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Afecto. por Seiken

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Afecto

Capitulo 14.

— Puedo verte aquí mañana, por favor…

Tygus asintió, sí Leo quería verlo mañana así seria, nadie tendría porque saberlo y no podía engañarse por más tiempo, quería estar a su lado.

— Te veré mañana a esta hora y tal vez durante el transcurso del día podamos encontrar unos minutos.

Leo beso sus labios de pronto, un beso casto, que no era más que de agradecimiento, el cual fue recibido por una coloración rosada en las mejillas del tigre, quien se marcho poco después ocultándose en su camuflaje.

— No sabes cuánto te lo agradezco…

Pronuncio Leo, esperando que Tygus lo escuchara y lo hizo sintiendo un agradable calor expandirse desde su pecho, apoderándose de todo su cuerpo, haciéndolo sonreír, parecía que esas pequeñas vacaciones tendrían sus frutos.

— Yo te amo.

Finalizo Leo sonriendo, una verdadera sonrisa que ilumino su rostro.

Esta vez todo sería diferente, ya no habría mas dolor ni mas mentiras, su amado tigre regresaría a sus brazos, el tendría una familia, un cachorro, a su compañero, le cumpliría cada una de sus promesas.

Al regresar a sus habitaciones lo hizo sin que nadie notara que se había ausentado, aquella era verdadera libertad, el ir y venir sin que nadie saliera a su encuentro, sin que sus tediosas tareas le recordaran que tenía demasiadas responsabilidades para poder disfrutar del planeta como él quisiera.

Leo se sentó en su cama, nunca pensó que Tygus respondiera de aquella forma al verlo y que aceptara volver a encontrarse en aquel jardín en medio de la noche, que buscara una forma para poder verse durante el día sin temer que los encontraran juntos, de pronto esa descabellada visita parecía ser la mejor idea que había tenido en mucho tiempo.

Comenzó por quitarse su armadura con rapidez, dejándola caer en el suelo, dándose cuenta que Tygus creía que él ya lo sabía todo, tal vez por eso estaba tan incrédulo de sus intenciones, desconfiando de sus motivos, como podría creerle si no lo busco inmediatamente tras escuchar sus últimas palabras.

Por poco lo deja solo, fue un estúpido, aun seguía tomando las decisiones por Tygus, seguía siendo un egoísta, creía que siempre lo sería tratándose de su compañero, era extraño porque su amante tenía razón y aquel amor que sentía para los demás debía ser una locura, cualquiera que pudiera leer su mente se preguntaría el porqué de su deseo absoluto por su compañero, porque creía que Tygus era un regalo por la destrucción de su clan, que ocurrió para que siendo un cachorro se enamorara de él tan perdidamente que desde aquel momento ese tigre no abandonaba sus pensamientos.

Recostándose en su cama comenzó a observar el techo colocando sus brazos detrás de su cabeza con una gran sonrisa en sus labios, sintiendo que por un momento que le observaban.

Esa idea era ridícula, la única persona que podía verle sin que lo notara era su compañero, pero este no lo seguiría a sus habitaciones, aun así trato de concentrarse para tratar de distinguir el dulce aroma de su tigre, sin encontrarlo.

Leo cerró los ojos con aquella idea en mente, soñando con él, con sus caricias, su aroma, sus hermosos ojos dorados y su cuerpo desnudo en su habitación, esperándolo complaciente después de un largo día en Thundera.

Thundercats-Thundercats-Thundercats

Tygus estaba recostada boca abajo en su cama, llevaba puestos un collar dorado, unos brazaletes que hacían juego en sus brazos y en sus piernas, así como una serpiente dorada rodeando su antebrazo.

El cuarto estaba oscuro a excepción de una chimenea que estaba prendida, el fuego a sus espaldas iluminaba su pelaje dándole un tinte rojizo, el cual contrastaba con las sabanas de color azul, el piso de mármol de su habitación y el dosel blanco de su cama, su mirada era cautivante, le prometía placeres ocultos, su sonrisa parecía adivinar su deseo, disfrutarlo.

— Te estaba esperando.

Susurro casi ronroneando, relamiéndose los labios, manteniendo la misma postura en su cama, abrazando una almohada que cubría parte de su cuerpo desnudo, él era perfecto.

— Leo.

Leo se acerco a él con lentitud, rodeando la cama tratando de memorizar cada recóndito detalle de su amante desnudo en su cama, tendido, esperando por su llegada.

— Te extrañe demasiado.

Tygus seguía cubierto por la almohada, pero había cambiado de posición, sentándose en la cama, tentándolo con su ronroneo, relamiéndose los labios con anticipación, estirando una de sus manos en su dirección para que fuera hacia él.

— ¿Por qué no vienes a mi?

Leo se quito la capa que cubría su espalda, dejando la espada y su guantelete poco después en una silla, su corona fue depositada en una pequeña mesa de noche, todo ese tiempo Tygus esperaba porque le acompañara en su cama, sus ojos dorados brillaban con deseo, casi de manera sobrenatural.

— Sabes que te necesito, conmigo, en mí…

Leo trago algo de saliva dejando caer todas las piezas de su armadura en el suelo junto con su camisa y sus pantalones, permaneciendo desnudo delante de la mirada hambrienta de su amante que seguía ofreciéndole su mano para que la tomara.

— Leo…

Tygus abandono la almohada en la cama y comenzó a gatear en su dirección, ondulando su cuerpo, deteniéndose a unos cuantos centímetros del suyo, todo ese tiempo con una mirada sensual, suplicante.

— No importa lo que pase, aunque todo cambie, siempre te amare.

Susurro besando sus labios, rodeando su cuello con sus brazos, apretándolo contra su cuerpo, esperando que lo siguiera a su cama, Leo lo hizo, recostándose sobre su amante, cuyo perfecto cuerpo rayado solo tenía una marca, la mordida en su cuello.

— Hazme tuyo, Lord Leo…

Aquella palabra provoco que Leo se detuviera, alejándose un poco del cuerpo de su amante, quien seguía besando su rostro, al menos tratando de llegar a él, su mirada ya no le parecía hermosa sino extraña, diferente.

— ¿Me amas?

Pregunto Leo, sintiendo que las piernas de Tygus rodeaban su cadera, acariciando su cuerpo con ellas, incitándolo a continuar con sus caricias, ondulando su cuerpo desnudo debajo del suyo, lamiendo el lóbulo de su oreja.

— Sí Lord Leo…

Thundercats-Thundercats-Thundercats

Tygus desapareció en el jardín e intento marcharse, regresar a sus habitaciones antes de que se dejara llevar por su propio deseo, Leo era hermoso, era perfecto en todos los sentidos, sus ojos azules eran del color del cielo, su cabello era como llamas, su pelaje tan cálido, tan suave y al mismo tiempo él era tan fuerte que le hacía sentir seguro, desear recorrer sus músculos con sus manos, entregarse a él como en el pasado, a su amor, a su deseo, a todo lo que él quisiera darle porque sabía en el fondo de su corazón que su compañero le daría todo lo que él quisiera, aun el mundo entero y lo hizo, derroto a la criatura para salvarlo de ella.

—No sabes cuánto te lo agradezco…

¿Agradecer?

Leo le agradecía que quisiera verlo nuevamente, aunque sólo fuera una promesa de asistir a ese jardín por la noche, no le había dicho que lo amaba, ni que se marcharía con él a Thundera, sólo que le perdonaba por la única ocasión que le hizo daño, parecía que las sombras de la duda abandonaban a su compañero, pero no entendía porque, que causaba que su mirada azul buscándolo en el jardín lo hiciera sentir tan cálido.

— Yo te amo.

Pronuncio con una hermosa sonrisa en sus labios, Tygus observo la luna preguntándose porque no regresaba a sus habitaciones, que le mantenía en ese jardín, perdido en la mirada azul de su compañero.

Leo poco después comenzó a retirarse, caminando en dirección de su habitación, cumpliendo su promesa de no seguirlo más, no buscarlo a menos que Tygus así lo quisiera y aunque era absurdo, en esta ocasión fue él quien comenzó a perseguirlo, tratando de no ser descubierto, quería verlo un poco más, con sólo verlo se conformaba.

Leo se detuvo en unos cuartos al otro lado de los suyos, estaban tan alejados que no podrían encontrarse como lo hicieron, parecía que el destino quería reunirlos, Tygus se daba cuenta que Shen quería separarlos, aun esperaba su respuesta a esa fría declaración de amor, la cual sería tan fácil de aceptar, podría mantener seguro a su cachorro, a su clan, inmortalizar los tratados entre ambas especies, pero aun así, la presencia de su compañero cambiaba todo.

Shen se tardo ocho años en ganarse su confianza, Leo apenas unas horas, aunque debía recordar que eso no era del todo correcto, durante más de un año el comandante trato de contactarlo, de buscarlo por todos los medios posibles, aun manteniéndolo en su presencia cuando veía sus informes o fingía verlos porque sentía sus ojos clavados en su cuerpo todo el tiempo que lo hacía.

Ahora que lo pensaba la mirada que tenía Leo cuando creía que no lo veía no reflejaba nada más que deseo, parecía interesado por estar a su lado, aun por hablarle, aunque su amabilidad fuera correspondida con insultos y desdén.

Perdió tanto tiempo sólo por su temor a ser traicionado y de no ocurrir aquel atentado jamás hubiera conocido a Leo, su deseo seguiría siendo desprecio para él, sus intenciones humillarlo, tratar de minar la poca autoridad de la que constaba, la que se había ganado a pulso, haciéndolo sentirse como un mero juguete.

Tygus ingreso junto a Leo en su habitación, escabulléndose a sus espaldas, utilizando su camuflaje así como una brisa que atravesaba el cuarto de un lado a otro llevándose su aroma con ella, ocultándolo a simple vista.

Leo comenzó a quitarse cada una de sus prendas, dejándolas caer con poca ceremonia, Tygus no recordaba si eso siempre había sido así, pero en sus encuentros de pasión eso parecía, aun la espada y el guante eran tratados como simples baratijas.

Cuando su compañero termino su tarea, aun conservaba unos pantalones azules, por un momento Tygus creyó que lo había visto, que su jadeo silencioso le había delatado por un momento, pero no lo hizo, no pudo verlo e intento reconocer su aroma, el cual era ocultado por la briza que aun transitaba en la dirección correcta.

Tygus cerró sus ojos, su compañero seguía despertando algo que pensó estaba muerto, al abrirlos nuevamente y ver su figura tendida en su cama perdió el aliento, seguía siendo lo más hermoso que había visto, tan deseable como la primera vez que decidió arriesgarse a ser descubierto.

Leo estaba soñando, pronunciando algunas palabras que no podía comprender del todo y de pronto quiso retirarse, de lo contrario, si su compañero notaba su presencia en su habitación estaría perdido, dejaría que su amante tomara lo que él deseaba, lo que ambos deseaban tan desesperadamente como la primera vez.

Tygus se acerco algunos pasos, llevando su mano a la mejilla de su compañero, deteniéndose a unos cuantos milímetros, figurando entonces que la acariciaba, poco después enredando sus dedos en su melena, la que seguía siendo suave, contrastando con su hermoso cuerpo de guerrero, con sus cicatrices, de las cuales querría escuchar sus historias.

— No soy tu amo…

Susurro cambiando su postura en su cama, volteando en su dirección, abriendo repentinamente sus ojos, provocando que se sobresaltara un poco y que su camuflaje parpadeara dos veces.

— ¿Tygus?

Pregunto Leo, levantándose, sentándose en su cama buscándolo con desesperación, seguramente creyendo que su imagen era parte de su sueño o por la forma en que se movía debía ser una pesadilla, una que parecía lo involucraba.

Tygus retrocedió varios pasos tratando de ser sigiloso al mismo tiempo que Leo estiraba su brazo para tocarlo, llevando poco después su mano a su rostro, el cual parecía desencajado, parecía que no era el único que sufría pesadillas pensó el tigre con amargura.

Deteniéndose en la sombra proyectada de una columna, escuchando como Leo se levantaba de su cama para recoger la espada del augurio, esta brillaba con su ojo medio abierto, su compañero la vio con temor, recordando lo que le había hecho a la persona que amaba y que le había perdonado sin más, preguntándose si esa sumisión era porque lo amaba o porque estaba acondicionado a soportar esa clase de maltrato, convirtiéndolo a él en algo parecido a esa bestia.

— Esto es absurdo, es una tontería… no debí venir…

Pronuncio Leo perdiéndose en el ojo del augurio, sufriendo una nueva visión que lo estremeció, esa imagen era tan parecida a la de su sueño que de pronto se alejo de la espada, lanzándola al suelo con furia, provocando que la espada regresara a su tamaño primordial, antes de su transformación.

— ¡No puedo controlarte y no me obligaras a lastimarlo otra vez, déjalo tranquilo!

Leo meso su cabello pensando que cada vez que pudiera encontrarse con su compañero la espada podría apoderarse de su cordura de nuevo y cuando eso pasara lo destruiría, pero ahora no solo le dejaría solo para lidiar con él daño de su locura, de su debilidad y endemoniada posesividad, aquello dañaría a su cachorro al alejarlo de su padre, no podía hacerles eso, debía marcharse aunque Tygus quisiera darle una oportunidad, eso era lo mejor.

Tygus dio un paso en dirección de Leo, quien parecía determinado, había tomado una decisión y aquello no le gustaba porque significaba que esta vez lo había perdido, que lo haría si no se descubría, pero al mismo tiempo temía que su paz le fuera arrebatada, todo por lo que lucho en el pasado, no podía arrastrar a Claudius en su locura.

— Lo mejor es que me aleje, debo irme, sabes que tengo que hacerlo Tygus, no quiero lastimarte otra vez.

Tygus jadeo al escuchar su nombre pronunciado por los labios de Leo, era imposible que lo hubiera visto pero de todas formas dio un paso en su dirección perdiendo su camuflaje, sintiéndose un intruso, había espiado a su compañero sin su permiso, hizo exactamente lo que la criatura hizo con él durante toda su vida, observarlo en silencio, robándole cualquier clase de intimidad.

— Debo irme Tygus, si me quedo aquí te lastimara, la espada volverá a tomar control de mi y no quiero que eso pase.

Leo se alejo de él como si pensara que de un momento a otro saltaría en su contra, provocando que intentara alejarse de él nuevamente, lo negara y rechazara, él mismo se tenía miedo, Tygus no podía comprender la razón de aquel temor, de su terrible miedo a lastimarlo.

— No puedo meditar, no puedo controlar esto, es demasiado y Akbar no puede ayudarme, no es tan fuerte…

Tygus dio un nuevo paso en su dirección, el mismo que Leo retrocedió, las imágenes de aquella noche seguían frescas en su memoria y las que le mostro la espada eran aun peores, él lo sometería a su voluntad, se convertiría en lo que era esa criatura, convirtiendo a Tygus en su esclavo, no en su compañero, ni en su amante, sólo su esclavo.

— ¿Quién si puede ayudarte?

Pregunto Tygus deteniéndose al ver que Leo seguía retrocediendo, aun recordaba los primeros años que sufrió a causa de su don, como creía que pronto enloquecería, las alucinaciones que imprimió en personas inocentes, la oscuridad amenazando con devorarlo, engullirlo en un abismo de locura, su clan creía que era demasiado peligroso, nadie quería ayudarle, sólo Akbar, quien lo hizo dándole las herramientas para lograrlo, aun ahora su don le mostraba imágenes del pasado revueltas con las de un futuro siniestro cada vez que cerraba los ojos, sentía a su viejo amo buscándole, llamándolo con su decante voz, si cerraba los ojos y se concentraba podía ver la esfera que él reinaba en el plano astral protegido por sus amos.

— Tu… Akbar dice que tú podrías ayudarme, pero no quiero tu ayuda.

Leo seguía tratando de alejarse de su cuerpo, ignorar su presencia en esa habitación, Tygus comenzaba a preguntarse porque clase de tortura mental estaba pasando su compañero, sabía que el plano astral era un mundo oscuro si no sabías como caminar entre ambos mundos, tal vez la espada provocaba que una criatura que no estaba preparada pudiera ver fragmentos, alguna vez escucho que ellos veían más allá de lo evidente, tal vez su compañero no podía diferenciar entre la realidad y las visiones.

— ¿Por qué no?

Pregunto Tygus apretando los dientes, molestándose por ese comportamiento errático, sí Leo no comprendía que lo perdonaba por eso tendría que mostrárselo, aquella noche fue violenta pero nada que no hubiera soportado con anterioridad y aun así, su compañero esa ocasión fue mucho más pacifico que la mayoría de las veces que tuvo que servirle a la criatura.

— ¿Por qué no quieres mi ayuda?

Repitió Tygus apresando a Leo contra la pared, acariciando sus mejillas con delicadeza, esperando que recuperara con eso su atención y respondiera su pregunta, debía entender porque su compañero no quería su ayuda, la espada era maligna, debían encontrar una forma de controlarla o de no ser posible de purificarla.

—No quiero hacerte daño Tygus, no quiero, por eso debo alejarme de ti.

Tygus se acerco a Leo, recargando su frente contra la de su compañero, esta vez era él quien le buscaba cuando un mes atrás fue su león quien fue por él a su pequeña aldea, tratando de recuperarlo y no parecía en nada preocupado por cualquier daño que pudiera hacerle, no se imaginaba lastimándolo.

— No creo que puedas alejarte de mí aunque tú realmente quisieras hacer algo así, yo no te dejaría.

Leo trato de imprimir un poco de fuerza para hacerlo retroceder, pero Tygus haciendo uso de todo lo que tenía lo mantuvo quieto, con un poco de trabajo, su compañero era demasiado fuerte.

— No entiendo que pasa Leo, si pudieras explicarme tu cambio de actitud, porque me buscas cuando encontré algo de paz, un poco de compañía y ahora que he aceptado verte, tratar de recuperar lo que esa bestia nos robo, quieres abandonarme otra vez. ¿Qué esta pasándote?

Leo empujo a Tygus esta vez con éxito, acorralándolo hasta que llegaron al borde de la cama en donde ambos cayeron, la ropa que usaba su compañero se desacomodo dejando su pecho desnudo así como parte de su cuello al descubierto, podía ver la marca que de su posesión casi difuminada entre su pelaje.

— ¡Lo que me está pasando es que pienso que me perteneces! ¡Creo que eres un pago justo por todo lo que perdí, siempre lo he pensado y está mal! ¡Aun ayer creía que eso era un sentimiento noble, que solo estaba tratando de protegerte!

Eran graciosas aquellas palabras, porque Tygus siempre quiso pertenecerle a alguien, él estaba tan hambriento por cariño como Leo, por algo de afecto, ambos querían formar parte de algo especial y creía que lo hizo en la nave, cuando Leo por fin logro destruir todas sus barreras, pertenecerse fue maravilloso.

— No puedo controlar la espada, es demasiado confuso para mi, nunca creí que las piedras de guerra blandieran semejante poder, que el ojo del augurio no querría cerrase, que la espada absorbiera parte de la energía vital de los seres que yo asesine, yo soy un monstruo, ya te hice daño una vez, no volveré a hacerlo, jamás volveré a tocarte.

Leo se alejo de Tygus de un solo movimiento, pero el tigre lo siguió, tratando de calmarlo sujetando su muñeca, entrelazando sus dedos con los de su amante.

— Yo no quiero eso.

Fue lo único que Tygus alcanzo a pronunciar, los ojos azules de Leo se posaron en los suyos sin comprender sus palabras, aun pensaba que le haría daño cuando la oscuridad que aun permanecía en la espada, en el ojo del augurio, se hiciera con su cordura.

— No quiero ser tu esclavo, yo quiero ser tu compañero, quiero pertenecer a algo, a ti, a un nosotros.

Leo guardo silencio pero apretó sus dedos alrededor de los suyos, como si no quisiera dejarlo ir, temiendo que ya jamás tendrían otra oportunidad para estar juntos, ambos lo necesitaban.

—Porque si yo no pertenezco a nada… quiere decir que realmente le pertenezco a él.

Tras decir aquellas palabras Tygus se quito la prenda que cubría su espalda, mostrándole a Leo su marca, girando solo un poco para que pudiera verla y aunque solo era la cabeza de la serpiente aquello que vieron sus ojos pudo reconocer aquella forma negra, ambos le habían servido demasiado tiempo a Mum-Ra como para tener grabado su escudo en su memoria.

— No quiero aprovecharme de ti, de tu deseo de pertenecer…

Tygus negó aquello con un movimiento de la cabeza, no deseaba pertenecerle a cualquiera, quería lo que Leo le prometió en esa plataforma.

— Sí sólo quisiera eso no habría dudado al entregarme a cualquier otro, habría aceptado la propuesta de Shen sin siquiera pensarlo, pero contigo es diferente, tu eres diferente, no eres aquella cosa que te has imaginado, conozco demasiado bien a Lord Mum-Ra para saber que tú no eres él, que nunca lo serás.

Tygus dio un paso en dirección de Leo, quien simplemente se limito a observarlo fijamente, aun sostenía su mano con fuerza.

— Yo quería que fueras mi compañero aquella ocasión, quería que todos lo supieran, que eras mío y que no eras suyo, que ambos nos pertenecíamos, me imagine que podría cuidarte, protegerte de ti mismo, de lo que esa cosa había hecho para controlarte, pero Akbar tenia razón, yo amaba más a una persona que a ti, me amaba y por eso me permití creer en esas mentiras, no quise ver lo que te estaba haciendo, como te traicionaba alejándome de ti.

Tygus beso los labios de Leo cuando estuvo lo suficiente cerca de su cuerpo, silenciándolo por lo menos un instante, lo amaba, pero no quería seguir escuchando sus tonterías.

— ¿Y piensas protegerme alejándote de mí? ¿Cómo yo lo hice?

Leo respondió con delicadeza al segundo beso que Tygus le daba, sintiendo que su tigre llevaba su mano a su cintura, quería que lo abrazara.

— ¡Lo que debí haber hecho fue confiar en ti y luchar a tu lado sin importar que muriéramos, que fuéramos derrotados, rebelarme al menos una vez en mi vida! ¡No alejarme! ¡No darle ese placer a esa bestia!

Tygus había sopesado sus decisiones varias veces, casi diario desde que despertó en la nave de escape y no en los brazos de Leo, al rechazarlo como lo hizo, alejarse de su compañero, al único que complacía fue al que se hacía llamar su amo, quien decía que él lo amaba, para su mente enferma tal vez aquello tenía sentido, su hermoso cachorro regresaba a sus brazos, abandonando a su especie, a su compañero para poder servirle.

— Tú me salvaste, ahora déjame ayudarte, cuando llegue Akbar él me dirá que hacer, nos enseñara como podemos controlar las voces de la espada, pero por favor, para eso tengo que estar cerca de ti, para que no te conviertas en lo que más temes, para que Lord Mum-Ra no gane.

Leo siguió las instrucciones de Tygus, rodeando su cintura con sus brazos, sintiendo que su compañero hacia lo mismo, tratando de fundirse con su cuerpo, entregándose a él como en el pasado.

— Cuando te marchaste me prometí…

Tygus cubrió la boca de Leo con su mano izquierda, recordando claramente que él no quería marcharse, que de no haber sido atacado hubiera permanecido a su lado, en su compañía sin importar lo que había pasado unas horas antes.

— Yo quería quedarme, realmente quería quedarme, pero me dispararon y mi clan se encargo de llevarme consigo, nunca tome la decisión de irme, debes recordarlo.

Leo recordaba cada instante como si hubiera sido marcado con hierros candentes, como Tykus ataco sin piedad a su compañero, como Bengalí lo arrastro al interior de aquella nave al mismo tiempo que ese tigre lo sostenía de sus brazos, evitándole recuperar a su amado compañero.

— ¿Por qué no regresaste a mi?

Pregunto Leo entonces, debía saberlo.

— Primero no pude hacerlo, el golpe de esa arma me dejo malherido, casi muero por culpa de quien me disparo, me dijeron que fuiste tú pero sé que no es verdad, tu no me hubieras atacado por la espalda, después Claudius nació y cuando tuve la oportunidad para regresar contigo, creí que ya era tarde, que no me querrías de regreso.

Respondió Tygus, otra de las decisiones por las cuales siempre se arrepentiría, apenas pudo moverse debió regresar con Leo, llevarse a Claudius consigo y ayudarle a construir un hogar para los suyos.

— Así que me conforme con lo que me quedaba de tu amor, creyendo que si para ese momento no me habías buscado, aun después de saberlo todo, no me aceptarías, que me habías olvidado en los brazos de alguien más.

Leo beso su frente en ese momento, aun temía lastimar a Tygus, pero sabía que con él a su lado controlar las voces de la espada sería mucho más sencillo, solo debía confiar en su compañero, era lo único que podía hacer.

— Nunca sabré como puedo compensarte por todo lo que has pasado por culpa mía.

Tygus negó aquello con un movimiento de su cabeza, no quería que lo compensaran por nada, debían olvidarse del pasado si querían reconstruir lo que su antiguo señor destruyo, para él no existía el amor sin la confianza, así que debían confiar el uno en el otro, eso era todo lo que debían hacer.

— Olvídate de esa palabra Leo, no quiero que me compenses nada, solo quiero que confíes en mí, eso es todo.

Leo acaricio su mejilla con delicadeza para besar sus labios, tratando de no asustar a Tygus con cualquier movimiento brusco, sin embargo, su compañero respondió con fuerza a ese gesto de cariño, con una pasión que estaba seguro solo el había presenciado y sentido.

— ¿Podrías pasar la noche aquí?

Leo volvió a besar a Tygus, esta vez con más fuerza, introduciendo su lengua dentro de la boca del tigre, quien gimió mostrándole cuanto le gustaban sus besos, al mismo tiempo que entrelazaba sus manos en su cabello.

— Quiero… quiero dormir contigo…

Explico Leo, tratando de recuperar la atención de Tygus, quien se alejo unos cuantos centímetros arqueando una ceja, aunque seguía aferrado a su cabello, sonriendo con picardía, esperando por lo que tenía que decir.

— Solo dormir… nada más.

Susurro Leo sonrojándose profundamente, sintiendo que sus mejillas podrían competir con el color de su cabello, Tygus se relamió los labios y acaricio su mejilla, delineando las marcas en su pelaje.

— Me gustaría eso, dormir en tu cama…

Respondió su compañero jalándolo hacia esta, notando con tristeza que aquella ocasión sería la primera vez que solo dormirían juntos en una cama y que al mismo tiempo era la primera vez que no debían esconderse, ni temer las consecuencias que un acto tan íntimo podría ocasionarles, preguntándose qué hubiera pasado de haber nacido libres.

— Alguien me dijo que… que eso era muy agradable.

Leo sonrió, recostándose a un lado de Tygus, ambos aun vestidos, limitándose a sentir el calor del otro, su cuerpo cubierto por una misma sabana, su respiración y su corazón moviéndose al unisonó.

— Aunque me temo que no duermo muy bien que digamos, tal vez te despierte en medio de la noche.

Le advirtió recordando sus constantes pesadillas, sintiendo como Leo recorría su espalda como si la marca de las serpientes enrolladas no estuviera manchándola, transitando sus rayas con delicadeza, haciéndolo sentir de cierta forma como algo precioso, como algo digno de admirar.

— No te preocupes, si tienes una pesadilla solo te despertare y sí me despiertas tu primero, sabré que esto es real, no uno de esos horribles sueños.

Sueños en los que poseía a su tigre, pero no era él, no era su dulce tigre, solo un cuerpo sin vida, un ente que obedecía cada una de sus órdenes, en lo que él mismo le había convertido una vez que la espada y su propia oscuridad se apoderaban de su cordura, cuando el tomaba el puesto de esa bestia convirtiéndose en un tirano.

Tygus por su parte al sentir los brazos de Leo rodear su cuerpo, su aliento removiendo su cabello, sus manos acariciando su espalda, se daba cuenta que llevaba nueve años sin sentirse seguro, que no lo había hecho desde la última vez que pudieron estar juntos, y que la primera vez que lo hizo fue con este mismo león, sólo con él podía hacerlo sentirse a salvo.

Thundercats-Thundercats-Thundercats

Tykus detuvo su tanque justo en la entrada de la tierra en donde su clan había decidido asentarse, era un lugar hermoso y muy bien escondido, no muchos podrían localizarlos, por lo que podía ver los tigres estaban prosperando con lentitud, no podía culpar a Tygus por eso, era difícil que una raza sin herramientas, provisiones o ayuda pudiera recrear su antigua civilización.

Leo se quedo con todo lo útil en la nave, el libro, las piedras, la espada, armas, provisiones y herramientas, así como una inmensa población felina dispuesta a empezar de cero, su clan seguramente aun se estaba haciendo a la idea de la vida de campo, una aburrida vida que los volvería débiles.

Las tareas menores debían realizarlas los animales, los elefantes o las cabras, tal vez los caninos, pero no los felinos, ellos eran cazadores por naturaleza, guerreros fuertes y orgullosos, aun sus antepasados más remotos eran criaturas de temer, algunos dirían que hasta sanguinarios, en alguna ocasión vio la imagen de un felino, un gato, una criatura que caminaba a cuatro patas comiéndose un canario.

Así como vio lo que parecían ser pinturas en una construcción parecida a su nave, algo que llamaban pirámide y que estaba construida en piedra, inmensos trozos de piedra, esas pinturas mostraban felinos en compañía de los faraones, siendo tratados como reyes, para él esas imágenes no podían significar otra cosa más que su superioridad innata, ellos debían mandar sobre los demás ahora que las criaturas sin pelo dejaron de existir, eso era lo correcto.

Tykus descendió con lentitud esperando ver al cachorro de su amante, a Tygus, pero en vez de ver al imponente tigre de ojos dorados, el cual llevaba un nombre demasiado parecido al suyo, el cual debía ser un homenaje, vio al tigre albino que siempre le acompañaba.

— Cuanto tiempo director Tykus.

A sus espaldas había un escuadrón con varios soldados armados, al ver sus rifles sin embargo noto que prácticamente no tenían balas, así que solo eran para amedrentar a sus adversarios, sin embargo, dos soldados enormes, con la cresta de la criatura tatuada en sus cuerpos llevaban dos armas de fuego, estas si estaban cargadas, ellos si eran peligrosos y protegían a Bengalí como si fueran sus guardaespaldas.

— ¿Dónde está Tygus?

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