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Afecto. por Seiken

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Afecto

Capitulo 9.

Leo abandono la pieza roja en la mesita, observando de reojo la pequeña residencia de su amante, si el cuarto donde se suponía que debían dormir le pareció claustrofóbico, esta vivienda era aun peor, no era el lugar que Tygus merecía, mucho menos si trataba de cuidar un pequeño en esas instalaciones.

— Creía que no sería recibido de otra forma.

Finalizo, notando que esa habitación no solo era pequeña, sino que demasiado oscura, podría decirse que fría, si la comparaba con su alcoba en Thundera o el jardín que había construido esos últimos años.

— Me pregunto porque sería eso.

Respondió Tygus, aun con su pequeño en sus brazos.

— Leo.

Claudius se dio cuenta que su padre estaba demasiado tenso y se alejo un poco de él para poder observar como Leo se comportaba diferente, parecía arrepentido, sus ojos estaban posados en la puerta, pero su atención fija en su padre.

— Claudius necesito que salgas, espérame afuera, no tardare.

El cachorro asintió, sabía que cuando su padre le hacia esa petición existía un fuerte motivo para ello, por lo que sin más decidió que lo mejor era buscar a Panthera, tal vez ella podría explicarle que estaba pasando.

— Claudius es un buen niño.

Pronuncio Leo cuando el cachorro abandono ese cuarto, dejándolos a solas, Tygus seguía en su cama, mirándolo fijamente como si esperara que de un momento a otro lo atacaría, creyendo que había engañado a su propio hijo para poder acercársele.

— ¿Qué estás haciendo aquí?

Pregunto buscando algo debajo de su almohada, su mirada fija en la suya, Leo se alejo algunos pasos levantando las manos a la altura de su pecho, en una postura que esperaba fuera conciliadora.

— Necesitaba verte.

Tygus por fin encontró lo que buscaba debajo de su almohada, esto era otra pistola, una mucho más pequeña, la que en tiempos de Mum-Ra los soldados guardaban en ocasiones en su bota, a la altura de la pantorrilla.

— ¿Eso es todo?

Pregunto Tygus, observando a Leo de pies a cabeza, a diferencia suya su antiguo compañero se había olvidado de su vestimenta del pasado, en vez de eso portaba una sencilla armadura de color azul grisáceo que dejaba sus brazos al descubierto, una muñequera dorada en su brazo izquierdo que cubría su brazo hasta por debajo del codo y la mitad de su mano izquierda dejando sus dedos descubiertos, la mano derecha tenía un lienzo de tela azul, su melena era mucho más tupida y le llegaba unos diez centímetros por encima de su cintura, un faldón de piel protegía sus piernas junto a unas botas del mismo metal de su armadura, como complemento llevaba un par de pantalones y una camisa por debajo de su coraza, todo de color azul.

Leo había madurado alcanzando la estatura característica de los leones, los cuales tardaban un poco más en conseguir todo su potencial que las otras razas a pesar de tener la misma madurez psicológica, Tygus podía darse cuenta que su amante era de su estatura o unos cuantos centímetros más alto que él y que su masa muscular era mayor que la suya, si bien su melena no cubría su rostro por completo, esta llegaba un poco por encima de la barbilla y terminaría de cubrir su rostro con forme alcanzara la mediana edad, perdiéndose con su hermoso cabello carmesí, el último detalle que Tygus había tratado de ignorar era una corona de oro, una tiara delicada que casi no podía notarse.

— No pensabas en algo más… alguna locura como llevarme contigo a tu ciudad, antes no pude detenerte, ahora tampoco podría hacerlo.

Leo al ver el arma retrocedió un paso más, Tygus comenzó a levantarse lentamente, relamiendo sus labios, el rey de Thundera podía ver que tan cansado estaba en realidad, parecía haber bajado un poco de peso y tenia bolsas debajo de sus ojos pero al mismo tiempo no había envejecido un solo día.

— No, eso no es todo.

El rey de Thundera recordaba que momentos antes de que Tykus disparara su amante quiso permanecer a su lado, él no dispararía en su contra, por lo que pensando en eso, en lo que compartieron en el pasado trato de acercarse a él con lentitud.

— Necesito hablar contigo, una última vez al menos.

Tygus retrocedió algunos pasos al principio, pero después se planto junto a su cama y apretó el gatillo con lentitud, amenazando a Leo con ese movimiento.

— ¿Con que motivo?

Pregunto Tygus notando que Leo seguía caminando en su dirección, por un momento pensó en terminar de oprimir el gatillo, dispararle al rey de Thundera, sin embargo, no podía hacerlo a causa de las consecuencias que habría para los suyos, sin contar que no soportaría que su comandante perdiera la vida.

— ¿Por qué me estás haciendo esto?

Leo al escuchar aquella pregunta se acerco al tigre con rapidez, sujetando la muñeca de Tygus, jalándolo en su dirección al mismo tiempo que inmovilizaba el brazo que tenía el arma de fuego, tirándola en el suelo, perdiéndose en sus ojos dorados notando que estaban a unos cuantos centímetros de distancia.

— Te extraño.

Tygus no se movió al principio, sintiendo el calor del cuerpo de Leo, llevaba tantos años sin sentirlo que por un momento olvido su pasado, sintiendo que las puntas de los dedos del león rosaban su mejilla con delicadeza, con tanto cuidado que parecía temer herirlo con ese movimiento.

— Esto es absurdo.

Respondió Tygus, alejándose de Leo rompiendo la llave que trataba de mantenerlo inmóvil con demasiada facilidad, el león se alejo de su antiguo amante con lentitud, tratando de darle espacio suficiente para que no se sintiera asustado, aunque no debía ilusionarse, después del daño que le hizo no podía esperar nada más.

— ¿Qué quieres Leo? ¿A qué has venido en realidad?

Leo podría mentirle a Tygus, decirle que solo quería recuperar a su ejército, sus fuerzas especiales y construir un imperio como nunca antes habían visto, pero eso no era cierto, en lo único que pensaba al llegar a esa aldea era recuperar a su amante, pedirle perdón por el daño que le hizo y tal vez llevarlo a su ciudad, en donde podría compensarlo por sus acciones del pasado.

— Primero quería explicar mis acciones, pedirte perdón por ellas, con suerte obtenerlo.

Leo desvió la mirada de Tygus, observando el suelo metálico, lo que decía era absurdo, lo que deseaba lo era mucho más, aun así era en todo lo que pensaba, lo único en que soñaba en Thundera, no quería marcharse sin su tigre.

— Pero no es suficiente, quiero recuperarte, necesito que tú me quieras como yo a ti…

Pero al mismo tiempo necesitaba que su tigre fuera con él por su propia voluntad, lo amaba, lo necesitaba y sabía que Tygus no abandonaría su hogar sin su cachorro, no lo arriesgaría con alguien en quien no confiara.

— Es absurdo, pero aun te amo.

Tygus no confiaba en el, aunque quisiera no podía darse el lujo de volver a caer en los engaños de Leo, podía ser sincero, desearlo a su lado pero no se engañaría pensando que su amor era lo único que buscaba, aun recordaba los últimos días que pasaron juntos, su amante no confió en sus palabras y después, cuando lo rechazo se negó a aceptar su negativa, tomándolo a la fuerza.

Claudius no pagaría por sus errores y no lo arriesgaría a ser relegado al hijo del amante del rey, porque Leo debería buscar una compañera con el tiempo, si no la tenía en ese momento, para que siguiera con su linaje, eso era lo que decían los libros de historia que pudo leer en su juventud.

— No te creo, no puedo creerte esta vez.

Leo no podía hacer más que aceptar aquellas palabras, él mismo había destruido su relación, se daba cuenta que fue demasiado atrevido e imprudente tratando de recuperar a Tygus como si no hubiera actuado en su contra como lo hizo.

— Te das cuenta que ni siquiera nos conocemos, lo demente que suena esto de regresar, solo fue sexo Leo, no hubo nada más.

Leo estaba a punto de interrumpirlo, pero Tygus no lo permitió, había meditado sus sentimientos durante más de nueve años y se daba cuenta que solo tuvieron sexo en las sombras, no conocían sus anhelos, ni siquiera su color favorito, ninguno de los dos pudo confiar en el otro cuando más se necesitaban.

— Queremos pensar que hubo algo perfecto en esto, pero que hay de hermoso en tener sexo en la oscuridad, ignorarnos y desconfiar en nosotros.

Tygus se relamió los labios recordando como supo de la rebelión, que fue Torr quien le dio la información que necesitaba para que él pudiera vengarse de su amante, quien solo estaba tratando de utilizarlo, como él mismo temía la reacción de Leo cuando supiera que era el amante de Mum-Ra, pero ni siquiera él adivino que tan grande seria su enojo.

— Tú me ocultaste la rebelión, si me lo hubieras dicho habría encontrado la forma de encubrir información valiosa de Mum-Ra, de obtener todo lo que tu necesitabas, las llaves, claves, cualquier cosa, te hubiera dicho que su sala del trono guardaba su refugio para que esa bestia fuera destruida, no solo derrotada, te hubiera ayudado a ganar la lealtad de mi clan, ellos me escuchaban pero no creíste en mi.

Aquello era lo que más le dolía, la desconfianza que mostro Leo, creyéndolo leal a una criatura que casi destruyo su vida, que utilizaba cada una de sus debilidades en su contra, de la cual había logrado liberarse cuando perdió todo, pero que recupero su poder al creer que Leo sería diferente.

— Ni siquiera al final.

Tygus aun recordaba que Leo tomó aquello que solo a él había entregado, esa traición le dolió mucho, demasiado, pero no tanto como saber que lo que tuvieron fue solo una ilusión, una forma para que Mum-Ra lo destruyera y su amante obtuviera la información que necesitaba.

— Yo no fui mejor, nunca creí que tú pudieras derrotar a Mum-Ra, fui un estúpido al creer que mi venganza sería salvar tu vida, que me creerías cuando te dijera la verdad, pero fui tan bueno mintiéndote que no puedo culparte por eso.

Así que tenía razón, pensó Leo, Tygus sabia de la rebelión y se lo había ocultado con demasiada maestría.

— Me gustaría pensar que aun tenemos un futuro, pero en mi presente ya tengo aquello que deseaba, una casa, un lugar soleado y un cachorro, no puedo pedir más.

Leo podía pedir más, ambos podían, pero su tigre tenía razón, ambos desconfiaron del otro y su amor se veía manchado por ese acto, sin embargo, ya había pasado nueve años en el pasado, tratando de imaginarse lo que pudo haber sido si sus sentimientos no hubieran rayado en la locura, el propio Akbar trato de ayudarle a concentrarse para que la espada del augurio no tomara el control, esos nueve años no dejo de pensar en su compañero.

— ¿Por qué no me dijiste nada?

Pregunto Leo, necesitaba saber la razón del silencio de su tigre.

— Creía que cuando supieras que todos los rumores eran ciertos, que compartía mi lecho con esa criatura pensarías que solo estaba tratando de utilizarte, que sentirías asco por mí, solo soy las sobras de Mum-Ra.

Leo asintió dándose cuenta que Tygus estaba en lo correcto, el lo había traicionado, lo había mantenido en las sombras al saber que era el amante de esa criatura, después tomado a la fuerza, lo traiciono de todas las formas posibles.

— Para ser alguien tan arrogante, tan orgulloso de mis habilidades, no era más que… el Tyaty, el juguete de esa bestia.

Tygus estaba avergonzado, aun en ese momento no se atrevía a mirar a Leo a los ojos, seguro que había olvidado aquel detalle al buscarlo como lo hizo.

— Pero ya no veo ninguna razón por la cual deba guardar silencio, estoy seguro que todo esto ya lo sabes.

Leo lo sabía, no todo lo que Tygus había pasado pero suficiente para comprender que su tigre tenía razón, al menos desde su punto de vista, pero para él sus encuentros fueron diferentes, fue la forma que tuvo para acercarse a él y hubiera protegido a su amante, declarado su unión ante todos si no hubiera sido por su promesa.

—Yo no lo veo de esa forma, pero no puedo culparte después de lo que hice, aunque sí debo decirte esto.

Leo se acerco un paso a Tygus, con una expresión melancólica en su rostro, notando que su antiguo amante comenzaba a tensarse al ver que se acercaba a él.

— Para mi tú fuiste mi luz en la oscuridad, tal vez no te acuerdas de mí como yo lo hago, pero me diste esperanza cuando más lo necesitaba y por eso, yo necesito darte lo mismo.

Antes de que Tygus pudiera pronunciar cualquier sonido, Leo llego a él, rodeando su cuerpo con sus brazos.

— No se sí podrás perdonarme o aceptarme de nuevo en tu vida y en tu lecho, pero sí sé que no puedo dejarte solo en este lugar, mereces todo lo que me confesaste que deseabas la única vez que logramos dormir juntos y te prometo que no me detendré hasta que tu lo tengas, porque eso no se parece a este lugar.

Tygus no rodeo el cuerpo de Leo con sus brazos, sólo se tenso al sentirlos, recordando esa noche, como le confesó sus más profundos deseos creyendo que sólo eran promesas de enamorados, las cuales nunca se cumplían.

— Quiero que te vayas Leo, déjame solo.

Leo se alejo del cuerpo de Tygus, acariciando la mejilla de su amante quien observaba un punto a sus espaldas, no se atrevía a mirarlo, tampoco a empujarlo, se contentaba con sentirlo a su lado, una última vez.

— No quiero que regreses.

Leo asintió, debía aceptar la petición de Tygus, al menos por esta vez, sin embargo, esperaba que no todo estuviera perdido, porque con solo mirar los ojos dorados de su tigre se daba cuenta que aun lo amaba y estaba seguro que encontraría una forma de volver a verlo, de recuperarlo.

— La próxima vez que tú te acerques a esta aldea dejare que Bengalí tome las decisiones, su majestad, ambos sabemos que él hará lo que yo no puedo y no quiero un enfrentamiento con Thundera.

Leo sonrió, pudo derrotar a Mum-Ra el inmortal, hacerse con las piedras de guerra y la espada del augurio, poco después construir Thundera, esquivar a un médico militar e ingresar a un territorio enemigo sería extremadamente fácil.

— No te abandonare a tu suerte, Tygus, espero que me perdones, yo aun te amo y nunca dejare de hacerlo, no puedo olvidarte.

Tras decir aquellas palabras beso con delicadeza los labios de su amante para después salir por la puerta principal, no le importaba lo que cualquiera tuviera que decir sobre su reunión, ya no se escondería, Tygus era su compañero y lo correcto era que estuvieran juntos.

Thundercats-Thundercats-Thundercats

Panthera aun trataba de razonar con Bengalí, quien seguía firme en custodiar el sueño de Tygus, cuando de pronto vio salir a Leo de esa habitación como si tuviera todo el derecho de hacerlo.

— Vámonos Panthera, debemos regresar a Thundera, quiero hacer unas modificaciones a mi jardín.

Bengalí al verlo descender los pocos escalones que daban a la habitación de Tygus, apretó los dientes completamente furioso rugiendo de forma imperceptible, Leo simplemente lo ignoro llevando sus manos detrás de su espalda.

— ¿Quién diablos te has creído?

Pregunto sujetando a Leo del brazo, o al menos eso intento, porque el león pudo esquivarlo con demasiada facilidad, casi como si se tratara de un juego.
— Soy el rey de Thundera, portador de la espada del augurio, señor de los Thundercats y lo que es más importante aún, soy el compañero de Tygus.

Bengalí guardo silencio, sin creer la petulancia de ese león que pensaba Tygus le pertenecía, su Tyaty tenía un amo y cuando pudieran revivirlo todos esos animales, así como los felinos traidores lo pagarían con sus vidas.

— ¿Crees que puedes hacer lo que desees? ¿Qué permitiré que vuelvas a tocar a nuestro Tyaty?

Leo modifico un poco su postura para después sonreír a causa de sus preguntas, las cuales de pronto le parecieron demasiado divertidas, como sí él no pudiera detenerlo aunque quisiera, como si solo fuera cuestión de que Tygus aceptara su cortejo de nuevo para entregarse a él, ahora que ya no tenían la protección de su amo.

— Derrote a Mum-Ra el inmortal, planifique una rebelión debajo de sus narices y tú crees que puedes alejarme de mi compañero.

Panthera sonrió a sus espaldas, ese era su antiguo comandante, ese era su amigo y con suerte, sus sueños podrían volverse realidad, al mismo tiempo que recuperaban un ejército poderoso de las manos del desierto y Tygus obtenía su merecido descanso, un lugar seguro donde criar a su descendencia.

— ¿Compañero? ¡Utilizas esa palabra con demasiada libertad!

Leo negó aquello con un movimiento de la cabeza, eso no era verdad, Tygus era la única razón por la cual seguía adelante, ambos estaban destinados a estar juntos, aun la misma espada parecía tranquilizarse a su lado.

— No, en el único que la uso es en él.

Tras decir aquellas palabras comenzó a marcharse de allí seguido de Panthera, quien de pronto sintió que alguien la sujetaba de su mano derecha, al abrir sus ojos pudo ver a Claudius, quien no comprendía la razón por la cual ambos debían irse, siempre se quedaba al menos un mes.

— ¿Se van tan pronto?

Leo al ver a Claudius sonrió, hincándose delante de él, sonriéndole con una mirada segura que trataba de alegrar al pequeño ligre que le miraba con esos enormes ojos azules, casi al borde de las lágrimas.

— Sí, pero te prometo que cuando regrese tú y tú papá nos visitaran en Thundera, cada año realizamos un festival y me encantaría que ambos fueran mis invitados de honor.

Claudius asintió, aun estaba molesto, estaba cansado de sentirse solo, los demás cachorros eran demasiado pequeños para comprenderlo, los adultos no parecían quererlo, a veces creía que lo veían como un lastre y nada más.

— Pero mientras tanto prométeme que cuidaras de tu papá por mí.

Finalizo Leo abrazando al cachorro, recordaba lo que se sentía estar en un ambiente extraño con felinos que pensaban eras demasiado diferente a ellos y estaba seguro que para muchos de ellos, el color del manto de Claudius no les era agradable, en especial a Bengalí, quien seguía tratando de mantener a Tygus limpio para su amo.

— Y sí por alguna razón piensas que necesitas de mi ayuda, tú o él, oprime el botón de este dispositivo.

Debajo de su armadura guardaba una esfera del tamaño de una nuez, la cual tenía un solo botón de color rojo, el cual se utilizaba en el campo de batalla cuando alguno de los exploradores había encontrado información importante.

— Yo llegare a ustedes, sin importar lo que tenga que hacer.

Claudius guardo la esfera asintiendo, sin comprender porque Leo creía que podrían necesitar ayuda en su propio hogar, sin embargo, lo hizo, el rey de Thundera le agradaba, su instinto le decía que debía confiar en él, que sus sentimientos eran sinceros, sólo quería protegerlos.

— Cuídate mucho.

Panthera le sonrió al cachorro guiñándole un ojo, despidiéndose alborotando el cabello pelirrojo del pequeño ligre, al que conocía desde que era un pequeño de dos años, un tierno cachorro en los brazos de su padre.

— Nos vemos Claudius.

Thundercats-Thundercats-Thundercats

Tygus permaneció en el mismo lugar justo el tiempo que Leo se tardo en cerrar la puerta detrás de sí, cuando lo hizo cayó al suelo recargando su espalda contra la pared, cubriendo su rostro con ambas manos, tratando de controlar su tristeza como su confusión.

Habían pasado demasiados años desde la última vez que vio a Leo, por fin lograba hacerse a la idea de no verle más, de no acompañarle como hubiera querido, sin embargo, cuando las pesadillas comenzaban a debilitarlo haciéndole creer que Mum-Ra había logrado llegar a él utilizando el plano astral para ello, su amante regresaba con la extraña idea de recuperarlo.

Leo decía amarlo, decía que eran compañeros, que aun planeaba cumplir sus promesas del pasado, pero al mismo tiempo Tygus creía que su amor, su determinación estaba enfocada en algo más, algo que podía obtener de él si aceptaba su cortejo.

Pero por el momento, el tigre no encontraba nada que pudiera ofrecerle que valiera la pena los esfuerzos de Leo por llegar a su asentamiento, por tratar de seducirlo y convencerlo de la sinceridad de sus acciones, a menos que quisiera un ejército, los animales no podrían mantener esa delicada paz por mucho tiempo, pero aun era demasiado pronto para que la guerra por el dominio del planeta comenzara.

Dejándolo sin pistas de lo que en realidad quería Leo de su persona y aunque quisiera, como lo decía Bengalí, terminar de adquirir todo lo que alguna vez le perteneció a Mum-Ra, no podía permitirse caer en el embrujo del rey de Thundera cuando Claudius dependía de sus decisiones, él no se convertiría en su padre.

Thundercats-Thundercats-Thundercats

Leo de pronto parecía haber recuperado su espíritu, a juzgar por la expresión de tonto enamorado en su rostro, su monarca supo que ella parecía creer que había perdido la razón, pero ese día fue mucho mejor de lo que fueron esos años alejados, Tygus quiso recibirlo, hablo con su cachorro, un niño hermoso y lleno de vida, alguien que podría continuar con su legado, pudo estar a solas con su compañero así como robarle un beso, el primero de muchos que vendrían.

Nada podía ser mejor, aun así creía que debía compartir algo de información con su querida amiga, después de todo, ella salvo a Tygus cuando perdió la razón y ahora que su amante lo necesitaba le dijo donde encontrarlo.

Panthera trataba de ignorar su extraña actitud, sin embargo, Leo estirándose en el asiento de pasajeros utilizando sus brazos como una almohada cerró los ojos disfrutando del sol de ese planeta por primera vez desde que llegaran, no era que viviera en las sombras pero el solo hecho de verle de nuevo hacia que su vida fuera maravillosa, el sol era más brillante, la corona no le pesaba tanto y la espada no parecía una cadena.

— ¿Alguna vez te he contado cómo me enamore de Tygus?

Pregunto sin más, recordando aquellos días en los cuales un tigre, de todas las especies felinas mostraba simpatía por él, un león que no parecía tener alguna clase de futuro en esa tumba.

— Ambos cayeron presas de un atentado en tu contra y comenzaron esa locura en los túneles de la nave.

Leo abrió los ojos mirándola de reojo, su sonrisa era sincera, tanto como su sorpresa al pensar que solo por eso se enamoro de Tygus, aun su amante creía que sus encuentros eran el único motivo por el cual no dejo de buscarlo cuando tuvo la oportunidad para ser parte de su vida, pero se equivocaba, todos ignoraban lo mucho que lo quería, no solo era su cuerpo sino su espíritu, su personalidad, aquello que le volvía loco.

— Ese día fue sin duda uno de los mejores de mi vida, pero no fue el único Panthera.

Ella solo se limitaba a conducir y el a recordar fragmentos de su pasado, algunos que solo guardaba en su memoria porque el propio Tygus desconocía que era él a quien brindo ayuda sin siquiera pensarlo.

— Tygus para mi significo esperanza, él salvo mi vida de muchas formas diferentes, no solo en los corrales, aquella ocasión sólo fue la primera, el comandante que estaba antes que yo me quería muerto.

Leo comenzó a recordar y describirle la segunda ocasión que pudo ver a Tygus, solo verlo porque para él no era más que un cadete sin rostro, el cual estaba demasiado impactado para poder hablarle después de su oportuna intervención.

Thundercats-Thundercats-Thundercats

Leo era un cadete, su estación estaba situada cerca del reactor, a unos cuantos niveles de lo que se conocía como el peor de los destinos posibles en esa nave, donde solo algunas ratas y unos cuantos reptiles trabajaban manteniendo los motores funcionando, alimentando esa nave de energía.

Ese no era un lugar para un felino pero aun así uno de los últimos leones sobrevivientes de la masacre contra su raza era sometido a condiciones que muchos de los suyos creían eran solo para animales inferiores.

El joven cadete no podría engañarse, había una razón para que lo hubieran colocado en aquella estación, rodeado de reptiles y ratas, ambas criaturas desconfiando del verdadero motivo por la cual un felino se encontraba en aquellos niveles tan profundos.

Para los animales que lo acompañaban en esas precarias condiciones de vida era un misterio, para Leo la respuesta era sencilla, el comandante lo quería muerto y pensaba que ese lugar era la mejor manera de eliminar al joven cadete sin llamar la atención de su amo.

Pero como Leo seguía insistiendo en mantenerse con vida a sus diecisiete años de edad supo que pronto mandarían a alguien para finalizar el trabajo, ese alguien fueron tres felinos de gran tamaño, los que decidieron rodearlo cuando trataba de subir por sus raciones alimenticias a los pisos superiores.

Leo apenas les llegaba a la mitad de su pecho, era delgado y hasta el momento no tenía esperanzas de alcanzar una mejor vida, ni siquiera creía que pudiera sobrevivir lo suficiente para llegar a cumplir los veinte años de edad.

Los tres felinos comenzaron por señalar su pequeña estatura, preguntarse como habían permitido que un león pigmeo viviera cuando pudieron salvar a muchos otros con mayores posibilidades para sobrevivir.

Después trataron de señalar su belleza, tratándolo de hacer sentir miedo, convencerlo que no solo terminarían con su vida sino que además se divertirían con él antes de hacerlo.

— Eres una cosita muy linda, pero el comandante quiere que mueras, así que no lo tomes como algo personal.

Leo trato de defenderse, sin embargo, eran demasiado grandes para él, no importaba cuanto luchara, ellos finalizarían el trabajo sin siquiera dudarlo y sin ninguna clase de esfuerzo.

— Pero un león menos significa más oportunidades para las otras razas.

Dos de ellos sujetaban sus brazos, el tercero estaba a punto de romperle el cuello, sería un trabajo limpio que atribuirían a los otros animales o a un descuido de un cadete sin talento, sin embargo, Leo había logrado llegar hasta el primer piso de los hangares esperando que algún soldado con un rango mayor se compadeciera de él si no lograba perder a los felinos que lo perseguían desde varios pisos abajo.

— Unas últimas palabras.

Pronuncio el que sujetaba su cabeza con ambas manos y estaba a punto de torcer el cuello del joven cadete que escondía un hermoso cabello rojizo que acompañaba a un par de ojos azules por debajo del casco estándar de los guardias de nivel omega.

— ¿Qué les parece? Alto.

Detrás de ellos pregunto uno de los soldados de alto rango al mismo tiempo que le propinaba un codazo al que sostenía a Leo para evitar que rompiera el cuello del cadete, derribándolo al suelo.

Los otros dos felinos permanecieron en silencio al ver que era el favorito de Lord Mum-Ra, quien les observaba fijamente con desprecio, pisando el pecho del felino de mayor tamaño para inmovilizarlo, aunque había algo raro en su apariencia si lo comparaba con el cadete que salvo su vida en el pasado.

— ¿Capitán Tygus?

Preguntaron los otros dos felinos, al mismo tiempo Leo noto con mucho dolor, sin saber porque, que sus ojos carecían de vida y podía verse un moretón cubriendo su cuello por debajo del uniforme.

— ¿Qué están haciendo con ese cadete?

El que estaba a punto de asesinar a Leo, un tigre dientes de sable que aun yacía debajo de la bota del capitán, al escuchar esa pregunta supuso que Tygus comprendería la misión que se les había sido encomendada, sin embargo, lo que ellos no comprendían era el odio que Tygus sentía por el comandante, a pesar de ser un tigre justo como él.

—El comandante nos ordeno eliminarlo, un león menos es una amenaza menos capitán.

Tygus se acerco a Leo y sostuvo su mentón para ver su casco, por un momento creyó que el capitán compartiría el punto de vista del comandante, sin embargo, respondió dándole un codazo a uno de los felinos que lo sostenían, al mismo tiempo que le propinaba una patada en la cabeza al tigre dientes de sable, para finalizar propinándole un puñetazo al tercero, logrando alejarlos del joven león.

— Vete de aquí, yo me encargare de estos guardias número 2068-ZQ.

Tygus no permitiría que mataran a un adolecente, mucho menos un león sólo porque el comandante era tan incompetente como para sentirse amenazado por un clan casi extinto, no le sonrió ni quiso saber de quién se trataba, solo era un cadete más, sin embargo a pesar de eso evito que lo mataran.

Thundercats-Thundercats-Thundercats

Leo no supo que ocurrió con los tres guardias pero algunos días después fue transferido a otra zona de la nave, en la cual servían los felinos mestizos en tareas monótonas, como el mantenimiento de las maquinas de guerra, en donde conoció a Panthera y a su maestro.

Quien en ese momento observaba el horizonte con una mirada indescriptible, escuchando una voz llamarle desde el desierto al mismo tiempo que una espada de color morada brillaba en la oscuridad de su habitación.

Tykus volteo con la mirada perdida, escuchando la voz de la espada hablarle en un idioma que conocía perfectamente, ese lenguaje era el odio y el deseo reprimido, su orgullo lastimado, así como su deseo de venganza.

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