CAPITULO 17
LA TRISTEZA DEL ANGEL
-Ese niño…ese niño es tuyo verdad-
Yuri negó la acusación sin pronunciar una sola palabra.
-Entonces es peor aun-
El moreno reunió todas sus fuerzas para decirle una sola cosa.
-Lo siento-
-Tú lo amas-
Decía entre sollozos una muchacha ante la mirada atónita de un joven, que sin pronunciarse, se retiro del cuarto para no volver a mira detrás de él. Esa fue la última vez que vio a quien creyera, fuera su salvadora.
Era un nuevo día en Shin Makoku, pero para él, el sol ya no significaba nada, deseaba quedarse en las penumbras recordando los momentos vividos a su lado y los que por su terquedad no se concretaron.
Si pudiera cambiar las cosas, quizás el seguiría con vida.
Si jamás hubiese sucumbido al placer.
Si no hubiese tenido esa necesidad reprimida de ser querido por alguien.
Si no hubiese insistido en perseguirle.
Si le hubiera echado de su lado aquella noche, dejándole atrás junto a las sobras de su orgullo herido.
Si no se hubiese entregado por completo, anhelando que esas palabras amorosas fuesen de él, que sus caricias fueran de él, que esos besos, ese cariño, todo en realidad fuera de él, pero muy en el fondo estaba conciente de que no era él, aun cuando en su mente intentara de engañarse viéndole todo ese tiempo a él.
Si hubiese aceptado casarse, de seguro vivirían en aquella casita que construía con tanto afán, habría conocido a sus padres que según el peli azul, Vivian por tierras de los Von Cristh.
Su madre habría tirado palacio por la ventana preparando la boda a regañadientes de su furioso aniki y tío. De seguro Conrad habría apoyado su decisión, su coni-chan, siempre a su lado, sin importar lo que pasase. Greta seguiría estando a su lado de la misma forma en la que estuvo al enterarse de su estado, su hija, su preciosa y adorada hija, aunque nadie lo sabía, ella fue la primera en enterarse de lo que le pasaba.
El hijo de ambos crecería saludable, con sus ojos y fuertes pulmones para demostrar la fortaleza y valor de los Bielfield.
El enclenque les visitaría de vez en cuando lleno de juguetes para su ahijado, porque, aunque nunca estuvo de acuerdo, él lo había escogido, sabia que no lo hizo pensando en tener privilegios para con el Heika, si lo considero fue por el simple hecho de estarle agradecido por todo el apoyo que les brindara, sin recriminaciones de por medio, claro que en el fondo, sabia bien que en cierta forma era para lavar su conciencia por todos esos años que había sufrido a su lado.
Debilucho tan bondadoso como siempre, quien habría creído que tu serias el culpable de destruir nuevamente mi felicidad, ya no me queda nada, no deseo ver a nadie, quiero ser castigado, quiero morir en la soledad absoluta, tengo que pagar por no haberle amado como se merecía, todo es mi culpa, ¡mía!, ¡del enclenque!, ¡es su culpa!, ¡lo odio!, ¡me odio!
Gisela salio del cuarto notoriamente cansada, todos posaban sus miradas en ella, sabia lo que debía informar, mas no encontraba el valor para hacerlo.
-Su excelencia dio a luz un varoncito-
Todos sonrieron contentos por la noticia.
-Y Wolfram, como se encuentra él-
Preguntaba un tanto angustiado un General.
La doctora entonces agacho la cabeza, todos se mostraron preocupados al ver esto.
-Su estado es crítico-
El silencio pareció eterno, hasta que la peli verde continúo.
-Debemos dejar al bebe en otro cuarto, por el mayoku, el parto fue complicado, su excelencia llego hasta sus limites. Les advertí que se encontraba débil-
Todos asintieron, desde la muerte del padre de su hijo, el joven mazoku cayo en un estado depresivo, todos sabían que no lo había amado al punto de terminar así, pero por alguna razón el rubio se culpaba y en su estado se encontraba mas sensible de lo habitual. La tristeza llego a tal punto de culpar todo aquel que se le atravesara, botando el veneno acumulado por años en el fondo de su corazón. Por mas que insistían, ya no salía del cuarto, al principio estaban de acuerdo con esta situación, ya que en uno de sus ataques de nervios había sufrido un sangrado que podía comenzar con un principio de perdida, lo cual dejo horrorizado al rubio. Las únicas ocasiones en las cuales dejaba por un par de horas sus aposentos era cuando su adorada hija iba de visita, aunque ella deseara estar mas tiempo a su lado, le era imposible al ser reina de Surita, hasta pensó en llevárselo con ella, pero en la precaria condición en la cual se encontraba su padre, eso estaba fuera de discusión.
El rubio que siempre fue esbelto, ahora no era mas que piel y huesos, con excepción de su prominente vientre, lo poco que ingería parecía ser dado exclusivamente para su hijo, ni siquiera los pasteles que tanto le deleitaban el paladar conseguían despertar su apetito.
Todos estaban preocupados por él, hasta lady Sherry dejo de lado su búsqueda de amor, al menos hasta después de que naciera su nieto.
Solo quedaba esperar pero la paciencia tenia un limite, la espera se hacia eterna, pasaron días, se cumplió una semana y el demonio de fuego aun no despertaba, se encontraba en una especie de coma del cual se negaba a despertar.
Yuri se quedaba a su lado por horas, vigilando su sueño, rogándole que despertara, que luchara, recordándole que el debilucho era él. Lagrimas corrían por sus mejillas cada vez que lo veía dormir tan apaciblemente, su ángel, se parecía mucho a la portada de un cuento infantil leído por su madre en la niñez. Estaba tan desesperado que hasta le beso en más de una oportunidad con la esperanza de verle despertar.
Continuara.................................................