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Un poco de Color y Vida por AkiraHilar

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Notas del capitulo: Con un enfrentamiento de palabras Saga y Shaka parecen dejare el negocio hasta allí. ¿Saga buscara a otra persona para que decore su casa? ¿Alguno de los dos se disculpara?
Cuando veían a Saga con ese humor, la pareja ya sabía que lo mejor era no meterse. Kanon, como contraataque a su humor explosivo, le invitó a jugar una partida de billar y fue, más bien, una batalla campal entre Saga y las bolas de billar. Como si de un duelo se tratase, Saga golpeaba la bola blanca en busca de hundir las otras, con eficacia, casi como si de esa manera quisiera tumbar algo en especial. Mu observaba todo analíticamente, mientras comía una barra nutritiva y veía a Kanon desesperado porque apenas Saga ganaba el turno se comía todas las bolas.

-¡Vaya Kanon!, te están ganando en tu propio juego-comentó jocoso Mu, acercándose a él para pasarle una cerveza fría.

-¡NO SE QUE MIERDA TE PASA! ¡¡DAME UNA OPORTUNIDAD!!-espetó el menor afilando su taco.

Una oportunidad… después de ver lo que pasó por dar una oportunidad al rubio de meterse en su vida la idea no le apetecía en lo más mínimo. Por mucho que se hubiera visto leído con tanta facilidad, le incomodaba en demasía ser un libro abierto y sobretodo que alguien pudiera vislumbrar con tanta facilidad sus debilidades. Saga no era un hombre que quisiera dar lastima y sinceramente se preguntaba qué fue lo que le llevo a abrirse de esa manera en aquella cena.

Luego de que el rubio saliera del lugar, Saga prácticamente tomó su maletín con molestia, no tomó el almuerzo que Kanon le había llevado y se fue a los tribunales. Allí no tuvo recato alguno para explotar a la mínima provocación, sintiendo una y otra vez las palabras de ese decorador en la cabeza. Era humillante, fue humillante y seguía siéndolo para él, un abogado que durante su vida era conocido por la rectitud y su forma correcta de proceder el haber sido desdeñado, desnudado prácticamente en el alma, por ese simple decorador, un jovenzuelo incluso mucho menor que él. Además, ¿ser un decorador ni titulo necesitaba? ¡Solo buen gusto! El se había esforzado durante años sacando primero su licenciatura en leyes, luego su postgrado y doctorado, todos los títulos con honores, reconocido en toda Grecia.

Y más vergonzoso era que tenía que reconocer que cada una de sus palabras fueron certeras. Que había logrado dar en el clavo, que lo leyó, como si de un libro se tratase, con una facilidad impresionante y sólo viendo su oficina. Y mientras golpeaba la bola blanca, la cual rebotó y golpeó en su recorrido la negra y amarilla, llevándolas al agujero donde caerían, Saga se vio frustrado, admitiendo que al final, no solo tuvo razón en decirle su estado, sino en juzgarlo.

Lastimero…

Sí, Saga estaba consciente de ello…

Pero ese no eres tú…

También estaba consciente de ello…

Finalmente se cansó de jugar y se fue hasta el sofá de la sala, donde ambos lo siguieron intentando ver como alegrarle la existencia.

-Tendré que buscar otro decorador-concluyó, buscando su celular luego de sentarse en el mueble, reclinado, con una mano en sus bolsillos-. Kanon, dame él número de quien te decoró este apartamento.

-¿Camus? Ya te dije que anda en vacaciones indefinidas con Milo en quién sabe dónde.

-¡Bueno dame otro entonces!

-¿Pero qué pasó con este?-preguntó el menor, tomando un trago de su cerveza-. Se veía muy bueno-la mirada inquisitoria del tibetano le hizo buscar arreglar su apreciación-… en lo que hace. Bueno en lo hace-desvió su mirada a un lado.

-He escuchado que es el mejor en el ramo aquí en Athenas y además, ya viste su trabajo. ¿Qué sucedió? -indagó el menor de ellos con voz conciliadora.

-Simplemente quiso hacerse el psicólogo. Si abandoné un terapeuta no es para que dejar que cualquiera me estudie-Kanon miró a su pareja con cierta curiosidad-. ¡Quiero un decorador no un psicólogo!

-Pero según me había comentado Marin, él estudia las personas para poder conseguir la empatía con el estilo-el mayor lo miró de reojo, con un claro gesto de no querer escuchar razones-. Es su forma de trabajar, como todo artista tenemos diferentes métodos, él usa la psicología para hallar el estilo acorde a cada uno de sus clientes y es precisamente eso lo que le ha dado la fama.

-¡¡No me interesa eso!!-buscó el directorio telefónico-. Buscaré un decorador que sólo se dedique a decorar y punto.

Mu y Kanon intercambiaron miradas y prefirieron dejar el asunto así. Total, no era el único decorador en Athenas.

Mientras tanto, Shaka estaba tirado en la alfombra de su habitación, escuchando el agua correr, con sus brazos extendidos, inhalando y exhalando tranquilamente. Perdió el control… tuvo que admitirlo cuando iba camino a casa en el autobús. En algún momento su siempre calmado temple e indudable ética cruzó un límite que no previó. Saga tenía razón, por mucho que lo haya usado como consolador de penas y soledades no le había dado el mínimo indicio de querer recibir ayuda. El leyó de seguro una mala señal, o se dejó llevar quizás por esa parte de él que ama la psicología y le gusta ayudar a las personas. Sea como sea, el hecho es que cometió un grave error y lo terrible es que podría perder tan jugoso trabajo.

Abrió de nuevo sus ojos, viendo el trabajo de mármol que tenía en su recamara, tenue iluminación que la hacía tan acogedora. Totalmente desnudo estaba allí, meditando en lo que había ocurrido y con el móvil a su lado, esperando una llamada que al final no se concretó. Esperó durante todo el día. Suspiró resignado. Debía admitir que también fue algo severo al decir su opinión al respecto pero le enfermaba las personas que se quedaban atascadas en la cueva del fracaso sin darse cuenta que es solo una piedra más que pasar. El le toco pasar algunas… una incluso muy amarga que lo había marcado de forma tan drástica que por ello no ligaba su vida personal con el trabajo…

La gente suele ser muy injusta…

Y en un mundo donde te juzgan por tu belleza física tratar de relucir por otros medios se vuelve una tarea difícil. Pero no imposible…

Justamente ese libro que dejó le había ayudado a superar un momento donde creyó que todo le había caído encima, en la universidad de Londres, hace siete años. Literalmente Shaka cayó un abismo en ese tiempo donde las miradas lo condenaban. Su padre le echó, su madre lo dejó de reconocer, para poder terminar sus estudios entró a una carpintería y herrería donde afinó sus habilidades. Abandonó psicología porque no podía pagarla… en aquel lugar le halló gusto a la decoración y decidió ejercerla. Estudió entonces y terminó su carrera. El dueño de local, prácticamente como el nuevo padre, accedió darle su apellido y así partió de Inglaterra.

Todo puede ser superado…

Decidió un nuevo comienzo en Grecia, la cuna de los dioses. Amaba su arte, su arquitectura, ese aire mitológico que embargaba cada coliseo, dada una de las ruinas de tiempo griego. Y allí se hizo nombre, allí se levantó como estrella. Shaka Espica, nadie pronunciaba ese nombre en vano, lo que aprendió cuando estudiaba Psicología junto con todo lo que el leía le dieron las habilidades necesarias para resplandecer por sí solo y para él, trabajo era trabajo.

Hasta el día anterior, que creyendo que el griego necesitaba ayuda metió otros factores en lo que era una mera reunión de negocios. No sabía que fue lo que pasó con él como para aceptar quedarse por un coctel más y luego el postre, pero ciertamente eso no debería volver a ocurrir. Hay relaciones donde los niveles de la ética no se pueden traspasar. Lo aprendió de una dura manera.

-Ni modo… perdí un libro-susurró para sí, ya dando por terminado el asunto.

Se levantó dejando caer las fibras de oro sobre su piel inmaculada, refrescada luego de haberla cubierto con una crema de leche y miel antes de recostarse. Con gráciles movimiento se puso de pie, estirándose un poco. La luz azuleja de la habitación dibujaba hermosos senderos brillantinos en su cuerpo perfecto. Un adonis… una escultura perfecta plagada con los placeres más sensuales de la India. Su cuerpo labrado y delgado era una muestra de la perfección natural, piernas blancas que se levantan, fuerte, gruesas, marcados sus músculos con delicadeza. Sus glúteos como piedra lisa, redondos. La señal de su sexo hermosa, digna para la hermosura de su cuerpo, rodeado por un discreto vello del mismo color de su cabello. Un vientre formado, suave, un pecho fornido, marcado, brazos fuertes, cincelados… cada músculo de su espalda estaba delineado.

Era una belleza que en Grecia muchos han querido tener…

Una belleza que desviaba invitaciones a su paso.

Desde arquitectos hasta jueces. Cirujanos y artista de renombres. Músicos y deportista. Eran muchos los que buscaban sus servicios de decoración para tener la oportunidad de acercarse a él, de derrochar la belleza que venía plagada por el erotismo hindú y su acento inglés, aristócrata su comportamiento. Terminaba sus trabajos… no permitía que nadie se aprovechara de su ingenio para llevarlo a la cama… Shaka no se vendía…

Y viendo que nadie podía ver más que su belleza, prefería estar solo, y en la soledad, en encuentro consigo mismo, hallaba la paz.

Pero el reconocía que es muy distinto estar en una soledad compañera y auto impuesta, que en una asfixiante y recelosa. Aquel abogado estaba con esa segunda, por ello había decidido darle una mano… craso error…

No debes inmiscuirte…

Se dijo por una milésima vez, mientras ataba su cabello a una larga cola, sentado sobre las sabanas de seda y satén. Ató su trenza, tomó un pequeño pantalón de algodón blanco, suave y cubriéndose con el edredón dio una palmada al aire. Las luces se apagaron.

-Buenas noches, Shaka…

Se dijo a sí mismo, antes de cerrar los ojos y dejarse llevar por Morpheos.

Una semana… pasó una semana desde aquel incidente. Shaka siguió su estilo de vida normal, como si nada hubiera pasado. Como ya estaba acostumbrado, del agua que corría tomaba las cosas buenas y dejaba ir las malas. No valía la pena atormentarse ni frustrarse, había aprendido a siempre ir hacia delante. Dos días después de aquel conflicto recibió un llamado para decorar dos habitaciones de una acaudalada familia que esperaban la llegada de sus hijos de Rusia. Abocado a ello olvidó todo lo ocurrido con el abogado.

Por su parte, Saga estuvo llamando a varios decoradores y ninguno parecía bastarle. Los pocos que estaban disponibles no lograban mostrarle una propuesta acorde a su gusto. O era demasiado sobrio, o demasiado extravagante, demasiado deportivo o demasiado monótono. Con un dolor de cabeza despedía los decoradores en la cafetería cerca de su casa, recibiendo siempre la misma acotación: el mejor para encontrar el estilo personal que usted busca es Shaka Espica.

Poco pasaba ya dentro de su improvisado despacho. Incluso, sólo había entrado para dar paso a los decoradores, mostrarle la casa y esperar que le trajeran el trabajo. No había entrado más a su oficina… cuando lo intentó al día siguiente de aquella colisión, recordó las palabras del rubio y se sintió patético. A duras penas prestaba atención a lo que estaba en su camino cuando estaba en esa casa y ya quería empezar a hacer los arreglos, conseguir un lugar cómodo donde sentirse bien y dejar de molestar a su hermano y su pareja. Además, estar con ellos le creaba un cierto aire de incomodidad.

Ya viernes, Saga dejaba ir a la última joven decoradora que con frustración dijo: “no sé qué es lo que busca”, antes de partir. Ya la migraña se hacía latente, estaba cansado de oír una y otra vez las mismas palabras. Quizás ni él mismo se entendía y le extrañaba ver como estos le preguntaron directamente que es lo que quería, mientras el rubio sólo se limitó a preguntar que le gustaba. Suspiró ya resignado, cerrando la puerta que llevaba al recibidor y recostándose en el escritorio, fuera de la oficina, viendo un punto muerto. Dejo caer su cabeza hacia atrás, sintiendo una tensión muscular sin igual en su cuello y la parte alta de la espalda. Ultimamente era así, parecía que no descansaba del todo.

Cerró sus ojos y se imaginó en un lugar lejano. Quizás el mar Egeo fuera un buen sitio, sentir con sus pies descalzos en la arena, el vaivén de las aguas frías, aquella burbujeante sensación refrescante rodeando sus pies. El y sólo él, sin miradas que lo señalasen… ¿Era mucho pedir? Se dejó ir por esa imagen placentera en su mente, creándose prácticamente una ilusión, abandonando el olor a moho y humedad para sentir la sal sobre su piel, la brisa nocturna en aquella playa, idílica. Tanto fue su ensimismamiento, que en un momento dado cabeceó, perdió el equilibrio y dejó caer un montón de papeles y carpetas que tenía sobre el escritorio, sosteniéndose con dificultad con una mano para evitar darse un mal golpe. Estaba tan cansado que casi se quedaba dormido.

Tomando su cabeza con una mano, resintiendo la pesadez, fue que al enfocar su vista vio el extraño libro que no recordaba que le perteneciera. En ese momento se acordó que en medio de la discusión, Shaka había sacado un libro de su mochila, sólo que después de todas esas palabras lo había perdido de vista.

La portada era una ventana de una habitación, con vista al mar, unas cortinas suaves que parecían bailar al ritmo de la brisa nocturna de la costa. Las letras escritas en tono dorado versaban “Remodela tu vida”, había sido escrito en Francia pero era una edición en griego. No recordaba haber guardado un libro así. Extrañado con el descubrimiento, lo tomó entre sus manos, hojeándolo por encima y viendo que había frases marcadas en resaltador amarillo y algunas anotaciones en una letra hermosa, redonda, fina. Revisó entonces el índice, veinte capítulos sin contar prologo y epilogo, notas del autor y demás. Resbaló la página y encontró en la primera, la que se guarda en blanco, el mensaje en bolígrafo dorado.

“Léelo, puede que te sirva

Shaka Espica”

El corazón le latió con cierta pesadez. ¿Se lo dejó?

“Si quiere que yo realice el trabajo, deberá someterse a una remodelación exhaustiva. No pienso decorar una casa de terror. Si está dispuesto a ello, vuelva a llamarme.”

Esas fueron sus palabras. Tragando algo grueso, y sin prestar atención a la hora, se dedicó a leer el prologo.

“Muchas veces, después de determinados momentos en nuestra vida sentimos que todo ha caído y que estamos, como aquellas casas abandonadas durante años, sin calor, sin cuidado, a merced del tiempo, de la humedad, del sol y cualquier animal que decida cobijarse. ¿Pero que si necesitamos de nuevo tener algo dentro? ¿Que si la casa desea de nuevo albergar familia, luz, color, amor, sentimientos? Para que una familia decida habitar aquella casa abandonada, la casa debe estar preparada para convertirse en un hogar”

Vio la puerta…

“Remodela tu vida es un libro pensado para todas aquellas personas que desean retomar el curso de su vida, dejar de ser una casa abandonada a la merced del tiempo y convertirse en el hogar de nuevos sueños, de nuevos sentimientos y emociones que la revitalicen y mantenga. Basado con los pasos comunes que se utilizan para re habitar una casa abandonada, el autor utiliza la metáfora para llevarla a la aplicabilidad de la vida, donde la persona debe decidir pasar por un proceso de remodelación exhaustivo, que podría incluir cambios doloroso de hábitos y estilo de vida, la aceptación de lo irremediable y el desecho de aquello que no sirve o es peso para continuar”

Abrió la oficina… vio el desorden. El olor a comida descompuesta, a humedad, a polvo encerrado.

“Particularmente creo que la obra será de beneficio para todas aquellas personas que decidan hacer un cambio violento en sus vida, para dejar la monotonía, la soledad y la frustración del fracaso; con la determinación de volver a habitar dentro de las paredes de su alma y corazón los nobles sentimientos y emprender así una nueva etapa donde pueda ser considerado un hogar. Tomé la decisión, levántese y decida hacer una remodelación en su vida.”

Decidió…

Eran las ocho de la mañana y Shaka estaba muy ensimismado en su rutina matutina de Yoga como para atender el endiablado teléfono. No solía trabajar los sábados y todos sus clientes conocían que los sábados no eran días de atender ningún tipo de pedido. Se lo dedicaba enteramente a él, a su cuerpo y concentración. Viendo que ya era la decima llamada perdida en tan sólo diez minutos. Se levantó de la posición de tortuga, para alcanzar su móvil que estaba en la sala, decorada de forma campestre, dos muebles de madera rustica cubierto con almohadones de color ocre. Los muebles se columpiaban en sí mismo, con ese movimiento curioso. Dos grandes jarrones de barro, artesanales, con palmeras verdes, una mesa de vidrio tejida con fibra, la repisa del mismo material alta donde estaba el televisor pantalla plana y el reproductor. En su habitación lo único tecnológico era el computador.

Vio el número de teléfono y no lo reconoció. Contestó.

-Buenos días, soy Shaka Espica, decorador de Interiores. ¿En que puedo servirle?-hubo un minuto de silencio, mientras los zafiros se abrieron asombrados-. ¿Sr. Leda?-otra vez silencio. Sus brazos que se cruzaban mientras sostenían el móvil con el hombro cayeron de lado. Con la izquierda tomó el móvil-. No esperé que me llamara pero no atiendo consultas los sábados-. Otra vez el silencio. Se recostó en el mueble, balanceándose con la punta de su pie derecho-. Le dije que no atiend…-calló de nuevo, soltándose la cola alta con la que ataba su cabello dorado-. Mmm… ¿es capaz de averiguar mi dirección con la policía?-preguntó jocoso, con una ceja enarcada-. ¿Tan importante es que vaya inmediatamente hacía allá?-lo dejó hablar mientras se sonreía, con un brillo en sus zafiros, cautivadores. No sabía porque le alegraba haber recibido la llamada si ya estaba convencido que había perdido el negocio-. Está bien… deme-revisó el reloj de madera a su derecha-, hora y media y estaré allí.

Cortó la llamada, con cierto entusiasmo manándole por las venas. Con rapidez se levantó y buscó con que vestirse.

Tal como le había dicho el rubio, Saga sintió el toque de la puerta exactamente las nueve y media de la mañana. Esbozando una sonrisa, se levantó de su lugar. A pesar de tener las pesadas ojeras debajo de sus ojos, mostrando el cansancio y la falta de sueño, además de estar completamente sucio, su camisa a medio abotonar llena de polvo y por fuera, descalzo, sin la correa; se sentía como renovado. Abrió la puerta y lo vio.

El impacto de nuevo en el pecho.

El rubio iba con una franela manga larga, negra y de cuello redondo, ceñida, con un collar de cuero y una “S” de metal anudada. El pantalón era un deportivo sintético color gris, holgado, igual a las caderas, botines bajos y deportivos, su cabello con una trenza que caía sobre su hombro derecho y los lentes oscuros. De nuevo llevaba un maletín de medio lado esta vez gris. No podía evitarlo, se veía tan muchacho que simplemente despertaba una parte de él que prefería ignorar.

Quitó sus lentes para mirarlo con asombro. No espero ver al forrado abogado en esas fachas, así que no tuvo el mínimo reparo para mirarlo de hito a hito. Subió su mirada, enarcando una ceja, interrogante. Saga sólo esbozó de nuevo una sonrisa.

-Buenos Días, Sr. Espica-dijo, soltando la puerta y dejándola abierta para que pasara.

-Buenos días...-murmuró, viéndolo caminar con sus manos de nuevo en los bolsillos. No pudo evitar sentirse algo asustado, parecía a aquellas películas de terror donde citan a la víctima y el asesino aparece de esa forma-. Sr. Leda, ¿está bien?-inquirió manteniendo la distancia.

-Ven, ningún decorador de Athenas logra presentarme algo que me gusté y todos me señalaron a ti-empezó a hablar, entrando a la puerta izquierda. Shaka se acercó pendiente de todo-. Así que dime cuando puedes empezar a trabajar para mi casa-el rubio entró por el umbral y quedó petrificado.

Toda la habitación estaba en orden. Aún habían unas cajas amontonadas a la izquierda en el rincón, pero la mayoría de los libros estaban ya puesto sobre el librero, el escritorio despejado con sólo pocas carpetas.

Vio entonces el libro en el escritorio y se sonrió, de medio lado, cruzando los brazos luego de haberse quitado los lentes. Saga lo observó sentado desde su escritorio, con una sincera sonrisa de agradecimiento.

-Empiezo desde el lunes.
Notas finales: Spoiler 05:"-Le presento a Aioria y Aioros Sagita, son mi equipo de remodelaciones. El mejor en Grecia-el menor de los hermanos, con los castaños rulos y una mirada gatuna se le enganchó al brazo de Shaka. Saga vio el gesto con cierta incomodidad.
-Como siempre, hueles a leche y miel, Shaka…"

Gracias a todos los que leen ^^

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