EPILOGO FINAL
No daba crédito a lo que acababa de pasar, lo humillo, un vez mas lo hería en lo mas hondo de su corazón y no solo eso, le había demostrado su mas profundo desprecio y repudio en pleno patio de palacio, a vista y paciencia de cualquiera que pasase por ahí en esos momentos.
Sentía las ardientes lagrimas caer por sus mejillas, el pecho comprimirse con fuerza sobre su débil corazón, unas ganas horribles de gritar a los mil vientos todo su dolor, pero no ahí, no en presencia de quienes ya habían tenido el placer de verle caer en mas de una ocasión, él no necesitaba las burlas, ni mucho menos la lastima de nadie.
La torre se dijo, sin darse cuenta llego aquel lugar en donde jugara en su niñez, cuanta paz le traía.
Corrió hasta llegar a la cima, sin aliento en los pulmones, se dejo caer entonces, llorando y gritando a sus anchas, golpeando su pecho con rabia, intentando así de arrancar aquellos malditos sentimientos que no cesaban de clavársele con mas ahínco en el fondo de su corazón, como odiaba eso, cuantas veces quiso arrancarlo, cuantas veces se reprendió por hacer el ridículo, por humillarse, denigrarse en su presencia, cuan bajo se podía caer por el ser amado. Siempre escucho historias de estas, lo vio con su propia madre, pero no con su padre o cualquiera de sus múltiples amantes, no, para ella solo hubo un gran amor y a diferencia suya, él si la amo.
Cuantas esperanzas podía darle ese maldito moreno para luego arrebatárselas de las formas mas crueles habidas y por haber, pero siempre logrando quedar bien, regresando al principio.
“Esfuérzate”, se decía, “pronto llegara el día en que se de cuenta”, se reconfortaba, “el te mira en las noches, ¿debe ser por algo?, ¿verdad?”, tanto quería creer en esas palabras dadas por su inconciente en modo de consuelo que terminaba por ceder y continuar a su lado, pero todo era inútil.
Podía recordar claramente la noche anterior, como le dijo que le amaba, cuando le aseguro que su genero no le importaba, que lo perdonara, que sin el moría, como lo había acariciado, besado, poseído por completo, tal y como tanto ansiara desde hacia años. ¿Entonces porque?, ¿Por qué le hizo eso?, acaso fue porque al despertar se dio cuenta que había cometido el peor error de su vida, fue porque el no se encontraba a su lado para darle la bienvenida a un nuevo día lleno de amor. Maldita fuera la hora en la que se había ofrecido para llevar a cabo una corta revisión a las cuadrillas novatas, si tan solo le hubiese mandado una nota a Gwendal o mejor a Conrad, pero no, el temor a que sospecharan algo e hicieran alguna tontería para arruinar su reciente felicidad lo frenaron. Cuan idiota fue, si, porque de haberlo hecho en esos momentos, ni con todo su alegato de lo anti natural que era un amor entre hombres, hubiese tenido que responder ante sus hermanos por haberle arrebatado su pureza.
Se golpeo con fuerzas las piernas, sintiendo aun un fuerte y agudo dolor en la retaguardia, única prueba de la que constaba para dar fe de lo ocurrido con su prometido. Pero ya de que le servia todo eso, lo mas probable fuera que negara todo lo ocurrido, al igual a como lo había hecho hace unas horas atrás. Ya podía ver las caras reprobatorias de su familia, con excepción de una, que aunque no le creyera, de todas formas le felicitaría por volverse independiente en los asuntos del amor. Grito de rabia al pensar eso, ¡puto!, así le verían todos y el no era eso, ¡no!, si el lo hizo fue porque le amaba, lo amaba…lo amaba…tanto, tanto…que dolía.
Se puso en pie con dificultad, subiéndose a la baranda, observando con detenimiento a su alrededor, ese era uno de los motivos por los cuales le gustaban las torres, se podía ver casi todo lo que sucedía en palacio, siempre y cuando ciertas personas estuvieran afuera.
Con tristeza le vio reír con una joven que reconoció en seguida, era la misma que se le insinuara alguna vez en una velada y por lo cual se pelearan. Como era de esperarse actúo enseguida al ver esto, tomo un baso de ponche y deliberadamente se lo arrojo en su vestido, intentando hacerlo pasar por un mero accidente, pero lamentablemente nadie pareció creerle, ¿acaso era tan predecible?
Toco su mejilla, la misma que le golpeara, aun le ardía.
-No más- se dijo apesadumbrado sin despegar la vista de la pareja que se marchaba.
Cerro los ojos por unos segundos respirando profundamente.
Al menos fue mío, aunque fuera una sola vez, supe lo que era estar en sus brazos, el ser correspondido por quien amas, podía haber algo mas grande que eso, se podía sentir acaso aquella dicha y felicidad por otra cosa.
Patético, pensó para si, cuan bajo caía nuevamente por aquel medio Mazoku.
Una lagrima se resbalaba por la mejilla sana y una voz detrás suyo lo hacia salir de su ensismamiento.
-Su excelencia-
La voz de aquella joven era dulce, la reconoció enseguida, fue uno de muchos con los cuales choco hasta llegar aquel lugar en su huida. La miro con mayor detención y la rabia lo inundo, “lastima”, se dijo, “gracias pero no”.
-¡Que quieres!- exclamo furioso.
-Su excelencia, usted no debería…usted es demasiado para ese sujeto-
Abrió sus ojos con ira ante esa aseveración, como se atrevía, ella, una simple criada a hablarle de esa forma y más, en contra de su prometido, el mismo Heika.
-Tu atrevida, como osas hablar de esa forma a un noble ¡y mas aun en contra del Maou!-
La muchacha estaba pálida, era obvio que comprendió su error al hablarle así aquel joven tan voluble, de poder habría ocultado su cabeza bajo tierra pero al no poder, solo la agacho en forma de disculpa.
-¡Maldita zorra, de seguro eres igual a todas esas putas que van detrás de mi prometido!, ¡es eso verdad!, ¡por ello quieres indisponerme con él!, ¡no es así!, ¡crees que alguien de su nivel se fijara en ti!, ¡una pobre y vulgar criada de cuarta!-
Continuaba con los insultos, haciéndola sentir lo peor sobre la faz de la tierra, si antes sentía lastima, si tuvo ganas de llorar al recordar sus desplantes, si quiso ir en su ayuda rememorando aquella amistad que alguna vez tuvieran, ahora no, todo lo que su mente podía procesar en ese momento…era resentimiento.
Apenas un rose, un toque, una palmadita, solo eso basto para que su mano por unos breves segundos posada en su pecho provocara que cayera desde la torre.
El silencio fue eterno, su marcha también, llevándola hasta la cocina en donde comenzó sus deberes en silencio, hasta que su compañera entro histérica, gritando a todo pulmón lo que había escuchado.
-¡Annette, Annette!, ¡su excelencia, Annette!, ¡se ha matado!-
FIN