Ni las cruentas guerras entre naciones, grandes o pequeñas, ni las guerrillas o disturbios, ni los terroristas, ni la violencia, ni las epidemias, ni los desastres naturales como terremotos, tornados, maremotos o tsunamis, ni el hambre, ni la pobreza, ni las luchas clandestinas, ni los accidentes mortales, ni los proxenetas, ni los traficantes de drogas o humanos o de armas, ni la muerte ni la desolación son suficientes para llenar el averno, por ello el Príncipe de los Demonios y miles de acólitos son enviados a la tierra con la misión de corromper almas, sus poderes son relativos pero la maldad se señorea por todo el mundo de la mano del único ser capaz de destruirlo. El príncipe de los demonios toma posesión del cuerpo de un humano.