Ya era habitual presentarse en palacio, claro esta con previo aviso, jamás se tomaría la osadía de aparecer sin mas, como se lo había propuesto el moreno por la exagerada formalidad de su amigo, pero no, este no lo haría, lo que tuvieran se había roto junto con su corazón y nada lo cambiaria.
Casi a la fuerza depositaron al infante en sus brazos, aunque el se negó alegando que no sabría que hacer, que no lo deseaba, de todas formas se lo entregaron para su descontento.
Ahí estaba, aquel pequeño bultito de no más de cuatro semanas de vida, viva imagen de su padre, sin una gota de similitud de aquella roba prometidos. Hermoso se dijo y por primera vez en mucho tiempo le vieron una sonrisa en su rostro, lo cual enterneció a los presentes y tranquilizo la culpa latente que tuviese el joven rey desde su ruptura.
Era su culpa lo que pasaba, seria su culpa los acontecimientos que le siguieran, el no quería sostenerlo, mas ellos le forzaron, sintió como todo su cuerpo se tensaba al tenerlo en sus brazos, como temblaba al sentir su calido calor, como su pecho se alejaba de aquel dolor que llevara hacia años, mucho antes de conocer al maou.
Vio en ese niño al que pudo ser su hijo, al que sin dudas era suyo y de ella.
Por breves minutos tuvo en su pecho a quien despertara de su letargo aquel corazón congelado, que le hiciera reaccionar nuevamente, que lo alejara de las garras de la muerte y le trajera de vuelta a la vida, ahora ya no podía evitarse, lo necesitaba, lo amaba, seria suyo.
-Mi hijo- dijo con una voz suave y tierna a la vez, mientras el infante apretaba sus manitas, le beso en la frente, respiro su dulce aroma y se marcho a todo galope de palacio.
Había perdido la razón, solo eso podía ser.
Lo que pensara como un gato salvaje oculto en su pecho, no era mas que un infante y no cualquiera como le intento de hacer creer, no, ese niño indiscutiblemente era hijo de un moreno, pues en el reino solo existían dos y era de conocimiento general que uno de ellos acababa de ser padre.
Pensó en las posibilidades que tenia, podía llevarlo de vuelta con sus padres, claro que tendría que explicar como es que el hijo de su soberano había llegado a su poder, por suerte nadie sospecharía de su sobrino, ya que supuestamente el se encontraba al otro lado del reino negociando con unos mercaderes y si alguien descubría que el tiempo de su estancia no concordaba, simplemente podría agregar que se había ido de caza, ya que era bien sabido de su afición a esto, si era necesario diría que el mismo estuvo a su lado por un par de días antes de dejarle solo en el bosque, que mejor cuartada que esa, lastima para el que Wolfram no opinara lo mismo.
Apenas intento quitarle al niño se puso como loco invocando su mayoku, era claro que no le temblaría la mano para atacarlo si era necesario. Intento de hacerle entrar en razón, de que se diera cuenta que nada bueno traería todo aquello, que el niño no tenia la culpa de nada, que si deseaba vengarse del maou que lo hiciera de frente como digno mazoku de pura sangre que era, que de nada serviría asesinar aquel niño porque el odio no se iría y que cuando le descubrieran pagaría de la forma mas horrible su fechoría.
El rubio le miro horrorizado, dejando diluir la flama que hasta ese momento había formado, arrullando con cuidado y ternura al bebe que acababa de despertar, susurrándole palabras cariñosas.
-Como se te ocurre decir algo así, jamás le haría daño a mi hijo-
Las dudas se disiparon, su querido sobrino había perdido por completo la cordura, a toda costa debia arrebatarle al infante, lo sabia, pero como.
La noticia se esparció rápido por todo el reino, las tropas del rey no daban tregua alguna en las fronteras, no había quien escapara al escrutinio, ni mucho menos a las sospechas, los cielos se veían grises hasta lugares tan alejados como las tierras Bielfield, eso quería decir que en pleno reino el tiempo debia ser peor.
Respiro aliviado por primera vez en semanas, quizás no fue lo correcto, pero al ver que su sobrino no soltaría al niño no le quedo mas alternativa que fingir estar de su lado y llevárselo lejos de quienes podrían delatarlo, como siempre la escusa perfecta era la caza, el deporte favorito de la casa Bielfield. Gracias a su rápido actuar y aquella cabaña en tierras humanas que conservaba de tiempos de sus ancestros por pura nostalgia, ahora podían estar a salvo, claro esta que tuvo que conseguir a una nodriza a la cual le contó la triste historia de su supuesto hijo y recién nacido nieto. No podía quedarse mas tiempo con ellos eso era claro, pero aun temía por la seguridad de su sobrino y sobre todo del menor, pero que podía hacer, no podía darse el lujo de alejarse por tanto tiempo de sus obligaciones, como uno de los diez del consejo de nobles debía estar en el reino o comenzaría a levantar sospechas y lo mismo pasaba para sobrino.
CONTINUARA...............................................