De improvisto una mano. El terror.
El joven de cabellos verdes abrió sus brillantes pupilas para mostrar un tanto el espasmo de semejante osadía. No podía voltear, el vagón del metro estaba atestado de personas, sentía un maletín de cuero rozarlo una pierna, un bebe jalándole un mechón de cabello a su derecha. Pero no, no era eso lo que lo tenía totalmente incomodado, insultado… violado…
Sino esa mano…
Una mano que indecorosa penetró primero por su camisa blanca por dentro, tocó su piel blanca… Tembló. Quiso voltear pero el terror lo hizo presa de la inmovilidad. En ese momento lamentaba no haberle hecho caso a su hermano, tomar un taxi, ir a casa luego de clase. Pero quería experimentar un poco… tantas consideraciones de su hermano mayor lo tenía asfixiado. Quería saber que era viajar en metro… y la experiencia no era del todo la esperada.
--¡¡HA!!--mordió sus labios y cerró parpado al escuchar ese gemido que involuntario salió de sus labios. Sintió que aquel cuerpo lo plegaba a una de las paredes y no podía siquiera recriminarlo, la estación de Hokaido estaba realmente repleta de personas que entraban buscando un mínimo espacio en el transporte. Las mismas personas en tumulto empujaron a él y a su victimario hacía ese lugar donde el frio del hierro golpeaba con su frente y aquella mano ahora rozaba indolente su vientre.
Y aunque sabía que era incorrecto… no hizo nada.
Es más, empezaba a disfrutarlo…
--Mmmm… --tragó el gemido al sentir la mano abriéndose espacio en su pantalón del instituto, con maestría, invadiendo su ropa intima…--no… por…--no, no podía decirlo… ni siquiera negársele con la voz cuando sus piernas ya se abrían, dándole espacio--. Bas… ¡ha!--apresado, vulnerable… excitado…
Nervioso… hambriento… deseoso…
Anhelante de más…
La mano estrujó… la mano bombeó… de base a punta reconoció con el tacto la hombría joven del de cabellos verdes. Apretó. Corrompió… Atacó y secuestró. Con pericia inusitada su miembro era estimulado. Con vergonzosa culpabilidad la victima mordía su mano derecha, para no gritar… gritar más… mucho más…
Y aquellos dedos invadían… conquistaba… arremetían… Bajaron hasta sus bolsas y manipularon con maestría. Sintió una mordida en su cuello y tembló al contacto de esa saliva.
Era perverso, era insano…
Y le urgía el placer…
Colapsó… Derramó… Respirar agitado al compás de la voz que decían que había llegado a su destino. Sintió que la mano salió… no vio la persona. Tampoco le importó.
A partir de ese día iba el mismo horario al metro. Se encontraba con la misma persona, volvían al mismo sitio… la misma mano invadía… aquel lo recibía.
Pronto se dio cuenta de los rasgos, cabellos dorados, un estudiante como él. Ojos azules, gélidos, no correspondientes al fuego que le hacía hervir cuando la mano indecorosa entraba para no salir.
Así pasaron semanas… amantes furtivos… se reconocían de lejos, se sonreía y volvían a su circo.
--Me llamó Hyoga--acento de Rusia, susurro al oído, mano que torturaba sin misericordia.
--Mucho… gusto, soy… Shun…--moduló con esfuerzo de no soltar gemidos… ya un arte en que se convirtió en experto.
Y entre encuentros de placer rápido y puntual en los vagones del metro el ruso le contaba su historia, el japonés su familia. Entre sonidos de paradas anunciaba la mano lo llevaba al nirvana, la mordida se marcaba en su cuello, una sonrisa en el menor se dibujaba excitado.
Así supo Shun que el hielo también quemaba… y Hyoga que dentro de toda una virgen hay fuego y deseo por consumar, convirtiéndose así en cómplices y compañeros de travesura.
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