CAPITULO 15
EL BASTARDO
El rey no podía creer lo que escuchaba, su prometida amenazaba con marcharse y no solo eso, según lo que le habían hecho saber, apenas llegara a su hogar se desposaría con un primo para limpiar su nombre. No tardo mucho en llegar a su alcoba, ella se encontraba llorando, arreglando sus cosas con premura. Apenas le vio entrar la sirvienta se marcho tras hacer una corta reverencia, dejándoles solos.
No deseaba discutir con ella, pero no permitiría que se marchara, menos esperando un hijo suyo.
-¿Qué es eso que te marchar para casarte con otro?-
Ella suspiro, aun sollozando.
-Es...lo mejor-
-¿Acaso me mentiste?-
Ella le miro con dureza.
-Este hijo es suyo Heika, suyo y mío- dijo en tono molesto al notar la duda en su voz.
-Perdón, no… quise decir eso- decía avergonzado el joven moreno ante aquella triste mirada.
-Se bien que usted no me ama, que solo se casa conmigo por comprimo-
El rey no dijo nada, que podía decir, esa era la única verdad.
-Mi primo se ofreció a limpiar mi nombre y darle uno a mi hijo, así que no tiene porque preocuparse, estaremos bien-
-¡Pero es mi hijo!-
-¡Pero yo no puedo tenerlo sin estar casada!-
-¡Nos casaremos!-
-¿¡Cuando!? –
-Pronto-
-Si, cuando nazca y sea tachado como un bastardo por el resto de su vida-
El joven rey que hasta ese momento no había pensado en aquello, se sintió culpable, era cierto, quizás en su mundo no fuera mal visto este simple hecho, mas en Shin Makoku, donde no tan solo existía discriminación hacia quienes llevaban sangre humana en sus venas, si no que también cuando no pertenecían a las mismas ramas sociales, el hecho de nacer fuera del matrimonio era igual o peor que ser un mestizo, un ilegitimo siempre era mal visto, aun si sus padres se llegaban a casar años mas tarde, la marca quedaba, y era mas notorio entre los nobles de aquella sociedad.
-Dentro de una semana, lo prometo- decía el rey mientras veía acongojado como su prometida se echaba sobre el lecho para continuar llorando.
-¡Mientes!-
-No Roses, es la verdad- decía acariciando su espalda pausadamente.
-Cuando llegue el día…de seguro…encontraras…una nueva excusa…como hoy- decía entre sollozos la mujer.
-Deja que solucione esto y…-
-¡Un maldito caballo vale mas que el bien estar de tu hijo!- gritaba furiosa, mas sin mirarle a la cara.
-No, veras, lo que pasa-
-Entiendo lo que pasa, por eso…me marcho-
-¡No!- dijo con determinación el moreno tomando sus manos y arrodillándose al costado de la cama para verle mejor.
-Lo que tu desees, eso haré-
Le miro dudosa, “lo que yo desee”, claro que tenia varias peticiones, sobre todo una, pero sabia bien que ni el mismo rey aceptaría encerrar al rubio de por vida a pan y agua, retuvo las ganas de echarse a reír, “contrólate Roses”, se dijo para si.
-Nos casaremos hoy-
El moreno no pudo evitar sentirse nervioso, era tan obvio que le pediría eso, respiro hondo.
-Si-
Le abrazo feliz, dándole besos constantes en el rostro en gratitud por su respuesta.
Nuevamente todo se ponía en marcha, la boda real se llevaría a cabo mas tarde de lo previsto, lo cual alegraba a los nobles que no deseaban quedarse por mas tiempo fuera de sus tierras y mucho menos tener que volver para una boda que ni sabían si finalmente ser realizaría.
Todo el mundo corría de un lado para otro, la novia estaba radiante, lista para subir al carruaje, el sol estaba precioso esa tarde y ni los desagradables pajarracos podían molestarle, ya que como había ordenado apenas llegara a palacio, el agua a beber por estos tenia una sustancia que los dejaba afónicos.
-Jajaja, ni ustedes empañaran este día- decía viendo el cielo con un par de estos.
Subía al carruaje cuando en el capote de este vio uno de esos detestables bicharracos, le miraba intrigozo como esperando algo. Apenas paso la puerta pudo escuchar un graznido apenas audible que la descompuso por completo.
-Mal presagio-
Continuara......................................