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Afecto. por Seiken

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Afecto.

Capitulo 3

Tygus estaba cansado, sin importar lo que hiciera no lograba que Claudius dejara de llorar, había escuchado cuanto consejo le habían dicho, sin embargo, su hijo seguía molesto.

No entendía que hacer, pero sabía que era su obligación mantener a su cría sana, protegerla de cualquier clase de peligro, se lo había prometido al verlo por primera vez, que jamás dejaría que tuviera la clase de vida que ellos vivieron siendo esclavos.

Habían logrado acondicionar varias capsulas de escape logrando que parecieran cuartos de alguna clase, nunca creyó que fueran tantos aquellos que quisieran seguirlo, cada uno de ellos estuvo presente en alguna de las campañas que dirigió en los planetas que conquistaban.

Sus soldados confiaban en él y con los conocimientos de cada uno de sus felinos, muchos de ellos ya eran felinos de edad avanzada, lograron construir varias cabañas rudimentarias.

Era casi como si creyeran que podría llevarlos en la dirección correcta cuando él mismo no sabía que estaba haciendo, la luz del día lo desconcertaba, cuando anochecía era peor, el frio y los posibles peligros lo hacían quedarse despierto la mayor parte de la noche a pesar de montar guardias bien organizadas.

Varias mujeres estaban embarazadas, sus cachorros nacerían durante la primavera, poco a poco comenzaban a acostumbrarse a la libertad, parejas se formaban y parecía como si en ese planeta hubieran encontrado esperanza.

Nunca supuso que estuviera preparado para dirigir a tantos felinos, no durante una guerra, en un enfrentamiento bélico sabía que podía guiar a sus camaradas, sino fuera de esta, como su gobernante no oficial porque hasta la fecha no había aceptado que lo nombraran de esa forma.

Seguía siendo para ellos el capitán Tygus, era suficiente para él, un puesto que llevaba con honor y que se había ganado a pulso, con sangre, sufrimiento y cansancio.

Ellos habían elegido un valle que parecía ser hermoso, verde con suficientes caudales de agua para mantener viva su pequeña aldea.

Durante varios meses no tuvieron contacto con ninguno de los otros animales hasta que un invierno por fin pasó lo que tanto temía, fue una suerte que fueran los chacales, Shen era su líder y era un guerrero, ambos hablaban el mismo idioma, se comprendían.

Los chacales eran tres mensajeros que decían traían un recado importante de su líder, Shen, con quien se vio unas semanas después en territorio neutral y con cuyo pueblo firmaron un tratado de paz, conocimientos a cambio de provisiones.

Un chacal con el cual se había enfrentado en dos ocasiones, la primera cuando era un joven cadete, la segunda durante la rebelión, las dos ocasiones él triunfo aparentemente ganándose el respeto de Shen.

Claudius seguía llorando, nada de lo que hacía parecía funcionar, lo que le hacía preguntarse cual era el problema, si tal vez estaba enfermo, y si lo estaba no sabía qué haría si algo malo le pasaba.

Tygus comenzaba a desesperarse cuando repentinamente escucho que dos personas entraban en su casa, uno de ellos era Bengalí, el otro se acerco a ellos preguntándole. — ¿Qué le ocurre al cachorro?

Ese era Shen, le había ordenado a Bengalí que cuando llegaran lo dejara entrar a verlo, debían discutir algunos asuntos concernientes a los dos ingenieros que mando durante seis meses con los chacales.

Necesitaba saber cuál era el progreso de sus construcciones y cuando volvería a mandar soldados a ese territorio. — Sí tan solo supiera que tiene.

Para entonces esperaba que Claudius durmiera pacíficamente en la cuna que había acondicionado, sin embargo, el pequeño Ligre tenía otros planes y estos eran llorar hasta volverlo sordo.

Shen intento ignorar la molestia reflejada en el rostro de Tygus así como el llanto del pequeño felino que parecía estar a punto de volverlo loco. — ¿Los gatos no están capacitados para cuidar de sus propias crías?

Tygus se recargo en la cuna respondiéndole. — Fuimos entrenados para conquistar planetas, para reparar naves, crear armas y diseñar edificaciones, pero no para criar cachorros. Somos soldados no niñeras.

Shen comenzó a reírse, esa era una respuesta bastante divertida, tomando en cuenta que la naturaleza había decidido que los gatos como todas las demás razas debían propagarse, de lo contrario no les daría la facultad para tener crías. — Cuidar de tus crías es un sentimiento instintivo, tú debes saberlo mejor que nadie Tygus, eres un soldado curtido en el campo de batalla y aun así, aquí estas cuidando de un cachorro que ni siquiera es tuyo.

Tygus le pregunto cargando al niño en sus brazos, tratando de esa forma de hacerlo dejar de llorar, sintiéndose bastante avergonzado, debería verse fuerte no desesperado. — ¿Quién dice que no es mío?

Shen se encogió de hombros y le respondió observando con detenimiento al cachorro, sus encías se veían demasiado rojas, tal vez si estaba en lo correcto el pequeño estaba llorando porque sus colmillos estaban creciendo. — No parece un tigre, sólo existen dos tipos, tres si contamos a los albinos y este gatito no se ve como ninguno de los que haya visto.

Tygus entrecerró los ojos cuando Shen toco una parte de la encía de Claudius diciéndole. — Le están creciendo los colmillos, ese debe ser el problema.

Tygus desconocía por completo a qué edad se suponía que debían aparecer los colmillos en un cachorro, lo poco que sabía eran los cambios que su propio cuerpo sufrió a partir de la adolescencia. — ¿Cómo estás tan seguro?

Shen le respondió alejándose del cachorro, sentándose en la cama en donde Tygus dormía. — Tenemos varios cachorros y una de las mujeres mayores les da algo que morder para acelerar el proceso, tú deberías darle algún juguete para eso.

Tygus asintió y le dio lo primero que vio que serviría, era suave y estaba limpio, comentándole al chacal que se veía descomunal sentado en su propia cama. — Espero que tengas razón.

Shen no esperaba tener la razón, sólo le había dicho lo que pensaba podría estar ocurriendo, hasta donde veía el cachorro estaba bien cuidado y se veía sano, el que se veía cansado era Tygus, pero como no estarlo si además de dirigir a un centenar de gatos cuya educación era similar a la suya tenía que tratar con un cachorro.

Una imagen bastante extraña si le preguntaban, Rezard lo haría, pero su buen amigo sentía antipatía por Tygus, tal vez no le gustaba la idea de la alianza que se estaba formando entre las dos razas o estaba muy resentido porque este era uno de sus carceleros. — Nunca pensé verte con un cachorro, los gatos sí que me sorprenden.

Tygus se sentó a un lado de Shen respondiéndole recargándose en el colchón. — Yo nunca pensé que estaría hablando contigo sobre cuidados de cachorros o sobre cualquier asunto.

Shen le observo de reojo, Tygus ya no tenía esa máquina en su rostro, en vez de eso tenía un parche de color negro cubriendo la misma cantidad de piel que esa máquina, se preguntaba si su sentido del oído era el mismo y si debajo del parche había un ojo.

Tygus se dio cuenta de la mirada de Shen y le informo. — Hace dos días me quitaron la maquina que Mum-Ra ordeno que me pusieran, no puedo ver la luz del sol en un mes y mi sentido del oído no es tan bueno como lo era.

Shen le pregunto en ese momento rozando el cabello que colgaba en su mejilla, el que era suave y estaba limpio, demasiado sedoso para ser el pelaje de un guerrero. — ¿Tienes un nuevo implante?

Tygus no veía porque Shen no debía saber que había cambiado la máquina de su rostro por un implante mucho menos sofisticado, no era como si aquello fuera una desventaja y la maquina, que odiaba demasiado ya no funcionaba desde que llegaran a ese destino. — Sí, uno mucho más sencillo pero que espero no se note tanto como el anterior.

Shen le sonrió diciéndole retirando la mano del cabello de Tygus, antes de que el tigre lo alejara utilizando la fuerza. — Nunca supe porque te pusieron esa cosa.

Tygus le respondió recordando la razón por la cual fue implantada, últimamente se encontraba conversando con Shen de asuntos que no tenían que ver con sus problemas militares ni los de su población, era como si necesitara la compañía de alguien que comprendiera lo que significaba ser el responsable del bienestar de su gente. — Hubo una explosión, perdí algo de mi audición y mi ojo derecho, Lord Mum-Ra decidió que era demasiado valioso para dejarme como un simple custodio y al despertar la tenía pegada a mi rostro.

La implantación de aquella maquina fue dolorosa, mucho más la rehabilitación y los meses que se tardo en aprender a usarla, por un momento creyó que perdería la razón, era demasiada la información con la que lo invadía esa cosa y al no controlarla los modos de visión cambiaban casi de manera intermitente. — Nunca me preguntaron mi opinión.

A nadie jamás le preguntaban su opinión, eran esclavos y como tales no importaba que era aquello que deseaban.

Shen quería saber más del pasado de Tygus, no obstante, no había llegado a ese asentamiento felino para una visita social, tenían que discutir el progreso de las edificaciones y la cantidad de provisiones que los gatos necesitaban.

Tygus lo sabía y por eso le pregunto, descubriendo que probablemente Shen tenía razón, Claudius se había calmado un poco. — ¿Cuál es el progreso de las edificaciones? Confió que mis soldados saben lo que hacen.

Flash Back.

Tygus se dio cuenta que Bengalí esperaba recibir sus ordenes, los chacales no eran una amenaza, jamás lo habían sido, aun ahora que su pueblo estaba casi terminado seguían acudiendo a ellos por ayuda.

Tygus se había encargado de ayudarles a construir sus hogares al mismo tiempo que escondían la información que tanto necesitaban, de lo contrario se volverían desechables y la alianza que se formo correría peligro.

El tigre comprendía que tarde o temprano querrían que compartieran la información con ellos, pero mientras tanto la ocultaría el tiempo que pudiera, porque llegado el momento de la ruptura de la alianza ellos perderían el primer enfrentamiento violento que existiría en un futuro que pensaba no sería muy distante.

Muchos de sus soldados creían que podrían ganarles, otros, los más viejos sabían que si bien eran más fuertes y tenían mejores armas, las que recuperaron de un viaje de rapiña a la tumba que yacía en el desierto perderían simplemente por cuestión numérica.

Por cada gato había doce chacales en el mejor de los casos, en una guerra ellos no podrían ganarles, por lo que debían evitar que eso pasara a toda costa.

Después de nueve años en su aldea había veinte cachorros, todos ellos eran híbridos, sus padres de razas diferentes habían encontrado compañerismo en la persona que menos hubieran pensado bajo el antiguo régimen.

Bengalí comenzaba a impacientarse, parecía que Tygus confiaba demasiado en los chacales, y esa era una debilidad en su líder, una de muchas, quien debía recordar las enseñanzas del pasado, como era incorrecta esa alianza que se estaba formando.

¿Acaso Tygus no comprendía que los chacales eran inferiores?

Probablemente no, y por eso Tygus daba las órdenes que les permitía a los intrusos utilizar sus conocimientos.

Tygus aun seguía recargado en la puerta de su casa cuando le dijo a Bengalí rascando su mejilla. — Que los vigías estén atentos y que me informen todo lo que hagan.

Bengalí asintió y se retiro dudando las razones por las cuales Tygus permitía que Shen ingresara a su asentamiento, porque no buscaban más tecnología de la nave de Lord Mum-Ra, aquello le daría ventaja. — Así será Capitán Tygus.

Tygus estaba a punto de darle la espalda cuando Bengalí le pregunto. — ¿No extraña nuestra vieja vida?

El capitán volteo sorprendido al escuchar esa pregunta, sin comprender si Bengalí hablaba en serio, sabía que algunos felinos volverían a ser esclavos a cambio de tener cierto poder, pero la mayor parte de sus soldados eran felices siendo libres.

Bengalí no era uno de los que pensaba extrañaba la esclavitud, aunque aun era joven, su inocencia debía cegarlo por el momento. — Eso quedo en el pasado.

El tigre albino se acerco a él pronunciando con seguridad, con el ceño fruncido, esperando tal vez que Tygus le dijera que extrañaba servir a Lord Mum-Ra como lo hacía en el pasado. — Pero si Lord Mum-Ra aun siguiera con vida, Shen y Leo estarían en su lugar, donde realmente pertenecen.

Tygus le pregunto arqueando una ceja, hasta cierto punto confundido por la decisión que mostraba el siempre controlado tigre blanco. — ¿Cuál sería ese lugar?

Bengalí le respondió inmediatamente, casi como si su pregunta no tuviera ninguna clase de sentido. — Ellos deberían estar muertos, los chacales no son nuestros iguales, ellos son inferiores y nosotros debemos servirles, usted se ha tragado su orgullo para conseguir las provisiones que necesitamos cuando antes eran nuestras por derecho.

Tygus no dijo nada, simplemente se limito a escuchar al joven tigre, Bengalí estaba confundido pero con el tiempo comprendería el regalo que habían obtenido gracias a Leo, Rezard, Panthera y Shen. — Capitán, usted era alguien importante para Lord Mum-Ra y sin Leo usted podría ser el comandante de todos los ejércitos de nuestro antiguo amo.

El tigre de bengala sabía que jamás tendría ese titulo, se engañaba al pensar que sería recompensado por su lealtad y el destino que le deparaba era mucho peor que la muerte. — Lord Mum-Ra ha dejado de existir y nosotros tenemos que valernos por nuestros propios medios.

Bengalí se mordió el labio furioso, sus orejas estaban ligeramente bajas y sus ojos entrecerrados. — Pero capitán…

Tygus levanto la mano para silenciarlo y pronuncio, sintiendo lastima por Bengalí, creyéndolo demasiado joven, demasiado inexperto para saber de lo que hablaba, del peligro en el cual vivían cotidianamente. — Por el momento los chacales tienen lo que necesitamos, pero no siempre será así y cuando nos recuperemos, en ese momento la balanza volverá a equilibrarse, mientras tanto no podemos vivir en el pasado.

Bengalí aun parecía indeciso, como si los motivos explicados en muchas asambleas realizadas en el pasado no fueran suficientes. — ¿Si hubiera una forma de liberarlo?

Tygus negó aquello con un movimiento de la cabeza, si existía una forma de liberar a esa criatura infernal no quería ni siquiera pensar en cuál sería su destino, por lo que pronuncio. — Mum-Ra esta muerto y será mejor que lo aceptes.

El tigre blanco pronuncio entonces, un poco más tranquilo. — Veré que los vigías realicen el trabajo capitán, siento importunarlo.

El tigre de mayor edad asintió e ingreso en su vivienda, sentándose en una de las sillas que habían fabricado, pensando en los motivos que Shen tenía para seguir fingiendo estar interesado en una alianza con la raza de sus opresores.

Preguntándose que ocurría en la mente de Bengalí para decir semejantes locuras, sólo un puñado de felinos extrañaba su vieja vida, ellos eran unos de los más afectados por el adiestramiento de toda una vida de servidumbre.

Algo que él mismo hubiera sido de no conocer a Leo y recuperar algo de la esperanza perdida.

Pero no importaba cuanto extrañaran a esa criatura ancestral, esa cosa estaba muerta, Leo lo había destruido durante la rebelión y jamás podría regresar.

¿Leo? Seguía pensando en él aun después de todos esos años, seguía extrañando su aroma, la suavidad de su pelaje, el sonido de su voz, la forma en la que le miraba, como si fuera una de las criaturas más valiosas en su vida.

Pero debía recordarse que aquello había sido solo una mentira, que no debía perder el tiempo pensando en el pasado, no servía de nada y solo se estaba torturando.

Claudius despertó poco después de que Tygus saliera de la cabaña, siempre se preocupaba cuando lo hacía porque sabía que Bengalí tenía algo importante que decirles, tal vez los chacales estaban demasiado cerca y por eso su padre estaba preocupado.

Podía verlo en la forma en la cual sus músculos se tensaban, su seño fruncido y la tristeza reflejada en sus ojos de color dorado.

Claudius se levanto de su cama y le pregunto sentándose en el brazo del sillón. — ¿Estás bien?

Tygus al ver que había despertado a Claudius le respondió tratando de sonreírle para convencerlo de que no pasaba nada, que su padre no estaba deprimido tan solo de pensar en Leo. — Sí, pequeño… estoy bien.

Claudius rodeo su cuello con ambos brazos diciéndole con cariño, su hijo era mucho más perceptivo de lo que cualquiera podría suponerlo y demasiado afectivo para ser un niño de su edad. — ¿En quién piensas?

Tygus no le diría en quien pensaba, nunca había mencionado a Leo y sabía que hacerlo solo provocaría que su pequeño hiciera muchas más preguntas que no sabría responder. — ¿Por qué en ciertas ocasiones estas tan triste?

Claudius no esperaba que le respondiera, en vez de eso sintió que Tygus rodeaba sus hombros pronunciando. — Tú eres lo único que me queda de nuestro amor.

El cachorro sabía que su padre ya no le diría nada más, en otras ocasiones había hecho la misma pregunta, pero jamás le respondía con la verdad, tampoco le mentía, solo guardaba silencio.

Estaba seguro que su padre amo profundamente a su madre, tanto que seguía pensando en ella después de tantos años como tenía memoria, no sabía como la perdió ni tampoco su nombre, sólo por lo que había logrado deducir que se trataba de una leona.

Había intentado preguntarle a Bengalí sobre ella y lo único que el amigo de su padre le dijo fue que no hiciera preguntas de las cuales no quería una respuesta, pero que si en realidad quería saberlo los leones eran criaturas avariciosas capaces de realizar cualquier clase de acto sin importarle las consecuencias, que la mitad valiosa de sus genes eran los de su padre.

Flash Back.

Claudius sabía que cuando los chacales los visitaban su padre tenía que estar presente en cada una de las negociaciones, por lo que había escuchado era sumamente bueno en ellas y generalmente lograba lo que se proponía.

Muchos decían que nunca pensaron escuchar a Tygus negociando por cualquier cosa, que en el pasado el capitán hubiera tomado lo que deseaban de los chacales y bajo el imperio de Lord Mum-Ra hubiera conseguido lo que su señor les pidiera.

Claudius tenía siete años en ese momento y estaba sentado enfrente de la entrada de su casa, observando el cielo con hartazgo.

Tygus le había ordenado meditar un poco, sin embargo, el joven Ligre no tenía la paciencia para eso y en su lugar jugó por unos momentos con una vara fingiendo que se trataba de una espada.

Cuando pasaron varias horas de sus juegos y se canso de recorrer el bosque que ya conocía como la palma de su mano encontró a Bengalí recargado contra el marco de la puerta.

Claudius le observó fijamente para después preguntarle. — ¿Dónde está papá?

Bengalí le sonrió y alborotando su cabello le dijo. — Tygus está ocupado y no vendrá hasta muy noche, me dijo que te visitara para ver si necesitabas algo.

Claudius le respondió a Bengalí con molestia, no quería pasar más tiempo solo y sabía que su padre era quien le hacia esa clase de visitas. — Quiero verlo.

El tigre de pelaje blanco respondió riéndose entre dientes, lo miraba con cierto enojo, como si no le agradara del todo. — ¿Qué parte de “esta ocupado no entendiste”?

Claudius entrecerró los ojos frunciendo el seño, para escuchar que Bengalí le decía aun recargado en el marco de la puerta. — Resultaste ser muy mandón, casi como Leo… pero no me sorprende, eres un león.

El instinto del cachorro le decía que no hiciera preguntas, no obstante su curiosidad le gano a sus instintos y se encontró preguntando. — ¿Quién es Leo?

Bengalí arqueo una ceja, el tigre se comportaba de dos formas diferentes, cuando estaba en presencia de Tygus fingía apreciarlo y cuando su padre no estaba presente parecía que le odiara. — Un león, justo como tú.

Claudius negó aquello casi inmediatamente, su padre no era un león así que él no debía ser uno. — Yo no soy un león.

El tigre de pelaje blanco le pregunto divertido por su molestia. — ¿Entonces que eres?

Claudius le respondió casi inmediatamente. — Soy un tigre.

Bengalí señalo su cuerpo con un ademan burlón explicándole con sorna. — ¿Ya te viste bien? No eres un tigre, no tienes el manto característico, así que eres un león, por lo menos la mayor parte de ti.

Tal vez tenía razón pensó Claudius sin saber que responder, Bengalí se acerco al cachorro y le dijo colocando una mano en su hombro. — Te diré algo sobre los leones que tu padre jamás te dirá, ellos son criaturas sumamente avariciosas que no se detienen ante nada para lograr sus objetivos y deberías darle las gracias a Tygus por los genes que te presto, de lo contrario estarías perdido.

Claudius no supo que decir en ese momento, vio sus manos como si estas le pertenecieran a alguien más, como si de repente se tuviera miedo y pronuncio. — ¿Quién fue mi madre?  

Bengalí se alejo del niño diciéndole. — Eso no importa, la mitad valiosa de tus genes son los de Tygus.

Flash Back.

Antes de que pudiera controlarse una de las más extrañas preguntas que Tygus había escuchado en la vida de su hijo fue pronunciada, logrando que se tensara, sin saber realmente que decirle a su cachorro. — ¿Quién es Leo?

Tygus se alejo algunos centímetros de Claudius, una ola de preguntas lo inundo y por un momento creyó que su hijo lo sabía todo sobre ellos, pero quien podría decirle, nadie lo sabía, solo Leo y él. — ¿Cómo sabes quién es Leo?

Claudius al ver la sorpresa de su padre, la forma en la cual se movían sus pupilas y los microgestos de su rostro supo que había encontrado algo importante.

Su padre en una de las primeras clases formales que le dio le enseño a leer los gestos de las personas que le rodeaban, decía que eso era mucho más importante que las palabras porque mostraban los verdaderos sentimientos de los felinos, chacales o cualquier criatura que encontrara.

A veces se preguntaba si las señales que veía en varias personas eran reales o si las imaginaba porque su padre no las percibía, sin embargo al ver que no lo hacia se convencía de que estaba equivocado.

Tygus lo sostuvo con delicadeza del mentón y repitió la pregunta. — ¿Cómo sabes quién es Leo?

Claudius respondió mirando en otra dirección, sintiéndose repentinamente muy culpable. — Escuche ese nombre y me dijeron que era un león.

Tygus suspiro preguntándole a su cachorro. — ¿Qué otra cosa te dijeron?

Claudius le respondió sintiendo que Tygus se movía un poco para poder mirarlo a los ojos. — Que yo tengo parte de león, lo que tú me has dicho… y que, que los leones son malas personas, que son avariciosos y que no se detienen ante nada para lograr sus objetivos.

Tygus no entendía que clase de persona podía decirle eso a Claudius pero cuando lo supiera le enseñaría a no meterse con su cachorro. — ¿Quién te dijo eso?

Claudius le respondió tratando de sonreírle, utilizando sus ojos azules al igual que una postura que todos los felinos de aquella edad usaban para desviar la atención u obtener lo que deseaban, en este caso desviar la conversación. — No vi sus rostros.

Tygus se rasco la barbilla, podía obligarle a Claudius a decirle quien era ese despreciable felino, haciéndole creer que los leones eran malas semillas y por lo tanto la mitad de su sangre estaba maldita o podría explicarle lo maravilloso que eran los leones, en especial ese león.

Cuando Claudius parecía comenzar a desesperarse Tygus le dijo alborotando su cabello. — Ciertas personas le tienen miedo a quienes son más fuertes que ellos, ese debe ser el caso de quien dijo esas palabras tan desagradable acerca de tu linaje.

Claudius le observo fijamente, parecía que no creía sus palabras, no del todo. — Los leones son fuertes, a veces más fuertes que los tigres, aunque generalmente son más pequeños.

Tygus esperaba que Claudius no se diera cuenta de que tan importante era Leo para él, aunque de todas formas no importaba, jamás volvería a verlo y si lo hacía de todas formas no sería importante. — Leo era el comandante del ejército de Lord Mum-Ra cuando yo era el capitán de sus fuerzas especiales.

Tygus recordando la primera vez que vio a Leo cuando supo que lo habían vuelto el comandante supremo sintió que su corazón se oprimía un poco en su pecho. — Jamás conocí a nadie como él, era hermoso, fuerte y valiente, se preocupaba por cada uno de sus soldados, aun por mí que me había ganado una reputación abominable.

Estaba seguro que las mismas personas que repudiaban a Leo habían admirado su antigua reputación, era de esperarse si condenaban a una criatura tan dulce y fuerte como lo era ese león. — Al principio le odie, era necio y terco, pero no se detuvo en buscarme, convencerme que yo le importaba hasta que nos volvimos casi inseparables.

Claudius podía ver la expresión en el rostro de su padre, el brillo de sus ojos, la ligera sonrisa que tenía al recordar a Leo, quien fuera ese león era la persona más importante de la que le había hablado. — Éramos amigos, más que eso y por un momento creí que siempre sería así, pero…

Al darse cuenta de lo que estaba diciendo se rio entre dientes, le miro a los ojos y dijo. — Pero tuvimos que separarnos…

Claudius asintió, de pronto se sentía orgulloso de tener sangre de león. — Leo es una de las mejores personas que jamás he conocido, a la única que respeto tanto como a mi propio honor y tal vez escuches otra vez esas palabras de tu linaje pero cada vez que lo hagas tienes que recordar que un felino vale por sus acciones no por su raza y que el comandante Leo no es lo que te han dicho.

Tygus volvió a rodearlo con sus brazos, aferrándose a él, pronunciando cerrando los ojos, pensando en los viejos tiempos en los cuales creyó que Leo siempre estaría a su lado. — Debes sentirte orgullo de… ser un león tanto como de ser un tigre.

Claudius asintió rodeando el cuello de su padre con sus brazos preguntándole. — ¿Es él en quien piensas cuando te deprimes?


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