asentir y no pudo evitar sentir que por primera vez en muchos meses estaba en el lugar indicado. Acarició aquella mejilla tan suave y unió sus frentes—. Suena bien ¿verdad? — Rozó sus labios con los de Ariel—. ¿Estás seguro?

— ¿Tú no?

Alessandro le miró con intensidad. No sabía por qué últimamente se sentía tan vulnerable. Él no estaba acostumbrado a ser así, pero no podía evitar pensar que Ariel le desarmaba y eso en su mundo no estaba bien. Sin embargo la idea de la felicidad era más fuerte que su razón. Las pocas veces que había antepuesto sus sentimientos a la razón, las cosas habían terminado mal. Él sabía las reglas de ese juego y la más importante era: Nunca te enamores porque eres una presa fácil. Lo sabía bien porque él había eliminado a decenas de personas que seguían al corazón en lugar de la razón. Siempre se había preguntado por qué las personas eran tan estúpidas de elegir el amor.

Si él no había seguido al corazón tanto como en realidad pudo hacerlo era porque siempre había pensado que Misha era de las personas racionales, pero ahora había descubierto que no fue así. Ariel tampoco lo era. Lo miraba allí ansioso por su respuesta. Sabía que su ricura creía que él era muy valiente, pero aún no tomaba el mayor de los riesgos; ese que probaría que en verdad era tan valeroso como todos decía. Él tenía que…

…Volverse a enamorar.

— ¿Quieres arriesgarte? — Le cuestionó, aunque ya sabía la respuesta que le daría. Su ricura era valiente. No le temía a los sentimientos.

—Sí. Por ti. Por mí. Por nosotros. ¿Y tú?

Acarició aquellos carnosos labios— Hace mucho tiempo dejé de pensar que había cosas por las que valía la pena arriesgarse— Ariel bajó la mirada decepcionado—. Hasta que te conocí…—finalizó con una sonrisa—. Si hay algo por lo que vale la pena arriesgarse en el mundo eres tú, mi ricura.

— ¿De verdad?

—Tú eres lo que único que me mantiene de pie…

Ariel se sonrojó un poco— ¿Ves? Tú también puedes ser cursi si te lo propones.

Alessandro sonrió de lado—No soy cursi. Solo digo la verdad—le aseguró antes de besarle. Sus labios se acariciaban con gentileza, poco a poco ambos fueron imprimiéndole la pasión que ambos sabían. De no haber recordado que estaban en el restaurante de Dante y que su amigo había hablado con el tipo árabe para que viniera a cerrar a las doce, de seguro le hubiera hecho el amor a Ariel allí mismo—. ¿Comemos? Me muero de hambre. En ambos sentidos— apuntó.

—Yo también me muero de hambre, en los dos sentidos…

Se miraron con deseo, pero tuvieron que contenerse e ir a sentarse a cenar como gente civilizada. Ariel miró toda la comida, la mesas, las velas— ¿Tú pensaste en todo esto?

Alessandro sonrió avergonzado—No. Soy malísimo para estas cosas, recuérdalo. Dante me ayudó. Tenía una vaga idea de lo que quería hacer, pero al final fue él quien le dio forma la idea. Lo único que tenía seguro que deseaba hacer era poder cantarte de la misma manera que tú lo hiciste para mí.

—Aún así la idea fue tuya y yo nunca pensé que tú…

Alessandro no se molestó. Solo sonrió un poco, alargó el brazo y tomó la mano de Ariel que estaba frente a él—Te prometí que cambiaría y en verdad quiero hacerlo. No puedo prometerte que todos los días serán así, pero si puedo prometer que los momentos como estos serán tan mágicos que no podrás sacarlos nunca de tu memoria.

Y Alessandro no mintió. Durante toda la cena hubo una armonía que pocas veces encontraban. Ariel se sentía en el paraíso. Veía a la persona que quería sonreírle abiertamente ante sus anécdotas de la escuela y del restaurante. Parecía en verdad feliz y por primera vez durante mucho tiempo no pensó que tal vez Alessandro estaría más feliz con Misha, porque todo lo que el otro le demostraba era que en verdad quería estar allí con él.

Faltaban veinte minutos para las doce cuando terminaron de comer, Ariel iba a levantar los platos, pero Alessandro le indicó que no había por qué preocuparse. Salieron del restaurante, pero en lugar de ir hasta el apartamento que se estaba haciendo más como una residencia para ellos, terminaron en la guarida secreta de los halcones, en medio del bosque. Cuando llegaron faltaba un poco más de cinco minutos para las doce.

Ariel  entró a la casa. Le gustaba ese lugar. Era tranquilo. Rodeados de tanta naturaleza era imposible no embriagarse con tanta paz. Giró y notó que Alessandro aún seguía afuera. Salió y una brisa fría le azotó la cara. Veía a Alessandro en medio del prado— ¿Pasa algo?

Alessandro sonrió y le indicó que guardase silencio. A lo lejos le llegaban el sonido de las cigarras, cuando las nubes descubrieron la enorme luna llena Ariel alzó la mirada, pero Alessandro tomó su mano y lo guió entre el bosque. Ariel no comprendía a dónde se dirigían, pero cuando llegaron a un pequeño claro se quedó maravillado al notar todas las luciérnagas que había en ese lugar. Miró a su pareja sorprendido que solo sonreía mientras miraba maravillado el espectáculo.

—Siempre me han gustado las luciérnagas— Susurró—. Porque pueden brillar incluso cuando están rodeadas de oscuridad. Esa luz que desprenden solo la puedo comparar a la que tú emanas a pesar que estás rodeado de sombras— Se acercó a Ariel y lo rodeó con  sus brazos—. No permitas que nadie te quite nunca esa luz que desprendes, mi ricura— iba a besarle cuando Ariel puso unos dedos en sus labios. Alessandro le miró confundido, pero en ese momento el reloj de su pareja brilló anunciando las doce de la medianoche.

—Ahora sí— susurró—. Feliz cumpleaños, mi Alessandro— Deslizó su mano por sus hombros antes de unir sus labios con urgencia. Una urgencia que también expresó Alessandro. Ariel necesitaba sentirlo. Quería que Alessandro lo poseyera. Intentó entrelazar sus piernas alrededor de la cintura de su novio, pero solo hizo que terminaran en el suelo. Al caer miles de luciérnagas se levantaron y revolotearon alrededor de ellos.

—Creo que alguien está más ansioso de lo que había pensado— Se incorporó un poco para besar al responsable que ahora estuviera en el suelo. Sonrió al notar como más de una luciérnaga se paseaba por los cabellos rojizos. Allí en medio de tanta paz veía todo tan perfecto, tan inexistente. Hacía tiempos que no se sentía así—. Creo que hay que regresar a nuestra casa para tener nuestro sexo de reconciliación. ¿Qué dices? — Ariel solo pudo sonreír encantado ante la idea. Tuvo que aferrarse a Alessandro al notar como lo cargaba en brazos—. Vamos, mi ricura.

—Yo puedo caminar— se quejó.

—Sí, pero es mi cumpleaños, así que puedo aprovecharme de ti todas las veces que quiera— Decidió besarlo para callar sus quejas. Apenas y se fijaba por donde caminaba, pero conocía ese lugar como la palma de su mano. Mucho de los momentos memorables de su vida habían sido en ese lugar. Una parte de él se sentía aliviado de saber que aún podía seguir creando momentos dignos de recordar para toda la vida.

Todo el camino hasta la cabaña Ariel intentaba ahogar gemidos al sentir las manos de Alessandro tocar aquella zona tan sensible—Basta, me estoy excitando—gimoteó intentando parar el brazo, pero Alessandro solo seguía acariciando la naciente erección sobre los pantalones.

—Esa es la idea— susurró  mientras le besaba con deseo. Su mano ya no lo resistía. Así que abrió la bragueta y empezó a masturbarle sin siquiera haber llegado a la cabaña. Su otro brazo hacía el doble de esfuerzo para sostenerlo. Casi tropiezan con las escaleras del pórtico, pero eso se debía a que Ariel se movía demasiado.

—Allí—gimió señalando el sofá.

— ¿Allí?

—La habitación está muy lejos. No aguanto— suplicó. Alessandro sonrió divertido, pero complació a su novio, a pesar que la habitación solo estaba a escasos cinco metros de allí. Prácticamente cayeron el sofá. Ariel se apresuró a quitarle la chaqueta—Tócame…

No pudo evitar sonreír al notar lo ansioso que su pareja se encontraba. Sus manos casi le arrancan los pantalones. Sintió su erección palpitar con fuerza al notar lo mojado que el otro se encontraba ya. No se anduvo con preliminares, puesto que él también lo deseaba, sin quitarle aún la camisa, su boca viajó hasta el sexo del otro y quitó todo el líquido pre seminal. Ariel gimió con fuerza e inconscientemente movió sus caderas para profundizar el contacto.

Alessandro se quitó la camisa que terminó volando hasta la entrada. Terminó de desnudarse y le quitó la camisa a Ariel. Se miraron unos segundos antes de besarse. Sus lenguas ansiosas salieron antes a encontrarse. Ariel  empezó a ahogar gemidos cuando él reanudó su tarea de masturbarle. Se separaron un segundo respirando agitados— ¿Te gusta?

— ¿A estas alturas aún lo dudas? — Gimoteó mientras intentaba buscar un contacto más profundo.

—No. Solo me gusta que me lo digas— le dijo lleno de egocentrismo—. Entonces ¿qué dices?

—Que me folles de una buena vez, maldito narcisista.

— ¿Quieres reconciliarte si o no? —Preguntó con malicia mientras apretaba con autoridad el glande, se regocijó escuchándole gemir con fuerza—. Si no pones de tu parte no nos reconciliaremos nunca. Así que dime ¿Te gusta cómo te toco? — le susurró al oído.

—Sí, pero me gusta más cuando me haces tuyo— le dijo incitante elevando sus caderas para hacer que sus erecciones se frotaran. Ambos tuvieron que ahogar un gemido de satisfacción al sentir la fricción.

—Vas a volverme loco, ricura— susurró mientras empezaba a mover sus caderas—. Quiero hacerte mío. Voy a volverte loco— le susurraba insinuante al oído. Le encantaba sentir como Ariel se iba poniendo más duro. Más caliente—. No te voy a dejar ir hasta que te hayas quedado saciado. Incluso entonces, volveré a hacértelo para que no te queden dudas que eres mío— Lo escuchó gemir largamente. Tardó unos segundos en darse cuenta que Ariel se había corrido. Tenía sus mejillas rojas, su pecho se movía con rapidez y tenía esa expresión de satisfacción que lo volvía loco—. No mentía con lo de hacerte mío todas las veces que sean necesarias, Ariel—sus manos acariciaban el vientre de su pareja—. No dudes que esta noche voy a marcarte de todas las maneras posibles— Le besó con lentitud, sexy, le encantaba morder aquellos labios. El cuerpo de su pareja iba despertando de nuevo—. Esta noche te voy a hacer el amor todas las veces que sean necesarias para que comprendas todo lo que siento por ti.

 Ariel le miraba extasiado, con sus pupilas dilatadas. Su mano buscó la de su pareja y empezó la lamer dos de sus dedos. Mirándole seductoramente mientras hacía la labor de humedecerlos. Una vez listo los guió a su propia entrada—Demuéstramelo— pidió anhelante. Gimió al sentir como el primer dedo se adentraba en su interior. Luego otro y un último. Cerraba sus ojos dejándose embriagar por esas sensaciones—. Alessandro, hazme tuyo— suplicó.

Éste no dudo en cumplir los deseos de su ricura. Sacó con rapidez el condón de su pantalón una vez listo, puso una de las piernas de Ariel sobre su hombro dejándolo de lado. Ese sofá era bastante estrecho, pero sabía bien cómo estar cómodo mientras le hacía el amor a Ariel. Los ojos verdes de su pareja le miraban ansiosos, adoraba ese brillo que tenían antes de penetrarlo. Sonrió al notar cómo se mordía el labio inferior ansioso, se veía tan sexy.  Empezó a penetrarle con lentitud, sintiendo como los músculos de la pierna que tenía en su hombro se tensaban, se inclinó para besarle. Solo quería indicarle que todo estaría bien. A partir de ahora todo tendría que estar bien—No quiero que seas de nadie más— le susurró con dificultad mientras se adentraba en él—. Aún eres mío.

Ariel sonrió un poco y ahogó un gemido al sentir como terminaba de poseerle—Siempre he sido solo tuyo— No pudo evitar sonreír al notar que no se sentía extraño por estar así de nuevo con Alessandro. Parecía como todo lo que habían vivido las últimas semanas hubiera sido solo un mal sueño y ahora todo estaba en su lugar. Se inclinó un poco buscando los labios de su pareja una vez más—. En verdad, solo soy tuyo…

Ambos lo sabían. Ellos se pertenecían. Y en esos momentos solo reafirmaban esa pertenencia. Alessandro empezó a moverse con lentitud, sacándole largos gemidos a Ariel. Sentía cómo le era un poco más fácil penetrarle en esa posición así que no dudo en aumentar el ritmo. Cuando Ariel intentó acercarse, le tomó con cierta rudeza de los cabellos y le impidió que lo besara. Haló los cabellos rojizos para dejarle expuesto el cuello que en pocos segundos tenía más de una marca. Adoraba escucharlo gemir de esa manera. Su boca marcaba todo lo que tuviera a su alcance. Sentía las manos de Ariel intentando apegarle más, invitándole a profundizar las penetraciones.

—Bésame…

—Convénceme.

Ariel intentó romper distancias, pero solo logró que terminara en el suelo. Reprimieron una risa. Una vez tuvo cerca los labios de Alessandro no dudó en reclamarlos como suyos. Alessandro tomó las dos piernas de Ariel y las puso sobre sus piernas y lo dio una profunda embestida. Tan profunda que dio de lleno en el punto que hacía enloquecer a Ariel. Después de eso solo sus gemidos fueron apagados por los de su pareja que se retorcía de placer bajo suyo. Su mano buscó la de su pareja. Le miró a los ojos extasiado por la imagen que este le regalaba. Besó la mano que tenía entre las suyas y sonrió.

—Ya no aguanto…

Para ser sinceros él tampoco, pero apenas podía respirar en esos momentos. Así que solo asintió mientras dio las últimas penetraciones procurando hacer que fueran las que llevaran al cielo a su ricura. Lo escuchó gemir solo como él sabía cuando alcanzaba el climax. Él también gimió con fuerza al sentir como su erección era deliciosamente apretada por aquellas paredes tan estrechas. Todo su cuerpo se tensó para después relajarse de golpe. No supo en qué momento terminó encima de Ariel, agitado, sudoroso, pero muy satisfecho. Se quedó allí mientras sentía los espasmos de placer recorrerle el cuerpo. Sus labios besaban el pecho de su ricura. Sus manos acariciaban ese cuerpo con infinita devoción. Con sumo cuidado salió del interior del pelirrojo. Lo tomó en brazos y lo guió hasta la habitación que en esos momentos sí parecía ser lejana. Tiró el preservativo en la basura y se metió a la enorme cama junto a él. Lo veía luchar contra el cansancio— Descansa…

—Es que quería hacerlo toda la noche, pero estoy molido.

—Lo sé. Ya habrá tiempo para no dormir— Le quitó uno de los mechones que caían sobre sus ojos—. Además mañana tienes clases.

— ¿Tengo que ir? — Se quejó. Mientras se acercaba más a él—. Quería quedarme consintiéndote todo el día.

—Tengo que trabajar— La verdad nunca se había tomado un descanso en su cumpleaños. Sería extraño empezar a hacerlo.

Ariel le miró algo decepcionado— ¿No puedes trabajar solo la mañana? En verdad quiero consentirte.

Tuvo que reprimir una sonrisa—Tu ganas, ricura manipuladora. Ahora descansa— Se apoyó en su pecho y él no pudo hacer otra cosa que pasar sus brazos alrededor de ese cuerpo tan frágil.

—Estoy feliz de haber tenido nuestro sexo de reconciliación…

—Yo también, ricura, yo también…

***

Lupo abrió los ojos con lentitud. Empezaba a hacerse a la idea que el sofá de esa habitación sería su nuevo mejor amigo. Llevaba demasiado tiempo allí, pero a pesar que Ethan no lo supiera ya estaba empezando a poner distancia entre ellos. Una parte de él se le hacía difícil dejarlo por horas, pero la otra le indicaba que era lo correcto.

Parpadeó un par de veces antes de notar que su sobrino seguía despierto. Al parecer leía algo debajo de las sábanas porque solo se veía la luz de la linterna.  Se puso de pie y caminó hasta la cama. Se inclinó un poco para escuchar cómo parecía leer un libro de psicología. Iba a quitar la sábana cuando lo escuchó sollozar.

—Los…los…Maldición ¿qué estaba leyendo? — Lo escuchó volver a leer un párrafo entero, luego aguardar unos minutos. Lupo no comprendía a qué iba todo eso. Sabía que su sobrino era excelente memorizando cosas y comprendiéndolas, sin embargo se quedó sorprendido al notar como no éste no recordaba nada.

Lupo le quitó la sábana de golpe. Ethan alzó la mirada e intentó limpiar en vano sus lágrimas— ¿Te he despertado? — Preguntó intentando lucir tranquilo.

— ¿No puedes recordar nada?

Ethan le miró lleno de culpabilidad—No pasa nada. No quería preocuparte— dijo aún con la linterna en su mano—. Yo…

—Pequeño idiota. ¿Qué no vez que así solo me preocupas más? —Se sentó a la orilla de la cama. Tomó la linterna de Ethan porque la luz le estaba molestando. Cuando todo el cuarto quedó a oscuras se sintió mejor—. ¿Has soportado esto tú solo?

Las lágrimas caían esporádicas—No. Dante me ha ayudado. Ari apenas lo supo ahora. No quería preocuparte porque ya haces demasiado por mí. Y yo nunca podré pagártelo.

Lupo  solo puso una mano en aquellos cabellos azabaches y los despeinó— Creo que con el golpe mataste muchas neuronas porque es la única explicación para que no puedas comprendes que si estoy contigo es porque me gusta, no porque espere algo a cambio.

—Lo siento. Es solo que no quiero causarte problemas con Morello.

—Olvídate de él. Lo importante es que tú estés bien—Le miró en la penumbra—. Es lo único que he querido. Así que deja de pensar que causas los problemas a los demás. Concéntrate en ti— Le indicó que durmiera—. Por la mañana veremos qué hacer.

Ethan se acomodó en la cama— ¿Y si ya no pudiera volver a recordar nada? — Eso le daba miedo. No ser capaz de crear nuevos recuerdos sin la necesidad de anotarlos en una libretita. También temía que eso conllevara a olvidar sus sueños de seguir estudiando. Apenas y podía recordar una conversación así que no sabía bien cómo lograría aprenderse contenidos que poco a poco se irían complejizando. Había intentado estudiar lo que estaban viendo sus compañeros en clases sin éxito. Dante le había dicho que por el momento no pensara en eso porque solo se ponía peor y necesitaba recuperarse, pero si no podía volver a la normalidad no sabía que tan dispuesto estaba a seguir recuperándose.

—Eso no pasará. No te preocupes. Mejor duerme. Mañana viene Shiheflit en la mañana y recuerda que Dante prometió venir a verte en la tarde.

Ethan sonrió un poco. Se sentía aliviado que Lupo no lo rechazara aún a sabiendas que era homosexual— Gracias por estar siempre conmigo. No sé qué haría sin tu apoyo.

—Saldrías adelante— le aseguró el halcón mientras se levantaba para que Ethan se pusiera abrigar bien con la sábana—. Posees la fortaleza para hacerlo.

—Tú haces que seguir adelante sea fácil— le dijo con una sonrisa mientras se hacía un ovillo—. Descansa, Lupo.

Sin embargo no pudo hacerlo. Se quedó toda la noche pensando en el problema de Ethan. Una parte de él deseó no haberlo descubierto puesto que eso solo le hacía sentir que su sobrino lo necesitaba más de lo que él había pensado y eso no le hacía ningún bien para su plan de alejarse.

***

Alessandro despertó en medio de la noche. Bastante molesto consigo mismo. No podía dejar de tener esas pesadillas. Esperaba que no lloviera en los próximos días. La lluvia solo conseguía que sus pesadillas aflorasen con más facilidad. Se levantó de la cama y fue hasta la cocina por un vaso con agua. Caminó desnudo por toda la casa hasta que se sintió sofocado y salió al pórtico. Era una de las ventajas de estar en medio del bosque. Salías como querías y nadie te decía nada. Lo había hecho muchas veces en el pasado. Debían ser como mínimo las cuatro de la mañana. La brisa de la madrugada le pegaba de lleno en todo su cuerpo.

No supo cuanto tiempo estuvo allí hasta que sintió una sábana en sus hombros. Se giró y notó a Ariel que solo llevaba su camisa puesta— ¿Estás bien?

—Sí. No podía dormir— La verdad era que no quería dormir—. ¿Te he despertado?

—Claro que sí. Necesito el calor de tu cuerpo para poder dormir bien toda la noche.

Alessandro solo lo acercó a él y los arropó a ambos con la sábana. Miraba el bosque. Antes que Ariel entrara a su vida solo los lugares alejados de personas le llenaban de paz. Sonrió un poco al notar como Ariel cabeceaba intentando luchar contra el sueño— Regresemos a la cama.

Entraron a la habitación y el pelirrojo se quedó dormido en cuestión de segundos. Sin embargo ahora no podía volver afuera puesto que su cuerpo era abrazado con posesividad. Cerró sus ojos suplicando por no soñar. Estaba harto de esos sueños.

Estaba en una casa que conocía a la perfección. Miraba a todos lados intentando buscar algo que le diera indicios que era mejor salir corriendo de allí como lo habían hecho miles de veces. Pasó adelante de un espejo y notó como no era un niño. Ya era un hombre. Con cierto temor empezó a recorrer las habitaciones hasta que llegó a la cocina.

Se quedó mudo al notar como en la mesa se encontraba él. De pequeño. Estaba trabajando en un  cartel de la escuela o probablemente del kinder. Lo sabía. Veía todos los plumones regados. La puerta de al lado se abrió y sintió un nudo en su garganta. Vio como aquel hombre se dirigía a él y le tapaba los ojos con una mano— Feliz cumpleaños a mi nieto favorito— Su abuelo ponía sobre la mesa un pequeño muffin de chocolate con una única vela encendida.

—Abuelito, soy tu único nieto.

—Lo sé, pero aunque tuviera más de uno tú serías mi favorito—dijo con una sonrisa. Veía como abrazaba a su abuelo—. Anda pide un deseo.

—Los deseos que pido nunca se vuelven realidad, abuelito.

—Tal vez este año tienes más suerte. ¿Qué dices? Hazlo por tu viejo.

Asintió con una sonrisa antes de cerrar los ojos con fuerza y soplar la vela. Sabía bien que esa era la única felicitación y regalo que recibiría bajo ese techo—Gracias abuelito. Eres el mejor del mundo. No tenías que molestarte. Además ya no es hora que estés despierto.

—Tú tampoco, pequeño.

—Es que me agarró la tarde haciendo este cartel. Tuve que ir a hacer muchos mandados.

— ¿Quieres que te ayude a pintar mientras comes tu regalo? — Se vio así mismo asentir mientras tomaba su muffin. Sin embargo toda la calma duró poco. Alessandro sintió una gran impotencia al notar como entraba alguien más a la sala. Incluso sentía en esos momentos que podía percibir el olor a alcohol y drogas. Lo veía quitarle el pequeño muffin que su abuelo había comprado con tanto sacrificio de su pensión.

La tranquilidad que había existido hasta unos segundos se quebró. Su abuelo gritando, aquel hombre también gritaba. Su abuelo indicándole que fuera a su habitación. El hombre reteniéndole. Peleas, gritos. Su abuelo tocando su pecho en señal que ya no era el hombre fuerte de hace años. Él corriendo a su abuelo indicándole que fueran a su habitación.

Alessandro sintió rabia, odio. En ese entonces era demasiado pequeño para defenderse y defender a su abuelo. Los ojos negros de aquel hombre se enfocaron en él, no él pequeño sino él adulto— Hola, Alessandro, ¿vienes a recordar este infierno?

Abrió los ojos de golpe. Sudaba. Miró el reloj y agradeció porque ya casi era hora de levantarse. Cerró sus ojos intentando despejar su mente. Odiaba  recordar el pasado. Por más que deseaba olvidarlo siempre volvía con fuerza. Se estaba quedando dormido cuando sintió a Ariel moverse. Intentó no prestarle demasiada atención. Quería dormir un poco más. Lo sintió ponerse sobre él y apagar la alarma del celular. Alessandro apenas era consciente de lo que estaba pasando hasta que sintió una mano demasiado al sur.

Percibió como Ariel  se metía bajo las sábanas. Abrió sus ojos con lentitud, aún somnoliento, pero el sueño se fue de golpe al sentir como su sexo era cálidamente acogido no por una mano, sino por una deliciosa boca. Jadeó un poco. Levantó las sábanas y se encontró con la sonrisa maliciosa de Ariel— Feliz sexo de cumpleaños— le dijo con una sonrisa para lamer todo su pene. Alessandro gimió con fuerza. Sentía esa lengua pasearse por toda su extensión. Sabía que era difícil de abarcar, pero Ariel era excelente en el tema de las felaciones. Quitó la sábana que estaba sobre ellos y se apoyó con sus codos para ver aquel espectáculo tan erótico. Dejó caer su cabeza hacia atrás mientras gemía con fuerza. Una mano se fue hasta los cabellos de Ariel y empezó a imponerle el ritmo que deseaba. Se sentía arder. Necesitaba correrse. Su mano tomó con más fuerza aquellos sedosos cabellos al sentir como jugueteaba con sus testículos.

Cuando sentía que estaba alcanzando su límite Ariel se detuvo de golpe. Gruñó por primera vez furioso. Ariel sonreía con malicia mientras se limpiaba parte del líquido pre seminal. Se inclinó a la mesita de noche. Abrió la gaveta y sacó un condón. Alessandro le miraba embobado. Ahogó un gemido al sentir como esas tersas manos tocaban su erección para dejarle bien puesto el condón. Así sin mayor preparación Ariel empezó a penetrarse así mismo.

Apenas podía procesar todo lo que estaba pasando. Gimió al sentirse de nuevo en aquella cálida y estrecha cavidad. Ariel se inclinó para besarle los labios. Sus lenguas se acariciaron con deseo. Aquello estaba siendo la mañana más erótica que jamás hubiera tenido con su ricura. Apenas rompió el beso, sintió a Ariel moverse. Primero lento para acostumbrarse a la sensación, poco a poco el ritmo se fue acrecentando. Alessandro sujetaba a Ariel de la cintura ayudándole a hacer las penetraciones más profundas y placenteras. Ambos estaban a punto de alcanzar le climax cuando empezó a masturbar a Ariel quien solo dedicaba a moverse de una manera insana sobre su cuerpo y a dejar salir esos gemidos que le provocarían la mayor de las erecciones a cualquiera en kilómetros a la redonda.

—Alessandro, ya no aguanto— dijo entre gemidos. Aquello solo hizo que su erección palpitase con más fuerza. Sintió como salía y entraba una última vez antes que ambos alcanzaran el ansiado orgasmo. Se sentía morir de placer. Su cuerpo vibraba extasiado por las emociones sentidas, sin embargo Alessandro gimió molesto al sentir como su sexo ya no estaba dentro de Ariel. Al poco tiempo tenía a su ricura en sus brazos— ¿Te ha gustado tu regalo?

—Joder, vas a hacer que quiera cumplir años todos los días.

Le miró a los ojos. Hacía mucho que no sentía que estaba en el lugar indicado. El sentir a Ariel tan cerca de él y sus labios sobre los de él le hacía creer que en verdad tenía un lugar en este mundo lejos de los bajos fondos.

Se quedaron compartiendo largos y húmedos besos hasta que se dieron cuenta que se les hacía tarde para volver a la realidad. Sin embargo la esperanza de que en pocas horas estuvieran de nuevo en su paraíso les animó a salir de la cama.

***

Empezaba a creer que estaba condenado a pasar horas y horas viendo esa puerta. Miró su celular de nuevo creyendo que el destino le estaba jugando una mala pasada, pero allí estaba el mensaje de texto de Lyosha que le indicaba que lo invitaba a desayunar. Miró el reloj. No sabía si había llegado muy temprano o si debió haber llevado algo. Ahora que lo pensaba se maldecía por no haber llevado nada.

Iba a ir a comprar aunque sea unos panecillos cuando la puerta se abrió. Salió Lyosha cubierto con una bata roja. Lo primero que notó fue que había pasado una mala noche—Hola, bonito. Llegas más temprano de lo que esperaba.

— ¿Quieres que regrese más tarde? — Se apresuró a preguntar— Porque puedo regresar más tarde o puedo no regresar porque luces agotado.

Lyosha sonrió un poco mientras le indicaba que pasara. Se inclinó para recoger la correspondencia y el periódico. Lamire entró  cuando notó que a Lyosha se le caía una carta. Se inclinó a recogerla. Y no pudo evitar notar que la carta venía desde Barcelona. Sin embargo algo llamó su atención del nombre del destinatario— ¿Quién es Nicolás De Aragón? — Antes que pudiera decir algo más, la carta le había sido arrebatada—Lyosha ¿estás bien?

El español miró a Lamire unos segundos. Luego la carta y al notar el nombre del remitente sintió sus piernas flaquear. Intentó sonreír, pero negó con la cabeza. Se dejó caer en el sillón. Le dio mil vueltas a la carta antes de tirarla al bote de basura que estaba próximo a él—Lo siento. No debiste verme en ese estado.

— ¿Quieres que me vaya?

—No. No te vayas. No quiero estar solo— susurró. Lamire fue a sentarse a su lado. No sabía bien pero creía que Lyosha lo necesitaba más que nunca. No era muy bueno en temas del corazón y mucho menos reconfortando, así que lo único que se le ocurrió fue darle unas palmaditas en la espalda.

—Gracias…

— ¿Quieres hablar? — Cuando vio aquellos ojos miel comprendió muchas cosas—. Lo siento…

— ¿Por qué?                                                                                                           

—Por no ser la persona con quien quieres hablar.

Lyosha le miró unos segundos— No te disculpes, bonito— Se sentía culpable por haber hecho sentir mal a Lamire—. ¿Puedo confiar en ti, Lamire?

—Por supuesto.

Sonrió un poco ante la seriedad del coreano— Me preguntaste quien era Nicolás De Aragón— empezó con cierta incomodidad—. Bueno soy yo…

Lamire le miró sorprendido— ¿Te llamas Nicolás?

Solo se encogió de hombros dándole a entender que él no había elegido ese nombre—Si no hay más remedio y tienen que llamarme así prefiero que me digan Nico.

—No tienes cara de Nicolás. Tienes cara de Lyosha.

El español sonrió a su pesar— Lo sé. No quise arrebatarte la carta.

—No tiene importancia.

—No. No debí y menos cuando tú andas molesto conmigo. Solo empeoré las cosas.

— ¿Quién dice que estoy molesto contigo?

Lyosha alzó una ceja y lo examinó minuciosamente— ¿No lo estás? — No supo que decir al notar como negaba— Es que ayer tú habías estado actuando raro desde que me recogiste y luego cuando me dijiste que preferías hacer el trabajo solo pensé que había hecho algo que te molestase.

—No. No ha sido tu culpa— Era suya por tener sentimientos que sobraban en lo que sea que ellos tuvieran—. Perdona si me las desquité contigo.

Lyosha sonrió un poco— De acuerdo— Intentaba parecer tranquilo, pero no podía dejar de mirar el cubo de basura. Cosa que Lamire notó.

— ¿Quieres abrir la carta?

—No.

— ¿Entonces quieres que la bote?

—No.

Era difícil seguir la conversación si Lyosha le respondía solo con monosílabos, en general era él quien respondía de esa manera y el español era quien se las ingeniaba para seguir la conversación— ¿Tan malo es lo que dice allí?

—Viniendo de parte de mi padre no puedes esperarte otra cosa.

Lamire jamás había escuchado hablar a Lyosha con odio, sin embargo se percató que había mucho de eso y resentimiento en su voz— Creía que tu padre estaba muerto.

—No tengo tanta suerte, bonito— dijo mientras fruncía su ceño, pero su semblante también era triste.

—Si no quieres hablar de eso no te preocupes.

—Dijiste que podía confiar en ti…

— ¿Y lo haces?

Lyosha sonrió de esa manera que solo él sabía. Esa que iluminaba toda la habitación— Sí. Confío en ti. Siempre lo he hecho y estos últimos días aún más— Lamire sonrió a su pesar—. Lo que pasa es que mi padre y yo no tenemos una buena relación. Sin embargo de vez en cuando manda una que otra carta para recordarme que aún está allí y quiere joderme la vida.

— ¿Por eso reaccionaste así?

—Sí. Usualmente intento hacerme a la idea que no tengo familia. Y en verdad hace mucho dejé de tenerla, porque a él no lo considero parte de esta.

— ¿Tan mal hombre es?

Lyosha suspiró mientras subía los pies al sofá y abrazaba por la parte de atrás de la rodilla sus piernas— Supongo que con el resto del mundo ha cambiado, pero para mí sigue siendo la persona que se encargó de destruir mi familia.

Lamire se mordió la lengua. Nunca había visto a Lyosha tan triste— Lyosha— susurró sintiendo de repente la necesidad de abrazarlo y reconfortarlo, pero se abstuvo de hacerlo.

—No importa. Fue hace mucho.

Sin embargo Lamire notó que aún el tema le seguía afectando de sobremanera— ¿Quieres que prepare el desayuno?

Lyosha sonrió a su pesar— Se supone que yo tendría que hacerlo.

—Sí, pero supongo que podemos cambiar un poco lo que habíamos planeado. Tú aguarda o toma un baño para relajarte— dijo mientras se ponía de pie y se dirigía a la cocina. Aunque se sorprendió al notar como Lyosha le tomaba la mano. Creyó que su corazón iba a salírsele al sentir aquel toque delicado. Bajó la mirada. Allí estaban aquellos ojos color miel que lo volvían loco.

—Gracias, bonito—Susurró.

—Tú harías lo mismo por mí.

—Por supuesto, para eso estamos los amigos.

Lamire sonrió con cierta tristeza. Amigos. Quizás debería olvidarse de Lyosha. Sin embargo no pudo evitar abrazarlo. Suponía que eso estaba bien. Después de todo eso hacían los amigos. Lyosha abrazaba a todos los que podía, pero eso era caso aparte. Entonces notó que era la primera vez que ellos dos lo hacían. ¿Por qué Lyosha no lo abrazaba como a los demás? Quizás no le agradaba lo suficiente para merecer un abrazo.

—Gracias, Lamire—le escuchó decir.

Quiso besarlo, hacer que se olvidara de todo lo malo que le traía el recuerdo de su familia. Sin embargo empezaba a creer que era un cobarde. Uno quien debería aprender a vivir con esos sentimientos hasta el fin de sus días. Y no es que pensara vivir mucho tiempo. Después de todo cuando eres un halcón llegar a la edad de Lupo era casi para obtener una medalla. Podías estar vivo un día y al siguiente estabas bajo tierra. Y aún sabiéndolo no se atrevía a decirle dos simples palabras a la persona que yacía en sus brazos.

***

Aquella mañana había pasado más tranquila de lo que había esperado. No había tenido muchos problemas, solo unas cinco amenazas que sacaron el dinero de la semana de Mapelli así que nada fuera de lo ordinario. Excepto claro que era su cumpleaños. No es que hubiera llegado al PS y que los otros lo hubieran felicitado. Aunque Lupo si lo recordó. En realidad era el único de los halcones que lo sabían. Incluso se quedó sorprendido al ver que tenía un regalo para él.

Palpó su chaqueta en la cual reposaba su nueva mejor amiga. Una preciosa Magnum cuarenta y cinco. No sabía de dónde había sacado el tiempo y los recursos para fabricarle una. Incluso tenía balas especiales. Un arma cien por ciento personalizada. Incluso le había grabado un halcón en ella. Sabía que ni siquiera Mapelli tenía una de esas y eso que Lupo era su hermano, cosa que aún no podía sacarse de la cabeza.

Palpó  un compartimiento especial de su motocicleta donde yacía su vieja Colt por la que guardaba un cariño especial. Lamire se había encargado de modificar su Chopper hace tiempo para poder andar todo un armamento sin que la policía lo tonase.

El sonido de la timbre se escuchó a lo largo de todo el edificio. Al poco tiempo empezaron a salir los primeros estudiantes. Muchos le miraban curioso. Lo sabía, pero le eran indiferentes a las miradas, por lo menos no asustaba a todos como Misha cuando intentaban entablar una conversación con él. No pudo evitar sonreír con cierta nostalgia. Sin embargo esta se disipó cuando notó a Ariel completamente sonrojados mientras era molestado por los del equipo de basquetbol. Sin embargo las bromas pararon al notar su presencia. Todos le saludaron con un respeto casi absurdo. Alessandro solo sonrió un poco y respondió el saludo en general. Tampoco quería ser tan antipático con los que hacían más llevadera la vida del instituto a su ricura, sabía que no todos miraban con buenos ojos su relación aparte de que lucía mayor y siendo hombre le restaba bastantes puntos de popularidad a su novio.

Sonrió cuando éste le besó sin importarle lo que los demás pensaran. Más de una ocasión habían sido pillados por uno de los profesores de Ariel, pero se limitaban a hacer mala cara porque él les mandaba una clara advertencia que no debían de meterse con él— ¿Hoy porque te molestaban?

Ariel le miró algo sonrojado— ¿Aún lo preguntas? Anoche me dejaste más marcas de costumbre y no me las pude quitar.

—Ese era el punto— comentó con una sonrisa. Ariel solo hizo un puchero—. Ya, vamos ¿a dónde se supone que iremos? Me he librado toda la tarde solo para complacerte.

Ariel sonrió. Si todo salía bien  de seguro sería un día inolvidable— ¿Vamos al apartamento de aquí cerca primero? — Propuso.

Así lo hicieron. Cuando llegaron Ariel se apresuró a tapar los ojos de Alessandro con un pañuelo— ¿Qué haces?

—No creerías que te traje aquí sin razón alguna ¿verdad?

Una vez abrió la puerta le quitó la venda— ¡Sorpresa! — Dijo con una sonrisa examinando la reacción de su novio— ¿Te gusta?

Alessandro no pudo evitar sonreír— Eres único. Lo sabes ¿verdad? — No pudo borrar esa sonrisa por más que quisiera. Ariel había hecho una enorme pancarta de tela que decía feliz cumpleaños y había llenado toda la sala con globos con helio. No comprendía de dónde sacaba tanta inventiva, pero esperaba poder vivir lo suficiente para seguir viendo todo lo que era capaz de hacerle.

—Espera a probar lo que te cociné— le dijo con una sonrisa. Alessandro le miró algo desconfiado—. Hamid me ayudó. No te preocupes. No quiero que pases enfermo tu cumpleaños. Quería hacerte un pastel, pero no sabía bien de que sabor te gustaría. Así que decidí que fuéramos a comprarlo más tarde para comerlo en la noche. ¿Qué dices? — preguntó con un entusiasmo que era imposible no contagiarse. Alessandro se quitó la chaqueta. Miró su nueva arma y lo que tenía frente a él ahora. Sonrió aliviado de poder escapar de todo eso  al menos por un día.

Intentó abrirse paso entre todos los listones que colgaban con los globos con helio— ¿De dónde sacaste tiempo para hacer todo esto? Creía que estabas ocupado.

—Cuando se trata de ti siempre encuentro tiempo— le aseguró mientras llevaba el platillo que tenía buen olor—. Lamento que sea recalentado, pero se suponía que lo comeríamos ayer en la noche— le explicó mientras lo ponía en la mesa. Sonrió al notar la reacción de Alessandro—. No eres el único que le busca a Dante para pedirle algunos consejos. Dijo que cualquier platillo italiano estaba bien, pero este era el que más te gustaba.

Alessandro quería decir tantas cosas, pero creía que nunca elegiría las palabras adecuadas para decirle lo feliz que era de tenerlo a su lado. Ariel le miraba con atención y al notar que no decía nada se preocupó que estuviera haciendo algo mal— ¿Pasa algo?

—Nada. Es solo que soy feliz— Tan feliz que empezaba a creer que ese momento era irreal. 

Notas finales:

:B bueno con suerte ya esta es la última semana en un buen tiempo que actualizaré solo una vez. Así que crucemos los dedos, así sin más nos leeremos el próximo lunes :D !! Gracias por su apoyo prometo que para el siguiente cap estaran todos sus revires contestados!! :D Besos felices semana y vayan a ver los Juegos del hambre que está buenisima!! :D!! Yo iré mañana a verla por segunda vez lol xD


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