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La nieve es... por AkiraHilar

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Notas del capitulo:

Dándose una oportunidad, Milo quiere pasar ese cumpleaños con Shaka sin esperar un regalo de su parte.

Ocho de noviembre, su cumpleaños. Quizás semanas atrás hubiera pensado en ese día como el más fúnebre y cruel. La habría pasado encerrado en su habitación, con sus recuerdos, con el dolor en el alma, con todo aquello que lo mantenía atascado al momento donde dejó ir a Cisne y permitió que se enfrentara contra Camus: matándolo. Quizás semanas atrás ese día sabría a lágrimas, a ausencia, a soledad y a frustraciones... quizás...

Más no era así, una taza de té lo había cambiado todo: sus perspectivas, sus razones y motivos...

Athenea tenía razón, ellos habían sido honrados con el placer de seguir viviendo y la mejor forma de vivir con el recuerdo de las personas que amaban era siendo felices. Milo lo había comprendido y por eso se había dado la oportunidad: la de acercarse al único que de entre los sobrevivientes no sólo se detuvo a observarlo, sino que le dijo las palabras claves sin juzgarlo: sólo comprendiendo. Una persona que podía entender su dolor pero que al igual que él, había decidido darse una oportunidad...

Quería darse una oportunidad con él.

Esa tarde Milo se arregló preocupado por su presentación. Se había convertido en una hermosa rutina bajar al templo de la virgen y compartir aquella taza de porcelana con té de diversos sabores y olores, caliente y tibio, que alentaba a su alma. Esperaba por esa hora donde se sentaba en el sexto templo, se intercambiaba las tazas, hablaban de cosas, cualquier cosa. A veces salían ellos en la conversación y sonreían, sentía que sanaban heridas, que se superaban etapas, se surgía de las cenizas y el hedor de una tumba marcada, para seguir viviendo. Incluso fueron juntos a dejarles unas rosas que tomaron del jardín de Afrodita, a todos les entregaron su respeto.

Para Shaka ellos eran héroes... para Milo eran hombres de honor. Pese a todo, habían entendido y habían aprendido a perdonar.

Pensó que estaba todo muy bien con él, nada podía fallar: confiaba en su belleza y también en su espontaneidad. Veía que Shaka le había abierto puertas que a nadie más de los que quedaba, eso era buena señal. Se sentía feliz y comprendido... incluso hasta aceptado. Desde que vio los azules de Shaka en aquella tarde de Té, Milo supo que había conseguido un nuevo tesoro que proteger...

¡Ni pensar que cuando niños le tenía celos, lo rasguñaba mientras meditaba y se burlaba de aquel punto que después supo era un tilak! Una carcajada brotó de su alma al recordarlo, resplandeciéndole de nuevo sus turquesas como pensó que no brillarían más. Sonrío confiado y se dedicó a bajar los escalones que lo separaban de quien al principio vio como un nuevo amigo, pero conforme se fueron acercando sintió que podía ser aún más.

Al llegar al templo de Shaka, llamó a todo pulmón a su propietario sin resultado alguno. Caminó entre las columnas, intrigado y hasta divertido, pensando en que Shaka quería sorprenderlo o que quizás estaría en el jardín que ya había visitado y donde por primera vez al tomarle la mano sintió esa corriente especial con alguien ajeno a Camus. Esbozó una sonrisa por el recuerdo, al tiempo que iba caminando llamando a Shaka y esperando verlo en algún lugar.

-Shaka, ¿quieres que te encuentre?-preguntó en tono pícaro, hasta excitado con la idea de no sólo encontrarlo sino, porque no, acorralarlo y hasta besarlo.

¿Qué mejor regalo de cumpleaños que eso?

-Shaka, cuando te encuentre...-murmuraba jocoso... antes de quedar mudo.

Todo el mármol, toda la piedra, todo el templo se cubrió de blanco, desapareciendo en un manto brillante y absurdamente hermoso con el cielo negro atestado de estrellas, con aquella alfombra debajo de sus pies... con aquellos cristales cayendo...

Nieve...

Abrió la boca absortó, no lo podía creer... pese a que estaba en aquel lugar y podía sentir la brisa sobre su piel, la textura fría de los copos de nieves cayendo sobre su rostro y la humedad que fría inundaba a su cabello; superaba su entendimiento. Extendió su mano atrapando a uno que se derritió sobre la cobertura de oro, lo llevó a sus labios intentando saborear, sintiendo el sabor, la temperatura... pero al mismo la nada...

-Es una ilusión...-escuchó a su lado, esa voz melodiosa y dulce.

La voz de Shaka...

Su corazón retumbó... de alegría, de nostalgia, de melancolía, de esperanzas...

-Recuerdo, que antes de tomar la armadura te paraste en lo alto del coliseo y gritaste que era tu cumpleaños. Siempre me pregunté porque celebrar un año más; pensé que era una vanidad, mas envidié que para ti significara tanto vivir cuando para mí la vida con sufrimientos aún no tenía sentido...-volteó hacía él. Lo vio allí, de pie a un lado, con su presencia elegante, una mano extendida  a la altura de su rostro, atrapando uno de los copos-. Al día siguiente llegaste contando como Saga te llevó aquel sitio... me dio celos, lo admito-sonrió... esa sonrisa dulce y relajada que sólo Shaka tenía, de añoranza-, creo que hasta él se dio cuenta porque llegó diciéndome que no hay nada de malo en querer regalarle algo especial a alguien a quien quieres...

Una lágrima, sólo una lágrima rodó por su mejilla derecha, emocionado, lleno de memorias que se agitaron con esas palabras, recordando... Recordó la sonrisa de Saga cuando niñoen medio del manto blanco, recordó la expresión de seguridad y satisfacción de Camus entre los copos helados... lo que vivió, lo que amó... lo que amaba.

-Quizás no tenga el poder de llev arte a un sitio donde nieve, ni de hacer aparecer una verdadera nevada en este lugar; pero al menos, puedo hacerte creer que hay nieve aquí...

Nieve, brillante nieve, brillante como la piel de Shaka, como el cabello de Shaka...

-Shaka, abre los ojos...

Como los ojos de Shaka... que al abrirse eran dos fulgentes gemas azules que hacían palidecer lo que fuera. Su corazón palpitó violentamente contra su tórax, lleno de felicidad.

Sonrió, se acercó, le abrazó con su cuerpo, atravesó con su mano la nuca dorada, con su otro brazo la cintura de oro... bebió en su respirar su aroma a canela... el té del día.

-Para mí es real...

Lo que sentía en su pecho, lo que estaba experimentando, lo que sentía por él...

Lo que Shaka le había mostrado como una salida a su duelo, lo que había encontrado en él, lo que había vivido en esas horas de té...

Esa sonrisa que jamás pensó que dibujaría, esos ojos azules que muy pocos habían visto, la calidez, la inocencia, la entrega, la bondad, la fidelidad...

-Todo es muy real...

Los mejores recuerdos de su vida, estaban marcado por la nieve...

Si, la nieve que era blanca... blanca como la sonrisa de Saga.

Fría, como el aliento de Camus...

Y brillante, como los ojos de Shaka.

Los ojos que ahora él protegería...

 

Notas finales:

Con esto acabo la Trilogia. Me gustó hacerlo, trabajarlo, creo que ha sido lindo experimentar con una historia asi. Espero les guste ^^


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