Nadie le haría cambiar de opinión, lo que había hecho solo le hizo darse cuenta que ella no era quien creía, le ataco sin motivo alguno, podía entender su rabia hacia él, pero su padre era un asunto aparte. Para nadie fue un secreto que jamás le intereso, mas aun, que fue Wolfram Von Bielfield quien le había rechazado, no una si no muchas veces para ser su consorte. Podía soportar que le hiriera cuanto quisiera, hasta habría aceptado una o mil tazas de agua hirviendo sobre él, pero con aquel rubio la cosa cambiaba, eso jamás se lo perdonaría.
Un mes paso desde aquel incidente, la nulidad ya era un hecho, tendría que tener cuidado la próxima vez que quisiera contraer nupcias, aunque con lo ocurrido no deseaba volver a hacerlo en una buena cantidad de años.
Le vio a lo lejos, se alegro enseguida, ella se le acercaba, de seguro le pediría perdón nuevamente, hacia bien al hacerlo, pero estaba seguro que eso no era lo único que la movía, de seguro seguiría los consejos de su familia y le pediría interceder a su favor para que la nulidad de su matrimonio no llegara a fin, pero estaba equivocada, el nunca volvería con ella, es mas, los documentos estaban firmados y legalizados, ya no había vuelta atrás.
Se retiraba del lugar cuando escucho el grito de un par de mujeres, al darse la media vuelta vio dos criadas pálidas, en pleno acto de histeria mirando fijamente un punto en particular, dirigió su vista hacia el lugar y con horror le vio tirado en el suelo y a ella imponente sujetando con firmeza la espada que el propio rubio le regalase para su primer aniversario de bodas, ya que según él, la esposa del futuro rey debia saber defenderse y por ende debia tener una buena espada.
Los guardias la apresaron en seguida a petición del Heika que temeroso por el actuar de su hijo se interpuso en su camino, mas este lo esquivo, a él no le interesaba ir contra ella, quien le interesaba se encontraba tirado sobre un gran charco de sangre.
Lo tomo en sus brazos, su cuerpo estaba frío, demasiado, la medica llego solo para aseverar lo que ya era obvio, estaba muerto, muerto, su amado padre, su querido amigo, su gran amor, ¡muerto!
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Se había encargado de hablar calmadamente, fingiendo pedir su perdón, como la vez anterior él estaba dispuesto a ofrecer su ayuda para convencer a su esposo que diera pie atrás con la nulidad, pero ella sabia bien que eso no seria posible, al igual que ya daba por hecho que en un par de meses escucharía como su amado se desposaría con el noble de desbordante belleza, era lo lógico, después de todo le amaba.
Llevaba consigo aquella espada que le regalara, deseaba regresársela, no quería consigo nada que le recordara al culpable de su dolor, entonces el le sonrío diciéndole que tenia un plan, le dirían a Lear que esperaba un hijo y por ello debia olvidarse de romper el matrimonio, en tanto ella intentaría quedar embarazada, que de la medica de palacio él se encargaría.
Sintió su sangre hervir, el cuerpo le dolía, derramo unas cuantas lagrimas, él pensó que eran de gratitud, mas era todo lo contrario, lo odiaba.
Cuantas noches le había seducido para llevarle al lecho, cuantas veces, aun sin desearlo lo hizo con el, cuantas veces rogaba al mismo Shinoun por la tan ansiada llegada de su primogénito para así afianzar su matrimonio, pero nada, entonces cuando fueron a visitar a sus padres aprovecho de ver a su medico de cabecera, necesitaba ayuda, no era lógico que después de tanto tiempo no pasara nada. Los resultados que recibió la destrozaron, estéril a causa de una papera mal cuidada hace un par de años atrás. Frente a él fingía entereza, mordía su rabia al verle cargar a niños ajenos, soñando a su lado la llegada de aquellos hijos que sabía nunca tendría en su vientre.
-No importa, aun somos jóvenes, así podemos disfrutar antes de su llegada a nuestras anchas, es mejor cuando se esta maduro- le decía contento, ignorando que ese día nunca llegaría.
Le remordía la conciencia no contarle la verdad, pero sabia bien que de hacerlo, lo mas seguro le recomendarían abandonarla por no poder darle un sucesor al trono, también sabia que la amaba, como si no, se explicaría tanta premura en consumar su unión al punto de levantar sospechas de un estado que jamás tuvo o tendría. Ese era su único alivio, su única paz, le amaba, de eso no había duda alguna. Pero entonces ocurrió, cuando se demostraban su amor, en pleno éxtasis, grito su nombre y no el suyo. Aquella mañana no paraba de llorar, el ni siquiera se refirió al tema, pues ella tampoco lo haría, es mas, no le volvería a dirigir la palabra.
Frente al espejo se preparaba para un nuevo día, no deseaba que alguien notara su desastroso estado, se arreglo lo mejor que pudo, intentando de borrar la noche anterior de su mente, pero algo casi imposible, sus ojos estaban tan hinchados que el verde de estos se veía diferente, lo único incorrecto en ella, respiro hondo e intento llenarse de calma, pero entonces su imagen vino a su mente y una palabra se le clavo en el centro de su mente, “REEMPLAZO”. Por primera vez en su vida perdió la paciencia, haciendo trizas aquel espejo, maldiciendo sin control su suerte y sobre todo a quien no se encontraba ahí. Una criada entro al cuarto, en cuanto vio aquel desastre pregunto por lo ocurrido empezando a recoger todo, entonces ella hizo otra cosa que jamás imagino, empujo con violencia a la muchacha, tanto que la tiro al suelo, ordenándole entre insultos que dejara todo exactamente igual a como se encontraba el día anterior.
Podía escuchar sus lamentos, su llanto desconsolado, su cuerpo ensangrentado por el agarre que producía tenerlo en sus brazos, “demasiada sangre”, se dijo, “¿que a ocurrido?”, se preguntaba, “¿quien era el joven?, ¿quien lo había herido?, ¿quien había sido tan cruel para apuñalarlo y desgarrar su garganta?”, la imagen desaparecía ante sus ojos, se sentía arrastrar por unos fuertes brazos, su cuerpo se sentía tan liviano que ni noto cuando fue puesta en un cuarto oscuro con barrotes por ventana al igual que su puerta.
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Tras el funeral se encerró en su cuarto, ya nada le importaba, había perdido a quien mas amaba en ese mundo, le hubiese gustado llevar parte de sus cenizas a su hogar pero ni para eso le quedaban fuerzas.
Para nadie paso desapercibido que el joven príncipe jamás dejo de amarle, tampoco del motivo por el cual su hasta en ese entonces consorte la había emprendido en contra del joven noble.
Los recuerdos venían a él a cada momento, los buenos, los malos, los regulares, le remordía la conciencia el haber estado tanto tiempo peleado con el por sus estupidos sentimientos, ¡por Shinoun era su padre!, ¡como llego a verlo de otra forma!, ¡que clase de bestia era!
Imágenes de la niñez aparecían en sus sueños, su padre le abrazaba, le cargaba, le alzaba en el aire ante risas constantes, los brazos desaparecían, estaba en el suelo, empapado de sangre, su sangre, ¡papa!, gritaba en medio del llanto, ¡papaaaaaaa!, gritaba desesperado, ¿Dónde estas, donde?, ¡papi!
Siempre era lo mismo, despertaba sobresaltado, bañado en sudor, con lágrimas recién brotadas, con la respiración agitada, siempre variaban, pero al final, siempre terminaban en lo mismo.
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Jugaba con aquella pelota extraña y dura que le trajera su papa, esperaba en su cuarto, tal como le pidiera, un hombre desconocido llego con él, bastante molesto. Escucho gritos, se levanto y fue hacia la puerta, aquel sujeto increpaba a su papa, mientras este lo ignoraba por completo.
-¡Hasta cuando sigues arriesgándote!-
-¿Quieres un poco de te tío?-
-Wolfram, por Shinoun, piensa en lo que haces- decía notoriamente preocupado el rubio de cabellera mas larga que la de su padre.
-Y según tú que hago- decía sin dejar de hacer sus cosas.
-Entiende que tarde o temprano, el ir y venir despertara sospechas-
-Lo dudo, recuerda que estoy haciendo negocios para nuestras tierras-
-¿¡Que negocios, ni que ocho cuartos!? Ya no puedes seguir ocupando esa escusa, entiéndelo- decía exaltado el hombre, cada vez mas nervioso.
-Tío, no se preocupe, recuerde que yo también me valgo por mi mismo, además me gusta la caza, y quien sabe, hasta pueda que tenga un amante- dijo con plena paz, sirviendo el té en la mesa.
-¿Tienes un amante?- pregunto dudoso el rubio mayor.
-Jajaja, tío esa solo es una suposición-
-¡Wolfram!-
-De seguro a mi madre le pondrá muy feliz el rumor-
-Abandónalo, aun no es tarde- le pedía sosteniendo sus manos.
El joven le miro fríamente.
-¿Qué dices?-
-Abandona ese mocoso, si quieres yo me encargo de su destino, jamás se sabrá que tu tuviste algo que ver, con el tiempo se olvidara de tu rostro, hasta de tu nombre, aun es pequeño, es fácil olvidar estas cosas a esta edad- pedía suplicante aquel rubio mayor.
El rubio menor se soltaba de su agarre, se notaba molesto, el mayor estaba conciente de esto.
-Jamás le haré a mi hijo lo que ustedes me hicieron- dijo casi en un susurro.
-¡El no es tu hi…-
-¡Si no tiene nada mas de que hablar, le suplico que se retire Sir Walterona!- grito cortando al instante lo que deseaba decir el otro.
El mayor se levanto con tristeza en el rostro, no se explicaba que había hecho mal, que le había pasado a su sobrino, que final tendría. De seguro seria descubierto, entonces el maou sin lugar a dudas desataría toda su ira en contra de él y ni siquiera su propia familia le salvaría de su monstruosa ira. Cada noche oraba por que esto nunca ocurriera, aunque sabia que tarde o temprano seria descubierto, siempre era así, las mentiras no duraban de por vida, mucho menos los malos actos.
-Solo recuerda esto querido sobrino, “Como pecas, pagas”-
El joven le miro extrañado.
-Querido tío, creo que ya eh pagado con creces cualquier pecado que haya cometido-
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El sabía bien quien era ese hombre, en ese entonces lo ignoraba, solo recordaba vagamente aquella conversación, una figura borrosa le acompañaba, ni siquiera en su funeral lo reconoció, entonces en ese momento, intentando de reconciliar el sueño, gracias a un viejo recuerdo, lo había descubierto, ese hombre era el tío de su padre.
-Como pecas, pagas- decía al recordar.
-Como pecas, pagas. Según tú, tu deuda estaba saldada, pero al parecer no era así padre, entonces…que hay de mí-
Encerrado en esas cuatro paredes, rodeado de miles de recuerdos felices e intentando de ignorar los malos se quedaba dormido, una vez mas, pero como siempre con una frase acompañándole antes de perder la conciencia.
“COMO PECA, PAGAS”
Aquella frase, esa maldita frase, siempre le acompañaría hasta el final de sus días.
FIN