EXTRA 4
GRACIAS
Estaba cansado, no pudo dormir bien aquella noche, a diferencia de su consorte o al menos eso creía. Después de algunos intentos fallidos por despertarlo, considero dejarlo dormir, aunque no se habría detenido de no escuchar un bufido quejoso de este.
Los recuerdos y la culpa lo azotaban fuerte esa mañana, en ese mismo despacho una mañana un poco mas oscura, un joven emocionado lo reverenciaba, agradeciéndole su confianza, el sabia bien que aquel soldado le amaba, que de a poco iba conquistando ese corazón que alguna vez lo amara, que alguna vez fue suyo, también que por su rango haría lo que fuera por estar un poco mas cerca del estatus del otro para ser mas digno de él, esas habían sido sus palabras exactas en mas de una ocasión.
Si el día era precioso esa mañana, tanto que le provocaba una horrible jaqueca, a diferencia de aquel día.
Estaba molesto, aun resonaba en su mente aquella conversación del maldito bar, esa estupida canción, como aquel cínico se atrevía a mirarle de frente, como pudo contar tal infidencia en esa clase de lugar.
La misión era una simple excusa, no quería verle la cara por varios días, mas no podía negarle la entrada al castillo luego de haber sido él mismo quien le abriera las puertas de esta. Su amigo tuvo razón aquella vez, “si él no era feliz, nadie podía serlo” Se negaba aceptar aquella frase tras lo ocurrido pero la verdad era que en esos momentos no estaba tan solo furioso, había quedado como impotente en frente de sus súbditos, le hervía la sangre al recordar aquellas palabras, “tiene pruebas”, “conserva las sabanas”, porque haría eso, se pregunto en esa ocasión. Si que era un enclenque, la respuesta vino a él clara como el agua ese día. Aquel soldado no era un debilucho, tampoco un enclenque, lo aceptaba tal como era, sabia bien que lo podía hacer feliz, todo eso junto no hacia mas que aumentar su ira ya creciente. Ellos estaban consiguiendo sin esfuerzo alguno lo que él había añorado concretar con su futura esposa, pero ya ni eso tenia, le había dejado y aunque intento de verle un par de veces, jamás llego hasta ella al final, no deseaba escuchar de su boca aquellas recriminaciones que le confirmaban algo que se encargo de encerrar bajo cien llaves, mas eso no importaba, porque sin darse cuenta comenzaron a abrirse, un por una, cada vez que le veía sonreír junto al otro. Por primera vez, sentía celos.
Gunter había ido con Gisela por algo para su dolor de cabeza, ese sueño le comenzaba a partir la cabeza o quizás la conciencia.
Cuando le llego la noticia, no cabía en su asombro, como podía una simple misión de reconocimiento, en tiempos de paz terminar de esa forma. Vándalos, esa fue la respuesta, atacaron un poblado sin compasión, la pequeña tropa de cuatro hombres liderado por aquel joven estaba notoriamente en desventaja, aun así fueron en ayuda de esas persona, sin importar que fueran humanos, todo gracias a los valores infundados por su Heika. Apenas dos soldados habían sobrevivido, llegando mal heridos al reino. El rubio quedo en notorio estado de shock, no dijo nada, estuvo ido por varios días, continuando su vida cotidiana, hasta que una mañana comenzó a atacar verbalmente a cualquiera que se le asomara, culpaba a todos, se notaba que estaba mal, sufría una crisis nerviosa, la misma Gisela intento medicarlo sin mucho éxito, su cuerpo rechazaba cualquier tipo de ayuda, quizás de no haber sido por su pelea, si es que se le podía llegar a llamar así, nunca habría tomado reposo.
-Todo fue mi culpa, lo se-
Gunter acababa de entrar al despacho preguntando a que se refería, le responde que a nada en particular, toma el remedio y a regañadientes de su consejero sale a tomar un poco de aire.
En el patio de entrenamientos se encuentra a sus dos amores, al verlo le hacen una seña, le piden que espere, su rubio ya debe estar a punto de terminar con sus soldados.
Va a sentarse bajo un árbol cercano, cierra sus ojos, lo ve, ahí esta, mirándole inocentemente, sonriéndole con sinceridad, dándole las gracias.
-¿Por qué?- Pregunta apenado
-Por cuidarlos, por protegerlos, por amarlos- le contesta en el mismo tono amable, desvaneciéndose sin permitirle o darle la oportunidad de pedirle perdón.
No merezco nada de lo que tengo, se lo quite todo sin remordimientos, no hay nada que agradecer, soy un ser despreciable. Piensa para si el moreno.
Siente que alguien lo sacude con cuidado, tal parece se ha quedado dormido, un pequeño de ojos azules lo observa contento, mas un rubio le mira algo molesto, lo recuerda en seguida, un rey no debe dormirse en un lugar así, tal descuido es inaceptable.
No alcanza a regañarle, el pequeño brinca como le es tan característico, comenzando a gritar.
-¡Díselo!, ¡díselo!-
Su consorte se ruboriza.
-¡Se lo puedo decir yo!- agrega el menor.
No comprende que sucede, se incorpora, lo observa fijamente, lo ve agachar la cabeza y asiente dándole permiso al niño para que le comunique algo, pero antes de que habrá la boca, comienza hablar, sus palabras suenan tímidas, apenas audibles, se queda en shock, no puede creerlo, siente algo húmedo resbalar por sus mejillas, escucha nuevamente como le llaman debilucho, en seguida le abraza con desesperación, llora como un bebe. El rubio le pide que se calme, lo besa, ambos sonríen, sabe que ha dado un espectáculo y que son observados, de seguro mas tarde será regañado por este, pero no le importa, lo único que puede escuchar en esos momentos son los gritos de alegría de su pequeño hijo.
-¡Voy a tener un hermanito!, ¡viva!-
Ahora sabe que ha sido perdonado y da gracias por aquel regalo.
FIN