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Afecto. por Seiken

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Afecto.

Capitulo 2

Decir que Leo comprendía la razón por la cual se había separado de su vida era una mentira, no lo entendió en ese momento y aunque habían pasado varios años de la misma soledad seguía sin entenderlo.

Panthera le decía que no debía torturarse con las sombras del pasado, sin embargo, como no hacerlo si eso era lo único que le quedaba de su amor, sí Tygus seguía con vida estaba tan lejos que jamás podría alcanzarlo aunque lo intentara.

Tal vez estaba muerto, pero aun así habrían localizado la señal de los soldados que decidieron seguirlo cuando se estrello la nave de su antiguo amo, lo que significaba que se estaba ocultando de ellos.  

Tygus era un felino de recursos casi ilimitados y si no quería ser encontrado jamás lo harían, era como buscar una sombra en la oscuridad, imposible.

Lo único que le quedaba era escuchar las noticias de sus mensajeros, los susurros que aun en tiempos de paz no terminaban de recorrer los recovecos más oscuros de su civilización.

Ninguno de ellos tenía noticias de haber encontrado a otro asentamiento de felinos, dejándolo sin ninguna esperanza.

Leo se limitaba a observar las estrellas con una mirada cansada tras ocho largos años de construir un hogar para los suyos, de soñar con él y los pocos momentos felices que tuvieron durante las innumerables noches en vela admirando un paisaje que no terminaba de asombrarle.

Que sería mucho más hermoso si Tygus estuviera a su lado, su fuerza y resistencia le darían la confianza para continuar con una tarea que jamás planifico, era gracioso como en un principio pensó que al derrotar a Mum-Ra obtendrían todo lo que siempre habían soñado.

 Pero una vez logrado su objetivo perdió su razón para luchar y lo único que obtuvo fue una tarea que parecía que jamás se acabaría, los felinos dependían de sus decisiones para construir una vida fuera de la esclavitud.

Leo se recargo en el barandal de su habitación, la mirada fija en las estrellas y no pudo más que recordar lo mucho que a Tygus le gustaban, suspirando intento alejar sus pensamientos de su capitán, sin embargo, cada día no podía más que recordarlo.

Tygus pensaba que la primera vez que se habían visto había sido cuando fue nombrado comandante, jamás pudo decirle que lo recordaba desde mucho antes, que se había enamorado de él cuando apenas era un cachorro, cuando comprendió la inmensidad de su honor y su valentía.

Flash Back.

Tygus era un joven recluta de unos dieciocho años y había sido invitado por el comandante supremo, un tigre blanco y tuerto de unos cincuenta años a observar el despegue de las naves de caza.

Muchos de sus compañeros le habían dicho que no fuera, que el capitán no era una persona de fiar, sin embargo, él siempre había querido pilotear una de esas naves y su curiosidad pudo más que su sentido común.

 El tigre de bengala era enorme e imponente, su uniforme era de color oscuro con un cuello de la blanquecina piel de alguna criatura salvaje adornándole.

Había perdido uno de sus ojos al servicio de Lord Mum-Ra y se comportaba como si aquello hubiera sido un honor, tal vez lo era para muchos, para Tygus no parecía tan honorable ser lisiado en el campo de batalla por un Señor que no sabía siquiera que existías y que no te recompensaría por eso.

Tygus sabía exactamente para que lo habían invitado y a pesar de los riesgos no era cosa de todos los días que pudiera ver una de las naves de caza de Mum-Ra despegar, mucho menos desde el mismo cuarto de control.

El tigre de bengala mantenía sus brazos detrás de su espalda, siempre era demasiado serio, como si nunca confiara en nadie, ni siquiera en su propia sombra pues decía que nunca sabías quienes podrían traicionarte.

Tal vez tenía razón, como podría saberlo, acababa de salir de la academia y era uno de los afortunados que presentaron sus habilidades a temprana edad.

El mismo Claudius lo menciono varias veces, cuando todavía era su maestro y comenzaba a tratarlo como si fuera su propio hijo.

De pronto una figura de color rojizo llamo su atención a través de las cámaras de video que vigilaban cada uno de los pasillos de la nave y observo por el rabillo de su ojo un niño no mayor de trece años caminando en el área de las celdas, lo sabía porque le tocaba realizar el traslado de los otros prisioneros dentro de cinco horas.

Aunque por lo que había escuchado estaba seguro que dentro de poco serian liberados para realizar las tareas que Mum-Ra les indicara, ya fuera por mar o por tierra.  

Todos decían que habían encontrado otra piedra de poder o como fuera que se llamaran y creía que por eso el comandante supremo lo había invitado a observar los despegues a través de las cámaras de seguridad.

Parecía estar perdido, de que otra forma uno de los cadetes vagabundearía en una zona que estaba destinada exclusivamente para la tropa de avanzada, solo quieres fueran lo suficiente fuertes, no un cachorro de apenas un metro treinta.

El tigre de bengala al ver que Tygus ya no le prestaba atención le pregunto, observando al mismo cadete vagando en las celdas, ignorando que dentro de poco serian mandados llamar por su amo para realizar el trabajo para el cual fueron diseñados.

Tygus se acerco un poco más a una de las pantallas holográficas preguntándole al comandante fijando su vista en la hermosa criatura de cabello rojizo, sorprendido al ver a un león ignorar el peligro en el cual se encontraba. — ¿Es un león?

El tigre de bengala recargo una de sus manos en el hombro de Tygus, diciéndole invadiendo el espacio personal del joven tigre al reconocer al cachorro pelirrojo como nada menos que el hijo de Claudius, el único león que había nacido en esa nave en los últimos veinte años. — Sí, se llama Leo.

Tygus se aparto del espacio del comandante, recordando como los leones eran una de las razas menos comunes en esa nave, el único león que conocía era Claudius y no sabía que su antiguo maestro hubiera tenido un hijo. — Es el hijo de tu antiguo maestro.

Al notar la sorpresa en el rostro de Tygus le comento colocando una mano en su hombro, provocando que el joven cadete retrocediera un paso apretando los dientes, demasiado molesto. — ¿Claudius tuvo un hijo?

El tigre de bengala le respondió riéndose entre dientes al notar que Tygus no sabía nada sobre el nacimiento del primogénito de su tutor. — Pensé que lo sabías, después de todo eras su alumno favorito.

Tygus le respondió casi inmediatamente, observando a Leo con preocupación, preguntándose que se suponía que estaba haciendo ese cachorro allí y mucho más importante porque nadie lo había notado. — ¿Por qué no lo sacan de allí?

El tigre de bengala le respondió casi como si su pregunta no tuviera ningún sentido, después de todo, un león menos aumentaba la posibilidad de que el siguiente comandante fuera de otra especie, en especial un tigre, quienes eran la segunda raza más poderosa de los felinos. — Claudius podría hacer algo, pero como ya está muerto… qué más da un león menos.

Aquella información lo sorprendió aun más, no sabía que Claudius hubiera muerto. — ¿Murió?

El capitán de las fuerzas especiales le respondió en ese momento, alejándose de Tygus, curioso por saber que haría el joven tigre al escuchar lo que tenía que decirle. — Hace dos años, pensé que lo sabrías, pero parece que nuestro señor te ha mantenido alejado de la vida de tu maestro.

Tygus no supo que decir, solo sintió que un poco de bilis subía por su garganta. — Parece que lo que dicen es cierto, Lord Mum-Ra te ha mantenido en una solitaria burbuja toda tu vida.

El tigre al ver que el traslado de los soldados había comenzado y que también lo hacia un motín apretó los dientes, inseguro sobre qué hacer.

 El león al ver que un motín había iniciado, que los guardias comenzaban a pelear para mantener en control a los otros animales comenzó a teclear una serie de números en un panel.

Estaba buscando una manera de salir de allí, sin conocer los códigos de seguridad de las puertas, dentro de poco alguno de los animales notaria su presencia y seria atacado o encontrado y castigado por haber entrado en un área claramente restringida para los reclutas.

Leo seguía tratando de presionar los botones que abrirían la puerta que lo mantenía en ese lugar, al terminar sus clases había pensado que era una buena idea revisar algunos de los pasajes que había encontrado en uno de los mapas que su padre le dejo al morir.

Su padre le había dicho que aquella información era muy valiosa y que ni el mismo Mum-Ra recordaba cuantos ductos y cuartos existían en esa milenaria tumba, que tal vez algún día le servirían de algo.

Su padre tenía razón por supuesto, lo único malo era que uno de los ductos de ventilación lo llevo hasta las celdas, en un área cuyas claves de acceso desconocía y en donde había comenzado un motín.

Su vida corría peligro y debía salir de allí, de lo contrario tendría muchos problemas cuando uno de los oficiales llegara a encontrarlo si es que uno de los animales amotinados no lo encontraba primero.

Tygus al ver que los guardias se tardaban en controlar a los amotinados decidió que era momento de buscar a ese cachorro, tenía los códigos necesarios para entrar y sacarlo sin que nadie lo viera.

El tigre de bengala no haría nada, porque hacerlo si se trataba únicamente de un león, a quienes su fuerza generalmente les favorecía en el momento de obtener puestos de importancia.

El tigre ignorándolo por unos momentos se mordió el labio y decidió buscar al cachorro, aquello sería interesante, así podría comprobar las habilidades que ya eran alabadas por muchos, aun el mismo Mum-Ra.

Leo comenzaba a desesperarse, apenas esquivando algunos de los animales amotinados que peleaban contra los guardias, encontrando un lugar seguro en uno de los pasillos, en donde se acuclillo cubriendo su cabeza con los brazos.

Esperando de un momento a otro ser castigado o asesinado por alguno de los dos bandos.

De pronto escucho como le decían a sus espaldas, un cadete por el color de su uniforme y la máscara que cubría su rostro. — Tienes que salir de aquí antes de que consigas que te maten.

Leo dio un salto al escuchar esa ruda voz, no confiaba en los enmascarados guardias de las celdas, mucho menos después de que su padre perdiera la vida de una forma demasiada sospechosa.

El joven león estaba seguro que había sido asesinado, no sabía porque, pero sabía que su muerte no era una casualidad — Tengo derecho de estar aquí.

Tygus sabía que las mascaras no inspiraban confianza, por esa razón se la quito y le repitió al testarudo león que había llegado demasiado lejos en el interior de la nave, haciendo que se preguntara como lo había logrado. — No es cierto.

Leo al ver el rostro de Tygus sintió que sus mejillas se pintaban de rojo e inmediatamente sintiéndose nervioso le respondió al notar el color de su uniforme y descubrir que era uno de los guardias. — ¡Me perdí!

Tygus arqueo una ceja al escuchar esa respuesta y sonriéndole al león que debía tener apenas unos doce años de edad lo tomo de la muñeca indicándole. — Sígueme antes de que nos vean…

Poco después, tomo su arma del cinto y comenzó a buscar la mejor manera para escapar de ese amotinamiento sin ser vistos, lo que menos quería es que castigaran a un cachorro perdido, mucho menos siendo el hijo de Claudius. — Y veo que tú no tienes los códigos de acceso de las puertas, por lo que no puedes salir de aquí o me equivoco, leoncito.

Antes de que Leo pudiera responderle Tygus lo jalo de la muñeca, escuchando como el motín comenzaba a expandirse cuando las puertas de las otras celdas parecían dejar de funcionar momentáneamente. — Tenemos que salir de aquí.

Leo asintió con un movimiento de la cabeza, aun al ser un niño entendía las señales de alarma, por eso había tratado de forzar la cerradura. — ¿Cómo?

Tygus al ver que uno de los chacales los había descubierto le respondió. — No tengo ni la más remota idea…   

Era un chacal adulto, uno tan alto como nunca lo había visto, su pelaje era de color azul grisáceo y al notar el color de su uniforme entrecerró los ojos mostrando los dientes, Tygus apenas tuvo tiempo de empujar a Leo al mismo tiempo que intentaba esquivar el fuerte golpe del chacal sin mucho éxito.

Leo pudo ver que el enorme chacal golpeaba el estomago del tigre que había intentado ayudarle, quien logro empujarlo a tiempo para que no fuera lastimado.

Tygus recibió un golpe en el estomago que le robo el aliento y después otros dos puñetazos en el costado, derribándolo al suelo.

El chacal aparentemente al ver que se trataba de un soldado recién salido de la academia le dijo, riéndose entre dientes con superioridad. — No sabía que utilizaban cachorros para mandarnos.

Tygus esquivo el siguiente golpe del chacal rodando en el suelo, respondiéndole seguro que los felinos eran por mucho más fuertes que los demás animales, esa era la razón por la cual podían ser libres cuando los demás vivían encerrados en las celdas. — No soy un cachorro.

El chacal al escuchar su respuesta le dijo persiguiéndolo, intentando pisarlo cuando aún estaba en el suelo. — ¿Qué edad tienes?

Tygus espero el siguiente pisotón y logro sostener al chacal del tobillo, evitando que lo dañaran al mismo tiempo que torcía la pierna de su atacante con toda la fuerza de la que disponía, derribándolo al suelo.

Cuando el chacal golpeo el suelo Tygus logro alejarse de su enemigo, utilizando una de las posturas de combate favoritas de su primer maestro, una que Leo reconoció enseguida.

Tygus espero que el chacal se levantara, dándole una oportunidad que ningún otro felino le hubiera dado, mostrando honor y coraje con esa acción.

El chacal vio que el motín seguía adelante, que aparentemente los animales y los felinos estaban demasiado interesados en enfrentarse mutuamente como para prestarle atención a ellos.

Sonriendo le dijo utilizando de la misma forma una postura defensiva, una que no era tan estilizada como la del tigre. — ¿Por qué no me mataste?

Tygus le respondió corriendo en su dirección con los puños cerrados, apretando los dientes y entrecerrando los ojos. — ¿Qué diversión habría en eso?

Leo pudo ver que Tygus peleaba con el chacal con maestría, sus movimientos eran gráciles y estilizados, eran tan diferentes a los del chacal que por un momento creyó que no podría derrotarle.

Pero poco a poco se dio cuenta que el chacal comenzaba a ceder terreno, recibiendo más golpes de los que le propinaba al tigre, quien en vez de pavonearse como había visto hacer a otros felinos estaba concentrado en la pelea, en mantener al chacal alejado de él.

Repentinamente Tygus noto al igual que el chacal que el motín estaba a punto de terminarse, que varios soldados felinos se acercaban a ellos pensando que se trataba de otro guardia más conteniendo a uno de los esclavos.

Los soldados levantaron las armas ordenándoles que se entregaran, Tygus abandono su pelea con el chacal y se acerco a Leo, rodeando sus hombros con su brazo izquierdo.

El chacal se limito a levantar las manos, observando como Tygus en vez de unirse a los suyos se limitaba a camuflarse con el ambiente, utilizando ese don en el pequeño perdido que no había notado hasta ese momento.

Leo pudo ver que sonreía con una extraña expresión en su rostro, una mezcla de admiración y deseo, como si estuviera haciendo alguna clase de planes que no alcanzaba a comprender.

Tygus hasta la fecha era el único tigre que podía utilizar su camuflaje con otra persona y sabía que Leo pensaría que pronto los verían, así que acercándose a él, susurro en su oído. — Descuida, no te ven.

Leo estaba demasiado asustado, sus piernas apenas podían moverse, haciendo que Tygus lo cargara a sus espaldas, diciéndole con una sonrisa en el rostro, la cual no pudo notar. — Tranquilo, yo te llevare.

Leo se aferro al cuello de Tygus con ambos brazos, recargando su barbilla en sus hombros, diciéndole sintiendo que se sonrojaba con cada paso que daban, notando que como le había dicho el tigre nadie los veía. — ¿Cómo te llamas, leoncito?

El pequeño león que rodeaba su cuello con ambos brazos guardo silencio por algunos minutos, para después responderle con un susurro que casi no pudo escuchar. — Leo… me llamo Leo.

Tygus se rio entre dientes al escuchar ese nombre y solo para que pudiera olvidar lo que pensaba era miedo le dijo con cierta burla. — Los leones no tienen imaginación.

Leo se quejo casi inmediatamente al escuchar la risa burlona de Tygus. — Tú tampoco me has dicho tu nombre.

Tygus le indico casi inmediatamente, ingresando en uno de los elevadores, dejando que el cachorro bajara de su espalda, perdiendo el camuflaje. — Me llamo Tygus y sí, me doy cuenta que los tigres tampoco tienen mucha imaginación respecto a los nombres.

Leo volvió a sonrojarse, sintiendo que sus mejillas estaban a punto de incendiarse, Tygus era una de las personas más atractivas que había conocido, y la forma en la cual le sonreía solo le hacía temer el momento en el cual lo entregara a sus superiores.

Tygus colocando nuevamente una mano en el hombro de Leo volvió a camuflarse, y comenzó a recorrer un camino que hasta hacia poco tiempo aun transitaba, ingresando en el área en donde ver a un cadete tan joven no sería raro.

Al soltarle volvió a perder su camuflaje diciéndole al joven león que parecía nervioso y deprimido. — No sé cómo llegaste a esas celdas y te prometo que no le diré a tus superiores, pero lo mejor es que no vuelvas a hacerlo porque corres peligro de los otros animales y en las manos de los guardias.

Leo asintió observando al tigre que parecía repentinamente muy serio. — Cuídate leoncito.

Flash Back.

Aquella fue la última vez que lo vio antes de ser nombrado comandante, ese día se prometió que la próxima vez que se encontraran le mostraría que podía cuidarse solo, que era tan fuerte como ese chacal y que era digno de su atención.

Leo se alejo del barandal y entro en su habitación, sentándose en su cama mirando el techo que parecía burlarse de su dolor, porque no importaba que fuera el líder de su raza, algo así como lo fue Mum-Ra en su tiempo, ese puesto se sentía como una pesada carga sin su amor a su lado.

Comprendía que debía dormir algunas horas antes de que amaneciera, sin embargo, también sabia que no podría dormir así que se limito a recordar aquella ocasión en la cual por fin pudo verlo nuevamente, uno de los mejores días de su vida así como el peor de ellos.

Flash Back.

Leo estaba nervioso y no era por haber sido enviado a llamar por Lord Mum-Ra en persona, sino por el hecho de que también había mandado llamar al capitán Tygus, quien estaba acompañado de un felino enmascarado.

Por lo que estaban diciendo parecía que en aquella reunión sería nombrado el nuevo comandante supremo de la armada de Lord Mum-Ra y al parecer Tygus esperaba recibir ese honor.

El felino enmascarado le menciono al llegar recargando una mano en el hombro del capitán, mostrando en ese pequeño acto que era una de esas pocas personas que tenían permitido invadir su espacio personal y por lo tanto era uno de sus amigos u amantes. — Cuando seas nombrado comandante Tygus te invitare un trago para festejar.

Tygus sonrió ligeramente al escuchar su invitación, posando su mirada momentáneamente en su persona, Leo esperaba que lo reconociera, sin embargo, sólo se preguntaba para que hubiera sido llamado. — No bebo en horas de trabajo, Bengalí, ya deberías saberlo.

Bengalí asintió y se alejo algunos pasos ignorando a Leo, quien simplemente aguardaba por su señor, observando de reojo a Tygus, notando no por primera vez el cansancio grabado en sus facciones y la máquina de color oscuro en su rostro.

Leo estaba a punto de dirigirse a Tygus cuando Lord Mum-Ra los llamo, permitiendo que entraran en el cuarto de control, en donde se decía que esa criatura que los gobernaba residía.

Pocos le habían visto, pero todos sabían que no debían hacerlo esperar.

Tygus entro primero y al ver a la criatura de color azul se inclino, golpeando el pecho con su brazo derecho, pronunciando con la mirada fija en el piso. — Lord Mum-Ra.

Leo imito al capitán y utilizando el mismo movimiento con el brazo derecho pronuncio las mismas palabras, sin embargo, él no se limito a observar el suelo sino que miro fijamente a la criatura de ojos rojos.

Lord Mum-Ra al verlos pronuncio con los brazos cruzados delante de su pecho. — Como saben hoy he tomado una conclusión que decidirá el rumbo de mi gobierno.

Ninguno de los dos pronuncio una sola palabra, no estaban en posición de hacerlo, y Mum-Ra tampoco les dio la oportunidad de hacerlo. — Tygus, tu serás quien me traiga las dos piedras de guerra que me faltan así que no puedes ser el comandante.

Tygus parecía sorprendido al escuchar esa sentencia y por un momento le observo fijamente, con tanto enojo que por un momento creyó que lo maldeciría, no obstante se mordió los labios limitándose a asentir.

Inmediatamente Lord Mum-Ra coloco su enorme mano en el hombro de Tygus indicándole sin ninguna clase de arrepentimiento. — Te mande llamar porque tú eres el encargado de las misiones de búsqueda y recuperación de las piedras de guerra, por lo que tienes que saber quién será el nuevo comandante.     

Tygus asintió apretando los dientes al igual que los puños, estos con tanta fuerza que las palmas de sus manos fueron cortadas con sus uñas, todo ese tiempo su mirada estaba puesta en el joven león, la cual era indescifrable.

Lord Mum-Ra se alejo de Tygus y camino en dirección del centro del cuarto con las manos detrás de la espalda sin pronunciar una sola palabra.

Leo intento sonreírle al tigre, quien le gruño enseñándole los dientes con furia contenida, escuchando como Lord Mum-Ra se reía entre dientes, para después pronunciar observándolos de reojo, demasiado entretenido por la molestia del capitán y su molestia. — Tú, Leo, serás el comandante de mis ejércitos.

Leo asintió sin decir una sola palabra, todo ese tiempo seguro que Tygus lo odiaría toda su vida, después de todo el militar con más experiencia era él, todos sabían que se trataba de su soldado más leal, el más fuerte, por lo que esperaban que se le fuera entregado ese honor, eso habría sido lo justo, sin embargo, Lord Mum-Ra nunca era justo.

Lord Mum-Ra volvió a darles la espalda y pronuncio con un ademan de su mano derecha. — Pueden retirarse.

Tygus volvió a saludar a Lord Mum-Ra para retirarse con un paso rápido, todo su cuerpo hablaba de la furia que sentía, Leo imito sus movimientos e intento alcanzar al tigre, tratar de explicarle que él no sabía que sería nombrado comandante.

Una vez fuera de la cámara de control Leo llamo a Tygus para evitar que se fuera tan enojado como estaba. — Capitán Tygus.

Tygus se detuvo y le respondió con frialdad, tratando de esconder su enojo que era casi palpable. — Comandante Leo.

Leo deteniéndose enfrente de Tygus pronuncio intentando darle la mano. — Yo no sabía que sería nombrado comandante, no quise robarte ese puesto.

Tygus le respondió casi inmediatamente. — Mis sentimientos en este asunto son irrelevantes, comandante.

Leo se mordió los labios y después le dijo retirando la mano que no había sido aceptada. — Me gustaría que fuéramos amigos, no quisiera que esta decisión interviniera con nuestro trabajo, ni que me odiaras.

Tygus asintió, respondiéndole poco después con seriedad un poco menos molesto que antes. — No dejo que mis sentimientos intervengan en mi trabajo, comandante.

Leo intentando romper la barrera invisible que se había formado de pronto, la cual podría sentir si se lo propusiera. — Entonces, podrías llamarme Leo cuando no estemos trabajando.

Y poco después agrego un poco esperanzado. — ¿Te parece?

Tygus le pregunto en ese momento, escuchando que alguien se acercaba en el pasillo. — ¿Es una orden?

Leo negó aquello con un movimiento de la cabeza, pronunciando. — ¡Claro que no!

Tygus al ver que Bengalí lo esperaba en el pasillo, con los brazos cruzados delante de su pecho, respondió con firmeza. — En ese caso, prefiero llamarlo comandante, comandante Leo.

Poco después ignorando la formalidad militar que debía existir entre ellos le dio la espalda diciéndole al otro felino. — Siempre si necesito ese trago Bengalí… es más, te aceptaría toda una botella de licor.

Flash Back.

Ese felino jamás le había agradado, Leo sabía que se trataba de uno de los soldados leales a Mum-Ra cuando estaba vivo, no obstante, fue él quien logro penetrar las barreras del desconfiado capitán.

Para perderlo poco después cuando por fin esa criatura estaba encerrada, fuera de sus vidas.

Thundercats-Thundercats-Thundercats

Tygus escucho varios golpes en su puerta al mismo tiempo que escuchaba que gritaban su nombre, ese era Bengalí, un felino en el que siempre podía confiar y a quien le debía mucho más de lo que jamás admitiría.

Por un momento se pregunto qué hora era, pero a juzgar por la oscuridad se daba cuenta que era demasiado tarde, Claudius seguía dormido en su cama, ese niño dormía como una roca.

Tygus se levanto de la cama con apenas unos pantalones puestos, abrió la puerta de su casa fortificada para encontrarse a un tigre de bengala blanco, cuyos ojos amarillos brillaron momentáneamente en la oscuridad.

Bengalí al ver que le había despertado le pregunto. — ¿te desperté?

Tygus se recargo contra el marco de la puerta diciéndole. — Obviamente. ¿Qué pasa?

Bengalí le respondió casi inmediatamente disfrutando de la visión que le era permitida momentáneamente por el capitán Tygus. — Los chacales, los vigías dicen que están a dos días de camino.


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