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Afecto. por Seiken

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Afecto

Capitulo 20.

— Mi padre vendrá por mí.

Le aviso al tigre que lo custodiaba, el que para ese momento ya tenía compañía, al parecer estaban esperando por Bengalí, ese traidor sufriría un escarmiento cuando su padre llegara por él.

— Eso espero, de que otra forma le haríamos ver que tan equivocado esta.

Pronuncio el tigre blanco, a sus espaldas estaban sus matones y otros cuatro tigres, todos ellos armados hasta los dientes.

— Aunque todo esto es culpa tuya, si no fueras un niño tan inquieto tu padre no tendría que buscarte para limpiar los estropicios que causas, Claudius, deberías sentirte avergonzado.

Claudius apretó los dientes, pero creyó cada una de las palabras pronunciadas por Bengalí, quien esperaba que de un momento a otro Tygus llegara con ellos, su amigo debía estar cerca y como adivinando sus pensamientos, recibió un fuerte golpe en la barbilla, al mismo tiempo que un arma de fuego se recargaba en su frente.

— Libéralo y nadie saldrá lastimado.

Los felinos a su alrededor comenzaron a moverse, pero se detuvieron cuando Bengalí les hizo una señal, al mismo tiempo que se limpiaba la sangre de la boca, creía que unos dientes se le caerían a causa del golpe.

— Bienvenido Tygus.

Pronuncio Bengalí, no estaba a asustado, parecía creerse su mentira o realidad, todo dependía de que tan bien saliera su plan para engañarlos, Panthera ya debería estar en esas rocas y sí actuaba como creía muy pronto se uniría a su pequeño grupo de dos soldados, Leo tenía que vigilarlos con las armas listas, el rifle de francotirador apuntando directamente a la cabeza de su amigo.

— ¡Papá!

Grito Claudius a sus espaldas, tratando de alcanzarlo a través de los barrotes, estaba tan asustado como lo creía, pero no podía darles la espalda a esos felinos, no debía dar un solo paso en falso.

— Porque no bajas el arma Tygus, estas rodeado y no puedes hacer otra cosa, no eres tan rápido como para derribarnos a todos.

Tygus abandono la frente de Bengalí, para colocar el arma junto a su sien, apuntándose sí mismo, escuchando los gritos de Claudius a sus espaldas, suplicándole que no lo hiciera, no quería estar solo.

— Soy lo suficiente rápido como para borrar la clave que añoras, sin mi cabeza no hay forma de liberar a Lord Mum-Ra y tú lo sabes Bengalí, suelta a Claudius y obedeceré.

Debían separarlos primero, liberar a Claudius y después ir eliminando sus objetivos, aquella era la única forma de salir con vida.

— ¿Dejarías a tu cachorro solo, sin que nadie lo proteja?

Claudius trataba de salir de aquella jaula, pero era imposible, sin embargo nadie se atrevía a moverse, creían su amenaza, era lógico, prefería morir a regresar a esa tumba, después de todo en el pasado siempre realizo aquellos sacrificios necesarios por el bien de una misión.

— Sólo sí tu me obligas a dispararme, nuestro amo esta solo en la pirámide y nunca podrás liberarlo sin mí, Bengalí, libera a Claudius, deja que se vaya, deja que sea libre, solo así lograrás completar tu misión.

Su voz era pausada, firme, silenciosa, aquella que usaba para controlar a los soldados que habían perdido la razón, una que Bengalí conocía demasiado bien.

— Quieres controlarme, estas tratando de convencerme de hacer algo que necesitas.

Tygus lo interrumpió apretando ligeramente el gatillo, llevando su mano en dirección de la de Claudius, apretándola con fuerza, quería tranquilizarlo, convencerlo de que todo saldría bien, aunque lo viera sacrificarse para lograrlo.

— ¡Libera a mi cachorro!

Le grito al albino, quien simplemente se limito a sonreír, Tygus era demasiado débil para poder controlarlos, ya no era más que una sombra de lo que fue en el pasado, una piltrafa que no podría servirle a su amo por más tiempo.

— Si eso quieres, Tygus, eso tendrás.

Tygus gruño por lo bajo, un sonido furioso, lleno de rabia, aun seguía con el cañón de su arma de fuego pegado a su cabeza cuando escucho que la puerta de la jaula se abría, sintiendo casi inmediatamente como unos pequeños brazos lo rodeaban.

— ¡Papá! ¡Papá no!

Tygus alboroto el cabello de Claudius con su mano libre, aun faltaba una parte de su plan, de la primera parte, y eso era que Claudius se alejara de su lado, que se marchara en dirección de Leo o de cualquier otro lugar menos ese.

— Claudius, quiero que uses tu camuflaje, que te alejes de aquí tan rápido como puedas y que no mires atrás.

Claudius trato de negarse, sus ojos azules brillaban cubiertos de lagrimas, no quería irse, pero debía obedecerle, siempre le había dicho las consecuencias que el miedo y la desobediencia provocaba en una situación como esa, su padre nunca lo dejaría solo.

— ¡No! ¡Papá no lo hagas!

Tygus trato de sonreírle, observando como Bengalí junto con los otros tigres le hacían un camino a su cachorro para que se alejara, cumplirían su promesa, pero no porque un cachorro podía ser lastimado o porque lo respetaran, sino porque temían que cumpliera su promesa.

— Obedece, Claudius… aléjate de aquí, ve al punto seguro, sabes cómo llegar a él.

Claudius asintió, aun seguía llorando, gruesas lagrimas resbalaban por sus mejillas, pero aun así obedeció, su padre le advirtió de los peligros y cuando le dijera que debía buscar el punto seguro, significaba que no había forma alguna de salir de allí, su padre lo estaba protegiendo de su propio amigo.

– ¡Obedece!

Claudius asintió y desapareció en un parpadeo, tenía que alejarse, llamarle a Leo, el sabría que hacer, el podría ayudarles, de eso estaba seguro, porque ese león se lo prometió y creía que no le mentiría, no cuando su padre estaba en peligro.

— Ahora cumple tu promesa y baja el arma Tygus.

Tygus le sonrió a su amigo, el albino estaba complacido con su actitud, esperaba que le diera todas sus armas, pero no lo haría y no se atreverían a quitárselas, ya que después de todo, podían capturar a su cachorro de nuevo con demasiada facilidad.

— En algunos minutos, necesito asegurarme que Claudius pueda alejarse lo suficiente y que tú no lo mates por la espalda, como eres un traidor y un cobarde, no me sorprendería que lo hicieras.

Sólo él se atrevería a insultar a quien pensaba que tenía la victoria en sus manos, sabía que Bengalí no tomaba las ofensas con amabilidad, su respuesta fue sencilla, de pronto le golpeo con fuerza, lastimándose los nudillos, separando el arma de su cabeza, la que se disparo en dirección del cielo.

— ¡Todavía que estoy tratando de limpiar tu destrozo Tygus, como siempre, y tú me insultas!

Tygus cayó al suelo, esta vez era él quien sangraba de la boca, unas cuantas gotas de sangre donde su labio se rompió al chocar contra sus propios dientes, Bengalí cuando vio que caía en el suelo comenzó a patearlo en el costado con suficiente fuerza para romperle alguna costilla, robándole el aire de sus pulmones.

— Guarden la entrada, no dejen que nadie nos interrumpa, ustedes dos síganme.

Los dos matones de Bengalí asintieron, sujetando cada uno de ellos uno de los brazos de Tygus, inmovilizándolo, arrastrándolo con su fuerza descomunal, sin notar que su capitán estaba demasiado tranquilo, después de todo logro adivinar los pasos de Bengalí, separando a sus hombres en dos.

Thundercats-Thundercats-Thundercats

Tykus vio como el muchacho se acercaba a su hermano sin ser visto, como lo golpeaba con la culata de la pistola y después le encajaba el cañón en la cabeza, esos movimientos eran sublimes, aunque no comprendía porque se dejo ver cuando pudo matar a más de uno desde lejos.

En la jaula estaba encerrado un pequeño de cabello rojizo, estaba asustado, demasiado aterrorizado al ver como su padre de pronto se apuntaba a él mismo, una amenaza mucho más real para el traicionero albino, la única forma de liberar a ese cachorro era comprometer la información que tanto necesitaban.

El capitán era inteligente, pero demasiado blando si estaba dispuesto a dar su vida para proteger a un mestizo de cabello rojo, ese debía ser su cachorro, por el cual perdió toda clase de sentido común, palabras muy ciertas desde su punto de vista.

— Un intercambio justo…

Susurro Tykus relamiéndose los labios, observando a través de la mira de su arma con visión nocturna, que Bengalí junto a sus dos guardaespaldas comenzaban a ingresar en la nave, dejando a una guardia de al menos siete felinos esperando a cualquiera que quisiera interrumpirlos, creyendo que el asalto, porque habría uno, seria frontal.

El tigre de edad madura comenzó a buscar al cachorro observando cómo se alejaba en un camino escarpado, el cual podía utilizar como cobijo cuando dejara de utilizar el camuflaje, al mismo tiempo que oprimía un botón en un pequeño mecanismo redondo en su mano, parecía querer llamar algunos refuerzos.

Esos refuerzos eran nada menos que Leo, quien ya buscaba al pequeño con los lentes de visión nocturna, el parecido era asombro, pero aun así se negaba a creer las palabras que Tygus pronuncio en su epitafio, aquello era simplemente una locura, demasiado absurdo para ser verdad.

Al seguirlos de cerca pudo ver que un tigre se agazapaba muy cerca del cachorro, aparentemente ninguno de los dos había notado su presencia, sólo él y tenía dos opciones, permitir que lo descubrieran o dispararle, sólo porque su posición era perfecta, así como para asegurarse que no había perdido el toque, disparo, abriéndole un agujero en la cabeza a uno de los seguidores de Mum-Ra el inmortal.

Su cuerpo cayó al suelo justo en el momento en que Leo cubrió al pequeño con sus brazos, tratando de protegerlo del francotirador que los había salvado, sus aliados escucharon el disparo, era imposible que no lo hicieran y en vez de ocultarse trataron de dar con él, dándole la oportunidad de darle a dos más.

Aquello era tan divertido, era como pescar peces en un barril, y continuo disparando, derribando a uno por uno, escuchando los estruendosos cañonazos reverberar en el desierto, aunque era una lástima que ese paisaje no pudiera mantenerse en su estado primordial, con el tiempo la arena terminaría dejando una lisa superficie en la cual sólo sobresaldría la punta de aquella nave, pero por el momento, debía poner sus habilidades a un buen uso.

— ¡No me había divertido así en años!

Pronuncio cuando por fin derribo al último traidor, separándose de su arma para observar con sus propios ojos lo que había logrado en cuestión de minutos, sólo era cuestión de realizar las tareas necesarias, aunque estas fueran desagradables o sangrientas.

— ¿Qué hiciste?

Preguntaron a sus espaldas, una voz femenina, la que de su alumna favorita, quien le miraba con un arma en su mano derecha, sorprendida de verlo en el desierto, mucho más cuando asesino a los sietes tigres a sangre fría en apenas unos instantes.

— Creo que es obvio, los mate a todos, así no habrá más seguidores de la criatura con vida, yo me daría las gracias.

Panthera no sabía que decirle, estaba furiosa y al mismo tiempo Tykus podía ver que comprendía sus palabras, ellos eran como un cáncer que con el tiempo terminaría devorando su civilización.

— ¡Los mataste a sangre fría!

Grito una voz a su derecha, Leo había llegado a ellos con rapidez una vez que se recupero de su sorpresa, cuando los cañonazos terminaron de sonar y era seguro para Claudius que se movieran, a su lado estaba el cachorro de Tygus, el parecido era asombroso, cualquiera diría, si podías borrar las rayas blancas del pelaje del niño, que era hijo del comandante y no del capitán.

— Sí, pero saben que, ustedes me vieron y no hicieron nada, al menos este pequeño está a salvo, no puedo decir lo mismo de su padre, él sí que tendrá problemas para sobrevivir.

Claudius rodeo el cuerpo de Leo con mayor fuerza, escondiéndose de su escrutinio, su comandante porque hasta el momento no lo aceptaba como rey, lo rodeo con su brazo izquierdo, después de salvar a Tygus de la esclavitud su relación con el joven león se fue directamente al olvido, ninguno de los dos confiaba en el otro.

— ¿Qué haces aquí?

Pregunto Leo apretando los dientes, tal vez creía que él era parte de los traidores.

— Esto y aquello, nada en particular.

Leo se controlo para no rugir, el viejo director no significaba más que problemas y aunque trato de perdonar sus acciones, olvidar que este tigre lo separo de su compañero disparándole por la espalda no podía hacerlo, había algo en aquella imagen que lo hacía enfurecer, no porque fuera su amante, sino por algo más que no entendía del todo.

— Ustedes dos quédense aquí, Panthera tendrás que cuidar a Claudius, yo buscare a Tygus en el interior de la nave, ya solo debemos derribar a tres más, no serán tanto trabajo.

Panthera asintió, en esta ocasión Claudius no se apartaría de su vista ni por un instante, sin embargo, no creía que fuera buena idea que fuera Leo solo, aquella misión estaba resultando demasiado fácil.

— Lo será si no te sabes la clave que abre la puerta, a menos claro, que tengas la fuerza suficiente para forzar la cerradura, pero lo dudo mucho.

Leo esta vez sí rugió, ignorando que Claudius estaba demasiado asustado para poder ignorar su enojo, atacando a Tykus, sujetándolo por el cuello de su ropa, sintiendo que Panthera trataba de separarlos, ese no era el momento para pelear, no debían olvidarse de su misión, tenían que rescatar a Tygus.

— ¿Cuándo se supone que ibas a decírmelo?

Tykus logro liberarse de Leo con dificultad, ese muchacho estaba a punto de hacerlo enfurecer, sin embargo, era él quien portaba las piedras de guerra en la espada del augurio.

— En este instante, Bengalí tiene todo planeado, ha esperado este momento desde el primer instante en que pisó este planeta.

Leo logro calmar su enojo, debía mantener su mente fría, recordar las palabras que pronuncio Tygus, su misión era lo único que importaba, debía proteger a su compañero, a su amante, no dejaría que Claudius fuera huérfano.

— Lord Mum-Ra está más que vivo y Tygus, esa bestia rabiosa corre peligro, creo que te engaño bastante bien Leo, no creía que pudieras protegerlo de su amo, tal vez quiere regresar con él y por eso te trajo, para hacerse con las piedras de guerra.

Aquellas palabras no eran ciertas, se negaba a creerlas, pero aun así debía llevar a ese tigre consigo, seguramente conocía las claves que necesitaban, de otra forma no presumiría su información, aunque seguía creyendo que su amante era culpable de cualquier clase de crimen que se imagino que cometió en el pasado.

— Sí le tocas uno solo de sus cabellos, Tykus, te lo hare pagar caro, ignorare tu ayuda, tu edad y tu reputación, me escuchaste, hare que pagues por cada insulto, por cada intento por lastimar a mi compañero.

Tykus asintió al escuchar su amenaza, parecía mucho más tranquilo ahora que le había hecho entender que cualquier daño a su compañero seria vengado, sin embargo, Leo no confiaba en el, jamás volvería a hacerlo.

— Es gracioso que lo digas porque hasta donde he visto no eres un buen compañero, secuestraron a su cachorro cuando estabas presente, debo recordarte el pasado cuando Panthera tuvo que dejarlo ir, o como en estos momentos está caminando hacia el altar como una hermosa novia, con sus padrinos y tú prefieres discutir conmigo.

Panthera cubrió los oídos del cachorro, ella tampoco comprendía su comportamiento, pero no importaba, ella seguía enamorada de su líder, aunque sabía que nunca le correspondería.

– ¿Tal vez necesite un compañero nuevo?

Leo no estaba dispuesto a escuchar más veneno del que alguna vez creyó era su amigo, hacía muchos años dejo de confiar en él, habían rescatado a su pequeño, lo que hizo en el pasado fue causado por la espada, él nunca quiso lastimarlo y no permitiría que Bengalí finalizara su traición, le mostraría a su amante que él era un buen compañero, que podía cuidar de él.

— Uno que si pueda protegerlo de su pasado, aun de él mismo, alguien que si lo comprenda y pueda darle lo que necesita.

Leo al principio no comprendía las palabras que eran pronunciadas por el director, eran una locura, casi podía creer que deseaba a su compañero, que ese odio solo era una forma de enmascarar un deseo enfermizo por su tigre, pero era imposible.

— Es una lástima que pienses de esa forma Tykus, porque aunque lo deseen no pueden tenerlo porque me eligió a mí como compañero.

Tykus simplemente se limito a sonreír, una sonrisa torva, llena de lujuria, Leo por un momento quiso borrar esa expresión del rostro del director, sin embargo, ya no podían perder más tiempo, tenían que asegurarse de que su amante estuviera a salvo, tal vez estaba equivocado y no eran un chacal y un mono, sino esos dos gatos quienes sujetaban al tigre de los brazos.

— No escuchare esto, camina Tykus, ya perdimos demasiado tiempo.

Tykus estaba a punto de responder a su orden con una negativa, ese muchacho no era su señor, no debía obedecerlo y no lo haría, sin embargo, de pronto la espada del augurio creció en su mano, deteniéndose a unos cuantos milímetros de su cuello.

— Limítate a abrir las puertas de la nave, Tykus, mi paciencia tiene un límite.

Así que Leo podía ser impetuoso, pero era demasiado tarde ya.

Thundercats-Thundercats-Thundercats

— ¿Por qué estás haciendo esto?

En realidad quería saberlo, no porque lo hubiera traicionado, no porque quisiera lastimar a su cachorro, sino porque en realidad había pensado que ganarían ellos liberando a la criatura, sí lo pensaba con frialdad su propio amo estaba en peligro, era débil, cansado, decadente, no era un guerrero y su magia debía estar consumiéndose, lo que le hacía pensar en lo que Bengalí esperaba lograr con esa absurda empresa.

No mentiría negando que estaba asustado, tampoco se engañaría pensando que Bengalí tendría un cambio de corazón y de pronto le ayudaría, durante esos nuevos años de libertad había planeado esa farsa, sólo necesitaba saber cuáles eran sus motivos, los reales, no aquellos que le dijo a esos dos descerebrados felinos.

— ¿Acaso quieres convencerme de que no haga esto?

Preguntaron a sus espaldas, los dos enormes felinos ya no lo sostenían de sus brazos, ya que habían logrado colocarle unas de las esposas conectadas al cuello que usaban para restringir el movimiento de los amotinados, las que tarde o temprano tendrían que quitarle si querían que les diera la clave maestra.

— No, en realidad quiero saber que se supone que lograras con esto, por más que lo pienso no logro encontrarle sentido a tu…

Tygus se detuvo para darle un aire más dramático, esperaba tener la atención de sus captores, sin embargo, uno de ellos, el tigre de ojos verdes lo empujo logrando que cayera el suelo de rodillas.

— Vuelve a tocarme y mi señor te lo hará pagar.

Le advirtió al felino, levantándose del suelo tratando de sacudir su ropa nueva, la cual no se molestaron en revisar como tampoco quisieron arrebatarle sus armas, Bengalí siempre había sido demasiado orgulloso, confiaba tanto en sus habilidades que nunca se molestaba en pensar realmente en sus opciones, generalmente se cegaba, sólo seguía un camino que a veces terminaba en un barranco.

— Lord Mum-Ra ha vuelto a ser tu señor, ahora que lo necesitas, cuando lo traicionaste en la nave y durante todos estos años ignoraste sus ruegos.

Aquellas eran las palabras que esperaba escuchar de Bengalí, pero no hablaba de aquel señor, sino del rey de los Thundercats, el albino debió comprenderlo casi inmediatamente porque comenzó a reírse de sus esperanzas.

— ¿Crees que le importas a ese león?

Sabía que le importaba lo suficiente para arriesgar las piedras de guerra por él, pero para Bengalí aquella noción debía ser completamente extraña, irreal en todos los sentidos, no creía que fuera algo más que una herramienta.

— Sigues insistiendo con eso… pero en donde está tu amante ahora que lo necesitas, en la ciudad de los chacales junto al que pensaste era tu amigo, sólo eres una herramienta Tygus, porque no puedes comprenderlo.

El tigre de pelaje claro lo empujo para que comenzara a moverse, sorprendiéndose al ver que Tygus estaba tranquilo, ni una sola vez trato de evitar que lo llevaran al que Bengalí decía era su destino, como si tuviera el control de aquella situación.

— Ayúdame a comprender Bengalí, como esperas proteger a Lord Mum-Ra de los ejércitos conjuntos de los animales con un puñado de tigres, somos poderosos pero no invencibles ni siquiera inmortales.

El albino le ignoro, adelantándose un paso, caminando a su lado, hombro con hombro, sus manos detrás de su espalda, sería fácil derribarlo aun con las esposas puestas, solo una patada en la rodilla, por detrás de su pierna y podría tirarlo al suelo para intentar esconderse en los pasillos de la nave, los dos guardaespaldas eran el verdadero problema.

— No tienen las piedras de guerra, ni armas suficientes, sin contar con que Lord Mum-Ra se escondió en su sarcófago como un cobarde, dejándonos a nosotros la tarea de recuperar lo que él no pudo proteger, lo que me hace preguntarte, otra vez… ¿Qué piensan lograr sacándolo de su fortaleza en las precarias condiciones en que nos encontramos?

Bengalí lo ataco nuevamente, empujándolo contra la pared, sus dientes estaban apretados, podía ver sus colmillos, sus manos rodeaban su cuello, casi como si quisiera ahorcarlo pero no se atreviera a eso, estaba furioso, tan enojado que casi estaba perdiendo cualquier clase de control que aun tuviera en su locura.

— ¡Tú me robaste lo que me pertenecía!

Lo que le pertenecía, las migajas que Lord Mum-Ra le otorgaba no le pertenecieron nunca a Bengalí, todas ellas fueron regalos para sus amigos, otorgados por él, creyendo que el médico albino sería leal a él, que cuidaría sus espaldas solo porque eran lo más parecido a una familia que tenían en aquella nave.

— ¿Por eso me estas traicionando?

Pregunto Tygus con calma, tenía que saberlo, aunque no trataría de hacerle cambiar de opinión, sabía que aquello era imposible.

— ¡Tú me traicionaste primero cuando dejaste que todo el esfuerzo que realizo Tigris se destruyera solo por un león!

Sólo por la absurda idea de querer ser libre, a veces Tygus se preguntaba porque no eligieron al albino, él hubiera sido un mejor sirviente de lo que él jamás fue, mucho más sumiso, demasiado obediente, aunque no tenía el don, creía que aquello en realidad era irrelevante, ni su fuerza ni su inteligencia eran aquello que la bestia disfrutaba en un Tyaty.

— ¡Un asqueroso león que Tigris perdono durante la masacre!

La masacre que Leo aun recordaba, de la cual su padre fue participe, como de su destrucción y de la locura de Bengalí.

— Te traicione al querer ser libre de la bestia, por eso me odias y trataste de lastimar a un niño pequeño, sólo porque me salí del camino que ustedes decidieron eran mi destino.

Bengalí llevo sus dedos a su cabeza delineando primero sus rayas con las puntas de sus dedos para después dibujar las suyas, Tygus no entendía que estaba haciendo, parecía que deseaba que lo mirara, que enfocara su atención en el pelaje de su amigo, no su amigo, debía recordárselo, ese albino jamás compartió ni un ápice de su aprecio por él.

— No te odio por querer ser libre, aun nuestro maestro deseo la libertad.

Su maestro era un monstruo y sufrió demasiado la tortura de permanecer a lado de la bestia, de ser despreciado por su compañero día con día, pero él decidió aquel destino, su orgullo y su avaricia le orillaron a colocar una cadena mecánica alrededor de su cuello, él nunca tuvo una opción.

— No te odio porque mataste a Tigris, eso lo pude perdonar, no tuviste otra opción.

En realidad nunca la tuvo, siempre fue demasiado cobarde para modificar su vida, porque su destino era pasar el resto de su vida a lado de su compañero, en la ciudad de los chacales, en Thundera, en cualquier puntito por miserable que sea en aquel planeta, cualquier lugar en donde pudieran estar juntos.

— Pero después no dejaste de lloriquear como un cobarde, despreciaste todos los tesoros y el poder que nuestro maestro se sacrifico tanto por obtener, abandonaste a tu clan sin siquiera pensarlo, traicionándolo ante los demás animales, aquellos que aun ahora estoy seguro te odian tanto como a la bestia, después de todo eras su mano derecha.

Bengalí estaba en lo correcto, el se gano a pulso su reputación, creyendo que así podría escapar de los rumores, convertirse en un guerrero y no el amante de aquella criatura, utilizando cada ocasión que podía para mostrar su fuerza en batalla o sus habilidades como estratega.

— ¿Estás diciendo que debí permanecer a su lado hasta que obtuviera a alguien mejor? ¿Qué debía terminar como Tigris?

Esta vez fue Bengalí quien lo sostuvo de uno de sus brazos para obligarlo a caminar, llevándolo en la dirección que ambos conocían perfectamente, aquella era la sala del trono, pero la computadora que necesitaban no estaba en aquella sala, sino en su habitación, un lugar que el mismo custodiaba de día y de noche, cada segundo que pasaba atrapado en su jaula de sofisticada tecnología.

— Tu no terminarías como Tigris, tu tenias un mejor destino deparado para ti, nuestro maestro nunca hubiera sospechado lo mucho que le gustabas y lo útil que resultarías, aunque me pregunto si por eso dejo un guardián que disfrutaría de los placeres de la compañía de la criatura sin tener que sacrificarse.

Tygus se detuvo sintiendo que lo empujaban, pero no se movió, hasta ese día comprendía hasta que punto le utilizo Bengalí, porque los entrego a la bestia, como fue que se dio cuenta de su infidelidad pero no de la rebelión de su compañero, porque su amigo lo entrego en una bandeja dorada, esperando que solo fuera un sacrificio para que el obtuviera todos los placeres de su martirio.

— Siempre pensé que éramos amigos, casi como hermanos, pero ahora veo que solo me usaste, pero… dime una cosa.

Bengalí le dio otro empujón, logrando que comenzara a moverse, era imposible no hacerlo cuando uno de esos garrotes electrificados chocaba contra tu espalda, provocando un lacerante dolor que recorrió todo su cuerpo.

— ¿Qué quieres saber?

Una ultima petición para el condenado, Tygus estaba furioso, pero debía controlarse, en cuestión de minutos Leo y Panthera derribarían a los soldados de su traidor amigo, Claudius estaría a salvo, en ese momento podría huir, escapar de aquella situación con sus dones, su fuerza y sus habilidades especiales para la guerra.

— Si Lord Mum-Ra es tan gentil, si realmente piensas que mi vida estaba colmada de bendiciones, porque nunca trataste de tener mi lugar, tú eres mucho más exótico que yo, mucho más joven, no estás tan lastimado, hubiera sido muy fácil lograrlo.

Bengalí no esperaba aquellas palabras, sonaban demasiado patéticas para sus oídos, demasiado inocentes, seguramente su Tyaty debía comprender la razón por la cual él fue rechazado, cuál era su papel en el plan maestro de Tigris.

— Cuando asesinaste a Tigris quise hacerlo, ofrecerme a tomar tu lugar, pero nuestro amo me rechazo, creo que no sería tan divertido tener una herramienta si él no la pulía, parte del encanto era quebrarte, ahora podrá seguir con su trabajo, hasta que seas como Tigris así lo quiso.

Tygus a pesar de su cariño por el tigre albino, quien fue entrenado a su lado, que sufrió la misma clase de tormento que llamo entrenamiento su maestro, siempre se pregunto porque tomo al médico bajo su cuidado, que ganaba entrenándolo, asegurándose de que fuera su amigo, su chambelán, así como los verdaderos ojos, oídos y labios de su amo.

— No te das cuenta que no se detendrá hasta que le traiga orden al universo, Bengalí, no puedes estar tan loco, no puedes creer las tonterías que dices y aun así, sí lo que dices es cierto, si en realidad esa bestia te desprecio cuando tú mismo te ofreciste a él.

Por fin tenía la atención completa de Bengalí en su persona, esperaba hacerlo entender, que viera que no podían dejarlo salir de su tumba, que lo que debían hacer era detener de alguna forma a los cuatro espíritus del mal, evitar que lo ocurrido con aquella galaxia se repitiera una infinidad de ocasiones, tantas veces hasta que el orden poblara el universo, hasta que sólo hubiera muerte, una enorme nada de la cual tomarían su fuerza.

— ¿Acaso crees que te premiara por esto? ¿Qué se rige a sí mismo?

Su pregunta los sorprendió a los tres, pero al ver sus rostros supo que no le creían, estaban ciegos por el orgullo, por el odio que sentían por los demás animales, creían que eran superiores, que podían controlar a la bestia, y que esa bestia podía controlar a sus verdaderos amos.

— Eso es exactamente lo que Tigris pensó que dirías.

Tygus de pronto les encaro a los tres, estaban a unos escasos pasos de la tumba, una última pregunta antes de huir de aquel peligro, en teoría en aquellos momentos su compañero ya debía tener custodiado a Claudius, de cualquier forma no estaba dispuesto a dar un solo paso en esa sala del trono.

— Tienes razón, Tigris sabía que yo diría esto porque es la única verdad que compartimos, ambos sufrimos la tortura de su afecto, pero no quiero escuchar lo que nuestro maestro te advirtió que diría, quiero saber qué piensas lograr liberándolo.

Bengalí lo empujo al interior de la sala del trono con la potencia eléctrica que uno de los bastones podía infligir en su máximo nivel, lanzándolo en dirección del centro silencioso de la nave, a sus espaldas podía sentir la energía manando del sarcófago y si se hubiera atrevido podría verla también.

— ¡Ni siquiera sabes que ganaras con esto, solo te limitas a obedecer, solo eres una maldita marioneta sin mente!

Bengalí se acerco a él para propinarle varias patadas en el costado, parecía que lo estaban castigando por su desobediencia, ya que la criatura solo se limitaba a observar, tal vez porque estaba encerrada, tal vez por disfrutaba de su dolor, lo que fuera le hacía preguntarse si las imágenes no eran más que alucinaciones colectivas.

— ¿Dónde está nuestro orgullo si nos arrastramos ante un amo débil?

Bengalí fijo su vista en la tumba, casi como si estuviera hablando con la criatura inmortal, pero era imposible, ninguno de los presentes podía escucharla, sólo él.

— Tigris también debió decirte esto.

Las dos criaturas lo sostuvieron de los brazos, cargándolo en dirección del sarcófago, que yacía muerto, casi como si no hubiera ninguna clase de vida en su interior, durante nueve años lo torturo con sus constantes mensajes y ahora ya no tenía nada que decirle, era simplemente imposible.

— ¿Piensas que no ganare nada con esto?

Bengalí lo sujeto de su cabeza, llevándola a su dirección, quería que supiera exactamente quien lo había derrotado, quien era superior en todos los aspectos menos uno, pero ese don era inútil cuando no querías utilizarlo a tu favor, disfrutando del miedo, del terror reflejado en los ojos dorados.

— ¡Yo seré el comandante! ¡Yo seré su mano derecha! ¡Yo seré todo lo que Tigris planeo que sería! ¡Y tu, maldito estúpido, sólo serás un adorno bonito en el palacio! ¡Sólo serás su consorte!

Thundercats-Thundercats-Thundercats

Leo caminaba detrás de Tykus, no confiaba en ese tigre traicionero, el que llevaba una pesada bolsa a sus espaldas, de la cual podía escuchar unos cuantos susurros lejanos, voces ocultas en las sombras, al principio creyó que solo era su imaginación, que no estaba prestando demasiada atención a sus entornos, pero estos inquietantes sonidos estaban presentes, como si nombraran a su espada, la cual no había dejado de advertirle, esta vez en menor grado del peligro que se avecinaba.

— ¿Qué llevas en esa bolsa?

Pregunto de pronto, deteniéndose cuando Tykus así lo hizo, como si dudara entre responder a su pregunta o ignorarle por completo, una actitud que el tigre siempre tenía cuando el trataba de darle alguna clase de orden.

— Pensé que nunca lo preguntarías.

Fue su respuesta, Leo sabía que Tykus los trataba de alejar de la sala del trono con cada paso que daban, no por nada había pasado un año entero memorizando cada uno de los túneles que conformaban la nave tumba, aun así, sabía que podía llegar al trono en cuestión de minutos, los mismos que Tygus le solicito para tratar de comprender las acciones de su antiguo aliado.

— Pero tu pregunta llego demasiado tarde Leo y eso será tu caída.

Leo esquivo un golpe repentino, el tigre era demasiado fuerte, su estatura era superior a la suya, era rápido y astuto, curtido en el campo de batalla, durante la primera rebelión.

— Como fue la caída de Claudius, nunca se dio cuenta que sus mejores amigos eran traidores a su causa hasta que fue demasiado tarde y tu clan fue casi diezmado.

Tykus volvió a atacarle, esta vez casi logro golpear el rostro de Leo, quien logro sujetar el puñetazo pero no así la patada en su costado, la cual lo hizo retroceder varios pasos.

— Estoy seguro que aun recuerdas esa noche, la sangre de tus padres bañando el piso del clan, los gritos, los disparos, aun las suplicas, no eras tan pequeño como para no recordar tu pasado.

El antiguo director para responder a la pregunta que Leo le hizo con anterioridad desenvaino la espada de Plundarr, colocando el guante en su brazo izquierdo, la energía morada recorría el cuerpo del tigre, quien sonreía al ver su sorpresa, pero no era suficiente, aun quería hacerlo recordar cada ínfimo detalle de aquella noche sombría.

— Pero siempre me pregunte como no me reconociste, como no te diste cuenta que yo como todo mi clan, realice mi deber sin hacer preguntas.

Una cascada de imágenes sangrientas inundo la memoria de Leo, le había contado a Tygus lo que supuso era toda la verdad, aquella noche percibió nada más que sangre, miedo y gritos, suplicas de su clan tratando de sobrevivir, todas ellas cayendo en oídos sordos.

— Todos pagaremos por nuestros pecados tarde o temprano, esas fueran las palabras que Tigris pronuncio antes de la misión, pero no estoy dispuesto a rendirme, tú no eres un buen rey ni siquiera eres un líder, eres una herramienta para un poder superior que no puedes ocupar, ni siquiera estás preparado para ello.

La espada era imposible de silenciar, agravando las imágenes de aquella noche que no terminaban de mostrarle su mayor temor, lo que se prometió jamás volvería a pasarle, nadie lastimaría a su familia, pero su cachorro fue secuestrado, su compañero caminaba en dirección de una trampa mortal y él apenas podía controlar su arma, aquella que le dio la victoria en el pasado.

— ¡Mírate! Ni siquiera puedes blandir esa espada Leo, tu victoria solo fue suerte y ahora que yo posea las piedras no serás más que un recuerdo, nuestro imperio se levantara sobre los restos de las otras civilizaciones, nada podrá detenernos.

La espada era el arma más poderosa de aquel planeta, Tykus lo sabía, comprendía perfectamente que sí Leo lograba concentrarse como en el pasado no podría ni siquiera soñar con derrotarlo, por eso debía seguir atacándolo, no de forma física, sino psíquica, como Tigris le mostro, derrumbando sus pilares, haciéndolo inútil.

— ¿Quién fue el primero en caer? ¿Tu madre, tu padre o tus hermanos? ¿Sí los recuerdas no es cierto Leo?

Leo quiso olvidarlos y logro hacerlo, pero ahora podía ver sus rostros aterrados, cubiertos de sangre en el suelo, junto a una sombra sin casco, un tigre monstruoso, cuyos ojos estaban fijos en los suyos, a punto de dispararle, momento que Tykus utilizo para atacar al joven león con la espada de Plundarr, logrando que trastabillara por la fuerza del golpe de una espada que parecía superior a la suya.

— Eras el menor, el más pequeño de todos y aun así Tigris te perdono, sólo porque eres una patética sombra de lo grandiosa que puede ser tu especie, eres inferior en todos los sentidos, pequeño e ignorante.

La espada al sentir su temor se retrajo, dándole la espalda de pronto, provocando que Tykus pateara sus costillas, rompiéndole dos con el fuerte impacto, e intentara finalizar su traición con un solo tajo a la cabeza pelirroja.

—Cómo pueden verte como un compañero deseable está más allá de mi comprensión, Panthera siempre ha tenido un punto débil por las causas perdidas, pero Tygus, no lo comprendí hasta este mes que logre zafarme las cadenas que me colocaste al cuello, tratando de mantener a un tigre enjaulado.

Leo a pesar de que la espada no parecía responder a su dominio se cubrió con ella del fuerte golpe de Tykus, retrocediendo varios pasos, recibiendo pequeñas descargas de energía que recorrían cada célula de su cuerpo.

— ¿Por qué abandonarlo todo por alguien como tú?

Tykus había logrado que perdiera la concentración, lo hacía retroceder con cada golpe, sintiendo que el siguiente ya no podría resistirlo, acercándose a un puente de energía, una luminosa estructura que parecía que ya no existía más.

— Ya lo comprendí, esa bestia acorralada no busco la libertad nunca, pero si un nuevo amo que servir, uno que fuera mucho más fácil de manipular, al que tendría comiendo de la palma de su mano, dispuesto ante cada uno de sus caprichos.

Leo debía recordar lo que Akbar le dijo en el pasado, como cerrar su mente por difícil que fuera a los embistes de las espadas, él debía ser quien las controlara no su herramienta, así que tratando de ignorar las insidiosas palabras de Tykus, las imágenes sangrientas de aquella noche, aun las voces de las espadas quiso pensar en algo que lo tranquilizara, una imagen que siempre le traía paz, por ridículo o patético que fuera ese sentimiento.

—Pero se equivoca al pensar que tú serás su amo, tú no lo mereces, no le darás lo que necesita, en cambio yo puedo dárselo, yo le daré orden y él terminara amándome.

Aquella imagen era la de Tygus sonriendo en un jardín botánico, una de las extrañas estructuras que encontraron en un planeta lejano, mucho antes de que supiera que existía, cuando aún era un cadete con un casco negro, sin rostro, observando una sonrisa genuina, una luz que sabía que estaba allí, la que nadie más había visto cegados por la despiadada actitud del capitán, la que no era más que una coraza.

— ¡No! ¡El no es una herramienta, no es un remplazo del que perdiste!

Pronuncio recuperándose del siguiente golpe, esquivando varios más que Tykus trato de propinarle para derribarlo, lanzarlo a las sombras de la nave tumba, traicionándolo al mismo tiempo que ignoraba que las piedras de guerra estaban atadas a su cuerpo, tal vez creía que podría robárselas de sus manos muertas, después de todo el vencedor siempre se quedaba con el botín.

— ¡Lo sé y quebrarlo será muy divertido!

Tykus al pronunciar aquellas palabras esquivo un golpe que casi lo derriba, el muchacho estaba perdiendo el control, una regla de oro que nunca debías romper en un combate cuerpo a cuerpo, ya que no importaba cuan poderosa, cuanto filo o cuantas balas tenia tu arma, su éxito siempre dependía de quien la blandiera.

— Aunque de todas formas no importa, ese cachorro solo te está utilizando.

El director de pronto ignoro la espada de Plundarr y disparo tres veces, todas ellas dándole a la espada que logro expelerlas, a pesar de seguir ignorando a su monarca, Leo apretó los dientes, ese tigre no lo intimidaría, sin embargo, ese tigre nunca quiso ganarle en un combate justo, ni siquiera en uno cualquiera, lo que planeaba era que la gravedad hiciera su trabajo cuando cayera de espaldas hacia las oscuras entrañas de la nave.

— Le diré que caíste como un héroe.

Repentinamente una explosión provoco que el suelo crujiera bajo sus pies, Tykus estaba preparado para ese suceso ya que una de sus bombas fue la causa de dicho estruendo, pensando que aquella nave debía ser una poética derrota para quien los libero de la bestia, quien camino a su lado creyendo que no estaba preparado para ese momento.

— Literalmente.

Leo casi cae de rodillas sintiendo como una patada del director, un último golpe a la altura de su pecho lo lanzaba a la oscuridad junto con la espada y el guante, lo único que necesitaba era acercarlo a esa trampa, sabía que no podía ganarle por lo que simplemente hizo lo que cualquier tigre haría, utilizo su astucia en vez de su fuerza.

— Aunque…

Pronuncio sin revisar el resultado de su trabajo, lanzando en dirección del que esperaba era el moribundo rey de Thundera la llave que contenía el último mensaje de Tygus cuando aún era libre, creyéndolo inútil, demasiado absurdo para que cualquier persona cuerda lo creyera.

— Mejor que no digan que nunca hice nada por ti Leo.

Thundercats-aviso-Thundercats-aviso-Thundercats.

Ya nos estamos acercando al final y aunque parece que no habrá final feliz, les aseguro que los dos compañeros terminaran juntos, en Thundera y vivirán hasta que sean un par de ancianos muy felices.

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