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Nevadas de Memorias por AkiraHilar

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Afortunadamente, del lado de la ciudad donde ellos vivían, la tormenta no golpeaba de forma tan inclemente. Aún así, el viento realmente amenazaba con hacerse más fuerte y difícil de dominar, por lo que Shaka aceleró el paso luego de salir de la estación del metro, caminando presurosamente hasta la villa en donde el acomodado Town House que compartieran lo esperaba.

Realmente sería un verdadero suplicio tener que dormir allí justo después de lo sucedido, pero no traía dinero y estaba consciente que de haberlo tenido, de seguro no se hubiera quedado en un hotel cualquiera por considerarlo un gasto excesivo e innecesario. Prefirió no pensar en ello, una casa era una casa, sólo un cajón de cemente, bloques y concretos, decorada y que servía para dormir… al menos eso sería a partir de ese momento.

En la gaceta de vigilancia al verlo de pie no comentaron nada. Amablemente abrieron y saludaron con gesto cordial. Se veían que estaban tomando una caliente taza de chocolate y se le antojaba, aunque sabía que sería evocar a más recuerdos que prefería no tener en mente. ¿Pero qué cosa a su alrededor no le evocaría a Saga? Su vida estaba llena, llena de su aroma, de su voz, sus palabras… Sin importar que, todo en cuanto viera le recordaría a él. La nieve le recordaba a él… le recordaba el momento en que lo conoció y también… el momento en que se fue a vivir con él.

La relación de ellos luego de que Shaka poco a poco cediera terreno, se aceleró de forma paulatina. Poco a poco Saga tenía más acceso para hacerle saber cómo lo quería, como lo deseaba, empezando con leves roces de manos, para luego convertirse en sugerente caricia que sólo buscaba hacerle desear más. Saga jugaba… jugaba a preparar lentamente el pastel para cuando por fin estuviera listo y devorarlo. Y mientras eso sucedía, Shaka se preparaba, leía de sexualidad, se documentaba para dar una buena impresión. Era virgen, no había pensado en acostarse con nadie, no tenía eso en mente más que estudiar pero con Saga era distinto y quería corresponderle. A veces se sentía nervioso al respecto, él debía tener experiencia, ¿que si no llegaba a su altura? ¿Si no le gustaba? Debía admitirlo, pero quería, deseaba, añoraba dejarlo tan satisfecho que quedara atado a él. Pensó en muchas posibilidades, escenarios, como comenzaría, donde terminaría, el ritual de caricias, el movimiento de dedos, trazaba mentalmente el mapa continental haciendo énfasis en los puntos que había leído eran los más erógenos.

Se preparaba… para entregarse por completo y hacer que lo disfrutaba…

Y terminó siendo suyo de la forma que menos esperó.

Ambos en el auto, caía una terrible lluvia en la intercontinental, luego de terminar un curso que le ayudaría en la carrera que había escogido. Hasta ese tiempo fue que se dio cuenta que a Saga se le solía olvidar hacerle mantenimiento al auto y se había sobrecalentado, además de tener falta de aceite. Era de noche, Saga estaba empapado hasta los zapatos, quitándose con rabia las medias en el asiento de conductor mientras que Shaka, molesto y en mortal silencio veían el vidrio empañarse. Estaba cansado, tenía, hambre, hacía frío y le incomodaba que un hombre tan mayor como él no estuviera pendiente de detalles tan importante.

Finalmente no lo toleró, con aquella apabullante frialdad lo miró de forma iracunda y le hizo saber que realmente merecía haberse quedado barado, pero no con él metido en semejante paquete.

--¿Me pregunto como hace para salir de su departamento con las agujetas de los zapatos atadas?--preguntó sarcástico, movienun mechón de su cabellos.

--¡Cállate Shaka!

--Ah no, cierto, no usa zapatos con cordones precisamente para no caerse mientras bajas las escaleras y “acordarse” que hay que atárselos.

--¡¡Eres un maldito crío!!--gruñó el mayor ya descamisado y a punto de sacar un cigarro por el stress. De respuesta, el rubio le arranco el tubo de la boca y lo partió ensuciando su maravilloso auto--. ¡¡Maldita sea!!

--Pero al menos tengo los cinco dedos en mi frente como para saber que un auto necesita servicio y usted se está matando por ese vicio.

Las miradas desafiándose y enviando mil improperios… el silencio. Realmente las cosas no irían nada bien, Saga estaba tan molesto que no aceptaría una provocación más. Shaka por su lado estaba tan indignado que de seguir le criticaría hasta la forma de mover los labios y encerrados en medio de esa tempestad acuosa no tenían más remedio que trazar tregua. Cansado de solo ver el auto desde dentro y viendo que las cosas no mejoraban en el clima, Shaka decidió buscar un libro que estaba en su maletín en el asiento trasero, para entretenerse un rato. De esa forma se levanto del asiento y a gatas buscó ir hacia atrás, molestando al griego en el proceso que peleaba por la tapicería del auto.

Tan ensimismado anda buscando alcanzar el maletín que no se dio cuenta en qué momento Saga lo tomó de la cintura y lo sentó con él en el asiento del conductor y antes de poderse quejar un beso le había robado todas las palabras. Lo demás sucedió a pasos vertiginosos…

La boca le comía con ansía, verdaderas ansías y a duras pena le dejaban musitar un aquí no que saboreaba el griego en sus labios y desarmaba sin misericordia. Las manos hallaron espacio en los bolsillos del jean para acariciar el interior de las piernas y sin poderlo remediar en algún momento el botón y el cierre del pantalón había cedido espacios a las poderosas manos. No había tiempo, no había más que el placer que quería devorarlos a ambos y por más que Shaka quería volver a recuperar el control, Saga no le dejaba opción.

Terminó dejándose devorar por ese fuego griego, permitiendo que esos labios lo incendiara por completo, lo quemaran… mientras los dedos gruesos manipulaban con pericia el centro de su sexo y lo doblegaba al paso de corrientes lascivas que gobernaba de punta a punta. Hasta que sucumbió, acalorado, sonrojado… sudado, con sus ojos azules teñidos del mero placer del orgasmo que no había experimentado antes de esa forma, y dejando que ahora el mayor destinara besos húmedos por su cuello, marcándolo, haciéndolo suyo.

Lo demás fue el mero frenesí…

Para cuando se dieron cuenta los pantalones estaban por debajo de las rodillas, las manos del mayor en las caderas imponiendo el ritmo mientras jadeaba ya sin aire y Shaka replegado en el volante, sosteniéndolo con fuerza, gimiendo y mordiendo sus labios ante la oleada de placer que recibía al paso de aquellas carnes intrusas en su cuerpo, entregándose, sin importar nada, sin poner en práctica nada de lo que había leído y totalmente fuera de sus planes. Dejándose tomar y actuando por un instinto primitivo que hasta ese momento conocía, le hacía arquearse del deleite, clavar uñas, dientes, insultar, pedir más, maldecir…

Frente a la casa… las sensaciones se revivían…

Se revivía como para la tercera ronda, ya en el clamor de la noche y sin lluvia, volvieron a complementarse en el asiento de atrás tirando libros papeles, maletín y todo en cuanto pudiera hacerle, fundiéndose en la mera danza carnal que los pedía, les imploraba fusionarse una y mil veces. Hasta que en el último jadeo de Saga, le escuchó las palabras que le ataría irremediablemente a él.

“Te Amo”

Una sonrisa melancólica hizo espacio en sus labios finos, al recordar las burbujas que sintió en su vientre, aquella sensación de sosiego en sus brazos al sentirse querido. Como idiotamente le dijo: “No digas algo que no sientes” y con el cual Saga se reincorporó, viéndolo fijamente, confirmándolo con su mirada verde que lo amarró a su camino, quiso, para siempre.

El te amo fue tan sincero… que le había sellado el alma.

¿Y que importó entonces lo demás? Para cuando se dio cuenta, Saga ya estaba clavado hasta el fondo de su alma y corazón. Cuando sus padres sospecharon y lo interpelaron, no le importó confirmarlo. Golpeado por su padre, maldito por su madre, Shaka tuvo que abandonar su casa con un golpe en su mejilla. Saga fue por él, y aunque el mismo intentó hacerles entender a sus padres, fue imposible. “Prefiero perder un hijo, que tener un marica”, las palabras de la orfandad. Lo maldijeron a él, maldijeron su relación… ¿habría sido eso el karma que cargaba?

La puerta cedía al paso de sus manos, puerta de madera blanca, labrada con figuras griegas. Encendió las luces, iluminación tenue, algunos adornos por la fecha navideña ya decoraba las escaleras hasta las habitaciones, la sala, parte de la cocina y la sala principal donde estaba la chimenea y el árbol con los regalos… regalos… eran cajas vacías decoradas para dar apariencia…

Apariencias…

--¿A dónde me llevas, Saga?--preguntó aquella vez, sintiendo la venda que sin mediarlo el griego le había atado sin meditar.

--Sólo cree en mí--fue su respuesta… su simple respuesta…

Cuando el auto se detuvo, Saga le abrió la puerta y tomándolo de la mano lo guio, diciéndole cuando había escalones delante o cualquier obstáculo para que el rubio evadiera, hasta que al final escuchó el sonido de una puerta al abrirse. Muchas cosas pasaron por su mente, ¿un hotel quizás? Llevaban un año luego de lo ocurrido con su padre, Shaka vivía en un departamento estudiantil con otros compañeros. A Saga no le había gustado mucho, pero terminó aceptando. ¿Quizás quería celebrar el año de estar totalmente juntos y sin esconderse con una noche de sexo? Con Saga ese tipo de celebraciones era lo común.

Aún así se dejo guiar. Ante la expectativa de que nueva habitación habría escogido en el catalogo de hoteles de cinco estrellas del placer, sentía su piel vibrar con emoción. Y se acentuó cuando el cuerpo de aquel hombre lo cubrió desde su espalda, pegando labios gruesos a su oído. Hablándole dulces palabras… dulces, tan dulce que hasta creía que en algún momento era farsas…

Promesas… promesas que ese día se hicieron añicos…

Fabulas de enamorados sin concretarse, o quizás golpeadas por la rutina…

Lo primero que hizo al subir a su habitación fue desvestirse, y prepararse un buen baño de agua caliente, quedándose dentro durante quizás una hora. Los ojos le lloraban… lloraban por fin en la oscuridad de un rincón donde nadie pudiera ver lo que sentía, como lo golpeaba y lastimaba…

Lacerado hasta la medula…

Se dejo caer abrazado y derrotado, en la cerámica del piso del baño, dejando que las gotas cayeran donde quisiese… llorando… llorando amargamente…

“Quédate conmigo”

Los recuerdos lo azoraron hasta hacerlo quebrar toda muestra de fortaleza. Golpeó el piso con ira, sacudió su cabeza, dejaba que sus dorados cabellos se esparcieran en la humedad del frio y la cerámica… entre la cordura y la razón, siendo rasgado ante cada escena en la que le había hecho el amor en ese mismo lugar, en la habitación, la escalera, sala, cocina… incluso en el estacionamiento…

Metido en el asa de sus recuerdos, se sentía de nuevo huérfano…

¿A quién había tenido en esos largos años sino a él?

¿A quién podría ir ahora?

Lo curioso es que maldecía el maldito orgullo que le haría salir del baño con la frente en alto, tragarse las lágrimas que no aprovecharon salir en ese momento, a enfrentarse al mundo sin poder pedir ayuda… mostrarse débil no era una opción… nunca lo fue…

La única vez que se lo permitió… fue luego de esas dos palabras al oído, donde después de soltar la venda de sus ojos frente a él se veía la casa vacía, recién comprada y lista para ser decorada a su gusto. Lágrimas se agolparon en sus cuencas oculares y salieron sin pedir permiso por su rostro de marfil, por primera vez, vulnerable…

--Quiero que te quedes conmigo, Shaka--“la sentencia que ahora lo condenaba al vacío”--. Hoy y todos los días, hoy y todas las noches… quiero amanecerá tu lado, dormir sabiendo que te tengo al lado, que me ayudes a llevar los detalles… yo te ayudo a ver las cosas de otra perspectivas…--“lo que le hizo entregarse con todo”--. De verdad, te quiero a mi lado, Shaka… Te amo…

Volteó, besó… esa fue su respuesta…

--¿Le habrás dicho lo mismo a aquel?

La pregunta al aire, cerrando la regadera, con su izquierda… ya no había anillo.

--Da igual…

Era hora de empezar a enterrar recuerdos…lAS

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