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Afecto. por Seiken

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Afecto

Capitulo 18.

Tygus despertó sintiendo el calor de Leo junto a su cuerpo, así como unos brazos rodeando su cintura con cariño, protegiéndolo de los peligros del mundo exterior, ignorando que en el plano astral sus pesadillas habían tomado un rumbo diferente, uno que era mucho peor que en el pasado, cuando solo soñaba estar en el interior de la nave, reviviendo fragmentos de su antigua vida.

Podía lidiar con la presencia de la criatura, con su posesividad, pero no con esa pantomima, con ese fingido sentimiento de preocupación, con esas advertencias, que de ser ciertas justificaban el temor que siempre había sentido por el director Tykus.

No obstante debía recordarse que en su pasado tuvo que lidiar con demasiados actos y traiciones que no creyó posibles, en los que pensó de momento que ya eran demasiado para él, que estaba a punto de quebrarse, en aquellos instantes se mantuvo firme, creyendo que sobrevivir sería suficiente.

Ahora que tenía una familia, un compañero y un cachorro, debía recobrar su valentía, su fortaleza, no estaba bien que se permitiera quebrarse, mucho más cuando por fin su suerte había cambiado.

Las pesadillas por muy reales que fueran solo eran sueños, una ilusión, sólo una amenaza, su amo ya no podía tocarlo, ni a él ni a su compañero, mucho menos a su descendencia, Claudius estaba seguro en esa ciudad y después lo estaría en Thundera.

Debía controlarse, como en el pasado cuando no dejaba que sus temores ni sus presentimientos interfirieran con sus decisiones, logro engañar a la criatura, al comandante, aun al director, cuando todo estaba en contra, en esta ocasión lograría mucho más porque a diferencia del pasado ahora tenía demasiado que perder sí no lograba controlar sus emociones y despejar su mente para poder completar su nueva misión.

Esa pesadilla no era real, no en el sentido literal de la palabra porque la criatura estaba encerrada en el plano astral, no podía llegar a él y sus advertencias en realidad eran disuasorios, quería que desconfiara de sus palabras, que bajara la guardia pensando que sólo estaba jugando con sus terrores, culpando a quien le atemorizaba, un anciano que no podría ser peligroso ante nadie que no lo conociera realmente.

Debía tomar muchas precauciones para defenderse de un enemigo que siempre había existido, que aun ahora vivía en Thundera, él que sin duda era un miembro importante de su realeza, un general o algo parecido, dejándolo al mando de la guardia y de cualquier clase de militar que él hubiera entrenado.

Tygus se sentó en la cama, ya no podía seguir durmiendo cuando había demasiado por hacer, escuchando como Leo se revolvía al sentir que sus brazos perdían su preciado tesoro, al abrir uno de sus ojos, aun medio dormido le sonrió, estirando su brazo para invitarlo a dormir un poco más.

— Es muy descortés que estés despierto después de nuestras actividades matutinas.

Tygus sonrió al escuchar aquellas palabras y se agacho para depositar un beso en los labios de Leo, acariciando su mejilla con delicadeza, despejándolo de los cabellos rojizos de su melena, ya pasaba de medio día, seguramente Claudius estaría furioso con él.

— Si, pero ya descuide demasiado a Claudius y tengo que ir a verlo, no sé qué tan capacitada sea Panthera para tratar con un león, ellos son impredecibles.

Leo rodeo su cintura con sus brazos, haciendo que se sentara sobre sus piernas, acariciando sus muslos, recibiendo un ligero sonrojo de su tigre, que relamiéndose los labios se agacho para besar el oído de su amante, lamiéndolo poco después.

— ¿Impredecibles?

Tygus asintió recargándose en el pecho de Leo, mirándolo fijamente a los ojos, siempre le había gustado mucho ese color, ese dulce azul verdoso, mucho más aquella expresión, ese deseo bañado de lujuria.

— ¿Cómo tu mordida?

Tygus no recordaba haber mordido el cuello de Leo, pero al ver la herida la recorrió con sus dedos sintiéndose un poco culpable, mucho más porque pensaba que combinaba perfectamente con el pelaje de su compañero.

— No me estoy quejando, en realidad me encanta que me hayas mordido, marcado como tuyo, me gusta mucho más que la mía.

Tras decir aquello toco su marca con las puntas de sus dedos, recorriéndola poco después con la punta de su nariz, lamiéndola, escuchando los gemidos de Tygus, quien se alejo de Leo con mucho esfuerzo, demasiado trabajo porque su compañero se negaba a dejarlo ir, recibiendo un fuerte quejido, más bien un gemido cuando logro separarse de su cuerpo.

— Ahora que lo recuerdo, destruiste mi ropa…

Pronuncio Tygus recogiendo su camisa, la que cayó junto a sus pantalones, los cuales estaban desgarrados a la altura de su cintura provocando que esta vez fuera él quien se quejo al ver que ya no existían más, estaban al otro lado del palacio, y que debía recorrerlo semidesnudo por más ropa.

— No me gusta la ropa que traías puesta.

Tygus arqueo una ceja sentándose en la cama, no podía ser que su león destruyera su ropa solo porque no le gustaba, debería molestarse pero no se sentía con ánimos para eso, discutir por seda y joyas, las que tampoco encontraba, le parecía un desperdicio de tiempo.

— Deja demasiado al descubierto y no necesitas joyas para resaltar tu belleza.

Tygus noto que las prendas doradas estaban regadas en el suelo y las levanto, riéndose por la extraña actitud de su compañero, quien estaba demasiado orgulloso de sí mismo, demasiado alegre con lo que había hecho, casi como si destruir sus prendas fuera un favor no un acto egoísta y posesivo.

— Además me gustas más al natural…

Leo se levanto con calma y comenzó a vestirse, recibiendo un carraspeo de Tygus, quien se acomodo el cabello con lentitud, era imposible que su amante quisiera que anduviera desnudo, eso debía ser una broma, a menos que trajera un cambio de ropa consigo.

— ¿Desnudo?

Pregunto cuando Leo se acomodo los pantalones y se agacho para buscar algo en un baúl, un cambio de ropa que pensaba le quedaría a Tygus, una prenda que cubría mucho más de su deliciosa piel rayada.

— ¡Claro que no!

Tygus recibió unos pantalones de color azul, que combinaban con un abrigo con sencillos adornos blancos y una camisa del mismo color, así como unas botas de piel con varias cintas de piel con hebillas de metal que rodeaban el tobillo y la pantorrilla, un cinturón con varias bolsas para viaje, así como una pieza de piel que seguramente era para guardar una daga o un arma de fuego pequeña en su muslo.

— Se supone que es ropa formal, a mi no me gusta mucho, pero creo que te quedaría perfecta, hasta que consigamos algo que te guste más.

Tygus observo la ropa que le era entregada con lo demás, parecía que Leo estaba preparado con prendas suficientes para cambiarse al menos por cinco días, lo que le hacía preguntarse porque solo se vestía con esa armadura de color azul.

— ¿Tienes todo esto y solo te vistes con eso?

Leo se cruzo de brazos delante de Tygus, estaban acostumbrados a utilizar un uniforme cuando eran jóvenes, él no le veía caso a cambiar su ropa por prendas nuevas, mucho menos cuando una armadura junto con su ropa sencilla era más de lo que necesitaba para cualquier ocasión.

— No le veo caso a utilizar ropa formal, no la necesite en el pasado y ahora tampoco.

Antes de que Tygus preguntara porque él utilizaría ropa formal, que también era un guerrero y que no estaba dispuesto a utilizar un abrigo de piel, su león se dio cuenta de su molestia, hincándose frente a él con una gran sonrisa que parecía querer reconfortarlo.

— Eso solo será por unos días, cuando lleguemos a Thundera podrán hacerte una armadura o algo parecido a tu viejo uniforme, lo que tú quieras.

Tygus comenzó a vestirse, lo que Leo decía tenía mucho sentido, aunque no estaba seguro que aquella ropa de color azul sería de su talla, su compañero y él tenían un cuerpo demasiado diferente, ambos estaban hechos para diferentes propósitos.

— ¿Acaso te molesta que alguien más vea mi cuerpo semidesnudo?

Leo asintió, aunque no pensaba que Tygus estuviera semidesnudo, pero no creía que su tigre pudiera sentirse cómodo con aquella ropa de lienzos de seda, no era lo que utilizaría un guerrero.

— No es eso.

Tygus permitió que Leo abrochara los cinturones de sus botas, rodeando su cuello con sus brazos, no entendía porque Leo le daba ropa nueva, pero estaba agradecido por ello, la mitad del tiempo se sentía casi desnudo al utilizar los regalos de Shen, las joyas le traían malos recuerdos, el oro, ese material precioso le era desagradable, demasiadas veces fue pintado con él, otras tantas obligado a portarlo para embellecerlo ante su amo.

— Sólo creo que no te gusta esta ropa y que las joyas no le quedan a tu estilo, ni siquiera creo que te gusten, de hacerlo las habrías utilizado en...

Leo se levanto del suelo deteniéndose de golpe, no obstante su amante comprendía que estaba a punto de decir, en el pasado, y abrocho varios botones de su camisa, acomodando poco después su cabello.

Tygus se dejaba mimar por su compañero, quien de pronto al ver su expresión suspiro, parecía que la magia de hace unas horas se había perdido, dejándolos en medio de una realidad que era incierta.

— ¿Qué ocurre?

Pregunto Leo de pronto, llevando sus manos a sus labios, tratando de recuperar su atención.

— Sólo estoy disfrutando de todo esto.

Tygus disfrutaba de los cuidados de Leo, se sentía seguro con él, pero al mismo tiempo creía que las palabras de la criatura eran ciertas, lo que significaba que Tykus asechaba en las sombras como siempre lo había hecho, tal vez buscando su venganza, pero eso no fue lo que Mum-Ra le dijo, no, su antiguo amo fue claro, ese tigre deseaba su cuerpo, convertirlo en un esclavo.

— No pareces disfrutarlo… te ves aturdido.

Leo no dejaría que en esta ocasión Tygus lo alejara de sus preocupaciones, no guardaría silencio al verlo asustado, quería ser su apoyo pero sólo podría serlo si sabía que era lo que le asustaba.

— No es nada, sólo tuve un mal sueño.

Al escuchar aquellas palabras Leo recordó lo que Panthera le dijo sobre sus constantes pesadillas, como Tygus no dormía tranquilo, que era bien sabido en el clan pero que nadie sabía cuál era la razón de ello, porque sus sueños seguían torturándolo como lo hacían.

— ¿Qué soñaste? ¿Qué te preocupa?

Tygus al principio quiso guardar silencio, ocultarle sus temores, pero recordaba que la primera vez no resulto como esperaba, que solo construyo una muralla inamovible entre ambos, la que casi los separo por completo.

— Sueño con el pasado, con la bestia, a veces con un futuro oscuro, donde todo está perdido, pero solo son pesadillas, es mi culpa por no querer meditar, por ignorar los consejos de Akbar, no hay nada de qué preocuparse.

Leo asintió, algún día lograría que Tygus le contara su pasado y compartiera sus temores, de momento debía conformarse con lo poco que le dijo, él no era inmune a las pesadillas, a veces recordaba la masacre de su clan, soñaba con un mundo en donde su padre no murió por qué no había más que odio en su corazón y él no era mejor que eso, en esos sueños aun poseía a su amante, pero contra su voluntad, convirtiéndolo en su esclavo.

— Descuida, yo también tengo pesadillas, tal vez podríamos compartirlas.

Tygus se rio al escuchar aquella propuesta, era extraña por decir lo menos, de esa forma ambos podrían estar asustados en la noche o tal vez no, tal vez aquellos temores terminarían cuando los compartieran, ambos podrían asegurarse que no eran ciertos, aunque lo fueran.

— Es suficiente con que estén en mi cabeza.

Tygus beso la frente de Leo antes de levantarse para poder mirarse en el espejo, aquella ropa era mucho mas cómoda que la anterior, le hacía ver esbelto, aunque extrañaba tener un arma consigo, tal vez una pistola de plasma, tenía que prepararse para el golpe del que le advirtió la criatura.

— Necesito un arma, no creo que esta ropa este lista sin una.

Leo no traía ninguna consigo, solo la espada del augurio, no creía que fuera necesario, la paz sería duradera, al menos con los chacales, por lo que se extraño demasiado por aquella petición.

— ¿Para que necesitas un arma?

Tygus rodeo el cuello de Leo con una enorme sonrisa, deseaba proteger a su familia, no podía culparlo si quería estar preparado para ello, aunque su propuesta debía ser demasiado extraña, su amante era un pacifista.

— No quiero perder lo que tengo ahora, sé que es absurdo, pero necesito estar preparado, no dejare que nadie lastime a mi familia.

Mucho menos el director, quien ya lo había herido en el pasado y quien deseaba separarlo de su compañero, tal vez por venganza, tal vez por lo que dijo la bestia, lo único que importaba era que ya no era ningún cachorro indefenso, esta vez no vería como le quitaban todo lo que poseía sin hacer nada para evitarlo, en esta ocasión tendrían resistencia.

Thundercats-Thundercats-Thundercats

Bengalí estaba furioso, había sido engañado por un anciano, por el director Tykus nada menos, quien ingreso a su aldea con una apariencia humilde, como una persona arrepentida para acuchillarle por la espalda.

Tal vez por eso Tigris no confiaba en los demás, por eso abandono a su amante en los confines de la nave, ignorando su dolor y su locura, o más bien diría, soberbia, se creía demasiado para aceptar al amante de alguien más, aun de su amo, quien estaba por sobre todos los demás.

Tykus había exigido un cuarto donde pudiera recuperarse, el de su líder nada menos, sólo esperaba que Tygus no descubriera que le dejaron mancillar su casa, hacerse con sus posesiones, solo los espíritus sabrían que haría ese demente cuando estuviera solo.

— Este cuarto es demasiado austero, estás seguro que Tygus se conforma con tan poco.

Pronuncio despertándolo de su ensoñación, Tykus ya no estaba encorvado, sino que mantenía los brazos detrás de su espalda en una postura casual y podía notar que era demasiado alto, casi del tamaño de una pantera o de un sable, sus músculos aun estaban marcados debajo de su pelaje cubierto de heridas, muchas de ellas recientes, sus ojos avellanados observaban esa habitación con detenimiento, aspirando con fuerza, probablemente tratando de reconocer el aroma propio de su Tyaty, el cual estaba mezclado con el de su cachorro.

— Esta austeridad no ha cambiado mucho desde su época bajo el cuidado de nuestro amo.

Tykus volteo en su dirección, sus ojos reflejaban astucia y crueldad con un dejo de lujuria, dejando caer al suelo la mochila que cargaba a su espalda, sentándose con indiferencia enfrente de la mesa que aun contenía el ajedrez que Tygus tallaba en madera de dos colores.

— Espero que sepas que cuando Tygus llegue no estará feliz de saber que mancillaste su cuarto.

Le advirtió saliendo de esa habitación, dejando solo a Tykus, quien tomo una de las piezas de ajedrez, un juego bastante aburrido para el cual nunca había tenido paciencia suficiente.

— Acaso un anciano no puede recibir su merecido descanso sin ser cuestionado por sus acciones.

Pronuncio en voz alta, escuchando como la puerta se cerraba detrás de Bengalí, podía ver que esa casa era pequeña, casi claustrofóbica, en el suelo había varios juguetes, sin duda todos ellos fueron creados por el capitán, que se molestaba por darle una niñez adecuada a su cachorro, esa idea era divertida, como si el pasado pudiera borrarse tan fácilmente, como si fuera un abrir y cerrar de ojos.

Dejo que pasaran varios minutos antes de moverse en aquel cuarto, revisando cajones, muebles y paredes buscando cualquier indicio del antiguo capitán, esa casa debía estar reforzada con alguna clase de seguridad, con armas o pasadizos ocultos, algo que indicara que el joven tigre a pesar de la débil imagen que daba aun seguía siendo astuto, un soldado dispuesto a realizar las tareas necesarias para llevarse la victoria.

Se negaba a creer que ese cachorro dejaría que se escapara de sus manos la oportunidad de su vida, la única razón por la cual se entregaba a ese león, por la cual quiso brindarle ayuda casi desde un principio, Tygus era inteligente, era un gran mentiroso, era el líder de aquel clan, seguramente tenía un As bajo la manga que nadie había visto, ni siquiera Bengalí.

Una hora después Tykus encontró un cajón con un fondo oculto, en el había armas de fuego, balas, todas las provisiones que le serian necesarias de querer abandonar esa aldea de imprevisto, para defenderse contra un enemigo invisible, ese cachorro era justo como lo había imaginado, pero aun le faltaba encontrar otros tesoros ocultos, como un dibujo de sí mismo en un jardín fantástico, un dibujo antiguo pintado de color amarillento, una daga de oro con un mensaje desconocido grabado en su hoja, una pieza que guardo en su cinturón junto al trozo de papel, estaba seguro que a Tygus le encantaría verlos en sus manos.

El director estaba a punto de abandonar su búsqueda cuando descubrió el cuarto del cachorro, el cual solamente constaba de una cama, en esa cama había varias chucherías que ignoro, pero en la mesita de noche había una llave holográfica, una pieza de tecnología que solo un felino que hubiera vivido en la nave podría reconocer y utilizar, esas baratijas generalmente las usaban como epitafios, así que sin más la tomo, no era como si necesitara permiso del capitán para ver un mensaje privado, seguramente trataría de un recado para ese león obtuso, palabras que lo convencerían de ayudarle a su cachorro si algo llegaba a pasarle.

— Patético.

Aun así, se sentó para ver el mensaje, no sin antes verificar que Tygus no se diera cuenta de que examino cada recóndito lugar de su habitación en busca de información que le ayudara a comprobar lo que ya sabía, que no era esa pacifica criatura en la cual fingía haberse convertido, sino la mano derecha de Lord Mum-Ra buscando hacerse con el verdadero poder, cambiando a su amo por uno que si pudiera controlar, aunque se equivoca si creía que lo permitiría, Leo no sería quien gobernaría Thundera por más tiempo, no cuando el podía ser un mejor rey.

— Con qué piensas que puedes manipular a tu supuesto compañero.

Thundercats-Thundercats-Thundercats

Algunas horas después Akbar estaba meditando en uno de los muchos jardines que adornaban la ciudad de los chacales, sus ojos estaban cerrados, su ayudante se había retirado una hora antes para buscar algo que comer.

El elefante de edad madura de pronto sintió que le observaban, al abrir sus ojos no vio nada, pero sintió que había una perturbación en el plano astral, alguien le miraba escondido con sus dones.

Akbar estiro su brazo en dirección del visitante, quien inmediatamente perdió el camuflaje, en su mano había una espada de madera, sus ojos azules estaban fijos en los suyos, pero no le miraba con aprensión sino con curiosidad.

Reconoció ese rostro inmediatamente, ese pequeño sería el próximo rey de Thundera, el cachorro de su discípulo, quien como adivinó estaba en esa ciudad en compañía de su cachorro y su compañero, a quien había visto traicionado por el que pensaba era uno de sus aliados, una advertencia que no podría sonar real después del resultado que provoco la primera.

— Eres un elefante…

Akbar asintió, un movimiento delicado que movió sus orejas y su trompa, su sonrisa se incremento cuando Claudius, ya que ese era el nombre que soñó le pondría Tygus, se acerco aun más, guardando su espada de madera en su cinto.

— ¿Parezco un elefante?

Claudius rodeaba a la enorme criatura, nunca había visto un elefante en persona pero esta criatura cabía perfectamente en la descripción de uno, era enorme, tenía dos colmillos largos, dos orejas casi del tamaño de su rostro, el color de su piel era gris, así como estaba cubierto de arrugas.

— Sí, te ves como mi padre dijo que serian.

Akbar sonrió al escuchar su respuesta, el cachorro de pronto se detuvo delante de él, tocando uno de sus colmillos, el único que le quedaba después de las incontables batallas y todas las ocasiones que la criatura quiso hacerle daño, destruirlo a manos de soldados sin escrúpulos.

— Así que si me veo como un elefante, seguramente debo ser un elefante.

Claudius estaba a punto de asentir cuando repentinamente se detuvo, recordando que las apariencias en algunas ocasiones eran engañosas, así que rascándose la barbilla, en una postura imitada de su padre cuando meditaba, trato de darle una respuesta que fuera agradable para la extraña criatura.

— No, pero estoy seguro que eres un elefante, mi padre dice que no hay nada más grande que ustedes, que son grises y que meditan mucho.

Era una forma sencilla de explicar lo que seguramente Tygus le había dicho de su especie y de sus dones, el cachorro se parecía mucho a su padre cuando tenía su edad, aunque su querido amigo era mucho más tímido, sus ojos tenían esa vida y su valentía lo hubiera metido en demasiados problemas de no estar el padre de Leo a su lado, a quien este pequeño se le parecía demasiado, haciendo que se preguntara como los otros no podían notarlo como él.

— Esa es una forma de decirlo.

Respondió Akbar, levantándose del suelo con cansancio, sus viejos huesos comenzaban a quejarse cada vez que se movía, los chamanes decían que se trataba de los problemas característicos de una edad avanzada con un peso parecido al suyo, sus rodillas eran las que más le dolían, pero se sentía como un árbol, a pesar de los años seguía siendo resistente.

— Acompáñame, busquemos a tus padres, creo que a esta hora estarán listos para vernos.

Claudius primero dudo en seguir a la enorme criatura, quien al ver que no quería moverse lo empujo con su trompa con cuidado, comprendiendo que debía decirle quien era él, seguramente su padre ya le había dicho su nombre más de una vez.

— Por cierto, joven Claudius, mi nombre es Akbar.

Al escuchar su nombre Claudius comenzó a seguirlo, sus ojos se iluminaron por unos segundos al mismo tiempo que sonreía, su padre como lo supuso le conto acerca de él, todas cosas buenas por lo que veía, ya que de pronto el pequeño tomo su mano en un extraño intento para ayudarle a caminar.

— Mi padre me ha dicho mucho sobre de ti, él te quiere mucho, tú y Leo son de los únicos de quien me habla.

Akbar asintió, suponía que Tygus estaba esperando el tiempo justo para contarle a su cachorro algunas partes de su pasado, solo aquellos momentos que podían mencionarse, las guerras, sus misiones, sus aliados y sus enemigos, aunque temía que nunca le mencionaría el nombre del verdadero enemigo, este se perdería con el tiempo, provocando que corrieran peligro.

— Estoy seguro que Tygus tiene una buena razón para no mencionarte su pasado, pero algún día, cuando seas mayor te dirá lo que necesitas saber.

Thundercats-Thundercats-Thundercats

Panthera había tratado de encontrar a Claudius por las últimas dos horas, regañándose mentalmente por haberlo dejado solo unos cuantos minutos, el pequeño ligre debió utilizar su camuflaje, así como su sigiloso caminar para perderla de vista, decía que no era un cachorro y que no necesitaba una niñera.

La pantera comenzaba a preguntarse cuál era la razón para que Claudius hubiera escapado y como permitió que eso pasara, tal vez Tykus estaba en lo correcto cuando se quejaba de su descuido, de la confianza de su amigo en las otras razas, se estaban volviendo suaves, descuidados si acaso un cachorro de apenas nueve años podía esconderse tan fácilmente como lo hizo.

— ¡Claudius!

Grito por tercera ocasión, llevando sus manos a su cintura, estaba segura que su rastro llegaba hasta ese lugar, no era posible que un cachorro pudiera esquivarla, aunque debía recordar que ella era uno de los pocos soldados que habían pasado la mayor parte de su vida en el interior de la nave, no era un soldado de campo, sus habilidades no eran rastrear sino organizar y planificar, así como advertir peligros inminentes.

— Pequeño granuja…

Maldijo en voz baja, tratando de aguzar su oído para localizar al cachorro que se había alejado lo suficiente para poder perderla, para caminar sin ser visto cuando ya no pudiera mantener su camuflaje, al ser pequeño su padre le había dicho que era muy ágil, así como muy silencioso y que debía utilizar esas cualidades a su favor.

— ¿Se te escapo?

Preguntaron a sus espaldas, una persona que suponía estaría furiosa al saber que su cachorro había logrado desaparecer a simple vista, no que estaría contento, demasiado tranquilo para ser la misma persona que visito durante años.

— Sí.

Tygus asintió, así que le había enseñado bien, su control del camuflaje era superior al que él tenía a su edad, tanto que podía esconderse de su vista y de la mitad de la aldea, lo único que le faltaba era entrenar todo lo demás y la única forma de lograrlo era meditando, una tarea que se negaba a realizar por mucho que lo intentara.

— No te sientas mal, puede esconderse de la mitad de la aldea sin trabajo, es la única habilidad que creo que heredo de mí.

Panthera aun así estaba furiosa consigo misma, aunque sonrió al ver la expresión de Leo, como de pronto rodeo los hombros de Tygus con naturalidad, haciendo que notara que su ropa ya no era la de los chacales, sino la de Thundera, un traje formal que su amigo jamás había utilizado, pero que siempre insistía en llevar consigo.

— Otro cambio de ropa Tygus, nunca pensé que te gustara tanto la moda.

Leo rodeo la cintura de Tygus con sus brazos, besando su mejilla, logrando que el tigre se abochornara al sentir su cuerpo junto al suyo, mucho más cuando su compañero parecía demasiado cariñoso al mismo tiempo que orgulloso de la razón de su cambio de ropa, logrando que sus mejillas compitieran con el color de su cabello.

— Olvídenlo, no quiero saber porque tuviste que ponerte la ropa de Leo.

Tygus se libero de los brazos de su compañero con molestia, quería estar a su lado, disfrutar de aquella libertad, pero su león era demasiado efusivo, tal vez era cierto que necesitaba mostrarle al mundo que lo había conquistado, sin embargo, creía que podrían ser un poco más discretos.

— Tygus vendrá con nosotros a Thundera, acepto ser mi compañero y su hijo, que desde el día de hoy será mi hijo, se convertirá en el heredero al trono.

Tanto Panthera como Tygus no ocultaron su sorpresa, ni siquiera lo intentaron, para ambos aquella decisión era demasiado apresurada, comprendiendo que a pesar de ser el compañero del rey de Thundera no muchos les aceptarían debido a su pasado, a su lealtad, o eso era lo que ellos pensaban.

— ¿Qué?

Preguntaron al unisonó, ninguno de los dos contento con las nuevas noticias, Panthera sabía que Tykus estaría en contra y muchos de los jóvenes que entreno lo seguirían, su compañero creía que esta era una decisión apresurada, una que no debían tomar con apenas doce horas de haberse aceptado mutuamente.

— No veo que hay de malo en eso, Tygus es mi compañero y solo es natural que nuestro hijo se convierta en mi heredero al trono.

Panthera se froto los ojos con los dedos índice y pulgar observando el suelo, Tygus negó aquello con un movimiento de la cabeza, su cachorro tendría una niñez normal, no sería tratado como una herramienta ni sufriría la misma clase de entrenamiento que él soporto, solo era un niño y sería tratado como tal.

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Tykus creía que podía utilizarlo, que dejaría que su amo siguiera encerrado en su tumba, en la oscuridad de aquel desierto debilitándose con cada día que pasaba.

La decisión de liberarle ya estaba tomada mucho antes de que llegara a importunar con su presencia, por aquellos que aun obedecían sus tradiciones, que aun creían en el poder absoluto de los cuatro espíritus.

Tygus al salir de su ciudad había ignorado sus deberes, traicionado a su pueblo, esperando permanecer lo que aun quedaba de su vida bajo la protección de un chacal, vestía los harapos que se le eran entregados, meditaba en sus jardines, cuidaba de su cachorro como una nodriza o una niñera, aquel comportamiento era impropio de un Tyaty.

Pero aquello no era lo que le molestaba, lo que casi le enloquecía era la idea de que ese león que ya le había hecho demasiado daño, por el cual su entrenamiento casi era olvidado, visitaría la ciudad de Shen y dentro de poco, su descarriado líder, sería entregado a Leo por una mejor oferta de la que ellos podrían dar.

Sus espías estaban preparados para realizar la sustracción, cuando eso ocurriera Tygus no tendría otra opción más que aceptar su destino, liberar a su amo y en ese momento, cuando Lord Mum-Ra se levantara triunfante de su tumba, todos aquellos que le traicionaron serían castigados.

Su amo debía ver que su lealtad era autentica, mucho mayor que la de Tygus, él tenía que convertirlo en su mano derecha, su segundo al mando, no su Tyaty, quien sabía que sería perdonado sólo por que Lord Mum-Ra era demasiado gentil con su traicionero amante.

Thundercats-Thundercats-Thundercats

— Buscare a Claudius, confió que Panthera te haga entrar en razón.

Tras decir aquellas palabras Tygus se alejo de ambos tratando de ubicarse en aquella ciudad, su cachorro siempre jugaba en el ala este, la que constaba de un jardín donde los cachorros de Shen siempre practicaban algunos movimientos de combate, así como jugaban con armas de madera idénticas a las de Claudius, Panthera no podría saberlo así que en vez de ir en la dirección correcta equivoco su camino, alejándose de su pequeño, quien logro disimular sus pisadas al transitar sobre un riachuelo que alimentaba varias parcelas de árboles frutales, los que apenas eran unos arbustos con flores blancas.

Siempre era complicado seguirle la pista, era demasiado rápido, ligero y silencioso, tal vez era su culpa, ya que toda su vida le había enseñado técnicas para que pudiera sobrevivir, pensando en el día que algo le ocurriera, cuando estuviera solo en un planeta extraño.

Poco sabía que sus temores podrían volverse realidad, que era observado por muchos ojos en el interior de su clan, ojos que no veían con alegría su nuevo comportamiento, que pensaban se había vuelto débil, demasiado cómodo con una vida de asesor de chacales, que estaban seguros les había traicionado al darle la espalda a sus costumbres.

Que como él temía, seguían las ordenes de Bengalí, quien se había cansado de esperar por su llegada, por su recapacitación, sí Tygus no aceptaba que tan equivocado estaba entonces tendrían que mostrárselo, llevándolo a la pirámide donde yacía su amo, donde lo esperaba.

Los espíritus del mal se comunicaban con su clan y por eso todos los tigres caminaban entre los planos, ninguno tenía las habilidades que poseía su capitán, el siempre fue el más poderoso, tanto que los ancianos a veces le temían, creyendo que Tigris había logrado modificar su estructura genética mucho antes de que naciera, tal vez su comprensión del don era tan grande como decía serlo, tal vez Lord Mum-Ra lo bendijo con él, lo que hubiera ocurrido provoco que su Tyaty fuera el epitome del orgullo de su raza.

Pocos podían utilizar una técnica tan valiosa como el camuflaje, mucho menos usar su vista para hechizar a sus enemigos confundiendo su mente, enloqueciéndolos de ser preciso, pero de los pocos que podían esconderse a simple vista, varios actuaron como espías con los caninos, sustrayendo información que Bengalí quería, las entradas y salidas, los pasadizos ocultos, aquella ciudad podría ser habitada por ellos cuando Lord Mum-Ra fuera rescatado de las profundidades de su morada.

De los pocos felinos que optaron por permanecer en la ciudad de los chacales, un puñado de ellos al ver como Tygus era seducido por sus regalos enviaron un mensaje a Bengalí, quien a su vez les ordeno que dejaran al cachorro en aquel sitio, pero que capturaran a su líder, que lo llevaran al desierto, en donde recuperaría su sentido común.

Creían que la única forma de hacerlo obedecer era a través de su cachorro, el pequeño que hasta hacia unos pocos minutos caminaba en compañía de Akbar, el elefante que se dedico a esparcir rumores acerca de la derrota de su amo, quien al ser solo un anciano elefante no pudo proteger al mocoso, el que en esos precisos momentos ya era transportado en un vehículo de caza de dos ruedas, rápido, silencioso y eficaz para un secuestro.

— Capitán Tygus.

Durante todo el tiempo que Tygus estuvo en la ciudad de su amigo, la que construyeron según sus indicaciones, con ayuda de sus soldados no pudo ver a ninguno de los suyos, era como si ellos lo estuvieran esquivando.

Al principio quiso averiguar la razón de aquel extraño comportamiento, pero no quería verse como un paranoico, que desconfiaba de su propio clan, aunque realmente lo hiciera, creyendo que sería traicionado cuando les diera la espalda.

— Yo ya no tengo ese titulo.

Les informo, sólo eran tres de sus soldados, lo que significaba que había algunos otros conviviendo con los chacales, ignorando su pasado, ya que ellos a pesar de haber terminado su trabajo habían decidido permanecer con los caninos, con los cuales forjaron amistades tan profundas como la que él mismo tenía con Shen.

— Lo sabemos capitán, usted ya es el Tyaty.

El rastro de su cachorro lo alejo de la ciudad, logrando que comenzara a preocuparse, Claudius jamás se alejaba de su rango, siempre le había dicho que debían permanecer juntos, que esa era la forma de su raza, la única manera de mantenerlo seguro.

Tygus inmediatamente noto la espada de madera blanca en la mano de uno de ellos, ese era el juguete favorito de Claudius, su cachorro, tenían a su cachorro y lo habían alejado de la protección de las murallas interiores del palacio.

— ¿Dónde está Claudius?

Pregunto, buscando una daga, un arma, cualquier cosa que pudiera herirlos aunque bien sabía que carecía de cualquiera de las dos, temiendo escuchar que su cachorro estaba herido, que lo habían lastimado de cualquier forma, su sangre hervía a causa de la furia que sentía, era imposible controlarse.

— No podemos derribarte capitán, tampoco secuestrarte sin tener que lastimarte y eso no le gustaría a nuestro amo, tu castigo será impuesto por él, fuiste entrenado por el mejor, eso lo sabemos, así que la única forma en que podemos llevarte con nosotros es a través de ese cachorro que dices es tu hijo.

Tygus no pudo controlarse por más tiempo y ataco a los tres tigres que estaban frente a él, no con su cuerpo ni con un arma, sino con su mente, logrando que dos de ellos retrocedieran presa de pánico, el tercero, uno de los tigres más jóvenes permaneció quieto, necesitaba información, no podía permitir que lastimaran a su cachorro.

— ¡Donde esta Claudius!

El mensajero, un tigre muy joven, de pelaje claro, con ojos verdes y rayas gruesas no dijo nada al principio, no hasta que Tygus lo sujeto del cuello, dispuesto a ahorcarlo con sus manos desnudas, querían al viejo capitán, entonces lo tendrían.

— ¡Donde… esta… Claudius!

El tigre trato de liberarse, retrocediendo algunos pasos, cayendo al suelo presa de pánico, recuperando su respiración con fuertes bocanadas de aire, ya había pasado suficiente para que Tygus tuviera que salir en busca de su cachorro, seguirlos a la pirámide.

— En la pirámide…

Tygus negó aquella información con un movimiento de la cabeza, era imposible que sus temores fueran ciertos, que Bengalí quisiera traicionarlo, y para que, para tratar de liberar a Lord Mum-Ra, para entregarlo de nuevo en sus brazos, para destruir todo lo que habían logrado, todo porque se permitió ser débil.

— Ese mestizo está en la pirámide…

Thundercats-Thundercats-Thundercats

Al mismo tiempo Leo vio como Shen se acercaba a ellos a un paso rápido, al verles hizo un ademan para que se acercaran a él, tal vez creyendo que Tygus estaría a su lado ahora que fue rechazado.

El rey de Thundera se pregunto que era aquello que Shen querría decirles, porque estaba rodeado por varios soldados, lo que fuera significaba problemas, unos serios por la expresión en el rostro del chacal, por algunas armas que sostenían sus hombres.

— ¡Atacaron a Akbar, fueron cuatro tigres!

Leo no comprendió al principio que era lo que significaban aquellas palabras, porque tres tigres lastimarían al anciano elefante, pero de pronto lo supo, aquellos felinos debían ser leales a la criatura, pero eso también significaba que su familia corría peligro.

— ¡Se llevaron a Claudius!

Panthera y Leo vieron que a las espaldas de Shen caminaban cuatro tigres más, estos ya no portaban las armaduras de su clan sino unas parecidas a las de los chacales, esos soldados parecían preocupados, temiendo lo peor, arrepentidos y avergonzados por el comportamiento de sus hermanos.

— ¿Dónde está Tygus?

Pregunto Shen deteniéndose a unos pocos centímetros de ambos, estaba decidido a evitar que los tigres, un grupo de ellos liberara a la criatura, lo que significaba que su querido amigo debía ser detenido antes de que realizara alguna locura, como dirigirse a la emboscada que le tenían preparada.

— Fue a buscar a Claudius.

Leo respondió mucho más para sí que para el chacal comprendiendo que debía alcanzar a Tygus, no dejaría que fuera a buscarlo, al menos no solo, no se perdonaría si su descuido provocaba que su compañero sufriera la pérdida de su cachorro ni que fuera traicionado por Bengalí, nadie podría borrar aquella imagen de sus recuerdos, ese tigre blanco era el incitador de aquella locura.

— ¡No dejen que parta, busquen a Tygus y eviten que salga de esta ciudad a toda costa!

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