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La tempestad del mar por VampireSaga

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Notas del capitulo:

Primero y antes que nada, son escenas fuertes o consideradas fuertes para algunos, (Miren que soy bien sado y hubiera puesto otra cosa), segundo no me quieran matar al finalizar el fic.Los leo pronto xD y bueno quizás ya se resolvieron algunas incógnitas aquí, pero surgieron más. ¿¡Saludos!?

-.-.-.-.-.-.Alemania-.-.-.-.-.-.

 

Saori golpeaba repetidas veces la puerta, exigiéndole a ‘Kanon’ que le dejará salir, sin embargo Saga no hizo nada, solo logro que se enojara más. -¡Lo siento, pero hasta que no termines los pendientes que has dejado desde hace un mes, de forma pulcra, ni comida, ni bebida, ni salidas! –Amenazó el santo de Géminis. El pobre santo había quedado ahí vigilando, cualquier ruido, cualquier cosa que aquella estúpida muchacha quisiera hacer, tan solo de pensar aquello le dio una tremenda flojera, ni siquiera se cuidaba a sí mismo. Todo lo hacía por Kanon, se preguntaba en qué punto Saga se volvió sobreprotector con su pequeño hermano. Esos rumores de incesto seguro que eran por eso.

De pronto el santo noto la presencia de alguno de los de bronce. –Sea quien seas sal de ahí, no te estés escondiendo o terminaré con tu preciada vida –murmuró viendo a Shun asomarse por la esquina. -¿Andrómeda? –Murmuró.

-Kanon –Caminó y se sentó a su lado -¿tienes hambre? –Parpadeo –Yo solo estaba aquí con ellos, porque soy el único que se cocinar –Confeso apenado y sonrojado.

-¿Y tú tienes fiebre? –enarcó una ceja Saga.

-Ah… eso…-Se llevó las manos a las mejillas –No, es solo que pareces tan imponente, me cohíbes, por un momento sentí que eras Saga. –murmuró. –Ya sabes lo que pienso de tu hermano mayor. –Aquello pico la curiosidad del mayor.  

-Lo siento Shun pero no sé a qué te refieres exactamente. He tenido tantas cosas en la cabeza que lo que me has dicho casi no lo recuerdo. –El niño de bronce se sonrojo.

-Que Saga me atrae, me gusta demasiado…-Bajo la mirada y se escondió entre sus rodillas, dejando a Saga de una sola pieza –A veces lo observó entrenar y hace que mi corazón palpite, quería estar en Grecia pero Saori nos ha traído a todos a este lugar –Confeso el menor.

-Shun…-Pronunció con cierto énfasis Saga

-¿Dime? –Se le quedó viendo con cierto aire de extrañeza.

-Tráeme algo de comer –Murmuró con amabilidad. Y es que jamás se hubiera imaginado aquello. 

 

-.-.-.-.-.-.Santuario-.-.-.-.-.-.

 

Los doce santos dorados terminaron sus labores, yendo a cenar y casi concluyendo con esto, no sin antes lavar cada quien sus trastos, esa era una de las reglas, Kanon estaba formado tras Mu, pero a su lado estaba Shaka quien parecía ‘observarle’ de cierta forma, el peli azul, no quiso preguntar por qué aunque estaba curioso sobre aquello. Cuando todos terminaron de lavar aquellos trastos, Mu se encargó de llevar a cada santo a su casa, a Camus y Milo les dejo en la misma, pues las ordenes de Shion era que esos dos hablaran pacíficamente.

-¿Milo? –Pronunció con temor el peli-verde.

-¿Qué quieres? –Dijo el aludido, sentándose en la cama de su propio templo.

-Debemos hablar, debes hablar conmigo Milo–Las lágrimas inundaron al peli-verde –Quiero escucharte, regáñame si quieres, pero no me trates con esa indiferencia. Necesitamos arreglar esto.

-No hay nada que hablar, esta todo claro, solo que tu no quieres ver las cosas como son–Pronunció con hastió el peli morado.

-¿Cómo están las cosas?, lo siento pero yo solo veo la indiferencia, el dolor, tu actitud y…

-Camus, quítate la ropa –Interrumpiendo al santo fue lo que salió de sus labios de Milo.

-¡No Milo!, no estoy de humor para ello, solo quiero hablar, quiero dejar de pelear y de fingir que no me duele lo que haces.

-¡QUE TE QUITES LA ROPA! –gritó furioso el santo de escorpio.

-¡Ya te he dicho que no! –Se reveló el menor y cuando Milo se le acercó se paralizo, sintió las manos del mayor apretando su fino rostro. -¿Qué intentas? –Camus le miraba con soberbia.

-¿Estas retándome?

-Quizás–Las facciones del francés mostraron una leve sonrisa en una de sus comisuras.

-Odio la desobediencia –El griego lo tumbo al suelo de mármol. –Pero lo que más odio es la actitud de una escoria como tú. –Pronunció quitándose la camisa y desabotonando el botón de sus pantaloncillos.

-Milo…-Camus pronunció con miedo al verle acercarse. Mismo que le tomó del cabello y lo llevó arrastras hacía el sótano de aquel templo. -¡Detente Milo! –Pedía Camus con desesperación, sintiendo que quizás esa sería la última noche de su vida, si Milo perdía el control de sus acciones nadie sabría qué sucedería.

Milo despojo salvajemente a Camus de las ropas, incluso si este se defendía no podía lidiar con la ira del escorpión, trato de quitárselo de encima de no herirlo, pero entonces cuando se alejó aquel hombre al que amaba, vio una mirada cruel, fría y oscura. El peli verde trato de salir de ahí, buscando la salida, mientras aquel hombre lo acechaba, lo veía con una dura inferencia, Milo se alejó, busco algo, era como un látigo de espinas plateadas, demasiado afiladas por el brillo, Camus apenas había percibido aquello.

-¿Pretendes escapar? –Dijo con un tono diferente en la voz, todo su encanto sensual se perdía en ese hilillo. -¡No puedes escapar de quien es tu dueño! –Azotó aquel látigo que incluso le costaba alzar, cerca del santo de Acuario. El francés se paralizo y en el segundo azote sintió su pierna arder, como si muchas garras filosas le trataran de arrancar la piel, comenzando a sangrar, cuando Milo trajo de nuevo el látigo arrastro al peli verde, la sangre y parte de la carne se había impregnado en las púas.

Camus gritó desgarradoramente al sentir la cálida sangre recorriéndole por donde fuera, rogo, imploro y se arrastró hacía la salida, pero Milo cada vez lo detenía con un azote lleno de una fuerza increíble. El peli verde perdía la conciencia lo podía ver, su vista se nublaba y su cuerpo temblaba por donde fuera. Sus manos estaban llenas de sangre, perforadas por las púas al intentar detener a Milo, el sujeto que amaba se fue acercando lamió su espalda y Camus dio un respingo, se asustó y un sudor frío le calo el alma.

-Me excitas…-Murmuró, viéndole de reojo mientras seguía lamiendo su sangre, el francés no podía ni siquiera articular palabra, lo único que se había quedado impregnado en su mente era la imagen de aquel griego de cabello morados al que adoraba, la mano de Camus se extendió a la salida pero entonces Milo entrelazo sus dedos con aquellos. –Tranquilo, lo disfrutaras…-Murmuró de forma ‘sensual’.

El griego acercó el mango plateado del aquel látigo a la cavidad del francés, esté dio un respingo sintiendo el objeto frío, quiso huir, negaba rotundamente con la cabeza, grito o creyó gritar el nombre de su amado, su mente le decía que por favor se detuviera, pero cuando el aire le comenzó a faltar ya todo estaba perdido, Milo penetraba a Camus con vértigo impulsando aquel objeto sobre la delicada cavidad del peli verde quien lloraba desconsoladamente, su llanto no se escuchaba, su vientre se había contraído y las palabras no las articulaba, sentía que su ser era dividido con aquel dolor. El griego dejo escapar una carcajada que denotaba lo mucho que estaba disfrutando aquello. Camus llevo su mano a la muñeca de Milo, queriendo congelarla, queriendo que se detuviera. Pero su energía ni siquiera le daba para sacar simples copos de nieve. Las facciones del francés se descompusieron completamente su voz quizás resonaría en todo el santuario cuando todo el mango y parte de las púas entraron en su cavidad, las piernas se le habían quebrado o así las sentía, terminó por perder la conciencia.

El francés despertó cuando una punzada lo despertó, ya no estaba vivo, tampoco muerto, estaba ido, sentía el miembro de Milo entrando y saliendo de su cavidad junto a aquel objeto, empujándolo más, pronto ese objeto terminaría en sus intestinos si Milo seguía embistiéndole de forma salvaje. –Mi…Milo…-Murmuró con una sonrisa, con las lágrimas cubriendo sus finas facciones.-Te amo Milo…-No gimió, pero se vio obligado a gritar con todas sus fuerzas hasta que su compañero terminara de embestirlo. Milo se detuvo, no cuando se lo pidieron, si no cuando termino de gozar del cuerpo ajeno, dejando su esencia dentro de su compañero, sacando con brusquedad el objeto, viendo como el santo de Acuario gritaba pero a su vez sentía aquel alivio. Terminó por desmayarse por segunda vez y el peli morado lo dejo en aquel cutre sótano.

-¿Camus, Camus? –Milo quien subía sin la camisa puesta, sudoroso y con una sonrisa de satisfacción pudo ver a Afrodita, Aioria y Shura ahí, en su templo

-¿Qué pasa? –Murmuró acercándose a ellos con una jarra de agua echándosela encima

-¡He escuchado a Camus gritar!

-De puro placer Afrodita, de puro placer –Murmuró el griego pero Shura no le creía.

-¿Dónde está Camus? –preguntó Aioria

-Descansando después de esta noche salvaje –Añadió el griego. –Será mejor que vayan a sus templos, cuando Camus despierte seguiremos –Murmuró dándoles la espalda. Ciertamente ellos no podían hacer nada.

Milo regreso donde el santo de Acuario, sus cabellos goteaban en aquella piel manchada de sangre, se sudor y demás fluidos. -¿Por qué Camus?, ¿Por qué insistes en hacerte daño y no ves dentro de mi ser?, mandarle cartas a Kanon de mi parte y fingir dolor… después de esto entenderás que no soy  yo el loco. –Susurró tomando el mentón de su pareja quien se encontraba desmayada. –Camus… Por fin me he dado cuenta a quien amo, tú mismo impulsaste esto, tú mismo buscaste tu dolor –Beso esos labios que no se movía, que estaban pálidos, pateo el cuerpo del peli verde a una esquina, sintiendo como le rompía unas costillas.   


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