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COMO PECAS, PAGAS. por DRAGIOLA

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Notas del capitulo:

La verdad tarde en llegar, pero sin lugar a dudas llega, para bien o para mal, asi se vera en este capu, espero que les guste.

Regreso el día que le indico, justo como se lo había prometido, llevaba consigo presentes para él, se veía radiante como siempre, se extraño al no ver a la criada, entonces creo la escusa de haberla enviado antes a su casa pero en realidad esta no volvería, en un arranque de ira se desquito con la pobre mujer que solo le aseguraba que aquel joven mazoku era su padre y nadie mas.

 

 

 

 

Amaba a su padre, era lo más importante en su vida y lo único que tenía, por ello no le gustaba cuando se marchaba en sus viajes, que aunque no fueran muy extensos, los odiaba por alejarlo de él.

 

-Entiéndalo señorito, su padre debe trabajar duro por ambos, para convertirlo en un hombre de bien- le decía con dulzura la mujer que le cuidara toda la vida.

 

-Si -  respondió con una triste sonrisa el niño.

 

 

Llego sin previo aviso, apenas le vio se lanzo hasta el con gran algarabía.

 

-¡Padre, padre!- gritaba lleno de felicidad un pequeño moreno.

 

 

El amor era mutuo, ninguno de los dos soltaba su agarra tras ese abrazo, se extrañaban, era obvio que aquel hombre se desvivía por su pequeño y sin el se moriría.  La mujer hizo una reverencia y se marcho a su hogar.

 

 

A él no le interesaban los regalos, solo con su padre estaba satisfecho.

 

Arropado por el, abrazado a él, escuchando sus historias, se quedaba dormido deseando nunca perderlo.  Con los años esto no cambio, pero ciertas costumbres si.

 

Extrañado y un poco dolido, el rubio tuvo que aceptar que su niño estaba creciendo por este motivo ya no deseaba ser arropado, ni mucho menos dormir en sus brazos.

 

 

Fue una noche cualquiera tras regresar de uno de sus viajes, una fragancia familiar le pareció nueva, un simple rocé le hizo temblar, un simple suspiro lo dejo rojo de pies a cabeza, ¿Qué le pasaba?

 

Como cuando niño le dolía el verlo partir, sabia bien que regresaría pero aun así la duda siempre estaba presente, el no saber a donde iba siempre le preocupaba, más ahora que un extraño sentimiento surgía en su pecho.

 

Tras mucho tiempo de discutirlo, por fin le brindaba su confianza, gracias a eso su sirvienta se marchaba a su hogar terminando sus labores y no como antes, quedándose a su lado  hasta verle entrar en la puerta. Una gran alegría le produjo escuchar la decisión de su padre, no pudo evitar abrazarle efusivamente como hace tiempo no lo hacia, sintió como este hacia lo mismo, estaba feliz por su reacción, entonces este le dio un beso en la mejilla tal como cuando era un niño, pero para el ese simple beso se convirtió en una verdadera tortura en cada viaje que realizara desde entonces.

 

Solo habían pasado un par de días cuando un joven entraba al cuarto de su padre, lo extrañaba, como siempre, este le había sugerido llevar a un amigo, pero a cual, él no tenia a nadie que pudiese llamar así, un sokouku siempre llamaba la atención y por ello también recibía cierto rechazo de las demás personas.

 

Ordeno un poco sus cosas, vio uno que otro libro, abrió su closet, rozo sus dedos en una de sus chaquetas, la acerco hacia si, su aroma, ahí definitivamente estaba ese aroma tan peculiar que poseía su adorado padre, dulce, así lo definía él, único. 

 

Sin saber como, se encontraba en la cama, con la chaqueta aferrada a su cuerpo, embriagado por aquel existió olor, un gemido fue suficiente para hacerle olvidar todo, una sustancia pegajosa para hacerlo caer en cuenta de la atrocidad que había cometido. 

 

Monstruo, eso es lo que era, un degenerado, quien si no, haría tal cosa pensando en quien le dio la vida.  Olvida, se dijo, era lo único que podía y debía hacer a toda costa.

 

La vergüenza era tal  tras haber cometido aquel crimen, que al verle regresar, en vez de saludarle afablemente le rehúyo inventando una estupida escusa, luego por primera vez peleo con este, solo para librarse de la penosa tarea de verle a la cara, era lo mejor, aunque doliera, por el momento, definitivamente era lo mejor.

 

 

 

 

 

 

-Como se llamaba mi madre- pregunto el joven.

 

-Hijo ya es hora de dormir- respondió el rubio evadiendo la pregunta.

 

-Por favor, respóndeme- pregunto nuevamente

 

-Te ha gustado lo que te traje, no es lindo- decía feliz quien lo criara.

 

-Me gusto mucho pero eso no es…-

 

-No quiero que lo tomes a mal, pero vaya que gustos tienes en libros, me costo mucho encontrarlo- decía con cara molesta, pero fingida.

 

 

La paciencia se le estaba yendo de las manos, solo lo preguntaría una vez más y nada mas.

 

 

-¿Cómo se llamaba mi madre?-

 

-Hijo ya lo sabes-

 

-No, tú nunca me lo dijiste-

 

-Claro que si-

 

-Pues no lo recuerdo, dímelo-

 

 

El rubio dudo e intento nuevamente de cambiar el tema a lo cual el joven definitivamente perdía la paciencia.

 

-Acaso no lo recuerdas-

 

-Como…co…como dices eso, claro que si-

 

-Entonces-

 

 

El rubio en vez de responder se dirigió a su cuarto si decir una sola palabra, el joven le siguió.

 

 

-¡Solo es un nombre!, ¡porque te niegas a decírmelo!-

 

-¡No me levantes la voz Lear Von Bielfield!-

 

 

El joven agacho la cabeza, sin importar lo que pasara, aun respetaba aquel hombre.

 

 

-Por favor, necesito saberlo-

 

 

El rubio agacho la cabeza al igual que su hijo, no sabia que decir, el muchacho volvía a mirarle, se daba cuenta que aquello les llevaría para largo y como no deseaba que eso sucediera, se armo de valor para volver al ataque.

 

 

-Y bien, su nombre-

 

-Estoy cansado, mañana hablaremos- contesto el rubio.

 

-¡No!, dímelo ahora- dijo nuevamente molesto.

 

 

Ahora le daba la espalda, la rabia acumulada tras aquel descubrimiento  en ese maldito viaje le ardía en el pecho, no esperaría ni un solo segundo mas, sabría la verdad esa misma noche, sin importar las consecuencias.

 

 

-¿Qué?, ¿acaso no lo sabes?-

 

 

Wolfram abrió de par en par los ojos.

 

 

-¡Es eso!-

 

 

Negó cansinamente con la cabeza.

 

 

-No, eso no es, lo que pasa…es que tú…tú…no eres mi padre-

 

Le volvió a mirar atónito.

 

-¡Claro que lo soy!-

 

-¡Bien entonces contesta mis preguntas!-

 

 

El rubio volvía a callar.

 

 

-¡Lo sabía, tú no eres quien dices ser, tú no eres mi padre!-

 

-Lear…yo…-

 

-Es obvio que no, si en vez de padre e hijo, parecemos hermanos- dijo el joven compungido.

 

-¡Eso es porque eres medio humano y mazoku, ya te lo dije!- decía desesperado el padre intentando de apaciguar el dolor de su amado hijo.

 

-¡Mientes!, ¡tu no eres mi padre!, ¡yo no soy medio mazoku, quien demonios soy, quien eres!-

 

-Tienes razón- dijo agotado de discutir ante el asombro de un joven que aun asegurando aquellos hechos, muy en el fondo de su corazón, deseaba que todo fuera falso.

 

-Tu…que…-

 

-No deseaba decírtelo, yo…tenia miedo que me…odiaras-

 

-Entonces es cierto, no eres mi padre-

 

-A si es, pero técnicamente lo soy también-

 

 

El muchacho lo vio extrañado.

 

 

-Yo soy…quien te engendro…soy…yo soy tu madre-

 

 

El joven no podía creer lo que escuchaba, acaso se había vuelto loco.

 

 

-No me mires así, nunca te lo dije, pero recuerda los cuentos que te leía, algunos de ellos hablan del asunto-

 

-Padre, los hombres no pueden tener hijos- dijo asombrado el moreno.

 

-Los humanos no, pero los demonios de sangre pura si-

 

 

Aun estaba anonadado con lo que escuchaba, aunque ahora comprendía mejor aquellas historias en donde los príncipes se quedaban con sus soldados, guerreros que conseguían el amor de simples aldeanos y reyes que se disputaban entre el amor de su esposa y el de su amante, varón.  Como no recordarlo, si a causa de ellas era la burla de su pequeña escuelita, los otros niños insistían que eran doncellas y el insistía en que eran jóvenes.

 

-Como tu-

 

-¡Si!-

 

-Entonces explícame porque no envejezco como tal-

 

-Ya te lo dije tu…-

 

-Mi ma…perdón, mi padre es humano, verdad-

 

-Si-

 

-No se supone que debería envejecer casi igual que un mazoku de sangre pura-

 

-¡Eso!...eso es, bueno, veras…yo soy mitad…mi madre era humana, es por eso-

 

-No se supone que solo los demonios de sangre pura pueden engendrar-

 

 

-Si, ya te lo dije…-

 

Nuevamente el silencio se hacia presente provocando un tenso ambiente.

 

-¡Quien demonios eres!- grito furioso agarrándolo de los brazos, alzándolo hasta su cara.

 

-Yo-

 

-¡Dime la verdad!-

 

-Soy tu papa…Lear- dijo en un susurro.

 

-¡Deja de mentir!, ¡tu no eres mi padre, ni mucho menos mi madre!-

 

 

El rubio estaba gélido, pálido apenas y se atrevía a mirarle a los ojos, mientras seguía siendo zarandeado por el niño que criara.

 

 

-Yo soy…tu padre- dijo un poco más audible.

 

-¡Mientes, ni mi padre, ni mi madre, ni nada!-

 

-No, eso no- dijo triste el mazoku.

 

 

El joven aun con su ira latente le dolía verle triste, mas eso no justificaba su actuar. Era cierto, el no era su padre, no era nadie, jamás le volvería a ver, jamás, por primera vez desde que atara los cabos sueltos de su vida y que escuchara aquella historia en su viaje, caía en cuenta de eso y algo mas. 

 

 

-No, quizás no seas mi padre pero definitivamente serás alguien en mi vida-

 

Esas palabras tranquilizaron al rubio que estaba a punto de las lágrimas, su hijo lo perdonaba, permitiría que continuara a su lado, como siempre, por siempre.

 

 

-Ahora serás mi amante-

 

 

 

 

 

 

 

 

Continuara......................................

Notas finales:

Se agradecen los comentaros y se epera que sigan con ellos, como siempre, gracias por seguir leyendo mi historia.


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