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Muestrame tu Verdad por AkiraHilar

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Notas del capitulo: El dios y el demonio se han encontrado en el volcán, dentro de las brazas que facilmente asemejarían el mismo infierno. ¿Cuál será el resultado del juicio divino?
La noche que Defteros partió del santuario, nadie hizo pregunta alguna… todos estaban demasiados ocupados tratando de ordenar las ciento de preguntas que se habían gestado luego de tan impresionante hecho. El santuario, por primera vez se sentía frio, con un ambiente sombrío de dolor y malestar. Pensó dentro de sí, que solo este panorama sería visto cuando ya la guerra hubiera empezado y los templos, uno a uno, tendrían que recibir desolados a sus nuevos guardianes, armaduras de oros vacías, manchadas de sangre, de sudor, de honor derramado por su diosa.

Ya fuera de los templos, echó una última mirada hacia atrás, observando cómo aquellos se levantaban uno sobre otro en una fortaleza de mármol con cosmos dorado. Puso especial atención a la sexta de ella, donde un cosmos, como siempre, ardía en una meditación que no veía fin. Para él, fue como ver una última vela que al acercarse, podría, al menos, sacarlo de la oscuridad, pero de la cual él buscaba huir. Cerró sus puños en seco, trago con su saliva todos los recuerdos que lo ataban a ese lugar y dando su espalda, prosiguió su camino, dejando atrás la tenue luz que lo llamaba… corrompiéndose con las sombras a las que él estaba acostumbrado estar y a la cual había olvidado lo espesa que era. Cada paso que daba, era una decisión… cada decisión determinaba su nuevo destino. Dejo atrás, todo lo que representaba la luz… su hermano y él…

Pensó que al hacerlo, por fin se libraría de todo lo que lo ataba a su anterior vida. Pensó que al abandonarlo todo, libremente, tomaría las nuevas cadenas a las que se sometería. Cadena de fuego que lo ataba a esa isla del calor, cadenas oscuras que lo esclavizaba a las sombras de un lugar olvidado por el hombre, territorio de la naturaleza enfurecida que devoraba en su manto rojo toda señal de vida. Su nuevo hogar… Aún allí, varias veces esa luz que había dejado atrás intento alcanzarlo, pero su decisión era irrevocable y con una orden aderezada por el odio soplaba sobre esa vela inmortal hasta hacerla retroceder. Finalmente, esta dejo de perseguirlo… o al menos eso creyó.

Lo que ahora tenía en frente no era esa vela cálida y tímida que buscaba con ternura atraerlo hacía él. Lo que ahora veía era un fuego ígneo, divino, que había venido para hacerlo arder. Por primera vez veía el rostro de ese santo dorado de forma amenazante. Por primera vez se enfrentaba al verdadero poder del santo guardián de la sexta casa.

-¿Mi verdad? -Rugió el Demonio con ironía, dejando que su mismo cosmos ardiera al ritmo del volcán-No pierdas el tiempo aquí Virgo.

Una sonrisa enmarco el rostro del santo, una sonrisa no de ternura, no de complicidad, no de compasión. Una sonrisa de determinación. Defteros observo como el ardiente cosmos divino agito los dorados cabello de su protector, haciendo que aquel flequillo, incierto y danzante, dejare entre ver aquel punto de color que adornaba su frente.

-¡Vete! -Grito la bestia haciendo temblar toda la tierra a su alrededor, mostrando un aspecto demoniaco que ahuyentaría a los más santos sacerdotes… pero no a él.

Un rugido enfurecido hizo que la misma lava se levantara en forma de una gran columna de fuego devorador que cubrió todo el lugar. Aún así, una luz seguida por una ráfaga de viento despedazo la columna de fuego hirviendo dejando al atacado totalmente libre de peligro. Una abertura se abrió entonces detrás de él, provocada por el mismo gemelo, una abertura producto de una de las técnicas legendaria de la tercera casa. El intruso solo sonrío para que con solo un movimiento de palmas, el espacio dimensional que abrió cediera y se partiera en pedazos. Prácticamente de inmediato, una luz perforo la tierra que sostenía la lava y todo el volcán, creando halo de radiante cosmos que despedazo los terreno ardientes de los alrededores.

¡TENMA KOFUKU!

El torrencial ataque cósmico empezó a abrir grietas enormes entre la tierra y el magma, levantándolo con su poder y creando un terremoto subterráneo que elevaba las masas tectónicas en medio de un espectáculo luminoso. La luz aparto las sombras por un momento, luego sucumbiendo cuando la técnica termino de aplicar su poderío, mostrando de nuevo en ese escenario donde la lava tomaba terreno en la tierra enfurecida, las piedras hirviendo caían llevadas por la misma gravedad y los dos implicados estaban en el mismo lugar, sin moverse.

-Necesitaras más que esto para hacerme retroceder, demonio-Sentenció el dorado concentrando su cosmos entre sus dos manos.

-¡Deja de jugar y regresa a tu templo Virgo! -Grito furioso aquel demonio, evitando en lo mayor posible enfrentarlo-

-No me has dado tu respuesta.

-Maldito, ¡no me obligues a tener que lastimarte! -La voz ensordecedora, ronca, hizo eco en el lugar en un grito embravecido-

-¡Esa no es tu verdad!

Antes de que las palabras fueran tragadas por el silencio, el brillo que era atrapado entre las manos del dorado se desata en todo el lugar, encegueciendo por un momento al demonio para luego sentir que una ráfaga de aire lo había separado del suelo, con fuerza, casi como si fuera succionado a través de ella

¡RIKUDO RINNE!

Su cuerpo fue arrojado rápidamente entre visiones y mundos ilusorios que el santo de Virgo creaba a través de su cosmos. Allí él entendió, por fin, que no se trataba de un juego. El dorado estaba peleando en serio.

Luego de haber recorrido los seis infiernos budistas, cae de lleno al suelo, arrojado de un solo latigazo que dejo su cuerpo enmarcado en la tierra ardiente del lugar. Defteros quedo allí, abrumado de la sorpresa, aún sin dar crédito de lo que estaba pasando. Su respirar estaba acelerado, su cuerpo quería responder con terrible fuerza y acabar con su enemigo, su actual enemigo, pero su corazón se negaba vehemente. ¿Qué estaba pasando? Se preguntaba… ¿Por qué lo atacaba con tanta furia?

-Es una lástima… -Escucho la voz del dorado, quien rompe su posición de lotos para por fin tocar las rocosidad del volcán- Es difícil elegir un solo infierno, ¿no demonio?

-¿Es una orden del santuario? -Pregunto el gemelo levantándose en tierra

-¿Que si es así?

La sangre del demonio empezó a hervir con la misma fuerza que el lago volcánico que los rodeaba. Su espíritu bestial ya estaba quebrando las ataduras de su corazón que no daba permiso a enfrentarlo. Su mente comenzó a armar argumentos que doblegaban a su corazón, creando ese espíritu combativo que Asmita esperaba enfrentar. Frente al dorado, por fin, el demonio estaba tomando forma.

-Ya veo… -El susurro ronco, como si fuese aplastado por su garganta -. Entonces tendré que acabarte…

-¿Esa es tu respuesta? -Interrogo el dorado con aire de omnipotencia - Tendrás que demostrarlo. ¡Muéstrame de lo que eres capaz, demonio!

El volcán volvió a temblar, más amenazante que nunca, escupiendo columnas de fuego y azufre que se elevaba como una pared abrazadora. En un instante, el dorado recibía señales de peligro en todo lugar que se encontrase, las piedras, el fuego, la lava misma se había convertido en adversarios mudo que él se encargaba de evadir, detener y aplastar. Sus sentidos se colapsaron en un momento, no pudiendo detectar aquel demonio que en su descuido había logrado ponerse tras sus espaldas. Solo sintió cuando aquel potente agarre en su cuello lo dejo sin aire en el instante y luego, lo arrojo sin misericordia hacia una de las paredes del volcán.

La fuerza en ese brazo era titánica, el poder de su cosmos arrollador, su mano ardía como si fuera tocado por las mismas brazas del infierno, y la mirada que lo traspasaba era como cáliz de sangre ardiente. Estaba frente a un demonio.

-¡Huye de aquí o terminaré matándote! -Ordeno la bestia enfurecida

La sangre corría a un lado de su frente y en la comisura de sus labios. Su armadura dorada recibió un severo daño en su espada y el casco estaba a punto de caer de su cabeza. Su hermosa capa blanca se estaba consumiendo por el fuego y aún a pesar de su armadura, algunas heridas de fuego se vislumbraban en sus brazos. Sin embargo, en su rostro, su expresión no había cambiado. Casi podía decir que más bien, se había consolidado su deseo de combatir.

-¿Es esta tu verdad demonio? -Pregunto el santo herido con una sonrisa de regocijo - ¿La verdad tras tu encierro? ¿La verdad tras tu odio? ¿La verdad tras lo nuestro?

-¿Qué dices? -Crujió el demonio con sus ojos encendidos de odio

-Porque si esta es tu verdad, ¡no me satisface!

El cosmos dorado volvió a encenderse, mucho más agresivo, mucho más impérenme, levantando la tierra que estaba debajo de sus pie. Como respuesta, el demonio volvió a azotarlo con dificultad contra la pared del volcán, logrando que su casco dorado cayera a sus pies. Aún así, el aura agresiva dorada volvió hacer acto de presencia, queriéndolo empujar lejos de allí. Sus pies con terrible presión apenas podían sostenerse en tierra, mientras que veía ese cabello dorado alzarse como látigos de oro en medio del aire. Por mucho que intentaba evitarlo, para Defteros esto se estaba convirtiendo en una pelea de niveles peligrosos. Si él no se detenía, terminaría matándolo llevado por el embravecido deseo que despertaba en su lado demoniaco. La maldita esencia de la estrella de la desgracia.

¡OHM!

Asmita despliega una gran ráfaga de energía que sacude los alrededores y con el cual logro que por un momento, la mano del demonio dejara de asfixiarlo en contra de la pared de piedras ardientes que tenía a sus espaldas. Libre por solo un instante, estaba a punto de recoger su poderoso cosmos entre sus manos, cuando el demonio logro someter el poder que lo había alejado por tan solo unos segundos y con impresionante violencia toma sus dos manos hasta estamparlo, de nuevo, en las paredes volcánicas, sin dejar que sus pies tocaran suelo y extendiendo sus brazos a cada lado, con una fuerza dominante, bestial, demoniaca que cortaba la circulación hacía sus manos heridas. Luego de esa arremetida todo quedo en silencio.

La lava empezaba retomar su cauce, burbujeando en temperaturas tan altas que la vida era imposible en ese lugar. Allí, solo se escuchaba el sonido de la lava recorriendo lentamente la tierra y las dos respiraciones, agitadas, de dos enemigos. Defteros escuchaba aturdido el respirar agitado de su presa, vulnerable entre sus manos, con hilos de sangre recorriendo por su cabeza y el cuello, la cascada de cabello dorado que sin orden aparente rodeaban la cabeza del santo, agotado, sin fuerzas para seguir luchando. Se maldijo a sí mismo por sentirse excitado viendo semejante escena.

Sosteniendo aún con fuerza los brazos acorazados con oro, Defteros se acerco a su víctima lentamente, usando su enorme cuerpo como una plancha asfixiante y rodando con su nariz un poco de ese cabello dorado que ocultaba su oreja derecha, visiblemente herida. Una bocarana de aire caliente sacudió a su trofeo, provocando en el demonio un sin fin de reacciones impropias para una pelea.

-Vete… -Susurro el demonio con su aliento de fuego-… o no me haré responsable.

-Aún no… me satisface tu respuesta…

El demonio crujió sus dientes, conteniendo el fuego que estaba quemando su ser.

-¡Acaso quieres que te mate! -Grito desesperado

-Tu respuesta muestra dudas en tu corazón- Las manos del santo se cierran en un puño acérrimo, mientras que sus brazos empezaba a ejercer fuerza -. Lo único que me has demostrado, ¡es inseguridad!

El cosmos dorado volvió a hacerse presente, obligando que el demonio mostrará un poco de distancia sin dejar de sostener los brazos del enemigo, quienes enfurecidos, buscaban la manera de deshacerte de su agarre. El flequillo y esa expresión de autoridad que tenía su víctima, creaba un caos en su interior. Los brazos del demonio cedían ante la fuerza del santo dorado, sus pies perdían terreno en tierra, mientras que virgo comenzaba a liberarse de la aplastante fuerza de la bestia, logrando colocar sus piernas en la pared que lo contenía y usarlas como palanca para hacer retroceder al dueño del volcán. No podía negarlo, estaba enfrentándose a un santo de oro.

-¡Detente ya Virgo! -Grito el demonio mientras se mantenía impérenme en su agarre

-Conoces perfectamente mis límites. Sabes que con esta fuerza no es suficiente para someterme. ¡Muéstrame tu verdadero poder demonio!

El grito del dorado hizo que su cosmos inagotable se levantara con fuerza y sus cabellos subieran como una columna de fuego divino. El rostro decidido, la fuerza, la tenacidad, la maldita sonrisa desafiante que le enviaba, el cosmos aguerrido que luchaba contra él, el deseo enardecedor que no podía contener; el demonio se vio acorralado para tomar una decisión. Su presa se le escapaba de sus manos y al mismo tiempo le pedía que lo sometiera. Aceptaría el desafío.

Crujió sus dientes, dio un paso hacia adelante enterrando sus pies en tierra y con un grito que desgarró el aire del volcán, aplasto de nuevo sobre la pared al dorado, haciendo que su cosmos se desvaneciera. El volcán se sacudió en ese momento para luego, sumirse otra vez en el silencio.

Las manos bestiales sujetaban ese cuello casi hasta partirlo en dos, sosteniendo entre sus dedos con brusquedad el lastimado rostro del dorado, con su cabello rubio esparramados entre ellos. Las manos adoloridas, estaban al aire, como si estuviera en espera de la orden de su dueño. Sus pulmones no podían tomar aire… Aquel beso no se lo permitía… ese beso que con fuerza y violencia le arrebato el aliento apenas volvió a tocar su cabeza la corteza volcánica. Fuerte, agresivo, como si quisiera tragarlo, ofuscarlo, con una pasión sin nombre que parecía haberse dejado llevar. Aquel beso que era la respuesta que estaba esperando… esa era su verdad.

Luego de haber sucumbido ante sus lujuriosos deseos, aquello que lo incitaban a callar esa voz determinada, a borrar esa sonrisa desafiante; el demonio suelta esos labios ensangrentados, degustando el sabor afrodisiaco de su sangre, para entonces detenerse a ver la presa que había capturado y por fin, estaba totalmente a su merced. Aquel rostro aplastado por sus grandes manos, enrojecido y ahogado, intentando tomar aire aunque su agarre se lo hacía difícil, con su flequillo cayendo al lado, sus cejas fruncidas y su boca entreabierta buscando oxigeno para sus pulmones; el demonio disfruto observar ese cuadro excitante.

-Allí tienes tu respuesta, Asmita… -Murmuro el demonio, con voz ronca, aliento ardiente, igual de asfixiado más no por falta de aire sino por aplacar lo que se había despertado en él en medio de todo ese combate -Y ahora… me comeré a mi presa…
Notas finales: Gracias por sus comentarios. Ahora que el juicio ha terminado ¿que seguirá? ¡Espero les guste el final!

Spoiler Capitulo 04: "Defteros ya no pensaba. Dejándose llevar por la furia irreverente, por los deseos obscenos que fueron despertados en su letargo, dio rienda suelta a sus instintos. Mientras más lo rechazaba Asmita, en un esfuerzo inútil por detenerlo, solo hacía excitarlo más. La presa clamaba por su vida en sus brazos, la escena era demoledoramente intensa, no podía controlar los bajos deseos de su estrella… la estrella de la desgracia…"

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