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A Reason To Live por elyon_delannoy

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Notas del capitulo:

Empiezo pidiendo disculpas porque no logré que el chino se desnudara en este capitulo u.u

A cambio les traje un capi XL xD y un trozo de Aioros/Saga sólo porque necesitaba desesperadamente algo de ellos (También quiero leer desesperadamente algo de Sysiphus y Aiacos pero no, no los meteré en esta historia xD)

Capi dedicado especialmente a Cybe (porque me tiene sufriendo con éstos dos separados T_T y porque es en parte culpable de que el arquero se me aparezca hasta en sueños últimamente =P) y a Neran (porque también ha estado alimentando ese monstruo de Aioros y Saga) Ah, ya Sofhi (porque entre nos yo sé que te gusta la pareja y desde antes ya te olía a ambos juntos xD)

Cuando empece a escribir esto...no me di ni cuenta que iba en la pag 5 y una vez superado el bloqueo que me viene en la pagina 6, ni supe como llegue a la pag 11 xDD

En fin...espero que les guste .

Disclaimer: Ya lo dije en el primer capi...ninguno de los santos ni SS me pertenecen...pero los mocosos del refugio, esos son todos míos =P

More that I can stand

Habían pasado dos días desde que rechazara la oferta de Milo y Saga se preguntaba cada treinta minutos cronometrados, si había sido la decisión correcta. Kanon no sólo había comenzado a actuar un poco más raro de lo común desde hace un par de días, si no que comenzó a quedarse levantado por las noches otra vez, a pasarse horas encerrado en el templo. Para Saga era una clara señal de que las pesadillas no se habían terminado y, poniéndose en el peor de los casos, habían empeorado. Y Kanon seguía sin decirle nada por no preocuparlo más de la cuenta. Debería decirle que el efecto había resultado inverso. Los días anteriores había vuelto a pasar la noche en vela, como siempre excusándose en que tenía trabajo atrasado que completar, con el único fin de asegurarse que ataques de pánico como el de hace un tiempo no volviesen a repetirse. Estaba seguro de que Kanon ya no creía en sus excusas pero las terminaba por aceptar sin mayores reclamos.

Sin embargo, a pesar de la conducta de Kanon, lo que más despertó su preocupación ocurrió esa mañana, cuando se alistaba para continuar con la instrucción de los pequeños del refugio.

Kanon le había dicho que quería encargarse de ellos. Que le había gustado trabajar con los aprendices más grandes pero que estaba cansado porque los muy malcriados no hacían nada si él no lo hacia también. Que quería ver que tal le iba con los menores. Saga sabía que su hermano no tenía problemas para relacionarse con niños, las fotos que había visto seguían grabadas a fuego en su memoria como prueba de ello. Esa había sido la razón por la que su castigo había consistido en reemplazarlo en el refugio. Como una forma de hacerlo participe de algo que comprobadamente le agradaba y que no admitiría así como así. Que hubiese ido y casi rogado que le dejara hacer tal cosa, a un paso de admitir que era importante para él, lo había descolocado. No había aceptado al principio por simple recelo ante una actitud poco propia de su gemelo. A pesar de ello, el gesto decepcionado que hizo Kanon al escuchar su negativa le hizo recular y prometerle que hablaría con Aioros, y si éste no veía problemas, las criaturas eran todas suyas. Mal no le vendría, después de todo. De hecho, en esos momentos debería estar metiéndoles en la cabeza a los pequeños una oscura guerra acontecida hace medio siglo y buscando formas para explicarles que había sido algo bueno. Aprovechándose de la intención de Kanon de quedarse con los niños, y escudándose en que sería mejor hablar con Sagitario de inmediato, le encargó la tarea a su hermano. Kanon tenía una imaginación extraordinaria. Que se las arreglara como le fuera posible para hacer lo que él no podía; justificarle la necesidad de luchar a mocosos que no sabían ni sonarse la nariz sin ayuda.

Se detuvo frente a la puerta que daba al despacho de Aioros en el refugio, sin animarse a tocar. La presencia del griego siempre lo ponía nervioso y desde que salieran aquella vez, la sensación de contrariedad no lo abandonaba teniéndolo cerca. Cambió el peso de pie repetidas veces y alzó el brazo para tocar otras tantas, siempre arrepintiéndose a último minuto. Si Kanon se sentía tan idiota cuando Saga se burlaba - la mayoría de las veces por seguir a Dohko como perrito faldero - tal como él se sentía en esos momentos, dudando en realizar una acción tan simple…prometía no reírse nunca más.

Aguzando el oído, podía escuchar a través de la puerta el crujir de las hojas cuando eran pasadas, dedos impacientes tamborileando contra la mesa, que se detenían por momentos para continuar luego de que escuchara como el griego soltaba el aire que había retenido por la misma cantidad de segundos. Podía jurar que Aioros tarareaba mientras leía. Saga se habría pasado horas imaginando que hacia Sagitario del otro lado, si su voz no lo hubiese sobresaltado, llegando a sus oídos apagada por los gruesos muros que los separaban.

- Tienes, exactamente…- Aioros hizo una pausa y escuchó el sonido de metal arrastrándose por madera - …treinta y cinco minutos para decidirte a entrar.

Saga sonrió avergonzado mientras empujaba la puerta sin esfuerzo. Talvez sería buena idea pedirle a Kanon que le explicara cómo lograba eso de esconder su cosmos completamente. Se ahorraría hacer el ridículo de manera innecesaria.

Aioros lo miraba por sobre la mesa, con esos ojos eternamente bondadosos y con esa sonrisa que podría iluminar pueblos enteros por dos semanas sin problemas. Con esa expresión de cariño que provocaba que el remordimiento y la culpa le apretaran el pecho y la espalda se le tensara al saberse poco digno de ser destinatario de tal sentimiento. Y que al mismo tiempo, hacía que le ardieran las orejas, que las palabras se tropezaran en su lengua y que los huesos se le volvieran de gelatina. Se sentó en uno de los sillones de la habitación, con el fin de prevenir que la debilidad que sentía en las rodillas fuese demasiado notoria.

- ¿No deberías estar correteando niños pequeños en estos momentos? – preguntó Aioros, con una sonrisa divertida. Saga suspiró.

- Necesito hablar contigo.

Aioros fijó la vista en el escritorio, repentinamente incomodo con la situación. Temía que el gemelo hubiese estado culposamente haciendo un recorrido por sus memorias, reviviendo con afán enfermizo cada uno de los errores que había cometido. Como si necesitara de ese recordatorio doloroso para obligarse a hacer las cosas bien esta vez. Titubeó en contestarle y notándolo, Saga aprovechó el momento para ofrecerle una salida.

- Puedo volver más tarde si estás ocupado – dijo mientras se impulsaba apoyando las manos en los brazos del sillón – De todas formas, ya no tengo apuro.

- No, no, no – replicó atolondrado Sagitario. Paseó la vista entre Saga y el escritorio un par de veces. Entre el gemelo y el papeleo que estar a cargo del refugio le significaba, Saga siempre era una mejor opción. Así se lo hizo saber al gemelo, interrogándolo con la mirada - ¿Alguna vez no he tenido tiempo cuando se trata de ti?

El calor que se acumulaba en las orejas del geminiano se extendió sin demora a través de sus mejillas. Se dejó caer nuevamente en el sillón, desviando la mirada y carraspeando avergonzado. La risa de Aioros se escuchó apenas, contrastada con el ruido que la silla del santo hizo al levantarse éste. Por el rabillo del ojo, Saga vio a Aioros rodear el escritorio hasta encontrarse frente a él.

- Estoy bastante seguro de que no estuviste 10 minutos parado frente a la puerta para quedarte callado ahora – murmuró el griego cruzándose de brazos y recargándose contra el mueble, sus ojos estudiando concentradamente el rostro de Saga - ¿Me equivoco?

Saga negó con la cabeza y fijó la mirada en las botas de Aioros: si miraba directamente en ese mar calmo que eran los ojos de Sagitario, no terminaría jamás de decir a que había ido.

- Kanon ha estado actuando un poco…raro últimamente.

Aioros pudo notar como en ese momento empezó a respirar tranquilo. Por supuesto que se trataba de Kanon; Saga no hacía otra cosa más que hablar de lo mucho que su hermano había cambiado. Cambiaba, porque aparentemente, era algo constante. No negaría que se sentía un poco desilusionado, sin embargo. Por unos segundos, y por más que los nervios hacían la sensación desagradable, creyó que Saga quería hablar de lo que ocurría entre ellos. O de lo que no había ocurrido, para ser más exactos. Más allá de decirse lo que sentían – con varios días de diferencia, si no recordaba mal – no habían compartido más que un par de besos tímidos, robados casi a la fuerza de los labios del gemelo. Abrazos, caricias inconcientes por el pelo o la espalda parecían estar vetados. Aioros suspiró; no quería presionar a Saga, así que no lo buscaba más que cuando la añoranza se le hacía insoportable. Suerte para él, el gemelo siempre acudía en su búsqueda si algo amenazaba con atormentarlo, por lo que no sentía la necesidad de perseguirlo con frecuencia. Tampoco intentaba llevar las cosas más allá; salvo esas dos ocasiones en que había logrado besarlo. Si lo intentaba, probablemente Saga huiría despavorido. Sonrió ante la imagen que se dibujó en su mente; como si eso fuera posible. El geminiano no huiría pero, con toda seguridad, cortésmente le pediría que dejara de insistir y le esquivaría la mirada como un profesional por varios días.

- Kanon actuando raro – murmuró Aioros, intentado sacudir la sensación desagradable que se le asentó en el estomago – No, lo siento. No puedo imaginármelo.

- Estoy hablando en serio – contestó Saga alzando la vista, una sonrisa asomando contra su voluntad.

- ¿Raro como en "loco" o raro como en "loco y enamorado"? – preguntó Aioros llevando las manos hacia atrás y levantándose con los brazos para sentarse en el escritorio. Saga apoyó los codos sobre las rodillas, imitando la acción que en ese justo momento realizaba Sagitario y ambos inclinándose hacia delante, los ojos fijos en los del frente a pesar de que se encontraban a diferentes alturas. Como si estuviesen cuchicheando en secreto. Como tantas veces se habían contado chismes años atrás.

- Kanon no está enamorado – susurró Saga.

- Creí que esa había sido la conclusión a la que habíamos llegado – susurró también Aioros, imitando el tono de Saga. Sonrió de nuevo, entrelazando los dedos de sus manos para evitar la tentación de ir y acariciar el rostro del gemelo. No le importaba actuar como un muchachito si eso significaba ver más seguido el gesto divertido que adornaba el rostro de Saga.

- Me dijo que no le gusta…

- Y si la memoria no me falla, se enojó cuando se lo planteaste…

- Eso es porque Kanon cambia de humor como se cambia de ropa. Si se lo digo ahora, probablemente se reiría – la voz de Saga se había convertido en un murmullo apenas audible. Tanto, que Aioros estaba seguro de que terminaría arrodillándose delante de él para poder escucharlo. Y poder ver más de cerca ese brillo que hacía relucir sus ojos extraordinariamente verdes.

- No, eso es porque Kanon es como un niño…loco y enamorado – musitó Aioros, aún susurrando y mordiéndose la punta de la lengua para no reír ante la noción de que ellos dos actuaban de la misma manera. Y ambos parecían disfrutarlo.

- No. Kanon está simplemente loco – resopló Saga mientras se dejaba caer hacia atrás en el sillón, rompiendo el encanto del momento. Aioros gruñó por lo bajo y volvió a recargar las manos en el escritorio – Quiere ayudar con las clases del refugio.

- Supuse que eso era lo que querías – dijo Aioros, sintiéndose ligeramente desconcertado – Que se integrara a las funciones del santuario. Como para que no tuviese excusas para marcharse.

- Si. No. No sé. Es que son terremotos de cuatro, seis años. Poner a Kanon a cargo sería un desastre – Saga hizo el intento de hundirse en el sillón y luego dejó caer los brazos en un gesto derrotado – Le dije que no…

- Y sin embargo, estás aquí – le interrumpió Sagitario alzando las cejas ante lo irónico de la situación.

- Porque no fui capaz de decirle que no la segunda vez – Saga se pasó una mano por el rostro, de un momento a otro sintiéndose abrumado. Miró a Aioros un par de segundos antes de quitarse la mano de la boca - ¿Tú que crees? También conoces bien a Kanon. ¿Qué crees que pretende con eso? – Aioros contestó sin pensar.

- La verdad es que ya no conozco demasiado a nadie por aquí – murmuró, arrepintiéndose enseguida al ver el respingo de Saga – Quiero decir…

- Sé que quieres decir – intervino Saga, recuperando ese aire melancólico que parecía seguirlo a todas partes y que se había esfumado por míseros minutos – Tú hermano ya no es el niñito que imitaba todos tus gestos; Shura ya no es tan seguro de si mismo; Kanon ya no es el quinceañero rebelde que juraba por su vida que lo negro era blanco y al revés. Milo ya no es el mocoso que lloriqueaba cuando no sabía como bajarse de los árboles. La ultima vez que estuviste con todos ellos, más de la mitad no te llegaban ni al pecho. Yo…

- Saga, basta.

- Yo no soy el muchachito fuerte y correcto de antes. Ese que estaba seguro de que todo cuanto hacía era lo que estaba bien y que los demás debían imitar. No soy ni la mitad de grandioso de lo que creías que era hace quince años – su voz había adquirido un perfectamente disimulado temblor y agachó la vista otra vez para ocultar el dolor que debía expresarse en su rostro – Ni siquiera puedo mirarte sin recordar que…- algo blandito chocando contra su cabeza le hizo cerrar la boca. Una de las muñequeras que Aioros solía usar descansaba en su regazo y se obligó a mirar al arquero, encontrándose con el rostro molesto del griego.

- Dije que basta – la voz de Aioros sonaba autoritaria pero en ningún momento perdió la calma – Tienes razón. En mi mente, siguen siendo los niños malcriados que debíamos perseguir todo el día, la semana completa. Porque no estuve cuando comenzaron a convertirse con los hombres que son ahora. Pero no voy a tolerar que digas que has dejado de ser la persona que yo admiraba por sobre todas las cosas. De entre todos, eres el único que sigue siendo como lo recuerdo. La única diferencia es que insistes en sentirte culpable y mientras no seas capaz de dejar eso a un lado, mientras no seas capaz de hacer las cosas sin pensar un millón de veces antes qué puede salir mal…Vas a seguir estancado.

Saga soltó aire, la acción acompañada del temblor que le recorría el cuerpo cada vez que estaba a punto de perder el control y se negaba a hacerlo. Desvió la mirada otra vez, mientras Aioros volvía a hablarle, agitando la cabeza.

- Yo quiero seguir adelante, pero no me estás dejando. Creo que todos buscan lo mismo. Y tú insistes en mantenerte atado a todo lo que ha sucedido. Asumo que piensas…que olvidarlo es como…ignorar a que grado ha afectado nuestras vidas. Que actuar como si nada hubiese pasado es descarado. Entonces no te pido que lo olvides. Pero te pido, te ruego si es necesario, que dejes de usarlo como excusa para no seguir avanzando. Enfréntalo, acéptalo, saca lo que te sirva para aprender de ello y el resto hazlo una bola y échalo a la basura. Y sigue caminando. Conmigo – Aioros sonreía, como siempre, en ese gesto suave que lo caracterizaba. Podía notar a Saga tragando contra el nudo que se le formaba en la garganta, el brillo húmedo de sus ojos tambaleándose mientras trataba de absorber lo que acababa de decirle, los labios apretados con fuerza que se debatían entre sonreír ante su actitud siempre optimista o hacer una mueca de incomprensión por el mismo motivo. Quiso ir y demostrarle cuan ciertas eran las palabras que había dicho pero se contuvo, creyéndolo inapropiado – Me preguntaste que creía de las intenciones de Kanon. Estoy de acuerdo con que lo haga. Porque creo que tu hermano está tratando de encontrar el lugar al que pertenece y nos corresponde ayudarlo a hacerlo. Creo que tu hermano está tratando de salir adelante por sus propios medios y eso está bien. No puedes estar pendiente de todo lo que hace o porque lo hace. No puedes tenerlo todo bajo control. Si quiere sufrir por su cuenta con los terremotos de cuatro o seis años, como dices, déjalo. Ayúdalo, apóyalo, pero deja que tome sus propias decisiones. Si se equivoca, levántalo. Si no, siéntete orgulloso de lo que ha logrado.

Saga fijó por fin sus ojos en Aioros. No era la primera vez que el arquero lo increpaba de esa forma por su actitud. El gemelo se esforzaba por hacer lo que Sagitario decía pero cada cierto tiempo, la voluntad lo abandonaba. Y allí estaba siempre él, sirviéndole de apoyo y mostrándole salidas cuando se sentía atrapado en un callejón. Aioros lo hacía sonar tan fácil, lo hacía parecer tan sencillo. Saga no lograba comprender como podía olvidar con tanta desenvoltura todo lo que había hecho, como podía escuchar tan impasible cada vez que le recordaba las atrocidades que había cometido estando bajo la influencia de su lado maligno. Como podía perdonarlo y más aún, como podía querer estar con él. Lo hacia sentir todavía más avergonzado. Pero Saga no tenía, tampoco, la voluntad para negarse al arquero.

- Entonces, ¿estamos de acuerdo con esto? – preguntó Aioros esperando obtener una respuesta más directa del gemelo. Que le hablara por lo menos.

Saga jugueteó con la muñequera antes de levantarse y asentir en silencio. Cómo seguían teniendo al vejestorio de Shion como patriarca, era otra cosa que no podía entender. Aioros haría un trabajo excepcional. Le tendió la muñequera antes de responder.

- Estamos de acuerdo. Ni que te causara sorpresa. Pero si alguno de tus niños termina traumatizado, yo diré que hice lo posible por convencerte de que era una mala idea.

Aioros rió y en vez de tomar la muñequera, apretó los dedos de Saga, notando el nerviosismo que ese gesto provocaba en el mayor.

- Cuando dije que me alegraba poder tener esta oportunidad, era la verdad – murmuró suavemente. El sonrojo en el rostro del gemelo volvió a hacerse presente y el arquero sonrió, seguro de que pronto Saga empezaría a tartamudear – Y cuando dije cuanto te quería, era muy enserio.

Saga volvió a asentir recogiendo la mano y carraspeó un par de veces, frunciendo el cejo cuando escuchó a Aioros reír otra vez.

- Si…está bien…Bueno, dejo que…que sigas con lo que estabas haciendo…Iré a hablar con Kanon… Te…Te veo luego.

Aioros siguió con los ojos a Saga, disfrutando de las reacciones que podía generar en el gemelo. Volvió a su lugar en el escritorio y antes de que el geminiano cerrara la puerta tras de sí, lo llamó. Saga asomó tan sólo la cabeza por el espacio que dejaba la puerta.

- Dile a Kanon que se deje de hacer el tonto con Dohko. Y te espero en mi templo para la cena. Tengo unos antojos inmensos por comer lasaña.

El arquero disfrutó casi con culpa la sonrisa que se dibujó en el rostro de Saga pero tan pronto éste desapareció tras la puerta, suspiró. Tendría que tener más paciencia de lo que había previsto para lograr que Saga se sintiera cómodo estando con él y esta vez, paciencia parecía ser lo que menos tenía. Ya había perdido suficiente tiempo antes y no tenía planeado hacerlo otra vez. Por momentos pensaba que dejar las cosas como estaban era lo mejor. El recuerdo de los labios de Saga sobre los suyos era lo único que le hacía desechar ese pensamiento.


Dohko aún respiraba agitado. Llevaba talvez diez minutos sentado contra el respaldo de su cama, con las sabanas enredadas en las piernas, limpiándose viciosamente las lágrimas que silenciosas y sin permiso se escurrían por sus mejillas. Una sonrisa fatigada hacia juego con la expresión de sus ojos. Se sentía tan miserable en esos momentos que le parecía gracioso y la risa, que parecía comenzar en lo profundo de su pecho, moría antes de llegar a su boca. A esas alturas, era inútil intentar negarse nuevamente cuanto le afectaba la ausencia de Kanon.

Sabía que la disculpa que le había dado al gemelo no era suficiente para absolverse por la forma en que había reaccionado. A pesar de ello, esperó pacientemente a que el griego comenzara a echarlo de menos después de unos días y volviera arrastrando los pies como siempre. Al tercer día, aceptó que esta vez no sería así.

Con los días, tanto el remordimiento como la melancolía, que regresaron tan pronto se apagó el eco de la cháchara constante del geminiano en su templo, parecían comérselo por dentro y poco a poco estaban acabando con el poco equilibrio que en esos dos meses había logrado conseguir. Y con ese remordimiento y esa añoranza que traían los recuerdos, volvieron también las pesadillas. Y con las pesadillas, resurgió la frustración, la disconformidad y esa rabia que no sabía exactamente de donde provenía.

El cansancio volvía a hacerse presente. Las tormentas emocionales que le impedían descansar, desenvolviéndose con fuerza tanto en su mente como en su corazón. Y a todo eso, se le sumaba el conflicto que sus sentimientos por Kanon generaban. El recelo natural, y al mismo tiempo la necesidad de tenerlo cerca, que le provocaba su apariencia tan similar a Defteros. La noción, que se repetía incansable con cada recuerdo, de que no era para nada como él y que se había hecho un espacio en su corazón por sus propios medios.

Se le sumaba, también, el hecho de que sus pesadillas habían cambiado drásticamente. Ya no sólo estaban conformadas por recuerdos de las batallas que había vivido, de los que habían muerto frente a sus ojos o por sus puños. No sólo lo acosaban los cadáveres de sus enemigos, de sus amigos, de sus aprendices reclamándole el que él estuviese vivo y ellos no. También estaba ese silencio que hacia retumbar sus pasos con demasiada fuerza, esa sensación de estar completamente solo. El que no pudiese dar con el paradero del griego. O que cuando lo hacia, eran ojos velados los que lo miraban de vuelta. El hecho de que su mente jugaba mostrándole las condiciones en que sus nuevos compañeros terminarían la próxima guerra santa. Una guerra que en esos momentos se veía lejana y poco probable pero que estaba latente. Siempre estaban latentes, esperando el momento oportuno para saltarles encima. Sentía ganas de agarrarlos a todos y encerrarlos en algún lugar donde ningún dios pudiese encontrarlos. Y dejar a Athena que se las arregle como pueda. Era la diosa de guerra, después de todo. Podría hacerlo sin sacrificar la vida de varios hombres.

Rió sin ganas ante las tontas ideas que cruzaban su mente en ese momento. Suspiró con fuerza, su cuerpo sintiéndose ya más relajado. Le parecía increíble que todo eso se hubiese desencadenado de un momento a otro simplemente porque el gemelo se había molestado con él. Y que para variar, aceptaba su responsabilidad en que así hubiese ocurrido. Porque se sentía culpable por haberlo humillado de esa manera tan innecesaria. Porque además, no quería que se acercara y al mismo tiempo ansiaba que así fuera. Porque, para darle un poco de tranquilidad a su conciencia, había terminado por aceptar que sentía cosas por él que llevaban más de doscientos años dormidas. Que precisamente por eso se sentía tan reacio a ir y decirle que lo sentía y que no toleraba no saber que hacía a cada segundo. Porque lo mostraba en su faceta más dependiente y hace años, eso lo había llevado a humillarse a si mismo. Temía que la historia volviese a repetirse. Shion parecía temer lo mismo, por eso insistía en pedirle que pensara las cosas. Y por los dioses, mientras más lo hacia, más se confundía.

Se levantó con decisión. Se dio una rápida ducha y a pesar de que una vocecita en su mente insistía en gritarle que estaba tomando una decisión acelerada, se dirigió a Géminis dispuesto a darle termino a todo ese problema. La verdad, no sabía muy bien que hacer ni que decir, pero seguir allí, atormentándose y ahogándose con sus propios pensamientos, no lo llevaría a nada. Y viéndolo por el lado positivo, no podía resultar peor que hace doscientos años. Que alguien se atreviera a decir otra vez que de optimista y esperanzado no le quedaba nada.


Géminis se veía desierto. No podía distinguir el cosmos de ninguno de los gemelos y era bastante obvio que Saga no se encontraba en la tercera casa, empero, con Kanon no podía estar muy seguro, así que decidió adentrarse por uno de los pasillos. Esperaba que fuera el que lo llevara hasta la sala principal. Un par de pasos y pensó que talvez sería mejor volver a Libra, sin embargo, optó por llamar al muchacho. Si no respondía, al menos podría alegar que lo intentó. Y por lo que veía, esa no era su semana más afortunada.

- ¿Qué haces aquí?

Kanon definitivamente no sonaba tan sorprendido como su rostro dejaba entrever. Lo que lograba ver de su rostro, al menos, porque el cabello empapado le tapaba un poco las facciones y otra parte era ocultada por la toalla con la que intentaba sacudirse el agua de los largos mechones. Mechones que inconscientemente siguió con la mirada, notando que las puntas de colores ya no estaban. Le parecía increíble que su mente sólo pudiese pensar en que Kanon, por lo visto, se había recortado el cabello y no en el hecho de que no llevaba camiseta. Y que por ende, las hebras azulosas se pegaban sin inconvenientes a la piel acanelada y gotitas de agua resbalaban sugestivamente por los tonificados músculos del gemelo. Un carraspeo le obligó a detener el curso de sus ojos, interesados en seguir el recorrido que un par de gotitas hacían hasta el borde del pantalón del griego. Levantó la vista para encontrarse con la expresión ligeramente perpleja de Kanon.

- Quería disculparme contigo…por lo del otro día – murmuró Dohko desviando la mirada cuando Kanon comenzó a pasarse la toalla por el pecho. Lo escuchó suspirar.

- Te dije que estaba bien.

Vio por el rabillo del ojo que el gemelo se metía nuevamente en la habitación de la que había salido, para reaparecer en el pasillo unos segundos después, intercambiando la toalla por una camiseta blanca.

- Pero aún estás molesto – Kanon hizo una pausa pero no lo miró al contestar. Podía imaginarlo rodando los ojos.

- No estoy molesto – dijo echándose la camiseta sobre la cabeza.

Dohko no podía deshacer la sensación de que estaba siendo cruelmente ignorado. Y tanto que le había costado decidirse a ir por él.

- No te he visto en una semana. La ultima vez que no te vi por más de dos días fue cuando discutimos…hace tiempo – musitó el chino sin despegar los ojos del suelo, avergonzado de las cosas que el gemelo le hacia decir.

- He estado ocupado – Dohko frunció el cejo. Las respuestas de Kanon ya le parecían demasiado evasivas y cortantes. No las daría si de verdad no estuviese molesto. Contrario a la disposición con la que había llegado a Géminis, comenzaba a enfadarse. El que siguiera intentando pedirle humildemente disculpas a Kanon empezaba a tornarse ridículo. Y empezaba a sentirse como un niño testarudo y porfiado.

- Es obvio que estás molesto. Ya te he dicho que lo lamen…

- ¡Por todos los dioses! – bufó el griego agitando los brazos y por fin, poniendo su completa atención en el moreno – Te dije que he estado ocupado y que no estoy…

Kanon cerró la boca segundos después de absorber la apariencia de Dohko. Se veía chiquitito, cambiando el peso de pie cada tanto y flectando los dedos en un gesto nervioso. Sus ojos se revolvían con ansiedad evitando desesperadamente mirarlo con fijeza. Podía notarlos levemente enrojecidos y la piel alrededor de ellos más marcada de lo usual, delatando, junto a las líneas del resto de su rostro, lo fatigado que debía sentirse el chino. Se sentía especialmente calificado para descifrar aquella apariencia; la había visto infinidad de veces en su propio reflejo. Dohko se mordisqueaba el labio, aumentando esa apariencia de jovencito perdido e inexperto y Kanon sintió la irrefrenable necesidad de cerrar la distancia entre ambos y rodearlo con sus brazos, fingiendo que éstos eran una barrera para todo cuanto acosaba al moreno. No lo hizo porque le aterraba la noción de sentir tales deseos cuando se trataba del chino. A pesar de eso, no podía negar que le alegraba saber que su presencia resultaba, de alguna manera, necesaria para Dohko y junto con ello, se reprochaba haber intentado ignorarlo desde un principio. Tomó aire con fuerza, obligando a sus ojos mirar hacia otro lado y a su voz, permanecer tan estoica como hasta ese momento. Que su resolución de ignorar a Dohko se hubiese ido al demonio no era sinónimo de que le demostraría con qué facilidad hacia tambalear sus decisiones.

- Mira, si tanto necesitas retribuirme por esa "humillación" que, dices, me hiciste pasar…- Kanon se pasó una mano por el pelo y luego fijó ambas en sus caderas, tornando nuevamente la mirada con fuerza hacia los ojos del chino - …puedes venir conmigo y ayudarme con los niños del refugio. No tienes que hacer nada si no quieres, pero mantén los ojos en ellos para que no se me pierda ninguno, que si no, Aioros me mata.

Dohko dio un respingo involuntario tan pronto escuchó las palabras niños y refugio en la misma sentencia. Hubiese preferido cien veces que el griego le pidiera hacer sus informes el resto del año. Porque lo que proponía era una muy mala idea. Sobretodo en esos momentos en que estaba comprobadamente inestable a nivel emocional y las pesadillas seguían suficientemente frescas en su memoria como para que la mera idea de unir aprendices, Kanon y él en la misma escena desencadenara una cascada de imágenes horribles. Se vio tentado a negarse rotundamente a hacer algo semejante pero Kanon lo miraba con las cejas levantadas, diciéndole sin palabras que ya sabía que su respuesta sería negativa. Si rebuscaba un poco más en sus ojos, diría que incluso había un ligero reproche en ellos y una decepción implícita. Lo vio darse la vuelta sin esperar más respuesta y cuando se agachada a coger una mochila en la que no había reparado con anterioridad, Dohko dejó salir el aire en un suspiro tembloroso.

- Está bien – musitó, la voz tiritona para aquel que prestara atención suficiente. Kanon lo miró por sobre el hombro, esperando algo más. La segunda vez, Dohko logró imprimirle más seguridad a su voz. No sabía si para demostrarle a Kanon que sentía lo que decía o para convencerse a si mismo de que era algo que podía hacer sin perder la calma – Está bien. Te…te acompañaré y te ayudaré con…- jamás le había parecido tan complicado pronunciar una palabra así de sencilla – Te ayudaré con los niños. Y quedamos a mano.

Kanon seguía mirándolo impasible y el chino dudó por un momento de que el gemelo realmente le ofrecía esa opción para saldar, lo que él consideraba, una deuda. Segundos después, el griego daba un paso al lado, aún completamente mudo, y estiraba el brazo indicándole que caminara.

Todavía no muy seguro, hizo lo que el muchacho le decía y un par de pasos luego de pasar frente a él, quiso voltear y preguntarle con qué exactamente debería ayudarlo. Kanon cortó sus intenciones poniéndole una mano en la espalda y empujándolo, sin brusquedad pero con firmeza, dándole a entender que ya no podía dar marcha atrás. Dohko exhaló derrotado y Kanon finalmente se permitió una sonrisa satisfecha. Encaminar al chino hacia donde lo quería no resultó para nada difícil, salvo por las innumerables veces en que se vio tentado a volver a Libra como si nada hubiese sucedido. Recién en esos momentos, el gemelo lograba dilucidar los beneficios que la paciencia traía consigo.


Minutos más tarde, ambos se encontraban caminando por el bosque, rodeados por un grupo de al menos ocho pequeños entre los que el mayor debería tener, como mucho, seis años. Dohko hacía lo posible por mantener la distancia de los niños y en secreto, agradecía que éstos estuviesen más entusiasmados en tratar de colgarse de Kanon que en prestarle atención a él. Sus ojos recorrían los alrededores, fingiendo que se encontraba terriblemente interesado en esos parajes que conocía de memoria, sin embargo, no podía acallar las risas, cuchicheos y chillidos que llegaban a sus oídos. Terminó por fijar su interés en Kanon, imaginando que los pequeños no eran criaturas que en un par de años pasarían a ser aprendices de caballero.

El gemelo se veía sorprendentemente cómodo interactuando con ellos. Y de hecho, parecía que había olvidado completamente la presencia del chino. Un niño de cabellos verdes oscuros sujetaba con fuerza una de las manos del gemelo, caminando distraído mientras analizaba cada cosa que llamaba su atención y riendo cuando Kanon lo levantaba sin esfuerzo para que saltara los troncos o baches que cruzaban su camino. En brazos, el gemelo cargaba a una pequeña niña, tres o cuatro años talvez, de ojos azules enormes y rizos dorados, que refregaba la cara en el hombro de Kanon riendo. Los demás se dedicaban a correr un par de pasos, se detenían para decirle algo a Kanon y después de escuchar la respuesta que éste les daba, seguían avanzando. Liderando la cuadrilla, iba un pequeño de cabellos rojizos, largos y desordenados, que cargaba la mochila de Kanon. Cuando volteó para pedirle instrucciones al gemelo, descubrió con asombro que era el mismo pequeño que le había costado un mes de castigo al griego. Volvió a mirar a Kanon con una pregunta en los ojos, pero el gemelo, después de contestarle al muchacho, continuo enzarzado en lo que parecía una seria conversación con otro de los niños, que caminaba de espaldas para poder mirar al geminiano. Dohko sacudió la cabeza sonriendo; olvidaba que Kanon tenía una facilidad increíble para comportarse como alguien de esa edad y sin duda, no le costaba mayor esfuerzo mantener una conversación de tú a tú con los pequeños aprendices.

Llegaron a un pequeño claro y mientras Kanon y los niños se acomodaban sobre el pasto, Dohko mantuvo la distancia y permaneció recargado contra el tronco de un enorme árbol, dejándose arrullar por el ruido de las hojas mecidas por la brisa y la voz grave y susurrante del gemelo mientras Kanon les contaba historias antiguas del santuario al pequeño grupo. Al chino, por momentos, le daban ganas de reír con lo que oía. Estaba seguro de que esas batallas no habían ocurrido exactamente como el gemelo las contaba y que los guerreros no habían terminado de la forma en que Kanon los describía. De haberlo hecho, la historia del santuario no sería más que un fascinante cuento de hadas.

Kanon, pensaba el santo de Libra mientras lo escuchaba interactuar con los niños, era de esos guerreros con la capacidad de ser un extraordinario maestro. Podía colocarse a la altura de ellos con sencillez pero sin perder la autoridad que debía tener para que le obedecieran y tenía la facultad de hacerse entender sin problemas. Podía dejarlos disfrutar de su corta infancia y al mismo tiempo, desarrollar sus aptitudes. Podía, según había dilucidado por sus informes, exigir a los aprendices al máximo sin que éstos se sintieran violentados. Pero eso mismo podría convertirlo también en el peor de los maestros. Para lograr esos objetivos, Kanon debía crear un vínculo estrecho con ellos. Debía dejar que los muchachos se le colaran en el corazón y eso podría significar que no tuviese la frialdad necesaria para convertirlos, finalmente, en los guerreros despiadados que debían ser si la situación lo ameritaba. O bien, podría provocar en el gemelo el mismo tipo de vivencias que Dohko no cesaba de recordar desde que salieran de Géminis.

Si no hubiese permanecido con los ojos fuertemente cerrados y no estuviese tan preocupado de hacer desaparecer el nudo que se le formaba en la garganta, habría notado que Kanon le susurraba cosas al oído a la muchachita de rizos mientras lo miraba de reojo y la pequeña, en respuesta, asentía con ganas y se ponía de pie con dificultad, corriendo lo más rápido que sus cortas piernecitas le permitían. Probablemente, también habría estado preparado para lo que encontraría cuando, al sentir que le jalaban la pierna del pantalón, bajara la vista hasta fijarla en los enormes ojos azules de la pequeña, que le sonreía mostrando una hilera de dientes pequeñitos.

- Ven con nosotros – dijo la niña, con un acento tosco y tropezándose con sus propias palabras.

Seguidamente, la pequeña le tomó una mano y, aún sorprendido, se dejó arrastrar un par de pasos. Hasta que el torbellino de emociones, que los ojos brillantes y la inocencia de la pequeña habían revivido en él, le hizo recoger la mano con brusquedad. Tenía la sospecha de que algo así ocurriría. Sabía desde un comienzo que no era buena idea.

La pequeña ahora lo miraba con los ojos aguados, a un paso de estallar en llanto, y Dohko sintió que se desmoronaba a cada segundo, a cada paso con el que retrocedía para alejarse de ella. Y la sensación se incrementó cuando vio a Kanon ponerse de pie y entrar en su rango de visión, las imágenes de su pasada pesadilla reviviéndose nítidamente ante sus ojos.

- Hey ¿estás bien?

Tardó segundos eternos en comprender que Kanon le hablaba a él y no a la pequeña que se refugiaba en sus brazos, escondiendo el rostro. Ni siquiera intentó esconder el desamparo que sentía cuando lo miró directo a los ojos.

Kanon sintió una punzada tan pronto Dohko levantó la mirada. Podía ver como el tormento hacía resaltar el gris en sus ojos y como hacía esfuerzos descomunales para tragar y tratar de mantener la compostura. No había visto su rostro aquella vez, pero estaba completamente seguro de que esa había sido su expresión cuando lo llevó por la fuerza hasta la reunión con Athena. Se le antojó una criatura acorralada. Y absolutamente derrotada y resignada cuando le escuchó hablar, aunque su voz apenas podía ser calificada como un murmullo.

- No puedo hacer esto.

Y lo vio darse la vuelta, marchándose de la forma más serena que le fue posible, llevándose una mano a la frente como si con eso pudiese aclarar y ordenar todo lo que le cruzaba la cabeza en ese instante.

Kanon se removió incomodo, dando breves vistazos hacia atrás para observar a los pequeños, que parecían entender tan poco como él. Esa no había sido la reacción que esperaba. Y nuevamente, su decisión de terminar con la tarea que tenía - que Dohko volviese a ser el de antes y que él pudiese dejar de acosarlo de una vez, para su propia tranquilidad – a través de ese último intento, se fue al demonio. Porque sabía que tan pronto se viese libre de los niños del refugio, lo primero que haría sería ir hasta Libra e intentar, por millonésima vez, que el chino dejara de arraigarse al pasado. No se imaginaba actuando de otro modo si, por más que lo intentaba, no dejaba de sentir la necesidad de perseguir las 24 horas del día a Dohko.

Notas finales:

TBC

- Kanon y Dohko están hechos de algo único...porque han tenido varias oportunidades de saltarse encima y se han aguantado xD

- Quizás no se entendió en los capis anteriores...pero sólo le pinté las puntas al pelo de Kanon xD como excusa para recortarselo antes de que le llegara a las rodillas =P Sofhi, arreglado el look xD

- No me convence el ultimo párrafo =/ pero bueee...si en algún momento vuelvo atrás y lo cambio, que lo dudo a estas alturas, lo edito y les aviso ;)

- Espero les guste!!!!!! y prometo que al próximo me consigo al chino desnudo YAAAA!!!!! . (así que si me tardo, es porque aún estoy en conversaciones xD)

Besos ^^

Y gracias a todas por leer, claro =P



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