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Afecto. por Seiken

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Afecto

Capitulo 12.

— Leo no te merece.

Pronuncio Shen rodeando a Tygus con su otro brazo, sintiendo como este en vez de tensarse como siempre ocurría, se tranquilizo, cerrando los ojos, aceptando ese diminuto gesto de amistad.

— No entiendo cómo puede tratarte así.

Shen respondió masajeando la espalda de Tygus, dibujando pequeños círculos a la altura de sus omoplatos, justo como él hacia cuando trataba de tranquilizar a Claudius después de una pesadilla.

—Esas pesadillas no son normales.

Pronuncio Shen cambiando de tema, no quería seguir hablando de Leo, no cuando sabía que Tygus aun lo quería, de lo contrario su visita no le causaría tanto dolor.

— Hay algo maligno en ellas…

Tygus también lo sentía, no eran normales, en el pasado nunca las tuvo, se preguntaba porque ahora que ya era libre las tendría.

— He mandado llamar por Akbar… ese anciano sabrá que hacer.

Shen esperaba que Akbar quisiera salir de la ciudad que ahora habitaba una buena cantidad de los elefantes, así como varias razas más, las que no deseaban seguir sirviéndole a un amo, fuera de los suyos o de otra especie, aunque sabía que tratándose de Tygus, el elefante de edad madura no se negaría a visitarlos.

— ¿Akbar? No lo he visto tanto tiempo, me pregunto como si está bien o si aun se acuerda de mí.

Tygus extrañaba al elefante, era una de las pocas personas que podía llamar amigo, con quien se sentía seguro y a veces, solo en ocasiones especiales comprendía de que le hablaba, el tigre creía que su mentor en la meditación veía varios futuros posibles, caminaba en el plano astral como lo hacia él, pero al mismo tiempo su pequeña memoria lo hacía verse como si fuera un anciano senil, alucinara imágenes confusas que él apenas organizaba en su mente, pero Akbar era mucho más fuerte, no estaba asustado de su poder, ni se petrificaba al sentir el cambio entre los planos.

— No creo que te haya olvidado, nadie podría.

Shen respondió despojándolo de su manto, descubriendo su cabello, tratando de tener toda la atención del tigre en sus brazos, quien se sonrojo al escuchar aquellas palabras.

— No culpo a Leo, tenerte en sus brazos y perderte, no creo que nada sea más cruel que eso.

Las pupilas de Tygus se alargaron un poco, entendía perfectamente lo que Shen deseaba de él mas no estaba seguro de que pudiera dárselo, no estaba interesado en el sexo, tampoco en la compañía de alguien más, sólo quería entrenar, proteger y darle un futuro a su cachorro.

— A mi me gustaría poder olvidarme de todo.

Respondió Tygus, alejándose un poco del chacal, quería olvidarse de su pasado y a veces envidiaba la facultad de los elefantes para poder seguir adelante sin dolor, ni miedo, ni confusión, para él eran felices como eran, no necesitaban nada más que lo indispensable.

— Lo mejor es que me retire, Claudius debe preguntarse dónde estoy.

Shen lo dejo irse sin decirle nada, estaba preocupado y celoso, creía que cuando Leo llegara a su castillo Tygus dejaría de prestarle atención sí es que el rey de Thundera no solicitaba alguna extraña condición que tuviera que ver con su amigo, era extraño, él era un tigre, era un hombre, pero aun así disfrutaba demasiado de su compañía.

—Trata de dormir algunas horas Tygus.

Pronuncio, reconociendo que sus celos no eran justos y que Tygus jamás le había dado alguna señal de estar interesado en su persona de aquella forma, sólo era su amigo, su aliado y un soldado que podía entender su forma de pensar, pero al mismo tiempo creía que con el tiempo podría ganarse lo que Leo tuvo con demasiada facilidad.

Thundercats-Thundercats-Thundercats

Leo podía ver el palacio del alfa supremo a lo lejos, su carga era pesada, su tratado sería benéfico para los dos reinos y su excusa para ver a Shen era débil, aun así el chacal acepto verle, aunque estaba seguro que no estaba contento con su repentino cambio de actitud.

Panthera insistió en acompañarle, tratando de hacerle ver lo precipitado de su decisión, sabían dónde se encontraba Tygus, así que solo era cuestión de tiempo para poder verle otra vez, pero ya habían pasado nueve años separados, él había casi enloquecido de dolor en su sala del trono esperando por una señal de su amante, por una sola palabra, por una muestra de que aun estuviera vivo, ahora que lo encontró no imaginaba pasar más tiempo sin él, no lo soportaría, no era tan fuerte.

— Lo extraño tanto.

Pronuncio Leo, ya no le dejaban conducir sus vehículos, tampoco pilotearlos, podía practicar con su espada, pero no realizar ninguna tarea peligrosa, comenzaba a creer que tenía más libertad en el pasado.

— Y estoy tan cansado de vivir en la sala del trono, me siento asfixiado.

Susurro Leo, mesando su cabello, cerrando los ojos, de pronto una idea horrible vino a su mente, habían pasado nueve años desde la última vez que pudieron verse, cuando Tygus quiso quedarse a su lado, sin embargo, en todo ese tiempo se oculto, se negó a verlo, sólo fue porque Panthera traiciono su confianza que pudo encontrarle.

— Crees…

Comenzó, pero su voz de pronto se quebró, tal vez su tigre no lo amaba como él pensaba, tal vez solo era una ilusión, una forma de sentirse libre del control de esa bestia, por un momento se pregunto si en realidad no estaba haciendo lo mismo que hizo en la nave, negándose a su voluntad para obligarlo a someterse a la suya.

— ¿Crees que Tygus me ame?

Aquella pregunta sorprendió a Panthera, era la primera vez que Leo se preguntaba eso, de pronto no creía que ver a Shen o a Tygus era una buena idea, sólo estaba interponiéndose en su camino.

— Nunca me busco, nunca… ¿Qué tal sí yo soy quien insiste en esto?

Panthera nunca le había dicho la verdad, creyendo que esta lo destruiría, durante nueve años guardo silencio, pero ya no podía seguir haciéndolo, antes de que su amigo pensara que su compañero no lo amaba le contaría sus motivos, su inmenso amor por él, el sacrificio que estaba dispuesto a realizar solo porque no podía imaginarse un mundo sin su amante, Tygus le hizo prometer que se lo contaría todo a Leo cuando él ya no estuviera presente y no lo hizo, ahora se daba cuenta que al no cumplir esa promesa sólo complico su destino.

— ¿Qué tal si estoy imponiéndome en su voluntad como en la nave?

Tampoco debió esconder su ubicación de su amante, Leo lo amaba y Tygus también lo hacía, la forma en que preguntaba sobre él, el nombre de su cachorro, el dibujo que guardaba en su casa, esa era la obra de Leo, aquellas las acciones de alguien que lo amaba, que lo extrañaba demasiado pero que había sufrido aun más para atreverse a soñar con algo mejor.

— Tal vez lo que vi en sus ojos no era deseo, sino temor… después de lo que le hice no me sorprendería que me odiara y me temiera.

Leo cubrió su rostro con ambas manos, estaba a punto de ordenarles que debían retroceder, regresar a Thundera y olvidarse de todo, al menos él, no se lo prometió a Tygus cuando abuso de él, que lo protegería de todos, aun él mismo.

— Tygus te ama, yo lo sé.

Panthera creía que Leo no escucharía sus palabras o que la odiaría por guardar silencio, no lo culparía si lo hacía, ya le había mentido en varias ocasiones, todas ellas importantes, ella misma se preguntaba si no debió decirle a su amigo lo que ocurría con su amante antes de que la rebelión se les saliera de las manos, Tygus estaría seguro, acompañándolos, no en una celda sucia y fría esperando ser ejecutado.

— ¿Cómo lo sabes?

Pregunto Leo, ella se mordió el labio y por primera vez en toda su historia, en el tiempo que habían sido amigos, aparto su mirada de la suya.

— ¿Cómo sabes que él me ama?

Pregunto Leo, no quería escuchar mentiras, sí ella creía que su amado compartía sus sentimientos, quería que fuera por algo más que una corazonada, pero al ver sus ojos, como ella trataba de ocultarse debajo de su largo cabello negro supo que le había escondido algo más.

— ¡Alto! ¡Detengan este tanque!

Ordeno Leo, quería escuchar lo que Panthera tenía que decirle, ya no permitiría que guardara silencio, ella sabía algo que le estaba ocultando, algo más sobre Tygus.

— ¿Qué me escondes?

Pregunto Leo, siguiendo a Panthera, quien rodeaba su propio cuerpo con sus brazos, tratando de armarse de valor para destruir a Leo, hasta el momento solo sospechaba que Tygus no era leal a su señor, que estaba atrapado, pero no era justo para ninguno de los dos que siguiera guardando silencio.

— Tienes que saber que… que al principio no dije nada porque estabas tan herido por lo que hiciste, por lo que ocurrió con ustedes que… no quise destruirte, no quise hacerte daño.

Leo apretó los dientes al mismo tiempo que se recargaba en un árbol, tratando de ignorar su creciente molestia, aun recordaba lo que le había hecho, seguía teniendo pesadillas por eso, él no era mejor que la bestia.

— ¡Como si no tuviera suficiente en mi mente, tienes que recordarme que lo traicione!

Panthera desvió la mirada, tenía razón, era un error decirle ahora que había pasado tanto tiempo, nueve años.

— ¡Mum-Ra lo sabía, lo supo desde un principio!

Casi le grito a Leo, quien estaba recargado en el árbol, sus dientes estaban fuertemente apretados, sus ojos estaban ocultos debajo de su cabellera, podía ver que cada musculo de su cuerpo estaba tenso, necesitaba recuperar su atención.

— ¿Esperaste nueve años para decirme eso?

Pregunto Leo, volteando en su dirección, su rostro contorsionado por el enojo que sentía, recordando como Tygus de pronto lo alejo de él, su promesa de que nadie sabría nada, su desesperación al saber que no guardo silencio.

— Tygus me busco en nuestra sala de mando, me dijo que intercepto a un traidor, no sabía que se trataba de Torr, no me lo dijo…

Panthera de pronto se detuvo, Leo ya sabía que no confiaron el uno en el otro, Tygus se lo confeso, también sabía que esa bestia le hacía daño, que los rumores eran ciertos, pero nunca pensó que ella pudiera ocultarle esa información.

— ¿Qué te dijo? ¡Quiero escucharlo!

Panthera guardo silencio por algunos instantes, sin embargo, ya no podía detenerse ahora que por fin se libraba de aquella pesada carga en su consciencia, Leo tenía que saber que a pesar de todo Tygus lo seguía amando.

Primero comenzó por contarle sobre el pasado de Tygus, como su maestro le traiciono al entregarlo a esa criatura, que aun era un muchacho cuando su pesadilla comenzó, que estaba asustado, que odiaba a Tykus y la absurda razón por la cual este lo culpaba por la muerte de su compañero, como logro que asesinaran al comandante, cada palabra se hundía en el pecho de Leo como una daga, haciendo que su decisión por cuidarlo ahora que podía fuera valida, por regresarle la esperanza así como el brillo perdido de sus ojos.

— Me dijo que Lord Mum-Ra quería muerto a su amante, pero él no lo soportaría, no podría vivir sin él o con la idea de que lo habían asesinado por su culpa.

Leo cerró los ojos al escucharla, Tygus había confiado en Panthera, le había contado su pasado cuando a él jamás le dijo nada, no pudo hacer que su tigre confiara en él, no podía culparlo, cuando lo necesito le dio la espalda.

— Así que había organizado una forma de vengarse de la momia, salvando nuestras vidas sacrificando la suya, dijo que si se unía a nosotros la rebelión correría peligro, yo creí que eso era cierto, tu pierdes la cabeza cuando se trata de él, así que me limite a recuperar la llave que Tigris le robo a Mum-Ra, la que Tykus te dio a ti.

Leo no quería creerlo, pero era cierto, no hubiera soportado la idea de su amante sufriendo en las manos de esa criatura, hubiera arriesgado demasiado para mantenerlo seguro, tal vez, condenándolo a una esclavitud aun peor.

— Yo esperaba decirte todo cuando la rebelión fuera victoriosa, quería decírtelo antes de que fuera tarde, pero tu desapareciste… te perdí el rastro y cuando…

Panthera trago un poco de saliva, recordando la imagen del tigre en la celda, comprendía su dolor porque ella lo sentía en ese preciso momento, por fin entendía que Leo jamás la amaría de la forma que ella deseaba, que tal vez ahora ya ni siquiera tendría su amistad y que lo perdería por siempre.

— Cuando encontré a Tygus, ya había pasado eso… él estaba roto, creía que tu no lo amabas, que solo querías poseerlo, que solo utilizaste su afecto en su contra… así que lo deje ir y guarde silencio para no destruirte a ti.

Leo cerró los ojos, recargándose contra el árbol que estaba a sus espaldas, ese oscuro momento era aun peor de lo que recordaba, pero aun así tenía derecho a saber la verdad, comprender hasta donde le había hecho daño.

— ¿Qué paso después?

Panthera aun recordaba cuando los encontró la primera vez, la expresión de Tygus cuando creyó que la persona que bajaría de aquel tanque era Leo, no ella, su decepción era tan grande que aun se preguntaba porque guardo silencio.

La respuesta era sencilla, era una cobarde, estaba ciega por su amor a Leo, creía que su afecto podría ser suyo alguna vez, nunca hasta ese momento pudo comprender que tan equivocada estaba.

—Tygus me encontró a mi… cometí un error… yo ingrese en su territorio y él estaba buscando pescado fresco para Claudius, al verme creyó que tú estabas en el tanque.

Leo supuso que Tygus debía estar asustado, verlo después de tan poco tiempo, desarmado, solo en el bosque, era imposible que pudiera sentir algo más que miedo al verle.

— ¿Se asusto al pensar que era yo?

Pregunto Leo, seguro que Panthera le diría que así era, no podía comprender como Tygus seguía amándolo después de entender lo que paso en realidad, como tuvo que acudir a ella cuando lo rechazo.

— No, él estaba decepcionado, parecía que sólo quería verte…

Leo negó aquello con un movimiento de la cabeza.

— Quería verte, quería que lo buscaras, pero al no verte… al no estar ahí, creo que pensó que no le importabas, me solicito entonces que guardara silencio…

Para Leo eso no significaba que Tygus lo amaba, solo explicaba su negativa a verlo, él le tenía miedo, no había otra razón.

— ¿Cómo sabes que me ama?

Pregunto nuevamente, en ese momento solo pensaba en regresar a Thundera, olvidarse de todo, cumplir al menos una de sus promesas.

— Te extraña, siempre me pregunta por ti, él dice que tiene un compañero, lo he escuchado en varias ocasiones decírselo a su clan… no lo ves, tiene un compañero, ese eres tú.

¿Un compañero? Ahora más que nunca deseaba creer que eso era cierto, sin embargo, no entendía la forma en que eso podía ser posible.

—Tygus está asustado, lleva años asustado y antes de que digas algo, no es de ti, se que tiene problemas para conciliar el sueño, Bengalí me lo dijo, en el momento en que fuiste a verlo trataba de dormir, sin mucho éxito creo… necesita ayuda y sólo a ti te importa.

Leo recordaba que apenas pudieron despertar a Tygus, las ojeras debajo de sus ojos, lo cansado que se veía, aun recordaba esa visión, Bengalí entregándoselo a la bestia y de pronto, las palabras de Akbar, había dicho que tendría un compañero, que el nombre de su hijo sería Claudius, como su padre.

— Akbar dijo que tendría un compañero, que mi hijo tendría el nombre de mi padre, el hijo de Tygus lleva el nombre de mi padre.

Leo sonrió momentáneamente, era graciosa esa coincidencia, que el hijo de su antiguo amante llevara el nombre que Akbar dijo que tendría su hijo, el hijo de su compañero.

— ¿Por qué no le haces caso esta vez?

Pregunto Panthera, dibujando una pequeña sonrisa, Leo asintió acercándose a ella, rodeándola después con sus brazos, ella sólo hizo lo que pensó era correcto, sus actos fueron solamente suyos, sería un hipócrita si la culpaba por proteger a Tygus de su locura.

— Gracias, aunque hare lo que Tygus me pida.

No podían regresar, debía verlo de nuevo pero esta vez aceptaría lo que Tygus le pidiera, si lo quería lejos de él, no tendría otra opción más que apartarse, aunque aun estaría pendiente de su bienestar como lo hizo en el pasado sin siquiera saberlo su amante, al menos eso podría dárselo sin interponerse en su camino.

Thundercats-Thundercats-Thundercats

Tygus trataba de meditar bajo la luz del sol en uno de los apartados jardines del palacio del alfa supremo, sus piernas estaban cruzadas y sus palmas juntas enfrente de su pecho, una postura que Akbar le enseño cuando aun lo protegía Claudius, quien pensó que lo mejor para él sería que una de las pocas razas que comprendían la esencia del plano astral le mostrara la forma de mantener su cordura intacta.

Al principio la enorme criatura con esos largos dientes le pareció aterradora, tanto que corrió a las piernas de Claudius tratando de alejarse de Akbar, en ese momento era un joven elefante, musculoso e imponente, sus ojos eran extraños, parecían perdidos pero su sonrisa al verle retroceder no fue de burla, sino de agrado llevando su mano a su trompa, sentándose en el suelo, provocando que una nube de polvo los cubriera, haciéndolo ver aun más aterrador.

El polvo los hizo toser y estornudar, pero el estornudo de Akbar fue por mucho el más llamativo de todos, su trompa se movió como una serpiente, provocando que más polvo se elevara en el aire.

Al ver que Akbar no dejaba de estornudar Tygus perdió su temor y comenzó a reírse, siendo reprendido por Claudius, quien le dijo que Akbar había decidido ayudarle, aunque fuera un felino, que muchos otros lo dejarían a su suerte, algunos de esos eran tigres, así que debía agradecer que fuera lo suficiente bondadoso como para querer ayudarle a un cachorro.

Claudius siempre tenía razón, al igual que Akbar, él no era un demente como muchos lo pensaban y era el único que quiso enseñarle como utilizar su don, el cual le daba la facultad de caminar en ambos planos, utilizando el plano astral como herramienta para proyectar ilusiones en sus contrincantes, esconderse en plena vista, proyectar sus propios sentimientos y deseos en otros, así como sentir anomalías en la fina barrera que mantenía ambos mundos alejados.

Esa era la primera vez que podía meditar sin sentir que su mente se alejaba de su cuerpo para ser de vuelto a su jaula, por primera vez en demasiado tiempo cerraba los ojos y no veía las llamas ardientes de la bestia observarlo, él se sentía seguro, de pronto creía que su vida mejoraría un poco.

El sólo escuchar el nombre de Leo, aunque no quisiera admitirlo, lo hacía sentir seguro, porque para él su amante de alguna forma cumplió todas sus promesas, vivía en un lugar soleado lleno de plantas, tenía un cachorro que era la única familia que necesitaba, esa criatura jamás volvería a tocarlo, estaba seguro en ese planeta y sobre todo, por un momento tuvo un compañero, aunque no envejecería a su lado estaba orgulloso de portar su marca y de proteger a Claudius.

El cachorro de ocho años trato de meditar como lo hacía su padre, pero no lograba concentrarse y comenzaban a dormírsele las piernas, así que al levantarse trato de llamar su atención.

Aunque su padre le decía siempre sobre la importancia de la meditación para controlar sus dones, su padre nunca lograba mantenerse controlado más de unos minutos, una eternidad para el cachorro hiperactivo.

Primero trato de nombrarlo por su nombre, picarle la mejilla con su dedo índice y después con una varita, aun rodear su cuello tratando de que su peso lo sacara de su meditación al mismo tiempo que tiraba del cabello que cubría sus mejillas, la supuesta melena que aparecía en la vejez, de un lado a otro, para él solo estaba durmiendo y esa era una excusa que usaba para tomar siestas.

Al ver que Tygus estaba inmerso en su meditación sonrió de forma picara, notando por primera vez que una serie de flores multicolores los rodeaban, Claudius comenzó a recogerlas junto a varios tallos que no tuvieran espinas, recordando que la mujer mayor a veces tejía redes con las plantas y que estas eran muy resistentes.

Una de las ocasiones que les enseño a tejerlas una de las pequeñas decidió mezclarlas con flores de colores, haciendo lo que parecía era una corona multicolor, que llamo la atención de todos pero que al no tener ninguna utilidad real fue abandonada por una red que supuestamente podría ayudarles a cazar animales salvajes.

Al ver su mescolanza de ramas y flores sonrió sentándose a un lado de su padre, quien por primera vez parecía tranquilo, sí no supiera exactamente cuál era su edad creería que era mucho más joven.

Claudius comenzó a tejer la corona y cuando estuvo lista la coloco sobre la cabeza de su padre, justo encima del velo en vez de la joya que lo sostenía, Claudius al verle sonrió, no estaba seguro de cuál sería su reacción pero al menos pudo entretenerse algunos minutos.

Thundercats-Thundercats-Thundercats

Tykus varias horas después llego a la nave de escape, para su sorpresa estaba intacta, cubierta por un poco de arena, los tigres tomaron todo lo que necesitaban pero al mismo tiempo la protegieron de los elementos de la única forma posible, de ser necesario podrían volver a utilizarla.

También borraron sus huellas y ocho años más terminaron de hacer el trabajo, Tygus era inteligente, eso tenía que aceptarlo, a diferencia de su amante no le tenía miedo al trabajo duro, a mancharse las manos o a cubrirse de tierra.

Era un guerrero en todo el sentido de la palabra, eso le complicaría mucho más el llegar a él, dejo que su adversario viera todas sus cartas antes de que siquiera se le acercara, fue un estúpido al mostrarle su odio, creer que solo unas cuantas palabras podrían destruirlo y que él caería junto a la bestia.

Que se dejaría inmolar junto a su amo, no, Tygus era por mucho más avaricioso que su amante, él se conformaba con las migajas que se le eran entregadas, el otro tigre tomaba aquello que deseaba y no se detenía hasta conseguir sus metas, parecía que una de esas metas era la de ser quien poseía el verdadero poder, no solo la mano derecha.

Tykus ingreso en la nave recordando como convenció al comandante de la poca valía del nuevo capitán, como su juventud era una afrenta a sus esfuerzos, cuando el tuvo que sufrir una pesadilla, perder su ojo y casi morir en varias ocasiones, un hermoso muchacho era premiado solo por su belleza.

Una belleza que le hizo confundirlo con su amante, cuando comenzó esa absurda búsqueda por olvidarle, se daba cuenta que su consumo de licor solo empeoro su dolor, lo denigro ante los demás, así como divirtió de sobremanera a la bestia.

Thundercats-Thundercats-Thundercats

Tykus había esperado por el comandante durante varios minutos, el era un tigre blanco que disfrutaba en demasía de su poder, sabía que fue él quien le permitió a Tigris sacrificar a Kairi así como darle vida a su cachorro, al muchacho que ahora se hacía con el titulo de su amante.

Estaba furioso por haber sido ignorado, creía que Tygus era demasiado joven y solo un cuerpo caliente para que la criatura se entretuviera, no era necesario que le dieran ese puesto, él era un amante no un guerrero, así que sería fácil que le ayudara a quebrar al joven inexperto presionándolo de las formas adecuadas.

Aun seguía fresca la imagen del cuerpo de Tigris en esa sala y de su pupilo con el uniforme que antes él utilizaba, traía algo parecido al menos, la misma clase de piel alrededor de su cuello, su rostro maquillado ligeramente con una gruesa línea negra debajo de su ojo, sus labios con un brillo dorado, así como un grueso collar de oro macizo alrededor de su cuello, lo único que faltaba era una cadena colgando de él para que fuera una mascota.

Debía admitir que era hermoso, demasiado hermoso para poder ignorarlo, y tan parecido a su amado que casi olvidaba que no eran el mismo, que ese cachorro no era la imagen del pasado de Tigris, mucho menos un espíritu que lo torturaba por haberlo abandonado cuando sabía que lo necesitaba.

El no lo mato, fue Tygus, así que ese cachorro pagaría por ello, aun así trataba de olvidar sus sentimientos de culpa en el fondo de una botella, otros soldados decían que eso funcionaba así que porque no hacerles caso.

No supo cuanto bebió pero sí que algunas horas después estaba enfrente del cuarto de su amante, abriendo la puerta con la llave que le dejo antes de ser asesinado, observándolo de pronto en esa habitación, mirándose en el espejo.

Lo que el director parecía no entender era que ese no era Tigris, sino Tygus, quien trataba de prepararse para su amo, sus manos estaban temblando al ver su trabajo terminado, sus ojos dorados estaban fijos en sus manos, se suponía que debía vestirse con esa horrible ropa, con ese cuello de piel y esas joyas.

Hasta hace poco estaba orgulloso de su rango, de sus habilidades, ahora creía que estas eran una maldición, en especial eso que muchos llamaban “don” que fue una de las razones de que esa criatura le hubiera elegido para recibir un entrenamiento especial.

Al escuchar la puerta abrirse Tygus volteo asustado, creía que esa cosa lo había seguido hasta su santuario, pero no, no era esa bestia sino el director con una botella en su mano, casi no podía moverse, aun así para el joven tigre se veía enorme.

— Tigris…

Susurro acariciando su mejilla, el aroma del alcohol provoco que sintiera nauseas, alejándose algunos pasos del tigre de mayor tamaño, al cual en ese momento le llegaba al pecho, por debajo de sus pectorales.

— ¿Qué busca?

Pregunto alejándose de Tykus, o tratando de alejarse de él, sintiendo que el mayor le rodeaba por el torso, apretándolo contra su cuerpo, aterrándolo con aquel repentino movimiento haciéndole recordar esa cámara y esos ojos rojos.

— Pensé… pensé que estabas muerto.

Tygus comenzó a respirar hondamente, pisando uno de los pies de Tykus al mismo tiempo que le propinaba un fuerte golpe en el costado, alejándose lo suficiente para buscar su arma de fuego.

— ¡Aléjate de mi!

Le advirtió apuntándole con su arma, retrocediendo varios pasos, Tykus de pronto se dio cuenta de lo que estaba pasando, este no era Tigris, no podía serlo, era su alumno, era su asesino.

— ¡Le pertenezco a Lord Mum-Ra y sólo él puede tocarme!

Esa amenaza lo libero de su nube eufórica, haciéndole ver la clase de criatura que era esta, apenas era un muchacho pero asesino a Tigris, le servía a esa criatura con gusto, parecía que su entrenamiento funciono como debía, sólo vivía para servirle.

— Eso veo, Tygus, espero que al menos te sientas culpable por asesinar a tu maestro porque ahora no eres más que un juguete y le servirás a tu amado Lord Mum-Ra por siempre.

Tygus comenzó a temblar, pero eso no le importo, debía alejarse de él antes de que hiciera alguna tontería, como matarlo o hacerse con su cuerpo y traicionar la memoria de su compañero, era hermoso pero no era su amante, no era Tigris.

— No soy un juguete.

Susurro Tygus, mirándose fijamente al espejo, dejando caer su arma de fuego como perdido, comenzando a limpiar su rostro con lentitud, aquello provoco que Tykus sonriera, no era un juguete, era un animal rabioso a punto de morder otro cuello cuando su amo se lo ordenara.

Thundercats-Thundercats-Thundercats

Después de aquella ocasión Tykus recordaba que el cachorro comenzó a disfrazarse como un soldado, un militar de su rango, ganándose un lugar en el ejercito de la bestia, esforzándose por traerle victorias, acercarlo a las piedras de guerra y al mismo tiempo, tratando de quitarle cualquier clase de poder al comandante, boicoteando sus ordenes, contradiciendo algunas otras, logrando que la criatura pensara que fue su culpa que su búsqueda por las piedras de guerra se retrasara innecesariamente.

Pero con Leo parecía que Tygus hizo todo lo contrario, tal vez supo desde siempre quien era el pequeño cadete al cual protegía de manera continua, especialmente del comandante albino, a quien a fin de cuentas logro que ejecutaran con su propia arma de fuego.

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