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Afecto. por Seiken

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Afecto 5.

Las puertas y ventanas estaban cerradas, nadie podría entrar sin que se diera cuenta y si su cachorro tenía una nueva pesadilla podría despertarlo.

La pieza de madera azul parecía observarle con ojos rojos como las llamas, pronunciar su nombre entre susurros apagados, de repente la tomo entre sus manos y le observo con un gesto preocupado preguntándose si acaso la muerte podía perecer, sí Lord Mum-Ra estaba muerto o solo descansaba en su tumba.

Poco después la deposito dentro de una caja de madera, a un lado de la pieza roja, como si esperara que de un momento a otro desapareciera o se transformara en algo más.

Tygus cerró los ojos poco después tratando de ignorar su temor, el mal presentimiento que comenzaba a decirle que algo muy malo pasaría y que no importaba lo que hiciera no había forma de evitarlo.

El sueño llego mucho más rápido de lo que pensaba, casi tan rápido como ocurrió con Claudius y tal vez de la misma forma sintió que era sumido en la oscuridad, tal y como ocurre con un hechizo.

Y de igual forma sus sueños estuvieron plagados de imágenes del pasado que había dejado atrás.

Thundercats-Thundercats -RECUERDO-Thundercats-Thundercats

Tygus tenía diecisiete años y había cometido su primer asesinato, su victima yacía en el suelo de la sala de mando de Lord Mum-Ra con una expresión indescriptible, el cañón de su arma aun estaba caliente, de él brotaba un humo de color claro.

A sus espaldas estaba Lord Mum-Ra, sus brazos cruzados tras la espalda con una sonrisa satisfecha en su rostro, después de observar la prueba de lealtad que había presenciado de su joven futuro capitán.

Tygus dejo caer el arma, su rostro distorsionado en una mueca de arrepentimiento, sin comprender la razón por la cual Lord Mum-Ra deseaba a este pobre infeliz muerto, solo que realizo sus órdenes sin hacer preguntas, aun a pesar de ir en contra de todos sus principios.

Repentinamente la mano de Lord Mum-Ra se poso en su hombro provocando que un ligero estremecimiento se apoderara de su cuerpo.

— Serás el nuevo capitán. — Aquellas palabras lo llenaron de pesar más que de orgullo. — Tygus, buen trabajo.

Tygus observo su mano como si fuera algo ajeno a él, sintiendo asco por sí mismo, por no haberse negado a dispararle al felino caído en el suelo, quien de alguna forma nunca pensó que Lord Mum-Ra ordenaría asesinarlo.

— Yo… yo no quería que muriera.

Lord Mum-Ra sonrió al escuchar esas palabras diciéndole observándolo de reojo, las comisuras de sus labios torcidos en algo que parecía una sonrisa. — Y aun así lo hiciste. ¿Quieres saber por qué?

Tygus no quería saberlo, no lo necesitaba realmente porque a pesar de todo su deber era obedecer las órdenes de Lord Mum-Ra, no tenía que hacer preguntas, ese no era su papel, aunque en el fondo de su pecho una voz le decía que no debía ser así, tal vez era su orgullo o su conciencia, lo que fuera era acallado cada vez que hablaba.

— Sí.

Lord Mum-Ra separo su mano de su hombro y la llevo a su barbilla para poder observar la expresión de sus ojos, la cual esperaba que fuera neutral a pesar de su terrible arrepentimiento.

— Porque yo soy tú amo y tú me amas.

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Tygus despertó agitado e intento volver a dormir un poco más, cerrando los ojos y cambiando de posición debajo de las cobijas.

Apenas había pasado una hora, aun faltaba mucho para el amanecer.

Claudius dormía plácidamente, no parecía tener pesadillas como su padre, convenciéndolo de que tal vez sólo había alucinado al escuchar esa voz nombrarlo.

Cerrando los ojos trato de seguir el ejemplo de su hijo, sumiéndose en la misma clase de sueño que no te permite descansar y te envuelve en una oscura telaraña.

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— ¿Tú querías ser el comandante?

Tygus había sido mandado llamar por Lord Mum-Ra, quien estaba sentado en su trono, recargándose en su mano izquierda, mirándolo fijamente con aquella expresión que significaba dos cosas según la experiencia del tigre.

Lord Mum-Ra sabía que le ocultaban algo y dentro de poco alguien pagaría por eso con su vida.

Tygus no supo que responder al principio, había pasado mucho tiempo desde aquel día en el cual fue despreciado por su señor dándole su puesto a un león que ahora sabía era un gran guerrero tan apto como él.

Lord Mum-Ra aprovecho ese silencio para proseguir con su discurso, ya que aunque de vez en cuando realizara una que otra pregunta Tygus sabía que no necesariamente esperaba que le respondieran, el cual se parecía mucho al que recibió cuando lo nombraron Capitán.

— Pienso que he cometido un error al nombrar a Leo Comandante. — Dijo Mum-Ra con una expresión siniestra, provocando que su pelo se erizara a la altura de la nuca. — Cuando pude nombrarte a ti como mi mano derecha.

— Leo es joven, pero es un soldado muy capaz. — Pronuncio Tygus antes de tiempo, no quería tener que asesinar al Comandante, no se lo merecía.

Tygus comenzaba a preguntarse que había hecho el leoncito para ganarse la ira de Lord Mum-Ra, esperaba que no creyera que un soldado tan sobresaliente fuera uno de los miembros de la supuesta resistencia.

La mera idea de que se estuviera trazando un plan con ese objetivo era una locura, no porque Lord Mum-Ra fuera un gran líder sino porque no había fuerza alguna que pudiera derrotarle, mucho menos cuando la espada de Plundarr estuviera terminada.

Tigris se lo había dicho varias veces cuando aún seguía vivo, Lord Mum-Ra era un inmortal, y cualquiera que derrotara a la muerte no podría ser derrotado por un simple mortal sin importar su especie.

— Eso parece. — Lord Mum-Ra se levanto de su trono pronunciando con furia contenida. — Pero me temo que no puedo seguir confiando en él.

— ¿Por qué no? Lord Mum-Ra.

Tygus esperaba que le diera un poco de información, necesitaba saber de que se le acusaba a Leo, porque después de su leal servicio sería tratado como un traidor, tal vez asesinado por la endemoniada paranoia de Mum-Ra.

— ¿Te atreves a cuestionar mis decisiones Tygus?

De pronto la sala del trono se volvió aun más oscura, Tygus sabía que no podía cuestionar las órdenes de Mum-Ra, ese no era su lugar y aun así, su lengua lo traiciono antes de que su adiestramiento pudiera corregir su actitud.

— No. Lord Mum-Ra. — Rectifico inmediatamente el tigre, tragando un poco de saliva.

— Sé que puedo confiar en ti.

Tygus no comprendía que significaba la palabra confianza para Lord Mum-Ra, que tomaba decisiones sobre la vida y la muerte de su gente con tanta indiferencia como lo hacía con los demás animales, y haberse ganado la atención de su señor nunca era algo bueno.

— Pero si desconfías de mis órdenes. — pronuncio el gigante de color azul sujetando su mentón, obligándolo a mirarle fijamente a sus ojos. — Me haces dudar de mi decisión de hacerte mi nuevo Comandante.

Tygus asintió tragando un poco de saliva, no era la primera vez que Lord Mum-Ra lo tocaba y cada vez que lo hacía sentía que con ese mínimo roce le robaba una parte de su alma.

Una pregunta se formo en su mente, ¿Qué ocurriría con Leo sí a él lo volvían el comandante?, temiendo lo peor.

— Veraz que no puedo confiar en Leo. — Pronuncio Mum-Ra recorriendo su mejilla con su pulgar, entrecerrando los ojos ligeramente cuando Tygus se estremeció con temor y desagrado. — Se que él es parte de la rebelión que se fragua en mi contra, pero tú, Tygus, yo se que tu eres leal.

Tygus permaneció quieto, aunque todos sus instintos le ordenaban correr, alejarse tan rápido como pudiera de aquel cuarto del trono que se asemejaba a una tumba en ese momento.

— Nadie estaría tan loco para intentar rebelarse ante usted, menos un felino… usted nos… — Tygus esperaba recibir la furia de Mum-Ra por su osadía, pero al no ser castigado prosiguió con su oración. — Usted nos favorece demasiado.

— Así es, ustedes son los más fuertes y los más hermosos. — Eso último lo dijo recorriendo su cuerpo con sus ojos rojos. — Aun así, siempre hay manzanas podridas en todas las canastas y Leo es una de ellas.

Sí estaba tan seguro de la rebelión y que Leo era parte de ella Tygus comenzo preguntarse porque no simplemente eliminaba al Comandante, ya lo había hecho antes, a menos que la rebelión fuera mucho más real de lo que pensaba.

— Sí creyera que él actúa solo habría sido eliminado desde un principio, pero sé que muchos otros están con él y esta farsa avanza con cada paso que me acerco a las piedras de guerra.

Tygus se permitió mostrar su desagrado cuando por fin lo soltaron y le dieron la espalda, Lord Mum-Ra era una criatura desagradable, un monstruo de raza desconocida que se negaba a morir.

Y si él tigre aun conservara la llama de la esperanza ardiendo en su pecho buscaría a la rebelión para unirse a ella, había visto demasiadas muertes, había sido participe de demasiado dolor para poder continuar con esa vida de esclavitud de la cual deseaba escapar.

— Tú serás el Capitán de mis fuerzas especiales, todos ellos son soldados leales a mi Tygus, y cuando obtenga las piedras de guerra tú serás recompensado como debiste serlo mucho tiempo atrás y Leo obtendrá su castigo.

Tygus asintió con recelo, las recompensas en el reinado de Mum-Ra nunca eran lo que uno esperaba.

— Puedes retirarte. — Finalizo Mum-Ra rascando su barbilla.

 Con una expresión que parecía como si estuviera decidiendo el destino de Leo, el cual creyó por un momento estaba conectado con el suyo.

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Tygus despertó inquieto, no sabía por qué esa noche estaba teniendo tantos malos recuerdos, era como si alguien intentara obligarlo a recordar, cerró los ojos y los volvió a abrir para acostumbrarse a la oscuridad.

En la mesita estaba la estatuilla de color azul, aunque recordaba perfectamente haberla guardado con las demás, Tygus tragando un poco de saliva, sintiendo que su garganta repentinamente estaba demasiado seca tomo la estatuilla de madera.

Al verla bien se relamió los labios y decidió destruirla, quemarla y tallar una nueva pieza, de un color que no le trajera tan malos recuerdos, de pronto le molestaba la idea de que la pieza azul ganara el juego.

— No ganaste. — Pronuncio, sintiendo que era completamente necesario decirlo. — Leo te destruyo.

Tygus se meso el cabello pensando y regreso a la cajita con las piezas de ajedrez, tomando al otro león, uno de color rojo, el cual coloco justo al lado del azul mirándolo fijamente.

Era como si estuviera reviviendo esa batalla, tal vez se estaba volviendo loco pensó mesándose el cabello, enredando poco después sus dedos en su melena, pensando no por primera vez en lo que hubiera pasado si sus palabras hubieran sido ciertas, si Leo no hubiera destruido a Lord Mum-Ra.

— Pero no importa ya, Leo lo destruyo y no hay forma de que vuelva.

Aun así no estaba tan seguro de ello, era como la conversación que sostuvo con Bengalí hubiera revivido viejos temores, creyendo que tal vez existían gatos tan necios como para querer despertarlo.

— Parece que mi destino sí está atado al tuyo después de todo. — Tenía tantas dudas y el único que podía responderlas era Leo.

 Porque era él quien portaba la espada del augurio, y era él quien guardo el libro consigo, lo sabía porque de lo contrario los chacales no les necesitarían, no tendrían nada que ofrecer que ellos quisieran dejando a toda su raza en desventaja.

La primera vez que visitaron esa tumba en busca de todo lo que pudieran llevarse, sin que nadie lo viera, se separo del grupo para recuperar el libro del augurio, como lo suponía Leo era lo suficiente astuto para llevárselo consigo.

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— ¿Cuánto tiempo falta de camino para llegar a ese asentamiento? — Leo estaba excitado.

Sería la primera vez en años que podría ver a Tygus y a pesar de viajar en uno de los tanques que aun quedaban el trayecto se le estaba haciendo demasiado largo, demasiado tardado.

Panthera no le respondió, solo se enfocaba en conducir el tanque, preguntándose porque le había dicho a Leo en donde se encontraba Tygus cuando durante años pudo guardar silencio.

Tal vez era cierto lo que decían las otras mujeres sobre que ellas tenían un sexto sentido, sí era cierto, en ese caso Tygus y su gente corrían peligro.

— Por lo menos doce horas. — Respondió ella con seguridad.

Habían partido casi inmediatamente, Leo no podía esperar para poder ver al tigre, él que le hizo jurarle que jamás le rebelaría su ubicación al rey de Thundera, conociendo perfectamente los sentimientos que ella albergaba por él.

Leo trataba de no realizar preguntas extrañas, no obstante en su cabeza revoloteaban un sin número de ellas, necesitaba saber más de Tygus para saber que debía esperar, en especial como era su nueva pareja.

Quien era ella y como era su cachorro, a quien se le parecía más, a Tygus, sí era así debía ser un niño rayado, si se le parecía a ella, bueno, en ese caso no sabía cuáles serían sus características especiales.

En todo caso tendría los genes de Tygus, su sangre, y eso sería más que suficiente para él, pero de alguna forma creía que su cachorro debía tener cabello rojo, un niño de cabello rojo como el suyo.

Leo suspiro, nuevamente estaba pensando en esa locura, en lo que sería un niño que compartiera las cualidades de ambos, las suyas y las de Tygus, sí la nave aun funcionara y su hermoso tigre aun lo deseara podrían haber clonado a un pequeño o a una pequeña, pero tomando en cuenta que los dos eran machos, que su tigre no lo amaba más, sus deseos no eran más que una descabellada locura.

Pero aun así podía visualizarlo en su mente, un niño alto, delgado, de cabello rojo, con algunas rayas sobre un manto de color claro como el suyo, inteligente, fuerte, ojos azules como los suyos y expresivos como los de Tygus.

— ¿Cómo es él?

— ¿Quién?

— El hijo de Tygus — Leo creía que esa pregunta era demasiado obvia. — ¿Cómo es él?

Panthera se quedo pensando algunos minutos antes de responderle recordando al pequeño que había visto crecer desde sus primeros dos años de vida, el cual siempre había parecido más un león, lo único extraño era que no conocía ninguna leona en la armada.

— Es un niño pelirrojo, tiene pocas rayas y su pelaje es de color claro. — Leo parecía ávido por escuchar más sobre el pequeño tigre. — Su nombre es Claudius y es un tanto hiperactivo.

Leo asintió y cerró los ojos tratando de imaginarse al cachorro de Tygus, Panthera al verlo sonreír suspiro pensando en la compañera de Tygus, la cual hasta el momento no conocía.

— ¿No me preguntaras como es ella? — le pregunto Panthera pisando el acelerador para poder saltar un acantilado, clavando poco después las garras del tanque para poder subir la distancia que le faltaba. — ¿Ni siquiera su nombre?

Leo guardo silencio por unos segundos, no quería saber cómo era la madre de Claudius, porque sabía que sería mucho mejor que él si Tygus le había tomado como compañera, le había dado lo que su amante deseo la mayor parte de su vida.

— No, se que será mejor que yo. — Respondió Leo con una mueca de tristeza en su rostro.

— Es una leona — Le comento Panthera, mirándole de reojo. — Aunque nunca la he visto.

Aquello llamo la atención de Leo, Tygus había buscado a una de los suyos, tal vez era una muestra del amor que aun sentía por él.

— ¿Crees que acepte verme?

— No lo sé, Leo, realmente no lo sé.

Tal vez serian recibidos, o tal vez dispararían a discreción cuando los descubrieran, que era lo más probable, y sí conocía la forma de pensar de Tygus, seguramente tendría vigías apostados en varios puntos estratégicos.

Debían estar preparados para cualquier clase de recibimiento, sin importar de cual se tratara.

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Tygus no pudo dormir durante toda la noche, cada vez que cerraba los ojos un recuerdo emergía de su inconsciente haciéndole recordar sus propias fallas, el honor que perdió al obedecer como lo hizo a Lord Mum-Ra.

Las dos piezas de ajedrez estaban en sus manos, una en la mano derecha, la otra en la izquierda, les veía fijamente al mismo tiempo que escuchaba la tranquilizante respiración de su cachorro al otro lado del cuarto.

De pronto escucho como tocaban a la puerta, seguramente era Bengalí, y por la forma que tenía de hacerlo parecía que algo malo pasaba, tal vez los chacales se habían adelantado.

No estaban preparados para ello aun y levantándose de su cama, con la mitad de su ropa puesta abrió la puerta para recibir a Bengalí, quien ingreso en su cuarto con una mueca de disgusto y preocupación.

— ¡Se acerca Panthera! — Pronuncio, Tygus no vio cual era el problema, ella le visitaba cada año con información y provisiones. — Con Leo.

Aquellas eran malas noticias, Tygus cubrió su rostro con su mano izquierda, estaba demasiado cansado para tener que lidiar con aquella clase de problemas, mucho menos cuando los chacales estaban a punto de llegar y debía organizar a sus felinos.

— Te ves mal. — Le informo Bengalí. — ¿No has dormido bien?

Tygus talló sus ojos bostezando, si se veía la mitad de mal de cómo se sentía debía ser todo un espectáculo, al mismo tiempo que se estiraba.

— No. — Respondió señalándole a Bengalí que entrara, necesitaba un poco de té caliente con mucha miel, aunque no le gustaban las bebidas dulces. — Estoy cansado.

— ¿Qué haremos con Leo? ¿Les digo a los guardias que disparen a discreción?

Tygus negó aquello con la cabeza y prendió una estufa que contenía un pote de aceite en ella, quería calentar el agua que ya contenía unas cuantas hojas de una planta con cafeína, realmente la necesitaba en ese momento.

— No, eso sería iniciar una guerra con los otros gatos.

Bengalí parecía demasiado molesto al escuchar sus palabras, por un momento creyó que golpearía la mesa con su puño cerrado, sin embargo se controlo para evitarlo.

— Y como yo lo veo Bengalí, la tregua entre las especies no durara mucho… solo es cuestión de tiempo antes de que alguien rompa un acuerdo y en ese momento, será cuestión de razas.

— ¿Qué se supone que haremos? ¿Dejarlos pasar así como si nada? ¿Aliarnos con los traidores? — Pregunto Bengalí, sus palabras no parecían calmarle sino hicieron que se enfureciera aun más.

Tygus se percato de su molestia y también de cómo Claudius comenzaba a despertar a causa de su voz grave, así que abandonando su te en la mesa se levanto de la silla, él era el líder, el decidía que se debía hacer.

— No tenemos armas suficientes, tú como soldado sabes que podremos eliminarlos de un solo golpe y aun así, cuando busquen al rey de Thundera no podremos hacer más que escondernos. ¿En ese momento que haremos? ¿Huir? ¿Empezar de cero?

Tygus se recargo cerca de la única ventana, la cual era una escotilla de la nave de escape que acondicionaron como vivienda, respiro hondo y tomo una decisión.

Aunque tampoco deseaba ver a Leo y sabía que le habían traicionado otra vez, no tenía otra opción más que actuar de una forma neutral, ignorando su pasado compartido, tratándolo como lo haría con Shen o con Rezard, si acaso los dioses estaban en su contra.

— Tenemos que dejarlos entrar, hablare con ellos y después hare que se vayan para atender al siguiente gobernante en turno. — Tygus hablaba de forma sarcástica, pero sabía por las enseñanzas que el propio padre de Leo le había dado que esa era la única opción. — Sera interesante ver que tienen que decir.

— Así nada más…

— Sí. — Suspirando finalizo tomando su taza de té de la mesa. — No tenemos otra opción.

— ¿Quieres que realicemos los preparativos de siempre? — Esa pregunta estaba de más, debían aparentar ser un ejército fuerte, que sus armas aun funcionaban, sin embargo parecía que su viejo amigo dudaba de sus decisiones. — ¿Los que hacemos cuando vienen los chacales?

Tygus apretó los dientes cruzando los brazos delante de su pecho y asintió sin decir nada, preguntándose cual sería el motivo de la repentina molestia de Bengalí, desde la noche anterior parecía demasiado perturbado.

— Muy bien Tygus. — El tigre blanco asintió y se marcho molesto. — Se hará como tú digas.

Una vez a solas Tygus finalizo su té y se acerco a Claudius ofreciéndole un poco, esta vez no tenía cafeína, estaba hecho de una planta medicinal hecha con flores de pétalos de colores rosados, la cual deposito enfrente de él con una sonrisa al mismo tiempo que colocaba un pan blanco cerca de la nariz del Ligre.

— Sé que estas despierto. — No era la primera vez que Claudius fingía dormir para que pudiera escucharlos discutir. — Así que ya levántate.

Claudius se levanto inmediatamente y mordió el pan con hambre, al mismo tiempo que tomaba un poco del té caliente que le había preparado su padre, el cual estaba ligeramente endulzado.

— ¿Cómo sabes que estoy despierto? — El Ligre pregunto confundido, devorando su desayuno. — Eso no es nada justo.

— Tu forma de respirar es demasiado silenciosa y demasiado controlada, es como si aguantaras la respiración. — Tygus se sentó a su lado acariciando su cabello. — Si quieres fingir que duermes respira con naturalidad, cierra los ojos y enfócate en lo que te rodea.

— ¿Cómo sabes eso?

Tygus respiro hondo, ese era uno de los muchos recuerdos que deseaba olvidar, el cual no estaba dispuesto a decirle a Claudius.

— Termina tu desayuno y ve a reunirte con los otros cachorros — Tygus se levanto de la cama de Claudius y antes de salir de allí pronuncio con calma. — Tendremos visitas antes de tiempo.

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El recibimiento que tuvieron no fue nada parecido a lo que imaginaron que sería y no sabían si aquello era bueno o era muy malo, Leo se preguntaba cómo era posible que una comunidad tan grande pudiera pasar desapercibida, por lo que pudo ver tenían vigías apostados en las colinas, los que pudieron dispararles con facilidad.

Tygus había decidido dejarlos pasar a su territorio, pero no conduciendo el tanque, sino a pie, no confiaban en sus intenciones por lo que los querían desarmados.

Un tigre blanco los intercepto con un escuadrón de diez gatos más, cuatro mujeres y seis hombres, entre los que podía ver a algunos veteranos, quienes los escoltarían hasta el pueblo del que le había hablado Panthera.

Leo creía saber quién era ese tigre blanco, su nombre era Bengalí, uno de los compañeros de escuadrón de Tygus, un aliado de su amante y un enemigo de su causa, a quien conocía por su lengua de plata, aunque parecía ser el único que lo notaba.

Al ingresar en la aldea se dio cuenta que la mayor parte de las construcciones eran capsulas de escape recicladas, a lo lejos podía ver unos sembradíos y a lo lejos la nave en la cual escaparon, la que parecía haber chocado a lo lejos en la espesura de un bosque.

Leo se detuvo frente a una capsula con el símbolo de la armada de Mum-Ra tachada con pintura negra, unos escalones improvisados eran un camino para una puerta de madera cerrada en la cual había un símbolo que conocía bien, era un ojo rojo y un iris negro, a lado de la capsula de escape había varios leños acomodados junto a lo que parecía ser la chimenea de una estufa, colgado del techo junto a la puerta había un móvil de viento y regados en el suelo había unos juguetes.

De pronto la puerta se abrió y por fin, después de todo ese tiempo, de todas las noches en vela volvía a ver a Tygus, quien vestía como los demás gatos, una mescla de ropa rudimentaria y las piezas de sus viejos uniformes, la máquina de guerra que usaba como prótesis de su ojo derecho había desaparecido por un ojo mecánico de color rojo, apenas visible.

Seguía siendo hermoso, perfecto a pesar de los años que habían pasado separados, de pronto Leo se dio cuenta que Tygus seguía volviéndolo irremediablemente loco.

Los felinos a su lado parecían tensos, demasiado ariscos, no los deseaban en su aldea.

Panthera no pronuncio ninguna palabra, espero a que él dijera la primera palabra, no le robaría ese placer, sin embargo, fue Tygus quien hablo primero, su voz tersa provoco un estremecimiento en su piel.

— Cuanto tiempo Comandante…


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