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El décimo círculo por PokeGirl Uchiha

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Ariel miraba su reloj de vez en cuando. Odiaba ese tipo de charlas. Todos haciendo preguntas, comentando lo increíble o lo aburrida que era una u otra profesión. A su pesar había disfrutado la del diseñador gráfico y arquitectura, sin embargo su mente no dejaba de recordarle que no tendría esa oportunidad. Incluso aunque su padre despertase, cosa que cada día parecía menos probable, tenía que ayudar a mantener a su familia.

No había sido fácil y no comprendía cómo Alessandro se las ingenió para buscar a alguien que se hiciera pasar por un corredor de seguros para estarle pasando dinero a su madre, dinero que ganaba con el sudor de su frente. No era mucho, pero lograban costear lo básico de la casa, sin embargo no tenía cómo pagar lo del hospital.

Sabía que su novio había tenido mucho que ver para pagar lo necesario para cuando su madre salió de alta. Sin embargo sentía que él, Ariel, no hacía lo suficiente. Quería dejar la escuela, buscarse un buen empleo de tiempo completo, pero no eran muchos los lugares que contrataban sin el título de bachiller y era demasiado pedir por un buen sueldo sin un título de profesional.

Además sentía que si dejaba la escuela estaba decepcionando a su padre. Él le había prometido terminarla y disfrutar su último año. Ahora solo podía cumplir lo primero y por esa promesa era que no había desertado. Muy en el fondo, seguía teniendo esperanzas de que Civella despertase y por eso seguía en la escuela.

Estaba tan metido en sus pensamientos que no notó que alguien lo saludaba. El codazo de Mike, un chico del equipo de básquetbol, fue lo que le permitió ver a la persona en cuestión— Oye, aquel hombre está saludándote— Al principio se quedó un poco confundido al notar que era cierto, pero no pudo evitar sonreírle con educación y devolverle el saludo a la distancia.

Al poco tiempo lo vio saludando a Ethan con más entusiasmo. Su amigo, aún se aferraba a la idea que eran amigos, le miró un tanto sorprendido pero también le saludó. Al parecer tampoco tenía idea que Samuel Shiheflit iba a venir aquel día a su escuela. Por un momento pensó que iba a hablar de lo que sea que trabajase en la compañía S&S, sin embargo cuando se presentó como exponente de la carrera de psicología recordó que también tenía otra profesión.

Aunque Ariel no estaba interesado en la psicología al final disfrutó también la charla de Samuel, fue muy ameno y se había ganado no solo la atención de sus compañeros, que eso era suficiente mérito, sino que también había despertado la curiosidad en ellos por la carrera. Miró a Ethan el cual solo podía estar emocionado. Al final de la charla todos le aplaudieron sin excepción. El director dio agradeció a todos los exponentes e indicó a los alumnos que pasaran a las aulas. Lo que no esperó fue que uno de los hombres de Shiheflit se acercara hasta donde él y le indicó que aguardase.

Todos salieron y vio como Samuel hablaba con Ethan. Logró a alcanzar a escuchar que lo esperaría para que fueran a almorzar y luego al trabajo. Estaba feliz por él. Lo veía mucho más tranquilo ahora, quizás al final había sido lo mejor: que éste hubiera puesto distancia entre ellos, si eso significaba que no lo vería sufriendo era un precio que estaba dispuesto a pagar, incluso cuando se sentía solo a veces. Amaba a Alessandro, pero incluso con él había cosas que no podía hablar y él extrañaba hasta morir a su amigo.

Lo vio salir del auditorio. Ariel se había quedado sentado justo donde había estado durante toda la conferencia. Vio a Samuel cambiar palabras con el director y  fue hasta donde él. La verdad no tenía idea que podían hablar o qué podía decir él. Una disculpa por haber hecho explotar, meses atrás, el edificio que tenía en San Peter no sonaba muy bien y se estaría delatando. Así que solo se puso de pie y le saludó.

—Ven, siéntate— le indicó con una sonrisa el hombre de aspecto paternalista—. ¿Cómo has estado?

No comprendía bien hacia donde se dirigía la plática, pero aquel hombre le inspiraba confianza— Bien, todo en orden— mintió. Samuel solo sonrió de una manera que le indicaba que no le creía—. No muy bien de hecho…

—Lo sé, Ethan ha estado preocupado por ti— le explicó con una sonrisa—. Al principio no quería contarme que le sucedía, lo había visto bastante decaído durante unos días y al final terminó diciéndomelo. Espero que no te enfades con él, porque en su defensa debo decir que terminé sacándoselo un poco a la fuerza— Sin habérselo propuesto no pudo evitar sonreír un poco al escuchar que Ethan aún se preocupaba por él— ¿Puedo ayudarte en algo?

— Le agradezco que se preocupe por mí, pero no creo que haya mucho que hacer.

—Eres el mejor amigo de mi mejor empleado. No tengas pena en pedirme algo, tengo contactos en los hospitales por si necesitas algo y el director del hospital donde tu padre está es un buen amigo mío.

Ariel se mordió el labio unos segundos— Tiempo— dijo con cierto pesar—. Aún me cuesta acoplarme a mi nueva vida y necesito un poco de tiempo para organizarme bien con los gastos y lograr pagar lo de mi padre.

Shiheflit asintió— Hablaré con él y le pediré que no sea tan estricto con lo de la paga— dijo con tranquilidad.

—Muchas gracias, prometo que no lo haré quedar mal— lo que menos quería era incomodar a otros o causarle problemas.

—Es difícil por lo que estás pasando, Ariel. Yo pasé por una situación similar cuando tenía tu edad— Aquello no se lo esperaba, siempre pensó que las personas como Shiheflit nunca tenía ninguno de esos problemas—. Mis padres murieron cuando tenía diecisiete y tuve que hacerme cargo mis tres hermanos pequeños que no tenían ni diez años.

— ¿En serio? Siempre pensé que usted había sido siempre rico—confesó.

—Oh no, eso fue después de mucho esfuerzo y de varios sacrificios.

— ¿Qué hizo? Cuando sus padres murieron…

—Dejé la escuela, conseguí un trabajo a tiempo completo y logré mantenerlos. No te niego que fue difícil, pero pronto descubrí que lamentarme por algo que no podía cambiar, no iba a hacer que mis hermanos tuviera educación, ropa, comida. Llegué a odiar el mundo, a creer que tenía algo en mi contra porque no me sentía preparado para enfrentarme a todo, pero lo cierto que es nunca vas a estar preparado para enfrentarte al él.

Nunca pensó que iba a encontrar a alguien en el mundo que se sintiera siquiera un poco similar a como él estaba en esos momentos— ¿Qué hizo que cambiara?

Samuel sonrió— Mis amigos, mi familia y sobre todo mi esposa, en aquel entonces mi novia. Ella era un amor, incluso en esos momentos donde no quería ni verla y sabía que la hería con mi conducta, estuvo a mi lado, apoyándome. Incluso consiguió un trabajo de medio tiempo y entre los dos manteníamos a mis hermanos, cuando menos lo esperé parecíamos una familia normal. Al ver como mis hermanos iban creciendo y me enseñaban sus logros supe que la recompensa por verlos tener una vida normal era mucho mayor que los sacrificios que hacía.

Pensó en su conducta los últimos meses, en cómo había descargado todo su mal humor en Alessandro y como este nunca le recriminó por ello. En cómo le ayudaba a salir adelante, sus consejos, en todo. Alessandro siempre ha estado allí y él no lo había visto— ¿Usted cree que yo puedo lograr sacar adelante a mi familia?

—Nuestra única limitante somos nosotros mismos. Si crees que no estás listo para hacer algo entonces no lo estás, pero si te quitas todos los perjuicios sobre ti mismo entonces lograrás todo lo que te propongas.

Ariel nunca pensó que aquella charla fuera a sanar su alma, las palabras de Shiheflit eran el bálsamo curativo que había estado buscando durante meses— Gracias. De verdad necesitaba escuchar eso.

***

La vista era hermosa allí tan alto. Era su descanso y como siempre terminaba en la azotea del edificio. Empezaba a caer la tarde y el cielo sobre él se teñía de rosa pastel y un púrpura maravilloso. Adoraba ver ese cielo y esperar ver como el cielo cambiaba de un tono a otro. Su vista se perdía entre los árboles del parque justo enfrente del edificio. Allí aspiraba paz. Una que incluso cuando creyó que alejándose de todos la encontraría, no había sido capaz de conseguirla.

Si no fuera por Lupo se sentiría muy solo. No podía evitar mirar a Carlo Magno y  recordar las palabras de Dante. Creía que el tiempo curaba las heridas y lo hacía olvidar, pero no lo conseguía y al parecer él si había conseguido hacerlo. Sabía que Lupo se preocupaba por él y por eso pretendía que estaba mejor de lo que en realidad se sentía. No quería preocupar al único que había estado a su lado durante estos meses.

— ¿Así que aquí te escabulles cuando tienes tus descansos? — Samuel que se acercaba a él— Lamento haber interrumpido tus pensamientos.

—No se preocupe. No pensaba nada importante.

—Si nos tomamos el tiempo para pensar en algo en específico es porque tiene importancia  para nosotros.

Le gustaba hablar con Samuel, siempre aprendía algo nuevo cada día junto a él— A todo esto, no me había quedado lugar de decirle que a todos mis amigos les encantó su charla.

—Me alegra escucharlo— Iba a agregar más, cuando la puerta volvió a abrirse y aparecieron los guardaespaldas de Shiheflit—. Rayos, creí que iba a poder escaparme más tiempo de ellos— Ethan sonrió divertido, pero a la vez un tanto culpable. Después de lo que había pasado en San Peter, Samuel había tenido que invertir de nuevo en rehacer todo su proyecto además a petición de su esposa ahora tenía que andar con guardaespaldas custodiándolo en todo momento. Si antes lo veía un tanto sofocado al no tener su espacio, en estos momentos no sabía cómo conseguía  manejarlo.

—Lo encontramos, está en la azotea— comunicó uno de los hombres por medio del radiotransmisor. Esos tipos le ponían nervioso—. Señor Shiheflit, no debería ir por allí sin protección alguna, es peligroso.

—Solo me apetecía estirar las piernas e Ethan gentilmente me enseñó este lugar donde de paso podía tomar aire fresco.

—Si quería tomar aire pudo avisarnos. Nos preocupamos mucho cuando no le encontramos por ningún lugar— le explicó con voz pausada—. Además su hijo le está buscando— como si hubiera sido invocado apareció un hombre de unos veinticinco años por la puerta.

— ¡Allí estás! — Dijo con una sonrisa— Casi haces que llamara a los del servicio secreto— Era un poco más bajo que Ethan. Aunque eso no era de extrañarse, al medir más del uno ochenta pocas veces encontrabas a alguien más alto.

—Tan exagerado como tu madre— Se dieron un abrazo—. Matías, este es Ethan de quién tanto te he hablado. Ethan, él es mi hijo Matías, acaba de regresar de un viaje de negocios, por lo que no había tenido el placer de presentártelo.

—Un gusto conocerle— dijo Ethan mientras estrechaba la mano de Matías Shiheflit, pero lo que no esperó fue que el apretón fuera un tanto rudo, casi amenazante. Los ojos negros de Matías le miraron casi con odio. Aquello lo dejó mudo. ¿Había dicho algo indebido?

—Igualmente— Soltó el agarre con rapidez, como si le quemara—. Mamá quiere que lleguemos temprano a casa para la cena, así que pensé en pasar por ti— Antes que dijera algo tomó a su padre y se lo llevó de allí.

Ethan no supo qué pensar por el comportamiento de aquel hombre. Sin embargo alguien que te declaraba subrepticiamente la guerra era alguien de cuidado. Aunque no sabía bien hasta dónde podía generarle problemas un tipo como Matías Shiheflit.

***

Aquella tarde cuando Alessandro fue por Ariel a la librería notó algo diferente en éste. No podía decir qué con exactitud, pero sí, estaba diferente. Al principio pensó que eran cosas suyas, su deseo de volverlo a ver tal y como era meses atrás, pero conforme pasaban las horas e iban a cenar notó un cambio para bien. Fueron al PS para delegar una serie de tareas a Lupo y los otros por aquella noche. Cuando le pidió que aguardase y se fue con Lyosha supo que no eran cosas suyas.

Lyosha se extrañó también de tal actitud, pero una vez los dos solos en el cuarto de entrenamiento comprendió por dónde iba la cosa— Lyosha, necesito que vuelvas a entrenarme— pidió con voz un tanto nerviosa—. Sé que no soy Ethan, pero prometo esforzarme al máximo y aprenderé todo lo que tú consideres conveniente enseñarme.

Ariel lo había pensando mucho, las palabras de Samuel Shiheflit hicieron más efecto de lo que pensaba. Incluso antes de despedirse el hombre le aconsejó aún más. Aquella tarde había comprendido que el mundo no iba a cambiar para mejor con solo desearlo. Él tenía que empezar a cambiar su propio mundo. Si su destino era estar en un infierno por lo menos no iba a dejarse vencer por él. Iba a sacar adelante a su familia, aún cuando su madre no lo quisiera cerca, porque era lo correcto y quería lo mejor para su hermano o hermana.

Tenía que empezar a ser más independiente, a tomar sus propias decisiones y a valerse por sí mismo. Si tenía que cumplir una deuda con Mapelli que así fuera. Iba aceptarlo con la valentía que lo hicieron su padre y su tío en su momento. No iba a defraudar a nadie y sobre todo no iba a defraudarse a sí mismo— ¿Quieres volver a entrenar? ¿Puedo saber el motivo?

Miró de reojo a la puerta y le indicó que se acercara— Lo que voy a decirte, Morello no debe saberlo, no aún— pidió. No se había atrevido a decirle nada del plazo que Mapelli le había otorgado—. Mapelli le dio un plazo a mi padre para que despertara y aunque este lo hiciera no va a estar en condiciones de volver al trabajo de inmediato.

— ¿En verdad vas a tomar el puesto de Civella?

Ariel sabía que no podía a juzgar a Lyosha por tener sus dudas después como había actuado los últimos meses—Sí, no voy a dejar que dañe a quienes amo, por eso te necesito. Necesito que me enseñes aunque sea lo básico.

— ¿Qué te hizo cambiar de actitud de la noche a la mañana? — preguntó con cierta curiosidad.

Este solo sonrió con tristeza— Desperté, descubrí que esta es mi realidad y que si quiero sobrevivir tengo que empezar a dejar de actuar como un niño, pero sobre todo para lograr lo que me propongo necesito ayuda.

Pocas veces era que veían a Lyosha en una actitud seria, y esta era una de esas situaciones— Empezaremos mañana. Morello dice que entras hasta las dos y media a trabajar. Te quiero aquí a la una. Deberías relajarte lo más que puedas porque te hará falta— Ahora ya no había lugar para ser suave con él. Una parte de Lyosha quería creer que podían evitarle el sufrimiento de ver tanta muerte a Ariel, pero ahora solo podía ayudarle a sobrevivir en ese mundo—. Mini Morellito, Morello debería saberlo antes que se entere de la peor manera.

Estaba consciente de ese pequeño detalle, pero no había encontrado las palabras adecuadas para decírselo. Sin embargo sabía que no podía seguir postergándolo— Hablaré con él. No te preocupes— esperaba que tuviese el valor de decírselo ahora.

—Es lo mejor, sino todos tendremos problemas— Aquello no era ninguna broma. Aunque Morello no lo admitiera en voz alta, Ariel era lo más importante en su vida, a tal magnitud que Lupo, Lamire y Lyosha ya no lo ponían duda.

***

Aquella noche iban a ir al apartamento que tenía cerca de la zona universitaria. Había quedado agotado de ir y venir desde San Peter, esos idiotas que habían contratado para comercializar la cocaína resultaron ser más ineptos que un niño de cinco años robando caramelos del bolso de su madre. Por fortuna les había dejado bien claras las reglas desde el principio: Si te atrapan no te conocemos, no nos conoces y así te evitas un accidente mientras estés de visita en la cárcel. Nada personal, solo son business.

No había tenido la suficiente curiosidad para preguntarle a su ricura que había ido a hacer con el hiperactivo de Lyosha. En esos momentos solo quería llegar e irse a dar una larga ducha para relajarse. Claro que no le importaría relajarse de otra manera, pero desde lo de Civella no se había atrevido siquiera insinuarle a su pareja que estaba dejando muy de lado sus necesidades fisiológicas.

No sabía bien cuanto iba a resistir, pero estaba seguro que era la mayor abstinencia que había experimentado desde que inició su vida sexual activa en el sentido estricto de la palabra. Aquello era molesto, es decir, tener que aliviar sus necesidades teniendo el culo más precioso del planeta al alcance de su mano y no poder utilizarlo era la peor tortura que podían imponerle a alguien como él que era capaz de hacer el amor toda la noche.

Entraron al apartamento y comunicó que iba a tomar un baño. Lo más probable era que Ariel se pusiera a hacer los deberes de la escuela o algo así. Era curioso como las cosas hasta cierto punto eran iguales que en el pasado y a la vez tan diferentes. Suspiró mientras dejó correr el agua. Debía de dejar de pensar en el pasado, pero a veces era tan difícil pretender que muchas cosas no sucedieron.

— ¿Hasta cuando me dejarás seguir sin ti, Misha? — susurró mientras sentía el peso del agua sobre sus hombros, el cual no se comparaba al peso de culpabilidad.

***

Salió de la ducha y se dejó caer en la cama. Estaba agotadísimo, no había sido un día fácil de hecho, pero no importaba. Con el tiempo se había acostumbrado a aquella rutina, hasta podría decir que le gustaba, mantenía despejada su cabeza de pensamientos negativos. Sin embargo al caer la noche no podía evitar sentirse solo.

Sintió un peso en su espalda y no pudo hacer otra cosa que sonreír. Casi solo. Se vio forzado a corregir cuando unas garritas se enterraron en su espalda provocándole unos escalofríos, finalmente luego de esa tortura placentera sintió un mayor peso y luego el eterno ronroneo que lo tranquilizaba— Hola amigo— susurró sin moverse para no incomodar a su gato.

A pesar que Carlo Magno le recordaba siempre a Dante Di Ferrer no había podido odiar al minino. Se había encariñado con él y más que una mascota lo consideraba su peludo amigo. Estiró su brazo para tomar un libro que había prestado en la biblioteca pública, la cual era más amplia que la pequeña con la que contaba su escuela.

Empezó a leer justo dónde se había quedado el día anterior:

“Entonces ella susurró el nombre de la persona que le había lastimado tanto y sin embargo que aún amaba. Había descubierto que amor y perdón siempre iban de la mano y mientras no estuviera junto a él su vida no estaría completa. Ella estaba dispuesta a arriesgarse a sufrir de nuevo por amor, porque una vida si él no era una vida plena. Durante muchos años había perdonado a muchos amigos que la herían sin querer. Así que pensó ¿Por qué con él tendría que ser diferente?”

Carlo Magno dio un brinco al escuchar el libro impactarse con fuerza contra una de las paredes de la habitación. Una lentitud premeditada se bajó de la espalda de su dueño quien no parecía estar de buen humor. El gato analizaba a su amo, el cual tenía el rostro hundido en la almohada queriendo ahogar sus gritos de frustración.

Para Carlo Magno la vida no era tan compleja como se veía para su sueño, sus preocupaciones eran las normales de un gato casero: Tener su caja de arena lista, un plato repleto con comida y el respectivo de agua, tener la atención necesaria de todo aquel que entrase al pequeño apartamento y sobre todo que le dejaran una ventana medio abierta para poder ir a dar sus paseos.

Maulló intentando reconfortar a su dueño a quien siempre lo sentía triste por las noches. Se acercó hasta él y se puso a un lado de su rostro y empezó a ronronearle, como queriendo reconfortarle.

Ethan levantó la mirada y se encontró con los enormes ojos de su mascota, sonrió con tristeza y le abrazó—Quizás yo también debería perdonar y olvidar— Le había dolido mucho que Ariel no le dijese la verdad sobre Dante, pero tenía que admitir que le dolía más tener que pasar los días sin él. Lo extrañaba, pero había descubierto que era una persona más orgullosa de lo que pensaba. Nunca pensó que el orgullo fuera parte de sus atributos negativos, pero al parecer era parte de su realidad. Era curioso el cómo cuando pensó que se conocía a la perfección venían las circunstancias y ¡sorpresa! no se conocía en absoluto.

Eso le provocaba cierto pavor: No conocerse, porque eso implicaba que al final podía tomar decisiones que jamás creyó capaz de realizar. “Tu destino es ser un halcón, Ethan, tarde o temprano vas a aceptarlo y yo me encargaré personalmente de convertirte en el mejor.”

Tembló al recordar aquellas palabras. No, no podía hacerlo, no se convertiría en alguien como su padre—No puedo ser igual a él…

***

Estaba nervioso. ¿Para qué negarlo? Era el primer acercamiento directo que iba a intentar después de meses. Sabía que tenía que hablar con él, pero había pensando primero en disculparse antes de decirle las malas nuevas. Así que allí lo tenían frente a la cama con solo una bata cubriendo su cuerpo esperando que su novio saliera de su ducha que ya estaba tomando más tiempo de lo que creía conveniente.

Escuchó el agua parar y respiró hondo para darse valor. No era la primera vez que hacían aquello, así que no debía estar tan nervioso, pero tenía que admitir que luego de meses de no hacerlo con su pareja le daba miedo intentar descubrir si cuerpo aún causaba las emociones en Alessandro tal como la primera vez en que ambos hicieron el amor.

Era la primera vez que él iba a intentar hacer un acercamiento por voluntad propia, no debía ser muy difícil. El otro siempre tomaba la iniciativa y en unos segundos lograba calentarlo a límites insospechado. Escuchó la puerta abrirse, tenía hasta esos momentos la vista clavada en el suelo, buscó la mirada de su pareja pero lo único que vio fue una toalla estrellarse contra su cara— Puedes usar la ducha si te apetece— Ariel se quitó la toalla frustrado y vio como su novio se iba a la pequeña sala.

Intentó no perder el control. Tenía que ser comprensivo, había actuado como un idiota por meses así que ahora debía asumir las consecuencias de su nula actividad sexual. Había pensado en todo lo que Samuel Shiheflit le había dicho ese día y comprendió que si estaba bien, o algo así, era por Alessandro y lejos de demostrarle lo feliz que se sentía a su lado se había dedicado a descargar su frustración con él, así que era hora de tomar riendas sobre el asunto.

Se puso de pie y caminó hasta la sala. Allí estaba su pareja solo con una toalla cubriendo sus bien dotadas partes bajas. Comía lo que parecía que era helado de vainilla directo del recipiente. Tenía que pensar en algo, a ver, algo. ¿Se lo pedía así nomás? “¡Hey tengamos sexo!” No, no eso sonaba mal incluso en su mente. “Alessandro, estoy caliente, ¿puedes ayudarme con eso?” No, tampoco, capaz lo mandaba a ducharse o creía que tenía fiebre. ¡Aquello era ridículo!  Ni siquiera se veía capaz de pedirle un poco de acción a su pareja.

¿Cómo era que siempre empezaban ese tipo de situaciones? Hizo un poco de memoria y para su desgracia había descubierto que la mayor parte del tiempo era después de haber tenido una pelea. Suspiró derrotado, sin embargo una idea pasó por su cabeza. ¿Y si lo intentaba? No le veía lo malo, a lo mejor si funcionaba. Si veía que las cosas se le iban de las manos podía explicarle lo que intentaba.

Tomó aire, lo sacó con premeditada lentitud y se acercó hasta el sofá— ¿Qué crees que estás haciendo? — dijo mirándole molesto, o aparentando estarlo. Aquellos ojos verdes se enfocaron en él sin comprender bien a qué se refería— ¡Te he dicho un millón de veces que no comas desde el recipiente! Es asqueroso, además siempre dejas la cuchara dentro de este— dijo quitándoselo.

—No tienes que actuar como si fueras mi madre…

— ¡Es que estas actuando como un niño pequeño! — Dijo elevando más la voz— ¡Estás mojando todo el sofá! ¿Es que no te enseñaron a secarte después del baño?

— ¡Es mi sofá puedo hacer lo que me dé la gana en él!

Estaba funcionando, se estaba enojando— No, no puedes cuando yo estoy viviendo contigo. No seas tan desconsiderado. ¡Además ya estoy harto de recoger toda tu ropa!

— ¡Yo no te he pedido que lo hagas!

— ¡Por eso deberías ser un poco más agradecido conmigo y no estarme gritando!

— ¡Eres tú quien está gritando! — Dijo furioso poniéndose de pie— ¡No sé qué demonios te pasa ahora! Yo estaba perfectamente y ahora vienes como si de repente te dieron ganas de pelear.

— ¡¿Y si fuera así qué me dirías?! — Era ahora o nunca. Apretó sus manos con fuerza— Qué me dirías si  te dijera que solo quería pelear contigo para tener una excusa para que ambos tengamos sexo…

Lo último salió en un hilito de voz, pero lo suficiente fuerte como para que Alessandro lo escuchara. Se mordió el labio ansioso, esperando una respuesta de quién seguro pensaba que se había vuelto loco— ¿Qué dijiste?

Su rostro ardió— Q-qué quiero que tengamos…—la voz se le fue y agachó la mirada avergonzado—…ya sabes, tú yo y pues…si no quieres, yo comprendo…—Aquello era absurdo. Las cosas no las había planeado de esa manera. Ahora ni se atrevía mirar a su pareja. Sin embargo sintió como le tomaba en brazos y lo llevó directo al sofá— ¿Eh? ¿Qué pasa?

—No voy a aguantar llegar hasta el cuarto— le susurró mientras su mano se iba al nudo de la bata. Sus labios presionaron los contrarios y se fundieron en un húmedo beso. Ariel reprimió un jadeo al sentir como la mano Alessandro quitaba la bata quien se separó un poco y miró con sorpresa como no tenía nada puesto.

—Veo que en verdad querías hacerlo— Comentó sin poder ocultar su asombro y satisfacción.

Ariel lo atrajo a él y besó lleno de pasión. Sus dedos se hundieron en aquellos cabellos húmedos. Una de sus manos descendió por aquella ancha espalda y luego bordeó la toalla que era lo único que impedía poder apreciar aquel precioso cuerpo a plenitud— Perdóname— susurró entre besos—. He sido muy egoísta, solo he pensado en mí.

—Shh…No importa, que bueno que el Ariel de antes ha vuelto—Sonrió al escuchar aquellas palabras, él también estaba feliz de estar de vuelta. Sin embargo eso no mermaba su culpa. Se removía ansioso encima de él buscando que sus cuerpos friccionaran lo mayormente posible. Las manos de ambos se movían con desesperación, luego de meses de abstinencia era como si quisieran recuperar el tiempo perdido. Ariel, como pudo logró dejarlo recostado en el sillón, quedando encima de Alessandro.

Éste terminó recargando su espalda contra uno de los brazos del mueble. Alzó una ceja al no comprender qué se proponía su pareja—Disfruta—fue lo único que le dijo al oído antes de sentir como aquellos labios iban descendiendo por su cuerpo. Un escalofrío le recorrió al comprender hasta donde se dirigía aquella deliciosa boca.

—Ariel— susurró con voz ronca al sentir como aquellos labios envolvían su sexo que estaba despertando. No pudo evitar soltar un gemido de placer al sentir como succionaba con más fuerza en la punta. Joder, aquello se sentía demasiado bien.

Sus manos se fueron a aquellos cabellos rojizos y lo invitó a tomar más de él. Ariel no dudó en hacer lo que su pareja le pedía. Introdujo más de la mitad del sexo en su boca. Alessandro era demasiado difícil de abarcar. Además era la segunda vez que hacía tal acto por lo que aún no se sentía del todo seguro, aunque no iba a negar que era demasiado excitante sentir como aquel miembro iba despertando en su boca. Incrementó el ritmo de la felación a petición de Alessandro quien le empezó a indicar el ritmo deseado.

Sentía como su  propio sexo iba endureciendo a causa de aquellos eróticos sonidos. ¿Cómo había sido tan estúpido para haberse privado del placer de probar aquella piel durante tantos meses? — Ariel, voy a correrme…

No se detuvo, es más aceleró el ritmo de la felación, a los pocos segundos sintió como el otro corría en su boca. Bebió aquello que le otorgaba e inclusive aún cuando Alessandro llegó al orgasmo decidió prologarle el momento siguiendo con la felación unos segundos más. Se separó del sexo del otro sintiendo como parte del semen de este escurría por su boca.

Alessandro no tenía idea qué demonios le pasaba a Ariel aquel día, pero sea lo que fuese estaba agradecido. Lo atrajo hasta él y le besó sin importarle probar un poco de su esencia. Sus manos recorrieron el cuerpo del otro con deseo. Aún no se había recuperado de semejante orgasmo que su pareja le había regalado, pero ni loco paraba, quien sabe hasta cuándo iba a conseguir una noche como aquella.

—Los condones están en la bolsa de la bata— le susurró ansioso. Alessandro sonrió de lado, en verdad su pareja si había venido con todas las intensiones de pasar una buena noche. Buscó la bata a tientas, pero en lugar de ésta se encontró con otra cosa más interesante.

Ariel supo que algo no iba bien cuando le vio sonreír de aquella manera tan ¿pervertida? —Relájate— esas palabras tampoco le ayudaron a sentirse más seguro. Se vio de espaldas y debajo de Alessandro. Apoyó su rostro en el brazo del sofá. Sintió como lo obligaba a levantar sus caderas.

Gimió de sorpresa al sentir algo frío en su espalda— ¡¿Qué estás haciendo?! — Intentó mirar, pero no se lo permitió. Tembló un poco. Aquello era el helado de vainilla, estaba seguro— ¡Creí que íbamos a hacerlo no a tomar comer el postre!

—Relájate, te gustará— Sentía la lengua de Alessandro recorrer su espalda. ¿A quién engañaba? Aquello se sentía excelente. Se mordió un labio intentando callar un poco los jadeos que salían de su boca.

Cuando supo que las cosas no iban con normalidad fue cuando sintió un poco de helado en su entrada— ¡Joder! — gritó al sentir aquello frío allí.

— ¿No te gusta? — le escuchó reír.

— ¡NO! ¡Está frío! — Dijo en un gritito— ¡Saca eso de allí! — suplicó.

—De acuerdo— le susurró con voz ronca.

Ariel abrió sus ojos como platos al sentir como el helado era retirado de su entrada y no precisamente con los dedos de su pareja—Oh Dios mío—un sensual gemido salió de sus labios al sentir la lengua de Alessandro recorrer aquel lugar. Se aferró más al sofá e intentó mantener un poco de cordura mientras aquella traviesa lengua exploraba su interior—Alessandro, no pares— suplicó. Hundió su rostro en el brazo del sofá al no poder contener sus gemidos. Esa lengua lo estaba volviendo loco—Para…para…que voy a correrme— suplicó. No quería hacerlo aún. Quería prologar el momento el mayor tiempo posible.

Su pecho subía y bajaba con rapidez. No iba a resistir mucho. Escuchó como Alessandro rompía uno de los sobres donde estaban los preservativos. Veinte segundos después estaba viéndole a los ojos— Tranquilo, respira profundo— le dijo mientras besaba sus labios. Un gemido murió en su garganta al sentir como el otro lo poseía. Se aferró a sus brazos. Aún no estaba bien preparado, rompió el beso y hundió sus dientes en la piel de Alessandro sacándole un gruñido que no supo si fue de placer o de dolor.

Sintió su cuerpo temblar al sentir como el otro le poseía por completo— No te muevas— suplicó. Sentía que iba a correrse en cualquier segundo—. No quiero que esto acabe…

—Nunca lo hará— le dijo con una sonrisa—. Lo haremos hasta que nuestros cuerpos no puedan más— Acarició la mejilla del otro—. Eres mío, Ariel.

—Para siempre…

Alessandro se movió primero con cuidado, apoyando sus manos en el respaldo y en el brazo del sofá. Era un sitio muy cómodo para hacer el amor. Era bastante amplio, bendita la hora que decidió comprárselo. Como era su costumbre, no pudo mantener un ritmo bastante gentil por mucho tiempo. Una de sus manos se fue a la cadera del menor antes de animarse a aumentar el ritmo de las penetraciones. Los gemidos de Ariel no tardaron en hacerse más perceptibles, adoraba escucharlo perder el control de esa manera. Sus labios se fueron hasta el pecho del otro donde mordió con malicia los pezones del otro haciéndole gritar de placer.

Su boca recorrió el pecho, el cuello, todo lo que tenía a su alcance, dejando marcas sobre su piel, para que no olvidase ese momento, ni lo que ambos sentían. Ahogó un gemido al sentir como el cuerpo de Ariel se contrajo deliciosamente apretando con fuerza su sexo. Sabía que estaba a punto de correrse, no necesitó que el otro se lo advirtiera. Su mano libre se fue hasta el pene del otro y empezó a masturbarle haciendo que el placer fuera el doble. Escuchó su nombre justo en el momento en que éste alcanzaba su orgasmo. Sin embargo él aún no tenía suficiente, sus penetraciones se volvieron más profundas y luego de unos minutos finalmente logró tener el orgasmo que tanto había necesitado por meses.

Sentía su corazón acelerado. No quería aplastar al otro, pero tenía que admitir que aquello fue más de lo que había esperado. Las manos de Ariel recorrían su espalda provocándole agradables sensaciones— Alessandro…

Buscó sus labios. En poco tiempo había aprendido cómo le gustaba a su pareja. No debía olvidar mostrarse cariñoso con él después del acto. Le besó hasta dejarlo saciado, demostrándole que también era importante en su vida. Él no era muy bueno con las palabras, pero no quería dejarle dudas que lo quería, que era parte vital de su existencia— Ariel— susurró mientras salía de él y acariciaba sus cabellos. Sonrió con cierta dulzura al notar como este se iba quedando dormido en sus brazos—. Descansa, ricura dormilona…

—Te amo…

Lo sabía. Y una parte de él se sentía culpable de seguir atado al pasado. 


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