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Un poco de Color y Vida por AkiraHilar

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Notas del capitulo:

Shaka ha decidido que es hora de cambiar el rumbo, mientras Saga ha recibido una fuerte noticia. ¿Acaso esas nuevas variables cambiaran el veredicto del juicio?

Los recuerdos… ¿qué es un ser sin recuerdos? Aunque algunos duelan y lastimen al ser revividos, otros dibujan sonrisas al ser evocados; y sin importar si son buenos o malos, son la huella del desarrollo, del crecimiento, son vivencias, son aprendizajes, son el porqué se es como es en el presente, se actúa como se actúa y… son por ellos que se hacen cambios en el presente para tener mejores recuerdos en el futuro…

Recuerdos…

Justo en ese momento, Saga memoraba una de esas ocasiones donde los domingos se alistaban para ir a la misa dominical. Kanon cargaba la biblia, él el rosario; asistían con sus mejores vestuarios, con chaqueticas y una corbata que a Kanon desde joven siempre le molestaba porque decía que se sentía ahorcado. Sus cabellos aplacados por el gel de peinar, igual que él, su padre. Siempre allí, a su lado, inculcándole su credo, reuniéndolos por las noches para hacer el espacio de reunión familiar, compartir un Salmos, orar…

Pronto las cosas cambiaron… con su crecimiento también vino una realidad que no querían aceptar. Kanon, siempre más rebelde, más libre, más osado, empezó a discutir con su padre. Empezó sacando su corbata del pantalón, aflojándola, peinar sus cabellos con las formas de moda, mientras él, el gemelo mayor seguía el estilo estoico de su padre y por ello recibía la aceptación. Las visitas de distintos líderes religiosos  para encarrilar a su hermano, las “malas juntas” según su padre, las peleas, los regaños, acusaciones, reclamos, comparaciones…

Kanon no lo soportó. Se fue, él se quedó y siguió yendo, domingo a domingo, al mismo lugar a pedir perdón por los mismos pensamientos, por los mismos deseos, por las mismas reacciones. Año a año siendo comparado como el más puro el más santo, el modelo a seguir por los demás jóvenes que como él iban al mismo lugar, tomado como el mejor prospecto para las jovencitas; cuando, en las noches, se consumían entre el desespero de saber que pasaba con su hermano y su propia condición.

Y cuando por fin quiso seguir por primera vez a su corazón y encontró a su hermano; por primera vez discutió con su padre, por primera vez le levantó la voz, puso en evidencia su pensamiento, se le enfrentó. Fue entonces acusado, señalado y si… condenado; desde ese día no hubo más palabras, desde ese día ellos no volvieron a hablar. Se saludaban, se veían cuando de vez en vez era visitado, pero cada conversación entablada estaba condenada a terminar en un silencio mutuo. Obviamente, Kanon aún no fue bienvenido.

Recordó que la única palabra de felicitaciones que obtuvo de él luego de ese invidente, fue el día que se casó con Marin y justamente, una de sus tantas razones para tomar el matrimonio había sido complacerlo a él, aunque jamás se lo pidió. En cuanto al divorcio, fue su madre quien lo llamó y le recitó una y otra vez los textos que no avalaban ese documento, que lo que unía Dios no lo separaba el hombre, que el hombre deja a su padre y a su madre para unirse con una mujer y ser una sola carne. Por supuesto, no fue necesario ir a ver a su padre para decirle y conocer su opinión. Estaba seguro que lo reprobaba por su fracaso.

Y he allí, su más grande frustración. La razón por la que esa noche al ver al decorador se sentía tan derrotado, abrumado, dolido… intentó, realmente había intentado seguir lo que la sociedad y la iglesia exigía. Intentó amarla, nadie sabía cuánto lo había intentado, se esforzaba por complacerla en todo los ámbitos, por quererla y hacerle saber que ella era la mujer de su vida cuando, en los momentos a solas, su propio cuerpo le hacía malas jugadas pensando en hombres. Al final falló, para la sociedad, para la iglesia, para su padre…

Marin ya tenía al menos media hora de haberse retirado, luego de darles detalles de lo ocurrido, el diagnostico, los medicamentos y el estado general de su padre. Estaba consciente que su ex esposa había sabido ganar el cariño de su madre y que por ello había sido ella la avisada antes que él, su hijo. Las palabras de la mujer seguían apedreando en su mente, mientras que con las manos entrelazadas en el mentón se había quedado viendo directamente la nada, sólo recordando.

¿Cuánto tardaría su padre en olvidarlos?

¿Cuán difícil será para su madre ver que su padre, día a día, se irá olvidando de ella?

¿Qué debería hacer él y Kanon como sus hijos?

Echó su cuerpo hacía atrás, reclinándose en el asiento para quedarse mirando el techo, con sus manos entrelazadas ahora en la nuca, y dejando de lado todo, los casos que debía atender y a Shaka.

Y así pasó todo el día.

Dentro de la casa del abogado, ya pasada las doce de la noche, los castaños tomaban otro vaso de café para terminar de colocar la alfombra del pasillo que llevaba al despacho, el que día a día Shaka cruzaba para entrar a la casa, el mismo donde Shaka acorraló a Saga con el libro, lo obligó a decidir. En ese momento, Shaka se encargaba de los detalles de metal de la madera empotrada en la cocina, en los estantes, con ayuda de Aphrodite quien había decidido echarles una mano. Afinaba cualquier inconveniente, revisaba que todo estuviera en el listón de la perfección, se aseguraba que nada estuviera fuera de lugar. Sólo dos días, según el itinerario, y todo acabaría. Sólo dos días y…

Sonó el teléfono. Contestó.

—Señor Angelo, muy buenas noches—Aphrodite lo observó, acomodando las persianas de la ventana en la cocina—. No se preocupe por la hora, en este momento estoy trabajando—y sentado sobre la escalera, terminaba de atornillar el nuevo arreglo de hierro en una de las puertas de madera de los estantes—. Comprendo, entonces lo del hotel ya…—el sueco prestaba atención, siguiendo en su faena, un tanto pesado ante lo que pronto ocurriría: la inminente separación—. No es necesario que haga eso por mí, si voy, puedo acomodarme en un hotel mientras tanto—el compañero enarcó una ceja, comprendiendo el ofrecimiento que Shaka acababa de negar—. Le he dicho que no es necesario, puedo movilizarme por mi cuenta. Si no tiene contrato disponible, entonces no se preocupe—se oyó el sonido de la puerta cerrar con fuerza. Vio el rostro del rubio denotando una leve molestia—. He dicho que…—el sueco se levantó—, lamento tener que se descortés con usted, pero tengo mucho trabajo que…—las cejas que estrujaron el tilak en su frente, la ira que se levantaba en sus ojos—. Creo que esta ebrio—.el sueco renegó con su rostro, volviendo sus ojos hacía la ventana—. Bien, no tengo nada más que hablar, que tenga buenas noches.

Y la llamada fue cortada violentamente.

—Maldito italiano—refunfuñó finalmente, tirando el teléfono por allí, para seguir atornillando los demás elementos.

—Te lo dije…—una fugaz mirada zafiro en reprimenda, una risilla del sueco—. Ya sabes que tuve que meterme en su cama para que me diera un contrato, creo habértelo dicho hace tiempo ya.

—Da igual, no lo necesito para empezar en Italia.

Sólo se escuchó el sonido del taladro y el joven decorador resopló sabiendo que nada cambiaría la determinación del rubio.

En ese momento, aún los hermanos hablaban de lo que ocurría con su padre. Kanon lucía callado, muy callado, mientras que Saga comentaba todo lo que Marin le dijo y lo que logró hablar con su madre, cuando el mismo la llamó y con dificultad logró que le hablara de lo sucedido. Mu puso sus manos en los hombros de su pareja, masajeándole levemente al notar uno de los indicios que Kanon mostraba cuando estaba preocupado o estresado, el movimiento leve de su pie derecho.

—Entonces el viejo está enfermo—fue la simple, llana y cruda conclusión del menor de los gemelos.

—Si lo quieres resumir, sí—contestó el abogado colocando de lado la taza de café ya terminado—. Voy a ir este fin de semana a casa, le dije a mamá que estaré allí—el arquitecto desvió la mirada a un lado—. ¿Vendrás conmigo?

—¿Para qué?—Mu estrujó sus dos puntos de herencia, visiblemente en desacuerdo—. Creo que será mejor, cuando se olvide de mí ya dejará de sentir vergüenza.

—¡Kanon!—reprochó el mayor. Mu hizo una señal de alto con su palma, señal que detuvo por un momento el arranque de Saga.

—Creo que mejor es que durmamos—recomendó el tibetano, acariciando la espalda de su pareja—. Lamento mucho lo de tu padre, Saga—el mayor bajó la mirada—. Vayamos arriba, Kanon—y sin esperar respuesta prácticamente lo fue empujando hasta las escaleras.

—Al menos llama a mamá…

No hubo respuesta.

El día consiguiente, tampoco se vieron. Saga estaba más ocupado llamando a su madre, leyendo sobre la enfermedad, buscando que era lo mejor que podría hacer un hijo en ese caso, y recordando si, recordando mucho. Y mientras tanto, Shaka terminaba todos los arreglos, con sólo dos horas de sueño y acomodando por fin los nuevos muebles de la sala, limpiando entre tanto el jardín cuando ya Aphrodite había acabado con sus arreglos. Aioros y Aioria se mantuvieron en silencio siguiendo cada orden, cada quien en sus propios pensamientos: el de mayor esperando que Shaka estuviera tan bien como aparentemente estaba y Aioria desesperado por llenarlo de preguntas, buscar respuesta, deseando que todo estuviera bien con él.

Para el sábado, Saga partió por su cuenta hacía la ciudad donde nació y vivió gran parte de su vida. Ese mismo día, al mediodía, los preparativos habían acabado y estaba siendo celebrado con una copa de champagne que Aphrodite compró en la mañana y la cual fue abierta por un jocoso Aioros que no tardó en mojar a su hermano en el proceso con la espuma. Hubo risas, más no por parte de Shaka, quien veía pensativo el espacio que debía ocupar la pintura impresionista que al final, no fue capaz de pintar.

—No se ve mal así vacío—consintió el sueco pasándole la copa servida—. Vamos, los hermanos maravillas te están esperando para brindar por un nuevo trabajo terminado.

—El último—remarcó el rubio tomando la copa—. Te dejo a cargo de mi apartamento, al parecer no tardara en ser vendido, lo he puesto a buen precio. Ya sabes qué hacer con el dinero…

—La mitad para Aioria y Aioros como liquidación de sus servicios y la otra para la cuenta en Londres—repitió con algo de tristeza—. ¿Estás decidido? Extrañaré hacer trabajos contigo.

—Los dramas no van conmigo, Aphrodite—respondió el hindú, apartando uno de los bucles celestes—. Aunque admito que será difícil encontrar tan buen gusto en otro lugar y tan acorde a mi forma de trabajar—las aguamarinas le vieron con intenso pesar—. Aphrodite…

—Si supieras que te vas para estar mejor, te juro Shaka que ahora estaría obligándote a beber toda esa botella hasta emborracharte para disfrutar nuestro último día. Pero no es así, te vas huyendo de un hombre a quien, aunque no quieras admitirlo, quieres… para seguir una vida de soledad y estricto control, siguiendo desviando invitaciones y… quizás encontrando a otro que como yo, este en las mismas y puedas compartir más que contratos sabiendo que no hay compromisos.

—Suena tan mal dicho de esa forma…—levantó la copa de champagne, lo miró con toda la determinación capaz de imprimir en sus zafiros— Brindemos por el nuevo rumbo del río.

—Y que pronto el río ya no tenga más tierra que cruzar—cejas doradas que estrujaron un poco su tilak, la mirada celeste que lo miraba con la verdad tatuada, su mayor deseo—, que no le quedé más opción que encontrar el mar—un leve temblor en el hindú.

Él no le había comentado la metáfora, ni que significaba Saga en ella…

Y la copa chocó con la suya. El sueco tomó un sorbo del líquido efervescente, sin quitarle los ojos de encima.

Era claro, que las palabras sobraban…

Para cuando Saga llegó a su hogar, sus padres no se encontraban. Cerca de la costa del mar, se permitió entonces caminar por la arena y ver las olas, la forma en que estas golpeaban las piedras, las rocas a su paso, partiéndose en fracciones que eran recogidas y tomadas para volver a golpearlas, necias, esa era su naturaleza. Golpear una y otra vez.

Su cabello azul se ondeaba en el viento. Sus ojos perdidos en una parte del horizonte sólo podía pensar en ese momento en lo ocurrido dos noches atrás. Las palabras de Shaka, su historia, como por un momento se derrumbo por completo, mostrándose por un ínfimo instante frágil, aunque aún tomaba su orgullo para cubrirse, para protegerse ante él. Lo recordaba y pensaba en porque su padre no lo buscó, porque ni siquiera se preocupó por él. Al menos, él recordó que el suyo jamás abandonó a Kanon en sus oraciones, aunque no lo apoyara, aunque no lo buscara, siempre pedía por él. Pero, dada la forma en la que Shaka se fue de la casa, sabiendo que Simmons no estaba, que Shaka había quedado solo… engañado, abandonado… ¿Por qué no lo fue a buscar? ¿Orgullo?

En ese momento su teléfono sonó, avisando un mensaje de texto. Lo leyó y se sonrío, agradeciendo de inmediato al emisor, antes de marcar el número que le habían enviado. Esperó que le contestaran y al hacerlo, sonrío efusivamente al comprobar que el número fue correcto.

—Buenas tardes, Sr. Simmons—escuchó la sorpresa y suspiró, metiendo su otra mano en el bolsillo—. Veo que me ha reconocido la voz—preguntas, razones, explicaciones—. Tengo mis métodos, no debería asombrarle el que haya conseguido su número personal. Espero que haya podido aclarar lo que necesitaba con Shaka—escuchó su agradecimiento y su preocupación. Shaka necesita ayuda, fue la misma conclusión que él mismo llegó cuando lo oyó—. Lo sé, hablé con él luego de verlo… fue un encuentro muy… pesado—confiesa que había esperado un encuentro así. Que Shaka y su orgullo no podía dar otra cosa—. Tal vez, pero no me rendiré. Escúcheme, lo llamó porque necesito que me hable de su padre—de nuevo razones, preguntas…—. Quiero conocer quién es ese hombre al que Shaka, aún hoy, todavía quiere enorgullecer.

Y al mismo tiempo, las copas en su casa eran chocadas, las risas de Aioros echando broma con cada una de las anécdotas del trabajo recién terminado, las veces que se golpearon, o hubo una falla en el corte de la madera. Si, ese momento donde los errores se convierten en razones para reír, tanto que incluso hasta Shaka se permitió dibujar varias sonrisas aún a pesar de la sensación de vacío que cada vez se hacía más palpable dentro de él, conforme veía su reloj y notaba que las horas se acababan.

—Bien, chicos—pidió la palabra. Los tres callaron viéndolo, allí, tan sereno—. Creo que no me queda más que agradecerles por estar conmigo en este nuevo trabajo al fin culminado. Como siempre, con ustedes no puedo más que esperar la perfección. Todo ha quedado tal cual lo tenía visionado.

—¡Tenemos al mejor decorador de nuestro lado!—argumentó Aioria alzando su copa—. ¡No se puede esperar nada más!

—Agradezco tus palabras Aioria—sonrío, viendo como el castaño menor se sonrojo vistosamente y el mayor lanzó una carcajada animada—. Y es este, también, mi último trabajo aquí en Grecia—las sonrisas fueron borradas con rapidez—. He decidido que es hora de explorar otros terrenos, he oído que Italia tiene una buena cantidad de ofertas que podría aprovechar así que, hoy estaré viajando—la copa de Aioria bajó, su rostro mostraba de todo—. Así que además quería agradecerle por todo el tiempo que estuvieron acompañándome, desde que inició mi carrera aquí en Grecia—el rubio alzó su copa—. Deséenme éxitos en Italia.

Hubo silencio… silencio en donde Aphrodite alzó su copa sin decir nada, consciente de lo que significaba ese momento. Aioros se mantuvo en silencio, no por no tener nada que decir, sino por comprender que sin importar que dijera, no se cambiaría absolutamente y además, por asumir, que ese cambio tan brusco debía responder a una cosa.

—El Sr. Leda—farfulló el menor de los griegos, con la mirada brillando, enfurecida—. ¿Acaso él…?—el agarre en su hombro, por parte de su hermano, lo detuvo. Shaka desvió la mirada no dispuesto a dar explicaciones.

—A tu salud, Shaka—dijo con un tono condescendiente el mayor, mirándolo entre dolor y comprensión—. Sé que te irá bien a donde quieras que vaya, extrañaré trabajar contigo.

—Extrañaremos—prosiguió el sueco. Aioria no dijo nada, sólo alzó la copa.

—También los extrañaré. Son el mejor equipo.

Y las copas chocaron.

Un último adiós, un abrazo fraternal a Aioros quien, palmeó su espalda con amabilidad. Unas últimas palabras para Aioria, quien no volvió a subir su rostro, de seguro para no mostrar lo que le abrumaba. Fueron aclarecidos los términos de la liquidación, cerrada la casa, entregada las llaves a Aphrodite… un último adiós, una última sonrisa y Shaka partió.

Fue a preparar todas sus maletas, revisando constantemente su reloj pendiente de no perder mucho tiempo. Se llevó toda su ropa, sus más preciados objetos, y los libros, uno a uno, notando el que tendría que dejar… el que jamás recuperaría.

Y una lágrima frustrada brotó, trayendo otras con ella y todas fueron secadas sin terminar de rodar.

Cuanto costaba alejarse de la costa… cuanto le dolía dejar el mar, aunque sabía que permanecer allí era terminar ahogado por él.

Y dolía… y con el dolor arregló todo, con el dolor cerró las maletas… con el dolor vio por última vez su apartamento.

Y recibió la llamada… era Saga.

Cortó…

Salió a buscar un taxi. El teléfono volvió a sonar.

Evadió.

Llegó al aeropuerto. Fue a comprar los boletos, esperaba la lista.

El teléfono volvió a sonar… cortó. Abrió y estaba dispuesto a apagar cuando entró de nuevo la llamada, parpadeó de nuevo ese nombre.

Volvió a cortar, sintiendo un cúmulo de lágrimas en su pecho, en su garganta, en su alma. Repitiéndose mil veces que era la mejor decisión, que estaba protegiéndose a sí mismo.

Que no era cobarde… no lo era, ¿verdad?

Esta vez el sonido que lo hizo devolver la mirada al móvil, fue un mensaje de voz… temblando lo accionó, escuchó mientras la mujer tomaba sus datos y el destino de su viaje.

“Shaka, te estoy llamando porque necesitaba avisarte que mi padre tiene mal de Alzheimer”—hubo un segundo se silencio—”. Al principio ni siquiera me reconoció, fue al cabo de una media hora que pudo reconocerme, para”—la voz turbia—“… volver a regañarme como lo hacía cuando éramos niños”—suspiró—“. Necesitaba avisarte, es por eso que no fui a la casa ni al despacho… y por lo cual no pude hablarte desde lo ocurrido…”

—¿Me confirma el lugar de destino?—la voz de la mujer, recordándole que estaba en el aeropuerto.

“No he parado de pensar en ti y tu padre desde que supe la noticia”

—¿Señor?

“Tengo muchas cosas que decirte así que… por favor… llámame”

—¿Señor?

Subió su mirada, enrojecida. Vio los destinos marcando la pantalla principal del aeropuerto.

Recordó su padre, su madre, los días de su juventud… las palabras de Simmons… su verdadera motivación seguía siendo ese hombre.

—Me dijo Roma. Italia, ¿me confirma el destino del boleto?—volvió a repetir la mujer… volvió a decir…

¿Hasta cuándo seguiría maquillando las grietas?

¿Cuánto más soportará el papel tapiz?

¿Cuántos más mares terminaría por evadir?

¿Esperaría una sentencia como esa para volver?

“Al principio no se acordó de mí…”

¿Regresaría cuando su padre no pudiera reconocerle?

—Londres…—la mujer lo miró confundida.

Los recuerdos, las imágenes, las voces, palabras, los ojos dorados que desde niño lo observaban y admiraban…

Su familia… la que por orgullo no volvió a ver… la que por orgullo también lo abandonó a su suerte…

Orgullo…

—Londres—decidió, cerrando el móvil, con zafiros enrojecidos—. El destino es Londres, Inglaterra.

Todo lo que fue… todo lo que es… todo lo que será estaba allí…

El río volvería a sus raíces.

Notas finales:

Capitulo 20, para el sábado o lunes el 21 ^^ ya estamos al casi final. Gracia a los que leen ^^


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