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Nevadas de Memorias por AkiraHilar

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Los labios se abrazaban con fuerza… con necesidad… Las manos del rubio estaban tomadas por las muñecas por el griego, mientras se devoraban, con un hambre y un frenesí lleno de tanta desesperación que no había, bajo ninguna circunstancia, otra cosa en mente más que tatuarse en el otro. El peso de Saga llevó a Shaka hasta la madera de nuevo. Ya no guerreaba… debía admitirlo, debía admitir que en su vergüenza quería atarse a ese beso… a esa efímera oportunidad de que quizás las cosas cambiarían.

Se amarraba a ella, como quien sujeta la balsa de su vida…

Y apenas las muñecas dejaron de ser apresadas, las manos blancas se clavaron de nuevo en su espalda, se dejó llevar… llevar ante los besos que no dejaban de ser prodigados con ese olor conocido, con ese paso conocido… su cuerpo reconocía a su dueño… su piel le daba bienvenida a esas caricias que había dejado de sentir…

¿E importaba el orgullo?

En ese momento no… no al menos mientras esos labios siguieran robándole el aire…

Y cuando este se agotaba, ojos cerrados apenas se separaban… tomaban aire… labios volvían a apresar los ajenos…

No habían palabras en medio de esos besos que eran marcados en el rostro del otro… no había forma de que estas salieran y sinceramente ninguno de los dos quería decir nada. ¿Qué importaba? Ya Shaka sentía que si era esa la última vez que lo tendría… si era esa la última vez que disfrutaría de ese cuerpo que le había pertenecido… se daría el gusto de marcarlo… marcarlo suyo para que aquel que se lo arrebató supiera… que al menos antes de dejarlo necesito tomarlo…

Le había pertenecido…

Ese acto que jamás se permitió por orgullo, ahora por orgullo vio necesario aplicarlo… marcar con sus labios el cuello del contrario, sus hombros, permitir que aquel también lo marcara, soltar su cabeza hacia atrás para que dejara caminos de dinamita pura que estallara bajo su piel, un campo minado que vería quizás al amanecer como el recuerdo… sólo recuerdo… Y esperando que quizás de la misma forma que las marcas cederían hasta desaparecer, desaparecieran los sentimientos, el dolor, la angustia, la sensación de abandono…

Y se sentía patético… porque entre trémulas lagrimas de ambos no eran capaz de decir, que más que amor, más que deseo… cada beso venía disfrazando una súplica que ninguno era capaz de materializar…

Y en medio de besos los recuerdos de nuevos eran pateados… las manos consiguieron puesto y espacio en el cuerpo del otro…

Sus cuerpos secuestraron sus almas…

Llevándoselo con él, Saga se quitó el pantalón que llevaba puesto y sentó a su compañero sobre él, metiendo sus manos debajo de la bata, encontrándolo desnudo debajo del satén y besándolo… besando y lamiendo cada espacio que le daba disponibilidad. Sus labios de nuevo se encontraban para empezar otra lucha… sus lenguas sin misericordia atacaban al otro sin deseos de ceder espacio… era el ahora o nunca… marcarse era imperioso. Y por ello Shaka clavaba sus dedos con ira en aquellos fuertes hombros, acomodaba su cuerpo sobre el de él, le decía, le demostraba porque era él su dueño, porqué era él quien debía estar a su lado… porqué era su mayor error el abandonarlo… porque no debía hacerlo… Y las caricias despejaban las telas… la bata cedió de los hombros para ser marcados por los labios ajenos… Shaka gimió abandonadamente, dejando caer su cabeza… mirando borrosamente a las luces del árbol adornado a sus espaldas…

Comprendiendo…

Quizás… quizás…

Las manos del griego de nuevo tomaron aquel rostro para seguirlo besando. Sus alientos caliente chocaban al ritmo del lento vaivén que las caderas del hindú ejercían sobre el cuerpo de su esposo. ¿Que eran lo que se decían en medio de caricias? ¿Eran te amos? Con la bata apenas sostenida por las mangas ya en los antebrazos, era difícil saberlo. Con las gruesas y grandes manos cubriendo la extensión de su espalda, mientras sin misericordia sus tetillas eran excitadas, era difícil comprenderlo… Entender que era lo que se decían entre besos y caricias…

Si es que hablaban de algo…

Y aún así prefería dejarse llevar por el frenesí y creer la maldita bazofia de que quizás, Saga ya no se iría… Prefería mil veces entregarse como lo hacía aquellas noches, desinteresadamente, confiando que quizás con ello pudiera terminar de amarrarlo… amarrarlo a él. Deseó entonces clavarse a él en cuerpo y alma, demostrarle su mejor actuación… hacerlo sentir tanto placer que, ni aunque quisiera, nadie pudiera ser capaz de repetírselo…

Marcarlo como suyo… para siempre…

Cuando de nuevo la frialdad entre la tela y la madera golpeó su espalda, los zafiros volvieron a abrirse a la nada. Se abrió a él como ya acostumbraba… como siempre anhelaba… como estaba preparado a hacerlo y como hubiera deseado seguir haciéndolo por el resto de sus días. Recibió con gemidos el paso de sus manos y lengua por sus muslos, temblando sus cimientos… destrozando sus bases. Le permitió que de nuevo poseyera todo de él… bebiera su alma…

Lo matara si quería…

Y cuando se dio cuenta de ello, simplemente se entregó sin restricciones, recibiendo con un jubilo indecoroso el placer oral que le otorgaban, gimiendo, gritando, jalando cabellos azules y todo en cuanto podía, conforme la lengua delineaba los pliegues de su hombría, las manos maniobraban sobre sus gemelos… la entrada era preparada.

Y su cuerpo, de nuevo, se alistaba…

Ante el paso de su esencia, Shaka gritó ahogado el nombre del único hombre que había amado… que aún amaba… con sus ojos empañados al techo, dejó caer ante esa exclamación su frustración en forma de lágrimas. Buscó con sus manos a su compañero, y lo encontró cuando ya las nuevas carnes de nuevo se acomodaban en las ajenas, entrando así su potente virilidad en las entrañas del rubio, que sin fuerza ante el orgasmo recién recibido, no ofrecía resistencia alguna.

Marcado de nuevo… eso era lo que deseaba. ¿Pero por cuánto tiempo la magia seguiría?

Mientras su cuerpo se acostumbraba; Saga, con la misma devoción, con el mismo cuidado y la misma entrega, le besaba cada centímetro de piel, le acariciaba de tramo a tramo… lo veneraba, lo hacía suyo… y de esa misma forma Shaka lo recibía, acariciando su espalda, apresando sus fuertes glúteos, uniéndose en los besos de fuego que devoraba toda razón… toda…

O eso pretendía…

Pero era innegable que sus cuerpos no sólo se buscaban… sus corazones se imploraban… Y en medio de ese acto de desespero, Shaka seguía llorando sin poderlo detener… no lágrimas con sollozos, no lágrimas con gemidos… era simplemente gotas saladas sin forma que salían de sus cuencas oculares, como si hubieran estado atragantadas por demasiado tiempo… una fuga quizás.

Y no había dedos que secaran, sellaran… consolaran…

Lo dejaban llorar como si supiera que era lo mejor que podía hacer en ese momento…

--Te amo Saga…--una confesión en busca de respuesta que nunca llegó…

Las profundas y lentas estocadas empezaron a hacer mella en sus neuronas, pero la pesadez de su pecho era incluso más severa. Sin importar cuantas corrientes de placer devoraba sus nervios y enviaba goce a su cuerpo, el corazón lloraba víctima del rechazo al no sentir respuesta a sus palabras. El rostro de Saga de nuevo buscó el suyo… sus labios en pleno movimiento de caderas deseaban seguirse marcando con los otros. La lengua seguía invadiendo y en el momento que podía, otra vez… su garganta lo traicionaba.

--Te amo Saga…--no había respuesta…

¿Hacían el amor? Estaba claro que no… aunque sus cuerpos se estuvieran uniendo… aunque sus piernas rodearan aquella entidad y se ensartara con deseos inhumanos… sus corazones no estaban conectados… sus almas no estaban fusionadas.

¿Era mero sexo? Tampoco… porque a pesar de que sus corazones no estuvieran combinados en un mismo sentir, era evidente que no sólo era el placer sexual el que los unía… no solo era el goce carnal el que los mantenía en esa danza primitiva, diciendo más que gemidos…

¿Entonces que era?

Lástima…

Terminó concluyendo… y se sintió miserable… Lástima quizás por ver ese montón de basura… por verlo quebrarse… por saber que aún así lo iba abandonar… Lástima y para así al menos hacerlo sentir bien antes de dejarlo… Compasión… misericordia… piedad… mera consideración…

Sensibles condolencias…

Y derrotado se dejó tomar con frustración, mordiendo sus labios, acallando gemidos… permitiendo que su cuerpo bebiera una última vez, mientras moría…

Moría al paso de caricias carentes de amor… de besos que no marcaba, de gemidos sordos… vacíos… vanos…

¿Ya no me amas?

Y el orgasmo llegó… una vacuidad amarga… una sensación agridulce… el cuerpo descargado de sólo energías.

Sin saber que era lo que había pasado, que había significado… con qué objeto… Sólo pudo sentir el cuerpo de su esposo caer sobre el de él, besando con ternura su cuello, suspirando su aroma… sin palabras…

--Te amo… Saga…--una última vez…

Sin respuestas…

Terminó desistiendo… terminó cerrando los ojos… dejando que Hypnos tomara su alma y le diera descanso… Dormir… para olvidar…

“Adiós, Saga…”

Cuando despertó de nuevo, estaba en su habitación, desnudo, la bata a un lado. Eran las seis de la mañana. No había nadie más con él.

Suspiró… era lo más evidente que pasaría…

Se alistó con presteza sin hacer caso a los recuerdos, encerrándolos, obligándolos a ser enterrados. Se alistó con su traje, una camisa beige, una corbata marrón, chaqueta y pantalón marrón, el abrigo de piel. Recogió su cabello en una media cola, bajó buscando algo que desayunar… y lo vio…

El sobre… encima del comedor…

Seis y media de la mañana…

Leyó el contenido con manos temblorosas, zafiros turbios… conflictos… una mueca sarcástica gobernó sus labios ante la razón del divorcio.

Firmó.

Subió de nuevo a su habitación, tomó las dos grandes maletas y colocó, ordenadamente, cada pieza del vestuario de su ex esposo, organizándola como tenía acostumbrado hacerlo cuando tenía que ir de viaje.

No había lágrimas. Sólo la resignación, sólo la necesidad de cerrar capitulo… de ir hacia adelante…

De separarse para siempre…

Cerró las maletas, bajó con ellas con paso decidido. Junto al sobre lo dejó a un lado y con ello, se marchó, hasta su trabajo, a seguir con su vida.

El frío de la mañana de alguna manera le hizo sentir mejor. El vacío era palpable, y de ninguna manera despreciable. Las marcas en su cuerpo estaban latente, de esa noche que lo único que hubo de por medio fue una última vez de sexo. Quizás la añoraba, quizás la deseaba… pero ya no quedaría más que el trazo latente que se desvanecerá como sus ahora huellas en la nieve.

Tomó el primer autobús y como de costumbre, llegó a primera hora a su puesto de trabajo. Shura, profesor de español, entraba también luego de haber estacionado su auto de los 80 perfectamente cuidado. Un saludo cordial, de meros compañeros laborales, y cada uno entró a la sala de profesores donde otros les esperaba. Hablaban de la nevada, de la fuerte tormenta, escuchaban por la radio la noticia de algunas avenidas atascadas por la nieve.

Shaka permanecía ausente… pensando… pensando…

Horas después, el griego entró. Vio el sobre firmado, cerró puños impotentes… tomó los maletines.

Se fue…

Para cuando Shaka llegó a horas del mediodía, no había rastro de carta… ni de los maletines.

Vacío… mucho más vacío se sentía… como quien ve por fin la tumba hecha y ya completa, en la soledad, sin nadie alrededor, sin más que la única opción de dejarla atrás y seguir adelante. De nuevo, como retrospectiva, todas las memorias llegaron a su mente, una última vez…

Cerró sus ojos… suspiró para luego abrirlos al techo…

También era hora de que él abandonara la tumba asumiendo que dejaba atrás sólo el cadáver moribundo que se degradaría con el tiempo. Que ya no quedaba más que la sentencia de que al final, cuando regrese a ese lugar, sólo quedaran restos de huesos y el olor nauseabundo de la muerte fría y letal.

El sepelio había terminado…

Era hora de olvidar…

--Es hora de vender también esta casa…

Y así dejar atrás una etapa…

Comenzar quizás una nueva…

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