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Tiempos... por AkiraHilar

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¿Cuántas horas pasaron?, no lo supo. Fue difícil saberlo, aunque suponía que el tiempo suficiente como para amanecer al día siguiente con tortícolis y sentir una de sus piernas acalambradas. Se movió un poco y allí fue que se dio cuenta que pese a la mala posición, Shaka se había quedado dormido en sus brazos. No quiso despertarlo y no le fue difícil cargarlo para llevarlo al mueble cercano. No sabía qué hacer, si dejarlo dormido allí o buscar donde quedaba su habitación con el riesgo de... de encontrarse con el fantasma de ese hombre atado aún a la sombra de Shaka.

Se quedó sentado en el otro mueble, acariciando su cuello, no queriendo dejarlo solo tampoco aunque corría el riesgo de que al Shaka levantarse le diría que no había sido necesario. Se tomó el atrevimiento de buscar agua, y bebió lo suficiente,para bajar un poco el ardor de su garganta por tantas cosas que faltaban por decir, que le quiso expresar. Caminó un poco más algo fatigado, envuelto en miles de pensamientos, replanteándose si lo que hizo fue más bien hacer aún más espeso, tangible y palpable el recuerdo de Saga Andreatos en ese lugar. Inevitablemente terminó observando las fotografías, de nuevo, esta vez con un sentimiento distinto al de la primera vez.

Lo miró y ya no lo veía como adversario... Se dio cuenta; ese hombre había logrado mucho en Shaka, ese hombre fue una parte importante para él, lo amó, y le hizo sentir amado, en mínimo gestos, quizás no con demasiadas palabras pero si en la compañía, si en la fuerza, en las motivaciones. ¿Importaba el cómo se expresara el amor? No, mientras esa persona lograra entrever en cada acción el amor que le era profesado. Shaka lo vio, lo notó, lo supo y le siguió, estuvo a su lado, fielmente en una relación que tuvo cuatro años, dos estando juntos bajo un mismo techo. No podía verlo como un enemigo... sino como un aliado, uno que dejó una base, dejó cimientos, dejó una huella en acciones y palabras expresadas para una sola misión, la que él quería continuar: la felicidad de Shaka.

-Déjame brillar-le susurró al reflejo de esa fotografía, la de graduación, ante la mirada y pequeña sonrisa que en su seriedad y seguridad Saga Andreatos regalaba en el momento de gloria de Shaka; observando al mismo tiempo el brillo con el que centellaba los ojos del rubio, la sonrisa, la felicidad evidente en su rostro-, yo también quiero cuidarlo. Prometo hacerlo.

Un pedido... una alianza... un pacto...

Pocas horas después Kanon los encontró, el uno durmiendo en el mueble, el otro en el sofá continuo con algunas galletas en la mesita de vidrio y un vaso de vidrio vacío. Con una media sonrisa, aunque había bebido demasiado, tenía la suficiente fuerza como para acercarse a Aioria y tocarle el hombro, despertándolo. El joven se sobresaltó, entre la vergüenza y la desubicación, viendo hacía todos lados, encontrando a Shaka dormido y a la imagen de aquel hombre que tan solo era el hermano gemelo.

-¿Te lo tiraste?-preguntó Kanon sin más, y el rubor le subió a Aioria hasta las orejas. Luego vino una ronca risa, mientras caminaba hasta la heladera y buscaba tomar algo de agua-. Fuiste lento ¿eh? Tienen cara de haber hecho nada...

-¿Te hubiera molestado?-inquirió un tanto desafiante. No pudo evitarlo, ¿qué interés podría tener ese hombre sobre la actual vida sexual de Shaka?

-En realidad, me molesta que no lo hayas hecho-respondió tragándose toda el agua directamente de la jarra, se limpió con el dorso de su brazo y sonrío con algo de descaro-. No le digas a Shaka o se enfurecerá si sabe que hice esto-el joven se levantó del asiento, sintiendo que sí, ya tendría al otro día un fuerte dolor de cuello-. Ya veo porque mi hermano se sentía tan amenazado con el tuyo, el condenado parece sacado de un cuento o algo así-sintió en la voz la nostalgia, los recuerdos. Observó como guió sus ojos al rubio que dormía en el mueble-. Sé que mi hermano fue un tonto, si no se hubiese puesto como idiota tras ese proyecto, aún estaríamos aquí, los dos bebiendo mientras Shaka dormía en su cuarto-tomó otro poco de agua con algo de desesperación-. Simplemente no terminó de entender que ni Shaka, ni yo exigíamos nada más de él. Que para ambos él, así como era, era como nuestro héroe. Que éramos sus fans número uno, ¿entiendes? Pero a veces hay personas que nacen con mejor estrella. Tu hermano es una de esas pocas destinadas a brillar donde ponga su maldito trasero.

-Oye...

-No me malentiendas... sólo estoy algo borracho y nostálgico, también...-aquellos ojos, fuertes si, unos verdes desafiantes, estaban apagados y opacos observando el rubio de esos cabellos. Era mayor... y esa experiencia era tan visible en Kanon como en los ojos de Saga-. Siempre me he preocupado por él. Es decir, cuando pude venir a tierra ya mi hermano estaba a tres metros debajo de mis pies desde hacía semanas. No me dijeron sino hasta que llegué, fue un golpe algo difícil de digerir... creo que caí en cuenta que realmente había muerto cuando me harté de cerveza y Milo me fue a recoger luego de que los dueños llamaran porque estaba vomitándoles la barra-rió roncamente, casi ahogándose con su propia saliva. Aioria lo observaba con pesar... un duelo, Shaka no era el único que aún llevaba un duelo-. Pero yo iba a partir, estaría en la mar, distraído viendo otras cosas, estando con otra gente... dolió si... pero no era yo quien compartía con él, no era yo quien lo veía todos los días. Le dije varias veces que se mudara de departamento pero no quiso... lo tiene igual de decorado, incluso aún hay pertenencias de Saga en la mesa de noche que le tocaba, a la izquierda.

-Él tiene una fotografía de ellos en su oficina...

-Tardó en reaccionar... tarda igual en resignarse...-murmuró con pesadez-. Si de algo estoy seguro en este maldito y revolcado mundo, es que mi hermano lo quiso con todo y Shaka le correspondió igual. Los dos se amaban como unos estúpidos, admito que hasta les tenía envidia. Lo mío con Milo nunca pudo ser algo así con mis viajes, pero tampoco estaba desesperado por esa estabilidad y mírame ahora... ya que no tengo hermano, tú te llevaras al rubio... con quien pasaré las próximas navidades ¿eh?-ante el silencio fúnebre del muchacho, el mayor esbozó una sonrisa incrédula. Se despegó del mesón, caminando firmemente por su lado hasta llegar al mueble, cargar a Shaka en sus brazos-. Al menos podré irme tranquilo al mar sabiendo que él no está solo, pero tendrás que ser paciente.

Caminó hacía el pasillo, mirándolo de reojo.

-Puedes irte, me encargaré de lo demás.

Y Aioria obedeció.

Por cuestión de días de asueto, Shaka no estuvo trabajando dos semanas esas navidades. Fueron dos semanas que no se vieron, junto a las dos semanas de Aioria que empezaron junto a la entrada de Shaka. Fue un mes, un mes entero sin verlo seguidamente, a veces realizando una llamada preguntando si estaba bien, si ya Kanon había embarcado, si estaba aprovechando los días libres. No estaba seguro de si ir al apartamento, de si buscarlo e invitarlo a salir, pese a que sentía que todo apuntaba a acercarse, el recuerdo de aquella noche, de aquella historia lo hacía sentir totalmente desarmado. No estaba seguro hasta que punto avanzar demasiado iba a ser contra producente, pese a que Shaka parecía estar cómodo con sus llamadas y mensajes.

Para cuando por fin volvieron a recuperar la rutina, se sorprendió con ver a Shaka con una camisa roja, una que de alguna manera le imprimía color a sus mejillas. En la oficina solo se hablaba que de un día a otro, empezó a cambiar a camisas de colores vivos y que al preguntarle si había usado el bono navideño para comprar ropa, dijo que en cierta parte sí, pero que también estaba sacando algunas que tenía guardadas. Sentía que de alguna forma eso había sido buena señal; por eso cuando volvió a tocar la puerta y notó el brillo de esos celestes dándole la bienvenida, su corazón retumbó de lleno dentro de su pecho. Shaka recibió su taza de café, extrañamente animado, muy distinto al que era el año pasado.

-Con Kanon fuimos a un centro de beneficencia, llevamos mucha ropa, aún tenía mucha ropa de Saga guardada y en buen estado, igual que alguna mía y él también sacó alguna suya porque, según él, había pasado de moda-rio con dulzura, pareciendo rememorar algo-. Creo que fue una agradable actividad, me sentí muy bien, cuando fuimos a la cárcel con el club de beneficencia a llevar lo que traíamos, muchos se emocionaron. No pensé que podría servirle de apoyo a alguien más, a veces nos abstraemos tanto en nosotros que nos olvidamos del prójimo.

-Me alegro que lo hayas disfrutados. En casa solemos hacerlo pero a los orfanatos, recolectamos ropas de los niños en el vecindario y la llevamos. Papá había empezado la tradición, luego Aioros se hizo cargo de ella. De haber sabido, te habría invitado.

-Está bien, no tenía nada de niño que compartir-encogió sus hombros como si no tuviese importancia-. Pero quizás el próximo año si pueda acompañarlos-y allí Aioria sintió que ese palpito emocionado en su pecho. ¿Acaso eso significaba que Shaka esperaba compartir con él lo suficiente como para hablar de ello? ¿De las próximas navidades?-. Debe ser especial ver las caras de los niños antes los obsequios.

-Lo es, realmente lo es...-no pudo completar la frase al darse cuenta; darse cuenta que en el porta retrato, el antiguo porta retrato: había otra fotografía. Era Shaka, con varias personas en lo que parecía ser la entrada del centro de beneficencia.

-Me la tomó Kanon-dijo el rubio viendo hacía donde la mirada de Aioria se había fijado, donde el castaño observaba con mayor emoción, si esta era posible, que Shaka llevaba puesta la camisa que le regaló-, así que decidí traérmela en la oficina y recordar así que hice una buena obra este fin de año.

-Pero la foto que estaba allí...

-La guardé-respondió el rubio con tranquilidad, viendo aún la foto, con una sonrisa-. Después de hablar contigo, me sentí liberado. Fue como si, pudiera respirar más tranquilamente luego de tiempo con asma, por así explicarlo-su corazón retumbando... sus ojos brillando, sus labios ansiando besarlo por eso, por ser simplemente así, por brillar así aunque no fuera solo para él­-, así que hablé mucho con Kanon, fue algo liberador para ambos hablar tantas cosas que nos callamos quizás por respeto mutuo, o por pensar que podíamos con ello. Al final, creo que será un excelente año-lo miró, con aquella sonrisa que parecía iluminarlo todo-, para mí es como, un nuevo capítulo.

De haber sabido que Shaka necesitaba hablar de él, lo hubiera hecho, meses atrás.

El tiempo pasó con la misma velocidad con la que los días pasaban sobre el reloj, el calendario se iba degastando. Pronto la primavera anunciaba que era hora de partir y en todo ese tiempo, sus encuentro por el café se hacía persistente, jovial y esperado, las salidas de almuerzos con otros compañeros ahora se había acoplado a salidas en las tardes y fines de semana a algún restaurant, a comer pizza, centros de entretenimiento y cine. Shaka se compenetró a ellos con facilidad, los comentarios a veces sarcásticos y crueles del rubio aunque al principio fueron una sorpresa para todos, pronto fueron una de las cosas que más gustaron de él: esa innata capacidad de destrozar todo con palabras tan certeras y sin perder un atisbo de lo que muchos llamaban falsa inocencia. Aioria descubría más de un Shaka escondido, un Shaka que no había visto, pero que lo enamoraba más. Un Shaka complejo, algo abstraído pero calculador, analítico, un poco amante de las buenas cosas, consciente de quién era y porque. Un Shaka seguro, pero al mismo tiempo entregado... y con ello comprendió porque ese hombre había sido capaz de entregar todo con tal de mantenerlo a su lado.

Shaka era divino, era prohibido, era un hombre y tan perfecto en sus imperfecciones como una semi deidad, era belleza, pero también era erotismo... eso, eso que no había visto, eso que empezaba ya a enamorarlo, enloquecerlo, gestos, palabras, acciones, miradas... ¿Shaka era consciente de lo que estaba creando en él? Noches entonces se encontró acalorado, excitado, pensando en él... días entonces que Shaka a veces le rozaba una mano, le hacía un comentario medio sugerente sobre su vestuario... La mirada brillante que le vio en aquella fotografía era incluso más fulminante de lo que llegó a pensar... acaso, ¿así lo miraba también a aquel?

-No deberías pensar en eso-le comentó su hermano en aquel café donde lo invitó a salir, ese fin de semana. Se sentía azorado, preocupado, era como si...-. ¿Ahora eres tú el que andas recordando a Saga?-si, justo era eso...

-Suena idiota...

-Es i-di-o-ta-parafraseó su hermano con una falsa seriedad que luego mudó a una sonrisa-. Si lo miró o lo trató, o lo sedujo así, ¿qué más da, Aioria?-el menor bajó la cabeza, tomándose aquella manteada-. Piensa de que si fue así, es porque significas para él tanto como lo que llegó a significar Saga.

-Eso no me alivia, no quiero ser susti...

-No lo estás sustituyendo, tonto-y le alcanzó extender un brazo para despeinar los bucles de su hermano-. Te lo dije, nadie sustituye a nadie, tu no podrás cambiar lo que Shaka ya vivió, pero tienes la oportunidad de vivir con Shaka cosas que él quizás no ha vivido, no con, digamos, tu estilo-Aioria levantó su mirada-. Si amas a Shaka, tendrás que aceptarlo con todo y su pasado, y su recuerdo y lo que para él significó su primer amor. Lo demás... lo demás tú te encargaras de crearlo con él.  

Con esas palabras Aioria adquirió más fuerza, con esa convicción empezó la otra semana también enviándoles señales certeras, respondiendo a su mirada y sonriéndole con descaro a cada sutil comentario atrayente que le era emitido. De esa forma una noche decidió ofrecerle a comer por fuera, se detuvieron en una pizzería del centro, hablaron de muchas cosas, el roce de mano se fortaleció en una leve tomada, las miradas discretas y picaras en una fija y profunda, en una aceptación, en una compenetración. Química quizás.

La primera noche al dejarlo al apartamento, atraído por su mirada se acercó, pidió permiso ya estando cerca, pegando con su aliento la piel blanca, mirando a sus ojos azules en búsqueda de algún alto que jamás encontró. Finalmente Shaka fue quien recortó el espacio y el beso se extendió, por largos minutos en una danza tortuosa y profunda. Labio a labio reconociéndose y saboreándose, los dedos gruesos y bronceados atravesando el cabello dorado para sostener el cuello e intensificar el ósculo que los unía, la mano blanca afirmando la otra mano entre sus dedos, entregándose... por completo.

Cuando Aioria abrió sus ojos, en un segundo donde buscó aire para respirar; la visión lo desbordó del más infinito placer y sentimiento que podría llamar felicidad. Los parpados cerrados y vibrando, aquellas pestañas doradas temblando junto al carmín leve que rodeaba sus mejillas, la forma en que las fosas nasales ventilaba el aire que llegaba a los pulmones. Toda la expresión, en rojo de sus labios, todo, lo llenó de hambre.

Para la segunda, para la tercera... los besos se iban intensificando en el automóvil al llegar al departamento, las caricias sobre la ropa creaba un fuego que necesitaba levantarse. Lo ansiaba, sí, Aioria ya ansiaba tomar el cuerpo de Shaka, ansiaba ya demostrarle de otra forma, de la más silenciosa pero vibrante que conocía lo mucho que le provocaba, más que en el corazón y el alma, a la superficie de su febril cuerpo que ardía por él. Lo buscó, ahogado en un caldo de sensaciones, en un estado parecido a la fiebre, ansioso, desesperado...

Para la cuarta fue inevitable...

A tropezones llegaron hasta el apartamento. Apenas cerraron la puerta notó que Shaka simplemente avanzó en paso lento y coordinado hacía el pasillo, mirándolo con esos ojos zafiros que le invitaban a adentrarse. ¿Era así que jugaba con aquel? Le enseñaría que con él se tenían otro tipo de juego. Divertido empezó a correr y atajarlo antes de que pudiera avanzar un poco más, dejándolo contra la pared, mordiendo su oreja con esmero.

-¡Oye!-reclamó el rubio con una leve risa, intentando apartarlo aunque el dedo que estuvo más cercano a su rostro fue atrapado por los dientes del griego ansioso.

-Tendrás que correr-el rubio enarcó una ceja con presunción-. Tengo hambre-y volvió a mordisquear el dedo capturado.

Shaka sólo rio divertido de ver el cambio de panorama. Forcejeó un tanto para despejarse y correr hasta la puerta de la habitación donde Aioria volvió a acorralarlo y buscar mordisquear su oreja mientras hacía unos graciosos gruñidos. La puerta abrió por fin, los dos cuerpos se abalanzaron el uno sobre el otro en una guerra de labios, lenguas y dientes que no esperaban pactar ninguna tregua, ambos querían vencer, y ambos pelearían hasta obtener su victoria. Cayeron así en la cama, Shaka interponiendo su pierna para hacer espacio y mirarlo decidido mientras se desbotonaba su camisa con ansias. Aioria en cambio aprovechó la vista y mordisqueó el dedo aún sobre la media, sacándosela con los dientes, notando precisamente que la higiene de Shaka era simplemente uno de los mejores manjares.

Pronto ambas camisas se alejaron, apenas y los cinturones se aflojaron cuando ambos estaban sobre aquella cama besándose y entregándose a una danza donde Aioria sabía que Shaka tenía experiencia, y que no pretendía quedarse detrás por ello. Desbordados por la pasión, los besos fueron descendiendo, fueron explorando; los labios gruesos del moreno se encargaba de buscar aquellos puntos de mayor susceptibilidad y al encontrarlos enviarle señales de placer intermitentes, deseando disfrutar de todo: de ese momento, de ese compartir, de la cena que para él representaba como ofrenda de una virgen, cuya virginidad no era más que el pacto divino.

Sus labios se profesaron un pacto con el nombre del otro teñido en gemido casi inaudible cuando la excitación tomó partida y el aire escaseaba en sus pulmones. Incitado por cada caricia obscena marcada con esas uñas en su espalda, por cada beso, por cada lamida que el rubio dejaba sobre sus labios, Aioria ya totalmente desnudo se encargaba de observar a Shaka, allí debajo de él, sonrojado por él, entregado a él.

Se sintió dueño del mundo, dueño de todo, al tenerlo justamente así.

¿Qué había quedado del duelo? No quiso preguntárselo en ese momento, o más bien no pudo coordinar palabra cuando el rubio promulgó un movimiento en su cuerpo que le quitó todo pensamiento de su cabeza. Entró en él con la firmeza y delicadeza que apenas el momento apelaba, vio cuando Shaka sostenía sus manos contra las sábanas celestes, jadeaba poseídamente mientras relajaba sus músculos para facilitar la nueva intromisión. Entró y no encontró mayor resistencia; se quedó entonces quieto, sobre él, admirando el azul de esos ojos, embebiéndose en ellos...

-Shaka...

-Tienes hermosos ojos, Aioria-se adelantó el rubio, perdido también en aquellas dos irises verdes y brillantes de placer-. Son claros, sencillos, hay nobleza y es visible aún de lejos.

-Los tuyos no son tan sencillos, son... agua y aire. Son capaces de matar si los miras fijamente-el rubio rio por lo bajo, con la ternura impresa en su rostro, luciendo como Aioria había soñado: sencillamente enamorado. Entrelazó los brazos blancos alrededor del cuello, lo llevó hacía él, en un abrazo semejante al de un dios a un simple mortal que recibía su mayor beneficio.

-Estoy feliz por haberte encontrado-le susurró al oído, con la voz ahogada-. La vida me ha demostrado que nada termina hasta que mi corazón deje de latir. Quiero seguir viviendo...-un susurro, tan erógeno que fue capaz de destrozar cualquier presa de paciencia-. Te amo, Aioria.

-¡Ha!, ¡Shaka!-y embistió en respuesta-. Te amo, ¡te amo!-y estocó con esa palabra en labios, en los tiempos en que no eran profanados por los hindúes, mientras los bucles eran jalados con vehemencia-. ¡Ha! Shaka, ¡te amo!-un alarido... un grito, un jadeo, un murmullo.

Un, dos, diez, cien, miles de sonidos...

El orgasmo los abrazo a ambos en un torbellino de fuerza y placer. Aioria mordió el hombro de Shaka al llegar a las cúspides más allá de Himalaya, sintiendo la calurosa presencia del semen del rubio estrellándose contra su vientre, el grito de gloria que Shaka emitió con su nombre, el tensar de su piel, el vibrar, la forma en que los cabellos dorados y sudados danzaron y se estrellaron contras las sabanas y su piel antes de caer...

La hermosa mueca de placer que Shaka dibujó en el éxtasis...

-Entonces, ¿hoy irán?-le preguntó su hermano, frente la puerta de su cuarto. Había pasado tres meses desde que pudieron decir que eran, ya, pareja.

-Así es, vamos a visitar la tumba, Shaka quiere que lo acompañe.

Cabello largo de nuevo, su sonrisa de nuevo; Shaka había vuelto a vivir, había superado una etapa...

¿Había olvidado? No... era imposible que las cosas se olvidaran, simplemente era un nuevo ciclo y lo que había aprendido del primero, lo estaba aprovechando en el segundo, esperando que fuera más extenso.

-Me alegro, ¿y lo del apartamento?

-Parece que hoy fueron unos posibles compradores. Me comentara ahora-acomodó su chaqueta, se sonrió-. Ya no me siento celoso de él, ya no me siento inseguro. Quiero ir y decirle que estoy de su lado, en el equipo de las persona que queremos ver a Shaka sonreír.

-Creo que en unos días debería ir también, que mal amigo he sido-sonrió el mayor efusivamente, contento de ver a su hermano ser feliz-. ¿Viste?, al final todo era cuestión de tiempos.

De tiempo, y de paciencia...

Muchas veces las personas necesitamos el espacio del duelo, de los recuerdos, de las memorias que queremos revivir: pero no podemos quedarnos allí. Entonces es en ese punto donde con ayuda de las personas para quienes le somos preciado logramos abrir el corazón y terminar de sacar todo aquello que de alguna manera no nos permite ver al frente y nos obliga a estar constantemente mirando hacía atrás, contemplando lo que se perdió. Cuando aquello que nos hace estar en deuda con el pasado, se disuelve, es posible de nuevo observar el futuro y decidir caminar de nuevo.

-Saga, he venido a traer tus claveles-susurró Shaka al llegar frente a la tumba, con Aioria atrás. Él había aprendido de ello, la vida se había encargado de colocar frente a él a una nueva persona, la llave para la apertura de un nuevo ciclo.

Y mientras los verdes de Aioria veía el nombre labrado, escuchaba a Shaka comentarle a la esencia del pasado sus nuevos planes, el viento soplaba, la tierra giraba... el mundo seguía.

El tiempo seguía deshilando la historia escrita por los humanos...

El sonido de su teléfono le avisó de un nuevo mensaje multimedia entrante. El marino quien había desembocado en un puerto de la India por sus vacaciones, miró el contenido con una sonrisa dibujada, observando la fotografía que Aioria le había tomado a Shaka, mientras se comía un helado de vainilla. Escribió un texto, y envió esperando que le fuera entregada la respuesta aún pese a la distancia.

Siguió caminando entre los tendedores comerciales y artistas de la zona, deleitándose con la cultura, decidiendo él también pasar sus vacaciones en algo más que sexo y parranda, ¿quizás encontrarse a sí mismo? La India parecía buen lugar para eso. Claro, de todo ese viaje debía pensar en traer un regalo para Shaka por lo cual empezó a ver la orfebrería que estaban en venta: el oro, las piedras, quizás alguna esclava interesante para que el hindú se sintiera conectado a sus raíces.

-¿Le gusta algo señor?-sintió que le tomaron el antebrazo y de inmediato se alejó, con perspicacia. Era bien sabido también de la habilidad de niños y ancianos para robarles a los turistas. Sin embargo aquellos ojos claros, el cabello rojo, los dos puntos graciosos le hicieron pensar que quizás no debía ser tan desconfiado-. Mi primo es el mejor de tooodo el lugar.

-¿Ah sí?

-Sí, sígame, ¡es a tres puestos!

Recibió entonces respuesta a su mensaje y viendo de reojo al niño que lo guiaba, lo leyó con rapidez, manteniéndolo luego en el bolsillo de su camisa.

"Ya te llegara el tiempo. Abre bien los ojos y verás"

-Mi primo Mu es el mejor artesano de la zona...

Escuchaba al pequeño hablar, el tumulto pasarle por al lado, los puestos diluyéndose, la mirada verde perderse en el cielo celestes sobre su cabeza, el que compartía con miles de millones de humanos más...

-Vamos Buda o como te llames. Si estoy ciego al menos ponme lentes-se jugó, hablando a la nada...

Y todo era cuestión de tiempos...

~Fin~
Notas finales:

Gracias a los que leyeron ^^


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