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Un poco de Color y Vida por AkiraHilar

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Notas del capitulo:

Shaka ya ha decidido enfrentar a su padre frente a frente, mientras que en Grecia Saga se entera del viaje de Shaka en labios de Aphrodite. ¿Cómo estos encuentros afectaran su próximas decisiones?

La oscuridad de la noche, la neblina oscura y la luz del faro del auto que cortaba como cuchilla las penumbras en ese cuerpo. La gabardina negra se movía con lentitud casi fúnebre, en contraste a los ojos azules y vivos que brillaban con vehemencia, dispuestos a ser observados y hacerse escuchar. Las manos blancas se escondían en los bolsillos del abrigo y la mirada azul penetraba al vidrio del parabrisas para golpear de lleno los ojos dorados que no podía ver por el papel ahumado, pero que sentía, tan límpidamente como si lo tuviera frente a frente. Si, podía percibirlo con el fondo de su alma, aquella fuerte mirada sobre él, el escrutado del que era víctima del otro lado del vidrio.

Y Radamanthys lo veía, sintiendo algo en el pecho que había dejado de sentir durante mucho tiempo, ese latir moribundo de un corazón golpeado con todo, de las pesadas decepciones aún arrumadas dentro de su alma, de su orgullo martillando fuertemente y un sentimiento, atado y encadenado, que se agitaba como una bestia dentro de su pecho y golpeaba con gritos ya convertidos  alaridos. Gritos que decían solo una cosa…

Es tu hijo…

Es tu hijo…

—¿Señor?—el chofer buscó su atención—. ¿Qué hacemos señor?

¿Qué hacer? Radamanthys sólo podía ver la figura frente a él e intentar contener el cúmulo de pensamientos y emociones que golpearon de una sola vez a su temple. Mantuvo su mirada fija, lo observaba buscando algo en él, algún indicio de que todo era un espejismo del cansancio o un mal sueño del que iba a despertar. Que su hijo no estaba frente a él, que no había regresado… que…

No, estaba allí. Esos ojos azules le desafiaban a salir del auto y darle la cara luego de seis años de silencio. Aceptar el desafío era una cantidad increíble de cosas por arreglar a las cuales no estaba preparado. La principal pregunta que agolpaba a su mente se resumía en un como sobrevivió y las opciones que le pasaban por la cabeza no eran, de ninguna manera, agradables. Estrujó su frente notando que el tiempo parecía haberse detenido, y su sirviente, el alto chofer Gordon, esperaba por una respuesta. Tragó grueso… rememoró.

La espalda de su hijo, la discusión, el cómo vio su cuerpo rodar por las escaleras, el clamor de su mujer… Los ojos azules quebrándose ante esas palabras.

Recordó entonces… recordó…

—Él ya no está en Inglaterra, Shaka. ¡Él ya se fue!—el grito conteniendo las lágrimas que jamás derramaría por la decepción, la vergüenza y la ira conjugada dentro de su pecho, creando un nudo espeso dentro de sus pulmones y evitando que su voz saliera con la fluidez acostumbrada.

Su hijo ya estaba en la puerta, tomando sólo un abrigo, el mismo que usaba para llevar a la universidad. Le dio la espalda, no volteó, sólo vio los puños cerrados, la tensión…

Y la separación… su hijo que decidía un camino para seguir a aquel para quien, jamás, había significado lo que realmente valía.

El camino que lo alejaba de su cuidado, de su calor, de su protección y el alcance de su mirada…

—No te creo…—y el quiebre, inevitable, de su relación de padre e hijo—. No te creo, él me ama…

¿Cómo pensó que podría mentirle?

¿Cómo pudo confiar más en ese hombre que en él que había estado a su lado toda su vida, participe y testigo de cada logro, enorgulleciéndose de él ante todo, mostrándolo como su mayor tesoro?

Y en la desesperación de retenerlo…

—¡SI SALES DE ESA PUERTA SHAKA, MI HIJO MORIRÁ!

Y en la desesperación… el río se separó de su padre, cerró la puerta… buscó su camino… hasta ese día.

Mordió sus labios recorriendo de nuevo la imagen de su hijo. Cerró sus puños, decidió. ¿El río quería regresar a su antiguo cauce? Era difícil saberlo… lo cierto es que ahora los separaba años, años de distancia, de tierra y de escombros… una verdadera presa natural… un verdadero obstáculo que los condenaba a estar separado…

El orgullo.

—¿Señor…?

El chofer sólo vio cuando el hombre abrió la puerta del automóvil y decidió salir a enfrentar, por fin, las decisiones tomadas en esa noche.

Mientras tanto, Aprhodite veía frente a él el cambio evidente en la expresión del abogado ante la noticia. Sus cejas gruesas se arquearon hacía arriba, junto con sus ojos, dos esmeraldas dilatadas y a punto de salir de sus cuencas, con el entreabrir de sus labios gruesos, temblando ligeramente, con el castañear casi imperceptible de sus mandíbula. Pronto la expresión se tensó aún más. Pudo incluso saborear la lentitud con la que aquella gota de sudor resbaló por las finas líneas de la frente del abogado en el momento en que sus cejas se contraían formando un rígido desliz en su entrecejo, sus ojos se cerraban de a poco, parpados que los cubría ahora hasta la mitad y labios que se atascaron, arrugados y semi mordidos, con el mentón tieso en una expresión que asemejaba a la misma ira de Zeus.

Y tembló, el decorador tembló cuando uno de los puños del abogado golpeó con furia la pared a su lado liberando con él un grito de impotencia.

—¿ITALIA?—gritó con la garganta tensada a tal punto que la sangre se agolpaba a su cuello y rostro, incluso sus orejas detrás del cabello oscuro y semiondulado. Cerró de nuevo sus mandíbulas con la presión de una trampa de caza y afiló la mirada verde con el tinte rojo de la ira que teñía el blanco de sus cuencas—. ¿SE FUE A ITALIA?

El sueco abrió sus labios como si intentara decir algo para su favor, que de inmediato reprimió. También aguzó su mirada, comprendiendo en ese mismo segundo que no había nada que temer. Shaka había hecho lo correcto, la reacción del abogado ahora se lo atestiguaba, y lo menos que podía hacer él era terminar de cortar todo aquello que unía ese hombre al rubio… desatarlo de aquello de lo que huía Shaka.

Levantó su rostro con orgullo, subió la comisura izquierda con malicia y acto seguido, sonrío, con la maldad tatuada en cada mínimo movimiento de su bello rostro. Saga no perdió rastro de la expresión, ni de la energía que le era enviada con la expresión del decorador frente a él, quien se cruzó de brazos luego de haber echado uno de sus graciosos bucles hacía la espalda.

—Así es, se fue a Italia. Un viejo cliente le ofreció un jugoso contrato hace tiempo, pensó que era el momento de aprovecharlo. Hombre adinerado, dueño de muchos hoteles y con una fortuna en crecimiento, de seguro tendrá a Shaka bastante… ocupado.

Cada palabra le golpeaban como cuchillas en su pecho. Cada palabra le enfermaba, le alteraba, le enfurecía a niveles indecibles. Debía estar mintiendo… debía ser todo falso, sí, quizás una treta de Shaka en venganza a lo que le había hecho, una forma de asustarlo, de alejarlo, de…

—Es mentira…—de decirle que lo dejara en paz…—, todo esto es mentira. Casi me convencen… casi me…

—Nada es mentira—aseguró el sueco caminando hacía el comedor decorado, sintiendo los pasos del abogado detrás. Tocó con sus dedos el filo de la mesa, sonrío con sorna viendo la improvisada cena—. ¿Porqué no lo investiga y comprueba por sí mismo?—y con ello, el golpe certero…

Con ello, la evidencia…

—Pídele a sus contactos que le revisen su pasaporte…—siseó alzando su rostro, brillando sus aguamarinas. Sonrío al ver el rostro frustrado y desesperado del abogado—, le dirán lo mismo… que partió el sábado en la noche a Italia… su apartamento ya está en venta, me dejó a cargo el cierre de este, el último negocio…—afinó su mirada—, debo admitir que usted superó nuestras expectativas, investigarlo, acorralarlo… ¿cree que sería suficiente para tenerlo?

—¿Tenerlo…?—balbuceó el hombre de ley, totalmente sobresaturado por la situación.

—Así es…—y asestó—, para acostarse con él.

Los relámpagos en Londres a su vez se pronunciaban entre las nubes, seguido por algunos truenos que cortaban el silencio del lugar. Shaka tembló por un momento, con una corriente que pareció venir del suelo penetrando por cada uno de sus poros mientras ascendía hasta su nuca y se dispersaba por sus brazos y cabeza; cuando la puerta del automóvil se abrió y dejó salir el cuerpo del dueño de los Wimbert. Una extraña excitación le gobernó, provocando un ligero vibrar en su piel y el latir acelerado de su corazón, como desde hacía mucho no se sentía, temblando entre el miedo, las expectativas y aquello que le hacía bajar su mirada para alguien a quien respetaba por sobre todas las cosas.

Su padre.

Al verle el rostro, luego de largos seis años, percibió dentro de su pecho un sobrecogimiento tal que le cerró su garganta y le hizo tensar su mandíbula, conteniendo… conteniendo quizás lágrimas que jamás termino de derramar en todos los años de separación. Observó la altura de su padre, aún lo superaba en ella, y en su contextura, mucho más gruesa. El cabello dorado y corto, tan corto como lo recordaba, la mirada férrea delineada por las cejas gruesas del mismo color, ya ambos teñidos por ligeras hebras de plata. El grueso abrigo de pieles negro que cubría su sobria forma de vestir, el caminar aristócrata, con su barbilla en alto, alejándose de la puerta del automóvil y acercándose a él… de nuevo…

Shaka se sintió de nuevo niño…

Lo veía acercarse y sintió, literalmente, como si los años hubiera retrocedido y fueran no seis… sino dieciséis años los que habían transcurridos atrás. Se vio a sí mismo como el njño de los nueve años que le miraba con admiración deseando ser como él… se vio a su lado… ¡tan pequeño! Se quitó los lentes, tomándolo con la mano derecha. Tuvo que tragar grueso para no soltar toda las emociones que se le enredaba dentro de sí, apretó sus manos en los bolsillos de nuevo, para que no fueran evidencia de su nerviosismo y le miró, le levantó la mirada, como lo había hecho siempre… buscando… buscando…

El brillo de orgullo que no encontró.

El golpe fue certero cuando sintió el escrutinio, con esa expresión… aquella mirada que lo escaneó de pies a cabeza hasta volver a fijar las tempestuosas iris doradas sobre él y fruncir su seño, en gesto de desaprobación.

Y se contuvo… contuvo toda la indignación y el dolor proferido con sólo una mirada.

—¿Qué haces aquí?—y con sus palabras…

Shaka soltó el aire lentamente, sin bajar sus ojos… No, no podía hacerlo, no podía retroceder ni mostrarse débil ante él. No, tenía que presentarle la misma fortaleza con la que salió de su hogar, demostrarle de esa forma que él no se había equivocado y que se encontraba totalmente cómodo con ser quien era. Tomó aire, levantó con orgullo su mentón y enfrentó esa mirada de desaprobación con seguridad.

—¿Esa es la forma de saludar a tu hijo luego de seis años sin verlo?

Sobre todo orgullo.

El orgullo mismo que en Athenas hizo estallar la ira y lanzar todo lo que estaba en el comedor al suelo, ante la mirada desorbitada del decorador quien se replegó por inercia hacía la pared contraria. El abogado, el antes abogado estaba totalmente fuera de sí, con los ojos enrojecidos de lágrimas contenidas y su cuerpo tenso como si cargara dentro de él un mar de lava dispuesto a arrasar contra todo. Subió la mirada verde hacía el sueco y este paso saliva, tratando de mantenerse sereno aunque la reacción lo había tomado en sorpresa.

—¡PERO QUE RAYOS LE SUCEDE!—gritó buscando obtener de nuevo el control.

—¿Qué me sucede? ¿QUÉ ME SUCEDE?—espetó el abogado mortalmente herido, enfurecido, desesperado—. Es esta la forma… ¡ES ESTA LA MANERA EN QUE VA A ENFRENTARME! ¿¡TAN COBARDEMENTE!?

—¿COBARDEMENTE? ¿ACASO LE DEJÓ OTRA OPCIÓN?—levantó la voz Aphrodite, más superado por la rabia que por el temor de ver al hombre totalmente fuera de sí—. ¡LO PERSIGUIÓ OBLIGÁNDOLO A VER A UN HOMBRE A QUIEN QUISIERA OLVIDAR! LO ESTABA ACORRALANDO, ¡INCLUSO PENSÓ QUE PODRÍA TRAERLE A SU PADRE EN FRENTE! ¿DE QUÉ OTRA MANERA PODÍA LIBERARSE DE USTED SI NO PUEDE USAR LA LEY PORQUE INCLUSO LO AMENAZÓ?

Y Saga comprobaba, al paso de las palabras, que Shaka y Aphrodite tenían mucho, mucho más que una relación meramente laboral. Lo intuyó, porque con lo poco que había llegado a conocerlo podría saber que Shaka no le habría contado todo eso a cualquiera.

El problema era que temía que tipo de relación… sobre todo al ver la furia en esas pupilas celestes.

—Jamás había visto a Shaka tan preocupado y decidido a huir como lo vi gracias a usted. ¿Tiene una maldita idea de lo que le costó hacerse un nombre aquí? ¡Sólo para que usted viniera y deshiciera con todo por sus antojos de acostarse con él!

 

—¡¡YO NO SÓLO QUERÍA ACOSTARME CON ÉL, MALDITA SEA!! ¡SE LO ASEGURÉ EN MÁS DE UNA OCASIÓN!

—¡OH DISCÚLPEME QUE TENGA QUE DUDAR DE SU BENEVOLENCIA!—se jactó el sueco con un ademán de burla, extendiendo sus manos como si hablara con un público. Luego afiló la mirada, lo sentenció con ello—. Tengo más años en este medio y sinceramente los buenos deseos no son muy bien recibidos…

—No me comparen… MALDITA SEA, ¡NO ME COMPAREN!

—Shaka fue a Italia hacía un cliente que le había prometido no sólo fortuna sino protección de los clientes que como usted buscaban algo más—decidió asestar, una vez más—. Claro, de seguro a Shaka le tocara pagar el favor con ciertos servicios—e inyectar, su veneno—, ¡pero le aseguro que eso debió ser para él mucho mejor que ser obligado a enfrentar algo al que aún no se siente preparado a enfrentar!

—¿Y ENTONCES CUÁNDO PIENSA HACERLO?

—¡Ese no es su maldito problema! EL ÚNICO MALDITO PROBLEMA ES QUE POR SU CULPA, POR SU MALDITA CULPA, SHAKA ABANDONÓ SU CARRERA EN GRECIA, A MI, ¡QUIEN HA ESTADO A SU LADO POR ESTOS CUATRO AÑOS!

Y el corazón, siendo destrozado…

Las aguas del mar agitándose… agitándose… sin encontrar un modo de soltar todo el movimiento, toda la rabia, toda la frustración.

—¿Qué eras de él…?—la pregunta, en un hilo de voz.

Shaka, imágenes de Shaka, de esa casa decorada por él, de cada pared, de cada pieza de madera y hierro con sus huellas dactilares, de cada paso, de su respirar tatuado por la pintura, capturado en las rendijas de cada mínimo espacio.

Y el silencio… el mortal silencio que lo decía todo… El mismo que Aphrodite cortó.

—Fui su amante.

Saga creyó oír el crujir de vidrios caer al suelo y partirse en miles de pedazos.

Todo lo que a partir de esa noche debía ser su hogar, le pareció ajeno.

—¿Mi hijo? Él murió hace seis años, al menos que haya venido casado y con un hijo a casa.

Y el dueño de todo aquello, de todas esas huellas, de todos esos recuerdos que bailoteaban entre la casa del abogado; estaba en Londres, recibiendo con orgullo y entereza aquel bajo golpe de su padre, quien parecía no dudar en seguir con la discusión que habían dejado hace seis años atrás.

¿Cuál debería ser su respuesta? ¿De qué forma encarar ese hecho? Él jamás llegaría casado con una mujer, ni con hijos de su descendencia… al menos, no estaba en sus planes lo de un hijo porque hace seis años había dejado de creer en las falacias de una relación duradera y completa atada a un hombre…

Había dejado creer en el amor romántico, aunque ese mismo era el que lo había enviado, de alguna forma hasta ese encuentro.

Shaka sólo mantuvo la mirada y tragó grueso de nuevo. Los dorados ojos de su padre estaban inconmovibles y ausentes de todo brillo, de todo aquel vestigio de orgullo que una vez llegó a ver. Era inevitable, sentirse destrozado era inevitable.

—Creo haberte dejado muy en claro mis gustos antes de marcharme, padre.

—Y yo lo que pasaría en cuanto lo hicieras.

—¡No podías esperar que me quedara en casa mientras me trataras como un enfermo!

—¡Lo eres!

—¡NO LO SOY!—levantó la voz con frustración sin mover un ápice la posición de su padre sobre ello—. Si estás tan informado como muchas veces has jactado serlo, debes saber que mi condición e inclinación sexual no es anormal, no es una enfermedad, ¡hace años fue desterrada de las enfermedades!

—¡ES ANTINATURAL!—y esta vez, fue Radamanthys quien levantó el tono de su voz para tratar de callar a quien una vez vio como hijo—. ¡UN HOMBRE NO PUEDE ENGENDRAR ESTANDO CON OTRO!

—¿Y DESDE CUANDO EL SEXO ES SÓLO PARA LA REPRODUCCIÓN?—asestó el joven colapsado, abrumado. La respuesta fue el rostro de asco que el mismo padre le destinó.

Y el quiebre… la presa. El orgullo, lacerante, siniestro: asfixiante…

Imperecedero.

—Eres un poco hombre…—escupió el inglés mirándolo con verdadera repugnancia. Palabras que le golpearon a lo hondo… a lo hondo…—Me avergüenzas… todo tú… ¡TODOS USTEDES MALDITOS ENGENDROS! ¡ME AVERGÜENZAN!

Dio la vuelta tan rápido como buscaba olvidar que su hijo estaba frente a él, que esas palabras habían salido de la boca de su orgullo, que esa respuesta había salido de la propia. Shaka tragó grueso trémulas lágrimas que por orgullo no iba soltar, y el mismo orgullo dictaminó el cierre de lo que fue el encuentro de un padre con su único hijo.

Palabras que brotaron de las mismas vísceras, se agolparon y golpearon subiendo por la garganta, mientras cerró los puños con ira, levantó su rostro con verdadera supremacía e imprimió en sus zafiros la más ineludible convicción.

—Si soy tan poco hombre como dices… ¡ENTONCES TU DEBISTES SER EL PROBLEMA!—y los ojos dorados voltearon, abrumados y desconcertados con la acusación—. ¡AQUÍ ESTA TU MALDITO HIJO! ¡SANGRE DE TU SANGRE! A QUIEN CRIASTES, MALDITA SEA. ¡SI HE ACABADO COMO UN POCO HOMBRE, DEBIÓ SER TU CULPA TAMB…!

Y el golpe… inesperado…

El puño izquierdo del Ingles que asestó sobre el rostro de su hijo sin consideración ni medición. El cuello y cuerpo del muchacho que victima de la fuerza de empuje perdió el equilibrio y fue arrojado al asfalto húmedo, con las luces intermitentes del auto, con los vigilantes en las casilla de vigilancia, esperando.

Radamanthys frente a él, encolerizado y sorprendido de sí mismo.

Acabas de golpear a tu hijo… Tú… quien nunca se había atrevido a tocarle un sólo cabello… ¡acabas de golpearlo!

Y los ojos de Shaka, azules cristalizados brillaban entre la luz y la sombra… lo miraban… le recriminaba, con la sangre que brotaba de su nariz y labios rotos, junto a los raspones en sus manos heridas por el asfalto.

—Vete de aquí…—escupió el inglés, deseando huir… huir antes de dejarse vencer por su propia consciencia.

—Eres un cobarde…—y la espalda de su padre fue lo único que le quedó frente a él—. ¡Eres un cobarde!—gritó levantándose tan rápido como pudo, encararlo… mostrarle, aunque por dentro había sido partido en pedazos y las lágrimas amenazaron por correr su rostro: que era fuerte—. ¡AL MENOS DEJAME HABLAR!—le gritó con la ira, con la impotencia.

Y Radamanthys dio una orden que nadie dudó en ejecutar. Mientras entraba al auto, los vigilantes de la casilla forcejearon con el desheredado para sacarlo del camino.

—¡Suéltenme!—gritaba buscando liberarse del agarre de cuatro hombres que lo arrastraban fuera de la carretera, lo empujaban imponiendo toda su fuerza. Y Shaka también se oponía con la suya, sintiendo las primeras de gotas caer—. ¡DEJÁME HABLAR MALDITA SEA…! ¡¡ESCUCHAME PAPÁ!!

El inglés cerró su corazón a ese clamor, a los recuerdos, al dolor… la decepción… sólo rozando el puño que había terminado de quebrar lo único que realmente amaba además de su mujer.

—¡¡ESCUCHAMEE!!—gritó al ver el auto moverse de su sitio, avanzar, al mismo tiempo que los cuatro hombres lo empujaron contra la pared, intentando contenerlo.

La lluvia entonces corrió regiamente sobre ellos… la lluvia típica de Londres… su ciudad, su hogar…

—¡¡¡SUELTENMEEEEE!!!

Y viendo que era imposible contenerlo, un golpe en el abdomen le robó el aire…

Notas finales:

Espero les guste este capitulo ^^


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