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Violeta y Dorado por lilibel vangarret

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Notas del fanfic:

VOY A CAMBIAR EL NOMBRE YA QUE NO "PEGABA" EN EL TEXTO :)

Notas del capitulo:

Una lok idea de mis hermanos y yo.

Capítulo 1.  Violeta y Dorado.

 

 

Hasta que se acabó el combustible manejó, con un único objetivo. Alejarse.

Incluso, hasta sus ojos se secaron de tanto llanto que en ese trayecto liberó.

Cansado y sin ganas de regresar presionaba sus dedos en ese manubrio de cuero hasta volver blancos sus nudillos de tanta presión. En un silencio sepulcral observaba el sol en el horizonte, indicando que toda la noche manejo sin dormir ni hacer ninguna parada. No sabía dónde se hallaba exactamente ni era necesario saberlo. En su mente el dolor y la desesperación gobernaban, cómplices con agonía y sufrimiento, que en cada parpadeo se intensificaba y lo dominaban.

Sujeta esa manija con desgano abriendo la puerta de ese auto del que baja.

Desciende por una baja colina hasta dejar ese vehículo atrás al ya no servirle a donde se dirigiría.

Variedad de flores solo había a su alrededor. Un perfecto lugar para definitivamente morir.Casualidad o no, no le importaba, pero agradecía esa jugada del destino

Sin miedo sostiene en su mano ese revólver que usaría, para al fin y al cabo dar por terminada esa mentira en la que había vivido

En nada quería pensar…

Únicamente se arrodilla en el césped con dirección a las flores, para así llevarse la imagen de esos ramilletes violetas en que se convertían esas flores.

 

 

Seis…

Ese era el total de las balas. Con una era suficiente pero él no repararía en ese detalle.

Abiertos fija sus ojos en esos pétalos que con un simple soplo danzaban dulcemente, asimismo colocando ese frío cañón en su sien.

El pasar de una brisa levanta su larga coleta azabache rozándose unas cuantas hebras por su rostro que no dejaba ver ninguna clase de atisbo de impresión o miedo. Era un hombre decidido. Que poseía en sus propias manos la decisión.

Por eso aprieta el gatillo…

 

 

 

 

Despacio camina Ethan por el camino de la escuela, vistiendo su impecable uniforme de saco y corbata. Sus cortos cabellos negros caían por su frente formando un corto fleco que rozaban sus parpados y casi sus ojos violeta, poco comunes de su ciudad, heredados gracias a su difunto padre.

Pese a tener una exótica mirada, el dueño de estas no era nada del otro mundo. Era calmado, sencillo, brillante, colaborador y por sobre todo sincero. Cualidades que lo hacían ser blanco de toda clase de “chismes” sobre su personalidad, incluso estado mental.

Como costumbre, se encuentra con su mejor amigo. Alguien totalmente distinto a él.

Alegre, extrovertido, ingenioso, sincero, en fin… Eran muchas las cualidades que podrían describir ese chico de contextura delgada y baja estatura. De igualmente cortas y brillantes hebras castañas que pocas veces peinaba, que aun así se mantenían totalmente en “sintonía” con su par de expresivos ojos dorados.

Incluso se podía decir que gracias a sus singulares colores de irises se unieron. Violeta y dorado. Todo un enigma.

 

Tan pensativo se hallaba que no siente a su amigo y compañero dos años menor que él tras suyo.

-Hola Ethan –le saluda con su acostumbrado golpe en la espalda, viendo una mueca de dolor del mayor- Ven conmigo.

Cambia su semblante el menor que toma del brazo al pelinegro llevándolo a dentro del baño, donde lo gira zafándole la camiseta que le alza viendo marcas y cicatrices que abarcaban toda su espalda, no entendiendo el menor como no se manchaba con la blanca camiseta del uniforme.

-Qué es esto Ethan? –le pregunta viendo el reflejo en el espejo- ¿Ese imbécil te sigue pegando?

-Ey, Vincent! Eres pequeño pero tu lenguaje… –le evade girando a verlo en calma-

-No me cambies el tema, Ethan. –se cruza de brazos viéndolo-

-Llegaremos tarde a clase.

-Ethan… –dice en tono amenazante frunciendo su ceño-

-Hum… –suspira resignado-. Si… Diviero se pasó de tragos esa noche y…

-Y tú fuiste su saco de box ¿no? –dice sarcástico. Ese niño sí que era lo suficiente maduro–. No es la primera ni será la última vez que tu padrastro te levante la mano. Debes denunciarlo Ethan, o te hará algo peor –cambia su semblante molesto a preocupado-.

-Quisiera, Vincent, pero él es mi tutor. Lo único que tengo, así no quiera aceptarlo –le apoya la mano en la mejilla mostrándole una pequeña sonrisa-

 

*  *  *  *  *  *

 

Acompañado de Vincent, toma asiento el ojivioleta en una de las mesas del comedor, escuchando como el menor alegre le contaba sobre su “novio”.

Su novio

Esa simple y corta palabra carcomía el buen juicio de Ethan, y más si se trataba del idiota de Andrei Alba. Sí, el Idiota Andrei Alba.

Ese arrogante y pesado niño rico, 4 años mayor que Vincent que le restregaba su relación en la cara. Porque de algo si estaba seguro, él se jactaba de besar al menor castaño delante suyo dándole a entender un claro “te gané” ¿Cómo si Vincent fuera un trofeo? No entendía que le veía el ojidorado a ese imbécil.

-En serio? ¿Creí que el “señor prepotencia” y tú ya no estaban juntos? –dice burlón bebiendo de su bebida-

-Ethan!

-Es una broma. –reí un poco el pelinegro-

-Hola Violet. –dice un chico con una sonrisa arrogante golpeándole el hombro a Ethan-

 

“Lo que faltaba”… El seguidor de señor prepotencia.

…Iván Adamov.

Como se podría describir a aquel chico rubio de nacionalidad extranjera (ruso por si no lo notaban) que le hacía la vida imposible al pelinegro. Solo hallaba una única palabra que lo describiera perfectamente… Egocéntrico.

-Déjame en paz, Iván y no me llames Violet. Por si no lo recuerdas soy chico. –le responde en calma pero con su habitual ironía cada vez que lo veía-.

-Pero sale con tus ojos. –le responde demasiado cerca del rostro del pelinegro que nota esa lascividad en sus palabras-.

-Apártate de Ethan, Adamov. –aparta Vincent al rubio de un empujón- .

-Mira pequeño no te metas! ¡O podría ser muy violento contigo!

-Con Vincent no metas o me conocerás Iván. –toma parte el ojivioleta frunciendo su entrecejo mostrándose totalmente distinto a quien era realmente-. Con migo puedes meterte pero con él no.

Esas palabras toman por sorpresa al par de estudiantes, mucho más a Vincent que no sabía hasta qué punto podría ser defendido por Ethan.

Desde que estudiaban, él y Ethan eran amigos. Casi se consideraban como hermanos. Siempre lo defendía, y pese a la diferencia de edades se contaban todo, sin importar la magnitud del problema.

Y precisamente, cuando le conto sobre Andrei...

Pese a que era un chico mayor que ellos y ser de grados distintos,incluso tener que ponerse en contra de todos por ese suceso… Ethan lo apoyó. Sin juzgarlo, sin tildarlo, sin miramientos. Únicamente le hizo prometer, que si Andrei llegara a obligarlo a hacer algo que no quisiera hacer le contara, sin importar lo más mínimo que pareciera. 

Ahora, con esas simples palabras, había desequilibrado su estado emocional.

Y solo por unas simples palabras.

 

*  *  *  *  *  *

 

Arroja su maleta a su cama luego de llegar de su extenuante jornada de clase. Como era rutinario la casa se hallaba hecha un desastre. Los platos sin lavar, la cama de la otra habitación sin tender, añadiéndole a eso las botellas en el suelo.Va a la cocina donde debe cubrirse con la mano la nariz al hallarse en la mesa del comedor todos los cuchillos manchados de sangre.

-Dios, que desastre. –se acerca a aquel juego de cuchillos que usaba su padrastro sin descubrir su nariz-

Eran inevitables las horcadas que su garganta sufría por tener que limpiar esa piezas que Diviero usaba en su trabajo. Desde hace años debía tomar el papel de su padre en esa casa para darle gusto a ese despreciable hombre.

Nunca le pareció honesto. Pero que podía decir un niño de 9 años contra un hombre del doble, incluso del triple de su edad.

Detiene el lavado de uno de las sucias hachas al sentir humedad en su mejilla… pero era inevitable no llorar al recordar que su padre murió engañado.

-Dada… –murmulla cerrando sus ojos violeta al sentirlos inundados por las lágrimas-.

Un sonoro timbre lo regresa a su realidad obligándolo a dejar todo en el lavado quitándose los guantes para poder atenderlo.

-Si? –alza la bocina que acerca a su oído-.

-Hola Ethan.

-Vincent! –se alegra el pelinegro- Oh, no puede ser, se me olvido el trabajo –recuerda golpeándose mentalmente-. Dame 15 minutos y estaré en tu casa. Gracias por llamar, creo que estoy perdiendo la memoria –suelta una risilla-

-No, no vengas Ethan. –le habla rápidamente el menor castaño-. Por eso te llamoes para avisarte que no podemos reunirnos hoy.

-Pasa algo? ¿Vincent?

-No pasa nada. –responde soltando una risa no muy convincente-

-No me mientas. Yo te conozco desde que tengo la capacidad de recordar y puedo asegurar que te sucede algo ¿Estuviste llorando?

-Ethan te necesitoven por favor. –pide con su voz entre cortada, a punto de llorar-

-Por supuesto que iré ¿Pero qué te sucede? Fue Andrei ¿no es así?

Pregunta el ojivioleta cruzando los dedos para que se estuviera equivocando, pero…

-Terminamos. –responde el castaño-

…estaba acertando.

¡Imbécil! ¡Imbécil! ¡Mil veces Imbécil!

Eso era Andrei Alba. Un imbécil que hacia sufrir a la persona más sincera y comprometida como lo era Vincent.

Si él y Vincent estuvieran juntos, nunca lo haría sufrir. Nunca. Pero solo quedaría en deseos

 

 

Sin desperdiciar tiempo llega a casa del ojidorado, no sin antes hacer unas cuantas paradas.

Toca a esperas de serrecibido, siendo precisamente recibido por un acongojado pelicastaño que se apoya en el marco de la puerta observando a su invitado.

-Espero no haberme demorado. –le dice mostrándole un tulipán amarillo junto con una caja de pañuelos-

-Tonto –le responde solo tomando la flor, arrugando su entrecejo por aquella caja de pañuelos-. No veo porque trajiste eso, si aquí nadie está llorando. –le comenta orgulloso el ojidorado cruzado de brazos-. Pasa.

-Lo sé. –le habla sonriéndole al referirse a los pañuelos, cerrando la puerta detrás suyo-. ¿Puedo saber que te hizo ahora? –lo sigue a su habitación-.

-Pues… -se arroja a la cama pensativo- ¿No te apenaras?

-Uh? –lo mira arqueando su ceja. Se sienta en la cama al lado del menor–. ¿A qué debo esa pregunta, Vincent? ¿No me digas que…? –no termina la pregunta al ser lo suficientemente clara para la rápida mente de su compañero-.

-Sí. Me invito a su cabaña de las afueras para el fin de semana…–responde sin preocupación o pena alguna-. Quiero estar con él pero tengo miedo –gatea al florero ubicado al lado de su cama colocando el tulipán dentro–. Sería mi primera vez, y sabes qué significa eso ¿no? –se acuesta virando a verlo a los ojos, sintiéndose a gusto en hablar de esas cosas con Ethan–. No quiero que solo sea el juego de un chico de 17 años. No. Quiero recordarlo pero con una sonrisa, no con una lágrima.

Se levanta el pelinegro al no soportar escuchar más esas palabras para otro. Él era fuerte pero no masoquista.

Le da la espalda al menor al sentir las lágrimas nublar sus ojos violeta y no querer demostrarle debilidad. Incluso necesita morder su labio inferior para reprimir cualquier sonido que pudiera salir de sus labios.

-Ethan. –le llama al no verlo moverse-.

-Sabes que… –gira a verlo con una sonrisa. Una máscara que para él ya era fácil de mostrar– ¿Recuerdas el trabajo que hice para unos amigos?

-Te refieres a hacerles los trabajos que el ogro del maestro Frank dejó a ese trio de buitres a los que llamas amigos? –pregunta sonriente-. Si, lo recuerdo. ¿Pero porque me recuerdas eso?

-Vincent eres un caso –niega con su cabeza-. Precisamente por que recibí el suficiente dinero para invitarte a olvidar a ese tonto. Si, le dije tonto y no me mires así. –se acerca tomándole la mano levantándolo de la cama-.

-Pero ese dinero es tuyo, no veo porque lo gastarás en mí. Hagamos algo, mitad y mitad –camina a la puerta sin soltarle la mano al mayor-

-Vincent…

-Y sin peros, Ethan ¿sí? 

-Como usted diga papá. Auch… ¡Vincent eso dolió!

-Si yo fuera tu padre te prohibiría salir, y asíno permitirle a cuanto pervertido te desnudara con la mirada.

-En serio? Que padre tan sobreprotector. Auch… ¡Vincent!

 

 

Por un momento ninguno pensó en los demás solo en ellos.

Ethan se encargó de hacerlo olvidar esa infortunada relación, en la que él nunca estuvo de acuerdo.

Bueno, sí, lo aceptaba. Le había mentido a Vincent. Él NUNCA estuvo de acuerdo con esa relación y NUNCA estará.

… ¿Pero que se le podía hacer? Él siempre quería ver al menor ojidorado feliz. Y si debía sacrificarse para eso lo haría.

 

*  *  *  *  *  *  *

 

Con una sonrisa en sus labios entra a su casa, apoyándose en la puerta mientras la cerraba con su espalda.

Nada podría opacar esa felicidad que sentía, pero como en toda película en la que su protagonista recibía una pequeña alegría en su vida, esta misma se encargaba demostrarle lo miserable que era.

-Casi que no llegas!

Abre de golpe sus parpados por aquel grito, sorprendiéndose al hallarse ese desagradable hombre más alto que él. Veía a un militar retirado, que aún mantenía un poco de su antiguo físico, usando una escasa barba que demostraba la poca preocupación por su presentación personal.

Detalla ese delantal de carnicero, exactamente las manchas rojas que lo cubrían.

Siempre le temió a la sangre. Después de que muriera su padre tuvo ese miedo irracional a ese líquido rojo aunque no hubiera muerto en algún trágico accidente.

-Y te quedaras ahí parado! ¡Espero la cena! –le ordena el sujeto bebiendo un trago de su licor que sostenía en su mano mientras se retiraba el delantal-

-Debo hacer las tareas, prepáratela tú. –responde demostrándose calmado caminando con dirección a su cuarto-.

Antes de que pudiera Ethan dar un paso lejos de ese despreciable sujeto es tomado del cabello por esa callosa mano que le obliga a alzar el rostro de un tirón hacia atrás.

-Viéndote bien, tienes los ojos de tu padre. –le habla cerca al rostro bebiendo otro trago-.

-Déjame Diviero. Me haces daño –le confiesa sin apartar sus ojos violetas de ese demente sujeto-.

-Te hago daño? –ríe un poco liberando esas azabaches hebras, bajando su mano a la estrecha cintura del menor que apoya sus manos en su pecho para separarlo-. ¿Quieres que te muestre lo que en verdad duele, pequeño?.

-No, déjame! ¡Suéltame Diviero! –forcejea Ethan al ser estrechado contra ese sudoroso cuerpo- ¡No! ¡Déjame ya!

-Respóndeme algo ¿Eres virgen aún? –le pregunta en ironía alzando ese frágil cuerpo que tiembla de miedo-.

-No! ¡Suéltame Diviero! ¡No se te ocurra tocarme! –patalea al saber lo que trataría de hacer su padrastro-.

Patea Ethan aquella botella ocasionándole caer y estrellarse al suelo, aprovechando ese descuido del bebedor para saltar y huir a la cocina en busca de algo que pudiera ayudarlo.

-Ven para acá maldito mocoso!!

Como una fiera va tras el menor pelinegro que lo esquive tomando el primer cuchillo a la vista girando rápidamente cortándole la mejilla.

-Maldito mocoso! –se palpa la mejilla al sentir sangre salir de esa herida-. Dame ese cuchillo o te harás daño, o te haré daño. –dice en burla estirando su mano a la del menor-.

-AAahhhh!!!

Era obvio que ganaría el excombatiente contra el joven menor que resulta herido en su muñeca.

Forcejea Ethan contra esos brazos que lo atrapaban. Pateaba en busca de ser liberado no sirviendo de nada al ser llevado dentro de esa habitación, que hace solo horas había arreglado y que solo entraba para eso.

Es arrojado como un saco de papas a esa cama donde rebota cayendo de lado, arrojándosele Diviero que lo ubica boca abajo maniatándole las muñecas con una de las suyas.

-Veamos que tanto ocultas pequeño. –le habla palpándole la piel bajo la ropa-. Pero parece que haces ejercicio.

-Vete al demonio bastardo! –lanza su cabeza hacia atrás lográndole pegar contra la cara siendo liberado-. ¡No me vuelvas a tocar nunca en tu vida! ¡Me oíste! ¡Nunca!–gira a verlo con furia en sus perlas violetas sintiendo las lágrimas por la ira-.

-Esto me lo pagas! –le grita cubriendo su herido tabique con su mano, abofeteando al menor con la otra-

El fuerte golpe de la bofetada le hace virar completamente el rostro al menor hiriéndole a su vez el labio inferior. Regresa su mirada violeta llena de miedo a ese hombre que se convertía en el carnicero que era, permitiéndole a la sangre de su rostro correr libremente por su labio sin ni siquiera inmutarse.

Lentamente se aproxima al menor pelinegro formando sus manos en puños, retrocediendo Ethan hasta toparse con la cabecera de esa cama.

-Quise ser benévolo contigo. Que fueras oficialmente mi zorra, pero te hiciste de rogar.

Agitadamente respira el menor que recibe el primero de tantos golpes del que fue objetivo su cuerpo.

Puñetazo tras puñetazo sienten sus brazos que protegían su rostro o que trataba de cubrirlo de esos nudillos que se clavaban en su carne y costillas. Hallándose Diviero encima suyo para hacer más certeros los golpes que inevitablemente lo hacen gritar de dolor. Paran los golpes convirtiéndose en un tirón en su cuero cabelludo, al esos dedos enredarse en su lacio cabello azabache.

-No te preocupes, no desfigurare tu rostro. –se burla el excombatiente sin dejar de tironear de su cabello-.

-Ve-vete… al in-infierno. –tartamudea con una sonrisa escupiéndole el rostro, mezclándose su saliva con la sangre–. ¡¡¡¡AAaaaaahhhhh!!!!!!!

Ethan juraría que había logrado escuchar el preciso “crack” del hueso de su costilla al desgarrarse,  todo gracias a ese golpe en su costado.

No era necesario contar el resto de consecutivos golpes que su cuerpo recibió.

Eran tan normales en su diario vivir como el hecho que nunca ganaría el amor de su vida. Ni en sueños podría amarlo porque soñaba con su padre y el hecho de su muerte.Se sentía como un trozo de carne que tantas veces le vio vender a Diviero y tratar de la peor forma.

Soledad, desolación, abandono… abandono del que su padre lo sometió.

Lo abandono a su suerte con aquel sujeto que intento abusar de un niño de 9 años. Un inocente niño que aún no conocía la vida, y que precisamente se encargada de mostrarle que solo nació para sufrir y ser un mártir.

Un maldito mártir que moriría a la edad de 15 años a manos de su padrastro y verdugo.

…y que no pudo confesarle al pequeño de ojos violeta que se había enamorado de su sonrisa.

 

Cierra sus parpados entregándose a la oscuridad en la que es presa.

Notas finales:

NOS VEMOS LUEGO


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