Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Afecto. por Seiken

[Reviews - 20]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Afecto

Capitulo 23.
— No lo escuches, no lo hagas, no tienes porque hacerlo.

Tygus sonrió al escuchar su voz, enfocándose en sus ojos, en lo hermosos que eran, en su rostro amable, en su cabello, en cada detalle que lo había enamorado, su compañero estaba vivo, seguía con vida.

— Te vi morir, demasiadas veces…

Con cada paso que Leo daba en su dirección, la fuerza de las piedras de guerra y la pureza de su energía hacían retroceder a la criatura, cerrando el delicado portal que se había abierto, quitándole el control de su cachorro, quien se protegía en su compañero, en ese león traicionero que tenia la fuerza de voluntad para vencer a los espíritus del mal.

—Pero aquí estoy, mírame, estoy, contigo, para siempre.

Leo se detuvo a unos pasos de Tygus, llevando sus manos a las suyas, quitándole la espada de Plundarr de su mano derecha, sintiendo como la descarga de energía actuaba como el aguijón de un alacrán, tratando de evitar que liberara a su amante de su dominio.

— Mientras yo viva, tú estarás a salvo.

Tygus al librarse de la espada de Plundarr, volvió a respirar, la voz de la criatura apenas era un susurro, como el eco de un lenguaje desconocido, aun así las barreras de su mente eran casi inexistentes, demasiado débiles para que la criatura pudiera comunicarse con él en sus sueños o en esa tumba, provocando que se preguntara hasta donde llegaba la marca de su espalda, si acaso no ya eran uno, si no lo habían marcado para él de una forma mucho más permanente que su amante, por siempre, hasta que fuera destruido y aun así dudaba que pudiera ser libre.

— Tengo que terminar esto… debemos encerrarlo en este planeta, Leo, es la única forma de detenerlo por siempre.

Leo recargo sus manos en sus hombros, no entendía aquello de lo que hablaba Tygus, si acaso existía una forma de sellar esa nave o destruir los motores, aun así su compañero conocía detalles de aquella estructura que le eran ajenos, información que sólo Tigris poseía.

— ¿Qué es lo que planeas entonces?

Tygus cerró los ojos, momentos antes la información estaba clara en su mente, ahora parecía borrosa, aun así hasta ese momento comenzaba a comprender la razón por la cual Mum-Ra mato a su Tyaty, no sólo era por diversión ni para mostrar quien era el dueño de las almas atrapadas en esa tumba, lo hizo porque su maestro planeaba traicionarlo.

— Tigris planeaba algo, nunca supe qué, pero estoy seguro que podemos sellar esta nave por tanto tiempo como esta dure en pie.

Tigris era un felino de muchas caras, demasiadas, era un traidor y un asesino sin alma, tal vez no se conformaba con ser libre, sino que planeaba rebelarse a su manera, sin embargo, aquella información se la llevo consigo a su tumba, la forma en la cual esperaba vengarse de su antiguo amo.

— ¿Cómo planeas hacerlo?

Tygus se maldijo mentalmente, azotando sus puños contra la mesa, riéndose de lo absurdo y al mismo tiempo, de lo geniales que fueron los planes de Tigris, se había hecho con el control absoluto de la nave, todas las claves, todas las armas, de manera que de no haber muerto, no solo tendría los beneficios que le otorgaría él siendo su protegido, sino que además, podría vengarse de la criatura haciéndose imprescindible, tal vez hasta hubiera logrado hacerse con su compañero, con el control de la nave y relegado a la bestia de tal forma que solos sería una reliquia.

— Las claves que me dejo Tigris, pero el problema no es cerrar la tumba, el problema es no quedarnos en ella, solo tenemos treinta minutos para salir de aquí, tal vez menos.

Nadie querría quedarse en aquella tumba, tampoco los obligarían a ello, era imposible lo que Tygus le estaba proponiendo, a menos que el mismo quisiera permanecer en aquel sitio, sacrificándose.

— No dejare que te quedes aquí.

Tygus le miro como si tuviera dos cabezas, no permanecería en aquel sitio por nada del mundo, no se enterraría vivo solo para cerrar esa tumba, él no era un mártir y no pasaría sus últimos días de vida escuchando a la criatura.

— No lo hare, no me inmolare en este lugar, no estoy loco.

Leo guardo su espada y su guantelete, cruzando sus brazos tratando de pensar en alguna forma para cerrar esa tumba, al mismo tiempo que salían de aquel sitio, recordando que tanto Tykus como Bengalí seguían en alguna parte de esa nave, tendrían que buscarlos, informarles lo que estaba a punto de ocurrir.

— Tendremos que arriesgarnos entonces.

Tygus negó aquello con un movimiento de la cabeza, no podía sacrificar a Leo, tampoco abandonar a Claudius a su suerte, se había prometido que su cachorro no tendría que pasar por lo mismo que el paso.

— No, no podemos.

Pronuncio una voz detrás de su espalda, era el director, Tygus estuvo a punto de atacarlo, sin embargo, Leo se interpuso entre él y el tigre de mayor edad, quien los veía con esa mirada impenetrable.

— ¿Entonces qué propones?

Tygus aun estaba molesto, jamás podría perdonar a este felino, pero al mismo tiempo necesitaban encontrar una manera de asegurarle paz y prosperidad a las generaciones futuras, sólo cerrando la nave podrían evitar que otros quisieran revivir a la criatura, borrarla del mapa, como si nunca hubiera existido.

— Propongo que no olvidemos nuestro pasado, de dónde venimos, ya que podemos correr el riesgo de repetirlo.

Ambos esperaban una orden de Leo, parecía que aquella era su elección, sellar la nave, olvidar que alguna vez existió la criatura y su pasado como esclavos, o recordarla siempre, mantener la tumba abierta, custodiada, sin importar cuánto tiempo pasara, la respuesta no era sencilla pero debía tomar una decisión.

— Tú eres quien lo derroto Leo, la decisión es tuya.

Leo por primera vez no sabía qué hacer, qué decisión tomar, escuchar a Tygus o al director, olvidar o mantenerse preparado, ocultar las piedras, el libro del augurio, ignorar que el peligro seguía latente, ya que la criatura aun seguía viva, aunque debilitada o prepararse para el día en que pudiera liberarse.

— Sea cual sea esta.

Aquella fue la decisión más difícil que jamás realizo Leo y esperaba que las siguientes generaciones no lo culparan por ello, que lo perdonaran si se equivoco, aun así no creía que tuvieran otra opción, ambos tigres tenían razón, pero solo se podía realizar un acto, el cual, siempre lo atormentaría, haciéndole pensar si en realidad fue el correcto.

Thundercats-Thundercats-Thundercats

Panthera comenzaba a preocuparse por los tres felinos que entraron en esa nave, creyendo que algo malo ocurrió con ellos, nunca vio esa clase de mirada en los ojos del director, parecía distante, como si estuviera perdido.

Su mirada estaba fija en la puerta, esperando por el que saliera primero, había acomodado los cuerpos, incinerado sus cadáveres con algunas bombas piro plásticas que no dejaron más que cenizas de lo que alguna vez fuera la guardia leal a la criatura.

Claudius estaba a su lado, el pequeño quiso hacerse con un arma, solo para sentirse seguro, ella se la dio pero antes le quito las balas, no quería que se lastimara ni mucho menos hiriera a cualquier otro felino, aquellos que mato Tykus eran más que suficientes.

Thundercats-Thundercats-Thundercats

Bengalí había salido con anticipación, tratando de huir, notando que sus soldados no estaban por ningún lado, sabía que fueron asesinados, las piras de cenizas eran una muestra más que suficiente de lo que ese león era capaz.

Ignorando su derrota quiso apresurarse, llegar con el clan antes de que lo hiciera el traidor de su hermano, advertirle a los suyos, debían marcharse antes de ser los esclavos de Thundera, eso nunca, su orgullo era lo único que les quedaba.

Esperaba que Leo y Tygus se mataran mutuamente, pero eso no ocurriría, el destino siempre actuaba en contra de lo que esperaba, dándole la victoria a esa criatura que nunca tuvo derecho alguno de existir.

— ¿Dónde están?

Panthera estaba frente a él, a su lado Claudius, con un arma apuntándole, parecía que el mocoso no se dio cuenta que las balas ya no estaban, era inútil, solo una panacea, una falsa promesa de seguridad.

— Veo que te has convertido en una niñera.

Bengalí no le diría nada, aun así no veía porque debía controlar su lengua, insultar a esa traidora pantera, tratarla como la basura de la que se trataba, no era porque quisiera distraerla ya que en realidad no sabía que estaba pasando en esa estructura.

Bengalí después de recibir el furioso castigo del compasivo Leo, una golpiza que casi lo mata, se marcho, no esperaba que Panthera lo interceptara y a ella la odiaba tanto como a Leo.

— Antes eras una orgullosa guerrera.

Panthera apretó los dientes y respondió con un fuerte golpe que derribo al tigre albino, estaba cansada de su actitud altanera, había secuestrado a un niño, traicionado a sus amigos, intentado despertar a la bestia, lo menos que se merecía era unos cuantos golpes.

— Sigo siéndolo Bengalí, no te confundas.

El tigre albino se levanto limpiando la sangre de su boca, esperando recibir otro golpe de la pantera, quien le miraba furiosa, pero aun desconocía que era exactamente aquello que había pasado, no sabía quiénes estaban vivos, quienes fueran derribados, si acaso su amado rey seguía de pie.

— ¿Me mataras?

Ella no lo haría, no era su trabajo, aun así no estaba dispuesta a dejarle ir, no después de cometer tantos crímenes en contra de su especie, de su futuro, Bengalí no escaparía esta vez con tanta suerte como en el pasado.

— Veo que no.

Bengalí al ver que no le respondía trato de alejarse caminando, siendo detenido por la pantera, quien inmediatamente le coloco unas esposas parecidas a las que él utilizo con Tygus, un irónico castigo que le obligaría a esperar por el vencedor de lo que fuera que ocurría en el interior de la nave.

— No, no te matare, pero eso no significa que puedas marcharte así sin más, como el cobarde que eres.

Poco después recibió una patada tan fuerte que lo derribo, había perdido el sentido, caído en una postura que no era nada halagadora, la cual Panthera hubiera encontrado divertida si no tuviera que arrastrarlo hasta el interior del tanque, en donde esperarían por los sobrevivientes.

Thundercats-Thundercats-Thundercats

Los tres corrían en dirección de la salida, estaban seguros que Bengalí había abandonado la nave mucho tiempo atrás, cuando apenas tuvo la oportunidad de hacerlo, era fácil, solo caminar por la puerta, nadie lo estaba esperando.

Leo trataba de actuar como una barrera física entre ambos tigres, aunque Tykus recibiría un escarmiento por lo que hizo no podía enterrarlo vivo, mucho menos cuando el mismo sabía que tan difícil era ignorar las voces delirantes de las espadas.

Era imposible de ignorar, obedecías sus ordenes, aun Tygus debía aceptar que por un momento actuó fuera de sí, casi liberando a la bestia, condenándose a él y a todos los demás a una nueva guerra.

Tykus trataba de ignorar que había tratado de asesinar a Leo, ignorado las piedras de guerra, la espada del augurio, el porqué de su absurdo error, todo por culpa del capitán, quien casi logra destruirlo, asesinarlo como lo hizo con su compañero.

Aun lo deseaba, eso era cierto, pero se daba cuenta que lo que le gustaba era su parecido con Tigris, las rayas, el color, su voz, aun su forma de pensar cuando se lo proponía era parecida a la mente de su amante.

Tygus corría a un lado de Leo, podía ver como este trataba de protegerlos a ambos, evitando que se mataran mutuamente, sin embargo, aun pensaba en la forma en que podría dañar al director, tal vez dispararle en el tobillo, empujarlo de cierta forma para que cayera, restándole tiempo, encerrándolo en su tumba.

Pero Leo no lo perdonaría por eso, no quería que volviera a mancharse las manos con sangre, lo supo cuando trato de atacar al director apenas tomaron la decisión que seguiría su raza, todas las razas de Thundera.

La espada de Plundarr yacía en un costal junto al guantelete, guardaba silencio, como si se tratase de cualquier artículo, un arma sin mente propia, un objeto mas forjado para la guerra, el cual no funcionaba sin su portador, tal vez como un parasito esperaba el momento oportuno para atacar.

Tykus de pronto se detuvo a la mitad del camino, escuchando una voz o tal vez observando una aparición, lo que fuera aquello, logro que se detuviera, que casi comenzara a caminar en la dirección que le llamaba.

— ¿Tigris?

Tigris estaba muerto, Tygus había ordenado que lo incineraran la misma noche que le disparo, por eso se pregunto si acaso no era un último truco de la bestia o tal vez, el director había terminado de perder la razón.

— ¡Tigris está muerto, sabes que yo le dispare!

Leo se acerco a él dispuesto a llevarlo consigo, cargarlo de ser necesario, sin embargo, parecía que aquellas palabras fueron suficientes para Tykus, quien comenzó a correr, siguiendo su camino, ignorando aquello que llamo su nombre.

Tygus paso una mano por su cabello, tratando de escudriñar la oscuridad, en momentos como esos extrañaba su implante, aquella maquina era realmente útil en el campo de batalla o en momentos como esos.

— ¿Tygus?

El tigre retrocedió unos pasos, sacudió cualquier pensamiento que hubiera pasado por su mente y comenzó a correr, ninguno quería permanecer en aquella nave, no cuando las puertas se cerrarían en cuestión de minutos, aunque Leo no quería olvidarse de su pasado tampoco estaba dispuesto a permitir que cualquier otro ingresara en la tumba con la misma facilidad que ellos.

— Ya voy, solo quería asegurarme que no hubiera nadie en ese pasillo.

Leo asintió, sabía que aun existía la posibilidad de que Bengalí quisiera inmolarse con su amo, pero ese gato no era quien estuviera dispuesto a realizar ninguna clase de sacrificio, por mucho que hablara a favor de la bestia, no movería un dedo por ella a menos que le conviniera de alguna forma.

Aquella distancia nunca les había parecido tan larga a ninguno de los tres, pero ahora que debían recorrerla en cuestión de minutos, en menos de una hora, parecía casi interminable, como si por cada paso que dieran el oscuro pasillo triplicara su tamaño, haciéndolo imposible de librar.

De pronto las puertas comenzaron a cerrarse una por una, las lámparas que iluminaban su camino comenzaron a apagarse con cada paso que daban, dejándolos en un mundo oscuro, el cual apenas era iluminado por la luz que provenía de la entrada, la cual seguía abierta, como señalándoles el camino.

Cada puerta que se cerraba sonaba como un trueno, como la pisada de un gigante, un cañón que retumbaba en sus oídos, transmitiendo su odiosa melodía hasta el centro de su alma, recordándoles la necesidad de moverse con mayor velocidad si acaso querían volver a ver la luz del día.

Las puertas comenzaron a cerrarse, con tanta lentitud que casi parecían burlarse de sus intentos, el primero en salir fue Tykus, quien casi cae por la empinada pared, cuya monumental altura provocaba vértigos aun en el más valiente de los felinos.

Leo fue el siguiente, quien se detuvo a unos cuantos centímetros del casi precipicio de arena que los esperaba, sujetándose de la estructura de la nave con las garras de su guantelete, acostumbrándose a la luz del sol, que brillaba sobre sus cabezas, calentando sus cuerpos.

Tygus fue el último en salir, apenas había suficiente espacio para los tres, pero agradeció sentir la luz de sol sobre sus cabezas, al fin estaban afuera, justo a tiempo para escuchar como la ultima puerta se cerraba a sus espaldas con un sonido que les recordó el eco de una galaxia explotando, de una bala disparándose o un cuerpo cayendo sin vida, todos ellos momentos de los cuales querían olvidarse, pero que de alguna manera siempre les atormentarían.

Thundercats-Thundercats-Thundercats

Panthera los recibió con los brazos abiertos, rodeando a Leo con ellos cuando apenas estuvo a su alcance, Tygus se agacho para recibir a Claudius en los suyos, quien le hizo prometer que nunca volvería a realizar un acto como ese, Tykus guardo silencio, dejando caer la espada de Plundarr, esperando el momento en que Leo decidiera cual sería su castigo.

Ella reviso su cuerpo, notando varias heridas, preguntando silenciosamente que era aquello que ocurrió, porque parecía que Leo no estaba contento con él, en realidad lo observaba como si estuviera pensando en un castigo.

Tygus acariciaba el cabello de Claudius con su mano derecha, ignorando a un Bengalí que yacía inconsciente en el suelo, esposado como él lo estuvo al entrar en esa nave, cerrando los ojos, tratando de meditar, acostumbrarse a su nueva vida.

Era extraño, aunque la nave jamás podría volver a abrirse, la criatura estaba fuera de sus pensamientos y la espada de Plundarr ya no estaba en las manos de nadie, aun así se sentía nervioso, creyendo que sí bien Leo estaba dispuesto a permanecer a su lado, no sería tan fácil.

Leo deposito a su lado la espada de Plundarr, observando como Tykus tomaba un asiento apartado, cerrando los ojos, cruzando los brazos delante de su pecho, esperando el castigo que estaba próximo a llegar, el cual pronto sería pronunciado por sus labios.

— ¿Qué harás conmigo Leo?

Pregunto el director, mirándole fijamente, Tygus guardo silencio, no sabía que había ocurrido entre ellos, de lo contrario estaba seguro que no hubiera sido tan misericordioso.

— Aun no estoy del todo seguro.

Panthera se limitaba a conducir el tanque, pero al escuchar esa pregunta lo detuvo en seco, tal vez trataría de convencer a Leo de no castigarlo, prometerle que con el tiempo lo aceptaría como su señor, algo que jamás ocurriría.

— Intente matarte… no, yo te mate Leo, no creo que puedas perdonar algo como eso.

Leo recargo sus manos en sus rodillas con cansancio, una postura que siempre utilizaba en su trono, la que significaba que estaba a punto de realizar una tarea que no le agradaba.

Lo miraba fijamente con una expresión neutral, de no ser por la espada el hubiera muerto, lo traiciono de tantas formas cómo fue posible, tratando de liberar a su antiguo amo, lastimar a su cachorro, a su compañero, matarlo a él, todo para ser el rey de Thundera, conquistar a los otros animales.

— Yo confiaba en ti, te consideraba mi amigo, un aliado valioso, y decir que no estoy enojado sería una mentira, pero me convertiría en un hipócrita si condeno tus actos, cuando se que tan poderosa es la voz de las espadas.

Tygus guardo silencio, acostumbrándose a ese Leo, al que era un monarca y que estaba preparado para realizar su deber, proteger a su pueblo y la paz que habían logrado en esos años, el mismo león que le dio la espalda en el pasado, uno que lo ponía nervioso de cierta forma, porque él hubiera condenado al director por menos que eso, aun ahora la única razón por la cual no actuaba siguiendo su enojo era que Claudius dormía a su lado y que pensaba, más bien intuía, que Leo no apreciaría un acto tan impredecible.

— Pero al mismo tiempo no puedo permitir que destruyas la paz que hemos alcanzado, así que a menos que jures lealtad a Thundera, prometas que nunca más intentaras traicionarnos, y que jamás volverás a tocar un arma, cualquiera que sea, me veré obligado a desterrarte.

Tykus asintió, al menos había ocurrido sin testigos, nadie que pudiera ver su humillación, ni que fue derrotado con demasiada facilidad, cuando casi logra hacerse con el trono de Thundera, con la fuerza y con la victoria.

— Que así sea, Leo, porque no me arrepiento de nada, tú no eres digno para gobernarnos y fue un error darte esa responsabilidad, no eres más que un cobarde que no se atreve a realizar los sacrificios necesarios, que se convertirá en su marioneta apenas logre meterse en tu cama, cosa que ya hizo.

Así que volvía a insultarlo, para el director sólo el poder que obtendría de servirle a Leo, no el amor que sentía por él, era aquello que lo ataba a su destino, para ese perverso tigre debía ser absurdo que no le interesara otra cosa, pero estaba cansado de justificarse con los demás, su amor era verdadero, eso era lo único que importaba.

— ¿Así que prefieres morir solo que ignorar el pasado?

Leo estaba sorprendido, pero aceptaría su decisión, Tygus por otra parte quería saber la razón de aquello, él fue uno de los rebeldes, muchos creían que uno de los instigadores, un dato curioso tomando en cuenta que su clan fue quien destruyo a los leones y él era un soldado en aquellos tiempos.

— Prefiero serle fiel a mi pasado que convertirme en una marioneta.

Panthera se acerco al director, no podía dejarlo solo, tampoco permitiría que fuera castigado por actos que cometió cuando no estaba en sus cabales, el siempre le brindo ayuda, ahora era el momento en que le pagara todo lo que hizo por ella, aunque su maestro no quisiera su ayuda.

— ¿Acaso has perdido la razón? ¡No podemos dejarte aquí!

Tykus se levanto de su asiento y se dirigió a la puerta con decisión, tal vez Panthera no quisiera dejarlo marchar, tal vez para ese tigre era imposible ser un ermitaño, alejarse de todos y de todo, antes de ser un esclavo, tal vez para Leo su partida le facilitaría su reinado, lo que fuera que ocurriera no le importaba, lo único que deseaba era estar solo, disfrutar de sus últimos años de vida en completa libertad, sin servirle a nadie, nunca jamás.

— Deja que se vaya, no podemos obligarlo a quedarse, tu también como yo sabes que Tykus no logro acostumbrarse a esta clase de vida, creo que nunca lo hará.

Panthera no lo escucho, en vez de eso camino detrás de Tykus, tratando de hacerlo cambiar de opinión, hacerle ver que no tendría que servirle a Leo, que podía vivir en una de las áreas alejadas del castillo, que había sido perdonado, que no habría ninguna clase de represalias como agradecimiento a su ayuda en el pasado, que tanto Leo como ella lo consideraban un mentor, alguien digno de respeto.

— ¿Por qué estás haciendo esto? ¿Por qué te marchas? ¿Odias tanto a Thundera?

El director se detuvo cuando Panthera logro alcanzarlo, al menos le debía una respuesta, aunque fuera tan contradictoria a todo lo que dijo en el pasado, a su comportamiento en la nave, que su pobre alumna creería que había perdido la razón.

— Casi mató a Leo, de tener la oportunidad lo volvería a hacer y aunque en un principio creí que él podría reconstruir nuestra civilización, que lograría olvidarme del pasado, de mi compañero, de mi venganza, me doy cuenta que nunca ocurrirá.

Panthera no pregunto a que se refería con eso, no era necesario, muchos de los felinos que habitaban Thundera, aun ella de vez en cuando, se sentían perdidos, aquella paz era tan diferente a lo que estaban acostumbrados que era como volver a nacer, aprender a caminar de nuevo, un acto demasiado difícil, tan cansado que por momentos deseaba renunciar a esa tarea que le parecía titánica.

— Creo que Leo es un inútil, que nosotros deberíamos gobernar el planeta, que yo sería un mejor soberano en todos los sentidos, necesitamos dirección, no libre albedrio, y nuestro monarca no está preparado para comandar a nadie, mucho menos a él mismo.

Tykus esperaba que Panthera comprendiera sus palabras y al ver sus ojos verdes supo que lo hacía, ella sentía la misma clase de desesperación que él, pero a diferencia suya, ella era mucho más fuerte, mucho más apta para acostumbrarse al cambio.

— Leo hace lo que puede.

Panthera creía que Leo hacia más de lo que estaba en sus manos, no era justo que él tuviera que encargarse de todas sus vidas, de darle sentido, aunque muchos decían que aquellos que salvan la vida de una persona, son responsables por la misma, y si eso era cierto, entonces, su amigo era responsable por cada una de las vidas de aquel planeta.

— No es suficiente y lo sabes.

Mientras tanto en el tanque Leo se preguntaba si acaso había hecho lo correcto, si debía impartir un castigo por aquella traición o dejarlo marcharse, ignorando que intento matarlo, que trato de lastimar a su compañero, pero más importante aún, que casi logra destruir todo por lo que lucharon en el pasado.

— ¿Crees que hice lo correcto en dejarlo ir?

Tygus había cerrado los ojos recargándose en la pared del tanque felino, la única muestra de que aun estaba despierto era la forma en que acariciaba el cabello de Claudius, quien dormía plácidamente después de todo lo que paso, el secuestro, el viaje, el miedo de verse solo, aun el rescate, aquello era más de lo que podía soportar.

— No sé si sea lo correcto, pero si era lo único que podías hacer, intento ponerme en su lugar, de pensar en lo que hubiera hecho con aquel infeliz que te hubiera hecho daño y me doy cuenta que Tykus fue demasiado misericordioso conmigo, yo me hubiera bañado en la sangre del que te dañara, aun ahora, creo que de saber lo que él director te hizo, no habría dudado en matarlo.

Tygus observo sus manos por unos instantes, recordaba lo que su clan pronunciaba a sus espaldas, que se había vuelto débil, que sólo se trataba de una pantomima del que fue, que había perdido su orgullo, su fuerza, aun su espíritu.

— Cuando nació Claudius me prometí que nunca sería como Tigris, que lo protegería de todos y de todo, que su padre sería alguien digno de confianza, de respeto.

Tygus recordaba aquella bola de pelos, tan pequeño que cabía en sus brazos, sus ojos cerrados, casi ciego, un pequeño indefenso que dependía de su padre para sobrevivir, que le demostró la fragilidad de la vida felina y al mismo tiempo su fortaleza.

— Ese día me jure que nunca más mancharía mis manos de sangre, que no volvería a actuar con violencia ni con crueldad, que junto con Claudius había renacido una nueva persona.

Leo no entendía lo que le estaba diciendo, tal vez sí se lo mostraba lo haría, pero estaba demasiado débil para ello, cansado de usar su don, de controlar a los felinos, de portar la espada de Plundarr, de escuchar voces en su cabeza, de cerrar las barreras que él mismo destruyo por su descuido.

— Sé que para muchos esta decisión es un acto de cobardía, una muestra de debilidad, pero es mucho más fácil disparar un arma, destruir a tus enemigos, que perdonarlos y eso es algo que siempre me ha gustado de ti, Leo, tu bondad fue lo que me atrapo, no tu fuerza, ni tu necedad, fue tu compasión.

Tygus se aparto de Claudius con cuidado de no despertarlo y sentándose a un lado de Leo, lo beso con delicadeza, acariciando las mejillas de su monarca, esperando que pudiera creer en sus palabras, no le gustaba que su compañero perdiera la fe en sí mismo o en los demás, ese acto le parecía antinatural.

— Sólo tu pudiste ver lo bueno que había en mí, me regresaste la esperanza y me salvaste de mi mismo.

Leo recargo su frente en el hombro de Tygus, quien lo rodeo con sus brazos, acariciando su cabello con delicadeza, tratando de reconfortarlo, hacerlo sentir mejor consigo mismo, notando como en el transcurso de algunas horas parecía mucho más viejo, demasiado cansado, casi como si hubiera transcurrido toda una vida en esa tumba, sin embargo, no importaba su pasado, sólo su presente y el futuro que les traería, uno que por vez primera se veía brillante para ambos.

Panthera regreso varios minutos después, estaba sola, no había logrado convencer a su mentor de acompañarlos, era una tarea imposible, una que nadie podría lograr, Tykus jamás había cambiado de opinión, su orgullo era demasiado grande, tanto que lo alejo de su compañero y le orillo a seguir las ordenes de los ancianos durante la masacre de los leones, que lo llevo a buscar la forma de vengarse de la criatura, derrotándola como él fue derrotado, en las manos de la misma persona, de su amigo y comandante, de su soberano.

— No logre que cambiara de idea, Tykus es demasiado orgulloso para aceptar que se equivoco.

El orgullo de los tigres era y siempre sería su perdición, aquello que los terminaría arrastrando hacia el infierno, lo que llevo a la mitad del clan a huir, abandonar la tierra que les había dado herramientas suficientes para sobrevivir, para crear su propia ciudad, todo para no humillarse sirviéndole a los chacales, ni siquiera a sus propios hermanos felinos, de soportar tratados que no les convenían, que ellos no habían elegido y que nunca hubieran aceptado.

Ellos dieron lo mejor que tenían, sus vidas, su fuerza, su habilidades, todos los dones que poseían, los tigres eran guerreros que sirvieron a sus deidades con orgullo, que obedecieron a su señor hasta que fueron traicionados, que no olvidarían el daño que Leo, Thundera y los otros animales les causaron.

Tygus no estaba sorprendido al ver que ya no estaban presente, que lo desterraban como un traidor, que su nombre era borrado de la historia del clan, ya que a sus ojos él era tan culpable como Leo, sino es que más, de su tragedia.

Bengalí fue liberado, ya no podría hacerles daño, las puertas de la nave estaban cerradas y lo continuarían por siempre, sin la magia de su amo ni la energía del reactor aquella pirámide no era más que una tumba, una efigie de una época que pronto sería olvidada, que jamás regresaría, no durante los siglos por venir.

Seguramente él sabía hacia donde había marchado el clan de los tigres, pero Tygus no realizaría ninguna pregunta, si querían olvidarlo, que así fuera, no suplicaría porque lo perdonaran, el nunca cometió ningún acto en su contra, ni él ni su cachorro, ni siquiera Leo, tal vez estaba actuando en base a su orgullo, pero ya no importaba, no podía dar marcha atrás como tampoco podría ser perdonado por aquellos que no aceptaban que una vida libres era mejor que una siendo esclavos.

Leo estaba a sus espaldas, en silencio, el pueblo se veía como una sombra de lo que fue, un espejismo, un lugar encantado, le dolía ver que sus predicciones se cumplieron, que al abandonar a su clan este le dio la espalda.

— Tygus.

El tigre cerró los ojos, estaba acostumbrado a las perdidas, pero al menos esta ocasión aun tenía a su compañero y a su cachorro, aunque todo lo demás lo perdió en el proceso.

— Sabía que pasaría esto.

Fue lo único que pronuncio antes de dar la media vuelta y regresar al tanque, sólo le quedaba Thundera, Leo y Claudius, era más de lo que tenía en su juventud, mucho más de lo que pensó que tendría si su destino no se hubiera modificado.

— Vámonos.

Lo que Tygus no sabía era que la otra mitad de su clan decidió separarse de los suyos, de quienes aun seguían siendo fieles a los espíritus, esta clase de tigres, cuyo orgullo no era una enfermedad que carcomía sus corazones decidió salir en busca de otras tierras, no le servirían a los Thunderianos, ni aceptarían a Leo como su gobernante, pero tampoco se aferrarían al pasado, ni se ocultarían como criminales, esta parte del clan, encabezados por la mujer mayor que cuidaba de los cachorros, de los que eran tigres y de los que eran mestizos, decidió acudir a una ciudad que todos aquellos que no volverían a servirle a nadie jamás visitaban, muchos decían que no existía, otros que los elefantes con sus poderes místicos protegían, otros que no era más que una utopía, pero aun así era un paraíso que recibía a quien fuera con los brazos abiertos, siempre y cuando aceptaras olvidar el pasado, esa era la única condición, un término que estaban dispuestos a cumplir.

Aquel día todos perdieron algo importante para ellos, algunos en mayor o menor medida, sin embargo, no había forma de regresar el tiempo, de arrepentirse de sus actos o hacer cambiar de opinión a los otros, su destino se había cumplido.

Y aunque Leo se llevo la victoria como en el pasado no se sentía orgulloso, se había perdido demasiado, los tigres desaparecieron, junto con el director, Panthera parecía distante, no era la misma mujer que salió de Thundera junto a él, Tygus perdió a su clan, fue desterrado como un traidor, aun Claudius parecía demasiado desconfiado, ya no era ese niño abierto que conoció cuando los encontró la primera vez, él mismo se sentía un inútil, un mal gobernante, un fracaso como soberano, compañero y amigo.

Lo único que lo reconfortaba era que Tygus estaba a su lado y que su presencia en Thundera era más o menos aceptada, muchos guerreros pelearon bajo sus órdenes y aceptaban su liderazgo, otros aceptaban que su experiencia era necesaria para forjar un ejército que protegiera su ciudad, aunque muchos otros le miraban con desconfianza, con recelo, aun con odio, aquellos eran una minoría, aun así su compañero se daba cuenta de su molestia y trataba de pasar desapercibido la mayor parte del tiempo.

Caminando en los jardines o en los pasillos del palacio cuando oscurecía, encerrándose en su estudio, el cual compartían, a veces presenciando las protocolarias visitas de los otros reinos, siempre en silencio, siempre como una sombra, aunque debía estar contento, su compañero por fin estaba a su lado.

Thundercats-Thundercats-Thundercats

Había pasado un largo mes desde su llegada a Thundera, aun no se acostumbraba del todo a las estructuras de piedra, al clima templado ni a las frondosas plantas repletas de flores, esa ciudad era realmente hermosa, tanto como se lo imagino el día que Leo le conto su extraño sueño, el cual sin duda alguna se cumplió en cada uno de los aspectos.

Claudius era feliz, estudiaba con otros thunderkittens, jugaba con ellos, por fin parecía que lograba interactuar con niños de su edad, nunca antes lo había visto tan contento ni tan animado, aunque debía admitir que la vida de Thundera canalizaba mucho mejor su exagerada energía que cualquier entrenamiento que pudiera otorgarle en el que fuera su hogar.

Leo era un buen gobernante, los Thunderianos estaban agradecidos por la vida que tenían, los campos de cultivo eran hermosos, los mercados exuberantes, en ese mes había probado lo que parecían mil manjares diferentes, muchos de ellos frutas nativas de ese planeta.

Tygus estaba sentado en un balcón, la altura era considerable, el paisaje que podía ver era realmente hermoso, muchos felinos caminaban en las plazoletas realizando sus tareas diarias, las aves sobrevolaban el cielo azul, el sol brillaba sobre sus cabezas, calentando su cuerpo de forma agradable, no se comparaba con el abrasivo calor del asentamiento que escogieron.

— ¿Te gusta la ciudad?

Preguntaron a sus espaldas, recargándose en el balcón, mirando el mismo punto que él observaba, sus ojos dorados no estaban enfocados en nada en particular y en todo al mismo tiempo, sonriendo plácidamente.

— Es hermosa, tanto como me dijiste que seria.

Leo rodeo su cintura con cuidado de no alertarlo, restregando su mejilla contra la de su compañero, esa era su habitación, la había elegido por la vista, el hermoso paisaje, el sol, las aves, desde ese punto podían ver todo cuanto ocurría en su reino, aquella belleza era lo que se imagino debía ser el hogar de su especie.

— Pero no creo que seas feliz, no lo pareces, siempre estás en las sombras, oculto, es como en el pasado, como si te avergonzaras de que me vieran contigo.

Tygus rodeo el cuello de Leo con su brazo izquierdo, posando su mano en la de su compañero, en ambas, sintiendo los brazos de su león rodeándolo con afecto, como si aun creyera que necesitaba protección.

— Me temo que… no quiero que me vean mucho contigo porque a varios aun les molesta quien fui yo, y no los culpo, hice demasiadas cosas de las que me avergüenzo, no quiero causarte más problemas.

Leo al principio no quiso creer que Tygus pronunciara aquellas patrañas, pero sabía que su tigre aun se arrepentía de su pasado, tal vez nunca podría perdonarse del todo, aun así comenzaba a cansarse de aquella actitud, el era su compañero, si a los demás no les parecía, bien, ese era asunto suyo, no de ellos, si querían que renunciara por eso lo haría, así podrían marcharse a un paraíso privado en donde podrían envejecer juntos, que mas daba una corona o un titulo cuando podías estar en compañía de quien amabas.

— Eres un idiota y comienzo a cansarme de tu actitud.

Leo lo cargo de la cintura, alejándolo del balcón para llevarlo al interior de la habitación, Tygus tuvo que recargarse en sus hombros para no perder el equilibrio, sorprendiéndose por esa respuesta, su compañero estaba molesto, podía verlo en sus ojos.

— Por qué no puedes comportarte como las personas normales y olvidarte de tu pasado, dejar de preocuparte por los demás, Tygus, lo único que tienes que hacer es disfrutar de todo esto, de nuestra libertad.

Tygus rodeo el torso de Leo con sus piernas, sintiendo como Leo llevaba uno de sus manos a su muslo, mientras que con la otra seguía manteniéndolo firme de su cintura, siendo ayudado por sus propias manos y sus piernas.

— Creo que te he demostrado que nada podrá separarme de ti.

Leo lo llevo al interior de su habitación, dejándolo caer con poca ceremonia en una enorme cama cubierta de pieles, con un dosel de seda escarlata casi transparente, que combinaba con el pelaje de Tygus, el que brillaba a causa de la luz artificial que iluminaba esa habitación, dos lámparas de aceite que perfumaban con una delicada fragancia esa habitación.

— Tal vez deberías recordármelo más a menudo.

Tygus en esa ocasión llevaba puesta una túnica de color negro, con pantalones y abrigo a juego, todos con un filo dorado, sus ojos, uno dorado y el otro rojo estaban posados en Leo, quien como era su costumbre dejaba caer su armadura como si se tratase de unos trastos inservibles, con tan poco cuidado que a veces su consorte creía que podría abollarlos o romper algo con ellos.

— A veces olvido lo apasionado que puedes llegar a ser.

El tigre se quito como pudo el abrigo que cubría su camisa, la cual desabrocho con demasiada rapidez, fingiendo estar indignado, aunque eso no le funcionaba demasiado cuando Leo comenzaba a quitarle una de sus botas de piel con la misma delicadeza que utilizaba con sus prendas.

— Entonces debo de estar haciendo algo muy mal, tal vez me estoy poniendo viejo o estoy perdiendo mi atractivo si puedes olvidar que nunca tengo suficiente de ti.

Leo se rio entre dientes, las botas estaban regadas en el suelo, pero aun estaban esos odiosos pantalones cubriendo las hermosas piernas de su compañero, quien se sentó en la cama jalándolo en su dirección, besando sus labios con fuerza, enredando sus dedos en su cabello, tirando de este para que se recostara sobre su cuerpo.

— Ya somos dos.

Tygus asintió lamiendo el cuello de Leo, restregando su nariz contra la de su monarca, el que recorría su espalda con las puntas de sus dedos, restregando sus piernas desnudas contra las suyas cubiertas de una fina capa de tela.

— Eso veo, mi dulce león.

Los dedos de Tygus recorrieron la erección de Leo, recibiendo un sonoro gemido como recompensa, su compañero yacía desnudo en su cama, mientras que el seguía portando un par de pantalones que comenzaban a molestarle demasiado.

— ¿Tu dulce león?

Tygus asintió sintiendo que Leo cambiaba de posturas, girando su cuerpo con mucha facilidad, recostándolo de espaldas, esta vez sentándose sobre su cuerpo, mirándolo con hambre, lujuria y un dejo de posesividad, una mirada que amaba en sus ojos azules, aquellos sentimientos no podían ser considerados hermosos, pero en su compañero lo eran, eran excitantes, adictivos.

— Mi dulce, dulce, león.

Leo desabrocho sus pantalones con rapidez, jalándolos sobre sus piernas, librándose de ellos como si se tratasen de una afrenta de alguna clase, mirándolo como si se tratase de un banquete y él estuviera muriéndose de hambre.

— En ese caso tú eres mi dulce tigre.

Tygus volvió a enredar sus dedos en la melena de su compañero, acercando su rostro al suyo, lamiendo su oreja, restregando sus erecciones con un solo movimiento, gimiendo cuando por fin su piel, su sexo, se unió al de su compañero, una sensación que no podía sentirse tan perfecta, pero aun así lo hacía, fascinándolo completamente.

— Solo tuyo, nunca de nadie más.

Leo comenzó a buscar una botellita de aceite que habían preparado para esas ocasiones, la cual debía ser remplazada con bastante regularidad, sin embargo, en esta ocasión Tygus atrapo su mano, llevándola a su boca, evitando que llegara a ella.

— Hazlo así.

Tygus rodeo la cintura de Leo con su pierna izquierda, invitándolo a que lo tomara sin ninguna preparación, deseaba que esta ocasión fuera diferente, quería sentir a su compañero en su cuerpo, con premura, sentir un poco de dolor, esperaba que su león comprendiera su deseo.

— No quiero lastimarte.

Tygus lo rodeo con su otra pierna, besando su rostro, su cuello, la marca que le hizo dos meses atrás, cerrando los ojos, restregándose impúdicamente contra su sexo, sintiendo que Leo reaccionaba a su cuerpo, que su sola cercanía lo excitaba.

— No lo harás, tú nunca me lastimarías, lo sé.

Leo beso sus labios, estaba confundido, pero aun así le daría lo que deseaba, aunque Tygus no quería ninguna clase de preparación lo haría a su ritmo, con lentitud, asegurándose que no recibiera ningún daño, diciéndose que de hacerlo se detendría y lo harían a su manera.

— Sí…

Tygus gimió cuando la punta del sexo de su amante comenzó a abrirse paso en su cuerpo, cerrando los ojos, encajando sus uñas en su espalda, susurrando dulces palabras en los oídos de su monarca, quien simplemente se movía entre jadeos, besando el cuello de su amante, lamiendo su marca, la que seguía rojiza de la última ocasión que pudieron estar juntos, la cual tratarían al terminar, no quería que su amante sufriera ningún daño por culpa de su extraña obsesión, la cual compartían.

— Sí, así…

Tygus arqueo su espalda para que Leo pudiera llegar aun más profundo, sintiendo que los movimientos de su compañero aceleraban su velocidad, introduciéndose por completo en su cuerpo, el cual lo recibía gustoso, acostumbrado a ese placer que solo su león podía darle, que a pesar de todo seguía siendo amable, aun cuando le suplicara con sus piernas y gemidos que fuera mucho más agresivo, más rápido y desesperado.

— Leo, Leo, Leo… así Leo.

Leo sonrió al escuchar las incoherentes palabras que pronunciaba su compañero, sintiéndose orgulloso de su don de hacerle perder la razón, sólo él podía desarmarlo tan completamente y agradecía a quien fuera que lo puso en su camino, porque no podía imaginarse un destino sin él, sin su tigre.

Su danza comenzó a aumentar de velocidad junto con sus gemidos, los que se volvían un solo grito apasionado, fundiéndose, complementándose, brindándose lo que nadie más podría, llegando al clímax juntos, como cada ocasión, sincronizando sus movimientos, sus deseos, aun sus mentes en una sola.

Derramándose el uno en el otro, como cada ocasión Leo mordió su cuello y Tygus gimió al sentir ese placentero dolor recorrer su cuerpo desde su mordida hasta la punta de sus dedos, provocando que viera puntitos de colores, cerrando los ojos cuando por fin se sintió saciado de su hambre de su compañero.

Su amante rodeo su cuerpo recargándose sobre su pecho, cerrando los ojos, perdiéndose en los brazos de Morfeo, siguiendo en su descanso a su tigre, quien restregó su pierna contra la de su amante, entrelazándola con la suya, haciendo una maraña de brazos y cuerpos cubiertos de sudor.

El primero en despertar fue Tygus, quien beso el cuello de Leo por detrás de la nuca, despejando su cabello de su melena, llamando su atención, sonriéndole cuando sus ojos azules se enfocaron en los suyos.

— Tengo que decirte algo importante…

Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).