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Un poco de Color y Vida por AkiraHilar

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Notas del capitulo: Saga y Shaka ya están en camino para la cita con el Lord, y muchas cosas podrían cambiar con ese encuentro. ¿Qué es lo que encontrará Shaka al final del camino? ¿Que decisión tomará?
Londres estaba fría, como siempre, ya avanzada la noche. El dueño de la mansión Wimbert entró en su automóvil por la puerta principal de hierro forjado, labrada con precisión artística, para luego mostrar las extensiones de arbustos del jardín, donde la prolongación verde sólo era dividida por el camino de piedras liza que iba hacía la enorme mansión de dos plantas, con una fachada de dos columnas amplias que sostenían el balcón superior con enredaderas. De estilo victoriano, la mansión mostraba una presentación hermosa y agradable, digna de un hogar.

El auto negro del año se estacionó en la puerta principal, dejando que el dueño saliera. Un hombre de gran altura y porte tosco, salió del vehículo, enfundado en un grueso abrigo de pieles negro que ocultaba todo el traje ejecutivo que engalanaba su figura. El cabello dorado corto era sacudido por las brisas frías de la noche, y las dos cejas siempre juntas, en el acostumbrado semblante severo, le daba indicios al servicio de que el Señor de los Wimbert había llegado.

Entró con la elegancia ya acostumbrada, de nobles y antiguos caballeros de Inglaterra, atestado por todo ese aire caballeresco de las antiguas leyenda. Verlo era como trasportarse a esos cuentos de guerreros de armaduras, paladines y escuderos que consideraban la lealtad de la corona como su mayor posesión. Sí, eso era lo que Radamanthys Wimbert desbordaba en cada paso de honor, una apabullante señal de orden y sumisión a todos los que le rodeaban, el carácter de un líder con alto sentido de justicia.

Un hombre que había dejado de tener pupilas brillantes, desde que la niña de sus ojos dejó de brillar en su casa.

--Muy buenas noches, My Lord--saludó la ama de llave, una anciana de visible edad pero con un porte recio. La que estaba al tanto de todo lo que ocurría en casa desde el matrimonio de los señores.

--Buenos noches, Sra. Rose. ¿Dónde está mi esposa?

--La señora ha pasado todo el día en la habitación del joven--el hombre dejó caer el pesado abrigo en el perchero de la sala. Se mantuvo en silencio, inconmovible, con una leve sensación en el pecho--. ¿Quiere que la llame y le informe de su llegada?

--No, iré yo mismo.

La mujer sin acotar más, le abrió el espacio para que el hombre subiera las escaleras en forma de espiral que llevaba a las habitaciones superiores. Subía un escalón y recordaba la forma en que por cada uno de ellos, un día como ese, su hijo rodó escaleras abajo después del empujón que él mismo le había dado, sin importarle en el estado que había llegado luego de ser golpeado en la universidad. Recordó los ojos azules mirarlo enrojecido con indignación y angustia… Recordó el grito de su esposa, el rostro de su hijo cuando mostró el más profundo dolor…

El orgullo con el que se levantó, aceptó la sentencia… se fue…

Abrió la puerta de la habitación que siempre permanecía cerrada. Encontró en la oscuridad y gracias al rayo de luz que se coló dentro de la habitación, al cuerpo de su esposa recostada en la cama donde solía dormir su hijo. Toda la alcoba permanecía intacta, tal cual él lo dejó, con todas sus pertenencias, sus ropas, sus libros… Con pesadez en su pecho el dueño entró en ella, sentándose al filo de la cama y contemplando a su esposa, quien dormía con un folio abrazado de forma sobre protectora. Apartó unos mechones dorados de su rostro, ya marcado por los años, pero aún así, hermosa, seguía siendo hermosa.

--Radamanthys--susurró ella entre sueños al sentir la cálida mano frotar su frente. Con pereza se reincorporó, resintiendo el dolor de cabeza--. ¿Qué hora es?

--Pasada las ocho de la noche--ella se sonrió con ternura, buscando de inmediato cobijo en el cuerpo de su marido. El rubio le dio el espacio que ella deseaba para acomodarse en su hombro y pecho, sólo pasando un brazo de forma protectora tras ella. En la oscuridad, había distinguido los orbes celestes inflamados de llorar--. Es hora de cenar--remarcó, no queriendo hablar, recordar…

--Estuve leyendo su ensayo--el puñal…--. El… él era muy bueno…--el dolor…--. Hablaba de cómo la filosofía de Platón fue influenciada por el arte de la época en Grecia--las lágrimas… de nuevo…--. Debí ser una mala madre…

--Fler…--el sollozo…

--Tal vez… si hubiera estado más… pendiente… más…

El llanto no le permitió hablar más. ¿Y de que valían las reflexiones en ese momento? ¿Pensar en quien tuvo la culpa para que su hijo tuviera gustos distintos? ¿Se dejara ilusionar por las palabras de su padrino? Durante esos años Radamanthys se culpó por haber provocado que su hijo y ese hombre permanecieran tan cerca… Fler por no haber reparado en las múltiples ocasiones en las que desde niño Shaka mostraba gustos más estéticos.

Por pensar que tuvieron un error en su crianza…

Entre tanto, en Grecia, la casa que se estaba decorando lució silenciosa durante todo el día. Sólo la voz imperativa de Aphrodite se escuchaba durante la mañana, ordenando a sus ayudantes a mover de un lado a otro las cerca de madera para el jardín trasero, las fuentes de yeso, los jarrones de cerámica y otro si fin de ornamento para la decoración del patio que será como un jardín secreto, según el diseño estipulado. Shaka había pedido una fuente con gemelos para el patio trasero, una que llegó al mediodía entre los cinco ayudante estaban instalando en el jardín. De la misma forma, el sueco entraba a la casa para dar órdenes sobre el diseño interior con las instrucciones que Shaka le había enviado por escrito a través del correo electrónico.

Algo le alarmaba…

El hecho de que el abogado tampoco se apareciera en casa y luego de lo ocurrido en la noche pasada, lo alarmaba. Shaka no se comunicó sino ya bien entrada la tarde, algo que no suele ocurrir con él y el abogado, quien al menos iba a dar unas vueltas al mediodía, no había mostrado su cara. Notaba el aspecto entristecido de Aioria mientras trabajaba en el mosaico de la cocina y el incomodo mutismo de Aioros mientras plegaba la alfombra de la sala de estar. Sabía que ellos estaban de alguna forma resintiendo la falta de su compañero y líder, pero no había forma de remediarlo.

Para llegada casi la noche, Aprhodite luego de despedir a los ayudantes del jardín, se reincorporó para verificar los arreglos del interior. Aioria se mantenía en silencio, hablando lo estrictamente necesario y Aioros no hacía esfuerzo tampoco para gastarse las bromas que siempre hacía en momentos tensos. Comprendiendo que el ambiente no cambiaría hasta que Shaka estuviera mejor, decidió servirse un poco de agua en un vaso de plástico y fue hasta la sala en donde Shaka pensaba colocar la pintura impresionista que él día anterior intentó pintar. Su estado debía estar ya en un punto caótico como para haberlo demostrado a través de la pintura, fuera de sus propios deseos. Lo conocía tan bien que sabía, Shaka no era el tipo de persona que mostrara abiertamente sus emociones por lo que intuía que aquello lo estaba superando.

Bufó contrariado. Quisiese enviarle un mensaje o llamarlo. Hacerle saber que no estaba solo aunque sabía que era innecesario. Que Shaka no le abriría una puerta, que él simplemente ignoraría las manos amigas que buscan ayudarlo. Una vez le escuchó decir que era un rio… un rio que toma y corre hasta el final, llevándose todo a su paso… ¿un rosal como él como puede detener a un rio en su camino? El espacio destinado para la pintura lo observaba con pesar y se preguntaba, si Shaka podría de verdad estar bien como para obligarse a sí mismo a no ventilar de nuevo sus emociones y pintar, el cuadro impresionista llenos de los colores vivos que él ya no representaba…

--¿Es verdad que ayer era su cumpleaños?--escuchó en el umbral de la puerta la gruesa y varonil voz del castaño mayor. Volteó con cierta desazón, viéndolo a él quitándose los guantes llenos de polvo y mirándolo de forma escrutadora. Simplemente asintió sin ánimos de dar mayores explicaciones--. ¡Vaya!--se quejó aquel con la vista en el techo que estaban trabajando en yeso--. Hasta ayer fue que me puse a pensar que nunca le habíamos celebrado su cumpleaños--el sueco lo observaba atento, sintiendo en el tono de voz del mayor un cierto dejo de dolor--. Incluso, hasta ayer es que me di cuenta que no conocemos nada de él y tenemos cuatro años juntos trabajando. No sé si tiene hermanos, como se llaman sus padres, si le gustaba jugar algún deporte de niño, o si tiene un dulce favorito…--bufó contrariado, rascando un poco su cabeza--. Pero si sé cuando esta de mal humor, cuando le da la esquizofrenia con la perfección, cuando amaneció de buen ánimo…

--Cuatro años trabajando juntos no pasan en vano, Aioros--replicó el sueco con una noble sonrisa.

--Quizás… pero siento que aún así hemos estado trabajando para un desconocido--sonrío tristemente--. Aioria ayer estuvo imposible, quejándose, maldiciendo… incluso lloró pensando en que había sido su cumpleaños y no le hicimos nada.

--No los celebra…--el griego fijó sus esmeraldas en el decorador, quien miraba con un dejo de angustia el espacio vacío de la pared donde iría el lienzo impresionista--. Shaka no los celebra…--repitió el joven y el mayor no pudo más que callar ante el murmullo de sus palabras--. Escucha Aioros, Shaka está dentro de su casa, su santuario, su templo… tiene más de cuatro años así. Para él, nosotros no somos más que transeúntes que debemos pasar por él, pero que nos iremos a otro lado… como si fuera solo una estación más que cruzar--las aguamarinas que fijaron su atención en el mayor--. Nos saludará, quizás cruzará unas palabras, pero nosotros sabemos que no nos podemos quedar y él que no nos puede retener… nos iremos, él seguirá en su templo, meditando dentro de sí mismo.

--¿Y el Sr. Leda?

La pregunta no se la esperó. Impresionado el decorador lo observó de forma profunda, constatando que para los dos ayudantes de Shaka no le era un secreto lo que se estaba gestando entre ellos, a pesar que no se inmiscuyeran ni comentaran nada. Resopló un tanto melancólico, pasando una de sus manos a la cintura.

--El Sr. Leda…--repitió con pesadez--. El no quiere seguir su camino…--y justo en ese momento el auto del abogado estaba frente a la entrada del hotel donde los esperaban--. Está allí, de pie en medio de la sala, clavándole la mirada y esperando que Shaka le dé su atención--Saga miraba al joven rubio con la vista en el vidrio, sus manos dando vueltas en su abrigo, perdido en sí mismo--. Y a Shaka, cada vez, le está costando mantener la concentración para permanecer desconectado al resto del mundo--lo sentía… Shaka sentía la mirada con la que el abogado esperaba una respuesta. Si ya era hora de bajar para tomar el encuentro que estaba a sus puertas… si debía seguir retrasando lo inevitable. Quedaban quince minutos para que el tiempo de la cena se cumpliera--. Pero el problema con el abogado, es que no se quiere quedar tampoco en casa de Shaka.

Las aguamarinas de Aphrodite lo miraron con firmeza para hacerle entender el punto, punto que ya Aioros había detectado a la perfección, que no requería más explicaciones.

--El quiere sacar a Shaka de ese lugar donde se ha escondido durante años--sentenció el sueco. Saga en otro lugar veía como el rubio veía el reloj, de nueva cuenta--. El quiere liberarlo de ese encierro pero… Shaka no está preparado para salir.

Y eso mismo pensó Saga al verlo, al ver como con sus ojos cerrados el rubio bajó sus manos por sobre el abrigo y exhaló aire profundamente. Cómo se estaba preparando para un choque que hubiera preferido evitar para siempre, eternamente… Se sintió culpable y temeroso del final… se sintió inseguro de la conclusión de la historia…

Se sintió mal consigo mismo y por él… por obligarle a enfrentar algo a lo cual no estaba preparado.

Quizás y Mu si tenía razón, quizás y la historia terminaría con el rio dejándolo de lado y circulando, hacía otros rumbos…

--Creo que si es hora--murmuró el decorador, abriendo sus parpados para mostrar el hermoso color de sus zafiros, embebidos en una tela de tristeza--. Deberíamos subir ya--sugirió, sin mirarlo.

Tenían media hora en el auto, media hora desde que habían llegado. Y tal como quedaron desde el mirador, el silencio se volvió en parte de su salida. Saga no tenía palabras, no las hallaba, para poder referirse a él sin gritarle que sabía todo, que no le importaba lo que haya pasado en su vida, que no le importaba lo que hayan creído de él los demás… que él lo quería, quería que le abriera un espacio, le diera una esperanza… que si perdió su familia él estaba dispuesto a convertirse en una para él…

Pero Shaka más bien, y por el contrario, no tenía nada que hablar, no quería hacerlo. Sentía que si abría la boca, lo único que saldría era el impulso que desde el mirador le carcomía la entrañas, el de besar a ese hombre que tenía a su lado para pensar que ya el pasado sólo era pasado. Que no le afectaría… que no le lastimaría… y si era así, ¿por qué se ataba a él? ¿Era por la inseguridad? ¿Acaso darse cuenta en ese momento que tenía deseos de besarlo era por la inseguridad que le creaba el encuentro con Simons? Con esas preguntas, le era difícil proceder. Temía que fuera una forma de buscar cobijo y no realmente parte de su sentimiento…

¿Era más que gustar?

De nuevo la pregunta hacía mella en su cabeza y terminó sacudiendo su rostro para tocar aire de nuevo. No era el momento de volver a cuestionarse que era lo que sentía por el abogado, si era más que el impulso sexual… si era un sentimiento al cual temía aferrarse…

Estaba a punto de chocar con el pasado, y debía prepararse

Abrió la puerta del automóvil y Saga hizo lo mismo, resintiendo un tanto la fría brisa de la noche. Caminaron en silencio, total silencio al vestíbulo del hotel, hasta alcanzar el pasillo que llevaba los amplios ascensores del edificio. No habían muchas personas, dada la temporada, sólo uno que otros clientes que bajaban quizás a buscar con que entretenerse en la ciudad. Tomaron entonces uno de los ascensores y Saga amablemente fue quien dio la orden hacía que piso iban a subir, hasta el último, la terraza donde el Psicólogo Lord Simons Whorther.

El silencio seguía en medio de ellos. Saga veía la forma en la que Shaka se tomaba las manos con nerviosismo mal disimulado, cada vez más tenso conforme el ascensor emitía el sonido de haber alcanzado un piso más. Finalmente, al penúltimo piso del seleccionado, Saga escurrió su brazo hasta posar su mano al hombro contrario y darle una leve presión que le emitía que estaba a su lado… Shaka no hizo nada para evitarlo, y prefirió tampoco pensar en las razones de ese contacto que en ese momento requería. Dejó que esa mano le infundieran las fuerzas necesarias para mantenerse de pie e inconmovible en cuanto estuviera frente a la figura de ese hombre que con sólo oírlo y verlo de lejos le había contrariado. Para no presentarse ante él como el joven inseguro que era hace seis años…

La puerta se abrió. El salón decorado de forma exclusiva en la terraza le dio la bienvenida. Una suave brisa fría sacudió ambos abrigos y un mesonero se inclinó para atenderles. Saga preguntó por el doctor, y el mesonero se ofreció a guiarlos hasta la mesa donde el Lord los esperaba. Se escurrieron así entre varias mesas redondas decoradas por mantenles de beige y azul rey, un gusto realmente elegante, con las vajillas de porcelana y la cubertería de plata. Uno de los restaurant más cotizado de la ciudad.

Al final, el mesonero les señaló la penúltima mesa al lado de uno de los balcones del edificio.

El hombre en la mesa apenas lo vio, lo reconoció. Simons se puso de pie impresionado viendo la figura de ya no el jovencito que dejó hace seis años, sino un hombre, un adulto, un mayor que lo miraban con ojos fijos y turbios. Shaka ya no era el muchacho… Shaka tenía en su semblante impreso el orgullo con el que enfrentaba a todos los que intentaban hacerle daño. Shaka ya no destilaba inocencia… Shaka destilaba dominio…

Y ante ese panorama, la mano del abogado en aquel hombro le daba fiel señal de los términos.

Más sin embargo, Shaka apenas pudo contener el temblor de su cuerpo, evidente para Saga, cuando de nuevo estuvo frente a frente a esa imagen. El cabello negro sujetado en una cola baja aún serpenteaba entre la brisa de la noche. Un traje negro de marca ocultaba la camisa esmeralda que creía recordar de algún lugar. De repente, el movimiento de aquel hombre lo desconcertó. Subiendo el puño de su chaqueta y camisa, Simons puso en evidencia aquella joya que Shaka de inmediato reconoció, junto al mensaje que dicha actitud le vociferaba a gritos.

“No eres aún mi pasado”

Simons subió su muñeca, mostrándole la esclava de plata con las iníciales SW2, con sus ojos claros fijos y determinados en recuperar lo que aún no creía perdido. Saga al notar la turbación de su acompañante, afianzó la presión a su hombro determinado a no perder terreno en el duelo. Shaka en medio de ambos estaba aplastado entre los recuerdos y sus deseos de desaparecer de ese lugar… no verlo más…

No sentir esas ganas de llorar y gritar desde sus intestinos…

Pasado y Futuro… una encrucijada…

Presente… incierto…

Los labios de Saga cortaron el espacio para alojarse cerca del oído del decorador, susurrarle unas palabras.

Shaka abrió sus parpados pasmosamente, entreabriendo sus labios temblorosos, impresionado en extremo.

Simons sintió una pulsada directa en el pecho…

Saga abandonó el lugar… Shaka volteó buscándolo con la mirada y observando cómo se dirigía al ascensor, sin mirar atrás… Simons lo llamó por su nombre…

Era hora de decidir…
Notas finales: Llegó el momento. El encuentro Shaka vs Hades. ¿Qué ocurrirá? Gracias a los que leen ^^

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