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Nevadas de Memorias por AkiraHilar

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Apenas salió resintió el frio de la nevada. Al parecer ya estaban golpeando con más fuerza ese lado de la ciudad. Bufando algo agotado, Shaka tomó la bata verde a su lado, secando luego su cabello con una toalla corta azul eléctrico, sacudiéndolo con presteza, su rostro neutral. Qué bien sabía poner ese rostro… que bien lograba a hacerse el inconmovible… Bufó de nuevo, cansado quizás de darles más vueltas a un asunto que no podría arreglar o remediar aunque así lo quisiera. Dejó la toalla del cabello a un lado, la bata de baño en otro, colgando de forma perfecta en los lugares designados por él y fue hasta el closet, donde en un maletín cifrado escondido tras cajas de zapatos, estaba, lo que buscaba…

Recuerdos…

Jamás le había dicho a Saga de la existencia de ese altar personal, de ese baúl de cosas estúpidas que le hacía recordar cada uno de los viajes y fechas especiales que compartieron, recuerdos que evocaban a escenas que fueron significativas para él y escondía, como un niño que tiene un tesoro y tiene miedo que alguien lo manche… Reconocer que “guardaba basura” para recordar los buenos tiempos era algo que Shaka no pensaba hacer, al menos no frente a él. Pensó que ese tipo de cursilería solo lo hacía ver más débil y que para un hombre ya de su edad y siendo tan “practico” como es, sería una verdadera vergüenza reconocerlo.

Saga nunca supo de ella…

Con el maletín en mano, bajó ataviado de una lujosa bata de seda azul eléctrico, con bordeado dorado, que Saga le había comprado en Italia en unos de sus viajes. El cabello humedecido le caía a un lado, no vio necesidad de ponerse ropa interior. Su plan para la noche era beber vino mientras iba quemando en la chimenea, una a una, aquella sarta de basura.

Dejó el maletín a un lado de la chimenea, y la encendió, como Saga le había enseñado. Los regalos a un lado esperaban por ser abierto en noche buena, pero la realidad era, que esa noche buena la pasaría solo. El árbol de casi metro y medio de alto se alzaba gloriosamente decorado de azul y dorado, sus dos colores predilectos, con figuras de ángel, el efecto de la nieve sobre él, luces que parpadeaban… le quitó ese mecanismo para que se quedaran estáticas… sinceramente le mareaba. Con la chimenea encendido y el maletín a un lado sobre la madera de la sala, Shaka se dirigió entonces a la cocina para sacar una botella de vino que guardaba para Nochebuena y una copa de cristal, las que usaban para celebrar.

Esa noche iba a celebrar…

A celebrar el velorio de su relación…

Como los antiguos griegos que luego de la muerte de un familiar armaban un festín… en su caso sería un brindis.

Sentándose frente a la chimenea disfruto de la calidez de la luz y las llaman que crepitaban con la leña seca. La sensación era realmente reconfortante y le fue imposible no memorar las veces que en noche buena terminaban enredados entre bolsas y papeles de regalos, besándose apasionadamente por otro año juntos, convirtiéndose en uno al paso de caricias, de besos, de más palabras… palabras que se convirtína en un sortilegio, un mantra de buenos deseos, sueños que querían concretarse, de búsquedas, de planes… todo juntos…

Entre sonrisas y besos se entregaban, entre palabras y promesas se comprometían, una vez más, por los años que fueran el estar juntos… Y ese año sería la excepción… ese año quizás tendría que ir a cama temprano, resintiendo el vacío y esperando que el día amaneciera… solo…

Dibujó entonces una mueca falsa que quiso hacer pasar por una sonrisa. Sirviéndose una copa de buen vino, dejo la botella a un lado y abrió el maletín con la combinación de los últimos 4 dígitos del identificador de Saga, lo que se había convertido en una costumbre… todas sus claves de todo lo que tenía, desde cuenta bancaria hasta servicios electrónicos, eran SS y el los números de identificación de Saga, dependiendo de cuantos caracteres aceptaba la contraseña. Enarcó una ceja… tendría que cambiar todo ahora como si cambiara de vida… ¿por qué no era tan sencillo como quitarse el anillo y dejarlo abandonado? ¿Por qué de esa forma no se puede dejar de lado los recuerdos, enterrarlos? Sacarlos del pecho para que dejara de doler, para que de esa forma no tuvieran que se evocados al paso de cada mísero detalle que lo llamaba a recordar… ¿Era mucho pedir?

Sinceramente era imposible, pensó dentro de sí, harto de pensar y meditar al respecto y llegar a la misma conclusión: ni aunque pasara mil años, ni aunque conociera a otro y viviera de nuevo un romance, ni siquiera cambiándose por completo, incluso cambio de sexo… podría borrar lo que Saga significó para él, los buenos tiempos que estaban allí, clamando por ser revividos, ahora que había abierto el maletín y veía aquel cumulo de cosas organizadas por el tipo y fecha… tan meticuloso como siempre.

Suspiró con cierta desazón al ver las cartas, fotografías, envoltorios de chocolate o cualquier otro dulce, panfletos de guía turística y hasta servilletas. Sacó uno a uno empezando desde el ese año, desatando la cinta donde los tenía perfectamente amontonado y dejándolo caer entre sus piernas todos los objetos recolectados. Tomó entre sus manos una fotografía que se habían tomado en el centro comercial, en una de esas maquinas que hacen retratos instantáneos. Para ese momento ya Shaka resentía la frialdad, el alejamiento, así que saliendo de su rutina decidió decirle a Saga que lo acompañara a simplemente ver en el centro comercial, comer y entretenerse. Terminó casi jalándolo hasta la maquina, pidiendo que posara con él para tener un “recuerdo”. En ambas sonrisas… se veía la verdad retratada… en una la culpa… en otra la impotencia…

Dos lágrimas furtivas de nuevo marcaron camino en su mejilla, siendo secada con ávida rapidez. Dio vuelta a la fotografía para ver con su letra escrita la fecha, que hicieron ese día y porque debía recordarlo… el mensaje a su vez era claro… “lo estoy perdiendo…”

El nudo se formaba en su garganta…

Impotente para llorar, para verse más débil; dejó de lado todos esos recuerdos de ese años, tirándolo s a la madera y uno que otro cayo calcinándose en las llamas de la chimenea.

Buscó mejor el paquete del primer año… recordar lo bueno… quería recordar lo bueno para al final decir: al menos fui feliz… fui feliz… en pasado…

Desató el nudo, dos lágrimas acompañaron el silencioso gemido. Lo primero que vio fue la fotografía de cuando se mudo al departamento estudiantil, ambos en la cama sentados y tomadas por un compañero. Pese a ser reciente los de sus padres, Shaka se veían feliz y Saga reluciente, como si en ese momento el mundo se presentara solo para ser adorado y tomado entre sus manos, conquistado por ellos… tomando el sol con las manos y brillando con supremacía.

En ese tiempo todo parecía perfecto y ciertamente lo era.

Sus manos siguieron rodando entre los pilares de recuerdos atados en cintas azules eléctrico, el color favorito de Saga. En el primer año vio la servilleta de un restaurant italiano donde Saga lo llevo a comer, afianzando su deseo de estar con él. El envoltorio de un jabón del hotel donde tuvieron una velada romántica entre seda y tejido hindúes, el folleto de turismo en Texas donde fueron a pasar su primer viaje juntos como pareja. Se sonrió al verse los dos vestidos de vaqueros intentando lucir intimidante, aunque ciertamente la sonrisa de burla de Saga delataba sus vanos intentos. El único amenazante era Shaka que apretando su tilak lo miraba de forma peligrosa.

Una risilla por fin salió de los labios delgados, al recordar ese momento donde lleno de lodos por todo el jean salieron corriendo cuando un grupo de homofóbicos, los iba a golpear por hacer “manifestaciones públicas”. Todo había sido idea de Saga, y así salieron corriendo por medio rancho, riendo en el proceso mientras Shaka le comentaba una a una las leyes que había roto en menos de una hora. Un beso fogoso fue suficiente para quitarle las palabras de la boca y dejarse hacer, un “rapidin” como quien diría detrás de las caballerizas. Con Saga las reglas estaban para romperse si era necesario un desahogo, y bien terminó acostumbrándose a ello. En medio de su juventud y pese a su seriedad Shaka se dejaba ir por ese torbellino de energía y vitalidad que representaba el griego… pero eso fue cambiando.

Conforme los años pasaban y eran desatados, Shaka se daba cuenta de cuantos errores cometidos. Llegó en algún punto a perder su chispa de la juventud, y esforzarse en su trabajo. Ya la sociedad le pedía comportarse como todo un hombre adulto y a la altura de las circunstancias. Salir a hacer escenas con Saga en la calle ya no era una opción viable. Como profesor universitario a donde iba se encontraba a personas conocidas, sean compañeros de trabajo, sean estudiantes… para Shaka mantener su ética incluso fuera de la universidad se volvió una obsesión. Los festivales de conocimientos empezaron a drenar sus fuerzas y absorber el tiempo libre que le quedaba, entre preocupaciones de pasillos y crisis financieras, el joven de 22 años terminó marchitándose con la sociedad.

No se podía gastar porque estaban en recesión económica

No se podía viajar porque era un gasto innecesario…

¿Besos en la calle? Podrían verlo y afectar su imagen de profesor…

¿Tener sexo? Esta noche no, había exámenes que revisar, estaba agotado, los profesores discutían el aumento… etc…

Shaka se dejó absorber la vida… y hasta ese momento lo veía…

Por su trabajo y por Saga. ¿Qué le quedaba entonces?

Año tras años eran desatados haciéndolo comprender… pero aún así no lo veía tan terribles los errores como para recibir ese trato final. ¿No lo amaba? ¿Realmente Saga había dejado de amarlo?

Se dejó caer entonces entre la fría madera y el calor reconfortante de la chimenea. El rumor del viento golpeando el vidrio le daba indicios de que la tormenta continuaba. Shaka ya se había bebido entre recuerdos, lágrimas y reflexiones la mitad de la botella. Tendido entre papeles, fotos, servillestas, envoltorios y cintas azules por todos lados, como una alfombra, se dejó ir por las memorias… una sonrisa frustrada en sus labios… al final quizás él fue quien tuvo la mayor culpa.

¿En qué punto del camino se perdió a sí mismo?

¿En qué punto dejó que otras cosas fueran más importantes que el simple placer de disfrutar la vida?

Lo triste es que quizás Saga jamás sabría que a pesar de su trabajo, a pesar del estrés laboral, de la fatiga, los prejuicios, de su propio orgullo con el que escudaba la inseguridad… porque si, Shaka sentía inseguridad… temía no ser demasiado perfecto para retener a Saga a su lado, temía que por su juventud e inexperiencia no pudiera ser capaz de caminar al ritmo de Saga. Por eso buscaba enloquecido formas y maneras de complacerlo, ser perfecto, tener todo al corriente, serle tan imprescindible que aunque fuera por la rutina… aunque fuera por necesidad… se quedara a su lado…

Falacias… vil y vasta falacia…

Ahora se daba cuenta que Saga lo único que pedía era a él, al Shaka sólo Shaka, no al profesor, no al perfecto cronometrado, no al mayordomo que tenía todos los servicios al día, no… esos vanos detalles jamás le importaron… jamás le importo ver una sombrilla en su auto, jamás se daba cuenta cuando le cambiaba la barra labial por una nueva, un nuevo bolígrafo cuando notaba que gastaba el anterior… No, Saga jamás había reparado en detalles tan estúpidos como esos, detalles tan exasperadamente minucioso que ahora pensarlo le causaba repulsión.

No los planes creados para seguirse al pie de la letra…. Sino la improvisación graciosa de esperar lo que el destino les tenía deparado. Porque sí… con Saga los planes deberían ser hechos para ser destruidos… de la misma forma que lo tomó aquella noche en el auto por primera vez… de la misma forma que lo llevó a su nueva casa sin decirle nada, sin planes de por medio, simplemente lanzándose directamente al reto…

Del mismo modo que se casaron… dos años atrás, cuando ya era posible legalizar…

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