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Cafetería Midori por nyanko1827

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Notas del capitulo:

Disclaimer: KHR! pertenece a Akira Amano-sensei.

Advertencias: Sigo pidiendo disculpas por el posible OoC de todos los que salgan en el fic.

Aclaraciones:

«Pensamientos Kyoya y/o los pensamientos de su subconsciente»

—Habla Personaje—

"Recuerdos y/o Sueños"

Cafetería Midori.

Capítulo II: Hormonas y Encuentros.


"Sentía tantas sensaciones, tanto placer, que por una vez en la vida no le importó ceder a sus bajos instintos y dejarse llevar por lo que la tarde anterior se había rehusado. Lo único que quería en ese momento era que Tsuna dejase de jugar con su cuerpo y se apresurase a penetrarlo.

Pero al parecer sus deseos eran nuevamente frustrados por los caprichos de ese molesto castaño.

Tsuna se dedicaba a recorrer el pálido cuerpo con su lengua, a masajear y mordisquear sus zonas erógenas, a prepararle con sus dedos sin dejar que él llegase a la culminación. Le estaba torturando, y en sí, eso le estaba gustando.

Alguien se estaba atreviendo a someterlo.

D-Deja… de… ngh… jugar…

Tsuna soltó una ligera risa y le mordisqueó el cuello sacándole un ahogado gemido.

¿Para qué tanta prisa?—Le preguntó soplando en su oído, haciendo que Kyoya temblara de excitación.

Los toques, besos y mordisqueos siguieron hasta que a Tsuna se le antojó quitar sus dedos de la preparada entrada de Kyoya y posicionarse para penetrarlo. Hibari veía como la punta de la erección de Tsuna iba acercándose, cada vez estaba más cerca, ya empezaba a sentirla entrar cuando…

la puerta se abrió de golpe dejando ver a una mujer de oscuros cabellos largos y sin rostro sosteniendo a un niño de cinco años en brazos.

Tsuna se detuvo de golpe y se separó de él murmurándole al oído—: Lo siento Kyoya, pero deberemos dejarlo para otro momento.

Y dicho esto, el castaño se levantó y se dirigió hacia su mujer e hijo."

Kyoya se despertó de golpe maldiciendo a su estúpida mente por haberle mostrado eso y a su estúpido cuerpo por ser tan hormonal. Se levantó y se fue hacia el baño para darse una ducha de agua fría.

Ya había pasado dos meses desde lo sucedido esa tarde en la Cafetería Midori. Y a la mañana siguiente a ese día, Kyoya fue a hablar con la dueña para exigirle respuestas. Y claro que obtuvo respuestas, respuestas que le dejaron más confuso de lo que estuvo al principio y con las hormonas el doble de alteradas.

~Flash Back~

Kyoya acababa de salir de la escuela y sin perder ni un segundo se dirigió a su lugar de trabajo –habiendo dejado la disciplina de la escuela y ciudad a Kusakabe–. Nada más entrar por la puerta agarró a Haru por la solapa del uniforme y se la llevó a rastras hacia la cocina para hablar con Midori.

La mujer se encontraba cocinando la bollería cuando sus dos empleados aparecieron por la puerta y Kyoya con la mirada le exigía que dejase lo que estuviese haciendo para hablar con él.

Con un suspiro, Midori llamó a otro de sus empleados para que la sustituyera mientras ella se iba a hablar con Haru y Kyoya. Bajaron hacia los vestuarios y allí se acomodaron y dejaron que la mujer empezase a hablar.

—Entiendo el por qué Kyoya-kun está aquí, pero no entiendo el por qué lo estás tú, Haru-chan.

—¡Porqué este monstruo me a arrastrado hasta aquí!

Kyoya le envió una mirada mortal mientras se cruzaba de piernas y de brazos.

—Ya veo, antes de empezar. ¿Qué sucedió con Sawada-san?

Haru sonrió y le contestó—: Hibari-san se acobardó y tuve que sustituirle.

Kyoya sacó una de sus tonfas –que había vuelto a llevar por si a Tsuna le daba por asaltarle sexualmente de nuevo– y fue a darle a Haru cuando el carraspeo de Midori le hizo detenerse.

—Kyoya-kun, dije que no quiero armas en mi cafetería.

—Después de lo sucedido entenderá que son indispensables.

—En eso te equivocas, Hibari-san. Tsuna-san nunca toca a nadie que no quiera.

Kyoya rodó los ojos pero no guardó su tonfa, al contrario, cada vez la tenía más cerca del cuello de Haru por si se atrevía a insultarle de nuevo.

—Enfriemos los ánimos, por favor —pidió Midori—. Se que estás molesto por lo sucedido con Sawada-san, pero también he de recordarte que fuiste tú quien insistió.

—Es una cafetería no un prostíbulo —se defendió Hibari—. Y yo cómo iba a saber que él querría hacer eso.

—Fácil, con tan siquiera observar las reacciones de nuestros compañeros y los cuchicheos sobre Tsuna-san, deberías haberlo descubierto. Eso sólo demuestra lo inoce…—la sentencia de Haru fue cortada por una amenazante tonfa.

—Kyoya-kun, guárdala —Hibari miró fijamente a la dueña, diciéndole en silencio que a él nadie le ordenaba y menos por segunda vez—. Guárdala ahora si quieres continuar trabajando aquí.

A regañadientes guardó la tonfa y volvió a cruzarse de brazos mientras su ceño fruncido se profundizaba.

—Vayamos por partes. Para empezar, mí cafetería no es un prostíbulo. Y para terminar, eso sólo sucede con Sawada-san.

—¿Por qué?—Corta y concisa, pero a la vez demandante y sin dejar que se desviaran de la conversación.

—Porque quien empezó esto fue la que ahora es la mujer de Sawada-san.

Haru se cruzó de brazos y frunció el ceño mientras Hibari miraba con disimulada curiosidad a Midori.

—Kyoko Sasagawa era una empleada de aquí. La contraté cuando ella tenía 16 años y Haru 11 —su voz se tornó nostálgica mientras les contaba—. Sawada-san en ese entonces tenía 19 y ya era un habitual. Siempre venía con sus amigos a tomar algo y hacer los deberes de la universidad, a pasar la tarde mientras se contaban las desventuras en sus clases.

Midori suspiró y su mano se posó sobre su mejilla mientras miraba el ceño fruncido de Haru y la mirada indiferente de Kyoya.

—La primera vez que Kyoko-chan le vio no sucedió nada, es más, parecían amigos y todo. Pero cuando Haru-chan anunció que iba a declararse a Sawada-san todo cambió —Haru hizo ademán de levantarse e irse pero Kyoya la sujetó para que no lo hiciese.

—Tú te quedas.

Haru sopló en molestia y volvió a tomar asiento.

—Como iba diciendo, todo cambió cuando Haru-chan iba a declararse a Sawada-san. Kyoko-chan se tornó más distante y cuando le hablabas te contestaba con monosílabos… —Midori se detuvo para tomar aire antes de continuar—…cuando Sawada-san apareció solo, fue cuando todo sucedió. Kyoko-chan se lo llevó hacia la sala que ahora se usa para eso, y allí tuvieron sexo.

—No sé porque Kyoko-chan actuó así… y aún ahora, cuando intento hablar con ella para preguntárselo cambia de tema tan bruscamente que… desespera —Haru murmuró apenada.

Midori le sonrió con cariño y continuó—: Pasó un año y cada vez que Sawada-san venía solo, ella lo encerraba en la misma sala y de allí no salían hasta que él debía irse. Kyoko-chan dejó de trabajar cuando se quedó embarazada de Sawada-san y de eso ya han pasado seis años, ahora mismo su hijo debe tener cinco años casi seis.

Kyoya abrió los ojos en sorpresa, todo se complicó aún más que al principio.

—Sé lo que estás pensando, Hibari-san —le dijo Haru—. ¿Si tiene hijo por qué hace esto?—Haru le sonrió con malicia y se auto contestó—. Porque, aunque Kyoko-chan le haya capturado de esa forma, Tsuna-san no siente nada por ella. Sólo era un buen polvo que por error dejó embarazado, los padres de ambas familias organizaron los preparativos de la boda y les hicieron casarse. Y de esa forma le cortaron las alas a Tsuna-san, aunque no se las cortaron muy bien.

—¿Ella lo sabe?

—Por supuesto que sí, ella fue quien lo empezó. Por eso sabe que Sawada-san la engaña con cualquiera que se le pone delante.

—Y como Kyoko-chan no se impone, entonces, Tsuna-san sigue con ese hábito tan maravilloso.

Kyoya se quedó estupefacto, esta historia no tenía ni pies ni cabeza. ¿Por dónde la agarrabas para que tuviese sentido?

«Aprovéchate», dijo esa molesta voz dentro de él.

Hibari chasqueó la lengua en molestia y se fue del vestuario dejando a las dos mujeres solas. Ya había tenido suficiente drama para una tarde.

~Fin Flash Back~

Habiendo salido de la ducha, Kyoya volvió a entrar en su habitación y miró las sabanas.

«Sucias», pensó asqueado al ver su semen manchando las sabanas y pijama.

Con ira las quitó de encima de la cama y las lanzó hacia el suelo mientras que del closet sacaba otro juego y empezaba a acomodarlas en su cama. Al acabar, cogió las sucias y las puso dentro de la lavadora, echó jabón y la encendió para que empezase a lavar las sabanas.

Desde esa conversación su mente le jugaba malas pasadas, todas las noches soñaba con lo mismo, con él arrepintiéndose de no haberse dejado coger esa tarde y dejándose hacer a la tarde siguiente. Pero cuando el castaño estaba a punto de penetrarle, su mujer siempre aparecía recordándole que eso no estaba bien.

Tener relaciones sexuales con alguien casado y con hijos estaba mal, y aunque su mente lo supiera al parecer lo ignoraba y le mostraba esas imágenes, calentándole y haciéndole malgastar agua, jabón y electricidad.

Y así llevaba los dos meses.

En un principio había pensado que si salía con otras personas todo se acabaría, que si tenía relaciones con esas otras personas, se olvidaría del castaño. Pero estaba muy equivocado.

Primero lo intentó con uno de sus compañeros, que por cierto era muy irritante. El nombre de ese compañero era Mukuro Rokudo, sabía que esa cabeza de piña estaba interesado en él y por eso, queriéndose quitar a Tsuna de la cabeza, le había dado una oportunidad. Pero no salió como esperaba, cuando tuvieron relaciones se dio cuenta de que no era lo que quería. Mukuro era bueno en la cama pero no existía esa atracción que sintió hacia el castaño la primera vez.

Así que con una buena pelea contra Mukuro decidió que lo mejor era que lo dejasen. Mukuro sonrió, soltó su excéntrica risa y le pidió explicaciones, claro está que no se las dio.

Los días en la escuela cada vez se le tornaban más molestos y todo por culpa de cierto herbívoro cabeza de piña. Por eso, queriendo hacerle ver que debía dejarle en paz y él queriendo quitarse de la cabeza al castaño, se le insinuó a uno de los profesores de Nami-chuu.

Un rubio de nombre Dino Cavallone, con él estuvo el mismo tiempo que con Mukuro. Le sucedió lo mismo, su presencia no le disgustaba del todo, incluso disfrutaba de cuando tenían sexo, pero seguía sin existir esa atracción que sentía por Tsuna y eso empezaba a molestarle cada vez más. Y los pobres alumnos de la escuela lo notaban.

El dejar a Dino le fue más fácil que a Mukuro, bueno, todo a de decirse, Mukuro ayudó un poco. Cuando el de ojos dispares les vio juntos no dudó ni un momento en entrometerse y con ello causar una pelea contra Dino.

El problema que todo esto conllevó fue: como ya tenía experiencia en el sexo, sus sueños cada vez eran más nítidos y las sensaciones más reales.

Kyoya miró el calendario y observó que era domingo, eso tenía sus ventajas. La primera, no debía de ir a trabajar y por ende no vería a Tsuna. Y segunda, podría estar disciplinando a cualquier herbívoro que se atreviese a saltarse las reglas.

Pero también tenía sus desventajas. Tendría todo el día para pensar en Tsuna y en todas las tonterías que había hecho desde esa maldita tarde.

Con un suspiro Kyoya se alistó, comprobó que portaba las tonfas en el lugar de siempre y salió a la calle. Hoy iba a soltar todo el estrés de estos dos meses contra cualquiera que se le pusiese delante.

Por desgracia, hoy todos los herbívoros habían decidido seguir las reglas y no romper ninguna.

«¿Por qué demonios hoy siguen las reglas?», pensó con ira mientras seguía andando sin rumbo fijo cuando una pelota de color naranja chocó contra sus piernas.

Kyoya se agachó y la cogió, al parecer a algún niño la había chutado demasiado fuerte manándola fuera del parque.

—Gracias por cogerla… ¡oh!

Esa voz… él conocía esa voz.

Kyoya posó la vista hacia la persona que le había hablado topándose con esos ojos cobrizos que le perseguían en todos su sueños.

—Vaya, que casualidad —le dijo Tsuna mientras alargaba sus manos para poder coger la pelota.

—Hn —contestó entregándole el balón.

—¿Aún estás enfadado por lo ocurrido?—Le preguntó—. No debería importarte, fue una confusión y ya está. No sabías que sucedía en esa habitación.

Kyoya evitó mirarle a los ojos, sentía que si le miraba él sabría que en verdad le hubiese gustado continuar.

—¡Papa!—Una niña de cinco años, media melena castaña con la parte superior algo alborotada y vestida con una camiseta blanca, una falda de color amarillo pálido y unos zapatos blancos, se acercó a los dos.

—Yuzu mira, papá ha encontrado la pelota —Tsuna se acercó a la niña y la subió en brazos mientras le entregaba la pelota.

Kyoya miró a la niña y en ella vio a Tsuna pero en niña, si esa pequeña era la hija del castaño y de esa otra llamada Kyoko, tenía que decir que poco había heredado de su madre, ni los ojos, porque aunque no supiera de que color los tenía esa mujer, podía identificar que los de la niña eran como los de su padre.

La niña también le miró, pero su mirada se tornó de curiosidad cuando notó el como ese chico miraba a su padre.

—Papa, ¿quién es?

Tsuna siguió la dirección donde su hija estaba señalando y vio que señalaba al empleado de Midori-san.

—Pues la verdad… lo único que sé es que trabaja para Midori-san.

—Oh, ¿para la tía Midori?

Tsuna asintió y dejó, nuevamente, a su hija en el suelo. Yuzu al notar que sus pies estaban contra el suelo, decidió ir a presentarse. Si ese chico trabajaba para su tía, entonces debía de ser buena persona, ¿verdad?

—Soy Yuzu Sawada y tengo cinco años —se presentó enseñándole la palma extendida, marcándole los años que tenía con los dedos.

Tsuna empezó a ponerse nervioso, acordándose del golpe que Kyoya le había propinado por haberle asaltado y lo cierto, es que no quería que su hija terminase con un ojo morado. Pero para su gran sorpresa, Kyoya se agachó al nivel de la niña y se presentó.

—Kyoya Hibari.

Yuzu sonrió contenta y dirigiéndose a su padre le preguntó—: Papa, ¿podemos quedárnoslo?

Tsuna abrió la boca con incredulidad y notó como la penetrante y mortal mirada de Kyoya le traspasaba—. Yuzu, querida, él no es una mascota.

Yuzu se cruzó de brazos y con un mohín le contestó—: Pero Yuzu quiere quedárselo.

—Hija, ¿quieres que papá muera pronto?—La niña negó con la cabeza—. Pues entonces, deja de pedirme eso por favor.

De los ojos de Yuzu empezaron a caer lágrimas—. P-Pero… Y-Yuzu q-quiere que-quedárselo…—y después de esa sentencia empezó a llorar, gritar y patalear.

—Esto es extorsión —murmuró Tsuna soltando un suspiro—. Haremos esto, siempre y cuando a Kyoya-kun le parezca bien.

Su nombre salido por los labios de Tsuna hizo que se sonrojara ligeramente y su cuerpo temblara de la emoción.

Yuzu al escuchar lo dicho por su padre empezó a detener su llanto dándole a entender que estaba escuchándole.

—Si a Kyoya-kun le parece bien, puede venir los domingos a casa para pasar el día contigo.

Hibari palideció, estar en su casa significaba tener que verle y por ende, caer y hacer caso a sus bajos instintos. Y eso no iba a tolerarlo, iba a negarse, por supuesto que iba a negarse, e iba hacerlo pero…

…Yuzu le estaba mirando con estrellitas en los ojos.

Al parecer la idea de su padre la convenció y ahora estaba esperando la contestación de Kyoya.

«He de negarme», pensó apartando sus orbes de la mirada esperanzadora de la niña.

—Estoy ocupado.

Yuzu empezó a sorber indicando que iba a llorar de nuevo.

—Tengo cosas que hacer —le repitió de nuevo a la niña.

De los ojos de Yuzu ya caían lágrimas.

—Soy el jefe del Comité Disciplinario, tengo tareas que hacer.

Yuzu empezó de nuevo con su pataleta. Pero esta vez se tiró al suelo y gritó más fuerte que antes.

Tsuna lo veía todo apartado, esto era algo entre su hija y el empleado de Midori… un momento…

—Midori-san me dijo que te hacía falta el dinero —interrumpió la pataleta de su hija—. Si quieres, los domingos que vengas puedo pagarte un salario por quedarte a jugar con Yuzu.

La niña detuvo su rabieta y miró expectante hacia Kyoya para ver que contestaba ahora, su querido papá le tenía entre la espada y la pared.

«Maldita herbívora bocazas», pensó malhumorado al verse sin escapatoria.

—Si la paga es razonable iré. Pero sólo a jugar con la niña —remarcó lo último para que Tsuna no se hiciese ilusiones.

Pero al contrario de lo que se imaginó, Tsuna sonrió y agachándose al nivel de su hija le dijo—: Que bien, ¿verdad, Yuzu?

—¡Sí!

Y así se sentenció su condena, con Tsuna entregándole un papel donde tenía la dirección de su casa y su número de teléfono por si a alguno de los dos le surgía algún imprevisto.

|—

Y así era la agenda del castaño durante la semana, o al menos, esto era lo que Kyoya había descubierto en estos dos meses de trabajar en la cafetería.

Los lunes, Tsuna siempre iba a la cafetería con esos dos, que según descubrió se llamaban: el peliplateado, Hayato Gokudera y el pelinegro, Takeshi Yamamoto. Los tres se iban a la sala privada y de ahí no salían hasta las ocho, a veces incluso veía algún que otro chupetón en los cuellos de los tres.

Los martes Tsuna siempre iba solo y por ende, pasaba la tarde con algún o alguna empleado de Midori. Y ya se sabía que hacían en esa sala.

Los miércoles también iba solo y también pasaba la tarde con algún empleado.

Los jueves iba acompañado con una mujer de cabellos purpuras y ojos de color índigo. Se encerraban en la sala y de ahí no salían hasta las ocho, Kyoya se había dado cuenta que cuando esa chica iba, ella y Tsuna siempre salían más desarreglados que cuando entraban.

Los viernes iba acompañado con un hombre mayor a él, trajeado y con un sombrero que dependiendo la inclinación que le daba, ese hombre parecía más o menos peligroso. También se encerraban en la sala y cuando salían para irse, ese hombre siempre se iba con una sonrisa más extendida que con la que entraba.

Los sábados era el único día que no aparecía, o al menos, no por la tarde.

Y los domingos la cafetería cerraba.

Y hoy era martes, en otras palabras, hoy uno de los empleados tendría la suerte de pasar la tarde con él.

Kyoya chasqueó la lengua y continuó tomando pedidos y sirviendo mesas, debía de sacárselo de la cabeza. Olvidarse de él… aunque ahora le sería más difícil y más trabajando los domingos para él.

El tintineo de la campana le sacó de sus pensamientos y al dirigir su mirada a la puerta le vio. Ya eran las seis y él como siempre se presentaba.

Kyoya desvió los ojos al ver que Tsuna le miraba y le sonreía, ignorándole continuó con su trabajo, eso sí, viendo el como Tsuna agarraba de la cintura a un empleado y se lo llevaba a la sala. Su sangre empezó a calentarse, ¿cómo tenía el descaro de mostrar tan abiertamente que engañaba a su mujer?

Si el fuese su pareja no dejaría que eso sucediese…

Kyoya abrió los ojos en sorpresa por las tonterías que estaba pensando, profundizando su ceño fruncido, dejó la placa donde llevaba la comanda en una de las mesas y con paso apresurado se dirigió hacia la sala donde esos dos ya estarían teniendo sexo.

Llegó delante de las puertas correderas de donde la otra vez salió furioso, lo tenía claro. Muy, muy, claro. Si todos podían, el también podía. Iba a tener lo que su cuerpo le había estado pidiendo durante dos meses enteros.

Kyoya abrió la puerta de golpe y sin dejar que la imagen que vio le afectara, se dirigió hacia su sorprendido compañero de trabajo y lo arrancó de los brazos de Tsuna, sacándole de la habitación y cerrando la puerta con Tsuna y él dentro.

—¿Qué estás haciendo?—Le preguntó Tsuna al verse de repente sin el chico.

Kyoya no le respondió, seguía mirando la puerta y de espaldas a Tsuna.

—Mira, no estoy de humor. Respóndeme, ¿qué estás hacien…?

La sentencia de Tsuna fue cortada cuando Kyoya puso sus labios sobre los del contrario, y se acomodó sobre los muslos de Tsuna pasando sus brazos alrededor del cuello del mayor y profundizando el beso.

Al principio Tsuna se sorprendió pero después de recuperarse acercó el cuerpo de Kyoya más a él y le devolvió el beso, siendo él quien tomase el control de la situación.

El calor iba subiendo en la habitación, y al poco tiempo ya tenían las camisas tiradas por el suelo mientras iban dándose besos, toques, caricias y mordisqueos. Los jadeos y gemidos eran la música que sonaba dentro de la sala y el tintineo de las hebillas del cinturón era la advertencia para los oyentes de que en la sala ya no se debía entrar.

Pronto Kyoya se vio tumbado en el suelo, notando como las manos de Tsuna iban burlándose de todo su cuerpo y la lengua que iba lamiendo su torso dejaba un rastro de saliva. Cuando ya tuvo suficiente, rodeó la cintura de Tsuna con sus piernas y lo atrajo hacia si.

Tsuna al sentir el movimiento, soltó una ligera risa y humedeciendo sus dedos se dispuso a conceder los deseos de su acompañante.

Haru mientras esperaba a que Midori le entregara la comanda vio como Yūta Hiraoka salía del pasillo con prisas y colocándose bien el uniforme de trabajo, extrañada se acercó a él.

—Hiraoka-san, ¿qué haces aquí?

El chico la miró y con nerviosismo le dijo—: El nuevo ha entrado de repente y me ha echado quedándose él dentro de la sala con Sawada-san.

Haru miró estupefacta el como Yūta se iba a atender una de las mesas. Cuando volvió en si, frunció el ceño y se dirigió hacia donde estaba Tsuna con el nuevo.

«Sólo hay un nuevo y ese ha de ser Hibari-san, ¿qué demonios está pensando?», pensó mientras se acercaba a la sala privada.

Cada vez estaba más cerca y cada vez los gemidos y jadeos eran más nítidos, cuando se detuvo delante de la puerta ya no pudo más y se sonrojó. Una cosa era estar dentro con Tsuna y haciéndolo, la otra y muy distinta, era estar fuera y escuchar el cómo lo hacían.

No se atrevía pero debía hacerlo, debía entrar y regañar a Hibari por saltarse el turno, por echar de la estancia a quien le tocaba estar con Tsuna. Levantó la mano y la cerró en forma de puño, la acercó a la puerta y cuando estuvo a punto de llamar el gemido que Kyoya soltó al haber culminado hizo que se detuviera de golpe.

Miles de imágenes empezaban a surcar por su mente, ese lado que pensaba que había dejado atrás empezaba a florecer nuevamente, sus manos temblaban y empezaba a dudar de si interrumpir o no.

Otro gemido, pero esta vez de Tsuna, hizo que ese lado saliera a flote.

Se puso en cuclillas y silenciosamente abrió un poco la puerta, lo justo para que ella pudiese ver algo. Tuvo que ponerse una mano en la boca para no gritar de la emoción, porque estaba viendo a esos dos en el mejor momento.

Kyoya se encontraba sentado sobre las piernas de Tsuna auto penetrándose mientras el castaño le masturbaba, robándose besos y mordidas.

«¿Dónde está la cámara cuando la necesitas?», se lamentó mentalmente.

Empezaba a excitarse tanto como cuando Tsuna la tocaba, cuando Tsuna la marcaba, cuando Tsuna le hacía sentir tanto placer que se olvidaba de que sólo era otra amante de muchas y muchos que tenía el castaño. Pero en si era gratificante, saber que Kyoko, quien una vez fue su mejor amiga, no podía satisfacerle y que por ende, él tuviese que buscarse amantes, eso era muy gratificante.

«Aunque esto no es lo mismo sin Kyoko-chan, antes era más divertido», pensó mientras una de sus manos se dirigía hacia su intimidad al notarla húmeda.

Sentir los jadeos, suspiros y gemidos que daban esos dos no ayudaba en lo más mínimo a su estado de semi excitación. Cerró los ojos y con un suspiro se levantó empezando a andar y dirigiéndose a los vestuarios, no podía atender a los clientes estando de esa forma, primero debería calmarse y cambiarse de ropa interior.

Las campanadas del reloj de péndulo que había en la habitación marcaban que ya eran las ocho de la tarde y que debían despedirse. Kyoya se apartó un poco del cuerpo de Tsuna y lo recorrió con la mirada, nada de lo que había sentido en los sueños que había tenido se parecía a lo que sentía ahora, sin duda, la realidad era mucho mejor.

—¿Qué tanto observas?—Tsuna le preguntó divertido.

Kyoya apartó la mirada del cuerpo de Tsuna con el ceño fruncido e intentó apartarse más pero el brazo de Tsuna le rodeó por la cintura deteniendo cualquier movimiento.

—No te enfades, era broma —le dijo besándole en la mejilla—. Pero ya es hora de que me vaya —le comentó mientras se desperezaba.

Kyoya se bajó de encima de Tsuna y se sentó en el suelo observando como el mayor entraba en una habitación integrada en la sala y se encerraba allí. Salió al pasar diez minutos con una toalla cubriendo su intimidad y el pelo mojado.

Hibari apartó la mirada al notar como su miembro volvía a erguirse en toda su gloria, con un rápido movimiento cogió el primer trozo de tela que encontró y se tapó. Ni muerto iba a mostrarle que se encendía a la mínima que le veía.

Tsuna, sin haberse dado cuenta del movimiento de Kyoya, empezó a vestirse. Primero los pantalones, luego la camisa seguida por la corbata y los zapatos, y para terminar la chaqueta…

—¿Dónde está mi chaqueta?

Kyoya al escucharle hablar miró la ropa que había cogido y maldijo internamente por su descubierta estupidez. Había cogido la chaqueta de Tsuna para taparse.

—Kyoya-kun, necesito la chaqueta —le dijo Tsuna al ver quien tenía su última pieza de ropa e intentó quitársela...

…pero Kyoya no iba a entregársela tan fácilmente.

—Por favor, Kyoya-kun. He de irme —le pidió mientras intentaba arrancar el trozo de tela de las pálidas manos—. Kyoya-kun he de ir a buscar a mi hija, he de irme ya.

Hibari seguía sin cederle la chaqueta, su integridad física –al menos lo que quedaba de ella– era mucho más importante que la pequeña niña.

Con un suspiro Tsuna dejó de forcejear y se cruzó de brazos observando al pelinegro que se aferraba a su chaqueta.

«Ni que fuese tan importante la chaqueta», pensó para sus adentros e iba a dejar la pieza de ropa con el menor pero un recuerdo le vino a la mente.

"—Un buen jefe a de estar siempre presentable —y después de esa sentencia una semi automática le apuntó—. Como alguna vez no estés presentable… mueres Tsuna.

La amenaza hizo que una corriente eléctrica recorriera toda su columna y empezase a asentir frenéticamente.

¡P-Por sup-supuesto Reborn! ¡Siem-Siempre est-estaré p-presentable!"

Tsuna tragó saliva al acordarse de la amenaza de su querido y amado tutor.

—Kyoya-kun, es de vital importancia que me lleve la chaqueta —y así empezó un nuevo forcejeo.

Pero Kyoya seguía sin cedérsela y Tsuna empezaba a desesperarse.

—Kyoya-kun, van a matarme como me vean sin chaqueta —y con un último tirón y aplicando toda la fuerza que tenía, Tsuna logróarrancar la chaqueta de las manos de Kyoya y ver la erección que este tenía.

¿Lo primero que le pasó a Hibari por la cabeza?

Morder hasta la muerte al imbécil del castaño.

¿Lo segundo que le pasó por la cabeza?

Morirse de la vergüenza, aunque no fuera a mostrarlo abiertamente.

Tsuna se tapó la boca con una de sus manos al entender la situación—. Te ha excitado algo que he hecho —afirmó—. No te preocupes, algo de tiempo para esto si que tengo —le susurró al oído mientras su mano se dirigía a la erección de Kyoya.

El simple roce le hizo temblar de pies a cabeza, el notar como la mano cogía toda su longitud hizo que sus brazos rodearan el cuello del mayor, y cuando Tsuna empezó a mover su mano en un tortuoso y lento movimiento de sube y baja su respiración empezó a entrecortarse.

Volvía a quererlo dentro, su cuerpo le demandaba el tenerlo de nuevo.

—M-Ma… ñ-ña… n-na…—murmuró entrecortadamente.

Tsuna sonrió y dándole un beso cerró el mudo acuerdo, sintiendo como su mano volvía a ensuciarse de la esencia del menor.

—Mañana nos vemos, Kyoya-kun —se despidió después de limpiarse la mano—. ¡Oh! Esa habitación es el cuarto de baño —y dicho eso, Tsuna salió de la sala dejando a Kyoya sentado en el suelo y jadeando.

Tsuna se dirigió hacia la barra y ahí dejó el dinero mientras se despedía de Midori y le comentaba lo pactado entre Kyoya y él.

La mujer rió entre dientes al escucharlo—. Es la primera vez que repite, Sawada-san.

Tsuna la miró extrañado sin saber a que se refería.

—Bueno, normalmente cuando ha estado con uno de mis empleados, al día siguiente no vuelve a dejar que entre en la sala, sino que pide que sea otro.

Los ojos de Tsuna se abrieron ante la sorpresa—. ¿Hago eso?—Preguntó incrédulo.

—¿No se había dado cuenta? Pues por aquí si que nos habíamos dado cuenta, y más mis empleados. Se turnan los días, ¿sabe?

—Entonces, primera noticia porque no me había dado cuenta.

Midori volvió a reírse entre dientes—. Puede ser que algo esté cambiando, o también puede ser que le tenga algo de afecto al chico.

Tsuna se quedó pensativo durante un instante antes de sonreírle a la mujer—. O puede que sea algo de las dos —Midori le devolvió la sonrisa a Tsuna—. Oh, ¿sabes que a Yuzu le gusta Kyoya-kun?

Los ojos de Midori se abrieron en sorpresa—. ¿En serio? ¿A Yuzu-chan le gusta el chico?

Tsuna asintió con la cabeza.

—Eso es nuevo, a Yuzu-chan no le gustan muchas personas, por no gustarle no le gusta ni su propia madre…—Midori empezó a divagar.

—Kyoko se ha buscado ella sola el desprecio de Yuzu, pero bueno, mejor me voy sino luego Yuzu me castiga por llegar tarde.

—Está bien, que tenga una buena velada —Tsuna le dijo adiós con la mano y se dispuso a irse pero la voz de Midori le hizo detenerse y voltear a verla—. ¿El sábado vendrá con Yuzu-chan?

—Por supuesto, como todos los sábados.

Y dicho eso, se fue.

Midori volvió dentro de la cocina una vez cogió el dinero y lo guardó en la caja, y ninguno de los dos se dio cuenta de que Kyoya les había estado escuchando.

Notas finales:

Sigo dudando de si el rated T está bien puesto… bueno, espero que sí y sino lo cambio y ya está. Y aquí el segundo capítulo de este Three-shot… que estoy dudando en si subirlo a cuatro capítulos… las ideas vienen y no les veo final, bueno, mentira, el final si que lo veo pero empiezo a no ver el como llegar a el TT^TT y eso que lo tenía tan bien planificado, ¡incluso hice apuntes y todo eso! ¡Y ahora todo se va a pique!

Sobre el comportamiento de Kyoya con Mukuro y Dino, se que ha sido algo brusco pero espero que comprendáis que necesitaba que Kyoya no fuese virgen y tuviese algo de experiencia… por eso ha salido así. ¿Podría haberlo hecho de otra manera? Seguro, pero no se me ocurría otra.

Bueno, dicho todo esto… sólo me queda rezar que el próximo sea el último…

Respuesta a la anterior pregunta del fic:

Pensado lo que queráis, a mí me gusta tal y como es~

Nos leemos.


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