Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Afecto. por Seiken

[Reviews - 20]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Afecto

Capitulo 8.

— Tygus es mi padre, es el líder de la aldea…

Leo asintió pasando una mano sobre el cabello del pequeño thunderkitten, preguntándose quién era su madre y porque esta tuvo que ser una leona, si acaso lo había cambiado por ella.

— ¿Cómo te llamas? — Quiso saber su nombre casi inmediatamente.

— Claudius. — Respondió el niño, sintiéndose seguro en la presencia de Leo.

— ¿Claudius? — Pregunto Leo asombrado.

Tygus le había puesto el nombre de su padre, era como si se tratase de una broma, una venganza tal vez, sin embargo, las palabras de Akbar volvieron a perturbarlo.

— Sí, mi padre dijo que Claudius era un gran felino.

— ¿Qué hay de tu madre? — Pregunto sin saber realmente una respuesta. — ¿Quién es ella?

Leo se dio cuenta en ese momento que había mentido, no era cierto que el perdón de Tygus fuera suficiente para él, tampoco era suficiente para el saber que su amante encontró a una compañera, quería recuperarlo y necesitaba saber, quien era la mujer que se lo estaba arrebatando.

— Ella… — Fue la respuesta del cachorro, quien no parecía demasiado triste con esa información. — Ella murió cuando yo nací.

Leo no supo si debía sentirse contento al escuchar esa información, pero lo estaba, haciéndolo sentir miserable, Claudius al ver su expresión abrió los ojos casi desorbitadamente, acercándose al rey de Thundera para revisar su melena, sus ojos azules, así como su pelaje, tal vez comparándolos con el suyo.

— ¿Tu eres el comandante Leo?

Leo asintió con una sonrisa, el pequeño tigre/león era demasiado confiado, casi como si ya hubiera escuchado hablar de él con anterioridad, Tygus le había dicho algo bueno de su persona.

— Pensé que ya lo sabías.

Claudius asintió revisando entonces la espada del augurio, Leo se la presto aun guardada en el guantelete, no creía que el cachorro pudiera activarla y no veía cual era el daño en mostrarle uno de sus mayores tesoros, el otro esperaba poder recuperarlo, aunque tuviera que pasar mucho tiempo para ello.

— ¿Esto qué es?

Pregunto el cachorro cargándola con algo de esfuerzo, sacándola del guantelete, tirándolo después al suelo enfocándose en la hoja y después en la piedra de la empuñadura, la cual brillo momentáneamente llamando la atención de Leo.

— Es la espada del augurio, uno de los tesoros de Thundera.

Claudius trato de agitarla con torpeza, golpeando sin querer uno de los muebles, encajándola en este, provocando que Leo se levantara con rapidez, tratando de quitarle su espada al pequeño cachorro.

— A mi padre no le gustan las espadas, dicen que son primitivas...

Leo hubiera querido mostrarle la espada en todo su esplendor pero suponía que Claudius no debía estar en esa cabaña, mucho menos con él y al entrar en la forma en que lo hizo el pequeño Ligre se metería en muchos problemas.

— ¿Tu padre sabe esgrima?

Pregunto Leo sorprendido, no recordaba haber visto a Tygus ni una sola vez utilizando una espada, aunque su habitación estaba cubierta por ellas, parecían mucho más trofeos que armas que pudiera utilizar o siquiera estuviera interesado en ello.

— No, es muy malo aunque no quiere admitirlo.

Leo sonrió al escuchar al cachorro, era demasiado abierto, confiaba en los demás y estaba seguro que ese pequeño gatito era feliz, sus ojos azules brillaban como lo hacían los de Tygus cuando lo rescato en los corrales, antes de que fuera nombrado capitán.

— Yo creo que por eso prefiere enseñarme tiro, mira, dice que esta le trajo suerte en el pasado.

Claudius entonces le mostro el arma de fuego que su padre le había dado, decía que no debía utilizarla nunca en la aldea, sólo sí alguna vez estaba en peligro, con ella podría distraer a sus atacantes y después huir al interior del bosque mimetizándose con sus alrededores.

— ¿El te deja utilizar un arma de fuego? ¿En la aldea?

Leo tomó el arma de fuego preguntándose si acaso Tygus estaba loco, ni siquiera a ellos se les permitía utilizar un arma de fuego cuando eran cachorros, Claudius podía lastimarse, tal vez matar a alguien o a él mismo por accidente.

— ¡No! ¡Mi papá me mataría si sabe que utilice un arma en la aldea!

Leo sonrió al escuchar esas palabras, aunque no estaba seguro si era una buena idea dejar a un pequeño portando un arma de fuego a pesar de las enseñanzas de Tygus y de sus reglas, los cachorros siempre encontraban alguna excusa para torcer las palabras de sus mayores, él siempre lo hacía.

— ¡O peor aun! ¡Me haría meditar durante días!

Claudius volvió a guardarla sin prestarle demasiada atención a la preocupación de Leo, quien seguía hincado frente a él, observándolo fijamente, engañándose a si mismo creyendo que este cachorro se le parecía demasiado.

— ¿Tygus te ha hablado de mi?

Pregunto Leo, al mismo tiempo que Claudius comenzaba a admirar su armadura de color azul con sorpresa y admiración, parecía que nunca hubiera visto ropa como la suya, comenzaba a sentirse como si tuviera dos cabezas, era como si el cachorro pensara que de un momento a otro desaparecería o se transformaría en algo completamente diferente.

— Sí.

Eso no era suficiente pensó Leo sentándose en el suelo, Claudius lo imito, mirándolo fijamente, sus ojos azules eran idénticos a los suyos al igual que el color de su cabello, Leo debía recordarse que todos los leones eran idénticos y que este cachorro era mitad león.

— ¿Qué te dijo?

Fue su pregunta, el cachorro por un momento pensó en su respuesta, mirándolo fijamente de arriba hacia abajo para después sonreírle, era una sonrisa sincera, hermosa, llena de vida y de futuro.

—Que eres bueno, que eres necio y terco, que eran amigos hasta que se separaron…

Claudius quería recordar cada una de las palabras que dijo su padre, pero no podía, así que en vez de eso comenzó a enumerar los atributos de Leo, pensando que eso era importante de alguna forma, que debía decírselos él ya que su padre no lo haría, nunca hablaba de su pasado.

— Que te respeta y que por eso debo sentirme orgulloso de ser un león…

Leo no supo que decir al principio, era imposible que Tygus hablara bien de él después de todo lo que paso entre ellos, aunque un niño de esa edad no podía mentir, debía ser cierto, Tygus aun lo quería o no lo odiaba como pensaba que haría.

— El te extraña mucho.

Finalizo el cachorro, Leo sonrió al escucharle, Tygus aun lo quería, después de todo el tiempo que había pasado y de su traición, seguía amándolo.

— ¿Cómo era mi papá?

Claudius se parecía mucho a él cuando tenía su edad o eso pensaba, ya que sus instructores siempre estaban furiosos recordó Leo, era demasiado activo, hablaba demasiado y siempre parecía que se había comido tres raciones de azúcar.

— ¿Qué?

Claudius volvió a levantarse agitado, de repente parecía molesto y llevando sus manos a su cabeza en un movimiento teatral, mirando el techo con exasperación, como si este pudiera responder a sus preguntas comenzó a quejarse.

— Sí, como era mi papá, cuando pregunto siempre me dicen “Era el epitome de nuestra raza” “Era un gran soldado” “Era la mano derecha de nuestro señor”

Las últimas frases las pronuncio imitando el tono de voz de un adulto, Claudius bajo los brazos suspirando, sin entender que había de bueno en esas palabras.

— ¿Cómo si eso pudiera decirme gran cosa? ¿Además quien era su señor y por qué le servían? No lo entiendo.

Leo se petrifico algunos instantes, que clase de persona le decía eso a un cachorro y porque mencionaban el pasado de su padre, el cual estaba seguro deseaba olvidar.

— ¡Nunca me dicen nada importante y él tampoco me dice nada!

El rey de Thundera guardo silencio, preguntándose que podría responderle a Claudius, no estaba en posición de contarle nada del pasado de su padre, ni siquiera pensaría en hacerlo, era demasiado perturbador para un cachorro, para cualquiera que no hubiera sufrido ese régimen, tampoco hablaría de su señor ni de su carrera militar, lo peor era que no sabía nada más de él, sólo Tygus sabía esas respuestas.

— ¿Quién te ha dicho todo eso?

Leo pregunto, pero temía saber cuál era la respuesta.

— Bengalí, siempre usa esa palabra rara cuando habla de mi papá.

El rey de Thundera apretó los dientes, ese tigre blanco era una criatura despreciable, un monstruo de dos caras, sí Tygus no quería contarle de su pasado él no tenía derecho alguno de mencionarlo.

— ¿Tyaty?

Pregunto Leo, llamando la atención de Claudius, quien sólo asintió.

— No me gusta que le diga así.

Debía hablar con Tygus, aunque no quisiera creerle tenía que advertirle del tigre blanco, el cachorro corría peligro en su compañía, no sólo él se recordó Leo, también lo hacia su antiguo amante.

— A mi tampoco.

Esperaba que Claudius no comprendiera el significado de aquel titulo, era demasiado pequeño para entenderlo y su amante no volvería a convertirse en eso, no mientras él siguiera vivo.

— ¡Ya se! ¿Ya que estas aquí podrías enseñarme a usar una espada?

Pregunto entusiasmado, tomándolo del brazo para llevarlo afuera donde podrían practicar, donde Leo podría enseñarle a usar una espada con la cual defenderse y podría ver que había de maravilloso en esa espada en su cinto para ser uno de los tesoros de Thundera, cuyo nombre le pareció maravilloso.

— No creo que a tu padre le guste que lo haga.

Le respondió Leo, sin moverse del suelo, provocando que Claudius frunciera el seño confundido.

— Necesito verlo.

Thundercats-Thundercats-Thundercats

Tygus seguía dormido pero se movía agitado en su cama, su pesadilla era demasiado real y aunque trataba de abrir los ojos, obligarse a liberarse de las manos de la muerte, no tenía la fuerza para eso.

Había dejado de meditar desde muchos años atrás, varias décadas para ser precisos, provocando que sus barreras psíquicas dejaran de existir, abriendo su mente para los constantes embistes de la muerte.

Pensaba que era un hipócrita, le exigía a Claudius meditar cuando el había dejado de hacerlo, no podía concentrarse, cada vez que cerraba los ojos podía ver a los cuatro espíritus, sentir los ojos rojos de su amo sobre su cuerpo, su esencia buscándolo en el plano astral.

Cuando aun le servía era peor, cada vez que cerraba los ojos lo veía sobre él, sentía la lujuria manando de esa decadente forma, sus manos apoderándose de su cuerpo, el terror de Tigris, el odio reflejado en los ojos de su amante, a él mismo condenándose a una vida de dolor.

En su mente Tygus ya no se encontraba en su hogar, ni en el desierto, se encontraba en el interior de la nave tumba, su cuerpo era de color azul, casi transparente, sus ojos eran rojos y un fuego grisáceo rodeaba su cuerpo.

— Tygus…

Aquella voz nunca lo dejaría tranquilo, estaba encerrado, perdido en ese desierto y aun no lo dejaba ir, nunca permitiría que fuera libre.

— Ven a mí…

Tygus retrocedió varios pasos e intento alejarse de aquella tumba, pero de pronto unas serpientes de fuego negro se enrollaron en la puerta, cubriendo la única salida, detrás de él una silueta comenzaba a moverse y una luz morada iluminaba ese cuarto, el cual ahora se trataba de un castillo.

— Tú estás muerto, Leo te destruyo.

En el trono había un león de color azul, mirándolo fijamente, a sus espaldas podía ver la espada que portaba Leo sin las piedras de guerra junto a una piel de color claro, al principio pensó que era solo un animal salvaje, después comprendió que eso era, había sido un felino, un león de melena rojiza y pelaje color crema.

— No puedes matar algo que ya está muerto, tú más que nadie debe saberlo, Tyaty.

El león de color azul se levanto de su trono y comenzó a caminar en su dirección, la espada de Plundarr en su cinto.

— Yo no soy eso, soy libre, no soy un esclavo, ya no.

La criatura comenzó a reírse, observando su temor, disfrutando de su miedo, mostrándole su aldea, la precaria situación en la que se encontraban, como en el pasado ellos tenían todo cuanto quisiera, aun él a pesar de ser un esclavo, solo un juguete de un amo descuidado y posesivo.

— ¿Esto es mejor que servirme? ¿Pasar hambre, sed, miedo?

Tygus trato de concentrarse pero no podía con ese león acercándose a él, estaba asustado y creía que pronto se daría cuenta que su libertad no era más que una ilusión, que todo ese tiempo había soñado con ser libre, que Leo había sido derrotado, que su piel era aquello que colgaba en ese castillo.

— Al menos ya no tengo que servirte.

La criatura cambio de forma y se presento como era en realidad, una sombra del gigante, un esqueleto marchito envuelto en una capa de color rojo, mucho más asquerosa de lo que era en el pasado, provocando que Tygus cerrara los ojos tratando de olvidar que había compartido el lecho con esta abominación.

— ¿Acaso no fui generoso? ¿Acaso no te di libertad? ¿No permití que ese traicionero león viviera?

Tygus comenzó a hiperventilarse y dio un pequeño salto cuando la criatura toco su mejilla con la punta de su dedo.

—Yo era sólo un cachorro.

Los ojos de Tygus eran rojos, iguales a los de aquella criatura, al notarlo sonrió.

— Yo te pulí, te convertí en lo que eres y me traicionaste.

Tygus retrocedió un paso, sintiendo como el fuego negro de las serpientes abrasaban su piel, la criatura seguía en el mismo lugar, su mueca era una de disgusto, parecía decepcionado, como si en realidad se sintiera traicionado.

— Pero soy un amo generoso y puedo perdonarte sí cumples con tu deber y me liberas.

Thundercats-Thundercats-Thundercats

Claudius tras pensarlo unos instantes acepto ayudarle a Leo para que pudiera ver a su padre a solas, sin la compañía de Bengalí, justo como ocurría con Shen cuando les traía provisiones.

— Bengalí es un chismoso.

Respondió el pequeño ligre cuando Leo explico que no quería que los interrumpieran, que le prometiera que después le traería espadas y no solo eso, que le ayudaría a entrenar con ellas, pero que antes debía convencer a su padre de perdonarlo, de hablar con él en privado.

Claudius no estaba interesado en las espadas aunque si quería aprender a utilizar un arma de verdad, no esa aburrida pistola que no le dejaban usar nunca, lo que realmente quería era ver a su padre sonreír, ya no quería que siguiera triste.

— ¿No te agrada Bengalí?

Pregunto Leo oculto detrás un montón de leños que los tigres habían apilado para el invierno, Claudius le había explicado a Leo que su padre tenía una puerta secreta en su casa, la cual abrió con algunas herramientas que tomó de la pirámide en el desierto cuando encontraron sus armas y algunos vehículos.

— Es extraño.

Fue la respuesta de Claudius, quien veía como podían recorrer la distancia que había entre las dos casas, notando que Panthera discutía con el tigre de pelaje blanco, quien decía nadie podía importunar a Tygus, necesitaba recuperarse para la visita de Shen.

– ¿Por qué no entras tu primero? Yo te seguiré.

Susurro Leo notando que aun Panthera comenzaba a perder la paciencia ante la despectiva actitud del tigre blanco, quien aun se comportaba como si estuvieran en el régimen de Mum-Ra y se creyera superior a su consejera.

— Bengalí no me deja visitar a papá cuando duerme o está ocupado, dice que no debo importunarlo.

Leo asintió, la actitud de Bengalí comenzaba a exasperarle, no era que pensara que un cachorro podía ir y venir a su antojo, tampoco podía interrumpir una reunión de estado, pero creía que la actitud del tigre blanco para con un cachorro hibrido debía ser como la que usaba con Panthera, una de condescendiente molestia.

— Pero Bengalí no sabe como camuflarse como mi papá.

Claudius hablaba como si esperara que Leo comprendiera que le decía, había escuchado del don de los tigres, sabía que Tygus podía desaparecer a su antojo, de esa forma logro sacarlo de los corrales, pero al mismo tiempo no pensaba que solo algunos tigres tuvieran esa cualidad, creía que se trataba como en el caso de los elefantes, todos los tigres tenían el don en mayor o menor medida.

— No tiene el don y cuando quiero ver a mi papá no puede hacer nada para evitarlo.

Leo cubrió su boca riéndose al escuchar las palabras de Claudius, el cachorro de Tygus compartía su desagrado por el tigre de color blanco, aunque probablemente solo le veía como una niñera muy molesta.

— ¿Sabes que yo no puedo camuflarme, cierto?

Aquella pregunta le pareció graciosa a Claudius, quien sabía perfectamente que solo algunos felinos podían utilizar su don para esconderse de la mirada de los demás y aun dentro de los tigres era difícil poder camuflarse, era solamente obvio que Leo no podría camuflarse, después de todo era un león.

— Sí, no eres un tigre.

Leo sonrió, no entendía de qué forma Claudius creía que podrían esquivar la celosa mirada de Bengalí, aunque Panthera siguiera distrayéndolo, no creía que fuera posible que un león adulto que vestía una pesada armadura pudiera pasar desapercibido.

— Cuando te diga me das la mano y me sigues sin hacer ruido.

Leo asintió, no creía que Claudius fuera lo suficiente poderoso como para utilizar su camuflaje con él, pero aun así le dio la mano, notando como el cachorro desaparecía.

— ¡Vamos!

Susurro Claudius tirándolo de su mano derecha, esperando que simplemente lo siguiera, sin embargo, Leo no quería que lo vieran entrar en el cuarto de Tygus, no si no había sido invitado primero.

— ¿Cómo sabes que funciono?

Quiso saber antes de seguir al cachorro, el pequeño se detuvo, porque ya no tiraba de su mano.

— Porque yo tampoco puedo verte, por eso.

Ese era un buen punto, pensó Leo siguiendo al cachorro con sigilo a pesar de sentirse diferente al comandante que transitaba los pasillos de aquella nave, el señor de los Thundercats, como ahora se hacían llamar los felinos de Thundera, creía que había perdido su agilidad encerrado en ese castillo, estaba tan cansado de su nueva vida como lo estaba de ser el comandante de los ejércitos de Mum-Ra.

— Buen punto.

Claudius abrió la puerta secreta con cuidado, sin realizar ninguna clase de ruido, señalándole a Leo que entrara primero, siguiéndolo poco después cerrando la puerta detrás de sí, el cachorro era inteligente y tan astuto como su padre, sin contar que sus dones espirituales eran demasiado poderosos para un cachorro de su edad.

— Ven, papá debe estar dormido en el sillón.

Leo observo la pequeña casa con preocupación, no le gustaba que su amante viviera en un lugar como ese, mucho menos con un cachorro acompañándolo, tal vez con suerte aceptaría con el tiempo seguirlo, vivir en Thundera a su lado.

Thundercats-Thundercats-Thundercats

— Siempre te di la opción de abandonar tu servicio, nunca te obligue a complacerme.

Tygus trataba de concentrarse, pero era imposible, lo único en lo que podía pensar era en los años que le sirvió a esa criatura, la que continuaba hablándole como si hubiera tenido alguna clase de opción al momento de servirle, aunque debía recordarse que si existió una forma de negarse, podría haber seguido los pasos de Tigris, buscar la libertad en la muerte.

— Aun ahora podrías liberarme y ser libre de tus tareas.

Dos pares de ojos rojos se encontraron, la criatura parecía ofrecerle su libertad sin morir, pero él conocía sus mentiras, la única forma de ser libre en el reinado de esa bestia era abrazar la muerte y abandonar a su cachorro, la única razón por la cual seguía adelante cuando comenzaba a creerse un inútil, un fracaso.

—Podrías dejarme un remplazo, un felino que realice tus deberes como Tyaty.

De pronto apareció la figura de su propio hijo, el era hermoso, era fuerte y creía que su don si acaso aceptaba seguir sus lecciones, meditaba todos los días para crear las barreras que el mismo había descuidado, podría compararse con el suyo.

— No, no a él.

Fue su respuesta inmediata, no entregaría a su cachorro, su deber como su padre era protegerlo de cualquier daño, jamás permitir que nadie pudiera lastimarlo, mucho menos la criatura que casi destruyo su vida.

— Te has vuelto débil.

Tygus comenzó a preguntarse como esa bestia conocía cada uno de sus secretos, sobre su cachorro y su dolor, de pronto se dio cuenta que al ser nombrado capitán esa misma criatura hizo lo posible para evitar que meditara y que con forme paso el tiempo, perdió la capacidad de concentrarse, cada vez que cerraba los ojos creía que sería traicionado, no podía bajar la guardia si es que no quería perder la vida.

— Ese león te ha echado a perder, pero descuida cachorro, sí me liberas tú y todo tu linaje gobernaran este planeta con mano de hierro.

La criatura esperaba que aquella promesa vacía fuera suficiente para que Tygus traicionara a su cachorro, si esa bestia despertaba su vida volvería a ser la de antes o se convertiría en una cascara sin mente, sin embargo, nunca se había atrevido a pensar que podrían liberarlo para que su descendencia tomara su lugar.

— Serás el comandante de todos mis ejércitos y podrás vengarte de ese traidor que jugó con tu lealtad, que solo te utilizo para robarse lo que me pertenece.

Claudius jamás tendría la vida que él tuvo, despertar a esta criatura era entregárselo en una bandeja de plata para que lo moldeara a su antojo, convirtiéndolo en un esclavo sin mente ni esperanzas.

—Leo me salvó, ahora soy libre.

Pronuncio tratando de recordar algunas de las enseñanzas que Akbar le dio cuando era un cachorro, cuando su don amenazaba con hacerlo perder el control, convertirlo en un demente.

— ¿Te libero? Llamas libertad a pasar hambre y frío, a estar encerrado en una pocilga oxidada cuando en el pasado yo te cubría de lujos, de regalos magníficos a cambio de un poco de gratitud.

Tygus de pronto sintió que algo lo llamaba, que trataban de sacarlo de allí, la criatura se dio cuenta e inmediatamente trato de evitarlo convocando las fuerzas oscuras que habitaban ese plano.

— Tygus… Tygus despierta.

La criatura grito su nombre, sin embargo, pudo despertar sintiendo que dos manos lo tomaban de los brazos, agitándolo con fuerza, Tygus abrió los ojos respirando hondo, gruesas gotas de sudor cubrían su cuerpo.

— ¿Tygus?

El tigre por un momento creyó que al despertar seguiría en esa tumba, que aun era un esclavo, pero al sentir el calor del sol entrar por la ventana se dio cuenta que solo era una pesadilla, no era real.

— ¿Estás bien?

Tygus conocía esa voz.

— Pensé que no despertarías.

Lentamente como si aun siguiera atrapado en aquella pesadilla volteo con lentitud, a su lado estaba Leo y a sus espaldas Claudius, ambos parecían asustados, como si llevaran demasiado tiempo tratando de llegar a él.

— ¿Leo?

Leo se alejo de Tygus al ver que por fin había despertado, Claudius se abalanzo contra su padre, rodeando su cuello, su cachorro estaba visiblemente asustado, Tygus también lo estaba así que rodeo el cuerpo delicado de su pequeño con ambos brazos, acariciando poco después su cabeza, tratando de calmarlo.

— No podíamos despertarte.

Susurro Claudius, Leo mantenía su distancia, observándolo fijamente, recordando que alguna vez Tygus le mostro el mismo cariño, pero que lo había arruinado.

— Descuida, solo fue una pesadilla, nada más.

Leo no sabía si sería recibido en esa habitación, sin embargo, decidió que lo mejor era tomar un asiento en uno de los sillones, notando por el rabillo del ojo una figura rojiza, una pieza de ajedrez con la forma de un león.

— ¿Qué está pasando?

Pregunto, notando que Leo tomaba la pieza de ajedrez y la rodaba en sus manos, su mirada fija en los detalles, cualquiera podría notar la semejanza.

— ¿Por qué esta Leo contigo?

Leo guardo silencio, Claudius de pronto parecía preocupado, como si hubiera actuado en contra de las ordenes de su padre.

— Bengalí me dijo que Leo estaba en la aldea y quise verlo.

Tygus asintió, sus ojos posados en los azules, su expresión era indescifrable, solo su cachorro comprendía que estaba molesto por haberlo desobedecido, que tal vez no debió visitar a Leo sin que su padre le diera permiso para ello.

— Yo le solicite que me dejara hablar contigo.

Leo abandono la pieza roja en la mesita, observando de reojo la pequeña residencia de su amante, si el cuarto donde se suponía que debían dormir le pareció claustrofóbico, esta vivienda era aun peor, no era el lugar que Tygus merecía, mucho menos si trataba de cuidar un pequeño en esas instalaciones.

— Creía que no sería recibido de otra forma.

Finalizo, notando que esa habitación no solo era pequeña, sino que demasiado oscura, podría decirse que fría, si la comparaba con su alcoba en Thundera o el jardín que había construido esos últimos años.

— Me pregunto porque sería eso.

Respondió Tygus, aun con su pequeño en sus brazos.

— Leo.

Claudius se dio cuenta que su padre estaba demasiado tenso y se alejo un poco de él para poder observar como Leo se comportaba diferente, parecía arrepentido, sus ojos estaban posados en la puerta, pero su atención fija en su padre.

— Claudius necesito que salgas, espérame afuera, no tardare.

El cachorro asintió, sabía que cuando su padre le hacia esa petición existía un fuerte motivo para ello, por lo que sin más decidió que lo mejor era buscar a Panthera, tal vez ella podría explicarle que estaba pasando.

— Claudius es un buen niño.

Pronuncio Leo cuando el cachorro abandono ese cuarto, dejándolos a solas, Tygus seguía en su cama, mirándolo fijamente como si esperara que de un momento a otro lo atacaría, creyendo que había engañado a su propio hijo para poder acercársele.

— ¿Qué estás haciendo aquí?

Pregunto buscando algo debajo de su almohada, su mirada fija en la suya, Leo se alejo algunos pasos levantando las manos a la altura de su pecho, en una postura que esperaba fuera conciliadora.

— Necesitaba verte.

Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).