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Muestrame tu Verdad por AkiraHilar

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Notas del capitulo: Ya con su presan entre manos, ¿qué hará la bestia? ¿Será capaz de dejarse arrollar por sus bajos intintos? ¿Y cuál será la verdad?
Una olfateada ligera en su mejilla, una lamida en su comisura. Defteros se acercaba al rostro de Asmita como si se tratara de una bestia saboreando lentamente su comida, aquella que había cazado con dificultad y finalmente tenía entre sus garras. Acto seguido, el demonio aplasta a su presa contra las paredes del volcán, usando su gran cuerpo como una aplanadora ardiente, de la que, en vano, el dorado intento zafarse, quedando sin aire. Sin darle tiempo de reclamar, un beso le quito el aliento que le quedaba. Lo levanta sobre él, lo aprisiona, otro beso asfixiante que no lo dejaba respirar. Asmita pronto se dio cuenta que Defteros no atendía a su llamado en busca de aire. Intento usar sus manos para alejarse de aquel rostro desnudo que devoraba sus labios, pero con tanta presión era imposible hacerlo mover. La coacción lo estaba ahogando, sus pulmones estaban quedando sin aire conforme iba sintiendo que la bestia saboreaba muy dentro de su paladar, sofocándolo.

Si Asmita no hacía nada para detenerlo, terminaría quedando sin aire aplastado por la brutalidad del gemelo. Intento con todas sus fuerzas, aquellas que le quedaban, liberarse del abrazo. Puso sus manos sobre los grandes y ardientes hombros de aquel hombre, buscando alejarlo. Todo en vano. En medio del esfuerzo, Asmita rasguño su espalda, cosa que le pareció a Defteros algo delicioso. Solo intensifico su tortura.

Entre tanto, Defteros ya no pensaba. Dejándose llevar por la furia irreverente, por los deseos obscenos que fueron despertados en su letargo, dio rienda suelta a sus instintos. Mientras más lo rechazaba Asmita, en un esfuerzo inútil por detenerlo, solo hacía excitarlo más. La presa clamaba por su vida en sus brazos, la escena era demoledoramente intensa, no podía controlar los bajos deseos de su estrella… la estrella de la desgracia…

“Eres la estrella de la desgracia” Aquella voz maldita empezó a acosarlo entre sus memorias “¿Por quién crees que estás viviendo?” Malditas memorias, maldito recuerdo “¿Entonces, nos mataras a mí y al patriarca, como marioneta de tu hermano?” “La perfecta replica que he creado” “¡La noticia que habrá mañana es que se encontraron los cadáveres de virgo y el patriarca!”… Ahogado por las memorias que pareció acorralarlo Defteros se aleja de su presa, agitado, ardiendo por dentro, para darse cuenta que apenas al soltarlo, Asmita cayó al suelo, tosiendo, buscando el aire que no le dejo respirar. ¿Qué estaba haciendo? ¿En que se estaba convirtiendo? Tantas veces peleando en contra de esa parte sombría de su ser, de su nacimiento… ¿Quién era en ese momento? Un demonio… ¿pero un demonio del mal? ¿del bien? Retrocedió, abrumado, culpable absorto de sí mismo y de haber reconocido en él el rostro de maldad de su propio hermano, aquel último que tenía de recuerdo.

-Asmita… -Murmuro aterrado ante lo que había hecho-

El dorado subió su rostro, aún rojo, con una expresión desconcertante, entre satisfacción y enojo, que Defteros no supo cómo entender. La sonrisa que se dibujo en sus labios heridos no hizo más que confundirlo.

-Definitivamente un demonio…

-¡Vete ya! -Ordeno Defteros asustado de sí mismo y de lo que podría hacer si volvía a perder la razón

-Aunque quisiera… no tengo fuerzas de hacerlo en este momento… -Susurro el dorado, tirado en el suelo, con su cabello dorado desparramándose en la corteza ardiente, como finos hilos de oro capaz de derretirse por el calor infernal - ¿O realmente me vas a devorar?

-¡Basta Asmita! - Grito el hombre desesperado

-¿A qué le temes Defteros?… ¿No puedes controlar en lo que te has convertido?

-¡Es suficiente! ¡No juegues con esto!

-Pensé que lo habías comprendido… no debes temer… todo lo que está en ti lo puedes controlar… Incluso el demonio en el que te has convertido.

-Asmita…

-Recuerda… el poder de someter tu destino, tu cosmos, todo en ti Defteros, siempre estuvo en tu interior. Solo en tí.

Asmita sonrió una última vez, una sonrisa de aprobación que caló en los sentidos del demonio, antes de caer al suelo. Defteros entendió por fin, que la respuesta no era huir… ya había huido en el pasado. La respuesta era enfrentar, incluso aquellos recuerdos y dominar su propio yo. Mostro entonces su verdadero rostro, el rostro cálido que siempre había ocultado detrás de la máscara, en medio de aquel paisaje de lava burbujeante.

La noche estaba tranquila, con solo una llovizna que acobijaba las tierras maltratadas por la tormenta. Una dulce lluvia fresca, fría, con esa temperatura que había olvidado que existía durante el tiempo que estuvo apostado en el núcleo del volcán. Defteros veía la noche húmeda desde una de las cuevas que llevaban al volcán, extendiendo sus manos para enjugarse un poco con el agua que caía del cielo. Bebió un poco y respiro el aroma de la tierra humedecida, ante de voltear y ver a su espalda la armadura dorada de virgo, en posición de reposo y visiblemente agrietada por su anterior combate, al lado de su protector, quien estaba inconsciente cubierto por el resto de su capa. Suspiro, con su mirada enternecida, lleno de dolor por lo que le había hecho…

Tomo un poco de aquella capa y la humedeció con la suave lluvia que caía, para luego acercarse al cuerpo que ahora cuidaba, limpiando las heridas de tierra y fuego grabada en su piel. El dolor sentido hizo despertar al santo, que con un gesto de incomodidad emite un quejido. Ante esa reacción, el gemelo se detuvo un momento para observarlo seriamente, aún lastimado, el rostro de su víctima y ahora paciente.

-Huele a lluvia…- Susurro Asmita, sintiendo dolor de solo mover sus labios- ¿Dónde estamos?

-En una de las catatumbas que llevan al volcán- Respondió Defteros en voz baja

-Entiendo… -Intento levantarse pero el dolor de todos sus músculos lo hizo sucumbir de inmediato - No puedo moverme…

-Debes tener unas costillas rotas, además, ni la armadura pudo protegerte del fuego de este lugar.

Otro quejido se oyó en el lugar cuando Defteros vuelve a limpiar las heridas con la tela humedecida.

-Fui duro contigo… -Volvió a musitar, arrepentido profundamente-

-Fuiste una bestia… -Confesó Asmita con su tierna sonrisa-… pero estaba consciente de que eso encontraría. Estaba dentro de las posibilidades.

Defteros empuja hacia él el cuerpo de Asmita, despejando cuidadosamente el cabello dorado de su espalda para ver su estado, terriblemente quemado y limpiarlo cuidadosamente. Recostó el rostro del santo sobre su pecho, mientras pasaba cuidadosamente el manto humedecido, frio, por cada una de sus heridas, evitando en lo mayor posible causarle más dolor.

-¿Para qué viniste?

-Vine por órdenes del patriarca a verificar algo -Susurro intentando no lanzar otro quejido de malestar -. En realidad, esperaba alguna forma de salir del santuario y esta se presento mucho antes.

-Dijiste que era algo personal.

-Cuando preguntaste no te referías al solo hecho de estar aquí ¿no? Como siempre, sacando conclusiones apresuradas.

Su corazón apacible se podía oír junto con la respiración pausada de Asmita, aderezado con leves murmullos adoloridos que caían pesadamente sobre su mente. No entendía que estaba pasando, pero dentro se sentía aliviado. Realmente deseaba verlo. Aunque haya sido su encuentro un tanto violento, el hecho de tenerlo cerca ya había sido suficiente fortuna para él. Por ello se detenía con sumo cuidado en cada herida de su espalda, limpiándola mientras disfrutaba, de nuevo, del tacto de esa piel. Aquella que había acariciada antes.

-¿Por qué me atacaste? Pude haberte matado.

-De haber sentido que tus intenciones eran esas hubiera cedido Defteros, pero en ningún momento buscaste matarme, solo querías asustarme.

-¿Esa maldita costumbre de acorralarme no? -Murmuro el gemelo con una leve sonrisa.

-No tendría la necesidad de hacerlo si fueras sincero contigo mismo

Defteros sube el paño húmedo hasta el cuello de marfil, se levanta y vuelve a humedecerlo con la lluvia, dejando correr el rastro de sangre impregnado en él para entonces regresar y seguir con su labor. Se sentó de nuevo frente a él y delicadamente sube el rostro del santo, para limpiar las heridas que le había dejado en el cuello y en su cara, no sin antes observar con dolor el cómo había maltratado tan hermoso semblante.

-Hueles distinto… -Murmuro el rubio sintiendo el paso frio de aquel paño en su frente- También sabes distinto…

-No me tientes…

-No te estoy tentando, solo te estoy estudiando. Ahora hueles a tierra caliente, a azufre, tu piel se siente más caliente… igual tu aliento - Asmita sonrío, provocando con ese gesto que Defteros se detuviera a solo observarlo-. No me arrepiento de haber venido, hice lo correcto.

El rubio hizo silencio cuando sintió la tierna caricia de los labios del gemelo en su mejilla lastimada. Un beso lleno de calor, de dulzura, aquella atrapada detrás de su máscara de demonio. Defteros beso la comisura de sus labios para limpiar el rastro de sangre y luego besarlo, como siempre lo había hecho, con esa delicadeza que lo había caracterizado desde esa primera vez. Dulces besos, acogedores, al ritmo suave de aquella llovizna, en total contraposición al ritmo acelerado que tomaba sus corazones, el mismo ritmo. Dejaron que el resto de lo que tenían que decirse se expresara en ese lenguaje.

Al día siguiente, en horas de mediodía, el patriarca se pone de pie, perplejo viendo el estado en el que había llegado su enviado del santuario desde la isla Kanon. Degel de Acuario, quien estaba a su lado, no daba crédito a lo que veía sus ojos. Quedo totalmente descolocado al ver como Asmita de Virgo, uno de los santos de oro reconocido por el dominio de su cosmos, entro a la sala del patriarca con dificultad, su armadura herida, su cuerpo lastimado y la capa devorada por el fuego hasta la mitad, salpicada de sangre. El dorado se acercó, inclinándose con dificultad ante el patriarca, quitándose su yelmo y colocándolo a un lado, manteniendo siempre su rostro de seriedad y supremo control de todo. El silencio de la sala fue pesado, mientras el gran patriarca digería la impresionante visión que estaba frente a sus ojos.

-Asmita de Virgo viene a reportarse- Anuncio el dorado con temple

-Asmita de Virgo, ¿qué sucedió para que llegaras de esta forma?

-Tal como me lo había pedido, gran patriarca, fui a la isla Kanon para verificar si ese objeto de valor estaba en poder del hermano gemelo de Aspros de Géminis.

Acuario oyó todo con curiosidad, estudiando detalladamente las heridas que eran visibles en el dorado, denotando que muchas eran provocadas por quemaduras y entonces enlazándolo al lugar donde tuvo que cumplir su misión.

-Efectivamente, el objeto está en su poder y le deje el mensaje que usted me había ordenado

-Entiendo… y entonces, ¿fue él quien te dejo de esa forma?

-Así es, la fuerza de géminis reside en él. Tuve que enfrentarlo para poder cumplir el cometido.

-Quiere decir, ¿Qué tenemos un aliado o un enemigo? ¿Qué dices de ello Asmita de Virgo?

Degel observo como el santo dorado subió su rostro, con una sonrisa llena de seguridad, que si pudiera ver a través de esos parpados cerrados seguro estaría frente a unos ojos destellando de fuerza. Nunca olvidaría esas palabras.

-Allí hay un demonio, que puede darnos la muerte o la fuerza.

Dicho eso y terminando de dar su reporte, Asmita tiene el permiso de descansar en su templo. Degel de Acuario se ofrece ante el patriarca para abandonarlo e ir a ayudar al santo herido hasta bajar las escaleras. Cuando logro alcanzarlo a punto de bajar los escalones hacía piscis, Degel lo sujeto por la espalda, pasando su brazo derecho por encima de sus hombros para sostenerlo. Virgo solo sonrió en señal de agradecimiento.

-Subiste todo esto sin ayuda y en este estado, eres admirable. -Murmuro Degel mientras dejaba que un aura fresca reconfortara el cuerpo herido, haciendo más llevadera la sensación de ardor en cada una de sus heridas.

-El único que tenía intenciones de hacerlo, además de Sisyphus y el Cid que no estaban en su templo, no podía debido a su veneno.

Degel sube su mirada y observa a Albafica, con sus ojos envueltos en preocupación observando al cuerpo herido. Trago grueso y miro hacia un lado, dando paso para que pudieran entrar por su templo y reprochándose internamente el no poderlo ayudar. Aunque quisiera sujetarlo tenía miedo de hacerle un daño con su mortal sangre. Se sentía lastimado por no poder agradecer ese gesto que Asmita le había regalado semanas atrás.

-Albafica… -Escucho el santo de cabellos celestes que vibraban al son del viento, volteando su mirada y viendo como Degel y Asmita se habían detenido.

Con dificultad, Asmita se puso derecho y echo su cabeza hacia atrás, mostrando entre sus dorados cabellos alborotados una hermosa sonrisa, cálida y sincera.

-Agradezco mucho tus palabras… -Continúo el dorado de la sexta casa-Gracias.

Sin decir más, terminaron de recorrer el templo. Albafica entendió el significado de ese agradecimiento, respirando hondo conforme el viento mecía los pétalos de aquellas rosas, sus únicas acompañantes, en medio de una sonrisa cálida, de esas que poco él podía regalar.

Siguieron cruzando los templos con lentitud, con el extremo cuidado de Degel evitando que fuera más herido de lo que estaba. Al pasar por el templo de Escorpio, Kardia vio con suspicacia el gesto recibiendo solo la fría mirada de Degel que indicaba que luego tendría su explicación. El escorpión muerde sus labios desconfiados, mirando con altivez como sus compañeros cruzaban su casa, sin hacer más pregunta.

Llegado al templo de Virgo, Degel se encargo de quitarle toda la armadura dorada y recostarlo en su dormitorio, dio órdenes precisas a las doncellas para que lo atendieran con toda la prontitud posible, y envío un mensaje a Shion de Aries para que pasara a recoger la armadura dorada que estaba agrietada y así recibiera las reparaciones pertinentes. Cuando volvió a su habitación se encontró con el santo de virgo, dormido, totalmente rendido por el cansancio.

-¿Entonces también serás enfermero de Virgo, Degel?

La pregunta hecha de forma irónica al apenas atravesar el templo de Escorpio hizo detener a Acuario, volteando con una mirada fría como las heladas tierra de Bluegard

-Un santo de oro viene en esas condiciones y nadie hace nada para ayudarlo. Ni siquiera tu, Kardia.

-No voy a ayudar a ese extraño que ni siquiera conversa con nosotros.

Kardia estaba recostado en una columna de su templo, con mirada ardiente y una mueca airada que no sabía definir si era de ironía o de celos. Tal vez las dos cosas.

-Eres un egoísta -Murmuro el acuariano siguiendo su camino

-¿Egoista eh? Sabes que no me gusta compartir.

Degel se detiene de nuevo, volteando otra vez para ver el rostro de Kardia, visiblemente molesto, como un niño que le hubiera arrebatado su juguete. Se dio vuelta y dio unos pasos hasta ponerse frente a él, denotando en su mirar una firme determinación. Entendía como se sentía su compañero, pero en ningún caso esa actitud era justificable dada las circunstancias.

-Asmita viene después de haber enfrentado al gemelo de géminis para cumplir una misión del patriarca. Deberíamos tener consideración Kardia.

-¿Al gemelo de géminis? -Susurro Kardia impresionado, sintiendo que su sangre empezaba a hervir dentro de su piel, invadido de curiosidad- ¿Tan fuerte es?

-¿Lo dudas? Mira el resultado… de verdad es un hombre temible.

Degel miro hacia a un lado, aún recordando el estado en que había llegado su compañero, sin darse cuenta como en ese momento los labios de Kardia dibujaron una sonrisa siniestra, llena de intenso placer premeditado.

-Un interesante Trofeo… (*)

No bien había terminado de murmurar esas palabras cuando de improvisto Degel lo sostuvo contra la columna, fuertemente, clavándole una mirada helada llena de autoridad.

-Ni lo pienses.

Kardia sonrío plácidamente, logrando el cometido que buscaba, tener la total atención de su compañero. Lamio un poco su labio inferior para luego deshacerse del agarre de acuario y usar a su tiara para hacer malabares entre sus manos.

-Kardia…

-Tranquilo, no pienso hacerlo… al menos no por ahora.

Mientras tanto, en el volcán el demonio descansaba luego otra sección de entrenamiento en el más rojo vivo. Suspiro luego de aspirar el aire venenoso del cual ya estaba acostumbrado y recuerda esas últimas palabras dichas antes de despedirse.

-¿Vendrás de nuevo? - Pregunto al dorado, que a pesar de sus heridas se había puesto en pie, dispuesto a regresar

-¿Quieres que regrese? -Respondió con otra pregunta, dejando que su cabello dorado destellara su máximo brillo ayudado por el sol.

-No te conformaras hasta oírlo ¿no? Sí, quiero que regreses.

-Esa es tu verdad…

Defteros lo observo con añoranza, sabiendo que ya no podría tenerlo tan al alcance como estaba acostumbrado en el santuario, pero que al menos, seguiría contando con la promesa de su regreso, de forma impersonal… de seguro sería tal vez la única.

Asmita extendió su mano, con algunas heridas visibles, gesto que acepto el gemelo sin quejas, acercándose a él, mientras que ambas manos blancas se fijan en su rostro y lo guía hacía el de él, en un beso de despedida que saborearía hasta su regreso. Luego, toca por última vez ese rostro, redibujando cada contorno con suma delicadeza.

-Recuerda, que tienes un lugar esperando en el santuario… cuídate.

Defteros abre sus ojos, viendo su nuevo hogar, sabiendo, tan bien como el mismo Asmita sabía, que no habría regreso. Ese sería su nuevo y eterno escondite, hasta que el tiempo llegase, hasta que la guerra culmine. Desde allí despediría el cálido cosmos de su amante, dos años después…
Notas finales: (*) Para ver que ocurre con Kardia y su reciente trofeo descubierto les invito a leer el fic de mi amiga stardust en su comunidad. Se llama la bestia adormecida. ¡Quedaran con ganas de más! es un fic DegelxKardia

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