Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Afecto. por Seiken

[Reviews - 20]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Afecto

Capitulo 16.

Tykus seguía tranquilo, parecía que los tigres que le habían recibido creían que no era más que un inútil, un anciano que seguramente estaba cansado de la vida de Thundera, que regresaba con la cola entre las patas, solo para formar parte de su clan y por él aquella noción era perfecta por el momento.

— ¿Por qué has venido aquí director?

Tykus sonrió al escuchar esa pregunta, al menos Bengalí recordaba cual era su antiguo puesto y para su suerte, Tygus no estaba presente en la aldea, de lo contrario sabía que hubiera ordenado que dispararan a discreción, era difícil ignorar que por mucho tiempo lo quiso muerto, ahora que lo pensaba no le veía ningún caso a su muerte.

— Vine a darles una advertencia…

Respondió con tranquilidad, provocando que las pupilas azules del tigre albino se dilataran ligeramente, tenía toda su atención al igual que la de sus dos guardaespaldas, quienes apretaron los dientes con furia, según recordaba esos dos soldados fueron los que debían eliminar a Shen y poco después a Akbar, el primero porque su raza estaba haciendo demasiadas preguntas, el segundo porque el anciano elefante estaba difundiendo rumores indeseables.

— ¿Cuál podría ser aquella advertencia?

Bengalí se recargo en sus codos, llevando sus manos a su barbilla, entrelazando sus dedos, para poderse recargar en ellos, Tykus retrocedió solo unos centímetros, dándole de cierta forma el control de aquella discusión al más joven de los dos, quien sonrió al pensar que lo había amedrentado con esa sencilla pregunta y sus dudas bien colocadas.

— Leo necesita un ejército.

Aunque no quisiera uno, ese león creía que realmente podría existir la paz entre las diferentes razas de animales, abandonar las costumbres que por cientos de años les dictaron su forma de vida, aun ahora creía que su compañero, como le gustaba nombrar a ese muchacho mentiroso, se conformaría con ser su consorte, sin recibir ninguna clase de mando, pero años siendo la mano derecha de su soberano no se olvidarían tan fácilmente, ni tampoco los años que él trato de destruirlo, sí quería hacerse con su amistad debía ofrecerle algo que realmente quisiera y que Leo no pudiera brindarle.

— Yo he tratado de entrenar algunos mestizos, pero no hay mucho que pueda hacer, no están hechos para la guerra.

Los dos felinos a las espaldas de Bengalí compartieron su sonrisa, sin embargo, el tigre albino seguía sin creer sus palabras, desconfiando de sus intenciones, después de todo él siempre quiso que Tygus fuera castigado, hasta donde sabían él odiaba al cachorro de su amante.

— Piensa que si conquista a Tygus, él entregara a su ejército, tú y yo sabemos que lo que diga el Tyaty realmente no le importa, lo demostró cuando tuviste que salvarlo de la esclavitud.

Aquellas palabras obtuvieron el resultado que esperaba, Bengalí seguramente tuvo que tratar las heridas que Leo le provoco al capitán cuando este ya no quiso entregarse a él, una excitante traición que nunca imagino, la cual seguramente ese muchacho no podría perdonar tan fácilmente, Tigris jamás lo hubiera hecho.

— Por eso vine, para brindarles mi ayuda ahora que comprendo que este nuevo amo no es mejor que el anterior.

Bengalí acepto aquellas palabras como ciertas, aunque estaba seguro que su amo era amable con su especie no creía que su descarriado amigo fuera tan sensato, si tan siquiera Tygus lo hubiera comprendido antes ninguno tendría que luchar por sobrevivir, por unas cuantas migajas, mucho menos para recuperar a su maestro, a la voz de los cuatro espíritus que veneraban sus ancestros.

— ¿Por qué has cambiado tan rápido de opinión?

La pregunta era sincera y el mayor podría responderla con mucha facilidad porque en parte lo que diría era cierto, esta no era la vida que se había imaginado, no quería la paz, tampoco la tranquilidad, él creyó que al liberarse de su amo, ellos, los felinos tendrían el poder, pero no, Leo era demasiado débil para ver que no estaban hechos para la vida hogareña, no eran clérigos, ni filosos, ellos eran guerreros.

— ¡Nueve años sirviéndole a ese inútil gobernante me han hecho ver lo ciego que estuve!

Tykus se levanto del asiento y se recargo en la mesa, acercándose a Bengalí, quien retrocedió preocupado creyendo que sería lastimado por él, como lo imagino era un cobarde que se escondía detrás de la espalda de Tygus, aunque las rayas que cubrían su pelaje lo inquietaban.

— ¡Nosotros somos superiores, no debemos rebajarnos y aceptar las condiciones de esos animales!

Bengalí asintió, los dos guardias trataron de acercarse a él, pero se detuvieron cuando Tykus fingió tener que recuperarse de aquella muestra de desesperación, respirando hondamente, sus ojos fijos en el suelo, sí quería la ayuda del albino necesitaba aparentar que los años ya los tenía encima hasta que bajara su guardia y ese momento aun no llegaba.

— Eso es lo que le he tratado de explicar a Tygus, pero parece que no entiende lo que le digo y estoy seguro que no te escuchara en lo más mínimo, no me malinterpretes director, pero te ganaste su odio.

Tykus volvió a sentarse, así que ese muchacho le odiaba, tenía que ignorar ese cálido sentimiento que despertaba en el menor, eso era mejor que serle indiferente y con él tiempo, con el tiempo creía que podría ganarse su confianza, no necesitaba del amor para que pudieran llegar a un acuerdo.

— ¿Ese animal rabioso es un pacifista?

Pregunto con sorpresa, logrando que el tigre blanco le mirara fijamente, parecía que se preguntara el porqué de aquel nombre, sin embargo, su sonrisa era como si adivinara algo que él no comprendía del todo.

— Sí, después del nacimiento de ese mocoso nuestro Tygus ha cambiado, yo creo que ha jurado no mancharse las manos, porque no permitió que vengáramos su deshonra, mucho menos que lastimáramos a ese león.

Tykus no oculto su sorpresa al escuchar mocoso, parecía que el tigre después de todo había olvidado fácilmente a Leo, sin embargo, al dejarlo ingresar en su aldea significaba que no tenían las herramientas para mantener su fachada de guerreros invencibles o, sí las palabras del albino eran ciertas y el tigre se había vuelto en todo un padre amoroso, una imagen que le pareció ridícula, que confiaba en Leo lo suficiente para dejarlo entrar con su pequeño en la aldea.

— ¿Quién?

Pregunto sin poder creerlo, Tygus nunca dejaba que nadie se acercara a su persona, el único amante que tuvo fue Leo, ninguna hembra jamás llamó su atención, estaba seguro por la forma en que actuaba cuando interactuaba con los demás, que aquellos asuntos habían dejado de interesarle desde muy joven.

— Claudius, curioso nombre, un ligre de cabello rojo y ojos azules, es el cachorro de Tygus, la única cosa que logro destruir su lealtad, así como su sentido común.

Tykus aun recordaba los reportes médicos que leyó en la nave, el nacimiento no programado de un pequeño felino, pero aquel reporte debía ser absurdo, la maquina estaba descompuesta y Bengalí solo trataba de burlarse de su persona.

— ¿Quién es la leona?

Bengalí sonrió para después reírse de su pregunta, parecía que estaba realmente divertido por su sorpresa, de pronto Tykus comprendía que Bengalí estaba midiendo sus intenciones hacia el Tyaty, si lo quería muerto como en el pasado o que pasaba por su mente.

— No existe tal…

Bengalí se relamió los labios, recargándose en la mesa, sus ojos azules seguían leyendo sus expresiones como si se tratase de una presa, un sentimiento que Tykus no apreciaba, mucho menos cuando el menor creía que tenía un as bajo su manga, pero debía recordar que existían cuatro ases en una baraja.

— ¡No te burles de mi!

Bengalí comenzó a reírse, esta vez en voz alta, sin dejar de mirarlo, Tykus comenzó a levantarse, apretando los dientes con furia controlada, no sería tratado como un anciano senil, olvidando que era aquello exactamente lo que buscaba visitando esa aldea, no cuando podría derrotar a esos tres gatos sin mucho esfuerzo, creía que aun al propio Tygus, si es que se daba la oportunidad de hacerle pagar por su ultimo insulto.

— No lo hago, Tygus no tiene pareja, ella murió en el parto, justo como Kairi, aunque esta vez fue de muerte natural director.

Tykus volvió a controlar su enojo, observando como Bengalí se levantaba de su silla con las manos detrás de su espalda, rodeando la mesa hasta que se coloco a sus espaldas, recargándose en sus hombros con demasiada familiaridad.

— Creo que podemos llegar a un acuerdo director, puedo decir que Lord Mum-Ra estará muy complacido con usted si nos ayuda a liberarlo.

Aquella petición ya se la había hecho el costal de huesos, no podían ofrecerle nada que realmente quisiera o que él en persona pudiera obtener por sí mismo.

— Tanto como para otorgarte a su Tyaty… siempre has querido a Tygus de rodillas, pendiente de cada uno de tus deseos, como nunca lograste que Tigris te sirviera.

Bengalí estaba ofreciendo a Tygus, como una moneda de cambio para liberar al costal de huesos, logrando que sintiera nauseas por primera vez en su vida, mucho más porque pensaba que aceptaría esa propuesta cuando bien sabía que ese albino solo recibía las bendiciones de Lord Mum-Ra porque su amigo le apreciaba, era débil, era un cobarde, no era un guerrero, no había nada que pudiera destruir o tomar que complaciera a la criatura milenaria, a diferencia del capitán que aún conservaba su voluntad y ahora tenía mucho más que robarle.

— Aunque me pregunto director…

Las pupilas de Bengalí se dilataron al ver que Tykus no negaba aquellas acusaciones, que era demasiado viejo para creer que podía otorgar aquello que estaba ofreciendo y que la criatura perdonaría su traición, después de todo él fue quien les facilito el trabajo a los rebeldes.

— ¿Cuándo dejo de ser Tigris quien puebla sus sueños nocturnos?

Tykus gruño por lo bajo, aquellas palabras eran mentiras, él no deseaba a ese mocoso traicionero, aunque los encuentros de pasión que presencio entre los dos amantes le hacían preguntarse lo que sería tenerlo debajo de su cuerpo.

— ¿Fue antes o después de que Tigris muriera?

Aquella pregunta provoco que su furia se saliera de control, Bengalí apenas pudo reaccionar, el era un medico, no un guerrero, y sus guardaespaldas eran grandes pero no inteligentes, porque de pronto tenía al tigre albino contra la mesa, con el cañón de su arma contra su cabeza.

— ¡Silencio!

Los dos guardias trataron de avanzar, pero fueron detenidos por Bengalí, quien les ordeno que lo hicieran, no quería morir ni mancharse las manos, el trabajo duro era para los animales, no para criaturas como él.

— Me pregunto si acaso tú no quieres que esa criatura me entregue a su Tyaty para que tú tomes su lugar, si no envidiabas la posición de Tygus en el reino de nuestro antiguo amo, Bengalí, Tigris los educo para obedecer, no para pensar.

Bengalí no se movía, demasiado temeroso de que cumpliera su promesa de asesinarlo cuando estaban tan cercanos a recuperar lo que ese león les robo, su amo debía ver que él siempre fue leal, en cambio Tygus era un traidor, un desperdicio de su precioso tiempo y energía.

— Y debió haber sido muy duro para ti ser rechazado por el color de tu pelaje, por no poseer el don que Tygus nunca ha deseado ni aprendido a controlar, por ser inferior ante los ojos de la bestia, tú que si eres leal, que si apreciarías todo el poder que se te concedería de ser su elegido, tú que podrías llegar a amarlo.

Para sorpresa de Tykus el tigre albino parecía envidiar al capitán, anhelar la posición de Tyaty, aunque tuviera que complacer a la bestia, provocando que por poco soltara el fuerte agarre que lo mantenía quieto contra la mesa, aquellas palabras solo eran para perturbarlo no para que fueran confirmadas por ese felino demente.

— ¿Por qué no?

Pregunto de pronto Bengalí, aun inmóvil, sumiso ante su fuerza.

— ¡Por qué no querer ser el Tyaty, tener el poder que Tygus rechazo, mandar sobre todos los súbditos de nuestro amo!

Tykus llevo una de sus manos a una pequeña bolsa que colgaba de su cintura, escuchando la locura que poblaba la mente del más joven, recordando las mismas palabras pronunciadas por Tigris cuando eran jóvenes, cuando quiso convencerle de huir juntos, de verse en las sombras.

— ¿Qué hay de malo en ser inmortal? ¿En mandar sobre los otros? ¿En las riquezas y el poder que Lord Mum-Ra ofrece?

De la pequeña bolsa Tykus saco un artefacto circular, el cual esperaba utilizar en Tygus, pero ahora que suponía que el cachorro estaba dispuesto a entregarse a Leo y que probablemente no regresaría a su aldea no veía ninguna razón para desperdiciarlo, mucho menos cuando Bengalí era el único ser en quien confiaba el capitán.

— ¡Tygus sólo lloriquea! ¡Solo se queja cuando debería estar agradecido por la gentileza de nuestro amo! ¡Lo único que tiene que hacer es calentar su lecho! ¡Nada más!

Tykus encendió la bomba que guardaba y la llevo al cuello de Bengalí, justo debajo de su cabello azul, donde podía ver que había un tatuaje de la cresta de la bestia sobre su pelaje.

— ¿Por eso te ofreciste a tomar su lugar?

Pregunto al mismo tiempo que la bomba se abría paso entre el pelaje blancuzco, aferrándose a la nuca del tigre blanco, quien apretó los dientes al sentir el dolor y al recordar cómo fue rechazado en más de una ocasión por su amo, quien seguía empecinado en obtener la lealtad de Tygus a cualquier precio, otorgándole aquello que deseaba, perdonando sus faltas, su constante rebeldía, su amo parecía embelesado con su capitán.

— Pero ya no importa, la criatura está muerta y no regresara por mucho que lo desees Bengalí, ni te querrá en vez de Tygus, ese cachorro es especial, no es un cobarde ni un traidor, no es como tú.

Aquellas palabras eran ciertas, el clan seguía a Tygus, su amo lo deseaba tanto que parecía no querer compartirlo con nadie, seguía visitándolo aun en sus sueños, algo que Bengalí envidiaba profundamente, maldiciendo el color de su piel así como sus ojos azules.

— Pero a diferencia tuya es demasiado confiado y sé que si le pides ayuda te la brindara aunque no deba hacerlo, por lo que tú me ayudaras a ganarme su confianza.

De pronto dejo ir a Bengalí, quien inmediatamente llevo su mano a su nuca sintiendo lo que seguramente era una bomba, una forma muy convincente de obligarlo a ayudarle, parecía que el anciano e inútil director los había engañado a todos, ya que no era un vejete alcohólico que no podía concentrarse en una sola tarea, sino que por el contrario, era una mente que temer en un cuerpo vigoroso, tal vez por eso Tigris lo había aceptado como compañero en su juventud.

— Y si tan siquiera sospecho que piensas traicionarme o decirle algo a Tygus, que esperas lograr cualquier cosa que no sea lo que yo te ordene, yo te matare sin siquiera pensarlo, eres demasiado peligroso para el futuro que tengo planeado.

Thundercats-Thundercats-Thundercats

Tygus visito a Shen después de medio día, el chacal se encontraba jugando con sus cachorros, dos niñas de cuatro años, otra de nueve y un niño de tres años, todos de madres diferentes, todos igual de queridos por su padre.

Un sentimiento que Tygus apreciaba en el chacal, admirando su fortaleza y su bondad, pero más que todo su compasión, la que debería ser legendaria entre los suyos, una de las razones por las cuales creía que los caninos estaban a punto de rebelarse cuando creían que asesinarían a su alfa.

— Shen.

Shen al verle supo instantáneamente cual sería su respuesta, era obvio que Tygus regresaría con Leo cuando tuviera la oportunidad, cuando supiera que sus sentimientos eran reales y que su cachorro no corría peligro en su compañía, no podía engañarse por más tiempo, no era justo para ninguno de los dos.

— ¿Vas a rechazarme?

Tygus no supo que decir al principio, tenía las palabras en la punta de su lengua y sin embargo, aun temía lastimar al único amigo que tenía, el único que le ofreció ayuda en su desesperada situación.

— No me lo digas, lo supe desde un principio, Leo es demasiado afortunado al tenerte con él.

Shen abandono por unos momentos a sus cachorros, quienes seguían jugando en el suelo, ignorantes de la conversación que mantenían, al mismo tiempo Tygus asintió, relamiéndose los labios.

— Lo siento, pero no puedo aceptar tu propuesta, no cuando se que no comparto…

Shen asintió interrumpiéndolo, aquella situación debía ser incomoda para Tygus, no era justa tampoco, hasta el momento el tigre nunca dio ninguna muestra de interés por su persona, aun ahora se encogía cada vez que lo tocaba, aunque las primeras ocasiones había sido por mucho peor, seguramente una respuesta aprendida o el temor a ser lastimado de nuevo.

— No tienes que darme ninguna explicación, aunque aun creo que Leo no te merece, ni en mil años lo haría.

Shen asintió más para sí que para Tygus antes de que el tigre pudiera pronunciar cualquier sonido, tal vez había llegado a una decisión que no le compartiría, para después regresar con sus cachorros, quienes seguían ignorantes de lo que ocurrió entre ambos.

— Te deseo mucha suerte, creo que la necesitaras.

Tygus asintió, que mas podría decirle, al menos creía que aun podían ser amigos, aunque le hubiera roto el corazón, sin embargo, Leo era la única persona por la cual sentía algo, aunque ese algo al principio fuera enojo y celos.

— Y Tygus… aquí siempre tendrás un amigo.

Aquellas fueron las últimas palabras que le dedico Shen, parecía dolido por su rechazo, sin embargo, ya no había marcha atrás, no podía negarse por más tiempo a lo que él deseaba, aunque se sentía culpable por darle falsas esperanzas cuando sabía que solo tenía ojos para Leo.

— Gracias.

Tygus le dio una reverencia y se alejo sin rumbo fijo, su cachorro estaba en compañía de Panthera, quien paso a recogerlo desde temprano con la excusa de querer enseñarle combate real, no lo que seguramente la “mama gallina” le enseñaría ya que para ella era demasiado sobre protector, aquel nombre le pareció divertido, mucho más a su cachorro, quien le dio la razón a la pantera, como siempre ocurría.

— ¿Shen te ama?

Preguntaron a sus espaldas, Leo parecía sorprendido, sintiendo que había observado una muestra de amistad que no debía ver, que no era más que un intruso, aunque de pronto el chacal se convirtió en una persona completamente diferente a sus ojos, alguien en quien podría confiar.

— Sí, pero yo no a él.

Tygus de pronto se giro rodeando el cuello de Leo con sus brazos, acercándolo a su cuerpo, sonriendo al ver la sorpresa en los ojos azules por unos segundos, ya que de pronto se mimetizo con sus alrededores, escondiendo a su compañero consigo.

— ¿Por qué?

Leo respondió a esa muestra de cariño rodeando la cintura de Tygus con sus brazos, pegándolo a su cuerpo, escuchando una risa del tigre, quien se apodero de sus labios, introduciendo su lengua dentro de su boca, incitándolo a besarle.

— Creo que ya sabes porque no puedo aceptar a nadie más.

Pronuncio susurrando al oído de Leo, lamiendo su oreja, recibiendo un jadeo de su compañero, quien comenzó a recorrer su espalda, parecía que aun no se daba cuenta que nadie podía verlos.

— No lo sé, quiero escucharlo.

Tygus se rió entre dientes, era tan fácil ser libre en compañía de Leo, no debía esconderse, ninguno de los dos, ambos sabían lo que él otro deseaba.

— Te amo y creo que eso ya lo sabes.

Leo acaricio su mejilla, recorriendo las rayas que ya se sabía de memoria, pero no era lo mismo de aquella forma, ya no quería esconderse, su amor no era inmoral sino por el contrario, era tan puro que soporto los embistes de quienes trataban de separarlos.

— Necesito verte, ya… ya no quiero esconderme, no quiero que nos ocultemos.

Tygus obedeció, perdiendo el camuflaje, sus pupilas estaban dilatadas, sus mejillas pintadas de color rojo y sus labios estaban entre abiertos, sintiendo los brazos de Leo rodeando su cintura, recorriendo su espalda con delicadeza.

— Como tú quieras…

Fue su respuesta, sintiendo que una de las manos de Leo se posaba en su mejilla, tratando de ver sus ojos, los que de momento se ocultaron cuando volteo a ver el suelo, sintiéndose de pronto demasiado vulnerable.

— ¿Qué es lo que tú quieres?

Nunca habían realizado aquella pregunta y sin embargo, sabía cuál era la respuesta, lo único que deseaba era permanecer a su lado por siempre, hasta que la muerte los separara, cuando fueran viejos, cuando sus nietos deambularan en los jardines de Thundera.

— Yo quiero estar contigo.

Aquella respuesta parecía absurda, muchos de los caninos les veían extrañados, preguntándose tal vez que hacían dos hombres abrazados en ese jardín o que hacia él recibiendo las caricias del rey de Thundera, quien debería odiarle por su legendaria lealtad a la criatura, o tal vez, al juzgar por la expresión de algunos otros envidiaban el amor que sentían el uno por el otro.

— ¿Vendrás conmigo a Thundera?

Leo parecía esperanzado, pero al mismo tiempo temía aquella respuesta, creía que no lo haría, que regresaría con su clan arriesgando a su cachorro, alejándose de lo único que había querido en toda su vida, de su razón para mantenerse firme en el interior de esa nave, lo que le ayudo a soportar los últimos años de su servicio cuando parecía que se había perdido toda esperanza.

— Te seguiré a donde tú vayas, Leo, de hoy en adelante juro que mi vida te pertenece y que siempre estaré a tu lado, sin importar lo que pase.

Después de pronunciar aquellas palabras Tygus volvió a besarlo, enredando sus manos en su melena, guiándolo hacia él, sin importarle los jadeos de sorpresa que recibían de los chacales que se habían aglomerado a su alrededor, logrando como recompensa un gemido de placer de su compañero, quien trato de separarse por algunos instantes antes de rendirse a sus caricias.

— Creo que ahora sabes porque.

Leo asintió al escuchar aquellas palabras, sentía que sus mejillas estaban a punto de competir con el color de su cabello, de pronto se dio cuenta que estaban en medio de un jardín, dando un espectáculo bastante interesante en el reino de Shen.

— Creo que si… aunque, me gustaría que me lo recordaras muy seguido, todos los días de ser posible.

Aquella respuesta provoco que Tygus perdiera el habla momentáneamente, también se daba cuenta que estaba haciendo un espectáculo, y que Leo trataba de hacerlo sonrojar, provocando que de pronto se riera en voz alta, mirando el cielo, mostrándole su cuello a su compañero, quien sintió los incontrolables deseos de recorrerlo con las puntas de sus dedos.

— Como dije antes, tú nunca pierdes el tiempo Leo.

Leo recorrió con delicadeza el punto donde sabía que se encontraba la marca que hizo con su mordida, ya casi no era visible y sentía que debía reafirmarla, aunque comprendía que debía darle tiempo a Tygus para aceptarlo en su cama, que dormir a su lado era suficiente por el momento.

— Aunque me gusta tú forma de pensar…

Tygus se acerco a su oído, recargándose en sus hombros, un acto que en realidad no era necesario porque su tigre era muy alto, algo de lo que le gustaba en una pareja y que le fascinaba en su compañero.

— Creo que ya llevamos nueve años… nueve años separados, sin poder tocarnos, sin estar juntos… creo que…

Tygus respiraba de forma pausada, casi susurrante, provocando que Leo sintiera como su cuerpo respondía a esa hermosa voz, tal sutil, tan fuerte, tan seductora.

— Ya hemos esperado suficiente…

Finalizo lamiendo su oreja, un movimiento que nadie vio, el cual fue protegido por la melena de Leo, quien asintió, estaba a punto de preguntar qué le habían hecho a su compañero y quien era esa seductora criatura que había tomado su lugar, él tigre generalmente era el más recatado de los dos, quien siempre perdía sus pequeños debates antes de rendirse a sus deseos.

— ¿Estás seguro?

Pregunto Leo, de pronto Tygus volvió a utilizar su camuflaje, sintiendo que Leo le cargaba entre sus brazos, esperando su respuesta, al mismo tiempo que sentía como sus brazos rodeaban su cuello.

— Sí…

Leo lo llevo en dirección de sus habitaciones, no creía que fuera una buena idea arriesgarse a que su cachorro los encontrara juntos, no hasta que pudieran hablar con él de su nueva relación y al mismo tiempo, su compañero tenía razón, ya habían esperado demasiado tiempo para estar juntos, sin esconderse, sin temor a las represalias o a ser traicionado.

—Podemos esperar el tiempo que tú quieras…

Pronuncio Leo dejándolo en el suelo, cerrando las puertas detrás de sí, recibiendo una sonrisa de Tygus, quien seguía sonrojado, sus pupilas estaban dilatadas y comenzaba a sentirse nervioso, creyendo que tal vez su relación era tan fácil porque no los ataba a nada, lo único que hacían era tener sexo, nada más, sin responsabilidades ni expectativas.

— No quiero esperar, si dejo que mis temores se apoderen de mi, jamás estaremos juntos… sé que me acobardare.

Tygus volvió a besarlo, sintiendo que Leo lo separaba de su cuerpo con delicadeza, él deseaba tenerlo entre sus brazos, pero también quería comprender la forma de pensar de su compañero.

— Tú eres una persona muy valiente…

Tygus negó aquello con un movimiento de la cabeza, sintiendo como Leo besaba sus mejillas, sus parpados y después su boca, con tanta delicadeza que sus labios parecían alas de mariposa.

— No con esto.

Leo comprendía que Tygus podría estar asustado, pero debía recordarle que siempre estaría a su lado, que podían dormir juntos hasta el momento en que quisiera un poco más, podía esperar, darle tiempo para recuperarse de su pasado.

— Podemos…

Comenzó a pronunciar Leo, pero esta vez Tygus lo jalo en su dirección, besando sus labios con fuerza, empujándolo en dirección de su cama, recostándolo en ella, sentándose sobre sus piernas, atrapándolo con su peso y sus manos.

— ¡No! No quiero esperar más… no quiero recordar lo que me hacia… quiero borrarlo de mi mente para siempre…

Pregunto Tygus besando su cuello, lamiendo el lóbulo de su oreja, Leo gimió al sentir los labios de su compañero sobre su cuerpo, había esperado tanto por ese momento que creía que de pronto despertaría de un hermoso sueño.

— Decía que lo amaba, que yo disfrutaba lo que me hacia… que yo lo extraño…

Leo dejo que Tygus recorriera su cuello tratando de comprender lo que le decía, advirtiendo que aquella sombra siempre estaría presente si acaso se lo permitían, sintiendo como su tigre trataba de quitarle su armadura, sin embargo, al ver que su compañero no respondía se alejo, recargándose apenas sobre su torso, sus ojos fijos en los suyos.

— No soporto que me toquen… me siento sucio, siento que lo único que desean es lastimarme.

Tygus creía que Leo querría poseerlo, que no dudaría en aceptar lo que le estaba ofreciendo, en el pasado nunca dudaba antes de besarlo, abrazarlo, morderlo, hacerlo sentir maravilloso, ahora se preguntaba cual era la razón de esta indiferencia.

— Pero contigo es diferente, contigo me siento limpio, me siento vivo…

De pronto Tygus creyó que se había equivocado al decirle aquellas palabras, que no debía recordarle lo que Mum-Ra le hacía, tal vez Leo solo mentía la noche anterior y en realidad no podía ignorar que primero le perteneció a esa bestia, que no era más que sus sobras.

— ¿Por qué no respondes? ¿Acaso ya no me deseas?

Leo al escuchar aquellas palabras lo tomo de las muñecas y con un solo movimiento cambio sus posiciones, recostándose arriba de Tygus, besando su cuello con delicadeza, disfrutando el tiempo que ahora podían regalarse, amando cada centímetro de piel descubierta.

— Trato de entender como alguien puede hacerte daño… de no cegarme por la furia que siento ahora mismo de tan solo pensar en esa cosa tocando tu cuerpo, lastimándote, no comprendo como podía creer que tú podrías disfrutar de su compañía.

Tygus trato de ignorarle, estaba molesto por sentirse ignorado al principio, sin embargo, Leo comenzó a despojarlo de la ropa negra que lo cubría, de las joyas que adornaban sus brazos, su cuello, ese no era su amante, su compañero era perfecto, no necesitaba de baratijas que incrementaran su belleza.

— No sabes cuánto te deseo, cuanto te deseaba, cuantas noches quise ordenarte que me acompañaras a mis habitaciones, utilizar mi rango para que me notaras, para que me entregaras tu cuerpo, para que calentaras mi cama.

Tygus gimió al sentir los dientes de Leo morder su cuello, justo donde estaba la marca de su unión, sintiendo poco después como la lengua de su león recorría la piel enrojecida, imaginándose a los pies de su comandante, sirviéndole con su boca y su cuerpo, entregándose a él de maneras que nunca antes había imaginado.

— Pero yo quería que te entregaras a mí por tu propia voluntad, que fueras mío porque así lo querías y en esa explosión, cuando por fin te entregaste a mí, supe que mi espera valió la pena, que por fin tenía a mi compañero.

Tygus logro desabrochar la capa de Leo, e intento desprender los broches de sus hombreras, quejándose cuando su amante se alejo de sus manos para besar su abdomen, desabrochando el cinturón de piel que rodeaba sus pantalones holgados de seda negra.

— Siempre te he deseado… siempre quise que fueras mío… aun cuando era un cachorro, cuando me salvaste de ese motín supe que no podría descansar hasta que tú me pertenecieras, cuando yo fuera tu mundo como tú eras, eres el mío… por el rugido, tu eres tan hermoso, tan deseable, que no puedo imaginarme a nadie más en mi cama.

Tygus arqueo su espalda gimiendo con fuerza cuando Leo llevo su mano a su entrepierna por encima de su ropa, sonriendo al escuchar el placer que solo él podía otorgarle a su compañero, esa respuesta que lo volvía loco de orgullo.

— Lo que hubiera hecho de tan solo saber por lo que pasabas, pero ahora que ya eres mío no dejare que nadie vuelva a lastimarte, te protegeré cada día de mi vida y te demostrare cuanto te deseo, cuan loco me vuelves.

Thundercats-Thundercats-Thundercats


Les invito a votar en la encuesta que acabo de abrir en esta dirección, es sobre que pareja les gusta más de este mundo.

https://www.fanfiction.net/u/1242083/seikenankoku

Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).