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Afecto. por Seiken

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Afecto

Capitulo 22.

El director sonrió al escuchar esa pregunta, ese era el cachorro que apreciaba, un insolente mocoso que nunca le había mostrado ninguna clase de respeto, el cual con mucho gusto le sacaría con sangre.

— Salve tu vida, te aleje de ese enloquecido león.

Tygus apretó los dientes, no había forma en que el director supiera que ocurrió entre ellos, no, a menos que los hubiera observado.

— Lo que hiciste fue alejarme de mi compañero, Tykus.

Tykus sonrió, aquello era cierto en más de una forma, pero no era necesario que ese cachorro lo supiera, solo que ya nunca mas podría verlo, no cuando estaba muerto.

— El se alejo solo de ti, porque veras cachorro, tu compañero está muerto, cayó tratando de salvar tu patética vida.

Tygus no estaba dispuesto a creerle, ese anciano estaba mintiendo, tratando de engañarlo, como si alguna vez en toda su vida pudiera creer algo pronunciado de sus labios.

— ¡Eso es mentira!

Casi grito disparándole junto a su cabeza, casi rosando su oreja, para darle una advertencia, no quería que se acercara más a él, las palabras de la criatura seguían atormentándolo, era como una pesadilla que no se terminaba nunca.

— ¿Puedo enseñarte su cadáver si eso es lo que quieres?

Se ofreció a llevarlo al supuesto lugar donde yacía Leo, para demostrar que tenía razón, sin embargo, comenzó a preguntarse qué era lo que hacia el director en realidad en aquella nave, su compañero estaba con él, con Panthera, no había ninguna posibilidad para que este anciano estuviera en esa nave, a menos que fuera parte de la emboscada.

— Eso es lo que te gustaría a ti, que te siguiera a alguna parte de la nave… ¿Con que propósito?

Tygus se relamió los labios, había retrocedido suficiente como para estar de pie en los escalones que daban al sarcófago, seguía tratando de pensar en alguna razón para que Tykus estuviera presente en esa sala y no recogiendo las piedras del cuerpo muerto de su compañero, si lo que decía era cierto, que pasaba por su mente para que lo viera a él como una prioridad.

— Siempre te menosprecie, cachorro, creía que eras un animal rabioso pero veo que no es así, tu eres mucho más astuto de lo que todos te han dado el crédito, Tigris, tu amo, yo, aun Leo, nos engañaste a todos.

Tygus seguía apuntando al director con sus dos armas, podría matarlo antes de que pudiera dar un solo paso en su dirección, de eso estaba seguro, pero ahora se preguntaba si esa era la mejor opción, si aquello que decía de su amante era cierto no podría encontrarlo sin su ayuda a menos que reiniciara los sistemas de la nave tumba, liberando a la criatura en el proceso.

— ¿Dónde está Leo?

Tykus llevaba la espada detrás de su espalda, esa arma era enorme, demasiado impresionante, demasiado maligna, un trozo de la negrura del corazón de los cuatro espíritus del mal, y podía sentir como su energía negra clamaba por su amo, voces mudas llamándolo por su nombre, como este amo aun encerrado en su sarcófago respondía a su cantico, dejándolos a ambos a la mitad del camino en el plano terrenal.

— Ya te lo dije, yace muerto en las profundidades de la nave.

El director se detuvo, abriendo los brazos para que le disparara como se lo había prometido silenciosamente, creyendo que el muchacho solo trataba de asustarlo, comprendiendo muy bien que de quererlo muerto ya habría disparado sin siquiera pensarlo, que no podía arriesgarse a que su pareja lo necesitara en esa nave, aunque ya estaba muerto.

— ¿Por qué no me disparas? ¿No era eso lo que querías? ¿Desacerté de mí?

Tygus apretó los dientes pero no disparo, como siempre el director había pensado en aquella posibilidad con mucha anterioridad, debía suponer que si lo quería muerto simplemente lo hubiera matado en el acto, sin demora alguna, pero que la remota posibilidad de abandonar a Leo a su suerte era algo a lo que no estaba dispuesto a arriesgarse.

— ¿Dónde está Leo?

En esta ocasión el cachorro parecía mucho menos agresivo, mucho más dócil, no era nada tonto y sabía que con los sistemas de la nave muertos no había forma alguna en que diera con su compañero sin su ayuda, ya fuera que siguiera con vida o hubiera muerto, como se lo informo desde un principio.

— Primero dame las armas, todas las que traes.

Tygus no le entregaría sus armas, no se arriesgaría a ser traicionado por un felino que sabía quería vengarse por la muerte del que decía era su compañero, momento que aprovecho el director para colocar una daga debajo de su cuello, una de las armas que él mismo había guardado celosamente, una que el menor pudo reconocer con mucha facilidad.

— ¿No creerás que dejare a un animal rabioso sin un adecuado bozal?

Tygus no se inmuto, no le demostraría temor como tampoco le entregaría sus armas, no cuando su compañero podía necesitarlo si lo que decía era cierto, si acaso mentía, el director quería tenderle una trampa, una en la cual no caería, después de todo sus intenciones siempre fueron las de ponerlo a dormir.

— Estuviste en mi casa.

Pronuncio observando fijamente la daga, apuntando en la dirección del anciano, pegando su cañón en contra de su costado, acercándose un poco más a él, permitiendo que percibiera el aroma de Leo sobre su lustroso pelaje, el que parecía ser tan suave como el de un gatito.

— Hice un largo viaje para poder charlar contigo, proponerte un trato que nos traerá a ambos la grandeza, pero descubrí que lo primero que hiciste cuando Leo te encontró fue saltar a sus brazos, justo como un animal en celo.

Tygus gruño empujando al director con fuerza, no permitiría que lo insultara, no aquella persona que logro que Tigris perdiera la razón, que lo condeno con sus acciones a la esclavitud, quitándole cualquier oportunidad de paz o tranquilidad, que en ese preciso momento no tenía una razón para estar en aquella nave, a menos que fuera participe del secuestro de su cachorro.

— ¿Qué puedes ofrecerme tu que pueda interesarme?

Tykus retrocedió varios pasos, recordando la forma en la cual Tigris respondía a sus caricias, como este muchacho se sometía a los deseos de Leo, notando que los primeros signos de las fracturas hacían mella en el de otra forma impávido guerrero.

— ¿Los viejos tiempos?

La adrenalina que hasta ese momento le sirvió de calmante comenzaba a perderse con forme avanzaba el terrible dolor de su cuerpo magullado, tal vez a causa del temor de que su compañero estuviera muerto o la necesidad de controlar sus pensamientos en presencia del director, ignorar lo fácil que sería dispararle en esa cámara, el tigre de mayor edad no tenía ninguna oportunidad en contra suya.

— Cuando recuperemos las piedras de guerra del cuerpo de tu amado tendrás dos opciones, la primera ayudarme a construir un imperio felino en este planeta, la segunda acompañar a tu león en los brazos de la muerte, dejando huérfano al que dices es su hijo.

Aquellas opciones no podían ser pronunciadas como si le estuvieran haciendo un favor, eran la esclavitud en las manos del director, quien lo odiaba, o la muerte, dejando solo a Claudius, quien ya había sufrido suficiente por culpa de su pasado.

— Prefiero servirle a Lord Mum-Ra antes que a ti, pero eso ya lo sabes, solo eres un anciano sin nada que ofrecer que valga la pena.

Tykus rió al escuchar su respuesta, sabía que aquello era una mentira, pero aun así como queriendo hacer las paces con el menor levanto las manos delante suyo, esperando que con ese gesto simplemente ignorara que toda su vida trato de condenarlo a la humillación, quitarle toda clase de orgullo y que disparo en su contra cuando lo único que deseaba era estar al lado de su compañero.

— No te creo, hiciste demasiados sacrificios para ser libre de su dominio, justo como Tigris, creando a tu propio señor para ser libre.

Tygus no entendía de que le hablaba, pero ni siquiera le importaba, lo único que deseaba era encontrar a Leo, si es que su compañero estaba herido como él se lo había dicho estaban perdiendo demasiado tiempo valioso y aunque sabía que estaba siguiendo una trampa puesta por el director, aun así no podía arriesgarse a que Leo permaneciera más tiempo en la nave, sin recibir ayuda médica.

— ¿Prefieres ser esclavo de la bestia que mi aliado? ¿Por eso protegiste a Leo todo este tiempo? ¿Por eso me seguirás aunque no creas una sola palabra de lo que digo?

El director comenzó a moverse, dándole la espalda, regresando justo por donde había llegado, esperando que lo siguiera, probablemente creía que no podría defenderse, estaba demasiado malherido, demasiado cansado, pero aun así no estaba indefenso, siempre había una forma de resguardarse de un enemigo que te subestimaba y sabia por experiencia propia que disparaba mucho mejor y más rápido que cualquiera, sin contar que su juventud actuaba a su favor si el anciano tigre quería enfrentarse a él en una pelea cuerpo a cuerpo.

—Yo protegí a Leo sin saber quién era él o que se enamoraría de mí, sólo para que nadie me arrebatara mi espíritu después de todo lo que me quitaron, aunque no lo comprenderías, solo soy un animal rabioso para ti, algo que debe ser encadenado o puesto a dormir y te sigo, porque no puedo arriesgarme a que no hayas mentido, no puedo dejar a mi compañero sólo en las profundidades de la nave.

Tykus se detuvo algunos instantes, pero siguió adelante, notando que el capitán mantenía una estricta distancia de cinco pasos, sus ojos fijos en él, su boca cerrada, sus manos a sus costados, sin demostrar ninguna clase de sentimientos los largos minutos que transcurrieron alejándose de la sala del trono, adentrándose en la nave, buscando el sitio donde yacía el cuerpo del primer Señor de los Thundercats.

— No tienes ninguna razón para estar en este lugar, a menos que hayas llegado con los traidores, acompañado de Bengalí.

De pronto se detuvo, parecía que tenía algo que decirle porque se relamió los labios, ya habían pasado varios minutos de un silencio que lo estaba volviendo loco, que se le hacia una eternidad, así que cualquier cosa que dijera el cachorro era recibida.

— Sé que mi cachorro está a salvo, pero si mi compañero resulta lastimado de alguna forma anciano inmundo, yo te matare con tu propia espada, hare que recuerden quien era yo y se arrepientan por quererme de regreso.

Tygus pronuncio cuando comenzó a desesperarse, su compañero no aparecía por ningún lado, como si se lo hubiera tragado la propia nave.

— Primero serás tú, después ese traidor albino y al final, cada uno de los que participaron en la destrucción de mi familia.

De pronto fue empujado contra la fría barrera de metal, recibiendo un fuerte golpe en la cabeza, el cual resintió las dos costillas que tenía rotas, logrando que se quejara en voz alta y cayera una de sus armas al suelo con un pesado sonido metálico.

— ¡Sin Leo al único que tienes es a mí!

Tras decir aquellas palabras se apodero de los labios de Tygus, silenciando cualquier respuesta que estuviera a punto de darle, sujetándolo de la cintura, pegando su cuerpo al suyo con una posesividad que rayaba en la locura, de la cual no tenía derecho alguno, todo ese tiempo escuchando los canticos de la espada.

Al sentir las desagradables caricias en su cuerpo Tygus mordió la boca del director al mismo tiempo que le propinaba un rodillazo en el estomago con toda la fuerza que podía reunir, logrando que retrocediera varios pasos.

— ¡Prefiero servirle a Mum-Ra! ¡A cualquier otro antes de a ti!

Respondió limpiando sus labios de la saliva y de la sangre del tigre de mayor edad, lo había mordido para poder alejarlo de su cuerpo, respirando hondo, dispuesto a defenderse ante un nuevo ataque del director, quien sonrió sintiendo que la sangre recorría su barbilla al mismo tiempo que trataba de recuperar algo del aire perdido.

— ¡Ahora entiendo porque los vuelves locos!

Tykus sonreía en vez de estar furioso por esa respuesta, relamiendo su propia sangre, mirándolo con una sonrisa que le hizo estremecerse, aparentemente las palabras de su antiguo amo eran ciertas, el director deseaba esclavizarlo, pero antes de que pudiera hacerlo pelearía con todo lo que podía dar, no permitiría que le arrebataran su paz, ni su tranquilidad, ni soportaría que lastimaran a su familia, no cuando podía evitarlo eliminando a todos aquellos que quisieran hacerlo con anticipación, debía tener la ventaja, esa era una regla que Tigris le hizo memorizar y comprender.

— ¿Por qué Leo estaba dispuesto a enfrentarse a quien fuera para mantenerte seguro? ¿Sabes que por poco arruina nuestra rebelión diciéndote de ella?

Tygus retrocedió un paso, de pronto se sentía como un imbécil, no debió creer una sola palabra del director, si no quería matarlo, entonces quería violarlo, parecía que había perdido la razón si le interesaba mucho más en buscarlo a él, creyendo que le obedecería, antes de recuperar las piedras de guerra, todo ese tiempo con esa aberración colgando de su espalda emitiendo una energía morada que parecía solo el podía ver.

— ¡Quería que tu, tu, fueras parte de ella! Se moría por decírtelo creyendo que le obedecerías, que no lo entregarías a tu amo, el verdadero. Pero tuve que convencerlo, enseñarle que eras el amante de Lord Mum-Ra, que tu amor por él era tan fuerte que hacías lo que deseaba, calentabas su cama, te disfrazabas sólo para él, te maquillabas, hacías cosas que nunca harías por nadie más. ¡Después de todo se te educo para obedecer órdenes, no sirves para otra cosa, eres un inútil, un objeto creado para servirle a esa criatura y ahora sólo eres sus sobras!

Tykus desenfundo su arma pero no la utilizo en su contra, sino que le dejo caer al suelo, después siguió su daga, parecía que el mismo estaba desarmándose, el menor apretó los dientes, entrecerrando los ojos, atento a todos los movimientos del anciano.

— ¡Lo dices como si debiera sorprenderme, siempre has tratado de destruirme, aun cuando estuve a punto de permanecer con mi compañero, tu nos separaste, lo que no entiendo es por qué has cambiado tu odio por lujuria!

El tigre de mayor edad asintió más para el que para Tygus, como si escuchara palabras invisibles que le decían que hacer, estirando su cuello, como si estuviera dispuesto a enfrentarse a él, como si de verdad creyera que de pronto se enfrentarían en una lucha cuerpo a cuerpo, tal vez esperaba derrotarlo, según él su amante estaba muerto, así solo era cuestión de someterlo a su voluntad, marcarlo para él, un acto que muchos trataron de realizar sin saber en lo que se metían, que los rumores eran ciertos, pero que sólo Leo logro realizar con éxito.

— Siempre has despertado lo peor de quienes te rodean.

Tygus apretó los dientes, tal vez aquellas palabras eran ciertas, tal vez si despertaba lo peor de quienes le rodeaban, pero ese no era su problema, era el de los demás y por lo tanto ellos tendrían que sufrir las consecuencias de sus indeseadas intenciones, durante su juventud destrozo varios huesos, ahora no se molestaría con mancharse las manos de sangre solo para poder protegerse a él y a su cachorro del peligro, de los felinos que se atrevían lastimar cachorros inocentes, a su pequeño con tal de llegar a él.

— ¡Tigris te amaba!

Le dijo esperando que aquella información lo desconcentrara ligeramente, no podía haber olvidado por completo a su compañero, observando cómo las pupilas de Tykus se dilataban, estaba a punto de atacarlo, pero se detuvo repentinamente al escuchar esas palabras, como si recibiera un golpe físico.

— ¿Eso te dijo?

Pregunto relamiéndose los labios, parecía que no lo creía, o que tal vez creyera que solo estaba mintiendo, pero Tygus vio la desesperación que consumía a Tigris con cada nuevo rechazo.

— ¡Todo lo que me hizo fue por ti! ¡Para estar contigo!

Tygus apretó el gatillo disparando junto a la cabeza del director, quien retrocedió varios pasos, esta vez era el anciano quien parecía temer las represalias que tomaría en su contra, su rostro estaba crispado por la furia que sentía, la imperativa necesidad de protegerse para no dejar solo a su cachorro.

— ¿Y tú le creíste?

Pregunto lleno de recuerdos, sus ojos parecían nublados, su boca era una dolorosa mueca de arrepentimiento y dolor, no la clase de expresión que esperaba de alguien que destruyo la cordura de su maestro, porque se negaba a llamarle padre, ningún progenitor podía ser tan malvado como lo fue Tigris.

— ¿Me parezco tanto a él que nos confundes? ¿Por eso me odias y me deseas?

Pregunto Tygus fijando su vista en la espada de Plundarr, la que brillaba a sus espaldas, rodeada de resplandeciente energía muerta, llamando por su amo, a quien sentía en su mente, observando aquella escena con demasiado interés, disfrutando de cada segundo que transcurría, notando que el director seguía perdido en sus demonios, recordando tal vez instantes que compartieron juntos, las ocasiones en las cuales desprecio a Tigris de formas tan crueles que lo marcaron de por vida, que le hicieron temer que Leo haría lo mismo.

— ¿Por eso ahora que Tigris esta muerto no puedes más que recordarlo en mi? ¿Convertirme en él? ¿Crees que yo podre amarte como Tigris nunca lo hizo? ¿Cómo yo amo a Leo?

Tykus fijo su vista en el menor, recordando a Tigris en sus hirientes palabras, en su voz controlada y en su firmeza, en su frialdad, su furia controlada, confundiéndolo por unos instantes haciéndolo creer que se trataba de su antiguo amante y no del muchacho que hasta donde había visto era demasiado compasivo para su propio bien.

— ¡Si tratas de tocarme de nuevo te arrancare las manos!

No era que hubiera tenido algo que ver con su entrenamiento, pero debía admitir que un comandante con esa visión, esa lengua de plata y esa belleza serian de envidiar, una vez que comprendiera que solo le quedaba su compañía como consuelo tras la muerte de su compañero.

— Por el contrario, se exactamente quién eres y créeme, no quiero que seas como él.

Thundercats-Thundercats-Thundercats

Leo ingreso en la sala del trono, había logrado derribar las puertas, cruzar el largo espacio que lo separaba de su compañero, seguro que querrían llevarlo a la sala del trono, esperando verlo en aquel sitio, frente a la criatura, la cual destruiría apenas tuviera una oportunidad.

Nunca volvería a tocarlo, no mientras que siguiera con vida, lo protegería hasta su último aliento de quien fuera, sin importarle lo que tuviera que hacer o los espacios que tuviera que atravesar, aun la misma muerte ni el tiempo podrían alejarlo de Tygus.

—Te lo advertí, pero no me escuchaste, y lo único que has logrado es que lo lastimen.

Pronunciaron a sus espaldas, parecía que Bengalí seguía presente en la sala del trono y que se creía con el derecho de cuestionar sus acciones, de culparlo por todo el dolor que su compañero había tenido que soportar.

— ¡Bengalí!

El tigre albino le miro fijamente, sus ojos azules parecían estar hechos de hielo, pero su odio era casi palpable, tan duro como un tempano, estaba armado con un rifle de plasma, el cual tenía apuntado en su dirección, en la punta podía ver un resplandor verde.

— Tú lo echaste a perder, como la dichosa manzana podrida de las canastas y lo peor de todo es que Tygus parece no comprender lo que rechaza sólo por tu compañía.

Leo aun sostenía la espada en sus manos y logro desviar el plasma del rifle, el cual fue a estrellarse contra una de las paredes de la sala del trono, Bengalí sin darse cuenta siguió atacándolo, disparando una vez tras otra hasta que su rifle se quedo sin carga.

— Habría sido inmortal, la contraparte de nuestro amo, pero no, prefiere ser tu esclavo.

Bengalí parecía no entender que el portaba las piedras de guerra, que Tygus era libre de caminar el sendero que eligiera, su destino le pertenecía a él, a nadie más, su amor era puro, era aquello que los mantuvo en pie durante los peores momentos de su vida, no esclavizaría a su amante ni a él a un destino sirviéndole a la oscuridad del universo.

— ¿Dónde está él, Bengalí?

Al terminarse la carga de su rifle Bengalí dejo caer su arma al suelo, esperando el golpe final que vendría de la espada de Leo, había fallado, permitido que Tygus eligiera un camino que nunca debió andar, que destruyeran a su amo cuando la información de Torr se perdió junto con él, fracasado al tratar de liberar a su querido señor, quien ya no le hablaba desde que su hermano pisó aquella nave, nada de lo que hiciera sería suficiente para recibir la gloria que Tygus rechazaba.

— ¿Por qué debería decirte?

Leo rugió, un sonido que reverbero en aquella sala, al mismo tiempo que se lanzaba contra Bengalí, moliéndolo con sus puños, tratando de obtener algo de información, que suplicara porque se detuviera, pero el albino simplemente guardo silencio, logrando que se controlara, alejándose unos pasos, sosteniéndolo del cuello.

— ¡Porque te matare si no lo haces!

Bengalí llevo su mano a su nuca pensando en alguna respuesta, creía que Leo podría quitarle aquella bomba de su cuello, pero para eso tendría que darle algo que deseaba, como la posición exacta de Tygus, quien para ese momento ya debía saber que su compañero seguía con vida para la sorpresa del director.

— Tykus me matara de todas formas si te ayudo, fue su idea todo esto, cree que no estás capacitado para gobernar, cosa que no me sorprende.

Leo utilizando toda su fuerza cargo a Bengalí, arrastrándolo en dirección de la estatua del buitre, empujándolo hasta que estaban a unos cuantos centímetros del final de la plataforma, estaba dispuesto a dejarlo caer si no le decía lo que sabía.

— Sabes que no me tocare el corazón para matarte Bengalí, así que mejor dime donde esta Tygus, a donde lo lleva ese traidor, que desea con mi compañero.

Bengalí se sostuvo de las manos de Leo por unos instantes, pensando en darle las respuestas que tanto necesitaba el antiguo comandante, pero no lo hizo, prefería separarlos, aunque aquello significara entregarlo a los brazos de ese desagradable anciano.

— ¡Quiere quebrantarlo, igual que tú, destruir el arma perfecta que Lord Mum-Ra creo en el pasado, pero yo no los ayudare a ello!

Leo al ver que su amenaza no funciono como lo esperaba lo lanzo al interior de la plataforma, acercándose a él con pasos rápidos, colocando su pie en su cuello, inmovilizándolo cuando la espada, con su imposible filo, descanso a unos cuantos milímetros de su pecho.

— ¿Qué sabes tú de Tykus? ¿Qué desea de mi compañero?

Cambio las preguntas, seguro que Bengalí no le brindaría ninguna clase de ayuda, al menos esperaba comprender cuál era la razón de ese traidor al fijarse en su compañero, cuando todos esos años quiso destruirlo.

— Quiere convertirlo en un remplazo del que perdió, en una copia exacta de Tigris.

Thundercats-Thundercats-Thundercats

Tygus se agacho donde se suponía que se encontraba su compañero, debió suponerlo, aquello era una trampa, Leo no era tan débil como para ser derrotado por el director, aunque su sorpresa al ver que lo habían perdido fue mayúscula, casi convenciéndolo de que sus mentiras eran verdaderas.

Nuevamente vio dos ojos rojos en la oscuridad, los que solamente podía ver él, tal vez porque solo estaban en el plano astral, la criatura había vuelto, su sonrisa seguía helando su sangre, mas aun porque seguía siendo esa decrepita criatura, su verdadero ser.

”Mátalo, mi cachorro, antes de que él se apodere de ti”

Tygus se levanto con lentitud, ignorando a la criatura, observando al director por arriba de su hombro, este esperaba que se movieran, debían buscar a su compañero según dijo, Leo tal vez logro sobrevivir al golpe, una caída demasiado grande, cuyo impacto mataría a cualquiera.

”Arrebátale mi espada, Tygus, véngate por lo que esta criatura piensa hacerte”

Este de pronto sujeto el mango de la espada de Plundarr, midiendo sus movimientos, Tygus al mismo tiempo desapareció, esquivando un disparo que casi logra darle en la pierna, parecía que el director había cambiado de opinión y ya no quería tenerlo de su lado.

”Mátalo, destrúyelo, no lo dejes escapar”

Tygus no estaba obedeciendo las ordenes de la criatura, que se limitaba a observarlos desde el plano astral, utilizando sus propios ojos para ver los frutos de su esfuerzo, hurgando en su mente, buscando una forma de hacerse con su voluntad.

”La espada debe ser tuya, no de ese miserable traidor”

El capitán comenzó a dispararle a Tykus, quien usaba la espada como barrera, evitando cada uno de los impactos, retrocediendo varios pasos, cada vez que una nueva bala de plasma era proyectada desde el rifle o la pistola, delatando su posición pero no por mucho tiempo.

— ¿Dónde estás?

Pregunto casi cortando el cabello de Tygus, quien se movió apenas a tiempo para evitar su golpe, sus armas comenzaban a quedarse sin energía, obligándolo a realizar un ataque mucho más directo.

”Deja de jugar cachorro, recupera la espada”

Tygus se detuvo unos instantes, volteando, aun mantenía su camuflaje y por eso pudo ver a la criatura sentada en un trono monumental, recargada en sus nudillos, detrás de él estaban cuatro sombras, los espíritus del mal, sus ojos parecían enfocados en su persona, como si ese combate les divirtiera.

— ¡Sólo eres un cobarde!

Por un momento pensó en alejarse, abandonar al anciano en esa nave, buscar a su compañero y regresar a Thundera, olvidarse de su pasado, como en el clan, permitiendo que su familia estuviera en peligro.

”Nunca podrás olvidarte de tu pasado, cachorro, nunca serás libre si no matas a este traidor”

La criatura tenia razón, por mucho que lo negara, la única forma de ser libre era destruir a todos tus enemigos, ganarse el respeto de los demás, sino era por amor, entonces seria por miedo, miedo a lastimar a sus seres queridos a casusa de las consecuencias que eso les acarrearía, Tykus sería un ejemplo, una muestra de lo que era capaz, de lo que el viejo capitán podía lograr con muy poco esfuerzo.

Con un rápido movimiento logro colocarse muy cerca del director, propinándole una fuerte patada con el dorso del pie, logrando que perdiera momentáneamente control sobre la espada.

El director ataco en su dirección, esta vez disparándole, escuchando sus pasos, como se movía a su lado, colocándose a sus espaldas, golpeando sus hombros con ambos puños, entumeciendo sus brazos, para después propinarle una patada justo por debajo de la rodilla, tirándolo al suelo.

La espada cayó de sus manos, disminuyendo su tamaño inmediatamente, momento que Tygus utilizo para perder el camuflaje, sosteniéndolo del brazo que tenía el guantelete, el cual parecía ronronear al tenerle cerca.

— ¡No volverás a acercarte a mi familia!

Pronuncio tratando de lanzarlo en dirección de la pared, pero Tykus no era ningún inútil y le dio un puñetazo en la unión del brazo y su cuello, el que logro que lo soltara, para después propinarle un rodillazo en la espalda, que lo alejo de su cuerpo, lo suficiente para que pudiera retroceder algunos pasos.

Tygus cayó junto a la espada, la cual le hablaba, pidiéndole que la utilizara, que destruyera a sus enemigos con su poder, dándole la fuerza necesaria para defender a su familia, para que su cachorro estuviera a salvo, aun su compañero.

”Debes usarla, usa esa espada y mátalo”

Los ojos de Tygus momentáneamente cambiaron de color, por uno rojizo, un tono que casi imitaba al de la criatura, el que apenas duro unos instantes, los mismos que se tardo en apoderarse de la espada de Plundarr, la que brillo con intensidad en sus manos, transformándose casi inmediatamente.

“Obedece cachorro”

El director aun sostenía el guantelete pero jadeo al ver como todo Tygus cambiaba de momento, su ojo antes dorado ahora tenía un aura sangrienta, un ligero tono rojizo que le confería un tono cobrizo al dorado de sus iris, el cual casi competía con el color de su implante, su rostro no mostraba ninguna clase de piedad, solo ira contenida, sus dientes estaban apretados, sus orejas ligeramente bajas, pero lo que le helo la sangre fue que repentinamente a sus espaldas podía verse un león de color azul, cuyos ojos rojos no podían ser otros más que los de la criatura, la cual sonreía complacida.

— ¡Mátalo, destrúyelo, véngate de todo lo que te ha hecho!

Tygus estaba atrapado en el plano astral, apenas reconocía su propio mundo, lo único que estaba en su mente era la venganza, debía matar a Tykus, después a Bengalí, su cachorro debía estar seguro, su compañero también, su león, su fuerte y poderoso león.

Thundercats-Thundercats-Thundercats

Leo sintió el cambio en el plano astral, una sensación nueva y atemorizante, que casi logra derribarlo al suelo, pero se mantuvo fuerte, debía llegar con su compañero, estaba seguro que lo necesitaba.

Tykus había llevado a su amante al sitio en donde el cayó, creyendo que al mostrarle su cuerpo sin vida perdería toda fuerza para luchar, que lograría dominarlo utilizando su dolor, aquella imagen se la mostro la espada, el ojo del augurio.

Pero lo que no le mostro era que la energía de Plundarr se incrementaba con forme pasaba el tiempo, que el plano astral amenazaba con engullir a su compañero, y que la criatura seguía susurrando insidiosas mentiras en sus oídos, tratando de hacerlo obedecer, caer en el abismo de la locura.

Aun así lo sentía, sentía el dolor de su amante, como su alma clamaba por ayuda, su psique estaba a punto de romperse, de derramarse como un vaso de agua, llevándoselo con ella.

Mostrando lo poderoso que era, lo terrible que era su don si no podía controlarlo, el cual sentía aun a esa distancia, como si tratara de llamarlo a él, recuperar sus barreras, las que fueron destruidas en un instante.

De pronto escucho una risa, un sonido que jamás olvidaría, esa voz, aquel eco dimensional era la voz de la criatura, seguía atrapada, no obstante, en el plano astral era libre, aun buscaba a su compañero.

Las pesadillas debían ser la forma en que se comunicaba con él, ni siquiera en sus sueños estaba seguro, seguía fallándole, parecía que nunca podría protegerlo.

Thundercats-Thundercats-Thundercats

El guantelete y la espada estaban forjados con la misma esencia, alimentados con la misma fuerza, eran iguales en todos los sentidos, así que aunque Tygus lo atacaba con la espada podía rechazar sus fuertes golpes con el guantelete, aun la energía que expulsaba con cada movimiento.

No así su rapidez o su juventud, Tygus era demasiado ágil, demasiado fuerte, con cada grácil movimiento lograba hacerlo retroceder un paso más, orillándolo al barandal que protegía esa plataforma, acercándolo a lo que sería una muerte segura.

— ¡No tengas piedad mi hermoso muchacho!

Tykus se dio cuenta que no podría seguirá resistiendo sus embistes, escuchando las palabras de la bestia, las que aun para el eran demasiado fuertes, casi como si estuviera presente en aquella nave y no fuera solo una ilusión.

Así que retrocediendo varios pasos salto a la otra plataforma, la que estaba debajo de ellos, utilizando la oportunidad que Tygus le dio al cortar uno de los barrotes del barandal, del cual se desprendió una nube de polvo acumulado por varios años de abandono.

Tygus gruño e intento seguirlo, pero la voz en su cabeza se lo impidió, la criatura con su apariencia leonina lo sujeto de los hombros, llamando su atención.

— ¡Libérame y te ayudare a proteger a tu familia!

El tigre llevo una mano a su cabeza, cerrando los ojos, sabía que no debía hacerlo aunque la razón ahora pareciera difusa, como su deseo por lastimar al director, por matar a Bengalí, se sentía perdido en su propia mente.

— ¡Sabes que solo yo puedo protegerte, mi pequeño, sabes que solo a mi me importas!

Tygus trato de soltar la espada pero fue castigado con una fuerte descarga eléctrica que lo tiro al suelo, con una rodilla en el suelo, utilizando la espada como un bastón, la cual seguía mostrándole imágenes de su cachorro en peligro, de su león asustado, herido en esa nave, llamándolo por su nombre.

— ¡Solo utilizando las cámaras podrás encontrarlo!

A diferencia de la espada del augurio la espada de Plundarr solo podía mostrar imágenes sangrientas, todas ellas pesadillas, efigies que nunca sucederían, que podrían enloquecer a su portador, doblegarlo a su voluntad.

— Se está muriendo y tú no harás nada por ayudarlo, reinicia la computadora, debes buscar a tu león, tu compañero te necesita.

La espada había sido creada con la muerte de millones de inocentes, con la energía de la galaxia, era un ente maligno, una obra de maldad que solo podía mostrar imágenes funestas, pesadillas que solo una criatura sin alma y sin remordimientos podía manejar, por eso Mum-Ra era el indicado para llevarla, porque su energía había pasado a ser una con los cuatro espíritus del mal, el era su amo y podía comandarle que orillara a su cachorro a la locura, que lo hiciera obedecer tratando de salvar a su compañero.

— Sí, Lord Mum-Ra.

Thundercats-Thundercats-Thundercats

Leo se detuvo a la mitad de una intersección, hasta ese momento sabia cual camino debía tomar y sin embargo, de pronto fue como si debiera estar en otro lugar, estaba corriendo al lugar equivocado, no eran las profundidades de la nave a donde tenía que dirigirse, sino hacia los primeros niveles, los cuartos que alguna vez le pertenecieron a su clan y después al de su compañero.

— ¡Espada del augurio quiero ver mas allá de lo evidente!

El ojo del augurio le obedeció, mostrándole una imagen de su compañero portando la espada del Plundarr, solo la espada sin el guante, presionando los botones de la computadora de su habitación.

Una larga clave que de pronto reinicio todos los sistemas, liberando a la criatura, que se abrió paso en su sala del trono, riendo por su victoria, llamando a la espada, la cual rodeaba con su energía la muñeca de su compañero como si fuera un grillete.

Sus ojos estaban fijos en la nada, parecía encerrado en su propio mundo, su mente se había perdido en algún instante entre el ahora y el después, su compañero lo necesitaba, más que nunca.

Debía llegar a él cuanto antes, evitar que cumpliera las órdenes de la bestia, mostrarle que estaba vivo, que nada en el mundo podría alejarlo de él.

Thundercats-Thundercats-Thundercats

Tykus comenzó a correr en dirección de la habitación de Tygus, debía evitar que cumpliera las ordenes de la criatura, no podían permitir que despertara y se daba cuenta que aquello era su culpa.

Debió recoger las piedras de guerra, asegurarse que Leo hubiera muerto y después buscar al cachorro, a quien aun ahora lo seguía su clan sin hacer preguntas.

Sin la espada su mente estaba menos nublada, sus pensamientos eran mucho más coherentes, ahora se preguntaba porque estaba tan obsesionado del cachorro, porque arriesgar su victoria solo para poder someterlo a su voluntad.

Como creyó posible que Tygus lo obedecería así como así, primero debía ganarse su confianza, después su amistad, al final su cuerpo, una tarea lenta, demasiado ardua para una persona de su edad, en la cual no estaba interesado, no realmente.

Aun así se daba cuenta que envidiaba a Leo más que a nada en el mundo, el pudo tener lo que él jamás tuvo, el muchacho no era una bestia rabiosa a punto de morder o atacar, no, era amble, era cariñoso, era sumiso con su compañero, era todo lo que Tigris nunca fue, al mismo tiempo, se comportaba como una bestia cuando lo acorralaban, tan letal como siempre lo supuso.

Tigris nunca quiso estar a su lado, no realmente, no al extremo en que Tygus quiso estar con su compañero, quien arriesgo todo por salvarle de las manos de la criatura, a quien convenció de abandonarlo, un acto del que ya no se sentía orgulloso.

Una infinidad de ocasiones le pidió que huyeran, tenía todas las herramientas para eso, pero nunca quiso escucharlo, jamás quiso desprenderse de las sobras que le daba su amo, prefería gobernar en el infierno que servir en el cielo, o en su caso, sobrevivir en el cielo.

Quería esa clase de afecto para él, ese amor sincero, ese compañerismo, lo necesitaba y mataría por él, aun ahora odiaba a Leo por su suerte, a Tygus por ser diferente a su amante, tanto que lo cautivo, convirtiendo su odio en deseo, ese deseo en admiración, a pesar de todo seguía siendo libre.

Se prometió en ese instante que conquistaría el afecto de Tygus, que le mostraría que un tigre era mejor compañero que un león, aunque estaba seguro que aquella promesa estaba vacía, que nunca podría cumplirla, no cuando esos dos muchachos estaban obsesionados el uno del otro.

Tykus se quito el guante y lo guardo en la bolsa que traía en el hombro, una mochila estándar que era ligera, pero demasiado resistente, tan elástica que triplicaba su tamaño con facilidad, hecha de finas cuerdas blindadas.

Al fin se había liberado de la insidiosa presencia de la espada de Plundarr, podía pensar con claridad y se daba cuenta que esta vez tendría que limpiar sus errores, había perdido la confianza de Leo, traicionado a todos los felinos, entregado a su compañero en una bandeja de plata.

Aunque ya era demasiado tarde para ello, Lord Mum-Ra pronto sería libre, ellos estarían condenados y Tygus volvería a sufrir su pesadilla, todo por culpa suya, por dejarse convencer por las insidiosas palabras de la espada de Plundarr, un ente que bien podría tener vida propia.

Thundercats-Thundercats-Thundercats

Tygus llego a su habitación, la voz de su amo seguía acosándolo, la energía de la espada de Plundarr modificaba poco a poco la imagen de su tatuaje, el dolor que sentía comenzaba a volverse insoportable.

La computadora estaba prendida, mostraba un holograma de la noche en que todo se perdió, cuando firmo su sentencia de esclavitud al asesinar a Tigris, notando por primera vez que aquello que mato a su padre no fue su arma, sino su don, la maldición que ahora mismo lo torturaba con imágenes sangrientas, con la voz de su amo, aun el ligero fantasma de sus manos recorriendo su cuerpo.

— ¡Libérame!

La espada seguía prendida a Tygus, como un parasito con su víctima, la energía le dolía demasiado, su mente estaba a punto de perderse, lo único que deseaba era silencio, paz, tranquilidad, lo único que le cumpliría su deseo era obedecer las órdenes del enorme león azul, cuyos ojos rojos parecían carbones encendidos.

Con su mano izquierda comenzó a ingresar en los programas principales de la computadora, buscando el que necesitaba para reiniciar los sistemas, seguro de que los reactores aun seguían funcionando, alimentando esa tumba con su energía.

— ¡No, Tygus!

Tygus escucho la voz de Leo como lejana, como si estuviera sumergido bajo el agua, aun seguía ingresando la secuencia de números que recordaba con demasiada claridad, una clave que ni siquiera la criatura recordaba.

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Leo trato de acercarse a Tygus, pero fue repelido por la fuerza de la espada de Plundarr, un golpe psíquico que derribo a su compañero junto con él, quien apenas pudo sostenerse de su escritorio para no caer al suelo.

— ¡El me pertenece!

Rugieron, una voz que no sonaba en sus oídos, sino en su mente, en el plano astral, esa era la criatura, la que aun tenía suficiente poder para controlar la espada de Plundarr, una aberración que debía ser destruida o escondida de cualquiera.

— Tygus, soy yo, Leo… estoy vivo.

Cerrando los ojos, aun sosteniendo la espada de Plundarr, trato de concentrarse en aquella voz, apretando su mano izquierda, la cual había tecleado la mitad de los números necesarios para reiniciar los sistemas de emergencia de la nave.

— No lo escuches, no lo hagas, no tienes porque hacerlo.

Tygus sonrió al escuchar su voz, enfocándose en sus ojos, en lo hermosos que eran, en su rostro amable, en su cabello, en cada detalle que lo había enamorado, su compañero estaba vivo, seguía con vida.

— Te vi morir, demasiadas veces…

Con cada paso que Leo daba en su dirección, la fuerza de las piedras de guerra y la pureza de su energía hacían retroceder a la criatura, cerrando el delicado portal que se había abierto, quitándole el control de su cachorro, quien se protegía en su compañero, en ese león traicionero que tenia la fuerza de voluntad para vencer a los espíritus del mal.

—Pero aquí estoy, mírame, estoy, contigo, para siempre.

Leo se detuvo a unos pasos de Tygus, llevando sus manos a las suyas, quitándole la espada de Plundarr de su mano derecha, sintiendo como la descarga de energía actuaba como el aguijón de un alacrán, tratando de evitar que liberara a su amante de su dominio.

— Mientras yo viva, tú estarás a salvo.

Tygus al librarse de la espada de Plundarr, volvió a respirar, la voz de la criatura apenas era un susurro, como el eco de un lenguaje desconocido, aun así las barreras de su mente eran casi inexistentes, demasiado débiles para que la criatura pudiera comunicarse con él en sus sueños o en esa tumba, provocando que se preguntara hasta donde llegaba la marca de su espalda, si acaso no ya eran uno, si no lo habían marcado para él de una forma mucho más permanente que su amante, por siempre, hasta que fuera destruido y aun así dudaba que pudiera ser libre.

— Tengo que terminar esto… debemos encerrarlo en este planeta, Leo, es la única forma de detenerlo por siempre.

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