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Plasmados en Gloria por AkiraHilar

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Notas del capitulo: Si mate a Kanito, y ellos quieren ser felices por él... peor la guerra mala los separa ahora. ¿Que sera de Shaka? Y la carta, si, pobre Asmita leyendo semejante cosa, al borde de la desesperación de Shaka, leyendo lo que su hermanito tenía y quería para él,¡¡¡ tan triste!!!

Espero les guste el final... o al menos me entiendan T____T lo lloré.
Defteros terminó de leer la última carta. Asmita estaba en silencio, sentado con sus piernas cerradas, derecho, como siempre, con esa elegancia que no daba justicia a su vida de miseria que vivió más joven. Estaba tal cual como Defteros lo vio aquella vez, que acompañaba a su hermano Aspros en una visita en la India, y se fijó en un extraño rubio con tejidos de diversos colores. Se había acercado a él, para preguntar el precio de una mochila con un extraño grabado, hermoso, de un volcán. Pero al tenerlo de frente, la cálida sonrisa y la paz que prácticamente desbordaba, lo envolvió por entero. De esa vez, habían pasado más de siete años.

Para Asmita, tratar con diferentes turistas no le era extraño. Incluso, había aprendido a saludar en varios idiomas y hablar algunas frases, las comunes, en un intercambio comercial turístico. Defteros escuchó casi seducido la voz melodiosa del rubio, preguntándole en griego si le gustaba la mochila y que podía dejarla a buen precio. La compró, más por querer ayudarlo que por necesidad, aunque le gustaba. Incluso, le dejó el cambio, cosa que el rubio no acepto hasta no dejarle un pequeño frasco de dulce casero que él había hecho, y luego le hizo el saludo hindú, una leve inclinación respetuosa.

Desde ese día, Defteros había quedado atado al extraño hindú de larga cabellera dorada. Hizo varios viajes llegando a la misma tiendecita y comprando todo tipo de tejidos, con la excusa de venderlos, aunque Aspros siempre terminaba con varios encima y los otros guardados religiosamente en el armario del moreno. Y Asmita por su lado, se encontraba varias veces esperando la llegada del griego y no por la ganancia que obtenía por las compras, sino por lo reconfortante y alentadora que eran sus visitas. Entre conversaciones de sus vidas, los recuerdos de la infancia de Asmita, los viajes que comentaba Defteros, un tazón de leche, un pan de trigo recién cocido; ellos se iban uniendo, irremediablemente. Y por mucha pobreza que Defteros viera a su alrededor, el esfuerzo que hacía para que su pequeño hermano estudiara, la poca comida, el calor… Asmita le sonreía y siempre le compartía, en cada visita, un pan fresco y caliente, un vaso de leche tibia, un poco de su voz, de la calidez de su espíritu que fuerte se negaba a doblegar, aún cuando nunca, nunca sus ojos habían visto luz.

Y fue así, que un mediodía, cuando se disponían a comer…. Día que Shaka no había llegado del colegio, que ambos estaban solos en la parte trasera de la tienda, Asmita sirviendo la leche, partiendo el pan… Defteros decidió. No lo dejaría ir… lo adoraría… lo haría suyo…

Con sus manos en la mandíbula del menor, lo empujó hacía él… lo besó… Las manos del rubio correspondieron el gesto, amarrándose a su grueso cuello moreno y caliente por el sol árabe, piel llena de la tierra amarilla, ambas… Cayeron entre mantos tejidos y tierra amarilla, con el calor y el sudor que pegajoso hacía arcilla entre sus dermis. No podían contra ello… se amaban… y así decidieron asumirlo… Entre gemidos entrecortados del rubio y su ronco jadeo sobre su oído… el éxtasis de compenetrarse… decidieron allí juntarse, unirse… entregarle Defteros una vida más digna… beber entonces de él la paz y fortaleza que emitía…

Una sentencia, hace siete años…

Aún marcada, aún palpable… aún evidente…

-Esta fue la última carta-informó el mayor, en espera de cualquier gesto. Asmita asintió, respirando profundo, antes de dibujarle una cálida sonrisa.

-Así es… al final… consiguió lo que buscaba. Estoy orgulloso de él.

-Yo… yo debí ir…-murmuró, sintiéndose culpable… si las condiciones lo hubiesen permitido, hubiera ido él a cubrir sus lugares… a tomar su puesto en aquella lápida de mármol. Abrumado, sintió el cálido abrazo de su pareja, llevando su rostro al pecho, acariciando hebras azules.

-Te amo, Defteros…-le susurró, desde lo más profundo de su alma-. Tú me salvaste de la soledad… Te amo…

Se abrazaron, con fuerza. Se entregaron en un beso cálido y reconfortante, con la carta a un lado… la última, escrita hace cuatro meses…

Aquella mañana que Shaka fue sacado a la fuerza del departamento, Saga estaba enloquecido. Se peleó con los guardias, fue incluso herido en su abdomen y cuello, los militares no tuvieron reparo para hacerle entender que nada podía hacer para evadir lo inevitable. La orden había sido consumada. Shaka, como nacionalizado griego debía tomar el puesto e ir a la frontera.

Shaka fue llevado junto con otros jóvenes en camionetas enrejadas, asustado, temeroso, abrumado ante la idea de ir a esa guerra, tomar un arma, disparar a otro cuerpo. No… la sola idea lo aterraba, dejando caer su cabeza entre sus manos, llorando espantado, con otra decenas de jóvenes que también habían tomado el puesto, unos con orgullo, otros, al igual que Shaka, miedosos de sus destino. Llegaron entonces a una barraca militar, tenían que seguir una fila, tomar uniforme, pasar por un examen médico rápido, llenar planillas, en fin, todo el papeleo para tenerlos identificados y reconocer sus cuerpos cuando los trajeran. Para ese momento, Shaka ya caminaba como cordero al matadero, resignado. Rápidamente pasaron para una oficina donde le cortaron sus largos cabellos dorados, dejándolo con un corte minúsculo militar. Al verse en el espejo del baño, con el uniforme en sus manos, lo tomó entre su pecho y se puso a llorar… Imaginó lo que Kanon debió haber visto en los campos de guerras, lo que debió sentir… si con las explosiones de esos proyectiles estaba aterrado, ¿qué hará cuando esos proyectiles caigan a su lado? ¿Hacía donde correrá? ¿Por qué él? ¿Por qué tenía que pasarle a él? No había respuesta a sus preguntas…

En la tarde, los trasladaron a un campo en otra ciudad cercana. Les habían dicho que se prepararan, clases rápidas de manejos del arma fueron hechas… Shaka tomaba el arma entre sus manos, temblando, inseguro, aún asustado. …l no debía estar allí… no era su tierra, se supone que la guerra no debía tomarlo de esa forma, que la guerra no debía afectarlo… pero no… la guerra lo estaba engullendo y él, él no podía hacer nada para remediarlo. Pasaron tres días, practicando con los demás, asumiendo ya su destino y cuando ya iban a ser reubicados, una carta lo impidió, dejándolo en libertad.

Shaka sintió que por fin el futuro brillaba para él, un milagro había detenido su marcha a la guerra, a la muerte. Tomó el primer autobús, corrió de la parada hasta su departamento, pasando sin prestar atención por algunas edificaciones destruidas… llegó hasta su edificio, era domingo. Saga debía estar allí junto con su hermano, con Defteros. Corrió hasta el departamento… al ver a su hermano abrir la puerta lo abrazó llorando, de felicidad, porque lo estaba viendo, porque estaba a su lado… porque todo había sido sólo una pesadilla. Su hermano correspondió el abrazo, con fuerza, con estremecimiento al mismo tiempo… en su abrazo no había del todo alegría…

-Hermano…-murmuró, sintiendo que su hermano mayor temblaba un poco entre sus brazos… palideció.

Soltándolo, corrió hasta la habitación de Saga. No lo encontró. Con pasos tambaleantes, se recostó sobre la pared, temblando, temiendo lo peor… lo evidente…

-Shaka… Saga se fue en tu lugar…-lágrimas brotaron de sus zafiros destruidos por la desgracia-. Fue complicado, Defteros pensaba hacerlo pero, Saga se nos adelantó…

-No… no puede ser… ¡No! ¡No!

-Shaka…

-¡¡¡No quiero que muera!!!-gritó, dejándose caer al piso, con sus manos en el rostro, muriendo… agonizando de impotencia-. ¡¡¡No quiero perderlo, hermano!!! ¡¡NOoo!! ¡¡Nooo Nooo!!

Asmita corrió a su lado, lo sujetó entre sus brazos, lo dejó llorar en su pecho, acariciando la ya corta cabellera, con manos de padre, con comprensión de madre, con la igualdad de hermanos. Shaka se dejó cubrir por él, se dejó consolar por él como cuando niño… como cuando lloraba cuando sus padres murieron. Asmita… Asmita era su hermano mayor, su símbolo, su ejemplo, su fortaleza… seguía siéndolo…

Luego de haberse llevado a Shaka, Asmita colapsó. Un ataque nervioso, un ataque que le impedía respirar. Defteros lo llevó asustado a la primera clínica y mientras eso sucedía, Saga se había comunicado con su primo, Aspros. Una carta de él había sido suficiente para cambiar los lugares. Cuando Defteros llamó a su hermano para pedir lo mismo, esté le había dicho que ya había enviado el aviso por parte de Saga… Defteros quería tomar su lugar, Saga se negó a permitírselo… …l marchó, el día siguiente, marchó con una sonrisa… dejándole sobre la mesa de noche una carta y un chocolate… La carta sólo decía: “Lo hago porque te amo…”

Para Shaka, las palabras de Aioria no habían tenido tanto significado como en ese momento. Tirado en la cama, con la barra de chocolate a un lado, con esa hoja y sus cortas y tan simples palabras; lloraba frustrado su destino… Había sido salvado de ir a la guerra, con el precio de la vida del hombre a quien amaba, de quien pudo ser suyo, tan sólo una vez. Justo en esa misma cama… justo allí se había entregado con todo su ser… justo allí… No era justo que la vida se haya empeñado a separarlo… no era justo que la guerra los haya alejado…

Oía la pelea de Defteros en la sala, la impotencia que sentía por no haber podido detener a su primo. Se decía que hubiera preferido mil veces ir él en su lugar y Asmita, él permanecía en silencio, con el rosario en manos… rezando… rezando…

Otra vez, leer el periódico de los viernes se volvió una tortuosa agonía… Shaka revisaba semana a semana cada nombre, con un nudo en su garganta, deseando, deseando con todas sus fuerzas que su nombre no apareciera allí. El sosiego lo estaba matando, las noticias seguían empeorando, los ataques armados cada vez eran más violentos. Grecia perdía terreno… otro ataque aéreo enlutó la ciudad… Asmita no dejaba de orar, con sus manos temblorosas, sin soltar una sola lágrima… Oraba, rezando a cualquier dios, el primero que escucharé, por misericordia…

Las noticias no eran alentadoras, los países se negaban a negociar. Aspros no daba esperanza, Aspros empezaba a perder las fuerzas… Grecia se levantó también por dentro… Grecia se dividió en facciones… Grecia se desboronaba y allí estaban… Asmita con el rosario, Shaka con el papel en mano y el envoltorio de chocolate, los dos… el de Kanon… el de Saga… Shaka ya no lloraba… Shaka meditaba… meditaba…

Shaka, tal vez no lo sientas igual que yo porque, no eres griego. Pero esta es mi tierra, es mi país, me necesita Shaka y aquí, aquí viven los dos seres que más amo. Quiero protegerlos. Quiero proteger lo que amo.

Las palabras de Aioria…

Y Milo era el único que podía, su papá estaba enfermo… era su deber, su deber de griego, por ti, por los que amaba…

Las palabras en la universidad, de aquel chico, a esa joven…

No, no lo lamentes Saga… Ellos ahora forman parte de la historia… la historia jamás contada. La historia que ningún libro podrá documentar… la de lágrimas, la de honor, la de entrega total… Aioria peleó por su hermano y la mujer que amaba… Kanon peleó por nosotros, sus hermanos y familia. Kanon peleó para que fuéramos felices…

Sus propias palabras sobre el montículo de mármol.

Lo hago porque te amo…

Las palabras de Saga…

Todas esas frases pasaban una y otra vez en la mente de Shaka, llevándolo a una determinación… una determinación que se hizo firme a la llegada de la primera carta para él.

“Shaka, nunca he sido bueno para las palabras escritas… Creo que se puede decir que he sido un bruto para expresarme desde siempre. Pero, hago lo que se puede.

He estado bien, no me arrepiento de lo que estoy haciendo. Prefiero ser yo quien ponga su cuerpo antes esos barbaros, antes de pensar que eres tú. Si Kanon pudo hacerlo, amor, si Kanon mi hermano se sacrificó por ti, por ellos… lo mínimo que podía hacer era esto… Espero puedas perdonarme si no puedo regresar… intentaré vivir… me esforzaré… porque te amo, porque quiero verte de nuevo sonreír… porque quiero sentirte de nuevo, estar dentro de ti, escuchar mi nombre por tus labios, olerlo en tu aliento.

El recuerdo de esa noche aún esta clavado en mi piel… De todas las parejas que llegué a tener, jamás me sentí como esa noche, mi Shaka. Sentía que tomaba lo más valioso para mí, lo más importante, por lo que era capaz de entregar mi vida. La imagen de tu sonrisa mientras te embestía la tengo aún tatuada en mis ojos, el sonido de tus gemidos, el paso de tus caricias, mi Shaka… ¡Cielos! ¡Te extraño! Te extraño… hubiera querido dormir mil noches más a tu lado, con el calor de tu cuerpo, con la seguridad de ver tus zafiros al amanecer. Sueño pensando en que podría llegar ese día…

¿Sabes? Cuando regrese, si logro sobrevivir, te prometo que te llevaré al mar Egeo y nos quedaremos sentados en la orilla, en la arena. Allí, la arena blanca brilla como tu piel, el sol engalana con hilos dorados como tus cabellos y tus ojos, esos dos zafiros, son tan inmensos y tranquilos como el agua del mar… Allí, te tomaría de nuevo. Te prometo, que si regreso con vida, no habrá noche que te deje descansar…

Cuídate Shaka…

Espérame Shaka…

De alguna forma, volveré a tus brazos…

Recíbeme… sin importar como regrese… recíbeme…”


Shaka releyó la carta con sus zafiros desbordados, una decena de veces. Lo hizo, hasta que levantándose, se tomó un baño, agarró su mochila y salió. Se dirigió a la gaceta donde se inscribían los voluntarios, pidió una planilla, la llenó y acto seguido, preguntó cómo podía enviar una correspondencia. Tomando nota, dejó una carta y se marchó. Pasó por la plaza donde estaba el monumento. Palpó el nombre de Kanon… se sonrió…

-Yo también quiero cuidar lo que amo… quiero cuidar la felicidad de mi hermano…

Esa tarde, pidió a Defteros que le llevara a Asmita a un centro de fotografías. El rubio, extrañado por el extraño pedido, preguntaba a su hermano menor el porqué de repente tuvo deseos de tomarse un retrato. Shaka no respondió, más que sonriéndole e instándole a hacer lo mismo. Se tomaron una postal, con el fondo de unas ruinas griegas, Asmita sentado en la banca, Shaka abrazado atrás de él, sonriéndole con toda su felicidad, con todo su ser. Esa fue la última vez que los mayores lo vieron… entre el pedido de reflexión de Asmita y la mirada entristecida de Defteros, Shaka se fue con los militares que lo habían ido a buscar…

Un último abrazo a su hermano, un último pedido a Defteros… un adiós…

Aquella mañana que Shaka escribió la carta, guardó en aquella caja todas las anteriores, junto con la copia de aquella fotografía que se tomó esa tarde con su hermano. La besó una última vez. Se sonrió. La puso debajo de la cama, tal como tenían de costumbre porque ya era hora de partir. Harían un ataque masivo, las posibilidades de sobrevivir eran nulas. Dante se hacía la cruz una decena de veces mientras terminaba de acomodarse las botas. Shaka verificaba el estado de su arma…

En cuatro meses desde que decidió seguir el camino de Saga, su mirada había cambiado. En esos cuatro meses había vivido y experimentado más que en toda su vida. El horror de la muerte, el hambre, el miedo e incertidumbre le habían robado su chispa juvenil, había destruido su egoísmo. Ahora, o eran un equipo o morían solos… no había lugar para el orgullo… debía sobrevivir…

Esa tarde le envió una correspondencia a Saga, confiando en que la leería… la frase había sido tal cual, tan sencilla y poderosa como la que le dejó él a partir…

“Voy a seguirte… lo hago porque también los amo…”

Y no, no lo había conseguido, no lo había visto… cada uno peleaba en un frente distinto y ya Shaka, no tenía intenciones de encontrarlo. Su única esperanza era que si ellos dos morían, terminarían plasmados junto con los miles de jóvenes que por amor a su familia, a su país a su pareja, se entregaron como héroes de guerra… Ese era su único deseo… Terminar plasmado con él y Kanon, en la gloria de los caídos… proteger así el futuro de su hermano que le había entregado todo a él… Morir por amor…

Antes de salir, Shaka vio el rosario que su hermano le había entregado al partir. Decidió tomarlo entre sus manos, llevárselo con él, atado en su brazo izquierdo. Con ello… marchó…

Las explosiones, las balas, el humo, la ensordecedora música de la guerra se abría alrededor de él… un puñado de 30 jóvenes salía para encarar las fuerzas enemigas… Tiraban granadas, disparaban sin poder ver a su adversario, jóvenes como ellos, jóvenes que también luchaban por sus ideales… jóvenes que como ellos habían dejado a su familia atrás, a padres, hermanos, hijos, parejas… personas que amaban… jóvenes que como ellos les tocó asumir la carga de estúpidas diferencias políticas… ninguno de ellos tenían la culpa… pero ellos debían pagar las consecuencias… tan crudo y cruel como eso…

El humo y la fuerza devastadora de un proyectil aéreo los separó. Entre los escombros de los edificios, Shaka se movía buscando protegerse, con el rosario que poco a poco se iba deslizando de su brazo gracias al sudor… Otra bomba cayó cerca de él… salió y disparó a los que tenía en frente, gritaba mientras lo hacía… sentía que la única forma de movilizar a su cuerpo temblando de miedo ante el filo de la muerte era, precisamente, gritar. Una bomba más detonada y restos de cuerpos eran arrojados por todo el lugar… Shaka pasaba por cuerpos quemados, desmembrados, heridos, sin mirar hacia atrás… ya no había retroceso, cada segundo contaba, su vida estaba en pleno caldo de muerte… no podía distraerse.

Las balas alcanzaban a su enemigo… con cada grito, Shaka corría y disparaba, huyendo a las explosiones de tierra, cal, concreto y carne humana, rehuyendo al olor nauseabundo de cuerpos en descomposición, sosteniendo su próstata para no orinarse del terror, escuchando su corazón palpitar agónicamente ante la certeza de que en cualquier momento podría detenerse… Los edificios caían, sus compañeros morían, el enemigo avanzaba… Shaka corría y disparaba.

En un momento que se vio rodeado, decidió internarse en uno de los edificios abandonados… las explosiones se avecinaban hacía él… al ver el cielo, decenas de naves enemigas los estaba custodiando… el sonido de proyectiles cayendo del espacio, como un silbido que presagiaba su muerte, era lo único que tenía…

Shaka lo había entendido… no había forma de sobrevivir… los tenían rodeado… habían pasado sus líneas de defensa. Cansado se dejó caer tras una de las paredes de concreto, sin municiones, con el corazón en la garganta, con el sonido de las bombas estallando cada vez más cerca, los gritos de angustia de sus compañeros… sus pensamientos…

Cerró los ojos… imaginó entonces el mar Egeo… imaginó las hermosas olas acariciar sus pies, la arena pegarse a su piel, el abrazo de Saga a su espalda, la risa de Kanon corriendo a su encuentro. Abrió los ojos, para encontrase de nuevo con su realidad… una explosión había alcanzado el edificio, la pared a unos metros de él cayó embestida por la fuerza de la detonación… tierra, polvillo, humo y pólvora entró a su escondite, junto con un rayo de luz del sol que sería testigo de su muerte. Tomando dos de las perlas del rosario en su mano izquierda, Shaka se quedó allí, en silencio, con su cabeza escondida entre sus rodillas, esperando la muerte…

No supo cuanto tiempo duró, antes de escuchar de nuevo el sonido de pasos, corriendo, quizás otro soldado huyendo, aunque este cojeaba. No levantó su rostro, sintió que cayó a su lado, de rodilla. Tuvo miedo de ver… tuvo miedo de darse cuenta que era un muerto que había caído a su lado… hasta que, lo escuchó…

-¿Shaka?

Esa voz… esa voz… Los disparos, las explosiones, los edificios cayendo, la gente muriendo, los proyectiles descendiendo… nada de eso volvió a resonar… Shaka abrió los ojos y se encontró con Saga, herido de gravedad en su pecho derecho, agonizando… Había corrido hasta un lugar donde caer, vio al soldado sólo esperando la muerte y al acercarse, reconoció el rosario de Asmita…

Dos esmeraldas se encontraron con dos zafiros… Saga estaba herido de muerte… Shaka estaba resignado a morir… Se buscaron…

Un beso… un beso en medio de la guerra… un beso mientras Shaka sostenía con fuerza el rosario… un beso mientras Saga se dejaba caer en los brazos de quien amaba… Un beso… en el vals de la muerte y la miseria… en el vals del destino, en el teatro absurdo de la guerra… un beso lleno de amor… un beso diciendo te amos… un beso que los llevó a la muerte…

Un misil cayó en el edificio… la explosión los aplastó… el rosario se partió, rodando por todas partes sus cuentas… excepto dos, que se quedaron calcinadas en las manos de Shaka…

“Buenos días, hermano. Hoy… hoy siento que es un día especial. No sé porque, ¿quizás terminé la guerra y podamos regresar? ¿Quizás porque por fin lo encontraré? ¿O tal vez este sea mi último día? No lo sé, pero tuve un sueño que me ha hecho sentir extrañamente bien.

Vi un campo, sacrosanto, eternamente blanco Asmita. Era infinito, sentía que cal o sal eran llevadas por el viento. Luego me vi que estaba era frente al mar Egeo, una increíble playa, hermosa, limpia, una belleza natural. Las olas rozaban mis pies, la arena se incrustaba entre mis dedos… toda la sensación era simplemente demoledora, ¡tan viva Asmita! Y entonces… los vi… Estaban detrás de mí… Saga abrazó mi cintura, me susurró un te amo al oído y Kanon, él se reía, y decía que las nubes de algodón tenían forma. Saga y yo intentábamos hallar las semejanzas que nos describía Kanon. Los tres, sentados en la orilla, con las olas sonando, acariciando la costa, escurriéndose sensualmente… con la risa divertida de Kanon, el sosiego de Saga… todos… vivos… juntos…

Desperté llorando, hermano. Desperté ilusionado, con aún la impresión en mi piel, la sensación de sal y arena. Fue hermoso, un dulce sueño… tenía semanas, largas y eternas semanas sin soñar algo así… algo que me diera esperanzas… de que al final del camino los volveré a ver…

¿Sabes? A Kanon, llegue a verlo como un gran hermano mayor, uno que al final, sobrepaso mi pared, mi frialdad, mi orgullo. Uno a quien no pude cerrarle la puerta por mucho que intenté… uno que me amaba de otra forma y aún así, sin yo corresponderle, se entregó… se entregó a esta guerra para proteger mi futuro, y el de Saga, el suyo… Pero Saga… Saga lo amo como hombre… con todo mí ser, con toda mi alma, con todas mis fuerzas. Ayer antes de dormir, leía la carta que me había enviado… todas las cosas que decía, lo que quería hacerme… como quería adorarme… y lloré, lloré porque lo extraño… lloré porque lo amo… y confío… aún confío encontrarlo…

No te preocupes, hermano…

Esto era lo que yo quería…

Estar plasmado con ellos, en ese mismo lugar, en esa piedra de mármol, nuestros tres nombres juntos, con aquellos miles de jóvenes que se han entregado con sólo un deseo: proteger lo que aman. Si llegas a verme junto a ellos… no quiero que llores, Asmita… sonríe. Sonríe como sólo tú sabes hacerlo. Sonríe porque yo, Shaka, por fin los encontré… y estaremos los tres frente al mar Egeo, comentando, hablando, eternamente… Por fin, juntos…

Es lo que deseo…

Por eso soy feliz… hoy soy feliz, Asmita…

Siento que estoy donde debo estar…

Protegiéndote… ese siempre fue mi mayor sueño…

Te amo…”


Esa había sido la última carta…

Al final del bombardeo, Dante fue quien recogió cada cuenta, ciento seis en total. …l fue quien envió la caja con las cartas hasta la dirección del familiar. Asmita y Defteros para ese tiempo estaban en la India, volviendo Asmita a su venta de tejidos, huyendo de Grecia, tal cual como Shaka le pidió a Defteros. Ese viernes, el nombre de Shaka y Saga apareció en la lista. Un mes después, fue plasmado en la misma piedra donde, centenas de líneas por arriba, estaba el nombre de Kanon. Shaka y Saga fueron escritos juntos, uno al lado del otro, ya que sus cuerpos se encontraron juntos…

-Están juntos…-susurró Asmita al pasar sus dedos en la rúbrica de mármol.

Habían regresado a Grecia, luego de ocho meses de haber partido… luego de cuatro meses y medio de la muerte de Shaka y Saga en la guerra. La guerra terminó, con una simple firma y fotografías de senadores, presidentes y diplomáticos tomándose de manos y abrazándose… el insulso protocolo que no hace justicia a las miles de vidas jóvenes destruidas… a la desoladora soledad dejada a otro cientos de miles.

La universidad de Shaka, les había enviado el titulo post mortem, Asmita lo tenía en ese momento en sus manos. Defteros detrás de él guiaba sus dedos hacía el nombre de Kanon, de Saga y de su hermano Shaka. El rosario colgaba de su cuello…

Asmita rezó entonces por sus almas. Defteros en silencio escucho la oración, viendo sus nombres plasmados en esa piedra…

“Es lo que deseo…

Por eso soy feliz… hoy soy feliz, Asmita…

Siento que estoy donde debo estar…

Protegiéndote… ese siempre fue mi mayor sueño…

Te amo…”


El monumento se llamó “Plasmados en Gloria”
Notas finales: Este es el fin... espero les guste... T_T

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