Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Reflejos por Syarehn

[Reviews - 37]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

III

Dudas

. »« .

.

.

Había sido una noche horrible a causa del insomnio y cuando se levantó desganado esa mañana  lo único que deseaba era que el día terminara pronto.

No queriendo hacerlo terminó por levantarse, esperando vanamente poner orden en su revuelto cabello, aunque era consciente de que eso jamás sucedería, pero no hay peor lucha que la que no se hace, de modo que se dirigió hacia el espejo para asegurarse de que al menos se veía normal.

—¡Por Merlín! —gritó al borde del colapso mientras retrocedía y tropezaba con un baúl, pues en lugar de su reflejo lo que vio fue el pálido rostro de Malfoy.

Parpadeó aterrado y enfocó su vista nuevamente en el espejo pero para alivio los ojos grises que lo miraban segundos atrás ya no estaban allí. Sólo se veía a sí mismo, justo como debía ser.

Bajó a su sala común sintiendo que alucinaba, convenciéndose a cada minuto de que esas anomalías eran producto de algún hechizo de Malfoy para atosigarlo, pero ya se encargaría de investigar eso y hacerse cargo.

Cuando llegó al Gran Comedor se sentó junto a Ginny, que le sonrió con dulzura para luego depositar un suave beso en sus labios mientras le susurraba un cálido «buenos días». Harry también le sonrió con cariño pero su inconsciente se distrajo al fijar la vista al frente –donde encontró a Draco desayunando junto a Astoria–, Malfoy parecía apacible, no feliz, pero si tranquilo, a diferencia de como siempre lo había visto. Y ella simplemente hablaba al tiempo que Draco asentía atento. Era tan raro no verlo con esa sonrisa pedante en la cara.

Sin embargo, lo que más lo impactó fue ver como Astoria le quitaba un mechón rubio del rostro y que aquel gesto fuera respondido con una levísima sonrisa. ¡Ese no era el Draco Malfoy que conocía! La situación le resultaba tan bizarra y surreal que no podía procesarlo.

—Al parecer el hurón encontró una novia —comentó Ginny tomando lo primero que encontró en la mesa y llevándolo a su boca.

—Otra serpiente igual a él —arguyó Ron aún molesto.

—¿Cómo sabes que son novios? —curioseó Harry de forma casual, sirviéndose más jugo de calabaza para evitar mirarlos.

—Fue a verlo a la enfermería —afirmó el pelirrojo—. Lavander la vio salir de allí en la madrugada. —Harry ya lo sabía pero fingió sorpresa—. Deben estar tramando algo. —Ron cerró el puño y Harry asintió ante el comentario de su amigo a pesar de no estar convencido de que así fuera.

—Yo creo que Malfoy sólo intenta ser invisible —habló Hermione como si nada, restándole importancia a la conversación y a sus propias palabras, ganándose las miradas sorprendidas de los dos pelirrojos y Harry, por lo que la castaña rodó los ojos antes de explicar su teoría—. Mírenlo —acotó—; no ha hecho nada en estos días más que alejarse de todos.

Y era verdad, el rubio no había mirado ni una sola vez algo que no fuera su pequeño círculo social, parecía no saber que existían más personas, incluido Potter. Harry apretó los labios. ¿Primero lo hechizaba y ahora fingía demencia?

—¡Por Merlín, dime que no te ha hechizado! —El ojiverde por un instante estuvo a punto de decir: «¡Sí! Creo lo ha hecho. ¡Debemos investigar qué rayos me hizo!», pero Ron no parecía escandalizado por él, en realidad se dirigía a Hermione—. ¿Ya lo olvidaste lo que dijo de Fred? —Le recordó furioso.

—¡Claro que no! —contestó indignada—. Pero esa pelea la iniciaste tú. Él simplemente se comportó como el idiota que siempre ha sido. Además, ya es hora de irnos. —Hermione se levantó y se marchó a grandes zancadas.

—No confío en el hurón —musitó el pelirrojo con un suspiró fastidiado. 

—Yo tampoco, Ron, yo tampoco —le reconfortó Harry, aunque aquellas palabras tenía más significado de lo que el pelirrojo pensaba.

.

. »« .

.

Después de la última clase, Draco se separó de Theodore, escabulléndose lo más rápido que pudo hacia la biblioteca aunque detestaba estar allí, sin embargo, debía hallar la «Nueva teoría de la numerología» para un ensayo, por lo que tenía que correr ya que sólo había un par de ejemplares y Aritmancia le interesaba de verdad. Sin mencionar que su actual situación económica le impedía adquirir el libro por mucho que eso le pisara el orgullo. Además, no podía permitirse tener más errores, ya había cometido suficientes en muy poco tiempo.

Pudo vislumbrar el último libro en el estante y exhaló aliviado, no obstante, cuando lo tomó notó que una mano más pequeña también lo había hecho. Miró a su derecha para reclamar la posesión del libro y observó a Hermione Granger. Ambos guardaron silencio, ¿qué decirse? Draco no tenía ni las ganas ni el valor de ofenderla, y ella, a pesar de todo, sentía una mezcla de lástima y molestia que le borraron las palabras de la boca.

Draco dio la batalla por perdida, así que soltó el libro dándose la vuelta; ya buscaría la forma de hacer el estúpido ensayo con lo que encontrara a la mano. No quería discutir y menos con el detestable sequito de Potter.

Hermione abrió los ojos con sorpresa ante la rara actitud del rubio. Ella esperaba gritos, ofensas e incluso una pelea, no una silente retirada. Una sensación de triunfo y orgullo la invadió, después de todo lo que Malfoy les había hecho se sentía bien poder regresarle algo, pero, a pesar de todo, ella no era así de vengativa. Entonces las palabras de Ron acerca de que Draco tramaba algo volvieron a su mente, pero al final la pena por ver al rubio tan derrotado pudo más.

—Malfoy —le llamó. Draco se detuvo pero no se giró a mirarla, y aunque Hermione no entendía del todo lo que iba a hacer continuó hablando—. Es el último libro y el ensayo es extenso. Úsalo también si quieres —concluyó diciéndose que lo que acababa de hacer era una estupidez y se preparó mentalmente para las ofensas subsecuentes.

Tiempo atrás el orgullo de Draco y su prepotencia lo habrían hecho rechazar la propuesta y burlarse de Hermione, pero ahora era consciente del giro que habían dado las cosas. Sabía que necesitaba un historial pulcro y sin reportes para poder desaparecer sin problemas, y si había aguantado las exigencias de un megalómano bien podía tolerar compartir un tonto libro con Granger, después de todo, mientras no se tratara de Potter o Weasley la situación no parecía tan repugnante, así que asintió no muy convencido. Luego tomó asiento en la misma mesa que la chica pero alejado de ella considerablemente.

Después de un rato, más allá de la extrañeza e incomodidad, la situación les pareció hasta cierto punto refrescante, pues tener dudas sobre el tema y que alguien más pudiera ayudar a esclarecerlas era una sensación agradable. Usualmente ambos trabajaban solos ya que sus amigos eran más bien una panda de irresponsables que hacían todo a última hora y preguntarles sobre algo era básicamente una pérdida de tiempo.

No conversaron mucho pero sí lo suficiente para pensar que de haber ido en la misma casa y en circunstancias muy diferentes a las que marcaron su «relación» se habrían tolerado más, incluso, con algo de suerte, habrían podido ser amigos.  

.

. »« .

.

—Ron, no creo que éste sea el mejor momento para eso —replicó Harry al verlo arreglar tan esmeradamente, aunque con pésimo gusto, la Sala de los Menesteres.

—Si no lo hago ahora no lo haré jamás —objetó el pelirrojo sin dejar de imaginar el escenario más cursi y extravagante que pudiese salir de su mente.

—No entiendo tu desesperación.

—¡Ni yo! Sólo sé que debo proponérselo ahora.

—¿Ron, hay algo que no me estás diciendo? —Pero el pelirrojo no iba a decir que su repentina necesidad por proponerle matrimonio a Hermione era un acto de desesperación ante la extraña sensación de vacío en su relación—. ¿Qué? No… nada, nada —rebatió, esperando que el moreno dejara de presionar con el tema—. ¿Podrías ir por ella, compañero?

Harry aspiró resignado, sabía que aquello no era una buena idea.

—¿Y estás seguro de darle esa baratija? —Señaló el anillo con el que el chico con pecas jugueteaba nerviosamente.

—¡Es de plata! —Harry no quiso decir nada más. Si bien el anillo era elegante, le parecía terrible que se lo diera a la castaña como anillo de compromiso cuando lo había encontrado tirado en el callejón Diagon.

 Al final accedió a ir en busca de Hermione, deseando que la chica lo tomara todo de la mejor manera, partiendo del hecho de que ya conocía lo torpe que podía ser Ron.

El primer lugar que vino a su mente fue la biblioteca, seguramente la chica estaría allí revisando uno de tantos libros para algún ensayo, por ello no le sorprendió verla ahí, lo que le causó un impacto fulminante fue verla en la misma mesa que Malfoy. Tanto que estuvo a punto de preguntarle si aquel fastidioso rubio la está molestando,pero desechó la idea cuando Draco le pasó a Hermione su pluma para que ella continuara escribiendo.

Aquella bizarra escena; el orgulloso y racista Draco Malfoy compartiendo mesa y pluma con una «sangre sucia» lograba perturbarlo. ¿¡En qué mundo paralelo estaba viviendo!? ¿O en verdad la guerra había logrado cambiar a Malfoy a ese grado? ¿O simplemente Ron tenía razón y Draco tramaba algo?

Se quedó parado frente a ambos, mirando al nuevo Malfoy, quien no dejaba de escribir en absoluto silencio, mordiéndose los labios de vez en cuando en un gesto que parecía inconsciente y que denotaba que estaba procesando la información. ¡Y ahí estaban otra vez esos malditos labios fastidiándole la existencia! Pero habría continuado su observación si el rubio no hubiese levantado su grisácea y gélida mirada hacia él, elevando una ceja de forma refinada pero iracunda.

—¿Se te ofrece algo, Potter? —Su voz seguía siendo fría, aún arrastraba las palabras y destilaba sarcasmo, pero ahora tenía un tinte más grave y cansado, como si no quisiera emitir sonidos y Harry estaba seguro que el tono de molestia se debía a su discusión en el baño.

Bufó odiando a su cerebro por poder recordar aquello con tanta nitidez –y no era únicamente la discusión lo que su mente revivía–. Se dio un golpe mental y decidió concentrarse en lo que lo había llevado a la biblioteca.

—Ron está buscándote. —Harry decidió ignorar al rubio por su salud mental y se dirigió a Hermione.

—Estoy ocupada, Harry. Me falta la mitad del ensayo de Aritmancia —argumentó ella afable.

—Pero es importante —explicó tratando de ocultar su tensión.  

—Lo siento, Harry. Debo terminar.

—¡Pero tú jamás dejas una tarea de último momento! Seguro tienes más tiempo después —insistió Harry, haciendo exasperar al rubio tanto por su molesta voz como por su actitud, sobretodo porque aún resonaban en sus oídos las palabras del día anterior. 

—Precisamente por eso —rebatió Hermione—. Si no lo empiezo hoy no lo terminaré a tiempo.

—Pero Ron…

—Potter, quizá para ti, que tienes un futuro asegurado, un simple ensayo no significa nada, pero he de suponer que para Granger existen prioridades.

—¡No te metas en esto, Malfoy! —le gruñó Harry.

—Harry —suspiró la chica, deseando no iniciar un enfrentamiento—, después buscaré a Ron, ahora necesito terminar. —Y dio por terminada la discusión, regresando a su escritura.

El moreno se quedó parado un instante frente a la mesa, mirando a ese extraño par escribiendo, y no tuvo más remedio que marcharse.

A decir verdad le molestaba y mucho que su amiga se hubiese quedado con ese fastidioso Slytherin pues su actitud no le daba buena espina, sin mencionar que estar cerca de él le revolvía el estómago por muchas razones, tanto buenas como malas. Era una sensación conocida y diferente a la vez. Draco seguía siendo engreído y fastidioso pero su lado déspota se había ido de vacaciones, o eso parecía, y aquello le agrada de cierta manera.

Resopló cansinamente al tiempo que pasaba junto a uno de los ventanales de las escaleras y casi cae del susto cuando de reojo vio a Malfoy bajando las escaleras en lugar de verse a sí mismo avanzando.

Regresó sobre sus pasos y casi grita cuando la imagen que le regresaba el cristal seguía siendo la del rubio. No supo si era producto de su mente o de un hechizo pero la penetrante mirada gris lo descolocó ya que el único sentimiento que reflejaban aquellos ojos era una pesada nostalgia que le provocaba un nudo en el pecho. Era como si esos ojos grises estuvieran viéndolo pero sin mirarlo realmente.

Acercó su mano para tocar el cristal pero la imagen se desvaneció en un parpadeo, como si nunca hubiese estado ahí.

—¿Qué diablos está ocurriendo? —se preguntó frustrado.

Quiso regresar a la biblioteca y gritarle a Malfoy lo imbécil que era por hacerle un encantamiento así de bajo, pero no armaría un escándalo, menos si éste podía afectar de alguna manera a Hermione, así que siguió su camino pasándose las manos por el rostro, como si eso alejara las alucinaciones.

Cerró los puños e intentó pensar más claramente diciéndose que debía estar alerta y prevenir a la castaña. Sin embargo, el rubio no había dado señales de haber hecho algo, ni burlas, ni sonrisas ladinas o burlonas que denotaran que le había realzado un hechizo. Tampoco se había visto ansioso por ver a Harry hacer o decirle algo, de hecho lo había ignorado siempre que tenía oportunidad, pero Harry estaba convencido de que aquello se trataba de un horripilante encantamiento y lo peor es que sentía que una parte de él si lo merecía. ¡Pero aquel modo de venganza era perturbador! No podía dejarlo pasar y ya, estaba confundiendo sus propios sentimientos y eso era muy bajo.

Cuando se dio cuenta ya había llegado a la Sala de los Menesteres y se detuvo frente a la puerta pensando qué decirle a Ron y cómo decírselo. El pelirrojo parecía bastante convencido y le preocupaba un poco su reacción.

La puerta se abrió cuando creyó que sabía cómo decirle que la castaña no iría y observó a Ron dando vueltas de un sitio a otro, mordiéndose las uñas y murmurando para sí mismo cosas que a él le resultaban ininteligibles.

—Ahora que lo veo bien, esto parece más una velada medieval que una cena romántica —comentó Harry, tratando de relajar el ambiente.

—¡Lo sé! —aceptó Ron—. ¡Esto es un asco! —aspiró derrotado, a lo que Harry colocó su mano sobre el hombro del chico, en señal de apoyo—. ¿Y Hermione? —preguntó por fin.

—Eh… Ella… —No podía creer que había olvidado el dialogo que había practicado antes de entrar—. Se quedó en la biblioteca. Estaba muy estresada, tiene demasiadas cosas que entregar y ya sabes cómo es —trató de convencer a un decepcionado Ron, siendo consciente de que si le decía que estaba con Malfoy empeoraría las cosas.

—No quiso venir —comprendió el pelirrrojo—. ¿Y si ya no le intereso? —cuestionó con una mezcla de susto y enojo. 

—Ron, sabes cómo es cuando tiene tarea —le tranquilizó Harry lo mejor que pudo—. Además, así consigues algo mejor qué darle —sugirió mirando el anillo—. ¿Tiene algo grabado? —inquirió mientras lo miraba mejor, acercando el rostro al objeto para corroborar si decía algo o no.

—Sí, pero no importa, está en un idioma raro. No lo entenderá. —Harry rodó lo ojos. En realidad tenía otra cosa gravada pero era muy borrosa la inscripción como para distinguirlo y las letras parecían estar al revés.

—Como si no superas que lo investigará.

—Dudo que diga algo malo, además, es de plata y es lindo. Ella no tiene que enterarse que lo encontré en el Callejón Diagon.

—Sigo sin creer que en verdad vayas a dárselo —amonestó Harry mirando el objeto, hasta que cayó en la cuenta de un pequeño e insignificante detalle—. Ron, este anillo es de hombre.

—¿¡Qué!? —Ron bufó mirando el anillo. Era verdad, ¡pero no tenía nada más que darle a Hermione! Un anillo de compromiso era muy caro, sin mencionar que aquel anillo lucía demasiado fino y elegante como para desperdiciarlo. Bien podría venderlo y comprarle algo, pero en serio le gustaba—. Me lo quedaré para mí —determinó mientras se lo colocaba.

Harry aspiró aliviado; al menos Ron no haría el ridículo frente a Hermione.

—Siento que hayas tenido que trabajar en vano —comentó el moreno mirando la horrorosa decoración.

—Te lo dono, compañero, trae a Ginny.

Harry enarcó una ceja. Era una buena idea pasar tiempo con la pelirroja pero definitivamente trabajaría en el diseño de ese lugar. Además, necesitaba probarse a sí mismo que sin importar los hechizos del rubio, él seguía enamorado de Ginny.

Después de un rato, la pelirrojo a chica llegó sonriente para sentarse a su lado, maravillada por la decoración que había reinventado el ojiverde.

Al inicio de la plática hablaron de banalidades, desde las clases hasta el brazo lesionado de la chica, pues tocar temas pasados podría implicar remover recuerdos dolorosos provocados por la guerra, pero aun así ambos estaban cómodos y Harry en realidad sentía que le debía a su novia aquel momento tan íntimo y relajante, al menos después de sentir que la traicionaba cada vez que su mente se empeñaba en recordarle al rubio.

En algún punto, la pelirroja se recargó en su pecho quejándose un poco de las clases, burlándose de las cosas graciosas y patéticas que ocurrían y que al parecer él no notaba. Se sintió perdido pero conforme por tener a alguien que fuese capaz de traerlo de vuelta a la realidad. Sin duda sólo Ginny Weasley podía hacerlo, sólo ella podía llamar su atención y hacerlo enfocarse en algo que sentía que valía la pena. Definitivamente la quería.

—Desde que entramos te he visto preocupado, Harry. ¿Está todo bien? ¿En qué piensas? —La pelirroja se reacomodó para acercar sus rostros.

Harry suspiró sin saber realmente qué contestarle, no podía simplemente decirle: «besé a Malfoy por accidente, luego fantaseé con él en el baño de prefectos y ahora veo su maldita y perfecta cara cada me miro al espejo. Seguramente es porque me hechizó pero si no es eso entonces me atrae y me estoy obsesionando. Pero no te preocupes, sé que tú eres la indicada en mi vida.»

Era un buen discurso ¿no?

¡Claro que no! Aunque más que un discurso era la verdad.

¡Qué difícil era eso!

Se revolvió el cabello, nervioso.

—Es sólo que… —inició Harry sin saber cómo continuar. Luego decidió decirle la otra verdad que lo atormentaba—. Son todos los recuerdos, todas las personas que perdimos llegan a mi mente al pasar por ciertos en lugares. Fred, Dumbledore, Sirius, Snape… no puedo evitar pensar en ellos al estar aquí.  O en Lupin y Tonks.

Ginny asintió. A ella también le dolía estar en el Gran Comedor, por ejemplo, y no ver a sus hermanos. Y aunque entendía o creía darse una idea de lo que aquello debía ser para el ojiverde, también estaba su instinto diciéndole que aquello no era del todo verdad, que Harry ocultaba algo más entre todo el dolor que cargaba encima.

Acarició su rostro con suavidad y amplió su sonrisa para reconfortarlo.

—Todo va estar bien. —Le prometió y Harry deseó que así fuera—. Sabes que siempre estaré aquí para ti ¿cierto?

Harry murmuró un “sí” con suavidad mientras acariciaba el cabello de fuego de Ginny  distraídamente, agradeciendo el confort que le daban esas palabras y la cálida presencia de la chica.

La pelirroja acercó sus labios a los de Harry en un intento por reconfortarlo con un roce más íntimo y aunque el besó fue correspondido con ligereza, y a pesar de que no fue un beso largo, a Harry le pareció eterno, separándose consternado y desencantado al darse cuenta de que el cariño y la atracción pueden estar casados con el amor pero también divorciarse de él con facilidad.

Ginny notó la confusión del moreno y algo dentro de ella le dijo que las cosas no estaban bien, que Harry se apartaba lentamente, pero ella lucharía porque se quedara.

—Te amo —le susurró Ginny dulcemente contra los labios. Harry desvió la mirada, posándola en la copa de que yacía en la mesa, sabiendo lo que se toparía en el reflejo de la misma: una sonrisa añorante que él conocía y no por gusto.

—También te quiero —le contestó segundos después, cuando la imagen pálida en el cristal se había desvanecido.

Ahora más que nunca estaba convencido de que el rubio lo había hechizado, comenzando porque no podía creer que lo sentía por Ginny fuese simple cariño. Además, él jamás podría fantasear con Malfoy o verlo en todos lados; su inconsciente no estaba tan enfermo ni lo odiaba tanto.

Aquello debía ser magia, un hechizo empleado para vengarse, y odiaba al ojigris por hacerlo de aquella forma, por confundir así a sus sentimientos. ¿Era por lo que dijo sobre que nadie podría amarlo? Vale, lo aceptaba, alguien como Greengrass si podía, ¿y para ello lo atosigaba de esa forma? ¡Qué infantil! ¡Qué bajeza! Seguía siendo el mismo de siempre. Pero aquello debía terminar ya. Iría y le exigiría a Malfoy que dejara su estúpido embrujo de alucinaciones y de paso le ofrecería una disculpa por sus palabras.

.

. »« .

.

Ron estaba hecho un manojo de desesperación. Le bastaba con mirar a Hermione para saber que en verdad la quería y más de una vez se había planteado la idea de formar una familia con ella pero no sabía por qué algo parecía hacerle falta, sentía que el amor que le profesaba no era suficiente, que necesitaba algo más, algo que hiciera arder la flama que había entre ambos. Quizá lo que hacía falta era pasión. Tal vez debería intentar ir más allá en su relación y con ello dejaría de dudar.

Se detuvo un momento al escuchar ruidos en el pasillo contiguo y se asomó pensando que seguramente era Lavander con algún chico, pero no era ella, más bien era una joven con uniforme de Gryffindor gimiendo ante las descaradas caricias de Blaise Zabini. Rodó los ojos pensando que no era posible que se mezclaran así entre casas, y menos con una alimaña como Zabini.

Se alejó de inmediato como si la simple visión de aquello le hiciera sangrar los ojos y siguió su camino, aunque no pudo evitar sentir un deje de envidia al saber que el moreno tenía acceso a placeres que él sólo podía anhelar hasta que Hermione dijese lo contrario.

Tardó más tiempo del necesario en regresar a su habitación y cuando lo hizo le pareció extraño no ver a Neville en su cama y a Harry tapado hasta las orejas como si estuviese nevando, pero no tenía ganas de pensar en nada, así que simplemente se tiró en la cama sin siquiera quitarse los zapatos y cerró los ojos dejándose guiar por el cansancio mental sin notar que el ojiverde estaba despierto.

Harry por su parte decidió no iniciar conversación con Ron, que parecía demasiado agobiado como para si quiera quejarse, de modo que prefirió divagar en sus propios pensamientos.

Al final, como había estado haciendo las últimas noches, abrió el mapa del merodeador y buscó a Draco, dispuesto a arreglar la situación con él. Sin embargo, se sorprendió a sí mismo sintiéndose molesto al ver la motita con su nombre avanzando hacia el invernadero donde ya lo esperaba la motita Greengrass.

Dejó el mapa de lado e intuyendo lo que sucedería miró el cristal de la ventana, y, justo como había pensado, el reflejo le devolvió un par de ojos grises melancólicos y cansados.

No pudo evitar sobresaltarse a pesar de todo, sobre todo cuando el Draco en el espejo miró directamente hacia él de una manera lo estremeció. Malfoy jamás lo había mirado así y casi pudo sentir el dolor en esa mirada.

Un resquicio de su mente se preguntó tontamente si aquella tristeza era a causa de sus palabras en el baño y con un zape mental se contestó que aquello era estúpido, que no era posible que a Malfoy le afectara así lo que él pensara. Aun así se quedó pasmado unos momentos hasta que recordó que era un hechizo. ¡Y qué realismo había en él! Harry debía felicitar a Malfoy pues casi podía jurar que aquellos orbes le leían los pensamientos.

—¡Estoy harto! —gruñó Harry, moderando su voz para no despertar a Ron y golpeando la cama con el puño, para luego levantarse deprisa.

El jueguito de Malfoy terminaría esa misma noche.

Miró por última vez la ventana tratando de dejar de lado la confusión y se marchó sin percatarse de que los ojos grises se tornaban azules mientras la melancolía de momentos atrás se transformaba en burla. 

.

Notas finales:

Gracias por leer~


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).