CAPITULO 14
AMIGO
Estaba furiosa, quería destrozar todo a su paso, pero debía mantener la calma como la dama que era, no podía creer que por causa de un maldito animal su boda fuese suspendida por una semana, ¡quien demonios se creían que era!, maldijo a mas no poder su suerte, solo el día anterior se reía de lo lindo al notar como se llevaba los equipajes del rubio al barco de su madre y ahora solo podía gritar de rabia. Annette que como siempre se encontraba a su lado, intentaba de estar lo mas alejada de ella, no deseaba que por accidente un jarrón le cayera en la cabeza, tal como le sucediera a su amiga, pero con una figurilla.
-Pobre Heika- decía en un susurro imaginando su vida junto aquella mujer tan manipuladora y…loca.
-¡Lo puedes creer!, ¡suspender nuestra boda por algo tan estupido!, ¡atentado!, ¡a quien mierda le importa eso!, ¿acaso no puede investigarlo tras nuestro matrimonio?, el muy idiota, ¿¡Qué piensa, que esto seguirá igual siempre!?- decía en medio de su rabieta golpeando violentamente su vientre.
La criada solo suspiro, daba gracias que su monarca no estuviese ahí, o se llevaría el susto de su vida al ver como la mujer atentaba en contra la vida de su hijo. Como se arrepentía en haberla ayudado aquella noche, quizás si no lo hubiese hecho todo seria diferente, pero no, ella deseaba verle sufrir por el desprecio que le hiciera desde su niñez, se lo merecía, eso se decía al verle triste, pero era tan así.
Llego apenas siendo una niña a palacio, su madre había sido designada como ayudante de cocina por la misma reina, no cabía mas del orgullo. Le agradaba palacio, nunca le restringieron, siempre le permitieron jugar en sus jardines sin problema alguno, creyó que siempre seria feliz, hasta que le conoció.
Ambos niños jugaban de lo mas entretenido, siempre deseo tener hermanos pero lamentablemente su padre había muerto y su madre juro no volver a casarse en memoria a él. Siempre les observaba de lejos, envidiándolos desde el fondo de su corazón, entonces, un día el niño dorado se le acercó.
-¿Eres mazoku pura?- pregunto el rubio que reconoció al instante.
-Si- respondió tímidamente.
-¿Entonces serás mi nueva compañera de juegos?- había dictaminado aquella belleza.
Desde ese día no había momento en el cual no se la pasara junto a él, por fin tenia un amigo, un hermanito, al menos eso le gustaba pensar, mas nunca lo diría, ya que sabia bien que ese niño no era otro mas que el príncipe del reino y aun siendo amigos debía cuidar lo que decía. Se sentía tan feliz, la prefería antes de que a su propio hermano, tanto que lo rechazaba de plano al verlo y hasta lo insultaba, todo por ella, la vida no podía ser mas bella. Pero todo lo bueno se acaba, bien lo sabia, lastima que a esa tierna edad no se hubiese dado aun cuenta.
Lloro desconsoladamente cuando lo supo, él ni siquiera se había despedido, pero no importaba, después de todo regresaría, solo era un viaje corto a casa de sus familiares, le esperaría y volverían a jugar como siempre, pero los días pasaron, las semanas, los meses, los años, y ni una sola nueva noticia de él se escuchaba, lo único que sabia era que a nadie de esa familia parecía importarle lo que pasara con el, lo extrañaba tanto.
Cuando supo de su arribo al castillo no cabía de la emoción, tanto así que hasta cambio su día libre con una de sus compañeras, quería verle, abrazarle, todo volvería a ser como en su niñez.
-Amigo- dijo al verlo a lo lejos.
Fue hacia el con premura antes de que entrara a su cuarto, le dio una sonrisa tan amplia como le fue posible, le daría la bienvenida, iba extender sus brazos cuando el se pronuncio.
-No necesito ayuda para desempacar mis cosas, así que retírate-
Su voz fue seca, dura, dolorosa, ¿Quién era ese?, entonces volvió hablarle y un atisbo de alegría resurgió en su corazón.
-Espera-
-Si-
-Infórmale a mi madre que no asistiré a cenar, que me traigan algo ligero al cuarto, eso es todo, puedes marcharte-
Quedo perpleja, nuevamente se preguntaba ¿Quién era ese que se parecía a su amigo?
-¡Que esperas!- le grito molesto a lo que ella hizo una mala reverencia ante su disgusto, marchándose lo mas rápido que sus pies le permitieron del lugar.
Si las cosas habían cambiado, nunca tomo peso a las palabras que le dijera tanto su madre como sus compañeras de trabajo, “no te encariñes demasiado con el maestro, recuerda que le debes respeto, porque ambos pertenecen a mundos diferentes” Ahora entendía a la perfección esas palabras, mas no por eso podía aceptarlas.
-Debemos hacer algo, no pienso quedarme de brazos cruzados mientras se ríen de mi- decía arreglando su cabello.
-Mi señora no creo que se rían, además…-
Estaba de rodillas, el rostro le ardía, podía ver con claridad sus zapatos rojos, la había golpeado, aunque quería levantarse y regresárselo, debía aguantarse, eran de mundos diferentes, solo era una sirvienta, mientras ella era una noble, la futura consorte real, ya conociéndola bien sabia que de hacerlo mas pronto que tarde le haría pagar aquella falta.
-Todo esto es tú culpa, ¡levántate!, deja de hacer teatro-
Se levanto despacio mirándola con odio, mas disimulándolo lo mejor que pudo. La mujer de cabello violeta se sentó en un sillón pensativa, de un momento a otro una sonrisa apareció en su rostro, eso no le gusto, ¿que estaría planeando ahora?
Continuara......................................................................