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Un poco de Color y Vida por AkiraHilar

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Notas del capitulo:

Shaka ha decidio mover las fichas a su favor, resolver todo antes de volver mientras que en Grecia ya empezó a llegar la información de sus movimientos. ¿Saga entenderá las señales?

La reunión del curso, tres de la tarde. Los hombres enfundados en sus trajes ejecutivos se encontraban sentados en la mesa rectangular de 18 puestos, con una libreta en mano, un bolígrafo elegnante en la otra. Un joven hablaba sobre el nuevo proyecto en discusión, un anciano carraspeó, el otro cabeceó. Uno veía la hora en su reloj, otro más revisaba lo mismo a través de su SmartPhone… entre tantos movimientos, entre sus ojos que analizaban la expresión de todos, estaba él, en la cabeza de la mesa, de la empresa, de la reunión. El traje negro apretaba su cuerpo, la corbata le ahorcaba el alma y el bolígrafo en su mano, de color ocre con detalles dorados, daba vuelta incesante entre sus dedos en la mano derecha, apoyado el codo en las posaderas de su asiento, la mirada de nuevo en un punto muerto.

Valentine, a su derecha, le observaba.

El bolígrafo moviéndose en ese acelerado giro en su muñeca, la mirada dorada muerta en algún punto del espacio, el rostro inflexible, el ceño fruncido, los labios cerrados y sellados con acero. El cabello dorado apenas acariciaban su frente, con algunas hebras plateadas que denotaban ya su edad. Aún así, la misma fuerza y ferocidad de su juventud era tragada en esa mirada de oro.

Tenía ya una semana así… fue lo que se dijo. Una semana en pensamientos largos y vertiginosos que le creaban esa expresión de estar y no estar. No importaba donde estuviera, reuniones o en su oficina, con los socios o los arrendadores, en la prensa, en el auto: era la misma expresión. Algo había pasado, era lo único que podía estar seguro, algo lo suficientemente fuerte como para haberle hecho tomar la actitud que había tomado seis años atrás, cuando su hijo se fue de casa, cuando peleaba entre el ir a buscarlo o no.

Él también era el único que conocía el verdadero motivo…

Para muchos, Shaka se había ido a estudiar en el extranjero. Nadie sabía de lo que había ocurrido en la mansión, las apariencias se mantuvieron… nada se debía hablar al respecto… Radamanthys sólo se lo dijo a él: su mano derecha… su amigo…

Por eso podía leer en ese momento que algo había sucedido, pero no tenía pistas de qué.

Shaka Wimbert… el heredero… lo había conocido cuando entró como pasante en la empresa. Shaka tendría en aquel tiempo unos quince año, vivaz, orgulloso, un tanto prepotente, a su llegada nadie era capaz de cruzarse en su camino, el andar del príncipe sobre la tierra lo tenía tatuado, su mirada siempre altanera le abría el espacio a donde fuese. Siempre creyó que era un engreído, más pronto supo que simplemente era una fachada. Conforme se fue acercando más, conforme sus logros le dieron el crédito suficiente para estar cerca de la presidencia, en tanto miraba la relación padre e hijo, se dio cuenta: cerrada, cortes, llena de respeto y admiración.

Por eso comprendió el sufrimiento del padre cuando el hijo dejó la casa, cuando cayó de esa forma; decidió apoyarlo, acompañarlo, tratar de hacérselo más llevadero y si, hasta intentó convencerlo de buscarlo, de abrir una investigación, de hallar a su hijo… pero no pudo. No pudo doblegar el orgullo de Radamanthys. Él decía que su hijo había abandonado la casa… él debía regresar…

No le solté la mano, él soltó la mía…

Valentine se preguntaba si eso realmente tenía importancia. Si él quién hizo qué primero era de tanto significado cuando se siguen con las manos sueltas. Orgullo, dolor, necesidad de una señal… eso los había separado…

Suponía que si la actual situación de su superior se había repetido, Shaka tendría algo que ver.

¿Regresó?

En ese instante, el bolígrafo cayó de las manos, rebotando varias veces en la pulcritud del suelo de madera. Hubo silencio, silencio en toda la sala, en el interlocutor, en los presentes… Radamanthys bajó sus ojos hasta ver el bolígrafo. Se inclinó, tomándolo con una de sus manos. Volvió a su posición.

—Continúen—ordenó…

Como un río, se dijo Valentine, siguiendo su camino.

El restaurant escogido por Aioros fue un sencillo lugar lejos de la zona más agitada de Athenas, cercanos a la costa de Apolo y en donde la brisa marina agitaba los adornos de cerámicas y caracoles que estaban colgados en los techos. Se veía de esos restaurantes hechos por una familia, donde varias generaciones estaban allí apoyándose para sacar adelante lo que sería su negocio familiar. Saga no pudo evitar sonreírse discretamente al pensar que eso sería un lugar típico para una persona como Aioros, que pese al poco tiempo que compartieron en el proyecto pudo notar ese aire de convivencia que parecía emanar en cada paso. Vio al moreno tomar asiento en un banco de madera rustico en la barra del humilde local y se acercó a hacer lo mismo, sin mucho que decir y en espera de que aquel tomara la palabra.

—Te recomiendo aquí la paella marinada, es un platillo de España pero es simplemente delicioso—acotó el castaño mientras veía el menú plastificado en sus manos. Saga asintió con algo de desgano. Realmente no se sentía de humor como para pensar que ese era un mero encuentro amigable, quería que fuera directo mas no estaba seguro de que preguntar, de que esperar mucho menos. Temía que fueran las últimas señales de que todo hubiera terminado.

Tomó un sorbo del agua servida por la joven de la barra, y se entretuvo viendo las ondas que se formaban en esta al mínimo movimiento de sus manos. Shaka, su imagen, sus ojos, aquellas miradas que los había atravesado, su sonrisa y el rostro de implacable fuerza y temple… sus manos, el movimiento al tomar sus lentes, al escribir en su Palm, el de su flequillo sobre su nariz, el de…

Todo, todo le azotaba. Una, dos, mil veces dentro de sí.

—Cómo le dije, vine a hablarle de Shaka—la voz de Aioros lo sacó dentro de sí, creando al mismo tiempo un escalofríos desde la nuca hasta la punta de sus pies que a duras penas aplacó. Dirigió sus ojos al castaño, con el ceño fruncido, la mirada inquieta—. ¿Se comunicó con usted? ¿Ha sabido algo de él?—su corazón latiendo, persistentemente contra su torax, golpeándolo de tal forma que le ahogaba el sólo respirar. Renegó con su rostro y tomó otro poco del agua, tratando de aligerar las reacciones de su cuerpo—. Ya veo…

­—¿Por qué habría de hacerlo?—preguntó el abogado con el entrecejo fruncido, los ojos entrecerrados—. Yo sólo era un cliente…—repitió las mismas malditas palabras que Shaka le había repetido hasta cansarse.

Y Aioros lo miró, primero sorprendido, luego divertido… terminando por lanzar una sonora carcajada mientras golpeó con suavidad la madera de la barra. El abogado lo miró con rostro incierto, incomodo y si, molesto por aquella forma de tomar lo que para él había sido una sentencia.

—¿Cliente?—murmuró con jocosidad el castaño, mirándolo con dulzura—. ¡Eso no se lo cree ni él mismo!—un ligero sonrojo trató de teñir sus mejillas—. Shaka siempre fue muy cerrado con todos, pero con usted fue totalmente distinto. Trabajé con él por cuatro años, sé lo que le digo—viró su mirada, incomodo—. Entonces no lo llamó, mal… muy mal…

—¿Qué quieres decirme de él?—preguntó de inmediato. El castaño le miró por un segundo, delineando con sus ojos el rostro serio del abogado, la leve capa de sudor que cubrió su frente.

—Bueno, no hemos sabido nada de él. Ayer hablé con Aphrodite y lo noté preocupado. Me dijo que lo llamó, pero algo sucedió; como que se cayó la llamada y no supo más, no contesta los mensajes e emails que le ha dejado, y… llamó a Italia, pero nadie ha sabido nada de él—los ojos verdes del de cabello oscuro lo observaban asombrado, asustado, inquieto. Comprendía por la nueva vista del castaño que hablaba en ese momento con seriedad—. Le diré: el día de su cumpleaños, ese donde Shaka se fue temprano, intentó pintar el cuadro que iría en el centro del comedor…

La hora de almuerzo había terminado.

Shura regresó a su puesto de trabajo a avanzadas la una de la tarde, satisfecho por la comida y con buen ánimo. Restregó su cuello con cierta pesadez por la posición frente al computador, recibió unas instrucciones para revisar un expediente y con ello se sentó, junto a una taza de café concentrado que pensaba degustar luego de fumarse su cigarrillo para matar el sabor a la nicotina. Movió el mouse uscando sacar de la suspensión a su computador, escribió la clave y esperó que reiniciara la sección. Agitó con pereza la taza y ocultó la bandeja del correo sin mirarla demasiado para primero ejercer la búsqueda que le habían comentado.

Estaba muy concentrado, demasiado hasta que de nuevo un correo entró a la bandeja de mensajes. Era de otro caso por ello lo abrió, leyó el contenido y al volver a la bandeja de entrada se percató del mensaje que había entrado al mediodía.

Eran las dos de la tarde… Las cejas del español se expandieron denotando el asombro mientras veía la información… un retiro de efectivo y una compra en un punto de Venta en… Londres. Entrecerró sus ojos analizando las circunstancias; Saga le había dicho que se había ido a Italia e incluso, se había tomado la libertad de investigar quienes fueron sus clientes con raíces en aquellas tierras. Colocó el puño bajo su mentón pensativo, sopesando sus posibilidades: que el rubio de Italia fue a Londres, que le robaron sus documentos y dio hacia allá (poco probable) o… nunca estuvo en Italia. Decidido, abrió el sistema de Extranjería para buscar el pasaporte y sacarse la duda. Sólo ese documento le diría la verdad… y así fue.

Shaka siempre había estado en Londres.

Llamó agitado al teléfono celular, intentó ubicar a Saga, en vano…

El teléfono del abogado estaba en modo vibrador dentro de su maletín y el dueño, demasiado concentrado viendo el espacio vacío de la pared de su comedor, uno que él no había tomado en cuenta. Jamás pensaría que en ese sitio habría de estar una pintura y mucho menos, lo que ocurrió con ella. Sus esmeraldas estaban clavados en el lugar, aunque su mente aún estaba en aquel restaurant, horas atrás, en las palabras de Aioros, en sus propios pensamientos.

“Cuándo Shaka se fue, Aphrodite me dijo que botara el lienzo en el que había trabajado. Fui pero al ver lo que estaba plasmado sentí un ahogo… no sé de qué forma definirlo. Era como si la pintura quisiera tragarme…”

Se recostó en la pared, recordó el cómo tiró toda la comida aquella noche cuando supo de la partida de Shaka, el cómo la alfombra nueva había sido manchada en su ataque de ira. Vio de nuevo el detalle de yeso con bordes dorados en la pared, el de la pintura, el del comedor escogido en madera de caoba con detalles de cristal.

“¿Qué tenía la pintura”—le preguntó, luego de un minuto de segundo que se habían dado ambos para continuar.

“En realidad, no sé si a eso se le pueda llamar pintura. Lo que vi fue un enorme manchón de colores todos revueltos, tan mezclados que lo que había creado era un grotesco color a pantano, verdoso con negro un poco de purpura… la sensación que me generó fue de vértigo. Me preocupé, porque precisamente esa pintura de alguna forma lo reflejaba a él”

Metió las manos en los bolsillos, enfocó su vista al techo. Un ahogo era precisamente lo que sentía en su garganta luego de haber oído esas palabras, esa explicación. Fue un día antes, antes de ver a Simmons, antes de saber que lo habían investigado.

“Le pregunté a Aphrodite al día siguiente, lo vi también preocupado. Ellos son, algo complicado de definir si me lo permite, pero se entienden muy bien. Él me dijo que Shaka estaba pasando por una etapa, que quería seguir con el estilo de vida que llevaba pero usted… usted de alguna forma se lo estaba impidiendo”

“¿Yo?”—articuló con la saliva espesándose en su garganta.

“Usted… porque estaba moviéndole fibras que quizás quiso olvidar. Escúcheme… desde que conocí a Shaka supe que huía, no sé de  qué, pero en cierta forma lo intuía. Algo pasó con él, en el pasado, para que se convirtiera en la persona que es ahora. Lo admiro, es un hombre talentoso, responsable, con una creatividad increíble y un temple envidiable… pero está solo, muy solo. Lo peor es que quiere seguir estándolo.”

Caminó saliendo de la estancia, abriendo la oficina donde estaba su maletín y donde Shaka no pudo dejar su huella. Su único refugio en ese hogar, su hogar, plagado de él.

“No quiero que lo tome a mal. Si él decidió que lo mejor era huir para dejar de sentir lo que sentía, no es porque usted haya cometido algún error, creo eso al menos. No quiero que se lleve una mala impresión de él, simplemente quería comentarle que su estado de ánimo ya estaba muy mal, y ya el mismo no podía siquiera maquillarlo. No se dio cuenta de seguro porque pasó poco tiempo en la casa en la última semana, pero ya Shaka tenía días, varios días, que se estaba ahogando dentro de sí mismo. No sé si se deba a su cumpleaños…”

“Él no los celebra…”—Las palabras de Aphrodite trastabillaron en su cerebro mientras tomaba el asa de su maletín de cuero, totalmente asfixiado.

“… o si se debe a algo que en el pasado aún le lastima…”

“Nunca me buscaron, supongo entonces que su hijo si murió el día que crucé esa puerta para correr tras Simmons. Pero no importa, seguiré mi camino…”—las de Shaka, aquella noche… maldita noche.

¿Qué debía pensar? ¿Qué debía hacer? ¿Cómo actuar ante esa revelación, ante esas palabras? ¿qué buscaban de él? Entró al auto azorado, tirando el maletín al asiento de copiloto y encendiendo el motor que ronroneó ante el contacto con el acelerador. Se quedó en silencio unos segundos más, aunque ya pensaba en poner algo, cualquier cosa que sonara y le quitara de la cabeza todos esos pensamientos, todas esas ideas que le golpeaban una y otra vez.

“Lo cierto es que, sea lo que sea, Shaka va a seguir con el mismo estilo de vida en Italia. Es una pena, llegué a pensar que usted lograría lo que ni Aphrodite pudo en su tiempo, que ya Shaka dejaría de estar solo. Sé que es un egoísta, pero quizás, lo que haya pasado fue tal que no le quedó otra opción más que confiar en sí mismo”

Shaka se quedó esperando a sus padres… Shaka esperó que sus padres le buscaran… Eso era lo que denotaban aquellas palabras.

“Lo único que sé, es que no va a pedir ayuda…”— No lo haría, porque…

“No pidas ayuda, no muestres debilidad, los hombres debemos aprender a forjar nuestros caminos en base a nuestro propio puño, nuestro sudor…”—esa fue la filosofía que le enseñó su padre.

Golpeó el volante con rabia, frustrado, atolondrado. Pasó de nueva cuenta sus manos sobre su cabello, secó en ese roce el pequeño sudor en su frente, para luego pasar las manos a sus ojos, apretar los lagrimales con malestar. Se sentía desarmado, aturdido ante todos esos pensamientos y sí, impotente con deseos de tirar todo a la borda, hacer una denuncia judicial acusando a Shaka de algún robo para obligarlo a regresa. Si, hasta la maldita idea le sonaba razonable con tal de volverlo a tener en frente y entonces… golpearlo, golpearlo de la misma forma que Shaka hizo con él aquella noche para después quebrarle los labios en un beso enfurecido.

Porque sí, era ira, lo que Saga tenía dentro de él además de dolor y lastima era ira, ira por lo egoísta que era, furia por ver como Shaka prefería huir, como esa maldita filosofía lo seguía alejando de los demás y…

—¡Es estúpido!—farfulló por fin, golpeando de nuevo el asiento, con los ojos cerrados, con las muelas crujiendo—. ¿Crees que yo hubiera podido salir sin ayuda? ¡Eso lo intente por más de diez maldito años, Shaka!—gritó, cómo si aquel pudiera escucharlo, como si sus gritos pudieran ser oídos por él—. Es cierto que muchas cosas debemos enfrentarlas solos, pero también que necesitamos ayuda y si se te están extendiendo las malditas manos, ¡QUE MIERDA ESPERAS PARA TOMARLAS!—golpeó con su cabeza el asiento, mirando el techo, con calor, con rabia acumulada, con desesperación…—. Eres un estúpido…—musitó—. Un maldito estúpido… orgulloso, egoísta, testarudo…

Fascinante, dominante, fuerte, capaz, intrigante, seductor, impasible, implacable, inamovible… inalcanzable…

Cuando todas esas palabras le golpearon en la mente no pudo evitar reír como burla a sí mismo, a lo irrisorio de su situación, a la forma en que la vida de nuevo lo había puesto en esa encrucijada.

—De tantos que hay, me vine a enamorar del más complicado…—murmuró, afilando la vista—. Yo y mis malditos gustos a los retos—acomodó las palancas—. Ya veré que hacer contigo, Shaka… algo tengo que hacer.

Olvidarlo, odiarlo, seguirlo queriendo… sí, necesitaba hacer algo al fin de cuenta.

En el edificio de los Wimbert en Londres, ya se había cumplido la hora de salida. Radamanthys caminaba en paso lento y firme, el abrigo negro se movía al son de sus pisadas en el amplio pasillo, mientras los demás le despedían con cortesía. Como todas las tardes, Valentine lo acompañaba hasta la salida comentándole los últimos arreglos y planes orquestados para la semana. Entraron juntos con algunos empleados al ascensor cuya vista de vidrio daba hacia la ciudad. El dueño observó con desgano los edificios y locales aledaños a su empresa, pensando, de nuevo distraído, como ya tenía una semana.

Salieron al alcanzar la planta baja, Radamanthys imperturbable en su andar, con una mano en su bolsillo derecho y la otra sosteniendo su maletín, seguía su camino hasta el lobby. Valentine seguía el movimiento analíticamente, sabía que era necesario preguntar si quería obtener respuesta.

—¿Su esposa se encuentra bien?—se atrevió y apenas Radamanthys lo miró de reojo.

—Sí.

Aparentemente no le diría mucho…

Al mismo tiempo, el abrigo gris se batió en el viento a las afueras del edificio al que había ido a visitar. El lugar donde tantas veces visitó a su padre y acompañó en las tardes en espera de finalizar la jornada laboral. Lo observó aún con sus lentes puestos y luego de pagar un agua mineral en uno de los almacenes cercanos, sacando luego otro poco de efectivo al hallarse con los precios más elevados. Quitó sus lentes para guardarlos en el bolsillo del grueso sobretodo y tomó nota mental de la hora mostrada en el reloj. Ya veía el automóvil de la mansión en el frente del edificio, de seguro esperando a su padre. También notó al chofer que al verlo se agitó y no supo si acercársele o no. Lo saludó de lejos con un leve movimiento de su cabeza y se quedó allí, en espera, debajo de un árbol adyacente en la acera contraria.

En ese momento, en Grecia eran las tres y media de la tarde. El abogado entró de nuevo a los tribunales pidiendo información de los nuevos casos y un poco de café a su secretaria. Se encontró con Marin, quien algo preocupada por lo del mediodía había decidido verlo y verificar que todo estuviera bien. La seriedad que les vio a ambos le había creado muy mal presentimiento, pero Saga los desvió comentándole que sólo eran una clausula del contrato que no había tomado en cuenta.

Entraron juntos a la oficina del abogado luego de dar instrucciones para una segunda taza de café. La mujer notó en el escritorio alguna pila de carpetas de casos y otros documentos algo desordenados. No pudo evitar sonreír pensando en que Saga seguía siendo el mismo: desordenado en su oficina, siempre movía las cosas de todo y luego no recordaba donde lo puso. Vio cuando su ex esposo colocó el maletín a un lado del moviliario y se sentó frente al computador. La taza de café llegó y empezaron a hablar del caso de la mañana para entretenerse.

Los pensamientos de Saga aún así seguían clavados en Shaka, en las palabras de Aioros, en cuando le preguntó que si lo había llamado. Lo había hecho, Shaka si lo llamó, pero él no le dio oportunidad para hablar por su propio problema y estado emocional… eso empezaba a golpearle una y otra vez.

De la misma forma que Shaka pensaba en eso, en aquella llamada, en sus planes, en lo que haría cuando todo estuviera listo. Le aseguraron que para el viernes tendría el documento de su titulo con su verdadero apellido, el lunes entonces tendría que hacer los demás avances para que fuera legalizado con el cambio: había mucho que hacer. Si todo salía bien, para la semana que viene Shaka había terminado todos sus pendientes en Londres para volver a Grecia.

Sin embargo la misma pregunta de Dohko seguía haciendo mella a la tranquilidad a la que quería auto convencerse. Responder esa pregunta se convertiría, luego de esos asuntos, en su cuestión más vital. Estaba consciente que lo que estaba por hacer no significaba, en realidad, más que un cambio físico para hacer notar lo que debía hacer en su interior; la represa no se tumbaría con sólo cambia el apellido de su titulo de grado: pero era un comienzo.

Se agitó entonces cuando notó la amplia figura de su padre a lo lejos. De nuevo el calofrío drenó por su columna vertebral tal como aquella vez una semana atrás, exactamente. No pudo evitar el gesto de acariciar su mejilla antes golpeada, ya no inflamada, pero que aún así al tocarla sentía el dolor en su pecho. Esta vez la estrategia sería distinta y esperaba que funcionara.

La puerta del edificio se abrieron y Radamanthys salió de él con paso firme. Valentine le seguía aún observándolo de reojo, buscando la manera de saber que ocurría para ayudarlo. Entonces se detuvo, y el amigo observó desde su lugar como los ojos dorados se abrieron espantados y temblaron ante lo que parecía ser una inesperada visión.

—Saga—escuchó su nombre el abogado en la oficina, mientras revisaba la cuenta del correo—. Parece que tu teléfono está sonando—desvió la mirada al maletín, notando vibrar la cubierta.

Había olvidado totalmente su teléfono. En realidad, estaba muy abstraído desde aquella conversación con Aioros que no, no quería recibir llamada de sus padres o del trabajo. Sin embargó como estaba Marin frente a él, decidió contestar sin ver el nombre del emisor y sin mucho animo. Al oir la voz sintió que algo se agitó dentro de él… cuando oyó la noticia todo fue claro…

“Primero debo terminar algo…”

Todo tuvo sentido…

—Radamanthys…—murmuró en ese segundo Valentine, abriendo sus ojos absortos con la imagen—, ¡es Shaka!

El menor se separó de la corteza del árbol, metió sus manos en los bolsillos, miró a su padre de forma desafiante. Radamanthys lo observaba perdido de nuevo en los recuerdos, en aquel llamado de sangre y en el orgullo que le colocaba la soga al cuello. Toda esa semana, toda esa maldita semana la había pasado pensando en él, en esa noche, en ese encuentro, tratando de pensar que no sucedió, que su hijo no fue a verlo y a echarle en cara que no tenía pensando cambiar…

Qué jamás lo necesitó…

Como padre, lo que más le dolía era pensar que Shaka jamás necesitó de él… Que su hijo no lo necesitó como padre…

Escuchó la voz de Valentine mencionando aquel nombre, sintió dentro de su pecho de nuevo aquel palpitar moribundo que le azotaba sus entrañas. Cerró su puño… se tomó de su orgullo viendo con asco e impotencia los colores que su hijo vestía, mucho más llamativo que cuando estaba a su lado, con esas modas absurdas que tanto le asqueaba. Entendió lo que Shaka había ido al decirle, al permitir que lo viera, vestido de esa forma.

No se arrepentía…

Él tampoco…

—Vámonos—y ante aquella orden, Valentine giró sus ojos al padre, preguntó con sus pupilas que era lo que estaba diciendo, que estaba haciendo. Ante esos ojos sólo vio la más absurda determinación—. He dicho que nos vamos—repitió al chofer, Gordon, quien aún no se había movido.

El hombre asintió con pesar, abriendo la puerta de la limosina. Radamanthys no volteó a ver a Valentine, ni al chofer, sólo enfocó su mirada a su hijo que sin decir nada le observaba fijamente desde el otro lado de la carretera. Lo ignoró…

Él tampoco se arrepentía de no haberlo buscado…

La limosina arrancó, luego que el chofer se despidiera del antiguo heredero con un asentimiento de cabeza que Shaka aceptó, siguiendo su propio camino. El hijo, sin más, tomó la dirección contraria hacía la parada de autobús. Valentine vio de nuevo a padre e hijo tomar direcciones diferentes… por orgullo.

—¿Londres?—gritó azorado el abogado en la oficina, levantándose de golpe del asiento y olvidando por completo que tenía una visita. Marin alzó la mirada intrigada; Saga parecía agitado, no era normal en él tener esos sobresaltos al menos que fuera algo muy importante—. Espérame allá, ¡voy enseguida!

Comprobó que debía ser algo demasiado importante. El hombre agarró su saco del asiento y prácticamente salió corriendo del lugar, tropezando sin cuidado las carpetas y desparramándolas en el piso, dejándole a Marin un “Tengo que irme” en el aire. Sólo lo vio partir totalmente asombrada, observando luego las carpetas que habían quedado regadas en el suelo. Vio que la secretaria se acercó e hizo ademan de ayudarla a recogerla, pero la joven abogada le instó a seguir con sus labores, ella podía encargarse de ellas.

Tratando de despejar las preguntas de su mente ante los extraños arrebatos de Saga, Marin empezó a recoger una por una, colocando de nuevo los documentos en su lugar, hasta que vio una foto familiar.

El decorador…

Algo golpeó de lleno dentro de su pecho, un latir acelerado se hizo presa de su sistema en cuanto detalló la foto tipo carnet del decorador en documentos de visible procedencia legal. Revisó un poco más, encontrando fotografías del decorador cuando era niño… dos documentos más de dos hombres que aparecían con él una foto… la información, la vida en Inglaterra, el apellido…

—Qué se supone que es esto…—murmuró asustada, leyendo por encima la información, años de estudios, colegios, equipo de futbol…

Un abogado penalista con semejante información de un decorador… ¿para qué?

Y la llamada… tenía que ver con Londres.

Su intuición de mujer declaró sentencia ante las pruebas…

Notas finales:

Gracias de verdad por todos sus comentarios. Me animan mucho y me hacen escribir con más ahínco esta historia que para mi representa tanto. Espero les guste y ya entré al punto donde quería:

¿Saga que hará cuando sepa del verdadero lugar donde está Shaka? ¿Shaka y Radamanthys terminaran dandose la oportunidad o necesitaran el empujon de varios a su alrededor? ¿Y que hará Marin con semejante descubrimiento? ^^


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