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Sing with me por Valeria15

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Notas del capitulo:

No tengo palabras para decir lo mucho que siento no haber subido esto antes ;n;

Juro que no esperaba hacerlos esperar tanto, es sólo que, simplemente no he podido con el capitulo, hasta ahora, pienso que le falta algo y por eso intentaré compensarlo en el siguiente, espero les guste, es algo así como, relleno xD

Pues luego de leer el comentario de mi Danna me dije que debía poner algo más del pasado de estos chicos y bueno, aquí esta. De paso, aproveché para comenzar conflictos y dejarlos un poco más intrigados x3

Espero no estén muy enojados conmigo :c

También pido disculpas por todos los errores que tiene el Prólogo de esto, pero bueno, creo que es mejor dejarlo así y ver como mejora a través de los capítulos nwn

¡GRACIAS A TODOS POR COMENTAR!

Sing with me

1

Las memorias y los restos

~Para entender el presente debes conocer el pasado.~

Divagaba, se sentía tan extraño, estaba claro que encaminarse al salón de clases sin el pelirrojo no era lo mismo, era como si faltara algo, ese algo que lo contenía, que lo calmaba, y es que hacía tanto que no se sentía solo. Sin darse cuenta, su peculiar sonrisa se había desvanecido, y de todas formas, no era como si alguien lo fuera a notar.

Rebuscó en sus bolsillos su celular y lo sacó, era un mensaje de él.

—No te duermas en clase, luego debes darme tus apuntes —murmuró para sí mismo, sonrió de forma melancólica volviendo a guardar el aparato.

Al entrar al salón este se encontraba completamente vacío, bueno, aún faltaba casi medía hora para que entrara a clase, pero, ¿adónde iría?, ¿al patio a encontrarse con los demás?, bueno, tenía sentido, pero no tenía ganas de levantarse de su asiento ya. No, se quedaría ahí a esperar que todos entraran y la clase comenzara.

Historia de la música, que interesante, ¿no?se dijo sarcásticamente; recordaba al pelirrojo regañándolo por no prestar atención en esa clase en particular, pues él siempre había sido de las personas que miran para adelante, esperando que las cosas den un giro emocionante e inesperado, ya sea para bien o para mal, le valía mierda que había pasado el día anterior, después de todo, ya había terminado; esa era su forma de vida, una regla, al contrario del estilo del pelirrojo que le gustaba pegarse al pasado y ojala y pudiese volver atrás el tiempo para quedarse con sus recuerdos.

En fin, "para entender el presente debes conocer el pasado", eso le había dicho el pelirrojo, y claro, el profesor asintió como si aquello fuera lo más sabio que pudieran haber dicho. A él no le interesaba, de todas formas, aún si se interesara en el, no volvería el tiempo atrás, no podría hacer nada, no podría arreglar nada. De pronto, como si un rayo hubiera dado una descarga a su cerebro, formuló una pregunta, que a decir verdad, no hubiera querido hacerse en un principio: ¿Qué hubiera pasado si se hubiera confesado aquel día?

Lo recordaba como si hubiera sido ayer, porque nunca podría olvidar ese día, porque siempre sería el ayer que le atormentaría.

Habían terminado sus trámites en la escuela hacía unos minutos y todo el grupo había quedado en reagruparse en la puerta de la escuela, allí estaba Hidan, Kakuzu, Kisame, Pain, Konan y él, sólo había dos faltantes y la verdad, comenzaba a preocuparle que justamente esos dos hayan desaparecido, y váyase a saber porqué exactamente se sentía así, pues Itachi no mataría a nadie y a Sasori no le pasaría nada, pero, ¿cómo era que no salían?

—Iré a buscarlos —avisó rápidamente al mismo tiempo que daba la vuelta y comenzaba a caminar hacia dentro.

¿Y por qué era que comenzaban a sudarle las manos?, ¿por qué era que su corazón se aceleraba?, ¿por qué era que sentía una dolorosa punzada en el pecho?, ¿por qué no podía entender ese sentimiento que lo exprimía por dentro?

La escuela parecía completamente desierta, pues eran del consejo estudiantil y se habían quedado hasta tarde, sólo que a último momento, cuando habían decidido irse al fin, Pain había salido con que tenía que pasarse por la dirección a dejar unos papeles y Kisame con que tenía que hacer una llamada, por lo tanto se encontrarían todos afuera.

Rápidamente le había dicho al pelirrojo que se adelantara con él, pero aquél le respondió que Itachi le había pedido hablar con él unos minutos, a solas. Nadie le había dado importancia, excepto él, ¿qué tenía que hablar con su Danna?, ¿su?

Caminaba por los pasillos mirando hacia dentro de cada salón: nada. Entonces llegó a escuchar unos tenues murmullos, su paso se apretó, pero casi de repente, las voces dejaron de resonar, llegó al salón donde los habían dejado para "hablar", pues parecía que Itachi prefería hacer algo más y no le estaba agradando.

El pelirrojo se encontraba encerrado por los brazos del Uchiha y con sus ojos fuertemente cerrados, no parecía estar de acuerdo con aquel beso y el rubio estaba a punto de entrar a romperle la cara al moreno y llevarse a Sasori, pero justo cuando estaba por irrumpir allí, el aludido hizo algo que el menor nunca pensó que éste podría: sus brazos que antes se encontraban contra el pecho del mayor, intentando separarlo de sí —o al menos eso creyó—, subieron casi tímidamente al cuello del mayor. Eso fue su pie para retirarse.

Volvió a fuera e insinuó que nada había pasado, que no los había encontrado y luego de unos minutos los esperados aparecieron y emprendieron viaje a un café del cual ni siquiera recordaba el nombre.

Se sentía desolado. Sólo hasta ese momento lo había entendido: lo amaba, pero ya era tarde. Luego de unos días el pelirrojo le había contado sobre su relación, había parecido tan emocionado —a pesar de su intento de indiferencia al tema—, era tan…, feliz y se dio cuenta de que aquél tenía más felicidad de la que él había logrado producirle desde que le conocía, y bueno, ¿qué más podía hacer?

¿Saben?, alguna vez escuché que uno se acostumbra al dolor, pero en realidad, eso nunca pasa, sólo aprendes a vivir con el.

Miró a su Jefe con el ceño levemente fruncido, aquel seguía cuestionándole el hecho de que siempre llegara tarde y que por si acaso, acababa de romper un par de platos al chocar con uno de sus compañeros.

Hidan, como era que debía hacerse, se disculpó con los presentes y se retiró a buscar una pala y un guante para juntar los vidrios —gracias a Jashin habían sido platos limpios—, pero la verdad que al gerente de ese restaurant no le había gustado nada y cuando llegó a ver que el menor había terminado de limpiar, lo llamó a la cocina algo indispuesto.

—Terasoma* —replicó el mayor indignado al notar que la mirada del mencionado se había desviado ligeramente a uno de los cocineros, pero no parecía que realmente estuviera observándolo si no que se había quedado perdido en esa imagen.

Costillas de cerdo, pensó mientras un vago recuerdo le venía a su mente, se sentía tan cansado…

—Hidan —le reclamó el azabache al ver que parecía estarse a punto de dormir sobre la mesa mientras preparaba la cena.

—Estoy despierto —gruñó el menor al darse cuenta a qué se refería el otro.

—Más te vale —amenazó el mayor mientras servía ambos platos—. Córrete idiota —le dijo mientras le dejaba su plato enfrente.

—¡Costillas! —exclamó el albino cuando pareció revivir al ver la cena que le había hecho su compañero.

Kakuzu sonrío débilmente sin ser notado mientras se sentaba enfrente del menor, las costillas de cerdo eran la comida preferida de Hidan y ya que últimamente aquel parecía tan agobiado no le había quedado más remedio que preparárselas.

—¿Qué tanto miras? —masculló el menor notando que el otro lo observaba de una manera algo… ¿Extraña?, no, era como siempre, ¿verdad?

—Me preguntaba si podría cocinar más con tus costillas —le respondió el otro al ver que aquel ya se habría manchado su camisa blanca del trabajo si no fuera porque se la había quitado al llegar y permanecía con el pecho desnudo—. Usa una servilleta para limpiarte al menos.

El albino lo miró y se guardó esas ganas de putearlo que enserio tenía, pues estaba felizmente comiendo esas delicias y por esta noche no le jodería.

—Por cierto, ¿eras tú el que se encontraba detrás de la escuela con Miruyama hoy?

—¿Miruyama? —preguntó desentendido el menor.

El otro suspiró, no podía ser que no se supiera los apellidos de sus propias compañeras.

—Tomoyo —dijo con obviedad, pero el menor aun fruncía el ceño en un intento por darse cuenta de quién diablos hablaba—… Pelo castaño, ojos verdes, bien atribuida —dictó levantando una ceja.

—¡Ah, esa! —exclamó el otro a cachar de quien era que estaba hablando—, ¿fue hoy? —preguntó algo perdido—, bueno, supongo que sí, ¿qué pasa con ella?

—¿Se te confesó?

—Sí, algo así…, bueno, quizá, no le estaba prestando mucha atención, pero algo así fue, ¿si no para qué me llevaría hasta allí?

—¿Qué rayos le dijiste si no sabías ni que te había dicho? —preguntó algo alterado el mayor, no podía ser que fuera tan imbécil.

—Que no me interesaba —dijo mientras se volvía a su plato para tomar otro bocado.

Kakuzu estaba ligeramente sorprendido, a decir verdad, el menor era muy popular entre ambos géneros, ¿por qué siempre que alguien —en su mayoría, chicas— se le confesaba les decía que no le interesaba?

—Eres un idiota —dijo el azabache más para sí mismo que para el otro, pero Hidan lo escuchó.

—¿Qué!? —exclamó enfadado—, oye, no te estoy diciendo nada porque me hiciste estas hermosuras, pero no te creas que tienes derecho a insultarme también.

El mayor no dijo una sola palabra, se levantó de la mesa y comenzó a caminar hacia él, Hidan sólo le siguió con la mirada, curioso y sorprendido.

—¿Qué es lo que no te interesa? —preguntó apoyándose en una especie de mesada que separaba la cocina del comedor.

—¿Eh?

—¿No te interesa la chica o simplemente no te interesa la idea de tener esa clase de relación con cualquiera?

—Ambas cosas no me interesan.

—¿Por qué?

No podía creer lo que tenía enfrente, aquellos enormes ojos esmeralda lo miraban a lo profundo de los suyos, era una pregunta muy en serio y no podía descuidarse respondiéndole, un paso en falso y terminaría por cavar su propia tumba.

Sonrío.

—¿Puedo responder con otra pregunta? —el mayor frunció el ceño.

—Ya lo hicis—

—¿Te gusto?

Se había quedado paralizado, simplemente paralizado, sintió sus parpados extenderse y su lengua trabarse, ¿había escuchado bien?, ¡por sus tatuajes, claro que sí lo había escuchado!

—Y esa es la razón —dijo levantándose de la mesa el menor.

¿Te gusto?

Le dolía.

Él nunca preguntaba nada, pues no necesitaba hacerlo; las respuestas siempre serían las que él no quería. Se sentía tan cansado de todo.

—Bueno, agradecería que olvidaras que hice esa pregunta, iré a acostarme y sabes dónde está la puerta… Gracias por la comida.

El menor había comenzado a caminar desde la mesa para llegar hasta su habitación pero, una mano en su brazo lo había detenido.

Se giró en forma despreocupada hacia el mayor, aquel lo miraba con el ceño ligeramente fruncido.

—Sí.

—¿Eh? —preguntó mirando la seriedad en el rostro del azabache. Una media sonrisa algo nerviosa se había situado en su rostro, ¿sí qué?

—Sí, me gustas —respondió el otro a los pensamientos del menor—, idiota.

—¡Hidan Terasoma, estás despedido!

Aquellas palabras resonaron tanto en el restaurante como en la cabeza del mencionado.

—¿Qué?

—Lo que has escuchado —dijo el mayor tomándose la sien—, por favor, toma tus cosas y retirarte, mañana te enviaré tu último pago.

—¡No, espere!

Todos en la cocina habían dejado sus cosas por la mitad y ahora observaban la escena.

—No, esta vez no, Hidan —aquel hombre comenzó a caminar hacia una especie de despacho que había tras aquella cocina.

No… Amy… Yo…

—Señor Kiminoto, necesito este empleo, ¡por favor!

—Lo siento Hidan, no te descontaré lo que has roto hoy, pero por favor, vete.

—Mi hermana, necesito trabajar aquí, ¡señor Kiminoto!

—Hidan, no voy a repetirlo, desde un principio tú no debiste estar aquí.

La puerta del despacho se cerró dejándolo en aquel pasillo por donde lo había perseguido, no podía estar pasándole esto, ¿o sí?

Suspiró con algo de pesadez luego de al fin haber podido tomar algo de su bolso y miró con un tizne de desconfianza aquel objeto: una caja de pockies, ¿hace cuánto no comería aquellas porquerías? Su mirada se giró ahora al responsable de que tuviera aquello en la mano, el moreno se dedicaba a mirar un libro que tenía entre sus manos, no parecía que siquiera hubiera notado la pesada mirada del pelirrojo sobre él, ¿estaría acostumbrado a esta?, bueno, no importaba.

Lanzó la pequeña caja a su asiento, donde aquella dio un par de saltos, el mayor pareció percatarse de ello y se volteó a mirar al pelirrojo que hizo un ademán de ir al baño. Por alguna razón se arrepintió a medio camino hacia este, pues no tenía ninguna necesidad de ir, simplemente había querido moverse un poco.

Chasqueó la lengua, estaba aburrido, pero a decir verdad, a pesar de estarlo, lo que menos quería era bajar de ese avión, por varias razones, como…, no sé, presentarse ante la familia de Itachi.

Una melodiosa risa logró sacarlo de sus pensamientos haciendo que mirara más allá atreves de las hileras de asientos y allí encontró al culpable, un chico de unos dieciséis años, charlaba amenamente con uno de los que parecían ser varios amigos. La sola imagen de aquellos chicos le recordaba a cuando Itachi había comenzado la Universidad, habían salido de viaje, ¿verdad?

—¡Deberíamos ahogarlo con uno de nuestros abrigos, un! —sugirió el rubio mientras alzaba la mano.

Hidan entretenido tomó el suyo.

—Sólo si Konan me da su aprobación —dijo el albino mientras se abalanzaba sobre el líder del grupo que se encontraba roncando a todo pulmón, la aludida se encogió de hombros y Hidan sonrío de forma maliciosa.

Deidara se asomaba para ver la escena ya que entre aquella se encontraba Kakuzu leyendo un folleto de turismo.

El de ojos color lila hizo amague de asfixiar al otro pero la mano del azabache lo obligó a que se sentara en forma correcta nuevamente, fue entonces cuando empezaron a discutir por vez numero veintitrés en el viaje.

—¿Y a dónde dijiste que íbamos a quedarnos Uchiha, un? —preguntó el rubio mientras se volteaba al lado contrario de donde estaba la pelea.

—En nuestra casa de playa —dijo de forma cortante, bueno, Itachi siempre leía cuando viajaba y no estaba interesado en mantener una conversación con el menor.

Al otro no le importó lo directo de la respuesta pues él tampoco tenía algún interés en desarrollar una conversación.

Sasori los observaba desde el pasillo, era algo placentero ver como todos estaban alegres y se divertían; Itachi, Pain, Kisame, Kakuzu y Konan habían comenzado a estudiar en la Universidad ese mismo año y como tenían la agenda hasta el tope durante el año, habían elegido las vacaciones de verano para estar juntos; su novio los había invitado a una "pequeña cabaña" —dudaba que fuera tan rustico como sonaba— que tenía cerca de la playa Yonaha Maehama en la isla Miyako, nótese lo gracioso del asunto: todo esto sonaba muy humilde hasta que nombró que la playa era de aquella isla, donde se encontraba una de las cinco mejores playas de todo Japón, y adivinen qué, justamente la pequeña cabaña quedaba a "unas cuadras" de esta (estaba seguro de que quedaba justo al pie de donde comenzaba).

—Bienvenido —le dijo el rubio con una blanca sonrisa al ver como el de ojos acaramelados se sentaba a un lado de él.

Sonrío, no sería tan malo.

Intentaba mantener en equilibrio la lapicera sobre sus labios, era tan aburrido estudiar sin su Danna…, bueno, de vez en cuando era aburrido incluso con el pelirrojo, pero lo extrañaba, ese ceño medianamente fruncido que le decía que tenía que sacar buenas notas, desvelarse junto con él haciendo trabajos, tomarse un breve descanso y conversar de trivialidades, recordar las tonterías que hacían de chicos, beber un té, molestarlo con Itachi, mirar su nívea piel, sus ojos acaramelados e imaginarse a aquellos finos labios susurrándole al oído, perderse en sus fantasías mientras el otro intentaba hacer como que no notaba su pesada mirada, pues si supiera que estuviera pensando hacerle de seguro le clavaría la lapicera en el ojo que dejaba visible su cabello, pero aquel chico no tenía la más mínima sospecha de él y la verdad, eso le entristecía un poco, ¿no podía ser considerado siquiera? Aunque a decir verdad prefería que pensara que nunca intentaría nada con él a que se imaginara que era un acosador pervertido. Se preguntó si Sasori creía que a él le gustaban las mujeres y suspiró dejando caer aquella lapicera al suelo.

En aquel entonces había perdido algo que le importaba demasiado por un mero impulso: su primer beso.

Nunca le había gustado nadie, sólo sabía que se sentía ligeramente más atraído hacia los hombres —sí, era bisexual—; más adelante logró entender porque le dolía de forma increíble el pecho cuando veía al pelirrojo, porque sentía como un montón de emociones se acumulaban en su estomago y parecían mariposas, revoloteando: le gustaba.

Comenzó a amarle en secreto hasta tal punto que todas sus malditas fantasías eran con él. Las semanas en la escuela se habían hecho pesadas mientras veía como el Uchiha se apoderaba cada vez más del corazón de su Danna y comenzaba a desear que aquellas "mariposas" se convirtieran en unos malditos cuervos y le salieran por la boca. Pero todo eso cambiaba cuando el pelirrojo le hablaba, era tan bello.

Las chicas de la escuela estaban increíblemente decepcionadas por saber que aquellos dos eran homo, luego se enteraron de Hidan, y Pain tenía novia; siempre habían sido los más populares y por eso habían ido a parar al consejo de estudiantes, pues en su escuela la mayoría eran chicas por lo tanto en las votaciones siempre ellos terminaban siendo elegidos, la verdad es que mucho no les importaba, en el consejo conocieron a Kakuzu —el tesorero—, Kisame —el vocal de una clase a la cual ninguno de los cuatro iba— y a Konan —la secretaria—.

Antes de darse cuenta sólo quedaba él, innumerables chicas se le declaraban en busca de consuelo, él siempre les sonreía, la mayoría no le conocían realmente y comenzaba a sentir algo de envidia por ellas: no tenían idea de lo que era realmente un amor no correspondido.

Un día todos se encontraban almorzando juntos y sin que se diera cuenta, Konan atacó:

—Oye, Deidara —el simplemente le había dirigido la mirada, ignorando aquella sonrisa pícara que llevaba la de cabellos azules sobre sus labios—, oí que has rechazado la mitad de las chicas de la escuela, aunque, sólo es un rumor, tú dinos.

Pronto notó como todas las miradas —menos la de Itachi que comía tranquilamente— se habían posado —de forma demasiado directa, a excepción por la de Sasori— en él.

Rió en forma nerviosa, bien, en otros tiempos habría alardeado diciendo que aquellas no podían contenerse de lo precioso que era, pero ya no se le daba por decir aquello, quizá había madurado:

—Los rumores son algo crueles, un —desvió la mirada a un lado tomándose con una mano la nuca.

—Pero, ¿es cierto? —insistió aquella.

—¿A la mitad de la escuela? —preguntó mientras sonreía en forma nerviosa—, eso es imposible, un.

La verdad, no lo era, hubiera jurado que había rechazado a tres cuartos.

El albino del grupo parecía estar a punto de agregar algo a la conversación, pero entonces tocaron la puerta, aunque estuviera abierta.

—Esto —musitó una pelirroja que tenía unos quince años—, Deidara-senpai… ¿Tienes un segundo?

El rubio no dijo nada y se levantó de su silla haciendo que Pain, Konan, Kisame, Kakuzu, Sasori y Hidan le siguieran con una mirada inquisitiva.

Salió afuera cerrando la puerta atrás de sí.

—¿Hay algo en lo que te pueda ayudar, un? —dijo sonriéndole débilmente a la menor.

Aquella chica tenía unos ojos tranquilos color ceniza, el cabello a rizos hasta la mitad de la espalda, la piel bellamente nívea y era casi completamente plana.

—S-sí —tartamudeó más sonrojada de lo que antes se encontraba al notar la escrupulosa mirada del rubio sobre ella—, ¿podemos ir a la terraza?

Se había quedado ligeramente hipnotizado, esa chica…, parecía una versión femenina de Sasori.

—Claro, un —aceptó quedamente, no podía dejar de observarla.

¡Incluso medían lo mismo!

Mientras caminaban hacia la terraza y también subían las escaleras, no pudo evitar dejar crecer el deseo de apoderarse de los labios de aquella chica, los labios de su Danna.

Pero no, no debía, sólo quería hacerlo porque se parecía a él, no la conocía, no le gustaba, no era amor.

—Esto —susurró la menor mientras fruncía levemente el ceño mirándole a los ojos, ¿acaso intentaba provocarlo?

No podía sonreírle, no podía hacer nada más que observar las facciones de su rostro, si tan sólo las modificaba un poco, si tan sólo las cambiaba un poco.

Deidara —era la sedosa voz del pelirrojo, aquellos labios moviéndose al compás de su nombre, el ceño levemente fruncido.

Su cuerpo se había movido sólo, lo había tomado del mentón y había entrecerrado los ojos mientras se acercaba a él agachándose ligeramente.

—Senpai…

Deidara…

Observó como aquellos orbes acaramelados se escondían tras aquellos bellos parpados y chocó con sus labios. Su bello se erizó y pudo sentir una corriente eléctrica recorrer su cuerpo.

Danna.

No quiso romper el beso y lentamente sintió como unos brazos se enredaban en su cuello. Su mano desocupada, quería tocar aquellos pequeños rizos y le acarició la mejilla de camino a estos, pero… El cabello era largo.

Senpai.

Deidara.

¡Él acababa de…!

Se separó de manera algo brusca haciendo que la menor soltara un quedo gemido. Extendió sus parpados al máximo, tomando de los hombros a aquella pelirroja: se había dejado llevar.

Recordaba la patética disculpa que le había dado, aquella chica, le había dicho que no importaba, que entendía… ¿Cómo podía disculparlo por semejante cosa? Se sentía miserable. Siempre había procurado no herir los sentimientos de aquellas chicas, aunque supiera que aquello era algo complicado, había procurado no ser amable de más con ellas: no darles falsas esperanzas.

¿Qué habría hecho él si Sasori le hubiera besado pensando que era el Uchiha?

Lo imaginó unos segundos, seguramente le hubiera dicho que podía fingir ser él si eso quería.

—Estúpido —se dijo mientras separaba sus parpados para volver a ver aquella mancha de humedad que se extendía en su techo, realmente era un estúpido.

Tenía ganas de gritar, llorar y todas las cosas juntas.

Había trabajado ahí desde que había empezado el año, antes el tiempo no le alcanzaba para sus dos trabajos de medio tiempo, la universidad y estudiar, por ende había tenido que buscar un empleo con paga más gorda y con menos horas, algo complicado, ¿no?

Un compañero de Kakuzu le había ayudado para que entrara a aquel lugar, pues era un café y restaurant de mayordomos. Sí, escucharon bien, él trabajaba en un lugar donde se exigía etiqueta; había aprendido rápidamente a comportarse, no había ningún problema con aquello, aunque por supuesto, los que tenían un empleo allí habían recibido un curso de tres, o seis —la verdad, no lo recordaba— meses para comportarse de forma extremadamente educada y elegante, saber —más de lo que necesitaban— sobre vajilla y poder armar mesas, es decir, el cómo colocar cada bocadillo, bebida, plato, vaso, etc.

Ahora en vez de trabajar cuatro y cuatro, trabajaba seis horas, pero obviamente, estando ese trabajo en la ciudad vecina (a la cual con el transporte tardaba una hora en llegar), por más que Kakuzu le llevara inmediatamente luego de almorzar, terminaba llegando media hora tarde. Miles de veces le había pedido al dueño que le atrasara el turno una hora para poder llegar a tiempo y —además— no tener que atragantarse con la comida, pero siempre se lo había negado, estaba claro que aquel tipo no lo quería ahí y simplemente le daba una oportunidad porque su hermano —el compañero de Kakuzu— se lo había pedido.

Quiso soltar un alarido de frustración, pero se reprimió.

Maldita sea.

No tenía tiempo para tener dos trabajos de cuatro horas o dejaba la universidad o…, dejaba la universidad. No le quedaban más opciones.

Faltaba media hora para que el transporte llegara y por ende estaba sentado en la parada mirando la gente pasar, a cada segundo parecía sentirse más miserable.

Recordó vagamente como había sido el año anterior: había suspendido en más de la mitad de las materias y se la había pasado dando los exámenes una y otra vez. Y bueno, era de esperarse; ocho horas de trabajo y seis horas de escuela sólo le dejaban dos horas para comer y estudiar —suponiendo que entre el ir y venir de cada trabajo no gastara ni un minuto—, y luego dormir ocho.

Inclinó su cabeza hacia atrás para mirar el techo de aquella parada, faltaba sólo este semestre para terminar el año y le estaba yendo bastante bien, debía encontrar una forma para llegar a fin de año sin suspender en prácticamente todas las materias. Estas vacaciones tenía asegurado un buen trabajo, pero no podría dar los exámenes con el, por ende debía terminar perfectamente. Luego tendría tiempo para preocuparse por como haría con el último año ¿Un préstamo? Se imaginó enfrente de la entrevista para aquel pedido y lo descartó por completo, era imposible que lo aceptaran.

Quizá podía disminuir sus gastos y con sólo un trabajo… Imposible, no le iba a alcanzar ni para pagar la mitad de las cuentas.

Su familia siempre había estado algo corta de dinero, lo único que le habían dejado sus padres era aquella casa y unos pocos ahorros que —era claro— ya se los había gastado. Se maldijo por pensarlo, pero era claro, lo más caro después de la casa era su hermanita.

Quiso golpearse la cabeza contra la pared pero no había ninguna cerca.

Amy estaba creciendo y a medida de que crecía necesitaba ropa y la ropa de niña, es cara. Quizá si en estos últimos tres meses ella no pedía nada, decidía comprar menos cosas como pasta dental y desodorante, cortaba el cable y…

Esta vez sí lanzó aquel alarido y tres adolescentes que caminaban por la calle de enfrente lo observaron mientras se revolvía los cabellos con desesperación.

¡Es imposible!

Bien…, aún debía quedar alguna posibilidad, ¡podía vender algo! ¿Un mueble? ¡Su cama!, ya no usaba su cama, podía venderla, ¿verdad? Se preguntó si le ofrecerían mucho por esta… Oh vamos, no podía vender una cama para pasar tres meses de desesperación, tenía que ser algo más valioso. Una —horrible— idea se paseo por su mente: la batería, podía vender su batería.

Un pequeño destello de melancolía apareció delante de sí, aquella batería era algo muy especial para él.

Para obtener aquel instrumento no había ahorrado ni un centavo, es más, ni siquiera había pensado en que algún día la tendría frente a sí y podría tocar con la libertad que lo hacía ahora.

Tenía doce años en aquel entonces; se acababan de mudar a aquella casa, al parecer sus padres habían podido completar un buen negocio y dado a ello habían tenido importantes ingresos. Con estos y los ahorros que tenían prácticamente desde que habían empezado a salir, pudieron pagar aquel departamento tan amplio.

Había sido una de las primeras mañanas de sábado en las que él estaba luchando por levantarse ya que tenía una práctica del club de futbol y no podía llegar tarde. Mantenía su cara pegada a la almohada mientras intentaba deshacerse de aquella somnolencia, pero de pronto comenzó a escuchar algo detrás de la pared de su habitación: percusión.

Levantó su rostro de la almohada casi al instante y miró el color natural de aquella pintura por lo que parecieron ser segundos, aunque habían sido varios minutos; escuchando.

Una batería.

Nunca había pensado que podría escuchar a una tan de cerca, nunca había pensado apreciar semejante cosa a tan pocos metros de distancia.

Su madre entró a la habitación.

—Hidan, si sigues así no vas a llegar —le advirtió la de ojos azulados mientras pasaba por el marco de la puerta.

Los ojos del menor aún brillaban por el sonido que se emitía en ese momento y giró a ver a su madre sonriendo en forma increíble, era una expresión mucho más feliz que la que había visto cualquier vez aquella y eso simplemente la dejó embelesada.

—¿Puedes escuchar? —le dijo ansioso mientras pareció dejar en silenció la habitación, llevando sus orbes lila hacia arriba, como si mirara alguna parte del cielorraso, disfrutando el sonido de platillos y tambores.

Aquella mujer le sonrío casi sorprendida.

—Es nuestro vecino —comentó—, al parecer está practicando.

El albino asintió enérgicamente.

—Sería tener la oportunidad de hacerlo —aquél chico parecía soñar despierto mientras se bajaba de la cama y se ponía sus pantuflas para salir corriendo al baño.

Luego de cepillarse los dientes con suma energía se había cambiado y había caminado por la sala hasta la cocina. Había saludado con un alegre "buenos días" y su padre le había respondido de la misma forma con una fina sonrisa, Amy tenía sólo seis años entonces, le había saludado con un gran abrazo.

Se sentó a la mesa a esperar que su madre le dejara su desayuno, cosa que no tardo ni cinco minutos.

Al empezar a comer había comenzado a notar que sus padres le habían estado observando de forma ansiosa y él no había podido ignorarlos sonrojándose por la atención de más. Terminó rápidamente con su desayuno como si aquel par de ojos le corrieran o algo, pero aquello sólo causo gracia en la menor que de por sí no había prestado importancia a la situación.

Ese día, al volver de su práctica se había encontrado con un desconocido en su casa: su vecino.

Era un chico de diecinueve años; tenía cabello rubio, lacio y corto, ojos color ceniza y una de las sonrisas más blancas que había visto en su vida. Parecía hablar con sus padres sobre un viaje que deseaba hacer a Estados Unidos y sobre falta de dinero, pero cuando terminó de bañarse, aquel chico se acercó a él y le preguntó si le gustaría aprender a tocar la batería, fue entonces cuando todo dio un giro de locura y alegría.

—Ey, chico, ¿te subes? —la pregunta del conductor le sacó del transe y le obligó a pararse rápidamente colgando su mochila en la espalda.

—¡Sí!

Sólo faltaba una hora para llegar a la casa de los padres de Itachi y a decir verdad, no se sentía nada cómodo con la idea, el moreno nunca le había contado nada a sus padres de su relación u orientación sexual y eso siempre le había molestado un poco, esconderse de aquellos, pero a eso no iba lo incomodo, si no que, quizá, no quería que eso pasara porque creía que su relación no duraría mucho más, ¿y cómo era que todo aquello que tenían había llegado a ese punto?, las diferencias seguían siendo las mismas que desde un principio, que desde ese beso en la preparatoria; en ese momento, todo había parecido tan perfecto, pero lo perfecto no dura mucho siendo sólo eso, ¿verdad?

Sintió como el moreno se removía a un lado suyo, parecía haber despertado. Efectivamente, escuchó un tenue gemido de aquel y sintió la mirada sobre sí.

—¿Falta mucho? —preguntó con tono infantil.

—Una hora, creo —contestó el otro secamente.

Silencio, el menor miraba por la ventana, aquello definitivamente no era una buena idea.

—¿Te preocupa algo?

—¿Eh? —volteó—… Tal vez un poco el tema de tu familia…

El moreno se sorprendió al escuchar aquello, bueno, más bien al escuchar una respuesta, había supuesto que aquél chasquearía la lengua y miraría hacia otro lado ignorando el hecho.

—¿Mi familia? —el moreno lo entendía perfectamente, su familia era algo..., dura y ahora parecía que había logrado intimidar al gran Sasori.

Hubo un corto silencio en el que el moreno se permitió meditar lo que estaba a punto de ofrecer.

—Puedo darte algunos consejos para ellos si eso prefieres.

El menor se encogió de hombros, dudaba que lo ayudaran en algo y a decir verdad, odiaba que le dijeran como debía comportarse.

—Pues sólo se muy educado y —no podía creer lo que estaba a punto de decir, de pedir— humilde.

El pelirrojo no pudo evitar arquear las cejas al escuchar aquello, ¿humilde?, quizá podía lograrlo, después de todo, sólo era una semana, sólo sería eso, Itachi conviviría con sus padres y finalmente volvería a su casa para quizá no verlos nunca más.

—Por cierto, te dije que hay un piano en su casa, ¿verdad?

El pelirrojo pareció interesarse, pero pronto lo dejó.

—Sabes que podrías haberme dicho antes de que trajera el teclado, ¿verdad? —le reprochó.

El mayor río en forma algo nerviosa.

—La verdad, no lo recordé antes.

Bueno, quizá no sería tan malo.

.

.

.

CONTINUARÁ

Notas finales:

Terasoma* Como no sabía cual era el apellido de Hidan le puse el de su Seiyū :B


...


Hola de nuevo .w.


¿Qué tal?, ¿les ha gustado? o.ó


Creo que va medio -muy- lento, pero juro que el próximo capitulo estará más emocionante owó


Quiero disculparme de nuevo por haber tardado tanto, pues, este fic tuvo muchos reviews desde un principio y siento no haber cumplido sus expectativas y haber tardado tanto.. *se siente miserable* =_=


¡Nya! *se recupera con el poder del yaoi* Voy a aprovechar para comentarle algo a ustedes mis queridos lectores x3 ¡HE COMENZADO UN FIC YAOI ORIGINAL EN FICTIONPRESS, YAY! *tira confeti* Así que si les interesa, por favor, pacense, mi nick es igual al de aquí y la historia se llama "Blue eyes" :3


Bueno~ dejando eso de lado, espero leerlos en los reviews nwn


Matta~ne


 


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