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-Diamond Virgin- [Todakanu tegami] por aiko shiroyama

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Notas del capitulo:

 

¡Hola! He regresado :3

Me he tardado más de 14 días, I know, I know

Pero lo intento :)

Sólo decir que en este capítulo finalmente Yo-ka no ha hablado. De pronto Reita se tomó la escena hacia el final del capítulo. Sin embargo, en el capítulo X Yo-ka ha abierto la boca sin parar; seremos sumergidos en sus pensamientos. Me falta un poco para acabar con ese capítulo, me he sentido inspirada, aun así, en este me he demorado mucho en editarlo. Mi redacción se ha vuelto floja, pero quiero seguir transmitiendo lo mismo que en un comienzo, así que  lo he re leído hasta sentirme más o menos conforme.


El título es en efecto dos canciones pegoteadas x'D de DIAURA.


¡Nos leemos por abajo!



Recuerde que sus sugerencias, quejas , amor y odio alimentan el corazón de esta señorita :3


Capítulo VIII: Terrors on the horizon

 

 

 

 

 

Si la gira se extendía aunque fuese un día más se rompería en mil pedazos. Estaba tan cansado y estresado, encerrado en sí mismo que hasta respirar se le hacía agotador. Si no podía tener nada, si no era digno de la luz del sol que al menos lo dejaran dormir en casa, poder vagar por los callejones cercanos como un gato despreocupado.

 

 

 

 

Justo lo contrario a él ahora.

 

 

 

 

Shoya venía arrastrando un cansancio  terrible y hacía varios días que había  perdido la capacidad de fingir una entereza que no tenía. Kei lo observaba de reojo, pareciera ser que desde aquella vez que había estado tan enfermo y que Yo-ka tuvo que quedarse con él, que nunca se recuperó. Cada vez era más introvertido y por su apariencia física era evidente que estaba comiendo menos. Antes solían charlar con alguna cerveza o hablarse por teléfono, pero, ni en persona el bajista parecía querer intercambiar palabras con alguien. 

 

 

 

Ni siquiera con Yo-ka.

 

 

 

Pese a que compartían cuartos y ellos habían quedado juntos como siempre o era el vocalista o el bajista el que al final salía y llegaba tarde o de frentón aparecía a la mañana siguiente.  Aun así, tenía escaso tiempo para sí mismo y estaba al tanto sólo por su inevitable sentido analítico que le obligaba a observar cada situación y conectarla con otra, quizá, esa era la manera en que hacía funcionar el mundo, incluso bajo tanto estrés.

 

 

 

 

Se tocó el hueso de la nariz y la van se detuvo. Finalmente, 24 de agosto live Final de la gira en el Tsutaya O-east, por lo que serían la última banda en presentarse aquel día.

 

 

 

Yo-ka se bajó de inmediato como siempre, sin ni esperar a que el automóvil se detuviera del todo y luego lo hizo Yuu. A Shoya tuvo que tocarle un hombro puesto que pese a que venía despierto, no parecía estar en la misma realidad que el resto.

 

 

 

 

Eran pasado las cuatro de la tarde, el sol aún estaba fuerte en el cielo, Shoya aturdido por el sol levantó la vista al asomar por la puerta de la van. Cuando apenas pisando el suelo pudo acostumbrar sus ojos a la luz y mirar los carteles del recinto, su respiración se cortó y sintió que repentinamente no  llegaba más oxígeno a su cerebro. Apenas procesó lo que acababa de leer y no pudo evitar empujar a Kei hacia atrás en su intento de mantener la estabilidad de su cuerpo. El guitarrista lo sostuvo, temiendo que ante la remota posibilidad de que cayera se quebrase; tenía una apariencia poco saludable.

 

 

 

 

—Shoya, ¿estás bien? —No quiso preguntar las cosas que le carcomían.

 —Estoy bien—, observó el gesto incrédulo de su compañero de cuerdas— sólo estoy cansado, es todo—. Sonrió como pudo y se giro hacia adelante. Sin importar que el destino tuviera coincidencias tan ridículas como tener su live final en el mismo lugar que gazette tendría la semifinal, tenía que ser fuerte. Este era su trabajo y también su vida, no podía ser tan infantil. La estabilidad de este mundo estaba en aquellas horas de diferencia entre una presentación y la otra.

 

 

 

 

 

Aquella respuesta no convenció en lo absoluto al guitarrista, Yo-ka y Yuu ya habían desaparecido por delante y la vorágine del último día recién comenzaba. Cerró los ojos y lo dejó  ser, caminando detrás mientras observaba su delgada espalda, aun así pensó que luego de ese día hablaría con él, algo andaba mal y no podía hacerse el desentendido por más tiempo, después de todo eran sus compañeros pero también sus amigos.

 

 

 

 

Al llegar al fin a los camerinos, se encontraron con la cara del  insoportablemente impaciente Yo-ka, siempre dispuesto a joderlos en situaciones en que debería mantener la boca cerrada. El líder se preparó para lo que fuese que dijera.

 

 

—¿Por qué demonios tardaron tanto? , ¿Esperan que las cosas se empiecen a hacer solas?

—Shoya necesitaba un poco de aire —respondió de manera impulsiva, no tuvo ni tiempo de pensarlo en medio de su creciente frustración. Yo-ka inmediatamente cambió su gesto contrariado por uno de sorpresa.

—¿Le sucede algo? —La pregunta iba dirigida a Kei, quien ya enfurecido le espetó — ¿Y por qué demonios no se lo preguntas a él? ¡Lo tienes en frente! ¡Por favor!

 

 

 

 

Yuu inquieto, abrió los ojos enormes; Kei nunca perdía la compostura. Generalmente era él quien los contenía a todos en su estrés antes de las presentaciones, esa siempre era la parte menos divertida de dar un concierto.

 

 

Sin perder el tiempo y ayudándole un poco, habló.

—¡Hey! Yaaaa. ¿Saben? No estoy convencido del todo con el setlist, hay una canción que no practicamos lo suficiente… —Todos inmediatamente lo miraron, Yuu raramente opinaba o se quejaba de algo. Obteniendo el efecto deseado, continuó —… y otra en la que el brazo me duele demasiado, ¿no la podríamos reemplazar? —Kei lo miró preocupado e inmediatamente se acercó a preguntarle si estaba bien.

 

 

 

Yuu le sonrió. Kei no entendió el porqué.

“¿Bromeas conmigo, Yuu?” Ojalá, pero aquello último si era cierto.

 

 

 

 

 

Los preparativos, los equipos, probar los instrumentos, sacar el vestuario, tomarse ridículas chekis para los fans; todo era demasiado agotador. En poco más de dos horas, ya estaban demasiado hambrientos.

 

 

 

 

En esa ocasión el staff les llevó de comer, estaban muy ocupados y había demasiada gente esperando afuera  entre los dos conciertos como para siquiera pensar en salir. El público para The Gazette estaba entrando, su presentación empezaba a las 18:00 y la de DIAURA a las 22:00 y sólo pensar en eso le revolvía el estómago al bajista.

 

 

 

Sin poder tolerarlo bien, se cubrió la boca temiendo devolver lo poco que había logrado llevarse a la boca.

 

—Lo siento, debo ir al baño —. Se excusó rápidamente antes de salir. Yo –ka dejó de comer y le miró. A la vez, Kei le lanzó una mirada de reproche pero ante la cara de suplica de Shoya sólo bufó y siguió comiendo sin decir nada.

 

 

 

Una vez llego al baño vomitó absolutamente todo y quizá hasta lo que comió el día anterior, que tampoco era mucho. Sus manos temblaban, no sabía si era por la terrible soledad de todo ese tiempo, su autoaislamiento, sus sentimientos de culpa o tan sólo la terriblemente lacerante indiferencia de Yo-ka. Estaba perdiendo la esperanza, se sentía cada vez más ajeno de todo incluso de sí mismo, no pertenecía a él ni a nadie; estaba solo. Peor que al comienzo, peor que antes de conocer al maestro, no lo podía tolerar. Y encima la razón con pies  de toda su maldita desgracia, de su estúpido actuar estaba justo en esa misma locación probablemente ya en el escenario. Las náuseas volvieron violentas y está vez apenas soltó bilis, quizá lo único que quedaba en su estómago. Pensar en la idea de ver a Aoi, justamente estando en el baño como otras inesperadas ocasiones, le generaban más arcadas.

 

 

 

De pronto se abrió la puerta y sintió su corazón detenerse.

 

 

 

—Shoya, ¿estás ahí?  —Era la grave voz de Yo-ka. Se secó apenas el sudor helado que le recorría la frente.

—Sí —respondió con un hilo de voz.

—No puedes ponerte enfermo ahora, es el final del tour —. “Aguanta  sólo un poco más”, pensó en decir, angustiado. Pero su orgullo le impedía mostrar aquella devota preocupación que aliviaba tanto a Shoya cuando se sentía mal. Esperó una respuesta, pero sólo había silencio. Su corazón empezó a golpear fuerte y se acercó a la puerta del cubículo dispuesto a romperla si era preciso.

—Estoy bien —respondió el bajista en seco. Aquella voz más grave de lo habitual le hizo saber que estaba molesto, lo conocía muy bien. Retrocedió—. Kei sólo exagera. Déjame solo.

 

 

 

 

Miró el suelo nervioso, sin saber si retirarse o esperarlo y abrazarlo de una vez por todas. Le estaba doliendo, en verdad estaba preocupado pero era imposible para él dejar de sentirse rabioso y estúpido, no hacía más que dar vueltas o apretar y destensar sus manos. Ya no sabía hasta donde llegar con aquel castigo. Miró al techo y sin saber si era lo adecuado, sólo se fue.

 

 

 

 

Shoya suspiró al oír cerrarse la puerta, ¿qué más podía esperar? Se levantó con desgano.

 

 

 

 

Esos recuerdos desfilaban en su mente, sin poder entender aún por qué se dejó llevar así, por qué no evitó todo este desastre en el que estaba metido; se veía contra la espada y la pared, como si de pronto dios hiciese derramar desde el cielo con extrema crueldad e insensibilidad, una lluvia tan intensa que acabaría ahogándole.

 

 

 

 

Se miró en el espejo, se lavó la boca y regresó con los demás. 

 

 

 

Tal vez con apenas un cuarto de hora de diferencia, Aoi abrió la puerta del último lugar que no había investigado en toda la locación, un pequeño baño inmediatamente cercano a los camarines de Diaura. Era arriesgado por lo que lo había estado evitando, pero ya no podía calmarse. En cuanto lo percibió vacío suspiró decepcionado. Necesitaba verlo, al menos para preguntarle si estaba bien, se lanzó una mirada a sí mismo frente al espejo y depositó sus manos con fuerza en el lavabo y al instante, un sonido metálico rompió su momento de frustración. Inmediatamente se inclinó a recogerlo; un anillo, sus ojos se vieron tentados a desbordarse. Lo reconoció de inmediato, recordó aquel día en que se habían besado por primera vez. Antes, mientras Shoya hablaba de manera desenvuelta y con aquella tierna emoción sosteniendo aquel café ya frío, miró sus manos con detenimiento; aquel anillo, era de él.

 

 

 

Había estado allí y esta vez ni siquiera el destino estuvo a su favor.

 

 

 

Salió del pequeño lugar y dio una mirada hacia aquel lugar donde seguramente en algún sitio, estaba él, se preguntó a sí mismo si se atrevería a ir hacia allá a devolvérselo, pero eso era demasiado osado, le faltaba valor.

 

 

 

 

 

Las horas transcurrieron deprisa para todos los miembros de Diaura menos para el bajista. Una vez maquillados y tan sólo calentando las manos sosteniendo su bajo, Shoya miraba el segundero del reloj con desesperación, cada minuto era uno menos de The Gazette en el escenario. Esperaba que el tiempo pasara deprisa, olvidar todo un momento, fundirse con la música, el bajo y los fans, dejar salir aquel remolino sordo que lo carcomía y luego  huir, escapar de allí hacia un lugar donde nadie pudiese mirarlo más y dormir, dormir hasta aburrirse. Aun así, el tiempo se reía de él.

 

 

 

 

 

Pudo tolerar su ansiedad apenas, poniendo su máximo esfuerzo en concentrarse y ensayar las líneas de cada canción, moviendo  los dedos por su instrumento. No obstante llegado el momento, el mareo regresó y una especie de zumbido le sacudió sintiendo su corazón acelerar, aquella profunda ansiedad y angustia aumentaron de improviso, como un presentimiento terrible. Después de estar desesperado por salir, ya no quería ni podía moverse. Sin embargo, reuniendo todo su valor se puso de pie.

 

 

 

 

Daban las  21: 30, en 15 más debían estar ya bajo el escenario instalados y ahora caminaban hacia él. El pasillo le parecía infinito, veía las bocas de los demás moverse pero parecía haberse vuelto momentáneamente sordo o es que estaba metiéndose en su profunda escafandra, para ponerse a salvo. Al llegar hacia el final del largo pasillo  sólo quedaba torcer una esquina y estarían ahí, respiró aliviado, pero doblando vio emerger sombras desde la luz enceguecedora al final del último trecho del camino.

 

 

 

 

 

Una luz, tan tan brillante… Por qué, ¿Por qué se le hacía tan familiar?

 

 

—¿Cómo es posible que se hayan retrasado tanto? Apenas han alcanzado a montar nuestra escenografía y aun así ellos…

 

 

 

Pero Shoya no pudo escuchar  a Kei mascullar mas nada, aun enceguecido se esforzaba por ver mientras Yo-ka al notar que dejaba de caminar lentamente, lo tomó de un brazo para que avanzara. Él lo miró, algo le decía, quizá un reproche. Sentía un sudor helado recorrer su cuerpo, le costaba inhalar aire.

 

 

 

Algo estaba a punto de suceder y no sabía si prefería ser tragado por su oscura consciencia o deshacerse en la luz.

 

 

 

Ellos y las sombras se acercaban cada vez más, Shoya lo comprendió; iban a chocar los astros y un cataclismo sacudiría la vía láctea. Pero por qué, por qué… su concierto debía haber terminado hacía más de una hora, era lo único que pudo razonar.

 

 

 

Siempre era así, inesperado, inevitable.

 

 

 

Vio aquel atuendo que había visto en los anuncios en todos lados y, de manera demencialmente lenta subió la vista. De pronto, por apenas unos escasos pero eternos segundos, hicieron contacto visual.

 

 

 

Sus corazones colisionaron y la escena se congeló.

 

 

 

Un zumbido se propagó por sus oídos, grave, más que su instrumento.

 

 

 

Bajó la vista enceguecido y aquel cuerpo divino pasó por su lado y se alejó, sus piernas cedieron, pero se resistía, miró a Yo-ka justo por delante de él.

 

 

 

 

“Al menos ahora, sálvame”


¿Dónde estaba dios?

 

 

 

 

Estiró su brazo con desesperación hacia él, pero su mano sucumbió antes de llegar a destino.

 

 

 

 

 

 

Un grito alterado cruzó el aire y el tiempo se detuvo. Kei, aún siendo lo más veloz que pudo no fue capaz de evitar que su cabeza diese fuertemente contra el suelo. Yo-ka se quedó sin aire al ver la sangre en su rostro, mientras se abalanzaba al suelo llamándolo una y otra vez histérico y con la voz quebrada, pero no despertaba.

 

 

 

 

 Aoi casi fuera  de sí, caminaba a paso apresurado hacia ellos, pero Reita se puso por delante, dándole una mirada de advertencia; era una situación peligrosa. Uruha avanzó con plena confianza, mientras Aoi al borde del colapso lo observaba sin saber que pensar.

 

 

—¡Aléjate de aquí! —Recibió el rubio guitarrista, sin apenas haber abierto la boca.

—Cálmate Yo-ka —Intervino Yuu, acercándose a Uruha con amabilidad y alejándolo hasta el lugar donde Aoi paralizado y Reita absolutamente nervioso yacían. —Lo lamento mucho senpais —, se inclinó en señal de respeto—  les pido nos dejen encargarnos de esta situación por nuestra cuenta —. Una vez dicho eso, se apartó sin esperar respuesta.

 

 

 

 

 

Uruha le dirigió una mirada preocupada a Aoi, quien hiperventilaba y temblaba e inmediatamente una de “¿y ahora qué?” hacia el bajista de su banda, quien actuando deprisa arrastró a Aoi raudo hacia algún lugar seguro.

 

 

 

 

Mientras era arrastrado, no podía pensar en absolutamente nada más que en absurdas escenas irrumpiendo donde fuese que se lo llevaran, correría al hospital aunque tuviese que romper las puertas o robar el auto de alguien, enfrentaría a Yo-ka o…

 

 

 

 

—Escucha, no vas a moverte de aquí, ¿entiendes? Yo iré a ver qué pasa y te lo diré todo.

—A-Akira, Shoya… —No podía pensar con normalidad y sus pensamientos se atropellaban— Shoya no está bien, Shoya no… tengo que ir—. Se removió veloz alcanzando el pomo de la puerta. No podía ni siquiera abrirla, temblaba sin control alguno.

—¡Que no vas a ninguna parte Aoi! —Lo empujó, harto de su irracionalidad—  ¿Es que quieres ser descubierto? ¡Imbécil! —Fuera de sí, el guitarrista se abalanzó sobre él lanzándolo sobre la puerta, con ira. ¿Quién demonios se creía? Nada importaba más en este mundo, era Shoya y si tenía que llevárselo por delante poco le importaba. Reita, en mejor estado mental que Aoi, esquivó los dos puñetazos que el pelinegro le lanzó de manera poco certera, plantándole uno en el estómago que hizo que se arrodillara en el suelo.

—Hijo de puta…—Masculló, adolorido.

—Lo siento. Pero sinceramente, es mejor esto a que Yo-ka te mate si  te descubre.

—¡Akira, déjame entrar! —Uruha finalmente había dado con la sala minúscula en la que Reita se había metido, había estado dando vueltas desorientado hasta ser alertado por los gritos lejanos, pero perceptibles desde donde estaba, afortunadamente lejos de ambos camarines. La puerta se abrió bruscamente y fue jalado por el rubio— Encárgate de este idiota Takashima, voy a matarlo si sigo aquí—.  Y sin más abandonó el lugar, para averiguar lo prometido.

 

 

 

Sabía que si no lo hacía, tarde o temprano Aoi podía firmar su sentencia de muerte.

 

 

 

 

Mientras caminaba guiado por la dirección desde la que venían personas corriendo o caminando apresuradas, no podía dejar de pensar en la maldita suerte de él, del estúpido de Aoi y de su jodida banda. Todo por la estúpida correa “especial” de Uruha con la que sostenía su guitarra. Apenas notó que no estaba se empeñó en ir bajo el escenario seguro de que al staff que se encargaba de sus instrumentos se le había perdido ahí. Cegatón como era y se sabía, que fuese solo era un esfuerzo  inútil y una total pérdida de tiempo por lo que había acabado pidiéndole a Aoi que lo acompañara y él se  coló porque los acercamientos del castaño hacia el pelinegro se hacían cada vez más demandantes y efusivos, pero claro, su amigo idiota y poco perceptivo perdido en “Shoyalandia” no se daba ni por enterado. Estaba empezando a hartarse de toda aquella ridícula situación. Pareciera que siempre que el destino los juntaba cosas malas sucedían.

 

 

 

 

Se dio un par de vueltas hasta hallar al fin “el nido de hormigas”. Vio una puerta por la que entraban y salían desesperadamente staff de la banda y de la locación, observó atento al manager fuera de la sala marcando su celular una y otra vez, al parecer la ambulancia privada estaba tardando demasiado. En medio del caos y con su pollerón negro con capucha similar al del equipo de apoyo de la banda no fue difícil lograr inmiscuirse dentro de la estancia, pasó por una sala donde típicamente los artistas esperan hasta que da la hora de salir a escena, observó la pantalla que mostraba  habitualmente el escenario rodeado por los fans que los esperaban. Aún se veían fans de DIAURA llorando, quizá sin poder asumir que el concierto se había cancelando de improviso y sin entender el por qué. Avanzó y notó una puerta entreabierta y mirando a través de ella vio en un largo sillón al desvanecido Shoya todavía inconsciente, cubierto por un manta y siendo sostenido por Kei quien le intentaba secar el rostro con una toalla que se llenaba al instante de sangre. Incluso a él le pareció una situación angustiante y por lo bajo dramática, mas no pudo seguir observando; de la nada un furioso Yo-ka  cerró la puerta justo al lado de él.

 

 

 

 

“Maldición” pensó, tragando saliva lentamente. Habría preferido lidiar con el ansioso líder que con el altanero vocalista.

 

 

—Qué mierda haces aquí —. Le espetó sin ninguna delicadeza.

—Yo solo…

—¿Tienes algún interés en especial en nuestro bajista? —. Yo-ka recordaba a la perfección que  aquella noche  en la fiesta que acabó en su casa, había intentado ligar con su pareja. Ante sólo el efímero recuerdo, tomó una postura acaso más agresiva, sus ojos destilaban furia, odio puro. Si era él… si estuviesen en otro sitio, no correría tanta suerte.

—Como compañeros de rubro estamos preocupados, ¿sabes?, no tienes por qué ponerte de esa manera  —.Intentó responder de la manera más amable que pudo, pese a que lo único que le nacía era partirle la cara al vocalista prepotente frente a él. Pero Yo-ka lejos de calmarse se acercó intimidante  y sin ni siquiera abrir la boca, logró hacerle retroceder casi hasta la puerta de salida de la sala.

—Calla imbécil, ¿que aún en esta situación no puedes dejar a Shoya en paz? —Reita frunció el seño, todavía sin entender su hostilidad—. Escucha… si tan sólo te atreves a mirarlo otra vez en alguna ocasión, te mataré—. Y mirándole directamente a los ojos y cerca de su rostro con la mandíbula apretada, añadió— lo juro.

 

 

 

 

El bajista medio impactado le creyó cada palabra y se alejó; el tipo era de temer… eso había dado miedo. Suspiró. Qué situación de mierda en la que se encontraba Aoi, mejor que ni intentara hacer absolutamente nada, pensaba que lo más inteligente que podía hacer era pasar de Shoya, dejarlo, jamás podría contra Yo-ka y enfrentarse a él era de demente, sintió en aquella última frase que era capaz de incluso matar por el otro. Era un sujeto peligroso.

 

 

 

Aun así conocía a su amigo y sabía que pese a la actitud pasiva, resignada y lánguida que había estado teniendo desde que  traspasó todos los límites de lo razonable con el bajista de Diaura, que no se rendiría a la primera. Aoi era lento para casi todo, sobre todo para asimilar las cosas y más aún para volver a pensar racionalmente luego de un impacto tan fuerte como ese, desafortunadamente era demasiado emocional.

 

 

 

Sostuvo con pesar el pomo de la puerta, antes de entrar a la sala donde lo había dejado por las malas junto con Uruha. Sabía que los días venideros serían difíciles, no tenía ni un ápice de duda.

 

 

 

 

Al entrar no le gustó nada la escena que vio. Ambos estaban sentados en el suelo y su pelinegro mejor amigo yacía dormitando en el hombro del guitarrista mientras este le sostenía la mano con los dedos entrelazados. Apretó el puño inconscientemente. Aquello no solo le causó  temor, ante la inminente complicación que significaría que como si fuese poco el castaño se metiera en medio. Aunque quizá hasta Takashima sería un mejor camino para Aoi que Shoya.

 

 

 

Sin embargo no quería, aquella idea dolía en algún lugar secreto en lo profundo de sí mismo.

 

 

 

 

Sintió la mirada de su compañero fija en él. Se le clavó en los ojos. ¿Acaso podía leerle la mente? Tembló sutilmente sintiéndose desnudo, pero no; era imposible.

 

 

 

 

 A él, el de la cabeza fría, el que siempre sabía cómo actuar ante las crisis constantes de su amigo, sólo le hacía sentir frágil e impotente  quien le miraba. Una debilidad secreta y dolorosa, que se le hacía cada vez más difícil de tolerar.

 

 

 

Quiso abrir la boca para reprenderlo, pero por lo desafiante de su mirada supo que no le soltaría. No tan fácil.

 

 

 

Rindiéndose, su cabeza empezó a divagar. Recordó aquella noche, extraña pero calurosa en que pasados de copas se habían quedado mirando riéndose de manera estúpida sobre la cama de Shima, donde alcanzaron a llegar apenas tratando de equilibrarse el uno al otro en medio de la borrachera que se habían provocado intentando calmar el estrés de una más de aquellas giras, largas, eternas, extenuantes que les arrebataban vida y los condenaban a la soledad, a la imposibilidad de compartir su vida con alguien.

 

 

 

En medio de aquella ridícula situación, sintiendo que era vencido por el sueño, intentó pararse para ir a su cama pero el castaño retuvo su brazo y  sólo regreso en sí cuando ya le tenía encima y estaba sumido en aquel lento pero insinuante vaivén que le tenía Uruha ya semidesnudo, tirándole su etílico aliento sobre los labios.

 

 


Inevitablemente excitado había acabado dentro suyo, tapados con una sábana hasta la cabeza como si fuese algo prohibido, como si acaso alguien los estuviese observando escondido en medio de la oscuridad.

 


En casi todo momento estuvieron moviéndose juntos abrazados de manera tan íntima, que casi parecían uno solo. Nunca había tenido una experiencia así, con ninguna chica y apenas podía creerse que estaba haciendo eso y sintiendo tanto, con su amigo, su compañero, con un hombre.

 

 

 

 

Sus labios, los besos necesitados y profundos, su pelo cayéndole en el pecho, el sensual sonido ronco de su voz al expresar su placer,  su mirada lasciva  y sus movimientos exquisitos y certeros, ya sentado sobre él, ya frenético al casi terminarse esa escena como de sueño…

 

 

 

 

No los había podido olvidar.

 

 

 

 

Y cuando apenas semanas después le vio besar a Aoi por accidente, ocultos en el baño  por las estrictas reglas de la compañía algo le empezó a punzar adentro, algo había hecho que la sangre se le fuera al cerebro casi haciéndole estallar.

 

 

 

 

Cerró los ojos y volvió a inhalar aire,  devolviendo esos pensamientos adonde pertenecían, a un rincón oculto y oscuro de su memoria. Habían pasado casi tres años; se sintió patético.

 

 

 

 


De verdad que esta situación, se le haría difícil de llevar. Sólo suspiró con pesar dejando  su espalda reposar contra la misma puerta que fue el primer apoyo que encontró su cuerpo.

 

 

 

 

 

 

 

Luces inestable… 
probablemente tu mascara caerá… tu sonrisa

 

 

 

 

La voz se ahoga con un suspiro

Así como puedo quemar toda mi memoria

La herida que aún sobrevive en mi pecho dice…

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

"Esta es la prueba de lo que has vivido"

 

 

 

 

 

 

 

Notas finales:

 



Abajo hay un sensual cuadradito a su derecha que tiene hambre de sus palabras , no lo deje morir :c noooooo


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