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Reflejos por Syarehn

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II

Espejismo

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Despertó completamente alterado, con un grito ahogándose en su garganta y las lágrimas empañándole el rostro y cegando sus ojos verdes. Sin embargo, esa opresión en el pecho lo acompañaba cada amanecer después de que finalizara la guerra. Los recuerdos lo atormentaban y la cantidad de muertes tanto de conocidos como de seres amados aún pesaba sobre sus hombros y alma pese a que todos le afirmaban que aquello no era su responsabilidad.

Corrió las amplias cortinas después de limpiarse el rostro con el dorso y la luz matutina acarició su piel. Luego escuchó la puerta del baño abriéndose y sólo entonces fue consciente de que ya no había nadie en sus camas.

—Compañero, ya despertaste.

—¡Por Merlín! ¿Qué tan tarde es? —preguntó Harry mirándolo asombrado y trató desperezarse.

—Nos hemos perdido medio desayuno, pero no quise despertarte. Al parecer hoy tampoco tuviste una buena noche —dijo Ron sabiendo de antemano acerca de sus pesadillas—. Y llegar tarde con Slughorn no creo que sea tan problemático.

Harry asintió pero aún así corrió para alcanzar a probar un par de rebanadas de la tarta de calabaza.

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Por su parte y más temprano en la mañana, Draco notó con placer que los pasillos estaban vacíos, pero una punzada de dolor y remordimiento le atravesó el pecho al recodar el motivo de la carencia de alumnos y su participación en ello. Suspiró cansinamente, repitiéndose que aquello no debía perturbarlo más.

Al llegar al comedor buscó con la mirada a Pansy y Astoria que últimamente habían fraternizado de forma aterradora, pero fue la voz de Pansy la que le dio su ubicación.

—¡Draco! —El rubio se giró y observó a ambas chicas sentadas junto a Blaise y Theodore de modo que apresuró el paso hasta llegar hasta ellos.

—Pensé que hoy no vendrías —bromeó Astoria cuando Draco se acercó a saludarla.

—Me quedé dormido —explicó sin darle mayor importancia al asunto.

—Lo lamento —dijo apenada. La chica sabía que Draco no había estado durmiendo bien y se sentía un poco culpable por haberlo mantenido despierto la noche anterior cuando fue a visitarlo a la enfermería. Quizá había empeorado las cosas.

 —No tienes que lamentar nada. —Draco encogió los hombros en un gesto casi despreocupado.

Por otro lado y a pesar del retraso, lo primero que Harry vio, sin querer, al entrar al gran comedor, fue al rubio mordiendo un pan con una elegancia prácticamente inhumana mientras ponía atención a lo que fuera Astoria le decía, sin embargo, lo que llamo la atención de Harry fueron las ojeras bajo los orbes grises; parecía tan cansado como él mismo y por un momento Draco Malfoy le pareció más humano de lo que jamás le había parecido.

Se dio un breve instante para observarlo más a detalle, siendo sus labios lo que llamaron su atención al estar en movimiento puesto que estaba comiendo, y  aquello le bastó a su mente para recrear el accidental y efímero intento de beso que le había dado.

Una tenue ola de calor lo estremeció con el simple recuerdo, asustándole y maldiciéndose por sentirse así a causa de Malfoy, porque Harry Potter podía ser lento pero no estúpido, sabía bien lo que aquella sensación de calidez significaba, la había sentido con Cho y más tarde con Ginny. Los inicios innegables de la atracción no eran algo realmente nuevo para él, la novedad radicaba en que se trataba de un hombre, un Malfoy, ¡Draco-diva-Malfoy!

Entonces cayó en la cuenta de que nunca había tenido la necesidad de plantearse su orientación sexual pues ésta siempre estuvo perfectamente definida, y ahora detestaba que una tontería llegara a trastocar todo.

Resopló molesto sin notar que era objeto del escrutinio de su castaña amiga, por lo que continuó maldiciendo mentalmente al rubio, aunque de haberlo hecho en voz alta a nadie le habría sorprendido. Lo miró una vez más y éste seguía allí, con Astoria Greengrass colgada de su brazo sin dejar de hablarle mientras él la miraba con una casi imperceptible sonrisa que jamás había visto.  

—Es tarde, Harry —le apresuró Hermione, jalándolo suavemente de la túnica igual que a Ron—. ¿O van a quedarse aquí parados toda la mañana?

Sin embargo, al llegar a la puerta el pelirrojo chocó accidentalmente contra Blaise y la portentosa voz del moreno no se dejó esperar en forma de reclamo.

—Los modales no son lo tuyo, ¿cierto, Weasley? Se pide permiso para salir y disculpas si golpeas a alguien —dijo con burlona cortesía—. Hay mucho espacio para que puedas pasar. —Extendió los brazos como demostración.

—¡Tú deberías pedir disculpas por existir! —contestó Ron a la defensiva, molesto por la actitud del chico, que no dejaba de sonreírle con cinismo.

—Tu amabilidad es única, comadreja —concluyó Blaise, dejando confuso y enojado al pelirrojo.

—Malditas serpientes, sólo vienen a trastocarlo todo —bufó, y Harry no pudo estar más de acuerdo.

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Draco tuvo que tolerar burlas todo el día sobre su accidente en pociones, así como un sermón de buena conducta por parte de Slughorn y Mei Shum. Además de todo tenía que aguantar las malditas uñas largas que tenía como efecto secundario de una de las tantas  pociones que le cayeron encima, y si eso no bastaba, tenía migraña y demasiadas tareas molestas por hacer ¡Y él moría de sueño!

Sin pensarlo mucho y sin importarle que alguien lo viera, se encaminó al baño de prefectos. Necesitaba relajarse en calidad de urgente, así que al llegar comenzó a desvestirse con monótona parsimonia para después sumergirse en el agua, cerrando los ojos unos segundos. Únicamente quería dormir y olvidar todo por un momento, sólo un momento.

El agua caliente le relajaba los músculos y deseó poder quedarse allí, por lo que fue el baño más largo de su vida, saliendo tan relajado que no se reconocía pues hacía tanto tiempo que no sentía aquella paz interna que sonrió sin notarlo.

Caminó desnudo hasta su ropa y pudo haberse secado rápido pero el vapor y las gotas resbalándole por la piel le causaban una extraña sensación de agrado. Avanzó descalzo, sintiendo el piso entre sus dedos, antes jamás habría hecho algo así, sólo se tomaba esas confianzas en casa pero muchas cosas habían cambiado y su casa había dejado de ser un sitio cómodo o reconfortante. Sin embargo, cuando se detuvo frente al espejo de cuerpo entero de la habitación, la paz y comodidad que había sentido se esfumaron; bastó con mirarse en él para recordar quién se suponía que era y que debido a ello su vida parecía ir cada vez más en declive. Y a pesar de todo ya no se sentía como él mismo. Lo había perdido todo en la guerra: las cosas que creía “sus posesiones”, sus creencias –y con ellas su vanidad, ego y gran parte de su dignidad–, su estabilidad, a su familia…

Definitivamente aquel chico rubio y demacrado en el espejo le parecía poco menos que el pálido remedo de quién una vez fue, un remedo que debía cargar con las cadenas que se había forjado por cada decisión tomada, pero éstas lo jalaban hacia un precipicio tan oscuro y doloroso del cual no creía salir jamás.

—Ahora te ves más guapo, Draco. —La voz de Myrtle lo sobresaltó un poco al sacarlo tan bruscamente de su introspección. Ya se había comenzado a preguntar el por qué no estaba allí la chica fantasma atosigándolo.

—Siempre lo he sido, no sé qué te sorprende —repuso altanero, pero no salió con la naturalidad y autosuficiencia de antaño. Tampoco sintió la necesidad de cubrirse, después de todo no se sentía como él mismo, era como si no fuese a él a quien Myrtle estuviese mirando desnudo.

—¿Qué ocurre? ¿Tienes problemas otra vez? Puedo consolarte… —Su voz era picara pero sus palabras enteramente sinceras. Draco separó los labios para contestar pero la puerta del baño se abrió.

Harry se quedó estático, había deseado tomar una tranquila ducha y ahora se topaba con aquella bizarra escena: Draco desnudo y Myrtle flotando a su alrededor. No supo si reír o traumarse, por lo que al final su cerebro declinó por hacer énfasis en el níveo cuerpo frente a sí, olvidándose de la chica flotante para centrarse en lo bien que le sentaban las gotas de agua a la piel del rubio.

Draco simplemente enarcó una ceja, molesto ante la abrupta interrupción.

—Al parecer no puedo ni siquiera tener un baño sin molestias extra —murmuró hastiado, haciendo volver a Harry a la realidad, siendo su tono lo voz lo que le recordará al ojiverde el altercado con Ron y las palabras despectivas del rubio hacia la muerte de Fred.

—Tú eres la verdadera molestia, Malfoy. ¿Cómo puedes ser tan insufrible y haberle dicho eso a Ron? —cuestionó el ojiverde olvidándose de la desnudez ajena.

Draco rodó los ojos, ¿en verdad quería volver a ese tema? Suspiró aburrido para luego ignorarlo, e invocar voz cansada un hechizo para vestirse.

—La comadreja comenzó. —Fue todo lo que dijo al respecto pero una extraña sensación lo hizo girarse hacia el espejo tras él, el cual le devolvió su reflejo, haciéndolo sentirse tonto ante su paranoia—. Muévete, Potter —exigió cuando pasaba junto a él para irse. Él en verdad no quería más problemas pero ese estúpido  lo estresaba.

Cruzaron sus miradas en un mudo duelo hasta que Harry habló de nuevo, deshaciéndose del tonto pensamiento sobre lo expresivos y grises que eran los ojos de Malfoy, así como de la estúpida idea de besarlo en serio para borrar aquel burdo accidente de su mente y volver a su vida normal.

—No vuelvas a mencionar a Fred en mi presencia —exigió Harry.

—¡No te atrevas a darme órdenes! —Draco levantó la voz. No toleraría más órdenes de nadie y mucho menos de Potter—. ¡Tus muertos no me interesan! —bramó—. ¡Tengo suficiente con los míos, así como una vida que arreglar, de  modo que lo que ellos o ustedes sientan no me interesa! No todo gira alrededor de ti y tu sequito de idiotas —moduló de nuevo la voz a un tono seco e hiriente pero en el que aún se percibía el enojo.

—Veo que sigues siendo el mismo niño mimado y egocéntrico de siempre, Malfoy —respondió Harry, pero a Draco no podía importarle menos su opinión. Sin embargo, ahora era Potter el furioso ante la forma despectiva en que el rubio se refería a sus amigos, vivos o muertos, y a pesar de que debería estar acostumbrado a ello, le seguía calando igual o más—. Jamás vas a cambiar y es justamente por eso que jamás tendrás “un sequito de idiotas” que te apoye incondicionalmente, mucho menos alguien que realmente te aprecie por lo que eres, porque no vales nada.

Los ojos grises destellaron con furia y un velado deje de dolor ante aquellas palabras, uno que el moreno notó pero al que decidió no darle valor. Myrtle trató de mediar pero percibió algo extraño en el ambiente, no sabía qué, pero algo estaba fuera de lugar y la hacía sentirse incómoda, nerviosa y observada. Algo en esa escena no estaba bien y nada tenía que ver la discusión que tenía lugar entre los magos.

—¡Jódete, Potter! —Draco salió con un sonoro portazo y Harry suspiró cansado.

—Harry…—llamó la chica de trenzas.

—¡Ahora no, Myrtle! —Su tono fue más rudo de lo que hubiese querido y sólo fue consciente de ello cuando la chica fantasma salió hecha un mar de llanto entre las paredes—. Genial —se recriminó apabullado mientras comenzaba a desvestirse, decidido a retomar su anhelado baño, de modo que abrió los grifos y el vapor se hizo más denso, así como el ambiente más pesado y húmedo—. Creo que no debí haber dicho eso… —El ojiverde recordó la expresión de Malfoy y ahora, ya más tranquilo, se sintió avergonzado de sus palabras.

Permaneció quieto, mirando las burbujas de la tina y parpadeó cuando en una de ellas se dibujaron los ojos grises, taciturnos y dolidos que había visto minutos atrás. Enfocó bien pero no había nada, al perecer era una simple ilusión producto del remordimiento, mismo que se acrecentó cuando una extraña y placentera sensación le recorrió la espina dorsal al recordar al chico sin ropa pero inmediatamente se obligó a dejar de pensar en ello.

Continuó su labor de limpieza corporal con lentitud, fijando descuidadamente su vista en el agua hasta que dio un respingo al ver el cuerpo desnudo del rubio en el agua. Retrocedió hasta golpearse la espalda con la loza, parpadeando un par de veces y observando detalladamente el agua pero no había nadie salvo él y el jabón. Seguramente Malfoy estaba jugándole una broma como venganza, así que decidió no darle importancia y continuar enjabonándose.

Estaba por terminar cuando escuchó la puerta abriéndose, sorprendiéndolo de nueva cuenta.  Se giró de golpe, ligeramente intimidado pues estaba allí ilícitamente, pero lo único que vio fue a Draco Malfoy recargado en la puerta ya cerrada, mirándolo fijamente con sus ojos tristes y sin ropa alguna.

—¡¿Qué demonios quieres, Malfoy?! —Su queja fue lo único que resonó en el baño de prefectos pues los pasos firmes y elegantes del rubio hacían sonido alguno. Draco no contestó pero le regaló una sonrisa ladina mientras Harry lo observaba atónito entrar suavemente al agua sin hacer ruido, y  él sólo atinó a retroceder para tomar su varita del suelo, aunque no podía evitar sentirse algo cohibido—. ¿Qué pretendes? —Lo apuntó, pero el ojigris no pareció inmutarse.

Los nervios se hicieron presentes cuando el rubio se detuvo frente a él y el moreno pudo percibir de cerca el calor de Malfoy, sin embargo, éste se sentía diferente al que había notado en la enfermería. También su aroma había cambiado, pues en esta ocasión sólo podía apreciar la sutil esencia a jazmines del jabón.

El ojiverde quiso retroceder más ante lo abrumador y extraño de la situación pero ya no podía  debido a que estaba ya en el borde, sin mencionar que la apariencia frágil que denotaba Malfoy le impedía empujarlo lejos o atacarlo. Algo en él le decía que el rubio sabía que lo había besado y que era consciente de la inseguridad que comenzaba a provocarle.

Sin darse cuenta  bajó la varita lentamente y fue entonces que sintió el tacto vaporoso de sus blancas manos delineándole el rostro.

 —No sé qué pretendes pero aléjate de mí —advirtió Harry deshaciéndose de la caricia con un manotazo, pero no alcanzó a tocar a Draco, o al menos Harry no lo sintió, ganándose una sonrisa ladina e imperturbablemente. 

Cuando sintió de nuevo el etéreo toque del rubio rozando su cuerpo se estremeció; nunca había experimentado una sensación así, de hecho, nunca nadie lo había tocado así antes, pero sabía bien que aunque se sentía bien tenía que alejarse, así que se impulsó sobre la loza para salir del agua y una vez arriba intentó levantarse pero en un parpadeo Draco estaba allí, sobre él, mirándolo sonriente, acariciando con suavidad su pecho, tan cadenciosamente que sus dedos se sentían como gotas de agua: suaves y acuosos.

—¡Dije basta!  —gruñó enérgico—. No sé por qué haces esto pero… —No continuó porque su cerebro no podía coordinar frases coherentes y al mismo tiempo resistirse al sumiso placer que Draco le ofrecía. Quiso empujarlo pero no pudo, ni siquiera alcanzó a tocarlo, era como si se desvaneciera y aquello le frustraba.

El moreno no era realmente consciente de qué ocurría y el placer que lo envolvía, así como el vapor a su alrededor le nublaban los sentidos, haciéndole cerrar los ojos al tiempo que el aroma a jazmines inundaba otra vez las fosas nasales, por lo que simplemente dejó de pensar para dejarse llevar.

No supo en qué momento ocurrió pero su mano recorrió el pecho de Draco al tiempo que el rubio también lo hacía con los morenos pectorales. Las manos de Draco se sentían ya  menos vaporosas y más reales, provocándole mayor placer cuando bajó a su virilidad y, en movimientos idénticos, él hizo lo mismo con la del Slytherin. Cada vez que él aceleraba el ritmo Malfoy también lo hacía, era como si se coordinaran perfectamente.  

Sin abrir los ojos podía ver los orbes plateados y escuchar suaves gemidos que hicieron volar su imaginación, pero aquella voz no se parecía a la del Malfoy, al menos no a la que siempre había escuchado, sin embargo, eso no evitó que se corriera deliciosa y potentemente, ensuciando su vientre y deseando no abrir los ojos para no regresar a la realidad, porque sabía que en cuanto lo hiciera todo volvería a ser un desastroso error. No obstante, la falta de la efímera calidez del rubio sobre él lo hizo abrir los ojos, curioso y asustando por lo que acababa de ocurrir.

Miró a su alrededor avergonzado, esperando que el rubio le soltara cualquier burla pero Draco no lo hizo, de hecho, Draco no estaba allí, ni había rastros de que hubiese estado. Se observó a sí mismo: su mano estaba llena de su propio semen y la otra seguía en su pecho. Con algo de temor volvió a tocarse sopesando lo que realmente había ocurrido allí, horrorizándose al notar que su pecho tenía la misma textura y formas que había sentido cuando acariciaba a Malfoy, y su miembro…

—¡Qué estúpido!  —se recriminó a sí mismo.

Eso explicaba la coordinación entre los movimientos de ambos, la actitud sumisa del rubio y sobretodo su falta de voz; los gemidos que había escuchado habían sido los propios. Por eso no sintió el calor corporal del día anterior, ¡no había ningún cuerpo que lo emanara! Y eso explicaba también que su aroma fuese únicamente el del jabón y no la deliciosa fragancia indescifrable que percibió mientras lo besaba. ¡Maldición! ¡Las vaporosas manos en realidad eran vapor y los dedos suaves y acuosos como gotas sí eran gotas! Maldita fuera su mente que le hacía malas pasadas y maldito fuera Malfoy, porque seguramente aquello había sido un hechizo suyo, y ya se encargaría de devolvérselo.

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—¿Drake, qué pasó? —La expresión preocupada de Astoria lo obligó a serenarse, una vez dentro de su sala común.

Tiempo atrás le habría gritado que no lo molestara pero ahora se sentía incapaz de levantarle la voz a la joven, no cuando ella no lo había dejado solo ni siquiera mientras caía en el abismo.

—Nada de lo que debas preocuparte. —La tranquilizó, tomando entre sus dedos el collar con un dije en forma de gota que le había regalado el día en que formalizaron su compromiso.

—¿Estás seguro? Draco, no quiero presionarte, lo sabes, pero me preocupas y yo —titubeó Astoria—, yo no sé qué… —Draco le dedicó una mirada de aprecio infinito de la que nadie más era digno hasta ese momento.

—Astoria, ya haces suficiente estando a mi lado —dijo Draco besando su frente.

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Esa noche, Harry intentó con todas sus fuerzas aparentar normalidad con Ginny, su actitud era más cariñosa hacia ella pero no podía dejar de darle vueltas a lo ocurrido en el baño, por lo que buscó una excusa cualquiera para ir su habitación y quedarse el resto de la tarde. Ir  con Hermione sería contraproducente; ella le sacaría todo en un instante y no estaba listo para hablar de algo así con alguien. ¡Ni siquiera quería pensar en ello!

En un arrebato abrió el mapa del merodeador, buscando el nombre de su actual innombrable, encontrándolo en su sala común, una vez más muy cerca de la motita de Greengrass. Bufó sin notarlo y cerró el mapa mirando el techo como si fuese lo más interesante del universo. Esa noche seguramente tampoco podría dormir. 

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Notas finales:

 Ojalá les haya gustado :3 

 


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