Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Color Verdadero por AkiraHilar

[Reviews - 7]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo: Defteros y Asmita se han encontrado de nuevo en el galpón y todo parece indicar que sienten algo en común. ¿Podrán manifestarlo?
Tu abrazo quema. Tu cuerpo arde pero tu voz, tu voz me tranquiliza. Dices que me sane… dices que me quede… me susurras y clamas por mi respuesta… Te escucho a lo lejos, aún cuando te siento tan cerca… Defteros… yo tampoco quiero irme… No me dejes ir…

Capitulo 3: Atardecer Gris

Aquella noche regresé a mi casa como si hubiera visto una visión. La felicidad no cabía en mi pecho, era latente, verdadera y voraz. Estuve a solo segundos de probar esos labios que parecían esperarme, a tan solo segundos de encontrarlos y hacerlos míos. No estaba decepcionado por la interrupción… Más bien sentía que por ella aún los deseaba más. Puedo esperar, me decía a cada momento que en mi memoria se colaba la imagen de tu rostro tan cerca, de tu impaciencia y al mismo tiempo implacable expectativa ante el encuentro… Estaba seguro que lo que sentía no podía ser algo normal. Era hermoso, era mágico y era suyo… Dormí calmadamente pensando en eso.

Mi hermano Aspros siempre se levantaba de madrugada, mientras que yo acostumbraba a dormir hasta que el sol estuviera en lo alto. Pero ese día había sido distinto. Me levanté temprano, logré despedir a mi hermano que se dirigía a sus estudios, ayude a mi abuelo a preparar la mercancía de la tienda y finalmente, en la tarde, me encontré caminando hacía la esquina donde lo había hallado el día anterior. Conforme me acercaba, sentía más deseos de llegar, mi corazón se impacientaba, sentía que mi sangre ardía dentro de mi piel, una sensación excitante, gloriosa e impenetrable. Difícil de contener.

Sin embargo, al llegar me encontré con un panorama que no me gusto. Asmita estaba de pie, con una expresión llena de ira, frente a un hombre que parecía ser un adinerado. Vestido con un traje negro, enterizo, de una sola costura y adornado por diversas joyas, de oro, plata y piedras preciosas. Llamaba la atención su forma extravagante de vestir y sobre todo su carroza, adornada de bronce y oro, con detalles de murciélagos y dragones decorando las puertas, las riendas y los pasamanos. Algo excéntrico.

Me acerqué lentamente observando mejor la escena. El hombre le ofrecía moneda de oro a Asmita, y este no respondía. Los ojos avellanas, piel amarilla y cabello castaño oscuro, no parecía ser aquí. Aparentaba ser un extranjero que viajaba en busca de cosas raras y lo vio a él. Entendí que buscaba comprarlo. Tan solo la idea hizo que mi piel se tensara como animal que sentía el peligro acercarse. El Hombre le acariciaba el cabello dorado mientras el menor se limitaba solo en alejar su rostro de esa piel que buscaba comerlo con su contacto.

Sin pensarlo, me aproximé y me puse a su lado, demostrándole con mi mirada que no era bienvenido. Asmita al sentirme, lo primero que hizo fue tomarme del antebrazo, con fuerza, abrumándome con el contacto pero lo suficientemente impactante como para hacerme notar que no quería quedarse solo con ese hombre. El hombre me miro con intriga.

-¿Quién eres?

-yo… yo soy…

-…l es mi hermano mayor- contesto Asmita con seriedad, levantando su rostro para mostrarle al extranjero su mayor expresión de orgullo –. Gracias por venir hermano, este hombre no me agradaba.

-Vi que te estaba molestando. Es mejor que regresemos a casa.

-Me gustaría conocer a sus padres -dijo el hombre con mirada maliciosa, otra vez posando sus ojos sobre él-. Podría llegar a un acuerdo con ellos que los beneficie satisfactoriamente –relamió su labio inferior, entendí perfectamente sus intenciones -. Puedo pagar mucho por ti, joven.

Antes de que el hombre quisiera tocar el flequillo de Asmita, lo empuje detrás de mí y me puse frente a él. Jamás había sentido tanta furia encima, tantos deseos de destrozar un cuello con mis propias manos. El hombre pareció entenderlo, ya que se echo atrás con una expresión impenetrable.

-Soy Youma de la Familia de Mefis. Te aseguro que sabrás de mi de nuevo, pequeño ángel

-Espero que sea dentro de los infiernos –respondió Asmita en tono desafiante. Lo miré de reojo, aún asombrado por la capacidad que tiene de no inmutarse ante nada ni nadie

-Mi pequeño, te aseguro que el dinero es capaz de todo en este mundo. Y si lo que buscas es oponerte, traeré el mismo infierno para ti.

Con esas palabras, dichas de forma galante pero con tono perverso, el hombre hizo un movimiento con sus manos para que sus sirvientes le abrieran la puerta de su carruaje y así se despidiera. Respiré profundo, tratando de calmar la ansiedad que por un momento me había embargado. Volteo mi vista hacía Asmita y él mantenía en su rostro esa expresión incierta, decidida a no dejarse amedrentar.

-¿Estás bien? –Alcance a preguntar, preocupado por su estado luego de lo sucedido. Claramente el hombre pensaba comprarlo como esclavo.

-Lo estaré…

-¿Quieres que caminemos a algún lugar? ¿Salir de aquí?

-Quiero agua.

-¿Agua?

-Mucha agua…

-Vamos al río Krishná. Esta cerca del pueblo.

Asentiste y con ello te tomé de la mano, de forma inconsciente y nos dedicamos a caminar. Estábamos en silencio, no había nada de qué hablar luego de lo visto y vivido. Simplemente nos dedicamos a caminar hacía ese sendero conocido, lejos del pueblo, cruzando algunas fincas y criaderos hasta escuchar a lo lejos el sonido del agua correr. Fue en ese momento que note, para mi sorpresa y vergüenza, que sujetaba tu mano entre mi mano. Me pare en seco, abrumado y con ello te detuviste intrigado. Hice un leve jalón a mi mano y con ello me entendiste, bajando ahora tu rostro hacía donde nuestras manos permanecían juntas. No hiciste nada, no te moviste, ni empujaste, tampoco apretaste… ¿cómo saber si me rechazas o me aceptabas? Luego volviste tu rostro hacía el frente, dejando que el cálido viento mecieran tus cabellos dorados entre el paso de la arena. Parecía que realmente no te importaba y yo… yo sentía una corriente tibia envolverme con solo ese ligero contacto. Era tan confortable que no tuve el valor de deshacerlo.

Pronto llegamos a la orilla del rio, gigantesco e imponente frente a nosotros. No había nadie cerca y no era de inquietarnos, con el ambiente que nos rodeaba no era seguro estar afuera. Por las nubes parecía que caería una fuerte lluvia y los peligros de inundación en esta época era latente. Por ello te pedí que nos fuéramos a una parte más baja del rió, bajando por la orilla hasta llegar a un pequeño montículo de palmeros. Había suficiente lugar para cubrirnos. Me siento en la arena, respirando un poco y disfrutando de la brisa que nos acobijaba. Para ese momento ya te había soltado.

Te acercaste a la orilla del río y enjugaste tus pies con las tibias aguas que corría. Te veías apacible, lleno de una extraña paz muy diferente a como te encontré en la ciudad. Sentía que había hecho lo correcto al encontrarte y sacarte de allí. Me sonrío al verte tan concentrado sintiendo todo lo que te rodeaba. Parecías un ángel encarnado.

-Tenía mucho sin venir al río… por lo general me pierdo.

-Supongo, hay un punto en el camino donde no se escucha nada más que el viento y tu respiración –Comenté fijando con detenimiento mi mirada en ti. No había reparado en lo extraña que se te fija esa túnica mostaza en tu cuerpo de marfil.

-Sí, eso y porque me canso. No tengo buena resistencia.

Te adentraste más, empezando a mojarse la túnica que llevabas puesta. En ese momento me doy cuenta de lo que pretendías hacer, exaltándome al instante. No se te ocurrirá… Demasiado tarde, antes de poderte decir algo lo hiciste. Te internaste de lleno en las aguas hasta mojar tus cabellos y luego saliste a la superficie dejando que el manto dorado de tu cabeza se precipitara velozmente en tu espalda. Me sonreíste pícaramente y me llamaste para convidarme… ¡Estás loco! ¡Si me acerco a ti de seguro que no podré contenerme!

Antes de que pudiera pensar en eso, me arrojaste agua desde el lugar donde estabas. Me empapaste toda la franela y parte de la cara. Te miré en asombro y tenías cara de divertido. Me convidaste de nuevo. Te rechace, pero me acerque a la orilla para también devolverte el agravió. Te cubrías con tus manos, luego me arrojabas más. Sin darme cuenta, termine por quitarme la franela (para evitar que se mojara más y tener algo con que cubrirte) y me lance a la orilla para seguir jugando a tu ritmo. Creo que había pasado mucho tiempo desde que había jugado así. Solía hacerlo con mi hermano en Grecia y esto es como revivir una infancia vejada por la ruina y la miseria. Que mejor que tú para ello…

Un oleaje más creado por mis brazos. Siempre terminaba lanzándote más agua de la que lograbas tirarme en dos rondas. Te veías feliz, extrañamente rejuvenecido con el juego. Te ocultabas en las aguas, salías y me sorprendía muy a pesar que yo me quedaba en la orilla en espera. No quise acercarme a ti, sabía que si lo hacía esto dejaría de ser un juego de niños para convertirse en algo pasional y veía en ti, que no deseabas eso. Yo tampoco… solo quería disfrutar de tu presencia y de esa sonrisa juguetona, esa risa melodiosa que alcanzabas a soltar entre las aguas. Recuerdo ese día aún ahora, lo recuerdo con tanto ahínco… Ese día decidí que quería estar contigo el resto de mis días. No eras un dios, ni un ángel caído, eras un hombre que deseaba ser libre, con ansías, con desesperación, con angustia. Deseaba compartir contigo… hacerte sonreír como ahora lo haces… Solo eso…

La brisa del lugar, el sonido del agua al correr y el de tu respiración a mi lado eran suficientes para mantenerme en un trance lejano. Estaba anocheciendo y estabas dormido a mi lado, con mi franela puesta. Fue realmente incomodo tener que voltearme para no verte al cambiarte, pero no quería que te sintieras amenazado por mi… no ahora que compruebo que confías… no puedo dañar tu tranquilidad con mis deseos. Aún así, eres cruel… te tengo al lado, con tu cabello dorado desparramándose como ríos en tu piel cubierta con un poco de arena, con mi olor corporal ahora impregnado en tu piel, tus piernas descubiertas, apenas mi franela puede cubrir lo necesario. Eres dulcemente cruel. Tus piernas entrelazadas, mientras duerme recostado a un lado, reposando tu cabeza sobre tus brazos cruzados en la arena, conforme el viento mece tu flequillo dorado de forma sinuosa. Duermes… eres como un ser mítico que reposa al lado de mí, un demonio, un ser impuro, un ente que se está enamorando de tu luz…

Detengo mi vista en la estructura de tus piernas. Tus pies son delicados, largos con dedos delgados. Tus piernas están torneadas, gruesas conforme se acercan a tus caderas, cubiertas por un fino vello dorado y liso. Quisiera tocarlas y por un momento mi cuerpo inconscientemente reaccionó y hace que mi mano se estire a ellas. Me detengo. No puedo… al momento que toque un solo poro de tu piel estoy seguro que me incendiaré. Me acerqué para fijar mi mirada en tu rostro. Estaba seguro que si así lo hacía, evitando que mis ojos volvieran a ver la codiciada piel de tus piernas, podría ser más fácil el contenerme. No pude estar más equivocado… ahora mis ojos solo podían ver la piel que asemejaba el durazno de tus labios húmedos.

-Defteros… -murmuraste y me hiciste echar mi cabeza hacia atrás. Tu respiración caliente golpeo la piel de mi rostro y eso provocó una cantidad de reacciones en mi piel que no quería que sintieras.

-¿Si Asmita?

-Ayer, ayer me dijiste que querías enseñarme algo –Quedo sin aire, mi corazón se paraliza, palidezco -. ¿Podrías enseñarme ahora?

Tus labios me llaman. Te incorporas un poco hasta quedar sentado en la arena dejando que tu cabello se escurra entre tus hombros y brazos. Me contengo. Mi corazón se ha acelerado, el calor de mi piel se eleva, mis sentidos se encuentra enfocado en solo tu presencia, tu hermosa e infinita presencia. Me estudias. Intento calmar mi instinto.

-Otra vez… tu corazón se ha acelerado –susurras con expresión tranquila -. ¿Por qué lo hace? –Extiendes tu mano y tocas mi rostro, estremeciéndome -¿Es por mí? –Acaricias mis mejillas con tus dos manos, dibujándome con esos dedos… ¡Dios mio! -¿Te asusto? –Dejas tus manos sosteniéndome mis mejillas, clamando mi atención, esa que esta clavada en ti por completo -¿Me temes?

-Temo lastimarte… -logre murmurar casi en un suspiro. Mi corazón esta colapsando, mis labios se enjugan entre sí, deseándote. Peleo contra el instinto que me clama tomarte ahora.

-¿Y si quiero ser lastimado?

-Asmita…

-Confío en ti…

-Aún así… -Te acercas. Me detengo. Miró tus labios que parecen esperar algo de mí… no creo poder contenerme.

-Enséñame… eso que sabes… -Tu expresión dibujo tristeza -. Eso que desconozco… -Ahora suplica -. Quiero entender porque mi corazón late de esta manera… solo lo he sentido así cuando pin…

No te deje terminar. Me acerqué furtivamente, sin demora, y uno mis labios a los tuyos un breve instante. Solo un roce, un roce capaz de desarmar por completo mis sentidos. Capaz de despertar mi cuerpo adormecido por tu suave belleza. Sentir que quemas con solo ese leve contacto… percibir como mis poros se abre ante la corriente que has dispersado con solo esto. Mi corazón quiere estallar, mis piernas están entumecidas y solo puedo sentir, que lo único que vive en mí, es la piel que ahora te está tocando. Había cerrado mis ojos, solo me acerqué a sentir el leve roce, no moví más, no esperé más… quizás pensé que te alejarías… que con esto saciarías tus ansias pero no fue así…

Tímidamente, mueves un poco tus labios. Me revolucionas por completo. Suspira y vuelves a enloquecerme. Me detengo, con dificultad contengo mi respiración. Subes un poco tu rostro, estudias la forma de mi labio superior con los tuyos. Los aprietas delicadamente. Haces lo mismo con el inferior. Haces de nuevo el movimiento. Levemente enjugas tus labios antes de volver a tocar los míos. Yo… yo solo vivo… yo solo lato en este momento… yo solo siento que muero… dejo que hagas lo que quieras… experimenta lo que quieras… tómame como quieras…

Siento la fría humedad que inmediatamente me sacude por completo. La corriente eléctrica se alojo en mi espina dorsal, provocando que arqueara mi espalda. En mi estomago siento chispas explotar a velocidad vertiginosa. Tus labios no fueron suficientes y ahora has dejado salir a tu lengua, provocándome. Me erizo por entero. Jadeo. Tu lengua dibuja lentamente mi labio superior, se entretiene en mi comisura antes de regresar su recorrido labios abajo. Suspiras. Creo que estoy soñando. Abro mis ojos y te veo totalmente concentrado. Tu respirar esta agitado, tus mejillas se tornan de un color carmín. Lo estas disfrutando… Me estas dejando sin argumento en este juicio donde mi cuerpo va tomando ventaja. Terminaré emitiendo sentencia y me temo que serás declarado culpable.

Con temblor en mis manos logro tomar tu cuello. Tu piel se conmueve ante el roce. Siento allí el palpita de tu yugular, al mismo ritmo que mi pecho, al mismo ritmo que mi interior. Estás tan deseoso como yo. Sigues dibujando, enjugando mis labios con tu dulce néctar. Siento que tu lengua busca abrirse paso en mis labios cerrados. Pronto la dejare entrar para tomarla presa. Antes me detengo a observarte en el proceso, ver tus ojos cerrados, palpitando tus parpados, el esfuerzo que haces para respirar… Creo que nada queda más que continuar… Sin darme cuenta, eres tu quien apreso delictivamente mi labio inferior entre tus dientes. Con esto, no me queda más que perseguirte.

-Asmita…

Gemí al mismo tiempo que tome tu labio superior entre mis dientes. Colapsaste demostrándolo en un gemido sordo. No doy tiempo, apresó entre mis labios a los tuyos, lo voy enjugando de la misma forma que hiciste ahora con mi lengua. Me abro espacio, sostengo tu rostro entre mis manos para no dejarte ir. Sujetas mis manos entre las tuyas confirmando la decisión. Penetro dentro de ti. Me recibes con un jadeo. Mi lengua primero inspecciona los alrededores. Recorre tu muralla de marfil puro con cuidado. Tiemblas entre mis manos. Me desespero. Ingreso mi lengua ahora a tu paladar. Lo palpo, gimes otra vez. Mi temperatura ha aumentado, la tuya se eleva conforme mi lengua te investigas. Levantas la tuya y empezamos a acariciarnos entre ellas, a jugar, a bailar en su húmedad caliente entre suspiro entrecortados. Temblamos. Me alejo un momento. Tomo aire. Siento que estoy mareado. Tú me esperas, con tus labios enrojecidos, tus mejillas sonrojadas, con el calor en tu piel. Antes de darme cuenta, ambos ya estábamos sobre la arena. Me apresaste el cuello entre tus brazos, yo rodee tu cintura con mis brazos, acostándome sobre ti, solo besándote… solo probando tus labios… solo en eso…

No sé cuánto tiempo paso… solo sé que apenas empecé a succionar tu lengua, a apresarla dentro de mi según mis designios, tus gemidos aumentaron. Eres muy sensible, muy sensible a cada roce en tu boca… demasiado sensible. Nos besábamos, nos besábamos con entera pasión y luego, solo nos deteníamos unos minutos para respirar. En esos momentos me detenía a verte, a olfatear la piel de tu rostro, a recorrerla lentamente con mi nariz, mientras te desvivías pasando tus dedos en mi cara, dibujar mis cejas, seguir el contorno de mis ojos, mis parpados, mi nariz hasta llegar de nuevo a mis labios. Luego, solo volvíamos a besarnos… lentamente… después, efusivamente… apasionadamente… desesperadamente… Sentía que debía avanzar, aunque algo me decía que sería incorrecto… por ello, solo seguí besándolo.

-Me gusta…-susurraste mientras tomaba tu labio inferior.

-Me gustas…

-Defteros… sabes muy bien… -Rodeas mis labios con tu lengua, la apreso dentro de mi paladar, la someto… la libero…

-Tú también…

-¿Te gusto? –vuelves a besarme, apresas mi cabello entre tus manos, clamando más de mí…

-Mucho…

-¿Desde cuándo?

-No lo sé… estás hablando mucho…-me sonríes, me enterneces

-¿Te molesta?

-No… me provoca callarte… -me desvío por tu comisura, beso húmedamente cada tramo de tu mejilla, me escurro a tu oído… tiemblas -. Pero al mismo tiempo quiero oírte…

-¿Q-qué quiere-s oírme? –Te erizas en mis brazos, siento el calor que se aloja en nuestras caderas… ya es muy tarde para retroceder.

-Lo que quieres saber…

Te sonríes de nuevo… el tiempo entre nosotros parece haberse detenido, todo parece haber dejado de existir desde que beso tus labios. Nada parecía importar.

-¿Q-qué tanto sabes? –jadeas echando tu cabeza hacia atrás, sumido en la sensación que provoca mi mordida en tu lóbulo.

-Sé mucho… -Atraigo tu rostro hacía mí, me detengo a verlo apasionadamente, a grabarlo en mi mente eternamente. -¿Quieres que continúe? –Me suspiraste… creo que debo tomarlo como un sí.

Beso de nuevo tus labios. Tus brazos me rodean la espalda, te rodeo la cintura con un brazo, a tu cuello lo sostengo con mi otra mano. Te beso apasionadamente. Siento que a través de nuestras ropas ellos se llaman. Lo siento arder entre mí. Respondes mis besos, los respondes con el mismo apetito que yo. Te aprisiono más hacía mi, ahogas un gemido pronunciado mi nombre. Desvío mis labios hacia tu mentón. Me abres el espacio, echaste tu cabeza atrás, me muestras los caminos de tu cuello. Bajo, voy besando y lamiendo sin orden aparente.

-Def…teros… -Un leve suspiro de placer. Un claro síntoma de tu placer.

Subo de nuevo, vuelvo a bajar por tu cuello, saboreo la sal de tu piel, lamo con fuerzas, siento que te erizas. No me detengo a verte, sigo recorriendo buscando la manzana que adorna tu cuello, la lamo, tiemblas de nuevo.

-¡Deft…eros! –Casi como un clamor, un ruego…

Olfateo un poco más la zona, la cubro con más besos. Tu cuerpo responde, sucumbe ante mis caricias con los labios. El calor de tu piel atestigua que hago lo que te gusta. Sigo besándote, hasta que… Jalas mi cabello. Te agitas. No sé como tomarlo… ¿buscas más? ¿O buscas huir? Una de tus manos intentó separarme. Convulsionas entre mis brazos. ¡Me espantas!

-¡Ya Defteros!

El grito me desconcertó. Me levante sobre ti y te vi agitado, protegiendo tu rostro con tus manos, sofocado. ¿Te herí? ¿Te lastimé? Si había antes excitación, en mi pecho se ha sentado ahora la más pura e implacable culpa…

Intentabas calmarte. Yo estaba desarmado, desbordado, afligido… Estabas llorando, con rabia, con impotencia, ahogado, asfixiado buscando aire para tus pulmones. Peleabas desesperadamente para que estas dejaran de salir, que tus lágrimas cesaran.

Yo estaba abrumado… no sabía qué hacer, no sabía si acercarme o alejarme por completo… No sabía…

-Lo siento… lo… siento… lo… sien… to… lo siento Defteros…-balbuceabas con dolor, con ira.

-Calma… no pasa nada… cálmate… -Intente acercarme, poner mis manos en tu rostro. Me rechazabas –. No te hare daño, no hare más…-te calmabas, aún temblabas pero ya te calmabas -. Ya no haré más… no te voy a lastimar… -siento que una lagrima corre por mi mejilla… ¡maldita culpa! –Por favor… ya cálmate…

El silencio… abrumador silencio que se encargo de consolarnos… al final… luego de que tus lágrimas dejaron de salir, fui yo quien empecé a llorar, ahora tú quien me consolabas. Me sentía un bestia, un animal que te había herido… obligado a recordar malos momentos, lastimándote… Tus manos buscaron secar mis lagrimas, tus labios besar los míos, con suma ternura. Finalmente los dos nos quedamos callados, abrazados, dejando que el ocaso del lugar cayera sobre nosotros… sumamente gris… en eterno silencio.

Te había dicho que el amor duele… No pensé que podría doler tanto hasta ese día… No pensé que pudiera ser tan duro, tan cruel, tan maldito…

Asmita… Ahora me dolía haberme fijado en ti…
Notas finales: Espero que les haya gustado el capitulo. Lo resubi porque me di cuenta que por una extraña razón estaba totalmente mal mostrado, con signos raros que no tenían escritos. No se porque...

Espeor que les haya gustado y dejen comentario

Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).