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-Diamond Virgin- [Todakanu tegami] por aiko shiroyama

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Notas del capitulo:

A Hiro y Momo. Las amo <3

Está medio porno y yo voy de salida D: nos vemos.

Capítulo VI

 

Se fue, de manera tan extraña como todo había sucedido. Había quietud, lágrimas que fluían en silencio y otras que nunca salieron. El otro se había quedado sentado ahí alrededor de una hora, sin poder reaccionar del todo.

Lo había arruinado, lo sabía, pero no sabía explicar cómo llegó a suceder, porque Shoya pudo haberlo detenido, Shoya pudo haberle privado de la intimidad de dejar que le recorriese a su gusto, habría podido guardarse aquellos suspiros y aquella necesidad de sentirlo que le brotaba por cada poro… no, no había podido detenerse. A pesar de que el cuadro de aquella especie de obra teatral que se estaban viviendo acababa de tomar un matiz más dramático no podía discernir, o tal vez no quería aceptar que por el final de la escena, la obra parecía al fin haber terminado.

No habrían más escenas, no más posibilidades, no más encuentros furtivos, nada… más nada.

Desazón.

Se movió lentamente arreglando el lugar, no iba a rebanarse los sesos más de la cuenta, ya estaba doliendo, más de lo que podía tolerar… Sí, necesitaba salir de allí a toda velocidad para proteger su poca cordura que al regresar le recordaba lo estúpido de su actuar.

En tanto, el más joven de ambos se miraba al espejo como si algo en su fisonomía hubiese cambiado. Le temblaban las piernas y le costaba respirar cada vez que el teléfono volvía a sonar. Yo-ka debía de estar histérico, iba por la sexta llamada; sin embargo si contestaba se temía que su voz también hubiese cambiado, porque no… ya no era ni siquiera una duda, era una certeza: no era el mismo, no lo era, aunque a cualquiera le pareciera lo mismo seguía buscando delirantemente algo más que hubiese cambiado en sí, además de sus pupilas que de pronto estaban más grandes, más dilatadas… quizás de miedo.

Para cuando regresó a la sala de ensayo, todos lo miraron. Sintió como si todos supieran lo que acababa de hacer y lo acusaran en silencio.

—¡Al fin llegas! —soltó alegremente Kei— …¡oh! Te has echado demasiado polvo…—le dijo, observando su increíble palidez. No pudo evitar reír nerviosamente ante el comentario, estaba definitivamente paranoico, nadie tenía cómo saberlo. Aun así sintió un nudo en el estómago cuando Yo-ka le miró fijamente como escrutándolo. Su corazón golpeteó con fuerza y nerviosismo hasta que de improviso el vocalista le sonrió para luego  acercarse a él, abrazándole por la cintura.

—¡Oye!... no lo molestes… él es así de blanco y está muy guapo hoy… —dijo, observando orgulloso a su novio. Shoya sonrió apenas, sintiéndose morir. Yo-ka lo quería, probablemente lo llamara más que nada de preocupado y él… él acababa de romperle una promesa muy importante.

La más importante de todas las que le había hecho.

Cayó en una especie de mutismo, mientras los demás conversaban animados la lista de canciones que ensayarían y de lo cercano que estaba el lanzamiento de su primer álbum de estudio. Tragó saliva lentamente.

—¡Shoya! ¿Esperas una invitación para tocar el bajo?–le espetó divertido Yuu. Los observó, le sonreían amablemente todos ellos. Yo-ka jugaba con el cable del micrófono, dirigiéndole una amplia sonrisa al ver que lo observaba.

Los veía como en un espacio blanco y a sí mismo en un rincón oscuro, ocultándose, escondiendo un Shoya que quería largarse a golpearse la cabeza en la pared sintiéndose el más malo sobre el mundo. No podía culpar a Aoi, sería insensato. El guitarrista al menos tenía una razón para su actuar; un sentimiento, pero él… él no tenía nada, nada de nada, estaba frío, blanco y vacío.

Más que nunca antes.

—¿Shoya? —Kei le habló una vez más, con menos efusividad que a su llegada. Suspiró.

Debía comportarse. Tomó su bajo sin perder el tiempo revisando la afinación, notando como el ambiente volvía a alegrase con las bromas de Yuu y dejaban de prestarle atención.

Así que todo alrededor volvía a parecer níveo, mientras se cubría a sí mismo de un invisible escudo protector, una nueva barrera entre él y el mundo, él era el único que se había ensuciado.

Cuando tocaba con ellos, sus amigos, se olvidaba de cualquier problema que tuviera. Esperó a que aquella vez, aunque fuera momentáneamente pudiera ayudarle a olvidar la culpa que le carcomía el ser entero para esos momentos.

Sin más comenzaron con el ensayo. Luego de aproximadamente una hora y media sin descanso, el baterista lanzó sus baquetas al aire, agotado. Todos lo miraron, después de todo había detenido la canción a la mitad.

—¡Estoy cansado! —chilló melodramáticamente—. Démonos un descanso… por favor —susurró, haciéndose el moribundo. Kei rio ante la actitud del otro y se quitó la guitarra para ir simplemente a zamarrearle de los hombros, intentando animarlo. Shoya los miró, era muy evidente que a Kei le gustaba Yuu; era cosa de que el batero lo mirara, haciendo ese puchero que hacía justo en ese momento, para que el guitarrista cediera, dulcificando su mirada. Y eso que solía ser un obseso por el trabajo y junto con Yo-ka, eran los responsables de que Diaura siguiera en pie y que cada vez fueran más reconocidos.

—-¡Está bien! —Soltó el líder, tal como había pensado que sucedería— …tomémonos un descanso, pero sólo quince minutos.

Diablos, Kei era un tacaño. Se sentía incómodo y le dolía todo, lo cual le hacía recordar para su mala suerte la razón con pies de su lamentable estado físico.

—¡media hora! —Gritó Yuu muy serio, como si estuviera pujando en una subasta. No pudo evitar soltar una risita, Yo-ka parecía entusiasmado también con la situación.

— Veinte minutos… no más…—remató Kei. Y Yuu le miró haciendo otro de aquellos irresistibles pucheros para el líder, dejando de lado todo fingido intento de seriedad—. No, no me mires de esa forma, ya lo he dicho…

—¡Pero Kei!... —dijo el baterista, casi haciendo un berrinche. Shoya rio, divertido.

—¡Que no! Pasado mañana tenemos una presentación y no ascenderemos a menos que seamos perfectos… —espetó, serio. Vio como un honesto gesto de decepción se formaba en el rostro del baterista pelinegro, así que intervino nuevamente—. Vamos Yuu, te compraré un refresco ¿sí? —Le sonrío tiernamente.

—¡Ay Kei, eres el mejor! ¡Por eso te quiero!...–Salió detrás de él con cara de cachorro.

Yo-ka levantó una ceja y observó a Shoya, quien sonreía mientras los veía irse. Tenía mucha suerte, pensó. Recorrió  al bajista con la mirada; su novio era muy atractivo. Continuó con la inspección, hasta encontrarse con sus ojos. El bajista le sonrió nervioso y desvió la vista.

Adoraba aquello, suspiró. Esa inocencia y timidez de Shoya le volvían loco. Adoraba ponerle nervioso de esa manera. Se acercó a él y le ayudó a quitarse el bajo de encima, para luego rodearle de la cintura y  apegarle a su cuerpo posesivamente; Shoya era suyo, de más nadie.

Notó su extremo nerviosismo y sonrió satisfecho. Con algo de brusquedad le empujó contra el sillón de la sala, obligándole a sentarse. Luego se sentó a horcajadas sobre él para empezar un beso que se tornaba cada vez más lujurioso, mientras sus manos recorrían aquello que creía de su pertenencia; lo deseaba muchísimo, pero había decidido hacer coincidir el momento en que lo hiciera suyo junto con el lanzamiento del album; aquello sería la felicidad completa.

—Ya no queda nada…—Susurró sobre sus labios, dejándole al fin respirar dentro de lo agitado que estaba. Lo miró sugestivamente y abrió un par de botones de la camisa  del bajista, deleitándose con sólo el roce con la piel de su pecho, tan tersa. Shoya suspiró, nervioso. Mientras la mano de Yo-ka decidió bajar más allá, al tiempo que volvía a besarlo, más suave pero más profundamente.

Yo-ka besaba muy bien, le encantaba. Siempre le había fascinado su seguridad y su sensualidad innata; le había deslumbrado. Sintió la mano del otro acariciar su entrepierna sugestivamente y le gustaba, sin embargo se sentía una basura. Estaba excitándose de nuevo y con quien debería, pero eso era horrible, si hacía casi dos horas acababa de acostarse con Aoi.

¿En qué clase de persona estaba convirtiéndose? Por un momento sintió como si otro él hubiese sido el de aquel instante, que de pronto parecía más lejano y menos nítido, como un sueño.

Y ese otro él, tan valiente, tan desenvuelto le causaba una envidia terrible.

Cerró los ojos, todavía  pensando en eso, sintió que lloraría y Yo-ka podría notarlo. Para su suerte, el vocalista se imaginaba que sólo estaba ido en sus sensaciones, después de todo su cuerpo reaccionaba y su erección era notoria.

Aún con los ojos cerrados, de pronto recordó a Aoi, cuando le acariciaba de forma similar hace casi nada. No pudo soportar aquel pensamiento. ¿Cómo podía pensar en él mientras Yo-ka le tocaba? Abrió los ojos y abrazó a Yo-ka con desesperación, besándole de igual forma.

 

“Cómo si con eso pudiera borrar el pecado, como si con eso pudiera ser un condenado sin culpa”

 

El vocalista se sorprendió de la repentina efusividad de su pareja, pero le agradó de todas formas. Parecía muy necesitado y eso le hacía desear con más ansias el momento para poder fundirse con él de una vez, como lo habían prometido.

 

 

*-*

 

Las horas se hacían amargas, más que el trago que estaba bebiendo. Sabía que tenía los ojos patéticamente hinchados y que por cada sorbo de trago que se bebía se sentía peor.

Pero le daba igual, todo le daba igual,  incluso esos ojos que lo espiaban sin disimulo desde una de las mesas del bar de siempre.

—Qué mierda estamos haciendo aquí Akira, ¡por dios! Me llamaste para beber y resulta que me has quitado todas las malditas cervezas —El rubio de banda en la nariz no respondió, sólo lo chitó para que se callara, haciéndole además un gesto con el índice, sin dejar de mirar a su depresivo amigo pelinegro sentado en la barra del bar, de espaldas a ellos.

Harto de ser ignorado y aburriéndose más de lo tolerable, Uruha se puso de pie dispuesto a largarse a cualquier otro lugar con quien fuera que le ofreciera más diversión que su amigo desnarigado. Sin embargo su intento se vio obstruido por el fuerte jalón de Reita que por poco no lo manda al suelo.

—Y una mierda Akira…—masculló con los dientes apretados—, ¿qué te traes? , ¿Por qué andas de misterioso? ¡Joder! ¡Ya dime de una vez!

Uruha no era la mejor persona en el mundo para el fin que se había propuesto, pero luego de pensar que Ruki en esa situación sólo haría deprimir más a Aoi con sus comentarios lapidarios, mientras Kai se dedicaría a recordarle que debía ser profesional y que ya tenía más de 30 años y no 15  se dio cuenta de que no le quedaba otra opción.

—Mira, Kouyou, primero te sientas y te voy explicando —El más alto bufó, tomando el lugar que se le indicaba—. ¿Ves al borracho de ahí?

—¿Eh? —le miró sin comprender. Reita rodó los ojos, procediendo luego a señalar a Aoi prácticamente dormido en el mesón—. Ah, ya veo, sí… bueno ¿qué mierda importa ese sujeto?

—¿No lo reconoces? —Se preguntó cómo alguien que había compartido su vida, cama y hasta casa por un tiempo con su amigo no podía reconocerlo.

—¿No? —Dijo con cara de impaciencia, haciendo sonar las uñas contra la mesa, hastiado.

Reita se llevó la mano al rostro, para luego mirarlo como si lo fuera a fulminar —¡Qué! —soltó Uruha, a la defensiva. Con eso el bajista ya se sentía explotar.

—¡Qué es tu maldito ex novio, imbécil! ¿Eres ciego o te faltan anteojos? ¡¿Qué no lo ves?! —Tomó su rostro fuertemente para girarlo en dirección al otro guitarrista, observando cómo Uruha entornaba los ojos para luego lanzar un gritito de impresión.

—¡OH MI DIOS ES AOI!

—¡Cállate! Mierda, Kouyou… es un puto lugar público —mencionó mientras todos los miraban, incluyendo el espiado.

“Maldición” pensó, mientras Aoi hacía torpes intentos de pararse seguramente para huir.

—ya la cagaste…—tomó al castaño de un brazo, parándose a toda velocidad.

—¿y qué vamos a hacer, Akira?

—¿Agarrarlo te parece bien? ¡Muévete!

En menos de cinco minutos dieron con el desdichado tirado en el suelo, en medio de gente indignada. Reita tomó a Aoi para llevárselo en medio del griterío, mientras Uruha le sonreía a los tipos haciendo gala de “sus encantos” para salvar la situación.

—¡Habla! —le apremió el bajista, algo enfadado por el show patético que le parecía todo aquello. Aoi lo miró titubeante, para luego sólo intentar beber otra vez.

—¡Ya! Deja esta mierda, Aoi —Le quitó el vaso dejándolo fuera de su alcance—. Qué pasó con Shoya.

Aquello no era ni una duda, si Aoi estaba así tenía que estar relacionado con ese bajista castaño con el que se venía liando el guitarrista.

—¿Y Shima?

—Está ocupado con los sujetos de allá, ahora habla.

Aoi se calló unos momentos, pensando. Recordarlo era intenso y a la vez lejano, no parecía ser parte de los recuerdos de ese mismo día que llegaba a su fin. Sin darse cuenta hablaba y mientras hablaba algo se le oprimía. Se quedó en silencio, sin sentirse capaz de pronunciar ni media palabra más sin llorar como estúpido. Reita estaba medio impactado. Cuando vio a Aoi irse ese tarde sabía que iba en busca de Shoya, así que se dedicó a inventarle excusas a los otros tres, dejándolo ser, de todas maneras necesitaban arreglar esa situación rara que tenían. No obstante luego de escucharlo, se dio cuenta que lejos de arreglar algo las cosas parecían haber empeorado. Se tocó el hueso de la nariz, tratando de buscar algo alentador que decirle a Aoi pero no hallaba nada. Para ser sincero, lo que más le nacía decirle era “estás jodido, terriblemente jodido cómo si el amor hubiera elegido cagar sobre ti”, pero soltarle eso sería un poco… inadecuado. Sin más le abrazó, palmeándole el hombro.

—Ya y ¿qué se trae? —Nunca supo en qué momento Uruha había regresado. Al ver que Reita no parecía querer responderle ni soltar a su compañero se dio la vuelta colocándose a un lado de éste, apoyando sus brazos en el mesón.

—¿Qué sucede Yuu? —preguntó, pasando su brazo por su cintura. Aoi vio sus castaños cabellos balacearse, cerca del mesón donde ahora estaban ambos apoyados, con el rostro cerca del mismo.

Traicioneramente, aquel color de su ex pareja era muy símil al que traía Shoya. Instintivamente acarició esos pocos cabellos que tenía al alcance, notando como de pronto Uruha se alejaba un poco. Sacudió la cabeza tratando de aclararse, aquel era Kouyou.

—Lo siento.

—¿Con quién te liaste? —dijo Uruha, cabizbajo mirando la madera del mesón. Reita miró al castaño entrecerrando los ojos, su actitud era extraña.

El segundo en guitarra sonrió amargamente ¿Traía un cartel en la cara? Se preguntó cómo podía delatarse tanto. Aunque era más fácil razonar que estaba con dos de las personas que más lo conocían en la vida, estaba demasiado borracho como para detenerse a pensar en ello.

Se hizo un tenso silencio. No es como si quisiera decírselo a Uruha, Reita probablemente no lo había notado pero ese supuesto odio que le cargaba encima todos los días a él le parecía otra cosa. Recordó como incluso después de todo lo que sucedió cuando la relación que mantuvieron por cerca de 2 años se fue al carajo, Uruha seguía celándolo como si fuese de su pertenencia. Se temía que luego de un año del fin, aquel guitarrista no se hubiera quitado aquella idea de la cabeza.

Sí, lo conocía bien.

—¿No… me lo vas a decir? —¿Su voz temblaba? Eso ya era demasiado extraño, al fin empezaba a captarlo. De pronto el bajista se sintió indefiniblemente estúpido al ver los ojos almendrados del otro guitarrista un poco más brillantes de lo común.

—Shima, yo creo que tal vez deberías irte, déjame a Aoi, ¿sí?

—¿Por qué? ¿Tú me trajiste, no?

—pero…

—dímelo…—dijo, instigando a Aoi, quien ya pedía otra copa de whisky.

—Shima, ya basta —Si las cosas seguían así Aoi sólo acabaría peor.

No fue necesario que Uruha siguiera para que tal cosa sucediera, pues cuando insistía por una cuarta o quinta vez vio como perdía del todo la atención de Aoi.

Luego de observar aquella cara que no cabía en ningún otro adjetivo más que “desolación”, el bajista dirigió su mirada en la dirección donde se perdía la de su amigo.

—oh no…—soltó sin poder evitarlo, al ver a Yo-ka y a Kei entrar. Rogó a alguna especie de dios momentáneo que Shoya no viniera con ellos. Pero luego apareció un pelinegro jalando a alguien.

Y ese alguien era Shoya.

“No mires hacia acá, no mires, no mires” pensó. Pero sucedió.

De pronto Shoya dejó de forcejear con su baterista para quedarse estático, Reita habría jurado que puso una cara igual o peor que la de Aoi, quien soltó un suspiro de aquellos, con la pesadez del alma, para luego desviar la vista y beberse de un sola vez el vaso de Whisky.

¿Por qué de todos los malditos bares de Japón tenían que aparecer justo en ESE bar, ESE día?

Uruha lento como era seguía sin entender.

—Aoi, vámonos. —Tenía que actuar rápido, antes de que el odioso de Yo-ka los viera y…

“¡Miren, son los Gazette!” Demasiado tarde. Aoi dio una rápida mirada desesperada a Reita quien no sabía qué hacer si los otros ya estaban a menos de un metro de ellos.

—Uruha llévalo al baño

—¿Qué?

—¡Hola! —Yo-ka ya los había alcanzado, alegre y jovial como siempre parecía, mientras sus compañeros se veían bastante menos alegres que él.

Aoi sentía los latidos de su corazón en sus sienes y en su garganta, en todo el cuerpo. Shoya estaba cerca, muy cerca, era seguro. Yo-ka era quien menos le importaba en el mundo.

—Hoooola Yo-ka, buenas noches— Se interpuso Uruha captando su atención con una sonrisa amplia que parecía real—.Creo que no nos hemos conocido todavía, un placer —Le estiró la mano y Yo-ka la estrechó con confianza, inclinándose un poco como señal de respeto.

Luego saludó a Reita quien con suerte le hizo una señal con la mano, nervioso, sin dejar de mirar a Aoi que miraba a la nada.

Los latidos se convirtieron en poco en casi zumbidos. Shoya le miraba los pies, como si estuviera prohibido subir la vista, mientras intentaba tragar saliva con aquel nudo en su garganta.

“Respira” se decía, mientras casi se ahogaba. Notó la mirada de Kei sobre él, suerte que Uruha justo llamó su atención.

Y el tenso momento llegó, su propio nombre flotó hacia sus oídos en el tono de la desagradable voz del maldito de Yo-ka. Reita reaccionó  abriendo la boca como para decir algo pero de pronto Aoi se paró y se fue, cubriéndose la boca, hacia el baño.

Todos se quedaron en silencio, Uruha le dirigió una mirada asesina a Reita quien le devolvió una de “ahora qué”.

Y Uruha volvió a sonreírles nervioso. Mientras Reita lo excusaba diciendo que ya había bebido bastante y seguro iba a devolver al baño.

Se encerró en uno de los baños agitado, de pronto no podía respirar. Se quitó la chaqueta y la lanzó al suelo embarrado, qué importaba. Se ahogaba, se ahogaba en ese sentimiento maldito que ahora lo desgarraba. Y era una sensación tan contradictoria e inexplicable, se sentía como un criminal, pero uno que había robado algo que le pertenecía legítimamente. Había tenido ganas de voltearse y darle la cara a Yo-ka y decírselo, decirle que Shoya era suyo, que lo había amado apenas esa tarde y que él lo había disfrutado… pero eso era inaceptable. No podía y la necesidad de tomar al bajista y largarse de ahí lo quemaba.

Se tocó el rostro, ardía y estaba llorando, sin notarlo. Sintió las ganas más grandes de vomitar que había sentido en su vida y lo hizo, hasta cansarse.

A Shoya le temblaban las piernas y los labios, miraba a todas partes sin destino fijo, quería desaparecer. Se le hizo eterno escuchar a Reita al fin decir que mejor se iba a ver si Aoi estaba bien, despidiéndose ambos al fin. Habría jurado a que lo miraron acusadoramente antes de irse.

—Así que es Shoya… —soltó de pronto el más alto.

—De que hablas…—Intentó hacerse el desentendido, mientras se dirigían al baño del lugar.

—No soy estúpido Akira—hizo una pausa, sin moverse más. Reita se detuvo, viéndole apretar  los puños—. Me voy… nos vemos mañana.

Y desapareció. Reita sólo se limitó a dar un largo suspiro, pero Aoi era quien más lo necesitaba en ese momento, así que lo dejó ir.

 

 

 

*-*-*

 

El ajetreo y las presentaciones eran como una marea que lo arrastraban y lo hacían vivir, se levantaba porque el despertador lo hacía, salía de casa porque Kei lo llamaba para salir de casa, comía porque Yo-ka le compraba almuerzo luego de darse cuenta que era el único que insistía en quedarse ensayando o en hacer cualquier cosa lejos de ellos luego de desocuparse. Sin embargo, todos estaban demasiado ocupados como para preguntarle qué demonios le sucedía, así también estaban todos cansados y hasta cierto punto estresados, incluso Yuu empezaba a ser acosado por un extraño dolor en uno de sus brazos y Kei estaba resfriado.

Aun así no podían parar, los eventos por el lanzamiento de Genesis les caían encima dentro de nada.

Y era por eso que también estaba ausente, porque en poco salía Genesis y un escalofrío le recorría el cuerpo. Se sentía como un cofre del tesoro, que ya no tenía nada ¿podía ser más extraño? Deseaba ser reventado como una piñata.

Suspirar era lo que más hacía, respirar y andar sin ganas, mientras de vez en cuando recibía a Yo-ka en su casa, con esa energía que andaba desbordando siempre, intentando dejarse contagiar. Se dejaba cubrir de besos y abrazar, así también le daba ese espacio entre sus brazos a Yo-ka, ese que el vocalista buscaba como si fuese un niño, para poder dormir.

Yo-ka resultaba terapéutico a veces. Claro, es que era dios y dios todo lo podía. Empezó a sonreír un poco, dejándose cuidar y pronto otra vez se sentía parte del mundo de dios, como si hubiese hecho una simbiosis de alma, con él.

Todo lo que le dolía pensar lo desplazaba al inconsciente, lo dejaba allí donde no pudiera interferir y trabajaba al ritmo de Yo-ka y estaba con él siempre, hasta que los días se agotaron.

Se agotaron y se vio de pronto, acorralado por dios, en el día del juicio.

Aquel día no se percató, porque como siempre sólo se movía, perdido de sí. No notó las miradas intensas, ni las sonrisas silenciosas, los ojos extrañamente brillantes de Yo-ka que corría de un lado para otro resolviendo los asuntos a toda velocidad, hablando menos de lo común en las entrevistas, robándole más besos de lo común, siendo más efusivo que quizás nunca antes. No puso nada de atención, sólo se extrañó cuando Yo-ka se fue a su casa en vez de acompañarle a la suya como casi todos los días en esas dos semanas.

Y cuando le abrió la puerta con el pelo estilando y recién vestido, ya entrada la noche, se quedó deslumbrado.

Antes de empezar lentamente a perder la cordura.

 

 

“Tú me haces morir, tú me haces caer

Dispones de mí ser como tu esclavo

Y yo te sirvo…”

 

 

 

Dio un gemido ahogado cuando se sintió apresado en la pared. Ni una palabra quebró el silencio más que él, empezando tenuemente a recordar mientras intentaba responderse porque Yo-ka le estaba olfateando como si de una presa se tratase, como si quisiera de pronto memorizarse de nuevo su olor, mientras una mano le recorría los cabellos tan húmedos.

Sus manos fueron a dar en sus mejillas y lo vio sonreír y como si aquello fuese la clave del misterio, antes de que sus labios fueran a poseer los suyos lo recordó.

El lanzamiento de Genesis…

Se quedó sin aire casi de inmediato. Yo-ka se separó un poco riendo de esa forma peculiar que tenía, aquellas veces que hacía cosas malas. Era de suponer que el bajista estuviera nervioso, después de todo era el gran día…

El día del juicio. Cerró los ojos mientras se sentía caer al vacío en su mente y su temperatura oscilaba desde el frío al calor y viceversa, soltó un suspiro.

Nuevamente sus labios fueron tomados e intentó concentrarse, se estaba muriendo de miedo, ni siquiera eso, de terror. Recordó a Aoi por un segundo, quizás menos y separó sus labios del dictador quien tomándoselo con diversión se dirigió a su cuello.

Quería aullar de angustia, gritar y volverse loco. Estaba sucediendo, no, iba a suceder. Iba a suceder y si Yo-ka lo descubría no sabía si amanecería despierto al día siguiente. Lo abrazó fuertemente, como queriendo protegerse de aquellos pensamientos.

Yo-ka subió con aquella agraciada lengua que tenía, hasta lamer aquel espacio tentativo cerca de su oído y mordisquearle suavemente. Sentía su aliento tibio, el sonido de su boca, marcándolo. Se estremeció.

¿Cuánto tiempo había estado esperándolo? Qué le besará así, que le hiciera sentir que lo deseaba tanto, que le hiciera sentir hermoso, como no se creía. Que le amara simplemente.

Sus manos se colaron calurosas, sobre su piel por debajo de la ropa. A cada subida y bajada de sus dedos por su columna sentía que el deseo aumentaba, más cuando esas caricias sutiles para todo lo que Yo-ka traía en mente, se convertían en leves rasguños. Pronto su camiseta voló por los aires quizá hacia dónde. Sintió al vocalista separarse de él, y otra vez, sintió un poco de miedo. Ya estaba agitadísimo, pero notó como Yo-ka se dedicaba simplemente a mirarlo, tal vez disfrutando de aquellas reacciones que en el bajista se hacían cada vez más notorias. Lo vio sentarse en el brazo del sillón, con una sonrisita. Sus ojos eran la picardía misma.

Quería ir hacia él, estaba guapísimo. No tenía idea si la ropa era nueva o no pero le sentaba endemoniadamente bien, marcaba todo ese cuerpo tan deliciosamente formado, le daba esa apariencia varonil y superior, destacaba esa sensualidad que le pertenecía, que le hacía tan característico, atractivo y diferente a cualquier otro; era su Yo-ka y estaba ahí para cumplir con su promesa. De pronto sintió que se ahogaría, que lloraría pero se detuvo.

Yo-ka estiró una mano hacia él, invitándole a acercarse, no dudó y lo hizo, se abrazó a su cuello y olió ese aroma, ese perfume suyo que era el mismo de siempre, el mismo del comienzo cuando lo vio por primera vez, toda estancia siempre se llenaba de ese olor, cuando él aparecía y le encantaba. Sonrió, no se entendía a sí mismo, no sabía porque de pronto se sentía lleno de una extraña gratitud. Un beso se depositó en su mejilla y soltó una leve risa y le miró.

Sus ojos le parecieron más bonitos que antes, se sintió idiota, más cuando Yo-ka le sonrió y él le imitó. ¿Cuándo se habían mirado tanto a los ojos sin decirse nada? Tal vez nunca, pero su corazón latía más rápido, al verse en los orbes oscuros de Yo-ka. Lo comprendió. Se sintió enamorado.

—¿Me amas? —Esa pregunta que escapaba de él de vez en cuando, dejando a la vista esa parte temerosa suya. Shoya se mordió el labio, para su sorpresa en ese momento, no estaba dudando.

—Sí…—Quería hablar más pero no pudo. Su cuerpo fue apresado otra vez entre sus brazos y sus labios invadidos por los del otro.

Supo que era de verdad, podía palpar el erotismo en sus caricias. Yo-ka quería comerlo, eso sentía. Lo iba a devorar, lo iba a tomar, porque era suyo, porque siempre lo fue.

El resto de su ropa empezó a desaparecer y él rio, se sentía como haciendo una especie de travesura. Yo-ka le dejaba entrever que no se detendría y aquello hacía que su corazón delatara el nerviosismo y la ansiedad ante cada caricia que le laceraba la piel, que ardía, que le quemaba en deseo.

Era como algo mundano y maldito, pero también divino. Es que dios tenía ese poder de hacerte sentir así, tan bien… de disfrutar el pecado.

Se sentía enloquecido y complacido de que le tocara con tanta necesidad, de que  limitara hasta sus movimientos entre risas y besos, apegándole a su cuerpo tan posesivamente, deshaciéndose en gemidos ante el roce intencional de sus miembros, tal vez aún demasiado cubiertos para lo que empezaban a necesitar.

Toda emoción fue mutando al frenesí, casi al desespero- Estaban necesitándose mucho, deseándose. Sólo pudo gemir en medio cuando sintió las uñas de Yo-ka clavándose en sus muslos, haciendo el contacto incluso más cercano y más tentador, queriendo eliminar hasta el aire entre ellos. Casi cayeron al sillón, por la fuerza con que el vocalista le acercó y por aquel sutil vaivén que arrancaba gemidos al bajista, los cuales se ahogaban en los besos que compartía con el otro.

No quería acabar debajo de Shoya en el sillón, así que Yo-ka se levantó llevándolo con él, para al final terminar tratando de  moverse torpemente por el lugar chocando con casi todo. Al final acabaron en otra pared, Shoya podía hacerse un mapa mental de toda la fisonomía del otro pegada a su cuerpo, le estaba aprisionando con todo su peso, mientras Yo-ka hacía cualquier cosa menos pensar, sólo sentirlo, tocarlo como había estado queriendo de hace tiempo, enloqueciendo con él, muriendo por poseerlo de una vez por todas.

Llevaba dos años esperando aquel día, aquel momento debía ser perfecto. No iba a decepcionarlo, no, lo enloquecería, lo haría adorarle y pedirle por más y él se lo daría…

Sí, porque era todopoderoso y omnipotente y sabía desbordar erotismo y placer como nadie. Quería hacerle sentir que nadie jamás le amaría de tal forma, que no volviera a desear jamás  a nadie como a él.

Sin poder resistir demasiado a pesar de que deseaba  provocar a Shoya hasta el límite lo levantó de las caderas obligándole a abrazarle con sus piernas. Se dedicó a devorar sus labios unos instantes más con infinito deseo, antes de caminar con él  para dejarse caer en la cama.

Una vez allí el frenesí se mezcló con caricias dedicadas. Lo estaba haciendo disfrutar, lo veía en su rostro fuertemente sonrojado, sus labios entreabiertos y húmedos, sus ojos entrecerrados, su cuerpo que se arqueaba y se removía en sus propias reacciones; y  lo percibía en primera fila en su piel, su ardiente piel que lentamente se fundía con la suya mientras iban desapareciendo las pocas prendas de ropa restantes en ambos, progresivamente.

Quitó sus pantalones a tirones, sonriendo lascivamente al ver la cara de desespero y expectación que tenía su bajista; podía casi ver en su rostro aquel ruego por que le hiciera suyo de una vez por todas, pero no…

Él era el que decidía cómo y cuándo sucederían las cosas.

Recorrió tortuosamente con suaves besos y lamidas desde sus pantorrillas hasta el interior de sus muslos, mordiendo de vez en cuando, marcándolo; era suyo, solo suyo.

Shoya suspiraba fuertemente ante la expectación, su mente ya no tenía conexión con sus pensamientos, sólo con su cuerpo y el disfrute de aquel placer tan prohibido y maravilloso. Se sentía demente, lujurioso, sucio; pero encantado, todo al mismo tiempo.

Una traición se escondía detrás de todo eso pero sádicamente sonreía, quería más sin importar  que no tuviese nada para dar.

Como siempre, Yo-ka era capaz de traer su dimensión más oscura, de hacer sobresalir sus más mundanos y primitivos deseos.

Sin importarle nada, quería que Yo-ka le poseyera, sin pensar en nada ni nadie, sólo sentirlo.

Siempre que pensaba todo iba mal.

Respondiendo a su agresivo sentir se aferró a él con violencia cuando al fin, luego de tantas tentativas Yo-ka engulló su miembro. Como siempre, era demasiado bueno… endemoniadamente bueno; el bendito de Yo-ka era bueno en todo especialmente en la cama, era demasiado.

Sin embargo no pudo llegar a la cúspide, porque el soberano no estaba dispuesto a dejarlo alcanzar la gloria tan rápido. Embelesado, casi adivinándolo y dejándose llevar le jaló del cabello para besarlo, competían prácticamente por el dominio del beso agotando rápidamente sus reservas de aire. Aprovechando aquel leve instante de debilidad en el dominante  logró girarse sobre él dejándolo abajo, pudo observar casi por segundos la expresión de pánico y sorpresa del otro carcajeándose sin poder evitarlo; se sentía malvado, sujetó sus manos  y se inclinó a besarlo. Transcurrieron algunos instantes en lo que Shoya pensó que ganaría, pero no, justamente esperando aquel descuido Yo-ka retomó su posición sobre él, mirándole con reproche y a la vez lujuria. Shoya no esquivó su mirada que se clavaba directamente y con notoria intensidad en sus ojos castaños, la respondió desafiante con una sonrisita de suficiencia.

¿Así que lo estaba desafiando? Respondiendo ante ello, el dictador se abalanzó a él como depredador. Acabaron enfrascados en otra lucha por el control donde no hacían más que rodar prácticamente por la cama sin lograr establecer el dominio ninguno de los dos. El roce constante de sus cuerpos totalmente desnudos los tenía casi en el punto álgido de la demencia. De pronto la batalla se detuvo.

El amo observó a su siervo bajo suyo con la respiración agitada y el cabello pegado en el rostro húmedo, sin dejar de observarle a pesar de todo; estaba hermosísimo, salvaje, expectante y sumiso, esperando a que dispusiera de él, dispuesto a recibirlo, al fin.

Como un preludio al momento más esperado de la velada se inclinó sobre él para darle un beso diferente a los demás, porque, detrás de todo aquel desfile de ego en su actuar si había algo, algo que le había hecho tener la voluntad de esperar tanto, de necesitarlo. Algo que podía hasta con su amor propio; sin Shoya no era nada, absolutamente nada. Lo quería, lo necesitaba y aquel era su momento, la consumación de aquella promesa de antaño, cuando le dijo que serían uno siempre, cuando le prometió ser la voz que le faltaba para enfrentarse al mundo, a cambio de que permaneciese a su lado por siempre, que se convirtiera en su cordura.

Por primera vez  en mucho, pudo notar a Yo-ka nervioso, sus labios temblaban, ¿o tal vez se trataba sólo de la expectación? No podía saberlo. Lentamente, su dimensión racional regresaba…

 

“No…por favor no”

Deseaba que todo sucediera rápido o que el tiempo se detuviera, o mejor…

Deseaba regresar el tiempo atrás…

Parecía que su corazón no latía, rebotaba entre sus huesos con tal fuerza que dolía.

Notó como aquella pierna que se entrelazaba con las suyas abría más espacio entre ellas. Se aferró a su cuello antes de dejarle acomodarse del todo sobre él, entre sus extremidades. Un sutil escalofrío le recorrió, era inevitable.

Y no podía saber qué demonios sentía en ese momento.

Era una emoción indescriptible y también miedo. Quería a Yo-ka… lo amaba… tenía que estar seguro de eso.

Pasara lo que pasara, eso era lo correcto, sin importar nada que hubiese sucedido antes.

¿Por qué le dolía pensarlo así?

Contrario de lo que hubiese esperado, luego de sólo mecerse sobre él sólo excitándolo más no hubo una mayor preparación. En poco pudo sentir en toda su carne a Yo-ka entrando en él lentamente, casi desgarrándolo.

Pero estaba bien, hasta aquella cuota de dolor le proporcionaba un grado de perverso placer. Impaciente, obligó a Yo-ka a penetrarlo de una sola vez soltando entre un gemido y quejido una vez lo tuvo dentro por completo. No era muy diferente físicamente de la primera vez, incluso sus ojos se humedecieron involuntariamente; era doloroso. Intentó concentrarse en la respiración agitada de Yo-ka sobre sus labios, jadeante, podía notar su cuerpo temblando del placer y a él intentando contenerse. Aquella visión era muy erótica, era el amo, pero cuyo placer supremo sería a consecuencia de él, de su cuerpo.

En eso pensaba cuando tomó conciencia en él un pensamiento físico, podía sentir el calor del miembro endurecido y enorme de Yo-ka dentro suyo; la idea de aquella invasión le enloqueció, quería sentirlo moverse, quería dejar ir toda esa perversión contenida, todo ese deseo acumulado por él por tanto tiempo…

Otra vez, se desconectó de su dimensión racional para conectarse con su bajo instinto.

—amo…—el aludido le miró con los ojos exorbitantes de placer ante aquel llamado—…quiero más…—se mordió el labio, sugerente, incitando a la bestia interior de Yo-ka a desenvolver su poderío con certeras embestidas profundas.

Le penetraba sin piedad alguna, casi con rabia, llevándole al límite entre el placer y el dolor por momentos. En realidad no sabía definir cuál producía al otro, si el dolor al placer o a la inversa. No importaba si dolía, seguía queriendo más, demandando más, se lo hacía saber a Yo-ka demostrándole cuanto lo disfrutaba, sin contenerse en lo más mínimo. Si dolía estaba bien, porque merecía ser castigado, porque era sucio, sucio y pervertido y ya había sido marcado por alguien más.

A medida que lo sentía más profundo sentía que moría, moría de una sensación extraña. Quería desgarrarle la piel a Yo-ka por provocarle eso, por hundirse en él de esa manera, se sentía afiebrar. Creía que perdía la conciencia, ido en todo lo frenético del acto cuando sintió sus labios ir hasta él. Sintió aquellos gemidos roncos sobre sus labios y cada vez que se acercaba a tratar de besarlos él se alejaba, soltó un exasperado quejido; quería besarlo, hasta gastar sus labios que estaban enrojecidos.  Le arrancaría aquella lengua maliciosa que lamía tan deliciosamente su cuello si pudiese, lo sabía.

Olvidando su lugar de sometimiento jaló fuertemente del cabello al otro hasta que se vio obligado a elevar su rostro hacia él mirándole con furia, mas no se amedrentó sino que le besó. Las embestidas no perdieron fuerza, pero se hicieron algo más lentas y más profundas. Su cuerpo ardía mientras se sentía como comiendo miel, una sensación de extremo placer empezaba a invadirlo al llegar Yo-ka al punto justo, cada vez más. Sin embargo aquella sensación casi de alucinación se vio interrumpida cuando sintió el sabor metálico de la sangre en sus labios. Abrió los ojos y se dio cuenta que era la sangre del amo ¿aquello era malo?. Lo vio lamerse los labios con una intensa lujuria y gimió sin poder evitarlo.

Qué sucio era, pero qué maravillosamente delicioso era ser pecador.

En pocos movimientos rápidos ya estaba con la boca contra la almohada, mientras sus manos era amarradas con algo ¿sería castigado por su atrevimiento? Pensó que le jalaría del cabello, pero no, fue levantado con delicadeza desde el torso y pudo apoyar su espalda cómodamente en el torso húmedo de Yo-ka.

—Estás siendo muy malo Sho…—nuevamente, sólo pudo soltar un quejido casi lastimero. Estaba a medio camino del orgasmo y aquella mano que empezaba a jugar con su erección no ayudaba mucho.

Sintió una especie de azote en su muslo, bastante fuerte, mientras los dientes de Yo-ka se le clavaban lentamente en el hombro, para luego lamer aquella zona hasta el cuello, piñizcando con su mano libre una de sus tetillas. Entre todo eso y ese ritmo que empezaba a enloquecerle sentía la dura erección del otro clavándose en su espalda, apoyó su cabeza en su hombro dejando su cuello expuesto y dispuesto a lo que el amo quisiera.

—Yo…ka…—jadeó como pudo, apenas, pero fue ignorado—. Amo…

—¿sí? —Como era de esperarse sólo respondía de esa forma. Parecía querer estar haciéndole sufrir adrede.

—Por favor…—Sabía a qué se refería y lo tentó algo más antes de introducirse en él de nuevo.

Estando a tal nivel no faltaría demasiado para el fin. Notó a Shoya casi ahogándose contra la almohada así que sin dejar de moverse finalmente le soltó. Besó su cabeza tiernamente sosteniéndole del torso impidiendo que se moviera, encargándose de todo.

Fuera de todo el juego, lo estaba amando y mucho. Era mejor que todo lo que se había imaginado. Sin embargo llegando al orgasmo un pensamiento le rondaba y no dejaba de hacerle sentir un poco incrédulo, sin embargo, no era momento de pensar en más nada. Se abrazó a su cuerpo cálido, delgado y sudoroso cuando sintió aquella especie de shock eléctrico recorrerle por completo. Shoya había sentido todo, su respiración, su largo gemido y luego su descanso y el pensamiento de haber sido capaz de lograr aquello le hizo llegar también a su propio orgasmo, hasta terminar por completo desvanecidos, juntos y exhaustos.

En cuanto el peso del vocalista se desplazó a un costado de su cuerpo, se movió hacia él casi por inercia y tomó su rostro para besarle suavemente, su corazón aún estaba golpeando fuerte porque era todo demasiado reciente e intenso. Sin embargo Yo-ka no hizo más que dejarse besar, sin corresponder verdaderamente, tampoco le miró.

Sin querer pensar demás y pensando en que de seguro estaba cansado se giró y se acurrucó entre las sabanas para darle calor a su cuerpo que empezaba a enfriarse rápidamente. Cerró los ojos, estaba agotado y cuando casi conciliaba el sueño sintió un brazo pasar por su cintura, sonrió, notando el  leve movimiento de la cama al Yo-ka desplazarse hacia él. Su nariz escudriñó entre sus cabellos desordenados y su boca se acercó a su oído tentativamente, otra vez su corazón empezaba a acelerarse.

Si hubiera podido sentir la mandíbula apretada de su compañero en ese momento, de seguro no habría estado tan cómodo ni tan plácido entre sus brazos.

—Quién fue...—se quedó estático sin procesar ni entender, atontado por el sueño. Su voz sonaba enrarecida, grave.

—¿Qué?

—Qué con quién te acostaste, Shoya… —abrió los ojos de golpe y como si fuese una pesadilla la realidad de aquellas palabras le cayó encima como un balde de agua fría y hielo. Su cuerpo tembló involuntariamente y de modo impulsivo intentó zafarse de los brazos del otro que lo sostuvieron  en su sitio con fuerza inimaginable.

Con aquella reacción, no pudo más que confirmar aquella sospecha que le punzó, esa falta de vergüenza, la sensación una vez estuvo dentro. Lo supo, no había sido suyo, solamente suyo y tal idea le laceraba el corazón, el cuerpo, la mente con una furia que le lastimaba incluso, pero cuya faceta no mostraría.

Seguía en el mismo sitio, sin ser capaz de articular una sola palabra presa del pánico absoluto. Se sintió por primera vez completamente consciente de su desnudez, más que nunca antes, desnudo del alma, del cuerpo, descubierto y la vergüenza se le escapaba por todas partes, estaba seguro que estaba a punto de morir, al menos de terror.

—Mírame —le ordenó. Pero su voz empezaba a ser lejana, se desmayaba—.Shoya, ¡mírame!

Su rostro fue sujeto con fuerza y girado casi con desmedida violencia hacia él. Lágrimas empezaron a resbalar por sus ojos, por alguna razón, endemoniada, irónica y triste razón, recordó la dulzura de Aoi comparada a lo que estaba viviendo en ese momento.

Por alguna tonta razón, deseó con toda su alma ser salvado en ese momento por él, por aquel por quien cometió el más grande error, el mismo que le estaba condenando a ver arruinado uno de los momentos que más había añorado.

—Abre los ojos… y mírame —su voz temblaba, lo notaba, pero de ira, quizás hasta de indignación. Merecía todo, lo sabía, pero dolía. Lentamente, con la vista demasiado nublada le miró y en menos de un par de segundos su rostro giró abofeteado con tal fuerza que sintió sangre brotar de sus labios partidos. Lloró, pero no se atrevió a protestar, ni una sola palabra.

Era una basura, era mucho menos que nada.

Y como siempre se escabulló en su mente, alejándose de la realidad. Su cuerpo se estremecía otra vez, pero de dolor. Sintió un golpe y otro, luego una pregunta insistente y que no respondería. Era la primera vez que veía a Yo-ka llorar, lo sabía, su voz sonaba rota sus manos temblaban también antes de caerle encima ¿cómo podías hacer llorar a dios?

Tenía el poder demoniaco de hacer daño, de destruir a aquellos que quiso. Recordó a Aoi en el bar y sintió que le dolía más que el cuerpo mismo.

“Dime quién fue… ¡Quién fue!” volvía a insistir.

Pero no, nunca lo diría, jamás.

No lo delataría, aunque muriera por eso.

 

 

 

 

Hoy en la penumbra, está el lugar donde la luz me hizo estallar.

 

 

 

 

Notas finales:

Hice correciones al formato :) creo que traumaticé a algunas personas. Espero que no se hayan olvidado del fic, sólo estuve muy ocupada y actualicé antes I hate que lo debía hace dos meses D:

Es una actualización muy  larga, pero buena. Opine por dios XD

¿Quiere alguien a Kei y Yuu? (¿un tratamiento más detallado?)

y eso.

Espero poder subir otro cap la otra semana. Tengo mil inspiración. Por favor manifiestese y aunque insulteme por un rev XD

Nos leemos


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