NOS DEJASTE
Las llamas se han llevado tu cuerpo, el dolor de la perdida ase hace latente en mi pecho porque aunque no teníamos la misma sangre, par mi, siempre fuiste mi amado padre, como se que para ti, yo era tu adorada hija.
Estoy vieja, los años me han pasado la cuenta, menos a ellos, siguen casi iguales a cuando los conocí por primera vez, me pregunto si seguirías siendo tan bello como antes, es obvio que si.
Nos dejaste solos, te marchaste sin siquiera pensar en nuestra agonía, llevaste a la penumbra eterna de la noche a papá, de esa oscuridad que sin notarlo lo fue consumiendo sin dejar rastro del joven ingenuo y feliz que había sido.
Los días siguieron su curso, meses, años, todos te olvidaron, con excepción de nosotros, que aun llevábamos el luto en nuestros corazones.
Podía escuchar el llanto amargo tras la puerta, mi consuelo ya no servia de mucho, hasta que un buen día el silencio se apodero de él, estaba seco, un muerto en vida, lo note enseguida, porque a diferencia de los otros, yo no podía ser engañada por aquella sonrisa fingida que tanto alegraba a todos, mas a mi solo me rompía el alma.
Estoy rodeada de mis seres queridos, se que no vendrás, te duele saber que parto y no puedes hacer nada por remediarlo, soy humana soy frágil, lo sabias desde un principio, pero nunca pensaste dejar de envejecer antes que yo cumpliera los 25 años.
Te odias, no lo hagas, me hubiese dolido mas verte morir a ti también.
Me siento cansada, dormiré un poco, un ángel parece ante mi, no, algo mucho mejor, brilla esplendorosamente, luce tal como en esa vieja fotografía dad por mi padre, cuando me descubrió llorando, había olvidado tu cara y me odiaba por eso.
- Greta, mi niña – dijiste en un susurro, corrí a el emocionada, nos dimos un calido abrazo.
– Papá, papá – te decía en medio de lágrimas que caían de felicidad.
- Te extrañe – dije con un puchero que luego se transformo en una gran sonrisa.
- Lo se, perdóname – moví en negativa la cabeza, yo no tenia nada que perdonar.
A medida que fui creciendo puede comprender los verdaderos motivos de tu repentina partida. Con rabia, entonces comprendí que ellos te orillaron a la muerte, fueron ellos quienes te quitaron la vida.
No hizo falta pronunciar palabra, entendiste que no había reproche en mi corazón, me regalaste una sonrisa, tomaste mi pequeña mano y comenzamos a caminar.
- Otosan, debemos ir por papá Yuuri - Negaste sin dejar de sonreírme. Te mire triste, pero entonces dijiste.
– Aún no es su hora mi pequeña –
- Cuando lo sea vendremos juntos por él y volveremos a hacer una familia-
- Lo prometes-
- Hai –
La luz era enceguecedora, pero también calida, tenia un poco de miedo, lo ignore, tu estabas otra vez a mi lado y contigo, sabia que jamás nada malo podría ocurrirme.
FIN