Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Afecto. por Seiken

[Reviews - 20]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Afecto

Capitulo 19.

— Lo sabemos capitán, usted ya es el Tyaty.

El rastro de su cachorro lo alejo de la ciudad, logrando que comenzara a preocuparse, Claudius jamás se alejaba de su rango, siempre le había dicho que debían permanecer juntos, que esa era la forma de su raza, la única manera de mantenerlo seguro.

Tygus inmediatamente noto la espada de madera blanca en la mano de uno de ellos, ese era el juguete favorito de Claudius, su cachorro, tenían a su cachorro y lo habían alejado de la protección de las murallas interiores del palacio.

— ¿Dónde está Claudius?

Pregunto, buscando una daga, un arma, cualquier cosa que pudiera herirlos aunque bien sabía que carecía de cualquiera de las dos, temiendo escuchar que su cachorro estaba herido, que lo habían lastimado de cualquier forma, su sangre hervía a causa de la furia que sentía, era imposible controlarse.

— No podemos derribarte capitán, tampoco secuestrarte sin tener que lastimarte y eso no le gustaría a nuestro amo, tu castigo será impuesto por él, fuiste entrenado por el mejor, eso lo sabemos, así que la única forma en que podemos llevarte con nosotros es a través de ese cachorro que dices es tu hijo.

Tygus no pudo controlarse por más tiempo y ataco a los tres tigres que estaban frente a él, no con su cuerpo ni con un arma, sino con su mente, logrando que dos de ellos retrocedieran presa de pánico, el tercero, uno de los tigres más jóvenes permaneció quieto, necesitaba información, no podía permitir que lastimaran a su cachorro.

— ¡Donde esta Claudius!

El mensajero, un tigre muy joven, de pelaje claro, con ojos verdes y rayas gruesas no dijo nada al principio, no hasta que Tygus lo sujeto del cuello, dispuesto a ahorcarlo con sus manos desnudas, querían al viejo capitán, entonces lo tendrían.

— ¡Donde! ¡Esta! ¡Claudius!

El tigre trato de liberarse, retrocediendo algunos pasos, cayendo al suelo presa de pánico, recuperando su respiración con fuertes bocanadas de aire, ya había pasado suficiente para que Tygus tuviera que salir en busca de su cachorro, seguirlos a la pirámide.

— En la pirámide…

Tygus negó aquella información con un movimiento de la cabeza, era imposible que sus temores fueran ciertos, que Bengalí quisiera traicionarlo, y para que, para tratar de liberar a Lord Mum-Ra, para entregarlo de nuevo en sus brazos, para destruir todo lo que habían logrado, todo porque se permitió ser débil.

— Ese mestizo está en la pirámide…

Eso era todo lo que tenía que saber, Tygus sonrió como para tranquilizar al soldado, quien por un momento le creyó, esa era la actitud que ellos respetaban, el capitán se acerco al tigre como si quisiera ayudarle, para después darle una fuerte patada en el rostro, rompiéndole varios dientes.

Por un momento pensó en romperle el cuello, sólo para demostrarles que aun era el mismo soldado del pasado, pero prefirió no hacerlo, sujetándolo del tobillo en vez del cuello, doblándolo de tal manera que después de unos segundos escucho un grito cuando uno de sus huesos crujió bajo la presión.

Tygus escucho las voces de varios hombres y se oculto junto con los tres tigres que yacían en el suelo, cubriendo la boca del mensajero con su mano derecha, sabía que podría morderlo, de aun tener los dientes necesarios para ello, los soldados de Shen lo estaban buscando, hablaban de no permitirle salir de aquella ciudad.

El capitán comprendía la forma de pensar de los reyes, de Shen y tal vez de Leo, aun de sus consejeros, sí él mismo no fuera el padre de Claudius también trataría de evitar a toda costa que fuera a la reunión programada, porque aquello no era una trampa, porque de serlo podría creer que había una oportunidad de que su viejo amigo no actuara como lo pensaba, aquello era una cita, una reunión retrasada por demasiado tiempo.

Tygus al ver a los tres perros, uno negro y dos manchados, todos demasiado fuertes para poder derribarlos de un solo golpe sin llamar la atención de los demás, decidió no moverse ni realizar cualquier clase de sonido, debía ser cauteloso y rápido si quería salir de aquella ciudad sin ser visto.

Los tres felinos ya no serían un problema, no después de que dos de ellos perdieran el sentido y al tercero le cubriera la boca con un trapo, al menos estarían ocultos por algunos minutos, tiempo más que suficiente para robar un transporte.

Tygus comenzó a correr, él en persona vio todos los planos para construir aquella ciudad, conocía cuales eran las áreas donde estaban las herramientas que necesitaba, en una de las bóvedas techadas del ala este era el sitio donde seguramente habían guardado el tanque felino.

Debía alcanzarle cuanto antes, esperando que un pequeño grupo de caninos fueran quienes custodiaban la máquina de guerra, que pudiera derrotarlos con rapidez si no podía esquivarlos, conseguir algunas armas y huir de aquella ciudad sin que los demás soldados lo rodearan.

Se sentía como si aun estuviera en servicio, debía concentrarse en pequeñas metas para lograr salvar a su cachorro, primero tenía que llegar a su transporte, después buscar armas y al final intentar rescatarlo.

Bengalí debía comprender que sí Claudius era lastimado, si lo mataban, encontraría la forma de que las claves se perdieran para siempre, podría matarse o herirse de tal forma que ya no existieran más.

Equivocarlas y provocar que los reactores por fin se apagaran, dejando a la criatura varada en ese planeta, no existía nadie con los conocimientos para hacer funcionar los reactores nuevamente, porque también podía provocar que se sobrecargaran en una última reacción en cadena que volaría la mitad del planeta, pero no era un genocida, no quería tener que mancharse las manos con sangre inocente.

Thundercats-Thundercats-Thundercats

— No puedes dar una orden como esa Shen, no es justo, es solo un cachorro.

Shen se detuvo, por supuesto que comprendía que Claudius era solo un cachorro y que era el pequeño de su amigo, sin embargo, lo que les había dicho Akbar no era para menos, Tygus caería en una trampa.

— ¿Qué clase de monstruo piensas que soy?

Pregunto el chacal furioso, sin comprender porque Leo decía aquellas palabras, no dejaría salir a Tygus de aquella ciudad, no para evitar que buscara a su cachorro, sino porque sabía que ese testarudo tigre no pediría ayuda, nunca lo hacía.

— ¿En serio piensas que Tygus puede por sí solo buscar a Claudius, derribar a todos los tigres que siguen a Bengalí como marionetas sin armas ni transporte?

Shen tenía razón, no podían dejar a Tygus partir sólo, debían alcanzarlo antes de que cometiera una locura, no sabía porque, pero su tigre nunca pedía ayuda, jamás lo hacía, tal vez porque se canso de esperar por ella, porque fue traicionado demasiadas veces para soñar con algo mejor.

— No, eso es lo que espera Bengalí, de eso estoy seguro.

Shen asintió, debían evitar que actuara como Bengalí había anticipado que lo haría, tenían que buscar a Tygus, convencerlo de esperar, organizarse y planear un rescate.

— Buscara mi transporte, las armas que él conoce y comprende.

Tenía un pequeño grupo de soldados aparcados en las cercanías del tanque, esperando por Tygus, a su lado estaba Akbar, quien esperaba sentado en el suelo, con varios golpes cubriendo su cuerpo, estaba cansado, lastimado y ansioso por hablar con su alumno.

— Akbar quiso adelantarse, creo que piensa que puede hacerlo reaccionar.

Panthera maldijo mentalmente, aquella situación era culpa suya, solo porque dejo que Claudius se alejara de su vista por unos cuantos minutos y por eso mismo decidió adelantarse a los planes de Bengalí, dirigirse al desierto, llegar antes a la pirámide para poder indicarles que hacían, si era posible recuperar al cachorro con sus propias manos, después de todo ella conocía como la palma de su mano aquel desierto.

— Yo me adelantare a la pirámide, les informare lo que ocurre, ustedes organicen un grupo de rescate.

Leo estaba a punto de ordenarle que permaneciera con ellos, pero antes de que pudiera pronunciar cualquier palabra, darle alguna orden, ella se alejo corriendo, buscando uno de los vehículos personales que trajeron consigo, sabían las coordenadas, debía ser fácil alcanzarlos.

— Ella tiene razón, debemos tener un vigía, ella es buena haciendo eso, leyendo los movimientos de nuestros enemigos, adivinando su siguiente pasó, ella sabe cómo hacerlo.

Shen negó aquello con un movimiento de la cabeza e intento detenerla, creía que dejarla ir era tan malo como con Tygus, pero Leo se interpuso abriendo los brazos delante del chacal.

— ¿Me dirás que ella no corre peligro?

Leo sabía que corría peligro pero también comprendía que Panthera se sentía responsable por la seguridad del pequeño a su cargo, sí no la dejaba ir, jamás se lo perdonaría, la diferencia entre ella y su compañero era que Panthera podía darse el lujo de confiar en los demás, nunca había sido traicionada.

— Ella no se enfrentara a los soldados de Bengalí, no ella sola.

Al decir aquellas palabras Shen lo guio en dirección de la bóveda donde se encontraba el tanque felino, Leo corría detrás de él, esperando encontrar a Tygus, comprender cuáles eran sus planes para rescatar a su cachorro, esperando que no fuera como lo temía, un suicidio.

De pronto el ojo de la espada comenzó a brillar, ordenándole que se detuviera, Leo lo hizo, pero no Shen, el chacal sólo seguía su camino, sin escuchar el cantico de la espada.

— ¿Quieres que te utilice?

Pregunto a la espada como si esta pudiera responder sus preguntas y lo hizo, abriendo su ojo al igual que lo haría un ente vivo, el cual se transformo en un circulo completo en su mano, Leo llevo la espada a sus ojos, para ver como en el pasado lo que la piedra quería mostrarle y de pronto lo vio, Tygus no estaba en el tanque sino en los establos.

Thundercats-Thundercats-Thundercats

Tykus durmió plácidamente en la cama del capitán, aunque sus sueños fueron plagados con imágenes suyas, todas ellas demasiado excitantes para poder ignorarlas, no debía negarlo por más tiempo, deseaba al capitán, casi tanto como deseo a Tigris cuando aun eran jóvenes.

Nunca se molesto en buscar otra pareja después de ser traicionado, creía que en el fondo su amante cambiaria de opinión, que regresaría a él, pero nunca lo hizo y cada vez que hablaban, él no podía controlar su lengua, pronunciando palabras hirientes, lo que pensaba que le dolería más a Tigris.

Tygus lo acuso de matarlo mucho antes de que el mismo se matara, de haber sido él quien destruyo a su maestro, lo culpaba por su destino, de eso estaba seguro, pero era absurdo, él no hizo nada en aquella situación, sólo ver como su amante se alejaba de la persona que amo, convirtiéndose en una completamente nueva.

En una que podía ver en Bengalí, ese albino era inquietante, primero creyó que era un sustituto en el caso de que Tygus no cumpliera con su deber o un pelaje mucho más exótico para la bestia, pero ese no era el caso, el propio albino le dijo que Mum-Ra no lo encontraba deseable, así que porque entrenar con tanto esmero a un segundo cachorro, porque darle un puesto tan seguro como el ayudante del Tyaty.

A menos que Tigris hubiera actuado como él creyó al principio, un segundo remplazo en caso de que el primero no funcionara como esperaba que lo hiciera, pero al ser rechazado porque continuar con su entrenamiento.

Tykus quería comprender cuál era el motivo de la locura de Bengalí, porque pensaba que ser el amante de la criatura era algo bueno, que obtendría muchos regalos, un poder que nadie tendría y que su capitán despreciaba.

Aquellas eran las palabras de Tigris, cada una de ellas, pero al mismo tiempo había un dejo más siniestro aun, Bengalí había visto el poder que su maestro blandió, disfrutado de sus regalos, después con Tygus fue lo mismo, pero porque ese felino tuvo tanta suerte.

En su mente, las rayas de Bengalí eran demasiado parecidas a las que portaba Tygus, aun las que portaba Tigris, era como si fuera parte de la misma línea, un motivo que nunca se cruzo por su mente en aquella nave, una razón absurda para la forma de pensar de su amante, demasiado débil para él, la única razón que podía explicar la extraña permanencia del tigre albino en la vida de su amante y después en la de su hijo.

Bengalí debía ser su cachorro, el que fue programado, por eso lo protegía, no porque quisiera un remplazo, una carta bajo su manga, sólo porque este cachorro sería quien continuara con su linaje, el era su legado cuando Tygus era solamente una herramienta.

Hablando del legado de su amante, Tykus podía ver a través de la ventana como el tigre trataba de abandonar el clan sin ser visto, hablando con sus dos guardaespaldas y otro felino, un mestizo de piel avellana.

— ¿Qué estas planeando?

Pregunto para sí mismo, se suponía que a esa hora Tykus aun seguiría dormido, les había pedido unas cuantas botellas de cualquier licor, esperando que pensaran que se emborracharía, el dulce néctar lo llamaba, pero debía ser fuerte, si tomaba una sola gota perdería el control de sus instintos.

Desde ese punto podía ver la mayor parte de la población realizando sus tareas, probablemente por ello Tygus quiso esa casa, para estar vigilando a su propio clan, un movimiento que le hacía sentir orgullo de cierta forma, ese tigre era justo lo que pensó que sería cuando lo vio por primera vez, cuando Claudius creía que podría convencer a los animales de rebelarse contra su amo.

Primero quiso recordarle su amenaza, pero después decidió en contra, lo mejor era seguirlos de cerca, ver que estaba planeando ese muchacho, tal vez podría lograr algo a su favor, seguramente planeaba algo grande, recordando lo que charlaron, estaba conectado con Tygus, con un poco de suerte podría hacerse con la lealtad del capitán.

Thundercats-Thundercats-Thundercats

Tygus tras pensarlo unos minutos, demasiado tiempo tomando en cuenta que con cada preciado segundo su cachorro se alejaba de su alcance, acercándose a la criatura inmortal que los esperaba con los brazos abiertos, a donde su único amigo, el que considero por mucho tiempo como a su hermano estaba traicionándolo, cambio de dirección, olvidándose del tanque felino.

El tigre primero quiso tomar el tanque pero se dio cuenta que al salir de allí con esa máquina de guerra sería una estupidez, lo encontrarían casi inmediatamente los soldados de Shen, aun el mismo Leo, Bengalí podría verlo a una larga distancia y no sabía cuánto combustible aun le quedaba, sin contar que no tenía ninguna seguridad de que sus armas siguieran funcionando.

Lo mejor era replantear su situación, robaría una de las criaturas azules y buscaría su arsenal escondido, el vehículo que escondió cerca de su casa, así como los lentes de visión nocturna, cada herramienta que guardo celosamente de los suyos creyendo que nunca las necesitaría, que el momento que tanto temía nunca llegaría.

— No hagas esto Tygus.

Pronunciaron a sus espaldas, su compañero lo había encontrado en los establos, adivinado desde donde pensaba iniciar su rescate, Leo trataba de acercarse a él como si fuera un animal rabioso a punto de morder a quien fuera tan ingenuo como para acercársele.

— No puedo dejar solo a mi cachorro, tu sabes que soy lo único que tiene.

Leo asintió, Tygus estaba desesperado, podía notarlo en su forma de moverse y al mismo tiempo jamás le había visto tan concentrado, tan frio, haciéndole recordar la imagen que portaba cuando Leo aun soñaba con llamar su atención.

— No puedo dejarte ir.

Pronuncio Leo, dando un paso más en su dirección, levantando las manos como queriendo tranquilizarlo.

— Tú sabes lo que es estar asustado rodeado de gente que quiere lastimarte, ambos lo sabemos, no puedes pedirme que lo abandone a su suerte.

Tygus estaba tratando de tranquilizar a la criatura de pelaje azul, debía admitir que nunca había montado una, prefería las maquinas, estas nunca te traicionaban, siempre podías confiar en ellas.

— No lo hare, nadie haría algo como eso, tanto Shen como yo queremos ayudarte, eres muy valioso para ambos, tu cachorro también.

Tygus no le hizo caso al principio, pero no intento montar a la criatura azul, solo se detuvo sin querer mirarle.

— He pasado los últimos años de mi vida viéndote morir, cada noche es una muerte diferente, pero siempre lo hace esa cosa y yo estoy a su lado.

Leo se detuvo a su lado y le quito las correas de la criatura de pelaje azul, Tygus parecía concentrado, no quería cometer ningún error, no se daría el lujo, no podía dárselo.

— Cada noche le ayudo a destruir mi mundo, a conquistar Thundera, le regreso lo que le quitaron y yo me convierto en su compañero, anoche creí que todo sería diferente, que por fin algo me estaba saliendo bien, pero no es así, nunca es así.

Tygus abandono las riendas de la criatura, sintiendo como Leo rodeaba su espalda, tratando de tranquilizarlo.

— Fue mi culpa Leo, sabía que muchos no habían aceptado este cambio, que se negaban a vivir de una forma diferente, a dejar de adorar a los espíritus, Bengalí es uno de ellos, creía que Claudius estaba en peligro, lo sabía, mi instinto me lo gritaba y aun así no hice nada, nada, así que…

Leo sabía que Bengalí no era de fiar, siempre lo sospecho y se daba cuenta que fue él quien los entrego a la criatura, fue su culpa que Lord Mum-Ra supiera que eran amantes, casi mata a Tygus, casi logra separarlos, no conforme con eso, ahora secuestraba al cachorro de su amante para hacerle obedecer.

— Todo fue mi culpa.

Leo sostuvo el rostro de Tygus entre sus manos, necesitaba que le prestara atención, en otro momento y de ser otra persona le hubiera golpeado, pero no se atrevía a tocar a su amante, sólo esperaba recuperar su atención.

— ¿Por qué quieren llevarte a la pirámide?

Tygus retrocedió algunos pasos, en algunas ocasiones Leo había escuchado que muchos soldados entraban en lo que podía tratarse de un transe, perdían el control pero al mismo tiempo estaban sumergidos en un estado de pura supervivencia, parecía que su amante se encontraba en ese estado.

— Quieren que lo libere, pensaba que eso era bastante obvio.

Leo quiso reformular su pregunta, necesitaba saber cuál era la forma en que pensaban que Tygus podría liberar a la criatura, debía saberlo para evitarlo.

— ¿Cómo piensan que puedes liberar a la criatura?

Tygus se tranquilizo casi inmediatamente, ellos le ayudarían, Leo y Shen, tendría armas, vehículos, todo lo que podían necesitar, pero también necesitaban información que no estaba tan dispuesta a dar, pero que de todas formas compartiría.

— Tigris me hizo memorizar una clave que reinicia la nave sin necesidad de la computadora central, lo que tú y Panthera llamaron el libro del augurio, por eso quieren que vaya, para que simplemente le abra la puerta de su tumba.

Thundercats-Thundercats-Thundercats

Bengalí no podía estar más complacido cuando Tykus pidió las botellas de licor, ese astuto tigre era un alcohólico y cuando probara un poco de su veneno se perdería en una neblina de estupor, haciéndolo completamente inútil, alejado del mundo que le rodeaba, dejándolo ignorante de su partida.

Cuando por fin abriera los ojos después de salir de su neblina de licor su amo estaría libre y ellos podrían recuperar las piedras de guerra, Leo no comprendería ni siquiera que era lo que lo golpeo, Tygus podría arrebatarle con demasiada facilidad las rocas de sus manos muertas cuando se finalizaran los últimos pasos del hechizo que lo convertiría en uno con los cuatro espíritus del mal.

Su tarea estaría completa, él sería recompensado y con suerte toda su descendencia, todo por mantenerse fiel a sus obligaciones.

— ¿Tienen al cachorro?

Pregunto subiendo a uno de los vehículos, un tanque felino, el que había sido recuperado para esa misión en particular, Tygus para ese momento debía estar desesperado, marcharía a la nave completamente solo, su Tyaty nunca era tan insulso como para confiar en la bondad de los demás, esta nunca llegaba en su caso, y esa verdad lo dejaría indefenso cuando ellos atacaran.

Claudius era un cachorro mimado, era un obstáculo del que su amo tendría que hacerse cargo, él no lo dañaría antes de tiempo, ya que de lo contrario Tygus podría realizar cualquier locura, como intentar borrar las claves de su memoria para siempre.

— Lo tenemos, estaba en compañía de un elefante.

Bengalí asintió, era irrelevante con quien se encontrara el mocoso, lo único que realmente importaba era que lo hubieran capturado, después su amigo llegaría a su cita y no tendría nada más que obedecer las sencillas órdenes dadas por la criatura.

Su amigo era un demente, un iluso, creía que la criatura solo le hablaba a él, pero más de uno podían escuchar su voz en el aire, sus ordenes por ser liberado, por eso le quito el implante, creyendo que la maquina tendría la información que necesitaban en su memoria, sin embargo, esta fue dañada y unas manos inútiles trataron de repararle, estropeando aun más los circuitos de almacenamiento de memoria junto con el rastreador implantado en esa prótesis.

La cual era una innecesaria forma de saber cuáles eran los pasos del tigre en aquella nave, un intento de su amo por mantenerlo seguro de sus enemigos, por ver lo que los ojos dorados del Tyaty observaban.

— ¿El mensaje fue entregado?

Pregunto Bengalí escuchando como los motores del tanque eran encendidos, sonriendo al pensar que Tygus hizo lo que supuso que haría, atacar a sus propios hermanos creyendo que había sido traicionado, cuando fue él quien lo hizo al ignorar las señales, al darle oportunidad a Leo para que pudiera rebelarse y poco después negarse a introducir los códigos necesarios para salvar a su señor.

— Así es, nuestros mensajeros no se han reportado, el Tyaty ha eliminado a sus objetivos.

Ese acto finalizaría con las innecesarias alianzas entre su raza y los chacales, aun con los inútiles intentos de Thundera por absorberlos, aunque debían agradecerle a los traidores, formaron un hermoso mundo para que su amo gobernara desde aquel planeta con mano de hierro.

— Déjalo que venga a nosotros.

Thundercats-Thundercats-Thundercats

— ¿Que espera lograr Bengalí con esto?

Pregunto Leo, Tygus conducía el tanque, era un maestro manejando las maquinas de guerra, pero notaba que trataba de concentrarse en el sonido mecánico de su transporte, en los indicadores de las pantallas de plasma y en cualquier impersonal detalle que lo alejara de su predicamento actual.

— No lo sé.

Fue su respuesta después de varios minutos, los tanques eran rápidos pero no tanto como los vehículos personales y para ese momento llevaban una hora de ventaja, demasiado terreno que transitar, su cachorro debía estar aterrado si es que aun estaba consciente.

— He tratado de pensar que se ganaría con eso y no encuentro nada que valga la pena, arriesgarnos a ser cazados por las demás especies, iniciar una campaña que no podemos ganar, nuestro amo solo es una carga, a menos que logren apoderarse de las piedras de guerra…

Tygus estuvo a punto de detener el tanque, no solo les estaba llevando la forma de liberar a su amo sino también las piedras de guerra, todo lo que necesitaba para construir su imperio, pero Leo lo detuvo colocando una mano en la suya, tratando de hacerlo sentir seguro, algo imposible tomando en cuenta la situación en la que estaban.

— No te detengas, déjame ayudarte.

Tygus continúo su viaje, pero comenzó a formular una idea para que pudiera salvar a las dos personas más importantes de su vida, su cachorro y su compañero, quien parecía no entender que lo que estaban haciendo era exactamente lo que esa bestia quería.

— ¿Quieres arriesgar las piedras de guerra por mi?

Pregunto, tratando de enfocarse en el camino, captar alguna de las señales del transporte mecánico que llevaba a su cachorro a un peligro inminente, comprendiendo que debía detener a Leo, de cualquier forma, si quería que su familia estuviera segura.

— No estoy arriesgando las piedras de guerra, sólo estoy haciendo lo que debí hacer cuando estábamos en esa nave, cuando te deje solo en las garras de esa cosa.

Tygus programo unas coordenadas en el tanque, un sitio que estaba cerca de la nave pero escondido en una zona escarpada, un lugar que los protegería de los traidores soldados de su amigo, el que pensaba era su único amigo.

— Revisare las armas de fuego estándar, tengo que ver si aun tienen balas.

No era estúpido y sabía que lo mejor era acercarse a su destino caminando, sólo así Bengalí creería que tenía todas las cartas sobre la mesa, que tenía la ventaja, así no lastimaría a su cachorro.

— He pasado años pensando en ese día, cuando todo se echo a perder y sé que fue mi culpa.

Tygus revisaba un rifle de mira, el cual tenía varias balas, la cantidad estándar de estas, pero su atención estaba fija en Leo, quien ahora conducía el tanque siguiendo las coordenadas que su compañero introdujo en la computadora de su vehículo.

— Fue mi idea mandarte lejos, no tuya, así que no veo porque te culpas por eso.

Leo no creía que aquella noche fuera cuando su relación se destruyo, fue cuando guardo silencio en ese extraño planeta, supo que su compañero estaba alterado, podía sentir su miedo, y aun así guardo silencio como un cobarde.

— Sabía que estabas asustado, que necesitabas ayuda pero aun así no dije nada, como un cobarde, sí no te hubiera dejado guardar silencio en ese planeta habría podido ayudarte, encontraría la forma de alejarlo de ti.

Tygus colgó el rifle a sus espaldas y comenzó a revisar dos armas mucho más pequeñas, todo ese tiempo en silencio, no quería comenzar a charlar sobre su pasado, nunca le vio el caso, ahora menos que nunca, no debían distraerse en algo tan irrelevante como aquel día o los que le siguieron.

— Esta vez puedo compensarte…

Tygus termino de armarse, por fin sentía que su nuevo uniforme estaba completo, debía admitirlo, extrañaba el peso de una pistola en su muslo, como se sentía cuando estaba a punto de disparar una, el sonido y el aroma del metal, él era un soldado, no un pacifista.

— Debemos concentrarnos en la misión Leo, después hablaremos de todo lo que quieras, te prometo que te diré todo lo que se, todo sobre mi pasado, aunque no le veo el caso, no podemos cambiar nada.

Leo acepto aquellas palabras de momento, no debían discutir cuando su misión era rescatar a un pequeño asustado, así pasaron las horas, ambos en silencio, intercambiando el asiento del conductor como si fueran guardia, para que su compañero pudiera descansar.

Su voz se había endurecido de nueva cuenta, su mirada estaba fija en el camino, buscando cualquier clase de trampa, algún indicio de los traidores que se llevaron a su cachorro, cuando los encontrara se aseguraría que jamás tocaran a su familia.

— Los matare.

Algunas horas después, ya casi era media noche y Leo se encontraba en el asiento del copiloto, fingía dormir, pero no podía conciliar el sueño, no cuando Tygus estaba cansado, furioso, demasiado tenso para poder pensar con claridad, fue por eso que pudo escuchar esas dos palabras, esa extraña promesa.

— ¿A quiénes?

Pregunto Leo mirando a Tygus de reojo, quien se sorprendió al escuchar aquella pregunta, seguramente creía que no lo escucharía, que estaba dormido en el asiento del copiloto, no preocupado al verle actuar de aquella forma tan lejana, como si quisiera apartarse de sus sentimientos, la misma actitud que utilizaba en la nave.

— Pensé que estabas dormido, aun faltan dos días y tenemos que estar descansados, no sé cuántos de ellos lo sigan.

Leo trato de tocar la mano de Tygus con la suya, pero el tigre lo ignoro, seguía intentando apartarse de sus sentimientos, regresar a quien fue antes de la rebelión, mucho antes de conocer a Leo, en aquellos días su vida era por mucho más fácil, no había temor ni duda, no como ahora que se pensaba un inútil, que era tan débil que permitió que dañaran a su pequeño cuando se juro que jamás lo permitiría.

— ¿Por qué intentas fingir que nada te afecta? ¿Qué no estás asustado?

Tygus apretó el volante de su vehículo con fuerza, apretando sus dedos, tratando de que sus emociones no se interpusieran en su misión, no podía permitir que lastimaran a su pequeño y si dejaba que sus sentimientos se apoderaran de él, cometería errores, esos errores siempre costaban la vida de inocentes.

— No puedo cometer ningún error, Leo, si lo hago mi cachorro morirá, debo engañarlos cuando saben que mi mejor cualidad es mentir, cuando se que no creerán en mí, no cuando llevo nueve años negándome a realizar mi deber, sí dejo que mis sentimientos se apoderen de mis decisiones es seguro que me equivocare.

Leo asintió, aunque no comprendía las palabras que Tygus estaba pronunciando, él no creía que su mejor cualidad fuera mentir, aquella no podía ser una cualidad para empezar y sólo porque tenía sentimientos, porque dejaba que estos se apoderaran de sus emociones era la razón por la cual se dirigían a la que sabían era un trampa.

— Encontraremos a Claudius, se que él está vivo, podremos llegar a él.

Tygus esta vez detuvo el tanque, recargando su frente contra el volante, haciéndole un espacio a Leo para que el continuara su camino, estaba demasiado asustado para concentrarse en las preguntas de su compañero y en su misión, era imposible para él pensar con claridad.

— ¿Qué tal si lo mataron?

Pregunto recargándose contra una de las paredes del tanque, mirando el paisaje, sintiendo como el aire agitaba su cabello en el asiento del copiloto, sus ojos dorados fijos en algún punto en el horizonte.

— Bengalí sabe que no obedeceré si lo matan, pero los demás no, ellos creen que por culpa suya me he vuelto débil, algunos creerían que me están haciendo un favor, así que podrían matarlo, ignorando sus órdenes.

Leo estaba seguro que Claudius podría sobrevivir sólo, Tygus lo había entrenado bien si podía esquivar a Panthera con demasiada facilidad.

— No lo harán, cualquiera que los vea juntos sabe que Claudius es tu vida y que si quieren hacerte obedecer deben mantenerlo a salvo.

Tygus cubrió su rostro con ambas manos, tratando de controlar su terror, no era justo que su pequeño tuviera que pasar por eso, estar asustado, rodeado de personas que no le ayudarían, que lo dejarían solo en esa tumba.

— Le prometí que siempre lo cuidaría y le falle, no soy más que un inútil, no sirvo para nada más que obedecer.

Pasaron lentamente los dos días de viaje en dirección de la pirámide, cuando por fin el tanque se detuvo en su destino Leo apenas había logrado obtener algunos cuantos detalles de Tygus, su compañero se cerró, prefería guardar silencio y eso lo asustaba, le hacía pensar en el pasado, cuando no quiso confiar en él.

Temía que ese silencio se volviera permanente, que su amante nunca más quisiera abrirse con él como en el pasado, que la esperanza que ardía en su corazón no fuera suficiente para unirlos, tal vez nunca lo fue.

Estaba desesperado, debía recuperarlo a como fuera lugar y entonces, lo supo, como esperaba que su compañero confiara en él cuando él mismo no compartía ni un ápice de su pasado, de pronto quiso hablar de aquella noche, cuando su clan casi fue destruido por completo.

— Yo estaba dormido cuando llegaron, mi padre estaba asustado, lo veía en sus ojos, recuerdo que me dijo que debíamos rebelarnos, que no teníamos otra opción.

Tygus había llegado a una decisión, podía protegerlos a ambos, salvar a Claudius y evitar que asesinaran a Leo para robarle las piedras de guerra, no era una tarea que no hubiera hecho en el pasado, sería sencillo, lo único que tenía que hacer era traicionarlo.

— Pero entonces llegaron con sus trajes negros, felinos que podían ser parte de nuestro clan, nuestros hermanos de sangre.

Así que lo recordaba, era demasiado pequeño para hacerlo, pero suponía que algunos instantes eran mucho más difíciles de olvidar que los demás, la muerte de tus padres, de todo tu clan a manos de soldados sin rostro debía ser uno de ellos.

— Estaban armados y comenzaron a disparar, no recuerdo quien cayó primero, si fue mi padre o alguien más, pero sí que dejaron a unos cachorros con vida, como reserva genética, así lo dijeron, un tigre con un abrigo de piel, creo que su nombre era Tigris.

Tigris no solo destruyo su vida, también la de Leo, asesino a su padre, a todo su clan en una sola noche, con una decisión arbitraria, como todas las que realizaba sin preocuparse por el futuro, ni las consecuencias de sus actos, creyéndose invencible cuando la bestia lo protegía de sus enemigos.

— Dejaron a tres leonas vivas y a mí, ellas lloraban, yo, yo ni siquiera recuerdo que hice cuando finalizo todo, cuando termino la masacre, pero nunca podre olvidar a ese tigre, esa expresión en su rostro, era como si no tuviera sentimientos, ni siquiera odio, creo que eso fue lo peor de todo, su indiferencia.

Tygus por un momento quiso golpear a Leo con su arma de mano para poder enfrentarse a Bengalí el solo, su compañero se dio cuenta pero no hizo nada, no quiso detenerlo, solo permaneció quieto esperando el golpe, no podía alejarlo de él, pero debía convencerlo de confiar en sus decisiones.

— ¿Tigris?

Leo asintió al ver que Tygus no lo atacaba, que permanecía quieto, pero su pregunta parecía más una exclamación, como si supiera exactamente de quien le estaba hablando, y como no lo haría, si era su maestro, quien hasta donde él sabía le hizo creer a su amante que solo estaba hecho para obedecer.

— Parece que no solo él destruyo mi vida, también la tuya, él era la mano derecha de Lord Mum-Ra cuando estaba vivo, yo lo asesine, le dispare sin siquiera pensarlo, lo más gracioso es que me gustaría estar en su lugar.

Tygus tomo uno de los lentes de visión nocturna, dándole el otro par a Leo, quien se los puso inmediatamente, por alguna razón ya no quería alejarlo de sus problemas, sólo esperaba que pudiera abrirse un poco más.

— No digas eso Tygus, no quieras decirme que estarías mejor muerto, sin tu cachorro y sin mí.

Tygus sonrió, pero no se detuvo, alejándose del tanque, acercándose a donde suponía sería un lugar seguro para encontrar el rastro de los traidores, como acercarse a ellos sin ser visto, o tal vez, como podría utilizar el elemento sorpresa que significaba la presencia y porque no, la ayuda de su compañero en ese campo de batalla.

— Tu vida sería mucho más fácil si yo no estuviera en ella, durante todo este tiempo solo te he causado dolor, sabes que es cierto y temo que cuando sepas que Tigris no solo era mi maestro, cambiaras de idea, ya no me amaras como antes.

Seguía insistiendo en alejarlo de él, de separarlos, acaso no comprendía que nunca lo dejaría ir, que solo por él confiaba en los demás, que le estaba entregando todo lo que siempre quiso, un compañero y un cachorro.

— No creo que nada que me digas ahora cambiara mi forma de verte.

Tygus encontró su blanco, su cachorro estaba en compañía de dos tigres, quienes esperaban sin que él lo supiera por Bengalí, él en persona trataría de realizar el cambio, la vida de su pequeño por las claves que necesitaban para abrir la tumba.

— Tigris era mi padre, sí te fijas bien podrás notar las coincidencias, me han dicho que somos como dos gotas de agua, casi idénticos.

Leo podía ver como Claudius estaba tranquilo, sus ojos estaban cerrados, parecía meditar, una actitud que sorprendió a su padre, de todos los momentos en que los que pudo escuchar sus consejos, tuvo que elegir ese.

— Tus ojos son diferentes, tu rostro está lleno de vida, y eso me fascina, con solo mirarte se que piensas, se que estas asustado pero que confías en mi, que me amas y crees que podemos lograrlo.

Tygus sonrió al escucharle decir aquellas palabras, lentamente un plan se formaba en su mente, era arriesgado, pero así podría ganarse su confianza, podrían acercarse a ellos sin que sufrieran ningún ataque.

— ¿Crees que podríamos engañarlos?

Pregunto repentinamente Tygus, con una sonrisa en su rostro, la clase de sonrisa de quien ya sabe tiene la victoria entre sus manos.

— ¿Engañarlos?

Tygus asintió explicándole su extraño plan a Leo, el cual a pesar de ser peligroso tenía demasiado sentido, podrían acercarse a Claudius, tomarlos por sorpresa, aun desamarlos antes de que llegaran los refuerzos, sin embargo, de fallar su compañero estaría en peligro.

— Debe haber otra forma.

No había otra forma, tenían que jugar las cartas que les tocaban, seguir el juego de Bengalí, hacerle creer que tendría resultado su odiosa traición, cuando su pequeño estuviera a salvo, entonces atacarían, Leo era poderoso sin su espada, con ella era invencible, él podía derribar a la mayoría de los traidores en un combate justo, sólo era cuestión de separarlos.

— No existe otra forma, debemos separar su grupo en dos, Bengalí sólo confía en ese par de matones, sólo ellos tienen suficientes balas, son muy fuertes pero demasiado estúpidos, yo sé que puedo derribar a los tres por mi propia cuenta, tu tendrás que encargarte de los que están afuera, el rifle de mira está cargado, las minas están listas para activarse, los dos podemos derrotarlos.

Leo asintió, aunque sentía un hueco en la boca del estomago, aun tenía grabada aquella misión en su memoria, Bengalí lo traicionaría, se lo entregaría a la bestia, pero esperaba poder evitarlo, él era su compañero, ese era su papel, protegerlo de cualquier clase de daño.

— Ten cuidado, por favor.

Thundercats-Thundercats-Thundercats

— Estoy seguro que Tygus tiene una buena razón para no mencionarte su pasado, pero algún día, cuando seas mayor te dirá lo que necesitas saber.


Aquella criatura le aseguro que su padre tenía una razón para ocultarle su pasado, era lo mismo que le decía Shen y Panthera, siempre creían que su padre estaba en lo correcto, que mentirle era bueno.

Claudius no lo creía de esa forma, pensaba que su padre estaba avergonzado, tal vez asustado de su reacción cuando supiera lo que ellos llamaban “verdad” lo que Bengalí pronunciaba con orgullo, como sí su padre fuera un traidor, o un cobarde al intentar llevar otra clase de vida que no fuera la de un guerrero.

— Sí tú lo dices.

Pronuncio pateando una piedra, escuchando un fuerte sonido a sus espaldas, notando que Akbar caía al suelo, su frente sangraba, a sus espaldas estaban cuatro tigres, soldados que su padre estimaba por sus conocimientos, quienes casi inmediatamente lo inmovilizaron, colocándole un trapo en la nariz con algún liquido que olía mal, el cual le hizo perder el sentido casi inmediatamente.

Al despertar se dio cuenta que lo llevaban a otro sitio, que uno de los tigres lo llevaba en una jaula que arrastraba a gran velocidad, la cual estaba encadenada a su vehículo, algo que su padre llamo como máquina de guerra en un intento por no explicarle su pasado.

Fingió dormir varias horas más, hasta que anocheció y el tigre le dio algo de comer, diciendo con fastidio que no podían permitir que muriera de hambre o de frio, que él lograría que su padre tomara la decisión correcta.

Fueron varios días de viaje, estaba asustado, pero sabía que su padre lo salvaría, que lo buscaría hasta el fin del mundo y que en todo caso aun tenía la esfera que le dio Leo, no estaba solo.

— Mi padre vendrá por mí.

Le aviso al tigre que lo custodiaba, el que para ese momento ya tenía compañía, al parecer estaban esperando por Bengalí, ese traidor sufriría un escarmiento cuando su padre llegara por él.

— Eso espero, de que otra forma le haríamos ver que tan equivocado esta.

Pronuncio el tigre blanco, a sus espaldas estaban sus matones y otros cuatro tigres, todos ellos armados hasta los dientes.

— Aunque todo esto es culpa tuya, si no fueras un niño tan inquieto tu padre no tendría que buscarte para limpiar los estropicios que causas, Claudius, deberías sentirte avergonzado.

Claudius apretó los dientes, pero creyó cada una de las palabras pronunciadas por Bengalí, quien esperaba que de un momento a otro Tygus llegara con ellos, su amigo debía estar cerca y como adivinando sus pensamientos, recibió un fuerte golpe en la barbilla, al mismo tiempo que un arma de fuego se recargaba en su frente.

— Libéralo y nadie saldrá lastimado.

Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).